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Rotación de cultivos, una práctica que cuida la salud del suelo y las familias productoras

Frijol ayocote en sistema de cultivos diversificados en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Frijol ayocote en sistema de cultivos diversificados en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

El principal objetivo de la agricultura es obtener alimentos de buena calidad de forma sustentable para el autoconsumo o la comercialización. La diversificación de cultivos mediante la rotación es una forma de acercarse a este objetivo. Además, al rotar cultivos se contribuye a solucionar diversos problemas, como la pérdida de fertilidad del suelo o infestaciones por plagas y enfermedades en el plano agronómico, y el incremento de la seguridad alimentaria de las familias productoras. 

El concepto de rotación de cultivos se refiere a la práctica de cultivar más de un tipo de cultivo de forma rotativa en una misma superficie durante el ciclo productivo (primavera-verano y/o otoño-invierno). La importancia de esta práctica radica en que así es posible obtener más de un producto en los periodos de cultivo y aprovechar los momentos en los que el cultivo principal no está generando producción. Esto es muy útil para la economía de los productores. 

Además, entre los principales beneficios de la rotación de cultivos se encuentra la fijación de nitrógeno, la optimización del gasto, la protección del suelo, el aumento de la infiltración y retención de agua, la reducción del uso de pesticidas, el aumento de la producción, la reducción de la incidencia de pudrición de mazorcas, y el incremento de la actividad biológica del suelo.

Recientemente, debido al aumento de los costos de los fertilizantes nitrogenados se ha producido un renovado interés por la rotación de cultivos como una fuente de nitrógeno. Y es que esta práctica permite recuperar y mantener la fertilidad del suelo. Las leguminosas, por ejemplo, ayudan a reponer los niveles de nitrógeno en las parcelas y plantas como el cempasúchil apoyan en la solubilización del fósforo —es decir, ayudan a que se disuelva y sea aprovechado por las plantas—. 

Con esta práctica hay beneficios adicionales, pues es posible aumentar la biomasa —materia orgánica que se genera tras un proceso biológico, como los residuos de la cosecha, por ejemplo—, misma que puede contribuir a disminuir la presencia de malezas, bajando así las dosis o eliminando el uso de herbicidas.

Otro efecto de la rotación es que, gracias a los diferentes sistemas de raíces de las plantas empleadas se pueden mejorar las condiciones del suelo —reduciendo la compactación e incrementando la infiltración, por ejemplo—. Esto también tiene un efecto positivo en la biodiversidad de los microoganismos que viven en el suelo y que, a su vez, apoyan las funciones del mismo y la salud de la planta.

La inclusión de diferentes tipos de cultivos es una efectiva forma de controlar enfermedades y plagas: cuando se incluye un cultivo que no es susceptible a una determinada plaga o enfermedad, se reduce el inóculo —microorganismos o sus partes, como esporas, que pueden provocar la infección o contaminación— presente en el suelo, ya sea por carencia de alimento, depredación o deterioro natural. Así, por ejemplo, con relación a los problemas de enfermedades de la mazorca en el cultivo de maíz, el girasol o el cempasúchil son una buena opción para reducir estos problemas.

Para comenzar con esta práctica es importante tener la parcela ya acondicionada y tener un plan de cultivo. La secuencia de establecimiento de cultivos a largo plazo debe determinarse antes de que el plan entre en acción —todo plan de rotación de cultivos que se maneje deberá ser lo suficientemente flexible para mantener al mismo tiempo la salud del suelo y la economía del sistema de producción agrícola—. Por norma general, leguminosas y gramíneas se van alternando para reponer nutrientes y evitar la consolidación de plagas. 

Aunque cada agricultor puede establecer los cultivos que más se adapten a sus condiciones, en diferentes regiones de Oaxaca, Chiapas y Campeche se han establecido diversos cultivos en rotación o en asociación al maíz con buenos resultados para la región, entre ellos: canavalia (Canavalia sp.), dólicos (Dolichos lablab), chícharo gandúl (Cajanus cajan), girasol (Helianthus annuus), cempasúchil (Tagetes erecta), frijol mungo (Vigna radiata) y otras vignas locales, ibes o patashete (Phaseolus lunatus L.), bótil o ayocote (Phaseolus coccineus), trigo (Triticum), triticale (×Triticosecale), haba (Vicia faba) y frijol (Phaseolus vulgaris). 

En suma, la rotación de cultivos tiene un impacto positivo sobre la salud del suelo, pero también sobre la nutrición de las familias productoras ya que la variedad de leguminosas, por ejemplo, contribuye a una dieta más completa y nutritiva debido a los altos niveles de proteína y otros nutrientes que aportan. Por supuesto, la rotación de cultivos también beneficia a los productores que cuentan con ganado, porque la dieta de los animales también se ve enriquecida. 

