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Cambio climático obliga a modificar calendario agrícola

Siembra de maíz en dos fases en el municipio de Mecayapan, Veracruz, México. Foto: DECOTUX
Siembra de maíz en dos fases en el municipio de Mecayapan, Veracruz, México. Foto: DECOTUX

El cambio climático es una realidad. Posiblemente el término aún no sea de uso común en el habla cotidiana de la sociedad, pero sí las referencias a un clima cambiante, a la dificultad para distinguir las estaciones que antes estaban bien definidas, al aumento en el número y magnitud de fenómenos como los huracanes y las sequías y, particularmente, a la irregularidad de las lluvias.

Los cambios en los regímenes de lluvias aumentan las probabilidades de pérdidas de cosechas en el corto plazo, pero también las probabilidades de que se reduzca la producción a largo plazo por la disminución de la disponibilidad de agua en los ciclos consecutivos. Esto no solo afecta a los agricultores, sino a toda la sociedad porque representa una amenaza directa a su seguridad alimentaria. 

La Sierra de Santa Marta, en el estado mexicano de Veracruz, es uno de esos lugares donde el cambio climático se ha manifestado con modificaciones en las lluvias. Los agricultores locales —de los municipios de Tatahuicapan, Mecayapan y Soteapan—, que dependen del temporal, han tenido que modificar sus sistemas de producción, pero en este cambio no todas las prácticas que han adoptado han funcionado como se esperaba, repercutiendo incluso en la conservación del suelo. 

Para brindar a los productores de esta zona mejores herramientas para adaptarse al cambio climático, un grupo de promotores de la agricultura sustentable —Desarrollo Comunitario de los Tuxtlas (DECOTUX)— instaló un módulo de innovación para evaluar y promover, junto con los productores, prácticas agrícolas que buscan reducir el impacto de la escasez de lluvias y asegurar mejores rendimientos en la producción de maíz. 

En el módulo, instalado en el marco de la iniciativa Cultivos para México —impulsada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, se trabaja para adaptar las prácticas agrícolas locales y brindar opciones que eviten o reduzcan otras prácticas como la roza, tumba y quema, facilitando la transición hacia una agricultura sustentable.

Por diversas circunstancias históricas, las tierras que eran de uso comunal y con periodos de descanso de hasta cinco años, fueron fraccionadas, delegando a cada agricultor una reducida zona de trabajo. Esto favoreció que los periodos de descanso del suelo se redujeran, los suelos se empobrecieran y aumentaran las quemas sin supervisión adecuada. 

“Han sucedido accidentes de cientos de hectáreas, arrasando varias comunidades entre potreros, cafetales, acahuales, vegetación primaria, fragmentos de vegetación y bosques de pino y encino locales”, menciona el equipo de DECOTUX, poniendo de relieve la importancia de este módulo de innovación, ya que la escasez de lluvias y el incremento de la temperatura aumentan también el riesgo de incendios de grande magnitud.

Además de fomentar el aprovechamiento del rastrojo como cobertura del suelo en lugar de quemarlo, realizar análisis de suelos, evaluar distintas variedades de semillas —nativas e híbridas a fin de identificar las más adecuadas para la zona y las nuevas circunstancias climáticas—, y otras prácticas para mejorar la fertilización y el manejo de plagas y enfermedades, una de las principales acciones que se desarrolla en el módulo es el ajuste de las fechas de siembra y otras labores de acuerdo con las nuevas circunstancias climáticas. 

“Debido a la irregularidad de los periodos de lluvia se ha pasado de un ciclo a dos ciclos productivos. Esto está fundamentado en la información de la estación meteorológica de DECOTUX que permitió realizar el análisis de datos meteorológicos con relación a las fechas de actividades culturales en los predios de siembra”, señala la organización. 

“Con la información obtenida, y en comparación a años anteriores, se ha identificado que algunos de los efectos directos del cambio climático en la zona han sido la modificación del régimen pluviométrico, cambios en la velocidad y ocurrencia de vientos y aumento de horas calor. Esto ha afectado considerablemente el calendario de siembra de los productores quienes tratan de acertar las fechas óptimas para la siembra”.

De entre los métodos que han adoptado los agricultores para reducir las pérdidas está la siembra seccionada. “Esta les permite salvar el 50% de la materia prima en caso de las condiciones climáticas no sean adecuadas en alguna de las fechas de siembra”, mencionan los técnicos de DECOTUX.

A través de este trabajo conjunto se busca ofrecer prácticas y tecnologías probadas que le permitan a las familias productoras mitigar y adaptarse al cambio climático. Esto es además una oportunidad para desarrollar procesos participativos en la construcción del conocimiento, a fin de involucrar a las familias y replicar los aprendizajes dentro de las comunidades. 

