A través de investigaciones extensivas, CIMMYT ha validado la importancia de los rastrojos como catalizadores esenciales para la conservación del suelo. Estos residuos agrícolas, una vez desechados o quemados, ahora son reconocidos por sus beneficios en la retención de humedad, protección contra la erosión, y la reducción de emisiones de CO2. Este enfoque no solo mejora la salud del suelo sino que también contribuye a una agricultura más resiliente frente al cambio climático, enfatizando la agricultura de conservación como un paso crucial hacia la sostenibilidad.
El programa Agricultura Sustentable Bajío (Agriba Sustentable), de la mano del Grupo Trimex y CIMMYT tiene como objetivo fomentar la adopción de prácticas agrícolas regenerativas entre productores de trigo del Bajío de México, ubicados en los estados mexicanos de Guanajuato y Michoacán.
La Coalición para el Crecimiento Sostenible de la Productividad para la Seguridad Alimentaria y la Conservación de Recursos (o Coalición SPG, por sus siglas en inglés) reúne a investigadores, organizaciones no gubernamentales y socios del sector privado para promover un mundo con un mayor acceso a alimentos nutritivos y dietas asequibles. La Coalición reconoce que aumentar la productividad de los recursos naturales a través de la adaptación y mitigación al cambio climático es fundamental para alcanzar este objetivo.
En un informe reciente, la Coalición SPG proporcionó un camino a seguir para las ONG, instituciones de investigación y agencias de gobierno con el fin de fortalecer las políticas agroalimentarias y climáticas. El reporte contiene ejemplos basados en evidencia de la vida real para promover la producción sostenible y la conservación de recursos naturales, detallando los posibles impactos en las condiciones sociales, económicas y ambientales.
El CIMMYT ocupa un lugar destacado en el informe como una organización líder enfocada en 4 áreas: agricultura inteligente frente al clima, eficiencia en el uso de nutrientes (EUN) y la gestión de plagas y fertilizantes.
Eficiencia en el uso de nutrientes y la gestión de fertilizantes
Si bien los fertilizantes químicos aumentan los rendimientos de los cultivos, el uso excesivo o indebido de fertilizantes contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y aumenta los costos de la mano de obra para los pequeños agricultores. La eficiencia en el uso de nutrientes es fundamental para la gestión de nutrientes y la mitigación y adaptación al cambio climático.
Mujer usando esparcidor para la aplicación de fertilizantes. (Photo: Wasim Iftikar/CSISA)
En la India, el CIMMYT, junto con el Instituto Borlaug para el Sur de Asia (BISA, por sus siglas en inglés), los centros de investigación del CGIAR, así como socios regionales, probaron herramientas digitales como la herramienta para el apoyo a la toma de decisiones Nutrient Expert (NE), que mide el uso adecuado de fertilizante para rendimientos optimizados y brinda recomendaciones nutricionales con base en condiciones de suelos locales.
La mayoría de los pequeños agricultores que aplicaron la herramienta NE reportaron mayores rendimientos, toda vez que emitían entre 12 y 20% menos GEI en trigo y alrededor de 2.5% menos en arroz, en comparación con las prácticas de fertilización convencionales. Asimismo, los agricultores reportaron haber duplicado sus ingresos económicos: aumentos en los rendimientos y reducción en los costos de fertilizantes. Una mayor implementación de NE podría mejorar la seguridad alimentaria regional y mitigar emisiones de GEI.
El proyecto Feed the Future Semillas y Fertilizantes para Nepal (NSAF, por sus siglas en inglés), liderado por el CIMMYT y USAID, aboga por una agricultura inteligente frente al clima al conectar a pequeños agricultores con semilla mejorada, brindar programas de capacitación y promover el uso eficiente de fertilizantes. Con una amplia red establecida con el apoyo del gobierno de Nepal, NSAF proporciona con éxito a los pequeños agricultores con un acceso expandido al mercado, así como variedades de cultivo nutritivas y resilientes al clima.
