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Los beneficios de las tecnologías herméticas poscosecha para los productores de autoconsumo

Seguimiento del módulo poscosecha instalado en la casa del productor Efraín Castillo Hernández, en el municipio de Tihuatlán, en Veracruz, México. (Foto: Citricultores Tihuatecos Asociados)
Seguimiento del módulo poscosecha instalado en la casa del productor Efraín Castillo Hernández, en el municipio de Tihuatlán, en Veracruz, México. (Foto: Citricultores Tihuatecos Asociados)

La Huasteca es una región multicultural de México que comprende parte de los estados de Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla. En sus valles y montañas conviven diversas etnias, entre ellas teneek o huastecos, nahuas, pames, tepehuas, otomíes y totonacos. 

La Huasteca Totonaca —al norte de Veracruz y una pequeña porción de Puebla, donde se encuentran comunidades que comparten rasgos culturales tanto de la cultura totonaca como de la huasteca, y a la vez poseen rasgos característicos y condiciones geográficas e hidrológicas particulares— ocupa una superficie aproximada de más de cuatro mil kilómetros cuadrados y abarca unos quince municipios veracruzanos. Cerca del 90% de ese territorio se destina a actividades agropecuarias, siendo el maíz el cultivo más representativo con una superficie cercana a las 70 mil hectáreas. 

En la zona, los agricultores se enfocan a la producción de maíz para comercializar, e incluso exportar el totomoxtle (hoja que cubre la mazorca), así como para el autoconsumo; sin embargo, una de las principales problemáticas para este propósito es el alto índice de pérdidas poscosecha, las cuales pueden llegar a ser de hasta el 40%.

Insectos como el gorgojo (Sitophilus zeamais), el barrenador de los granos (Rhyzopertha dominica), la palomilla (Sitotroga cerealella) y roedores como la rata común (Rattus rattus) destacan entre las plagas que afectan las cosechas de los agricultores de esta zona.

Debido a las considerables pérdidas poscosecha, más de la mitad de los productores de la Huasteca Totonaca desgranan y venden cerca del 70% de su producción al precio que esté en el mercado —sin importar que sea bajo— a fin de evitar su pérdida. El restante lo destinan para autoconsumo; sin embargo, esto solo alcanza para cubrir un par de meses, lo que los orilla por varios meses más a comprar grano en el mercado o con los vecinos de las localidades aledañas, con frecuencia a precios elevados. 

Para reducir el alto impacto económico y social de esta situación, la iniciativa MasAgro-Cultivos para México —impulsada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— promueve en la Huasteca Totonaca el uso de tecnologías herméticas para reducir las pérdidas poscosecha. 

Así, a través de la colaboración entre la cooperativa Citricultores Tihuatecos Asociados y el CIMMYT se están identificando aquellas tecnologías que les permitan a los agricultores conservar la calidad del grano por más tiempo y asegurar, a la vez, un alimento saludable.

En la nave de almacén de la cooperativa —ubicada en la localidad de Sebastián Lerdo de Tejada en Tihuatlán (Veracruz, México)— se instaló una plataforma de investigación poscosecha a fin de comparar las tecnologías herméticas con las prácticas convencionales de almacenamiento de maíz que prevalecen en la región. 

Lo que se busca es mantener la calidad de los granos, mejorar la productividad durante las siguientes temporadas y tener una mejor conservación de las semillas nativas de la región. Además de que estén libres de pesticidas químicos que pudieran afectar la salud de las personas”, comentan los responsables de la plataforma. 

De igual manera se han instalado módulos poscosecha donde los mismos productores participan en la evaluación de las tecnologías. En Poza Azul de los Reyes, también en Tihuatlán, por ejemplo, el productor Efraín Castillo Hernández usó cien kilogramos de maíz nativo blanco hojero para almacenar la mitad de la forma convencional, es decir, en un costal de polipropileno, y la otra mitad en una bolsa plástica hermética con cierre.