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Qué son los abonos verdes y los cultivos de cobertura 

Cultivo de cobertura en los Valles Centrales de Oaxaxa, México. Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real
Cultivo de cobertura en los Valles Centrales de Oaxaxa, México. Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real

Los cultivos extraen los nutrientes del suelo durante su desarrollo. Si no se adoptan prácticas para mantener y mejorar la fertilidad —como mantener los residuos de cosecha como cobertura—, este desgaste continuo y la erosión disminuyen la fertilidad y la profundidad de los suelos, ocasionando que el rendimiento sea cada vez menor. 

En los Valles Centrales de Oaxaca, México, la aplicación de fertilizantes químicos no es sostenible debido, entre otros factores, a la alta variabilidad del temporal y la escasez de recursos económicos. Por lo tanto, es necesario identificar y promover prácticas para que los productores de pequeña escala reduzcan la dependencia de estos insumos y mejoren la biodiversidad en sus parcelas. 

En la comunidad de San Miguel Tlanichico, municipio de Trinidad Zaachila, los cultivos de cobertura y los abonos verdes han sido ampliamente adoptados por los productores. En sus parcelas es posible observar, además de maíz, canavalia, dolichos, ayocote, frijol y otros cultivos con los que los productores han observado mejores rendimientos que cultivando únicamente maíz. 

Estas opciones para diversificar cultivos forman parte de las acciones promovidas por Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real (DAIRC) y el Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en el marco de Cultivos para México, iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT. 

Con parcelas más diversas los productores de San Miguel Tlanichico también han disminuido la cantidad de fertilizante químico que aplicaban. Una vez cosechado el maíz y, en su caso, su cultivo asociado, los cultivos de cobertura se dejan sobre la superficie para aportar materia orgánica al suelo y, sobre todo, para conservar la humedad. 

Los cultivos de cobertura son cultivos adicionales que se pueden integrar junto con el cultivo principal o se pueden establecer para cubrir la tierra a fin de proteger al suelo de los efectos erosivos del viento, la lluvia y las altas temperaturas fuera del ciclo productivo principal. 

Por lo tanto, los abonos verdes también son considerados cultivos de cobertura, pero su fin primordial es mantener o incrementar el contenido de materia orgánica del suelo y elevar su nivel general de fertilidad. En general, se trata de especies de crecimiento rápido que se cortan en el mismo lugar en el que crecen, lo cual se hace antes de florecer porque esto desviaría la concentración de nutrientes a las semillas o el fruto. 

Los cultivos de cobertura y los abonos verdes tienen ventajas similares y complementarias, incluyendo:

  • Proteger al suelo de la erosión y de que se seque, mejorando los niveles de humedad y la circulación del agua.
  • Impedir el desarrollo de malas hierbas, ya sea directamente al bloquear la luz, o indirectamente en el caso de algunas especies que actúan como herbicidas.
  • Enriquecer el suelo con nitrógeno —particularmente cuando se trata de leguminosas por su efecto de fijación de nitrógeno— y otros nutrientes.
  • Hospedar a enemigos naturales de las plagas. 
  • Contribuir a mejorar la estructura y el contenido orgánico del suelo como resultado de una mayor actividad biológica.
  • Proporcionar un entorno más húmedo que contribuye a degradar los residuos.

Las especies más comúnmente usadas como cultivos de cobertura o abonos verdes son generalmente los frijoles u otras leguminosas, los pastos y también cultivos de la familia de las cucurbitáceas, como las calabazas y chilacayotes. En general, los cultivos de cobertura y los abonos verdes tienen la característica de poder crecer en suelos de mala calidad, producir grandes volúmenes de biomasa verde en corto tiempo, necesitar poca agua y tener un denso sistema de raíces.

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El papel de la aplicación de materia orgánica en las estructuras de la comunidad microbiana del suelo

Aunque estudios anteriores han demostrado la importancia de la materia orgánica en el suelo para las prácticas agrícolas sostenibles, se ha investigado poco sobre cómo la aplicación de materia orgánica afecta a las estructuras de la comunidad microbiana del suelo.

Investigadores del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV) estudiaron el suelo del experimento a largo plazo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en el noroeste de México para determinar el efecto en el metagenoma del suelo después de añadir residuos orgánicos fácilmente descomponibles. El suelo se tomó de parcelas en las que el maíz y el trigo se cultivaron sin labranza en camas permanentes con residuos de cultivos dejados en la superficie del suelo desde 1992.