Mejoramiento de maíz y uso de fertilizante inteligentes frente al clima
Desde su llegada al África sub-Sahariana en el 2016, el cogollero del maíz ha devastado cultivos de maíz para innumerables pequeños agricultores del continente. La incertidumbre económica producida rendimientos inestables y factores de estrés climático como la sequía, junto con esta plaga endémica, aumentan el riesgo de agravar la inseguridad alimentaria.
Cogollero del maíz. (Photo: Jennifer Johnson/CIMMYT)
El CIMMYT y las Instituciones Asociadas a NARES en África Oriental y del Sur lideran un sólido proyecto de manejo de plagas para desarrollar, evaluar e introducir híbridos de maíz elite genéticamente resistentes en toda África subsahariana. Sudán del Sur, Zambia, Kenia y Malawi ya han implementado variedades de maíz resistentes y se prevé que otros ocho países de la región lancen las suyas en el 2023. Estos países también llevan a cabo Ensayos Nacionales de Rendimiento para aumentar la conciencia acerca de resistencia de las plantas huésped para el control sostenible del cogollero del maíz, así como sensibilizar a legisladores sobre la aceleración de la entrega de variedades de maíz tolerantes a esta plaga.
El establecimiento de instalaciones de detección del cogollero en África permite una detección más rápida y la crianza de variedades de maíz con resistencia genética al cogollero, lo que facilita una mayor implementación de estas variedades en toda África. El control sostenible del cogollero del maíz exige un esfuerzo de respuesta rápida supervisado por organizaciones de investigación y gobiernos para desarrollar y validar aún más la resistencia genética al cogollero del maíz. Lograr un mayor impacto para los pequeños agricultores de maíz es fundamental para garantizar un mayor ingreso y seguridad alimentaria en África. También es primordial para la conservación de la biodiversidad y para aliviar la carga de trabajo de los agricultores que aplican pesticidas sintéticos adicionales para evitar mayores pérdidas causadas por la plaga.
El informe de la Coalición SPG enfatiza el poder de la colaboración para mejorar la seguridad financiera y alimentaria de las comunidades de pequeños agricultores en el sur global. Esto está completamente alineado con la estrategia, recientemente lanzada, de CIMMYT 2030. También es un recordatorio importante para evaluar nuestros puntos fuertes y dónde se necesita más inversión y colaboración”, expresó Bram Govaerts, director general del CIMMYT.
Vista de una parcela en sistema convencional en temporada de sequía. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT
Vista de una parcela en sistema convencional en temporada de sequía. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT
La desertificación es un tipo particular de degradación del suelo que ocurre en tierras secas y puede tener efectos ambientales y sociales muy graves, como la subalimentación y la migración. Se estima, de hecho, que 74 % de las personas en situación de pobreza en el mundo son afectadas directamente por la desertificación.
La desertificación es diferente a la formación de desiertos, pues este fenómeno no solo es inducido por las variaciones climáticas, sino que es causado —fundamentalmente— por la actividad humana (prácticas agrícolas inadecuadas, sobrepastoreo, deforestación, sistemas de irrigación inapropiados e —incluso— dinámicas socioeconómicas poco pertinentes que favorecen la pérdida de la cobertura vegetal que protege al suelo). Además, disminuye la productividad y la riqueza biológica de los suelos, ocasionando infertilidad, salinización y alteración de los ciclos biológicos, entre otros problemas.
Por lo anterior, la lucha contra este fenómeno no solo se ha plasmado entre las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, sino que también es el propósito del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra cada 17 de junio para hacer énfasis en la urgencia de restaurar las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que se encuentran afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones.
En México, las tierras secas ocupan un poco más de la mitad del territorio nacional (128 millones de hectáreas) y se estima que la desertificación afecta a cerca del 43 % de esas tierras que abarcan las zonas muy áridas y áridas (que se encuentran principalmente en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua y Sonora), las zonas semiáridas (distribuidas en su mayoría en el desierto Sonorense y en el altiplano), y las zonas subhúmedas secas de Campeche y Yucatán, el Golfo de México y las costas del Océano Pacífico desde Sinaloa hasta Chiapas.