Cinco meses después de haber almacenado el grano, el productor y el equipo que le ha brindado acompañamiento técnico se reunieron para abrir los dos tratamientos. No lo hicieron solos, sino en presencia de un grupo de productores de la comunidad interesados en conocer los resultados. Así, la comunidad pudo observar una marcada diferencia a favor de la innovación: mientras que con el costal de polipropileno 58% de los granos presentaron daños, con la bolsa plástica hermética esta afectación solo fue del 2%.

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Reportajes

El maíz y sus múltiples colores forman el material de la vida

Tonahuixtla, un pequeño pueblo ubicado en el estado de Puebla, México, había sufrido una degradación ambiental extrema debido a la deforestación y la erosión. Las tierras agrícolas estaban en malas condiciones y la ciudad había dejado de producir muchas de sus variedades de maíz ancestrales, una pérdida tanto para la biodiversidad en la región como para la cultura local. La pobreza había aumentado, obligando a muchos a emigrar a ciudades más grandes o a los Estados Unidos para trabajar. Las personas que se quedaron atrás, en su mayoría mujeres, tenían pocas formas de generar ingresos para mantener a sus familias.

Hoy, la historia de Tonahuixtla es diferente. La comunidad participa activamente en actividades de reforestación y prevención de la erosión del suelo. La producción de maíz criollo está aumentando, preservando la biodiversidad y las costumbres del pueblo y la región. Los residentes tienen oportunidades de trabajo que les permiten quedarse en su comunidad y no migrar, todo mientras preservan la biodiversidad local y protegen el medio ambiente.

¿Qué causó este cambio?

Las hojas de maíz.

Considerado durante mucho tiempo un producto de desecho, a las hojas de maíz se les ha dado una nueva oportunidad de vida a través del proyecto Totomoxtle. Llamado así por la palabra tradicional náhuatl dada a la hoja de maíz, el proyecto convierte las hojas de maíz nativo —que se encuentra en una gran variedad de colores— en tapices hermosos y sustentables para muebles y paredes. Fundada por el diseñador gráfico mexicano Fernando Laposse, Totomoxtle ha dado a los agricultores un incentivo para volver a plantar maíz nativo, preservando una biodiversidad invaluable para las generaciones futuras.

Cuando Denise Costich, jefa de la colección de maíz del banco de germoplasma del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), se enteró del proyecto Totomoxtle, sabía que quería ayudar. Apasionada por la preservación del maíz nativo, ella y su equipo identificaron 16 variedades locales de la colección de maíz del CIMMYT que producirían hojas en colores interesantes y podrían crecer bien en la altitud y las condiciones climáticas de Tonahuixtla. Invitó a Laposse y a los miembros del proyecto a visitar el banco de germoplasma y a conocer el trabajo del CIMMYT, y les proporcionó las semillas de las variedades que habían identificado.

«Esto es lo que normalmente hacemos en el banco de germoplasma, le damos semillas a las personas,» dijo Costich. «Pero esto se convirtió en una colaboración más estrecha.»

In the dry and mountainous terrain surrounding the village of Tonahuixtla, native maize preservation and reforestation efforts have been key in protecting the local environment and culture. (Photo: Denise Costich/CIMMYT)
En el campo seco y montañoso que rodea el pueblo de Tonahuixtla, la preservación del maíz nativo y los esfuerzos de reforestación han sido clave para proteger el medio ambiente y la cultura local. (Foto: Denise Costich/CIMMYT)

Colaboración colorida

El equipo del banco de germoplasma de maíz dispuso que los miembros del proyecto Totomoxtle recibieran capacitación sobre cómo hacer polinización controlada en las variedades nativas de maíz en una de las estaciones experimentales del CIMMYT.