Se añadieron al suelo plantas jóvenes de maíz secas en el laboratorio. Después de tres días de incubación, se analizaron las muestras de suelo mediante secuenciación metagenómica de escopeta para descubrir cómo la aplicación de plantas jóvenes de maíz afecta a la estructura de las comunidades microbianas en el suelo cultivable, cómo se altera el funcionamiento potencial de las comunidades microbianas y cómo la aplicación afecta a la diversidad taxonómica y funcional del suelo.

Los grupos bacterianos y virales se vieron fuertemente afectados por la aplicación de material orgánico, mientras que los grupos de arqueas, protistas y hongos se vieron menos afectados. La estructura y la riqueza viral del suelo se vieron afectadas, así como la funcionalidad metabólica. Se registraron más diferencias en los degradadores de celulosa con estilo de vida copiotrófico, que se enriquecieron con la aplicación de plantas jóvenes de maíz, mientras que los grupos con metabolismo oligotrófico y quimiolitoautotrófico de crecimiento lento se comportaron mejor en el suelo no enmendado.

Dada la importancia de incorporar y adoptar prácticas agrícolas sostenibles como parte de la adaptación al cambio climático y su mitigación, el estudio mejora nuestro conocimiento de un aspecto clave de la agricultura sostenible, la gestión de los residuos de los cultivos.

Lea el estudio completo aquí.

Foto de portada: Cultivos de trigo en el sitio de experimentación a largo plazo del CIMMYT en Ciudad Obregón, México. (Foto: Nele Verhulst/CIMMYT)

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Ajusta tu tractor y reduce la compactación

El productor Rodolfo Aguilar junto con maquinaria especializada para agricultura de conservación, en Guanajuato, México. (Foto: Amador Aguillón/Hub Bajío-CIMMYT)
El productor Rodolfo Aguilar junto con maquinaria especializada para agricultura de conservación, en Guanajuato, México. (Foto: Amador Aguillón/Hub Bajío-CIMMYT)

La compactación en el suelo es la disminución del espacio poroso —en especial de los poros más grandes o macroporos— que se traduce en menor aireación, baja retención de agua y nutrientes y mayor resistencia al desarrollo de las raíces.

Las prácticas convencionales de preparación del suelo que aún se realizan en distintas partes de México producen compactación y afectan la densidad aparente del suelo —medida que refleja el contenido total de su porosidad—. De acuerdo con el nivel del suelo donde se presente, se puede distinguir entre compactación superficial (de 0 a 10 centímetros) y compactación profunda (mayor a 10 y hasta 40 centímetros).

En la superficie del suelo, la compactación está en función de la carga aplicada, de la presión ejercida por el rodado del tractor, del grado de humedad y de la intensidad de tránsito recibida. En este sentido, las llantas del tractor, que son el vínculo entre el vehículo y el suelo, tienen el objetivo de brindar una superficie de contacto que no exceda la capacidad portante del suelo —máxima presión que se puede ejercer sobre un terreno o estructura sin peligro alguno— y, a su vez, lograr una tracción que garantice el arrastre de los implementos en el suelo.

Considerando que un tractor es un bien de alto valor y que para el agricultor de pequeña o mediana escala resulta inviable tener un vehículo con características específicas para cada actividad agrícola, ¿es posible reducir de manera práctica los efectos no deseados del tránsito de la maquinaria? Existen diferentes opciones de adaptación y, con mínimos ajustes, es posible optimizar la calidad de trabajo de la maquinaria, favoreciendo una menor compactación del suelo.

La forma en que se distribuye una fuerza sobre una superficie es lo que se conoce como presión. Al caminar sobre arena muy suelta o nieve, por ejemplo, es común quedar con los pies enterrados, pero al usar patines de esquiar esto no sucede ya que se que aumenta la superficie de contacto y la fuerza o peso se distribuye mejor, disminuyendo la presión. 

La presión tiene una fórmula matemática, siendo esta igual a la fuerza ejercida por un cuerpo sobre un área específica (P=F/A). Así, la fuerza que el tractor ejerce sobre el suelo está relacionada con su peso y la superficie o área de contacto de las llantas con el suelo.

La presión de inflado de las llantas o neumáticos del tractor es clave para optimizar la superficie de contacto tractor-suelo. Un “tip” sencillo que los agricultores pueden seguir para verificar que la presión de inflado sea la correcta es asegurarse que solo tres “aspas” de cada una de las llantas de tracción estén en contacto con el suelo. 

Otro factor determinante en la variación de la presión ejercida por el tractor sobre el suelo y que es de fácil configuración por parte del agricultor, es el peso del equipo, específicamente del “lastre” o contrapesos adicionados al tractor. Es importante comprender que no todas las labores agrícolas requieren alta fuerza de tracción, así que es posible retirar contrapesos adicionales, de manera que el patinaje no sea excesivo (mayor a un 15% aproximadamente).