La desertificación puede derivar en zonas improductivas para casi cualquier actividad económica y, en buena medida, está asociada a la degradación del suelo producto de actividades agropecuarias donde prevalecen prácticas inadecuadas como el riego excesivo, las quemas agrícolas, el exceso de labranza y la falta de prácticas de conservación de suelo y agua.
Junto con diversos colaboradores y a través de variados proyectos, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrolla ciencia aplicada al campo y promueve prácticas agrícolas sustentables, particularmente las orientadas a un mejor aprovechamiento del agua y a la conservación y recuperación de suelos que, entre otros beneficios, permiten mitigar la desertificación.
En comparación con la labranza convencional —en la que prácticas como el movimiento continuo del suelo favorecen la degradación—, las prácticas fomentadas por el CIMMYT y sus colaboradores en tierras secas han permitido obtener mayores rendimientos incluso en condiciones de sequía prolongada.
Además, la agricultura de conservación —cuyos componentes básicos son la cobertura del suelo con rastrojo, la mínima labranza y la diversificación de cultivos— permite reducir el problema de los suelos salinos (efecto común de la degradación). En plataformas de investigación en Hidalgo, como otro ejemplo, diversos estudios confirman que los suelos trabajados con este sistema presentan una menor concentración de las principales sales que originan el problema, por lo que —al implementarlo— los productores están impidiendo la presencia de la “costra blanca” sobre la superficie de sus parcelas y evitando efectuar gastos extras en la compra de yeso agrícola para equilibrar la alcalinidad del suelo.
Otros efectos notables de la agricultura de conservación son que permite acumular materia orgánica, reducir la erosión eólica e hídrica, disminuir la emisión de gases de efecto invernadero (al evitar quemas agrícolas y reducir el número de pasos de maquinaria), incrementar la captura de carbono, y desarrollar una agricultura resiliente frente al cambio climático, el cual agudiza la desertificación, las inundaciones y las sequías.
Cultivo de crotalaria en sistema diversificado. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Cultivo de crotalaria en sistema diversificado. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Para los agricultores de Iguala, en Guerrero, México, la rentabilidad es un tema importante a la hora de adoptar prácticas sustentables. Por esta razón, en la plataforma de investigación de Iguala se ha estado evaluando, desde hace cinco años, el efecto de los tipos de labranza y el manejo de rastrojo en el rendimiento y rentabilidad del maíz de temporal en rotación con crotalaria y soya.
En la plataforma de investigación de Iguala, ubicada en un campo experimental del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y pecuarias (INIFAP), colaboran tanto investigadores de este instituto como del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Juntos, en el ciclo primavera-verano 2022 establecieron siete tratamientos (cinco con maíz y dos con soya) a partir de los cuales evaluaron prácticas de agricultura de conservación y prácticas convencionales de la zona.
Si bien no se observaron diferencias estadísticamente significativas para grano de maíz y soya, sí se observó que dos tratamientos mostraron los rendimientos más altos (7.87 y 7.74 toneladas por hectárea, respectivamente). Estos fueron la rotación de maíz con soya, y el tratamiento donde se integraron todos los componentes de la agricultura de conservación, así como siembra de crotalaria en el ciclo otoño-invierno. Por su parte, la práctica convencional de los productores locales fue la que obtuvo el menor rendimiento de grano de maíz.
Con respecto a la rentabilidad se obtuvieron mejores resultados con las propuestas de agricultura de conservación, sistema de producción que confirma ser “una alternativa viable y sustentable en el cultivo de maíz y soya”, señala Roció Toledo Aguilar, investigadora del INIFAP.
Sobre el impacto de la plataforma de investigación , la investigadora comenta que además de la rentabilidad hay otros como “la capacitación de técnicos y productores, la restauración los suelos degradados, la ampliación del menú de cultivos, destacando los forrajeros porque se trata de una zona ganadera. A partir de estos, los productores pueden equilibrar la alimentación del ganado”.