«A los técnicos de la estación experimental Agua Fría del CIMMYT, en el estado de Puebla, les encantó conocer a los miembros del proyecto e inmediatamente se apasionaron por el mismo», dijo Costich. “Hasta el día de hoy, los técnicos aún guardan todas las hojas de maíz de colores del maíz del CIMMYT y las envían a Tonahuixtla para proporcionarles material adicional para su proyecto.»

En el pueblo de Tonahuixtla, los miembros del proyecto —en su mayoría mujeres— trabajan planchando las hojas de maíz y pegándolas en una prensa rígida, posteriormente las envían por mensajería al taller de Laposse en Londres, donde las usa para crear hermosos muebles y tapices. Este trabajo permite que los residentes de Tonahuixtla permanezcan en su aldea y no se vean obligados a migrar, todo mientras se preserva la biodiversidad del maíz y se protege el medio ambiente.

“Parte de lo que está haciendo este proyecto es ayudar a mantener unidas a las familias — proporcionando medios de vida para que las personas puedan permanecer en sus comunidades, para que no tengan que enviar a todos sus jóvenes a la Ciudad de México o los Estados Unidos. Para mí, todo está conectado.» dijo Costich.

El valor de la sustentabilidad

El proyecto también muestra la intersección entre la conservación de la biodiversidad y la protección del medio ambiente local. Las hojas de maíz utilizadas para el proyecto son un material sustentable y biodegradable, y cualquier residuo de las hojas de maíz que no se utilizan para el proyecto Totomoxtle se utilizan como alimento para los animales en la estación seca o para hacer fertilizantes, que después vuelven a los campos de maíz, un ciclo completo en el que no se desperdicia nada.

«Creo que muchas de las comunidades en las que trabajamos realmente entienden el valor y la importancia de la biodiversidad,» dijo Costich. “En Tonahuixtla, la gente está tratando de reforestar las laderas de su región. Entienden la conexión entre no tener vegetación en las colinas y hacer que el agua de lluvia simplemente viaje desde las colinas hacia las corrientes temporales, perdiendo ese recurso de importancia crítica. A lo largo de los años, como resultado del trabajo que han realizado allí, han observado la mejora del medio ambiente, las colinas ahora están cubiertas de vegetación y hay mucha menos escorrentía y erosión. Creo que es una lección realmente importante para todos. Vengo de un entorno ecológico, así que siempre estoy interesada en involucrarme en proyectos donde no se trata solo del maíz, sino de todo. También se trata de la vida de las personas, la nutrición y las conexiones entre ellas.»

Preservar la biodiversidad local del maíz no solo es importante para Tonahuixtla — es importante para toda la humanidad. Las variedades nativas de maíz se han adaptado durante miles de años en los campos de los agricultores de Mesoamérica, desarrollando resistencia natural a las plagas y enfermedades locales, así como a las condiciones climáticas como el calor o la sequía. Estas semillas de maíz nativo, transmitidas de generación en generación, podrían ser la clave para desarrollar variedades mejoradas de maíz que puedan resistir enfermedades emergentes o eventos climáticos extremos. Perder esta biodiversidad, representa una pérdida para la seguridad alimentaria global en conjunto.

El CIMMYT trabaja para proteger muchas de estas variedades nativas de maíz en su banco de germoplasma, que alberga más de 28,000 colecciones diferentes de maíz. Mantenidas en almacenamiento frío en condiciones óptimas en el banco de semillas del CIMMYT, estas semillas se conservan para las generaciones futuras y están disponibles para cualquiera que las necesite, incluidos los agricultores como los de Tonahuixtla, que habían perdido gran parte de su diversidad nativa de maíz.

«La biodiversidad de los cultivos es básicamente la garantía para el futuro», dijo Costich. “Esta es nuestra reserva de seguridad. La seguridad de las semillas es la seguridad alimentaria.»

Foto de portada: Denise Costich (al centro, gorra rosa) con miembros del proyecto Totomoxtle y miembros del personal del Banco de Germoplasma del CIMMYT cerca de Tonahuixtla. (Foto: Proporcionada por Denise Costich/CIMMYT)