Otro aspecto a considerar al momento de realizar las labores agrícolas mecanizadas es el ancho del neumático o llanta del tractor, pues este parámetro representa un área mayor o menor de contacto con el suelo que puede maximizar o minimizar el efecto de la presión que ejerce el peso propio del tractor.

El agricultor, entonces, tiene tres parámetros principales a configurar en su tractor: 1) la presión de inflado de las llantas, 2) la colocación o retiro de contrapesos traseros y delanteros, y 3) el ancho del rodado de tracción; esto, por su puesto, dependerá de las condiciones de humedad del suelo, de la potencia motriz requerida por el implemento acoplado, del cultivo establecido y del arreglo topológico de la parcela. 

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Alimentar el suelo para alimentar a las comunidades 

La productora Soledad Chávez Pineda muestra su cultivo de chícharo en el municipio de Magdalena Apasco, en Oaxaca, México. (Foto: Carlos Barragán/Agricultura Familiar y Agronegocios)
La productora Soledad Chávez Pineda muestra su cultivo de chícharo en el municipio de Magdalena Apasco, en Oaxaca, México. (Foto: Carlos Barragán/Agricultura Familiar y Agronegocios)

Siempre es un buen momento para dirigir los reflectores hacia la agricultura de pequeña escala, conocer las estrategias que han implementado para lograr que sus unidades de producción sigan vigentes a pesar de las condiciones adversas en las se están desarrollando. La actual crisis de fertilizantes químicos, por ejemplo, es una oportunidad para construir una agricultura más sustentable. 

El incremento en el precio de los fertilizantes —producto del conflicto entre Ucrania y Rusia, uno de los mayores productores de fertilizantes del mundo— ya ha impactado en el precio de los alimentos y está afectando la economía de muchas familias en México y otros países.

Ante este contexto, es importante conocer y difundir las diferentes alternativas que existen para hacer frente a esta crisis. El cultivo de leguminosas —por su capacidad para fijar nitrógeno—, el uso de fertilizantes orgánicos como compostas, abonos verdes, entre otros, son prácticas útiles en este sentido. 

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, en el estado de Oaxaca solo el 3% de la superficie agrícola es fertilizada con abono orgánico, pero en el Valle de Etla, donde está el municipio de Magdalena Apasco, esta cifra sube a 37%. 

¿Qué pasa con el resto de la superficie? Si se suma la fertilización orgánica y química entonces en Oaxaca el 83% de la superficie agrícola queda sin fertilizar —37% para el caso del Valle de Etla—. Esto muestra la necesidad de implementar estrategias para la recuperación y mejoramiento de la fertilidad de los suelos. 

En Magdalena Apasco, como en otros lugares de Oaxaca y del país, la elaboración y suministro de bioinsumos ha tenido un impacto bajo por diversos factores socioculturales —como la limitada disponibilidad de mano de obra y el hecho de que el 52% de los productores de maíz del estado son adultos mayores—, pero con las leguminosas ha sido el caso contrario. 

Entre las razones de este hecho está que las leguminosas, sobre todo aquellas que pueden cosecharse en verde —como los chícharos, las habas o los ejotes—, permiten que las familias generen ingresos de manera previa a la cosecha del maíz. 

Además, las leguminosas forman parte de la cultura gastronómica de muchas comunidades y, al dejar una mayor cantidad de residuos de cosecha sobre la parcela, constituyen una buena alternativa (económicamente viable) para mejorar la fertilidad del suelo porque contribuyen en el contenido de materia orgánica y al suministro de nitrógeno.

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Conocer las propiedades del suelo para cuidar los acuíferos

Parcela de un productor que participa en el proyecto Aguas Firmes, donde se realizó análisis de suelo y se implementan diversas prácticas para mejorar la fertilidad del suelo. (Foto: Julio César González/Agrocime)
Parcela de un productor que participa en el proyecto Aguas Firmes, donde se realizó análisis de suelo y se implementan diversas prácticas para mejorar la fertilidad del suelo. (Foto: Julio César González/Agrocime)

De entre las diversas herramientas para hacer un diagnóstico de la fertilidad de los suelos agrícolas destaca el análisis de suelo, una de las técnicas más utilizadas para detectar problemas nutricionales y establecer recomendaciones de fertilización. 

Aunque un suelo fértil no necesariamente es productivo debido a otros factores como el mal drenaje, la falta de humedad y otros que pueden limitar la producción, conocer el grado de suficiencia o deficiencia de los nutrientes del suelo es fundamental para tomar mejores decisiones al momento de fertilizar. 