Quema de rastrojos en agricultura convencional. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Quema de rastrojos en agricultura convencional. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
El avance del cambio climático incrementará en todo el mundo el riesgo de incendios forestales devastadores en las décadas por venir, señala el estudio “Propagándose como un incendio forestal” del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) donde se proyecta que esos fenómenos se incrementarán un 30 % para 2050 y más de un 50 % para fin de siglo.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, casi la totalidad de los incendios forestales en México son provocados por actividades humanas y un poco más del 30 % de estos se produce por actividades agropecuarias, siendo las quemas agrícolas una de las principales causas.
Además de la afectación al medioambiente, los incendios tienen un costo social muy alto: el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que en México los incendios son responsables del 31 % de los desastres en el país y ocasionan cerca del 27 % de la totalidad de la mortalidad asociada (humo, gases tóxicos, etcétera).
El registro histórico indica, además, que durante la década de 2010 a 2020 cerca de 100 personas perdieron la vida combatiendo incendios forestales (esto sería un promedio de 10 personas por año), por lo que es urgente minimizar el riesgo de incendios forestales en distintos frentes. En el terreno agrícola, la adopción de prácticas de agricultura sustentable contribuye no solo a combatir el cambio climático, sino también a reducir la posibilidad de incendios que ponen en riesgo vidas humanas.
“Yo ya no quemo porque se pierde la materia orgánica y se contamina. Aquí en la comunidad eso es constante, cada que alguien tira su guamil (tierra que estaba en descanso) o roza, quema la vegetación seca y no, no debe ser así porque estás dejando pobre a la tierra”, comenta Alan Brian Ríos, un productor de maíz de San Pedro Pochutla, Oaxaca, quien a través de los proyectos que promueve el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) aprendió a trabajar con agricultura de conservación.
La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite reducir los costos de producción, mejorar las condiciones del suelo, optimizar el consumo de agua, entre otros beneficios. Uno de sus componentes básicos es la cobertura del suelo con residuos de la cosecha anterior. Aprovechar los residuos (conocidos como rastrojos, paja, cañuela, etc.), en lugar de quemarlos, permite nutrir y proteger el suelo contra la erosión.
“Ya no quemamos la cañuela, ahora la dejamos sobre la tierra para que la abone y ya luego sembramos. Y nos ha dado resultado, ahí se ve. En donde no se deja la cañuela la matita está muy chiquita, no produce mucho el frijolito, pero donde tiene cañuela crece y ahí da más. Ya no es como antes que la juntábamos y a echarle lumbre porque según que estorbaba. Ahora cuando vemos a muchachos juntándola para sacarla les enseñamos esta parcela”, comenta Bernarda Ojeda, productora de Oaxaca.
Los incendios forestales extremos suelen ser devastadores para la biodiversidad y para las personas, particularmente para aquellos que los combaten. También aceleran el cambio climático y, como señala el PNUMA en su informe, afectan de manera desproporcionada a los países más pobres del mundo, con impactos que se prolongan mucho tiempo después de que el fuego se apaga.
En el marco del Día Internacional del Combatiente de Incendios Forestales (4 de mayo) hacemos un recordatorio de cómo, con acciones simples como dejar el rastro sobre la superficie de las parcelas, se puede contribuir al cuidado del medioambiente y, además, a disminuir los riesgos de incendios forestales, reduciendo también las posibilidades de pérdidas de vidas humanas.
Verti, uno de los protagonistas de la historieta Las aventuras de Verti y Andi. (Ilustración: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Verti, uno de los protagonistas de la historieta Las aventuras de Verti y Andi. (Ilustración: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Verti y Andi son dos trocitos de suelo que viven en parcelas vecinas, pero muy diferentes: Don Crecencio, dueño de la parcela donde vive Andi, siembra con agricultura de conservación y por eso Andi y toda su familia y amigos están sanos.
Don Renecio, dueño de la parcela donde vive Verti, remueve mucho el suelo y quema la parcela, por eso es que, lamentablemente, la vida de Verti, su familia y amigos, corre peligro debido a la forma en que don Renecio cultiva su parcela.
¿Podrán estos dos amigos convencer a don Renecio de que siembre con agricultura de conservación igual que don Crecencio? Síguelos en sus aventuras y apóyalos en su importante misión.
Esta historieta está dedicada a las nuevas y futuras generaciones de héroes de la alimentación que, desde la agricultura, podrán cambiar el mundo.
Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)
Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)
De acuerdo con las Naciones Unidas, a causa de la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía cada año se pierden más de 12 millones de hectáreas de tierra —superficie similar a la de Corea del Norte— afectando a más de 3 mil millones de personas, particularmente en comunidades pobres y rurales. Con estos números, se estima que en los próximos 25 años la degradación de las tierras podría reducir la productividad agrícola hasta en un 12 %, haciendo que los precios de los alimentos aumenten hasta en 30 %.
En este contexto, donde más de la mitad de los terrenos agrícolas del mundo presenta algún tipo de daño, y donde la conversión de terrenos en tierras de cultivo y la prevalencia de prácticas agrícolas inadecuadas favorece la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, es urgente impulsar acciones que permitan tener suelos sanos y alimentos de mejor calidad de manera sostenible.
Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). A través de esta iniciativa se promueve entre los productores del Bajío mexicano prácticas sustentables —como la agricultura de conservación— que permiten cuidar el suelo y facilitan que el productor tenga mayores ganancias en comparación con las prácticas convencionales.
“Yo creo que es nuestra responsabilidad como agricultores dejarles a las próximas generaciones un mejor suelo. Con agricultura de conservación yo he estado viendo que el cultivo sufre menos, es más natural la fertilización, la nutrición del cultivo como que se hace más natural”, comenta Manuel Valerio, uno de los productores del Bajío que participa en el proyecto.
La agricultura de conservación es un sistema sustentable que tiene como componentes básicos la mínima labranza, la cobertura del suelo con residuos agrícolas (rastrojos) y la diversificación de cultivos. Al implementar este sistema se pueden observar diversos beneficios: menos gasto de diésel, uso más eficiente del agua, menos malezas, suelos más sanos —con mejor estructura, mejor infiltración de agua y más materia orgánica— y ahorros en costos de producción en general.
En el primer ciclo de Agriba Sustentable han participado más de doscientos productores, implementando en un poco más de dos mil hectáreas prácticas sustentables enfocadas a la conservación del suelo, el uso eficiente del agua y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero —al reducirse la labranza se favorece que los suelos cumplan con funciones ambientales importantes como la captura de carbono, y también se disminuye el número de pasos de maquinaria, lo que permite reducir el uso de combustibles fósiles—.
En las parcelas que participaron en Agriba Sustentable durante este primer ciclo se redujo casi en 18 % la emisión de gases de efecto invernadero y se contribuyó a la optimización del consumo de agua. Además, los productores participantes tuvieron ahorros del 22 % en los costos de producción por hectárea.
En un escenario donde el cambio climático se acelera, la degradación de los suelos aumenta y el suministro de agua es incierto, y donde además los medios de subsistencia y la capacidad de hacer frente a los desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos también son afectados, proyectos como Agriba Sustentable contribuyen a hacer un uso más eficiente de los recursos (particularmente suelo y agua) en la producción de alimentos, permitiendo además que los productores participantes tengan ahorros en sus costos de producción.
“Me gustó lo que hice con agricultura de conservación y voy a seguir implementando esa parte e invitando a otros productores a que prueben este sistema y verán que se ahorran y económicamente les va a ir mejor”, concluye Carlos Verdín, otro de los productores que participan en Agriba Sustentable.
Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Un suelo que es removido constantemente, y que además se queda sin cobertura, pierde su estructura, que es uno de los principales indicadores de que está sano y es productivo.
La estructura del suelo hace referencia al tamaño, forma y arreglo de sus partículas, a la continuidad de los poros que le confieren su capacidad para retener y transmitir agua, aire y nutrientes y, por lo tanto, la capacidad de propiciar el crecimiento y desarrollo de raíces fuertes.La estructura del suelo se expresa, comúnmente, como el grado de estabilidad de agregados, es decir, de partículas de suelo unidas en partículas mayores, cohesionadas como si fueran bloques o terrones de diversos tamaños.