Esta información forma parte de la Campaña de sensibilización sobre inocuidad alimentaria y micotoxinas, que se desarrolla en el marco del proyecto ‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’, desarrollado por Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). 

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¿Qué es la microbiota de las plantas y por qué es importante estudiarla?

Maíz cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Maíz cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

Una microbiota es el conjunto de microorganismos vivos que habitan en otro ser vivo. Entre ambos se establece una relación muy estrecha en la que generalmente se benefician mutuamente, pero también puede establecerse una relación neutra o incluso patógena. La microbiota intestinal de los humanos es un buen ejemplo de estos vínculos biológicos y, de forma similar, las plantas también tienen una microbiota, ya que viven en asociación con una gran variedad de microorganismos y estos tienen un gran efecto en su desarrollo y estado físico. 

La planta y su microbiota —o endófitos asociados (endófito que quiere decir “dentro de la planta”)—, pueden considerarse una sola entidad y, aunque se ha demostrado que la microbiota asociada a las plantas promueve el crecimiento de estas, la adquisición de nutrientes, la resistencia a las enfermedades y la tolerancia al estrés, aún falta mucho para tener una mejor comprensión de estos microorganismos y sus funciones, siendo este uno de los desafíos más importantes en la agricultura para mejorar los rendimientos de una manera sostenible.

Para conocer más sobre la funcionalidad de la microbiota de las plantas, particularmente de cultivos de gran relevancia como el maíz, un grupo de científicos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), y de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx) investigaron recientemente la estructura de la comunidad bacteriana en la rizosfera —zona del suelo cercana a las raíces de las plantas en donde se desarrolla la vida microbiana—, la raíz y el tallo de las plantas de maíz cultivadas bajo diferentes técnicas agrícolas a fin de conocer su efecto en el desarrollo de los cultivos. 

Las técnicas agrícolas utilizadas para cultivar maíz han cambiado con el tiempo para mejorar la calidad del grano y el rendimiento de los cultivos. Instituciones como el CIMMYT han estudiado intensamente cómo estas prácticas agrícolas afectan los rendimientos de los cultivos, así como la forma en que pueden alterar la comunidad microbiana del suelo. Sin embargo, se sabe menos cómo estas prácticas agrícolas, es decir, la aplicación de fertilizantes nitrogenados y el tipo de labranza, podrían afectar a la microbiota de las plantas.

“Descubrimos que, en las raíces, la aplicación de fertilizante nitrogenado afectó la estructura de la comunidad bacteriana, la funcionalidad del microbioma y la abundancia de genes involucrados en el ciclo del Nitrógeno, pero el efecto en la rizosfera y el tallo fue mucho menor”, señala el estudio en el que se analizó el ADN de la rizosfera y los endófitos de raíz y tallo, mismos que fueron comparados posteriormente con el apoyo de herramientas de bioinformática. 

Si bien, todavía no se ha desentrañado cómo los cambios en la composición bacteriana y la composición de los genes involucrados en el ciclo del Nitrógeno podrían afectar al desarrollo de las plantas o a los rendimientos de los cultivos, el estudio enriquece el conocimiento sobre el sistema de la comunidad de microorganismos de las plantas y cómo la afecta la aplicación de fertilización nitrogenada.

ASM Journals, Microbiology Spectrum, Vol. 10, No. 6
«Nitrogen Fertilizer Application Alters the Root Endophyte Bacterial Microbiome in Maize Plants, but Not in the Stem or Rhizosphere Soil», Authors: Alejandra Miranda-Carrazco, Yendi E. Navarro-Noya, Bram Govaerts, Nele Verhulst, Luc Dendooven
https://journals.asm.org/doi/10.1128/spectrum.01785-22

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Mejorar la producción, cuidando los suelos con agricultura de conservación

Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

“No es lo mismo cosechar mucho y gastar mucho, que cosechar mucho y gastar lo necesario”, comenta Felipe Juárez, quien brinda acompañamiento técnico a productores de Cebada en Guanajuato, México, en el marco del proyecto Cultivando un México Mejor, de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). 

“Dadas las circunstancias que hoy se viven se requiere buscar otra forma de producción para que la agricultura siga siendo rentable y que los productores puedan ofrecer a sus familias condiciones para una vida próspera”, continúa Felipe, quien señala que el tipo de agricultura que predomina actualmente en el Bajío demanda el uso de muchos insumos que elevan los costos de producción y, en algunos casos —particularmente cuando se usan desmesuradamente—, contribuyen a la degradación de los suelos agrícolas. 