“Ahorita todos los productores nuevos que se han incorporado han hecho análisis de suelo. El análisis de suelo es una parte muy importante del proyecto. De hecho, a través de este se gestionaron alrededor de 120 análisis de suelo sin costo para el productor. De esos hemos realizado entre 85 y 90 análisis, uno por productor”, comenta Carmen Martínez García, colaborador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes.  

Aguas Firmes es un proyecto del Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares. 

La sobrefertilización tiene diversos impactos negativos: además de ser un agente potencialmente contaminante de las aguas subterráneas, afecta la rentabilidad de los agricultores. Por esta razón hacer análisis de suelos es “fundamental porque se disminuye mucho el costo de producción. Ahorita, por ejemplo, la tonelada de urea anda entre 25 mil, 26 mil pesos (25 000 – 26 000 MXN) y en general todos los fertilizantes nitrogenados andan muy elevados de costo”, comenta Carmen. 

“Cuando hacemos los talleres de capacitación, hay productores a quienes asesoramos que nos comentan «yo me ahorré 2 800 pesos (2 800 MXN) por hectárea, el análisis de suelo me arrojó que no necesitaba yo aventarle tanto fertilizante, entonces de 10 hectáreas me ahorré 28 mil pesos (28 000 MXN). Y pues para mí está excelente porque anteriormente era dinero tirado a la barura», y además cosechando con el mismo rendimiento que si hubieran aplicado todo el fertilizante que acostumbraban poner”, menciona Carmen. 

Para los productores del proyecto Aguas Firmes el análisis de suelo es el punto de partida para trazar, junto con los especialistas que les brindan acompañamiento técnico, las estrategias para transitar hacia sistemas de producción más sostenibles con los que además de ahorrar en lo económico, contribuyan al cuidado de los acuíferos que les brindan la vital agua de riego. 

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es una cooperación de desarrollo que forma parte del programa develoPPP entre la cervecera líder AB InBev a través de Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH, quien lo implementa por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es 

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La innovación y la conservación de semillas, una alianza ante los retos de la milpa

Almacenamiento de semillas en Chemax, en Yucatán, México. (Foto: Vladimir May/CIMMYT)
Almacenamiento de semillas en Chemax, en Yucatán, México. (Foto: Vladimir May/CIMMYT)

En la Península de Yucatán, en México, una familia requiere en promedio al menos 10 kilogramos de grano de maíz por día; es decir, su demanda anual de maíz es de un poco más de 3,6 toneladas. Por otro lado, el volumen de producción de grano de maíz en la región oscila entre una tonelada y tonelada y media, con rendimientos en promedio de 700 kilogramos por hectárea. Derivado de esto, con frecuencia se tiene que adquirir el volumen faltante, de casi 2,5 toneladas, para satisfacer el consumo anual de una familia.

Entre los principales retos que enfrenta el sistema de producción de maíz en esta región se encuentran la poca profundidad y alta pedregosidad de los suelos, la constante quema de rastrojo, la escasa disponibilidad de otras variedades de semillas y el ataque de fauna silvestre en las temporadas de cosecha, al igual que los efectos de los ciclones tropicales y las sequías.

Esta situación, identificada a través de pláticas y reuniones con productores que participan en el programa Sembrando Vida y Binomio Técnico Social del municipio de Chemax, en el estado de Yucatán, propició la creación de una alianza entre el citado programa federal y el Hub Península de Yucatán del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

La propuesta consiste en tres fases: la primera tiene por objetivo identificar aquellas variedades de maíz y leguminosas que presenten mayor adaptación a las condiciones climáticas, edáficas y de manejo; en la segunda, se plantea fortalecer el manejo agronómico y la aplicación de técnicas de mejoramiento de las variedades sobresalientes de la primera etapa. Por último, la tercera fase consiste en la producción de semilla y transferencia de tecnología.

La primera etapa se inició en el ciclo primavera-verano 2021 con en el establecimiento de cinco vitrinas de semillas nativas y leguminosas en los viveros de las Comunidades de Aprendizaje Campesino de las localidades de Chemax, Checmil, Cocoyol, Hoteoch, y San José Chahuay. Ahí se compararon 12 variedades de maíz de las tres razas existentes en la Península de Yucatán, divididas de acuerdo con el ciclo (precoces, intermedias y tardías), así como por los colores del grano (blanco, amarillo, morado y rojo); para las leguminosas, se compararon tres cultivos de cobertura y cuatro con fines de consumo humano.