“El problema con varios productos es que, en la mayoría de casos, solucionan un problema por temporadas, pero su efecto disminuye con el paso del tiempo. Otro problema es el uso desmedido de los mismos, como los fertilizantes. Al usar fertilizantes inadecuados o dosis inadecuadas se propicia la pérdida de la calidad del suelo. Con suelos degradados la producción agrícola es costosa y poco amigable con el medioambiente y, además, es muy probable que el grano cosechado no tenga las condiciones adecuadas para la industria alimenticia o los consumidores”. 

Para el técnico de Cultivando un México Mejor es fundamental que los productores conozcan las propiedades de sus suelos porque “el pH en las zonas cebaderas tiene una tendencia a ser alcalino y algunos micro elementos, como el hierro (Fe), cobre (Cu) y manganeso (Mn), no están lo suficientemente disponibles, esto trae como consecuencia que el agricultor los compre y aplique vía foliar, generando un gasto más en su manejo agronómico. Esto no está mal, pero si no se aplica en el momento y la forma adecuada, entonces ese recurso se habrá desperdiciado”. 

Ante la pregunta sobre las alternativas que tienen los agricultores para cuidar sus suelos y mejorar su producción, Felipe menciona que “para el caso de la cebada maltera hemos documentado que en aquellas parcelas donde se practica la agricultura de conservación, particularmente por varios años, la demanda de insumos no es amplia, disminuye, y se pueden obtener buenos rendimientos sin requerir de una alta economía”. 

“Con la agricultura de conservación que se ha estado desarrollando en el Bajío guanajuatense hay trabajos, comprobados mediante análisis de suelo, donde después de tres años continuos de dejar los rastrojos o paja como cobertura los suelos degradados se logran recuperar notablemente en lo que respecta a su pH, fauna, materia orgánica y salinidad. Esto es relevante porque la salinidad y la poca materia orgánica en el suelo son factores que limitan el desarrollo y producción de varios de los cultivos acostumbrados en el Bajío”. 

“Los productores que participan en Cultivando un México Mejor reciben capacitaciones sobre el uso de fertilizantes químicos y los efectos negativos que puede tener su uso excesivo. También revisamos con ellos cómo afecta el pH en el suelo agrícola, cuáles son los fertilizantes adecuados, los momentos correctos para aplicar enmiendas, entre otros temas”, puntualiza Felipe. 

Finalmente, el técnico de Cultivando un México Mejor recomienda a los productores que “si no son ganaderos, dejen la paja o rastrojo en la superficie de la parcela; remarquen surcos y eviten mover demasiado el suelo; cuiden que la parcela no se encharque; hagan análisis de suelo y apliquen la nutrición necesaria para el cultivo que se estableció”. De esta manera, señala, estarán encaminándose a una agricultura más sustentable que les permitirá cuidar y mejorar sus suelos, a la vez que su producción. 

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Preservar las lenguas indígenas, un camino a la innovación agrícola

El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

“Acá estamos en medio de los cultivos, hay girasol, cempasúchil, bótil —un frijol que en otras regiones es conocido como ayocote—, chayote, esta especie de repollo —el cual todo el año da hojas comestibles que se cotizan muy bien en el mercado porque pocos productores siembran la planta—; allá hay ajo, hay nabo, cebolla, rábano; de ese lado zarzamora, plátano, café, aguacate, maíz y flores”, comenta el señor Sebastián Díaz Hernández en su lengua materna, el tsotsil.

El señor Sebastián es un agricultor del municipio de Larráinzar, en Chiapas, México. El ha implementado algunas innovaciones agronómicas que ha conocido a través de los colaboradores del Hub Chiapas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quienes, manifiestan, también han aprendido del señor Sebastián porque el agricultor posee muchos conocimientos ancestrales y también es un referente para varios agricultores de la zona debido a la gran diversidad de cultivos con los que cuenta en su parcela. 

En Larráinzar, cerca del 88,5 % de la población habla tsotsil y una buena proporción de ellos no habla español. Es el caso del señor Sebastián, con quien fue posible comunicarse gracias al apoyo de Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT en la región y con quien el señor Sebastián trabaja muy de cerca: “él es un productor innovador que ha estado aplicando en su parcela los principios de la agricultura de conservación, hablamos del mínimo movimiento del suelo, dejar el rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos”, señala Mateo. 

“En total aquí el productor tiene más de 25 especies comestibles. Es un espacio muy pequeño, pero aquí no se va a ver el suelo sin cultivo y por lo tanto el productor cosecha todo el año, todo el tiempo tiene cosecha, no hay día ni momento que no tenga algo. No son superficies grandes, pero esta diversificación garantiza la alimentación del productor y su familia que es lo que se está buscando con el sistema diversificado”, comenta el técnico. 

La parcela del señor Sebastián, establecida en una superficie con gran pendiente —como la mayoría de los terrenos en Larráinzar—, parece un auténtico jardín, con flores, frutos y granos a cada paso: “Muchos productores me preguntan por los cultivos que siembro, algunos productores lo siembran y me preguntan que qué le aplico”, cuenta el productor quien, gustoso, comparte sus conocimientos con los otros agricultores, incluyendo lo que recientemente ha aprendido sobre control de enfermedades y otras innovaciones sustentables. 

De acuerdo con las Naciones Unidas, cada dos semanas —en promedio— una lengua desaparece. La pérdida de la diversidad lingüística es grave, porque implica la desaparición de todo el patrimonio cultural e intelectual vinculado a las lenguas que se extinguen, incluyendo, por supuesto, valiosos conocimientos derivados de la particular forma de vincularse con la tierra y cultivarla, como en este caso lo hace el señor Sebastián. 

México cuenta con 69 lenguas nacionales: 68 lenguas indígenas y el español. No obstante, muchas lenguas indígenas están en gran riesgo de desaparecer por diversos motivos. Si desaparecen, se perderían modalidades únicas de pensamiento y expresión; todos estos, recursos importantes y necesarios para construir mejores sociedades, incluyendo la transmisión de la herencia de cultivo y las posibilidades de fortalecer la tradición con innovación. 

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Agricultura y ganadería, binomio sustentable en la Mixteca de Oaxaca

Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)
Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)

Cada que el equipo técnico del proyecto CLCA invita a algún productor a sumarse a dicho proyecto —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, trata de demostrarle cómo la agricultura y la ganadería pueden convivir sin impactar negativamente en la fertilidad del suelo.

Adaptar los sistemas de producción a las condiciones actuales de cambio climático es uno de los principales objetivos del acompañamiento técnico que brinda el proyecto.

“En Oaxaca, a través del trabajo con el CIMMYT y CLCA estamos tratando de hacer que la agricultura y la ganadería, y la fertilidad del suelo, no estén peleadas, sino integradas y podamos generar alimentos sanos y suficientes para las familias”, asegura Carlos Barragán, quien forma parte del equipo técnico que promueve CLCA.

Antes de dejarse guiar por los técnicos del proyecto CLCA, Félix Betanzos Benítez ya intentaba intercalar haba y alverjón con la siembra del maíz, pero ahora suma el trigo, la avena y el ebo, cultivos de los que procura obtener su propia semilla para reducir gastos.

“Es un beneficio para nosotros porque así se alimentan nuestros animales” y “estamos guardando un poquito de ebo, un poquito de semilla de avena para la próxima temporada que viene para seguir teniendo pastura para que crezca el ganado”.

Así como Félix, Anselmo Ramírez, un productor de San Marcos Monte de León, también se convenció de los beneficios de mantener cubierto el suelo de su parcela la mayor parte del año y de que se puede producir maíz y forrajes al mismo tiempo.

El suelo de Alselmo ha sido degradado por la erosión, por eso tomó el consejo de cubrirlo con rastrojos de la cosecha anterior y moverlo lo menos posible. De cada cosecha que logra Anselmo con agua de temporal “sale para los animales y para uno, para comer” porque “donde dejo el rastrojo no meto a los animales para que no lo acaben y así poco a poco el rastrojo se va pudriendo y nutriendo al suelo”.

Además de reducir gastos, Anselmo ha descubierto que es más práctico sembrar en la misma parcela maíz y otros cultivos como avena, ebo, canola y triticale, semilla que le otorgó Fondo para la Paz, una organización que se sumó a la implementación del proyecto de CLCA en la Mixteca de Oaxaca. 

Óscar Mejía, supervisor de esa organización puede contabilizar en números las mejoras en rendimientos que la parcela de Anselmo ha alcanzado al implementar la agricultura de conservación y la introducción de forrajes en al menos el 80 % de los módulos y áreas de extensión donde se implementa el proyecto de CLCA.

“Con agricultura convencional —con movimientos excesivos del suelo y sin cubrirlo con rastrojos— en promedio se consiguen entre 600 y 800 kilos de maíz, pero con la agricultura de conservación hemos registrado que esa cantidad se eleva a 1,2 o hasta 2,2 toneladas, así que dejar el rastrojo, no mover el suelo y rotar cultivos nos ha permitido que incrementemos hasta en un 40 % los rendimientos, tanto de maíz como en nuevos cultivos alternativos para la parte pecuaria”, resalta Óscar.

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Científicas latinoamericanas colaboran en TechMaiz, un proyecto apoyado por el CIMMYT

Un equipo de investigadoras que forman parte de la Red Latinoamericana de Maíz participó en la capacitación impartida por el CIMMYT en el marco del proyecto TechMaiz. (Foto: Francisco Alarcón and Fernando Garcilazo/CIMMYT)

Científicas de cuatro países latinoamericanos se reunieron para trabajar en TechMaiz, un proyecto apoyado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), y continuar con el compromiso de la organización con la inclusividad y la inclusión.