En estas parcelas se implementaron prácticas para la conservación de la fertilidad de los suelos, tales como la no quema y dejar el rastrojo; asimismo, se realizó la siembra en hileras para un mejor aprovechamiento del espacio entre plantas y de esta forma disminuir la competencia por efecto de las malezas. Por otro lado, se hizo control de plagas de suelo para proteger la semilla y disminuir el ataque de fauna silvestre en el proceso de germinación y emergencia.

También se instalaron trampas con feromonas para disminuir las poblaciones de gusano cogollero y de esta forma reducir el uso de insecticidas. Al término del ciclo de cultivo se determinó la madurez fisiológica y se realizó la cosecha oportuna para evitar el ataque de fauna silvestre, lo cual permitió mayor cantidad y calidad de grano y semilla.

En la zona se ha identificado que los productores cosechan a partir de febrero y terminan a finales de abril. Se ha visto que entre mayor tiempo permanece la mazorca en campo es más susceptible a ataques de plagas y fauna silvestre (tejón, jabalí, mapache y diversas aves). Por esto se propuso cosechar a finales de noviembre y diciembre para posteriormente seleccionar mazorcas en buenas condiciones y secarlas bajo la sombra. Una vez que se realizó el secado a finales de enero se procedió a medir la humedad del grano (hasta 13% de humedad para maíz y 12% para leguminosas) y después a su almacenamiento en recipientes herméticos, como botellas y garrafones PET.

Durante el ciclo del cultivo se difundieron las prácticas y resultados obtenidos a través de días de campo y de capacitación en donde participaron actores de la zona, tales como ayuntamientos municipales, centros educativos, organizaciones no gubernamentales, técnicos y becarios de los programas federales Sembrando Vida y Producción para el Bienestar, así como productores de otros municipios, lo cual permitió fortalecer la red de innovación.

Además, a través de la participación de los becarios del programa federal Jóvenes Construyendo el Futuro se realizó la colecta de datos y el registro de información en las plataformas digitales para obtener los resultados en términos de rendimiento y costos de producción; con estos datos, se obtuvieron los primeros resultados de esta primera etapa, que demuestran una mejor adaptación en variedades de maíz de ciclo corto e intermedio con rendimientos de hasta 1,4 toneladas por hectárea, es decir, un incremento de hasta el 100% en comparación con el promedio de la zona. Por su parte, las leguminosas que mejor se adaptaron fueron los cultivos de cobertura con rendimientos de hasta 2,6 toneladas por hectárea.

Con estos resultados los productores mostraron gran interés y planean realizar acciones para los ciclos posteriores. Entre ellas conservar las semillas de ciclo corto e intermedio a través de la siembra de una pequeña cantidad en sus parcelas; implementar prácticas para la conservación de la fertilidad de los suelos; realizar el manejo agronómico y poscosecha oportuno; y la administración del riesgo a través de la integración de otros cultivos que permitan mejorar la fertilidad de los suelos y aportar una fuente de proteína a sus familias.

Adicional a estos resultados se logró la consolidación de un espacio para la experimentación, transferencia de tecnología, conservación, producción y distribución de semillas a nivel de localidad, así como la inclusión de jóvenes y mujeres, y el involucramiento de otros actores que tendrán un papel activo en la segunda fase que iniciará en los próximos meses.

Agradecemos a Carlos Cámara Caballero, Cristian Miguel López Arcos, Roque Alejandro Avilés Lizama, a los productores de las Comunidades de Aprendizaje Campesino y a los becarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro por el apoyo para el desarrollo de la primera etapa de la iniciativa aquí descrita. 

 

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Nitrógeno, entre el cielo y el suelo

Rotación de cultivos con leguminosas. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Rotación de cultivos con leguminosas. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

La demanda de nitrógeno para la producción de cultivos aumentó rápidamente desde mediados del siglo XX y se prevé que hacia 2050 se tenga que duplicar para mantener la productividad de los principales cultivos alimentarios que sustentan la dieta básica de la mayoría de la población mundial.

El aumento de esta demanda tendrá́ que ser satisfecho por las dos fuentes principales de suministro de nitrógeno existentes: la fijación biológica de nitrógeno y el fertilizante nitrogenado elaborado a partir del proceso químico denominado Haber-Bosch, considerado tanto una de las grandes invenciones del siglo XX, como uno de los grandes peligros ambientales del siglo XXI. 

Ante esta situación, que se vuelve aún más compleja por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia —uno de los principales productores de fertilizantes nitrogenados—, la pregunta obligada es: ¿cómo se puede mejorar la disponibilidad del nitrógeno en los suelos agrícolas a la vez que reducir la dependencia de los fertilizantes nitrogenados elaborados mediante síntesis química?