Las investigadoras pasaron cuatro días de noviembre en la sede del CIMMYT en México para contribuir al plan de capacitación, que se centró en el mejoramiento genético, la conservación de suelos, el almacenamiento de semillas, el análisis de la calidad nutricional del grano y la gestión de la innovación en el modelo hub de cultivo de maíz.

Esta capacitación permitió a las investigadoras de Ecuador, Colombia, Guatemala y Perú discutir sobre el uso de nuevas herramientas tecnológicas para la intensificación sostenible de los sistemas de producción de pequeños y medianos agricultores, así como los retos en el camino para pasar de la eficiencia a la resiliencia.

Los científicos que participaron en esta formación en el marco del proyecto TechMaiz fueron:

  • Liliana Atencio S. – Colombiana que trabaja en la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (AGROSAVIA). Es ingeniera agrónoma con un máster en ciencias agronómicas. Esto incluye un énfasis en fisiología vegetal y tiene experiencia adicional en programas de mejoramiento de cultivos transitorios y forrajeros.
  • Ana Pincay – Ecuatoriana que trabaja en la Estación Experimental Santa Catalina del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP) como investigadora agrícola. También es ingeniera en biotecnología.
  • Alicia Medina – Peruana que trabaja en el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) como investigadora. Es ingeniera agrónoma y tiene un máster en planificación del desarrollo.
  • María Gabriela Albán – Tiene varias responsabilidades, entre ellas coinvestigadora, coordina la parte académico-financiera y es profesora de la carrera de ingeniería agronómica en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) en Ecuador. Es ingeniera agrónoma con maestría en ciencias agropecuarias con énfasis en desarrollo empresarial agropecuario. Albán también tiene un diploma en diseño, gestión y evaluación de proyectos de desarrollo.
  • Karen Agreda – Ingeniera agrónoma en sistemas agroproductivos. Tiene un postgrado en producción alternativa de frutas y hortalizas y trabaja como investigadora especializada en el programa de validación y tecnología de transferencia en el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícola (ICTA) de Guatemala.
Visita a una parcela de investigación bajo la dirección de Nele Verhulst, Agrónoma de Sistemas de Cultivo del programa de Sistemas Agroalimentarios del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón and Fernando Garcilazo/CIMMYT)

Lazos de confianza para generar cambios

Tras un periodo de interacción continua, las investigadoras identificaron no sólo una serie de retos compartidos en sus respectivos países, sino también cuántas oportunidades complementarias y concretas de trabajo en equipo se crean cuando se fortalecen los lazos de confianza y el trabajo en equipo.

«Además de fortalecer el conocimiento, está la relación entre investigadoras e instituciones, entender el rol de cada miembro del equipo es importante y nos permite avanzar más», dijo Atencio. «Por ejemplo, Alicia trabaja en el mejoramiento, Ana en el uso de bioinsumos y Karen en transferencias y vinculación. Todas vemos que hay oportunidades en la agricultura para innovar utilizando herramientas como la e-agrología». El resultado es que el relevo generacional es cada vez más urgente».

Proponer proyectos más ambiciosos, pero también más claros y precisos, es parte del aprendizaje que las investigadoras piensan llevarse. Las investigadoras están decididas a compartir esta información con sus equipos y colegas, junto con enfoques integradores que buscan fortalecer el talento humano de cada institución.

«En Ecuador practicamos la agricultura de conservación, pero no conocíamos el concepto de no remover el suelo», dijo Picay. «Siempre es una buena decisión invertir en capacitación, pues refresca el pensamiento, abre la mente y desencadena acciones».

El proyecto TechMaíz continuará en 2023 con su tercer año de ejecución, promoviendo reuniones nacionales para promover y difundir el uso de tecnologías sostenibles para la producción de maíz. También se espera que continúe la capacitación del CIMMYT para los miembros de la Red Latinoamericana de Maíz.

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Planear para optimizar el nuevo ciclo agrícola

Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)

La planeación estratégica es fundamental para el buen desempeño de cualquier empresa y en el sector agrícola no es la excepción. Al producir un cultivo, la mayor rentabilidad se obtiene incrementando ingresos y reduciendo costos, por lo que el productor debe enfocarse en lo que puede controlar, de acuerdo con los recursos disponibles, lo que reducirá la posibilidad de pérdidas derivadas de imprevistos, por lo tanto, hay que iniciar a planear la próxima siembra desde que se comienza a cosechar un cultivo.

Entre las recomendaciones que puede implementar el productor para optimizar costos y hacer más eficientes los recursos se encuentra el aprovechamiento del rastrojo. Usarlo para cubrir, nutrir y mejorar el suelo permitirá incrementar la materia orgánica, facilitar el manejo del riego y regular la temperatura, pero sobre todo ahorrar en fertilizantes nitrogenados.

En parcelas de productores de maíz vinculados a Grupo Ceres —organización que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para la promoción de prácticas sustentables en el norte de México— se han registrado ahorros de hasta 78 kilos de nitrógeno o su equivalente a 169 kilos de urea que, bajo el panorama actual, esa cantidad de fertilizante equivale a un ahorro efectivo de aproximadamente tres mil quinientos pesos (3 500 MXN).  

Otras recomendaciones son el adecuado análisis de suelo —este hará posible determinar los elementos de corrección que tendrán que aplicarse— y la inversión en semillas de mayor calidad. Y ya que la elección del híbrido a sembrar no es una decisión fácil de tomar, se deben considerar híbridos adaptables a cada región, resultados de parcelas demostrativas en las que se mide el rendimiento, semillas sanas y estables que permitan obtener una buena calidad de cosecha, así como una mayor eficiencia en el uso del fertilizante. 

Por supuesto, no hay que dejar de lado la asesoría de los expertos, ya que prevenirse y generar una estrategia de siembra será fundamental para alcanzar el éxito. Invitamos a los productores a que recurran a los expertos de Semillas Ceres y el CIMMYT, quienes los asesorarán adecuadamente para una producción rentable y sustentable.

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Forraje y grano en la misma superficie

Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

A Mario Guzmán Manuel le llevó tiempo entender que a mayor movimiento de la tierra en una parcela la fertilidad y la humedad se pierden, pero una vez que conoció la agricultura de conservación él mismo se niega a realizar prácticas que afecten la estructura del suelo que cultiva, como el barbecho con tractor, aunque esto le implique disminuir sus ingresos por la renta de la maquinaria que posee en San Francisco Chindúa, en la Mixteca de Oaxaca, México.

De sus 50 años, Mario casi ha pasado todos en el campo y, a principios de junio, con las lluvias que trajo el huracán Agatha a la Mixteca, él se animó a sembrar casi una hectárea con maíz que espera crezca con el temporal.

“Anteriormente la milpa, a esas fechas, ya estaba para encajonar —pasar la yunta con el arado por dónde ya se pasó cuando se labró— porque empezaba a llover desde mayo o a mediados de abril, pero si no fuera por Agatha que nos benefició con tres días de lluvia, todo estaría seco”, analiza.

Si barbecha una parcela —voltear una capa de suelo de 30 centímetros—, Mario cobra por la renta de su tractor y su mano de obra de 800 a mil pesos, aunque todavía faltaría una rastra —para mover una capa de suelo de 10 centímetros— antes de hacer los surcos.

“Antes hacía ambas cosas e incluso dos rastras para que quedara molida la tierra”, pero Mario ha comprobado que si deja el rastrojo o los residuos de la cosecha anterior “se mantiene más la humedad, pero la gente se aferra, cuando está húmedo, la tierra se pega mucho en los discos del tractor, por eso siguen prefiriendo echar lumbre”, sin comprender que esa práctica solo demerita la capacidad de la tierra de producir alimento.

Desde hace siete años Mario ha visto que el temporal en la Mixteca “se ha retrasado, porque llueve muy poco”, un cambio muy radical de clima en todo el mundo por las acciones humanas, incluyendo las agrícolas porque prevalece la siembra de manera convencional, es decir, con movimientos excesivos del suelo que afectan su estructura y sus funciones. 

Poco a poco, con la asesoría técnica de colaboradores del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo (CIMMYT) que en esa región implementa el proyecto CLCA, productores como Mario han dejado de barbechar y tratan de mantener un poco de rastrojo en su parcela.

El proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores— promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

“Estamos utilizando diferentes tecnologías que nos permiten aumentar la fertilidad del suelo, conservarlo y mantener o mejorar la productividad de cada unidad de producción pecuaria y de cada familia. Para ello estamos produciendo forraje y grano en la misma superficie, con la misma cantidad de agua y en el mismo ciclo agrícola”, explica Ángel Rodríguez Santiago, colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT.

Combinar diferentes tipos de cultivos, dejar el rastrojo sobre la parcela y usar abonos orgánicos que ellos mismos realizan son parte de las actividades que Alfredo Rodríguez Girón, productor de San Francisco Chindúa, también ha aprendido para optimizar su cosecha y tener alimento suficiente para su ganado.

Con este tipo de prácticas, el potencial productivo de los suelos agrícolas se puede incrementar considerablemente.Tan solo en el distrito de Nochixtlán, al que pertenece San Francisco Chindúa, suman 15 mil 790 hectáreas cultivables con maíz en las que se puede diversificar la siembra para hacer más rentable esta actividad y reducir el impacto al medio ambiente.