Para contribuir a la respuesta de esta pregunta un grupo de científicos —de la Universidad de California, la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth (CSIRO, por sus siglas en inglés) de Australia, El Instituto de Energía y Recursos (TERI, por sus siglas en inglés) de India, la Fundación Krishi Gobeshona y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— publicó recientemente una investigación que recopila el estado de los estudios sobre el tema y aporta evidencia sobre prácticas potencialmente útiles para fijar nitrógeno en el suelo sin recurrir a la fertilización nitrogenada. 

La fijación biológica del nitrógeno, menciona el estudio, proporciona muchos beneficios funcionales para los agroecosistemas y ayuda en los esfuerzos para reducir los efectos ambientales negativos por el uso de fertilizante nitrogenado. 

En los sistemas de cultivo de cereales, las legumbres en simbiosis con rizobios —bacterias fijadoras de nitrógeno— aportan la mayor entrada de nitrógeno fijado mediante esta vía y, por ello, el artículo revisa los beneficios de las asociaciones y relevos de cereales y distintas leguminosas. 

Además, ya que actualmente la identificación de estrategias eficaces para aumentar los insumos de fijación biológica de nitrógeno es un desafío para los sistemas de cultivo de cereales, los investigadores hacen una revisión del papel de otras bacterias que no desarrollan una simbiosis, pero que también proporcionan una fuente adicional de fijación de nitrógeno —diazótrofos de vida libre—.

Aunque aún hace falta estudiar con mayor detalle la influencia de la gestión agronómica o el genotipo de los cultivos en la abundancia de bacterias fijadoras de nitrógeno, los investigadores señalan que existe evidencia de que una mayor adopción de sistemas de cultivo gestionados con una menor perturbación del suelo, y el mantenimiento de los residuos de los cultivos o rastrojo como cobertura, son puntos de entrada prometedores para aumentar la fijación biológica del nitrógeno por parte de los diazótrofos de vida libre. 

Si bien la idea de transferir por alguna vía la capacidad de las bacterias fijadoras de nitrógeno a los propios cereales aún sigue siendo un objetivo a largo plazo e incierto en el mundo académico, esta revisión describe una serie de oportunidades en las que las aportaciones de la fijación biológica del nitrógeno podrían aumentar más allá de lo que actualmente se ha logrado. 

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Colaboran para transformar el campo de Sinaloa

La investigación científica y la colaboración son determinantes para impulsar la transición hacia una agricultura más sustentable. En el norte del país, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y SAFINSA (Servicios Agro Financieros del Norte), una empresa clave para la cadena de valor del trigo en la región, colaboran para promover mejores prácticas agrícolas. 

SAFINSA y el CIMMYT han estado trabajando ya desde hace varios años con una plataforma de investigación ubicada en Poblado Cinco, en Ahome, Sinaloa. “Allí se han evaluado cuáles son las prácticas más sustentables para producir trigo y maíz en la región; a partir de esto los técnicos de SAFINSA se han capacitado continuamente para ayudar a que los productores de la zona adopten con mayor facilidad estas prácticas. Actualmente técnicos de esta organización desarrollan sus capacidades en el curso de Técnico Certificado en Agricultura Sustentable que ofrece el CIMMYT. Hemos hecho buen equipo para este tipo de proyectos”, comenta Carolina Cortez, coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del CIMMYT.

“Tanto con Safinsa, como con Grupo Bimbo, hemos impulsado la Agricultura de Conservación en la región. Encontramos en SAFINSA una empresa que ha apoyado todo lo que implica este sistema de Agricultura Sustentable. Aquí, por ejemplo —señala las parcelas de productores que trabajan con dicho sistema— vemos sus tres componentes básicos: el primero es dejar el residuo en la parcela. Lo que se busca es que el suelo quede cubierto por el rastrojo del cultivo anterior, evitar erosiones, aumentar la mayor captación de agua en el suelo, no practicando las quemas de rastrojo, evitando que toda esta materia orgánica que se pierda”. 

“Otro componente básico de la Agricultura de Conservación es la rotación de cultivos —que en la zona ha sido con ajonjolí y soya en el ciclo de temporal en verano—. Precisamente, el ajonjolí cosechado en estas parcelas tiene en Bimbo un comprador seguro, con lo cual se fortalece la cadena y los productores capitalizan los beneficios de producir bajo este sistema sustentable”, señala la coordinadora del Hub. 

“Como tercer componente se tiene el mínimo movimiento del suelo. Aquí se utilizaron sembradoras para Agricultura de Conservación, teniendo el apoyo de las centrales de maquinaria instaladas en el Valle del Carrizo para Agricultura de Conservación por parte de Fundación Produce y el Gobierno del estado. Una de las ventajas de usar este tipo de instrumentos es que tanto la fertilización como la siembra son puntuales, es decir, no se tiene tanto desperdicio de fertilizantes”, refiere Carolina Cortez. 