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Desde la agricultura suman esfuerzos para evitar sobreexplotación del acuífero de Apan, en Hidalgo

Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)
Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)

En el año 2016 un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación de México daba a conocer el resultado de los estudios técnicos de las aguas del acuífero de Apan, en el estado de Hidalgo. De acuerdo con el estudio, la extracción total del acuífero era de 14,8 millones de metros cúbicos anuales, mientras que la recarga que recibía estaba cuantificada en 30,3 millones de metros cúbicos anuales. Hoy, solo seis años después, la extracción ya está cuantificada en el orden de los 30 millones de metros cúbicos anuales, haciendo que la disponibilidad de agua sea cercana a cero y el acuífero se aproxime peligrosamente a niveles que lo harían ser considerado sobreexplotado.

“Nuestro objetivo primordial es contribuir a conservar los mantos acuíferos de la zona y mejorar la calidad de agua que se infiltra. Como en esta zona la agricultura es de temporal, lo que buscamos es ayudar a mejorar la infiltración en cada una de las regiones en las que trabajamos”, comenta María del Pilar Vázquez Martínez, consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Aguas Firmes es un proyecto del Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“Somos diferentes colaboradores, algunos están trabajando en temas como reforestación, presas de gavión, de piedra encimada; el caso es ayudar a retener el agua y aprovechar las lluvias. En el caso específico del CIMMYT lo que buscamos es ayudar principalmente a mejorar la estructura del suelo, su calidad y capacidad para infiltrar agua. Al ayudar a que un mayor porcentaje de agua se infiltre contribuimos a la recarga de los mantos acuíferos. Eso es lo que buscamos, ayudar a una mayor captación e infiltración”. 

Apan, en el sur del estado de Hidalgo, posee amplias llanuras y pastizales con un clima templado subhúmedo. Estas características han permitido que la ganadería y la agricultura sean las actividades económicas predominantes. Sin embargo, años de prácticas inadecuadas han contribuido a que los suelos de Apan actualmente sean “muy pobres de materia orgánica, estamos hablando que están todos están por debajo del 1 % de materia orgánica —cuando idealmente debería ser entre 3 y 5 %—, así que se trata de suelos sumamente degradados, con una estructura muy raquítica”, puntualiza Pilar. 

Ante el reto de mejorar suelos que por años han sido objeto de prácticas inadecuadas, el CIMMYT está promoviendo prácticas sustentables con agricultores de los municipios de Apan, Almoloya, Emiliano Zapata, Tepeapulco y Tlanalapa. “Estos son los municipios que directamente inciden en el acuífero. Todos estos productores cultivan cebada y son proveedores directos de Grupo Modelo. Lo primero que les hemos pedido es que nos ayuden integrando el rastrojo, la paja del ciclo anterior, integrarlo a su terreno”. 

Cubrir el suelo con rastrojos es uno de los componentes básicos de la agricultura de conservación, un sistema de producción sustentable que, entre otros beneficios, permite mejorar la calidad del suelo y la retención de humedad. Por esta razón, es el sistema que se promueve entre los productores de Hidalgo que participan en Aguas Firmes.

“Actualmente estamos trabajando con cerca de 40 productores. Con ellos hemos instalado seis módulos de innovación en la zona —parcelas de productores donde se comparan, lado a lado, las prácticas convencionales y las innovaciones sustentables— y diversas áreas de extensión —parcelas donde los productores adoptan las prácticas y tecnologías sustentables validadas—. También realizamos capacitaciones, con ellas estamos beneficiando a más productores que están dentro del área de interés”. 

En este contexto donde la limitada disponibilidad de agua del acuífero de Apan pone en riesgo el desarrollo de actividades productivas, el equilibrio ecológico, la sustentabilidad ambiental y el abastecimiento para los habitantes de la región, proyectos como Aguas Firmes adquieren relevancia. 

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es una cooperación de desarrollo que forma parte del programa develoPPP entre la cervecera líder AB InBev a través de Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH, quien lo implementa por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Estrategias de mitigación climática del sector AFOLU en México

Las tareas vitales para que cada país reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y sus limitadas salidas de carbono son desalentadoras, especialmente con los plazos de 2030 impuestos por el Acuerdo de París a sólo ocho años de distancia. Las partes interesadas nacionales se beneficiarían enormemente de hojas de ruta que identifiquen hitos realistas y alcanzables para señalar el camino a seguir.

Los investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han proporcionado precisamente esa ruta. Utilizando datos fácilmente disponibles, desarrollaron métodos de evaluación rápida y costos de adopción para la mitigación relacionada con los cultivos, la ganadería y la silvicultura, con el fin de identificar lugares y acciones prioritarias. Su artículo se publicó en Carbon Management.