“Usar la voladora aumenta las dosis de fertilizante o densidad de semilla, lo cual no siempre es lo más eficiente, mientras que con la sembradora de Agricultura de Conservación el aprovechamiento de los recursos semilla-fertilizante es mejor, añadiendo el beneficio de ahorrar pasos de maquinaria. Siendo una de las funciones principales en la adaptación de la maquinaria para Agricultura de Conservación el cortar la paja (rastrojo), evitando que el suelo quede desnudo, erosionándose por el exceso de pasos de maquinaria que también implica un exceso de gastos porque ahora con el tema del incremento en el precio de los combustibles y los fertilizantes, es un tema importante para el productor”. 

A partir de estas colaboraciones, en la región también se promueve el uso de sensores ópticos para optimizar la fertilización nitrogenada: “se ha trabajado en la concientización para utilizar sensores, dosis de fertilizantes adecuadas y densidades de semilla óptimas. A partir de los trabajos de la plataforma de investigación se ha demostrado que las densidades altas no implican un mayor rendimiento. Y esa es una de las prácticas que se han trabajado junto con los técnicos de SAFINSA en predios de productores que han optado por implementar las innovaciones”, concluye la coordinadora técnica del Hub. 

El hecho de que empresas como SAFINSA sean promotores activos de la Agricultura Sustentable es un ejemplo para muchas otras regiones del país en las que se necesita que los agricultores tengan a la mano estrategias que les ayuden a manejar mejor sus riesgos productivos. Esta manera de entender la agricultura es fundamental, ya que contribuye a hacer a los sistemas agrícolas y las cadenas de valor más resilientes.

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Emprenden en Sinaloa campaña para darle valor al rastrojo

Sinaloa NO QUEMA #EnSinaloaElRastrojoVale, es una campaña de concientización orientada a prevenir las quemas agrícolas y dar valor a los restos de cultivo (llamados rastrojos o socas). Promovida por un amplio conjunto de organizaciones, actualmente la campaña se desarrolla en los municipios sinaloenses de Angostura, Guasave, Mocorito, y Salvador Alvarado. 

Rosalinda Cruz Huitrón, coordinadora de Desarrollo Urbano y Ecología del Ayuntamiento de Salvador Alvarado, refiere que la campaña tiene la finalidad de hacer conciencia entre la población sobre las consecuencias de las quemas agrícolas y, sobre todo, la afectación que tienen las tierras de cultivo con estas prácticas. En este sentido, comenta que la intención es que los productores entiendan que lo mejor es aprovechar el rastrojo, ya que eso genera bondades para sus tierras y las hace más fértiles y productivas.

Si bien la quema de restos de cultivo ha sido una práctica común en Sinaloa, esta altera el medioambiente local y provoca problemas de salud en los humanos. Una mejor opción es aprovechar las socas en lugar de quemarlas. 

Al incorporar las socas al suelo se incrementa su contenido de materia orgánica, mejora su estructura física, se reducen costos de aplicación de fertilizantes químicos, se evita la contaminación ambiental y se mejora la actividad biológica del suelo. Es decir, al no quemar se conservan los microorganismos del suelo y su amplios beneficios. 

¿Por qué es importante la vida microscópica del suelo? Porque numerosos tipos de organismos microscópicos que conviven en el suelo, como bacterias y hongos, pueden ofrecer grandes beneficios a los agricultores ya que, al participar en la degradación de la materia orgánica y en los ciclos de elementos (como el carbono, nitrógeno, oxígeno, azufre, fósforo, hierro, y otras sustancias que aportan a la fertilidad del suelo), también contribuyen a la formación del suelo. 

Se estima que en un centímetro cúbico de suelo sano hay cerca de 600 millones de organismos vivos y en una hectárea de suelo puede haber hasta 1.5 millones de lombrices. Además, muchos de los microorganismos del suelo viven alrededor de las raíces de las plantas e influyen en su crecimiento pues les ayudan a absorber nutrientes y las protegen o evitan el ataque de microorganismos patógenos. 

Sinaloa NO QUEMA es una campaña impulsada por SADER, SENASICA, CESAVESIN, SAyG, CIMMYT, AARC, AARFS, AARSP, SAFINSA, Club de Agricultores de Conservación del Valle del Évora, Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle de Culiacán, Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Évora, Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Fuerte, Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Carrizo y otras organizaciones que se unen a este esfuerzo para hacer que la agricultura de Sinaloa sea más rentable, productiva y sustentable. ¡Súmate!