Aplicando estos métodos para México, los investigadores hallaron un potencial nacional de mitigación de 87.88 millones de toneladas métricas (Mt) equivalentes de dióxido de carbono al año.

«Ante un problema tan abrumador como el cambio climático, puede resultar difícil para una persona, una organización y, sobre todo, para toda una nación saber por dónde empezar. Hemos desarrollado un marco de evaluación rápida, probado en India, Bangladesh y México, pero creemos que otras naciones también pueden utilizar nuestros métodos», afirma Tek Sapkota, director del proyecto y primer autor del trabajo.

La investigación se centró específicamente en la mitigación del cambio climático en la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU). La agricultura y el cambio de uso de la tierra relacionado contribuyeron con alrededor del 23% de las emisiones antropogénicas de GEI del mundo en 2016, y se espera que esa cifra aumente a medida que sea necesario producir más alimentos para la creciente población mundial.

Garbanzos plantados sobre residuos de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)

El punto de partida de los investigadores fue cuantificar las emisiones de referencia y analizar las principales fuentes de emisión. El sector AFOLU de México es responsable del 14.5% del total nacional de emisiones de GEI. En el sector agropecuario de México, las emisiones de metano y óxido nitroso proceden de las actividades ganaderas (fermentación entérica y fertilizantes), así como de las actividades agrícolas (gestión del suelo y quema de residuos de cultivos en el campo). En cuanto al uso de la tierra, las emisiones y absorciones de dióxido de carbono se derivan de los cambios en las tierras forestales, los pastos, las tierras agrícolas, los humedales y los asentamientos.

Entre las actividades identificadas para la mitigación de GEI en la producción de cultivos se incluye evitar las subvenciones a los fertilizantes, ya que éstas tienden a recompensar el uso ineficiente del nitrógeno. Sin embargo, las subvenciones podrían ser útiles para animar a los agricultores a adoptar una gestión más eficiente del nitrógeno. La nivelación de precisión de los campos de cultivo puede ayudar a reducir las emisiones de GEI al reducir el tiempo de cultivo y mejorar la eficiencia de los fertilizantes y el agua de riego, así como la adopción de prácticas de agricultura de conservación, como la labranza cero.

«La adopción de estas prácticas no sólo reducirá las emisiones de GEI, sino que también ayudará a aumentar la productividad», afirmó Iván Ortiz-Monasterio, coautor y coordinador en México del estudio.

En el sector ganadero, las posibilidades de mitigación identificadas son la creación de programas oficiales, el apoyo financiero y la capacitación en compostaje y biodigestores. En el sector AFOLU, los investigadores identificaron opciones como la deforestación cero y la compensación de C en el mercado.

Además de trazar los beneficios de mitigación de actividades específicas, los investigadores también consideraron los costes asociados a la ejecución de dichas actividades. «El examen de estas actividades junto con el costo de su ejecución proporciona una imagen completa a los organismos de ejecución para identificar y priorizar sus esfuerzos de mitigación en consonancia con sus objetivos de desarrollo», afirmó Sapkota. Por ejemplo, algunos esfuerzos, como el aumento de la eficiencia en el uso del nitrógeno, no proporcionan los mayores beneficios climáticos pero son relativamente baratos de realizar, mientras que el establecimiento y mantenimiento de mercados de captura de carbono proporciona grandes reducciones de GEI, pero pueden ser caros de implementar.

Los investigadores examinaron los datos espaciales de AFLOU disponibles públicamente para cada estado mexicano. A nivel estatal, los potenciales de mitigación de AFOLU fueron mayores en Chiapas (13 Mt CO2eq), seguido de Campeche (8Mt CO2eq), lo que indica que estos estados pueden considerarse los más prioritarios para los esfuerzos de mitigación. Identificaron otros 11 estados (Oaxaca, Quintana Roo, Yucatán, Jalisco, Sonora, Veracruz, Durango, Chihuahua, Puebla, Michoacán y Guerrero) como medianamente prioritarios, con potenciales de mitigación de 2.5 a 6.5 Mt CO2eq.

«Nuestros resultados, basados en datos y evidencias, pueden ayudar al gobierno de México a afinar su inventario nacional de GEI y su objetivo de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, así como a monitorear los avances», dijo Eva Wollenberg, coordinadora general del estudio y profesora investigadora de la Universidad de Vermont, Estados Unidos. «Este análisis proporciona además un ejemplo de metodología y resultados para ayudar a informar futuros esfuerzos en otros países además de México».

Lea el estudio aquí.

Foto de portada: Maíz bajo en nitrógeno (al frente) y alto en nitrógeno (atrás) sembrado para abordar la eficiencia en el uso del nitrógeno. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)