En suelos donde la labranza es mínima y se retienen los residuos de la cosecha anterior mejora la distribución de agregados en comparación con la labranza convencional. El sistema que integra estas dos prácticas fundamentales para mejorar la estructura del suelo es —más un tercer componente que es la rotación de cultivos— es conocido como agricultura de conservación.
La agricultura de conservación es un concepto amplio. Se trata de un sistema donde el énfasis no solo cae sobre el componente de la labranza sino sobre la combinación de los tres componentes —mínima labranza, cobertura del suelo y diversificación de cultivos—que son aplicables a una amplia variedad de sistemas de producción de cultivos, desde condiciones con baja productividad en temporal hasta condiciones con alta productividad en riego.
La aplicación de los componentes de la agricultura de conservación puede llegar a ser muy diferente de un sistema de producción a otro. Esta es una de las ventajas del sistema, su adaptabilidad. Así, por ejemplo, la mínima labranza en condiciones con riego por gravedad puede desarrollarse bajo un sistema de camas permanentes con riego por surcos.
“La reducción de labranza es un componente realmente importante porque la calidad del suelo se va haciendo cada vez más baja en los sistemas de labranza convencional. Al seguir realizando labranza de esta manera el suelo pierde su estructura, se pierde la materia orgánica y se reduce la filtración de agua significativamente”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Entre las amplias ventajas de reducir la labranza se encuentra el hecho de que al hacerlo se favorece que los suelos sigan recuperen o sigan cumpliendo con importantes funciones ecosistémicas pues una importante aportación de los suelos al equilibrio ecológico del planeta es que pueden contener más carbono que el que se encuentra en la vegetación y dos veces más que el de la atmósfera; es decir, al tener la capacidad de absorber este elemento, los suelos sanos reducen uno de los principales gases de efecto invernadero (CO2).
La ampliación de la frontera agrícola y las prácticas de cultivo inadecuadas —particularmente la remoción continua y excesiva del suelo— han ocasionado pérdidas históricas de carbón del suelo globalmente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existe un importante potencial para incrementar el contenido de carbono del suelo a través de la rehabilitación de los suelos degradados y la adopción amplia de prácticas agrícolas sustentables orientadas a conservar el suelo.
Dicho de otra manera, el manejo agrícola convencional de los suelos basado en un movimiento excesivo promueve la liberación de carbono hacia la atmósfera y contribuye al calentamiento global, mientras que el uso de prácticas de conservación, como la mínima labranza y la cobertura del suelo con rastrojo, favorece la acumulación de carbono en formas orgánicas dentro del suelo, lo cual constituye una significativa aportación para mitigar el cambio climático desde la agricultura.
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo.
¿Cómo se ha llegado a saber todo esto sobre la agricultura de conservación? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollan experimentos a largo plazo a partir de los cuales se ha ido sumando evidencia sólida sobre los beneficios de este sistema de producción queactualmente constituye una alternativa para que la agricultura siga siendo rentable a la vez que permita cuidar y conservar los recursos naturales.
“Estos experimentos se diseñan para una duración de al menos diez años, así permiten documentar el efecto a largo plazo de diferentes prácticas de manejo agronómico sobre varios aspectos del sistema, desde parámetros básicos como el rendimiento de grano hasta aspectos complejos como la microbiología del suelo”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.
Los datos de largo plazo hacen posible estudiar mejor una práctica agronómica y permiten dar recomendaciones confiables a los agricultores. Los que se establecieron al inicio de los años noventa, en ambientes contrastantes en México, han sido clave para la investigación del CIMMYT sobre agricultura de conservación.
Actualmente el CIMMYT opera experimentos a largo plazo en México en diversos sitios experimentales con condiciones agroecológicas contrastantes, como Ciudad Obregón, en Sonora, o Metepec, Estado de México, por ejemplo.
“Este es el ensayo D5, en el lote del mismo nombre en la estación experimental del CIMMYT en el Batán, en Texcoco, Estado de México. Está ubicado a una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar (msnm) y está dedicado a la investigación de la agricultura de conservación”, menciona Fonteyne mientras muestra un poco del suelo, casi como polvo, proveniente deuna de las parcelas del ensayo, aunque evidentemente erosionada.
“Nos encontramos en la parcela donde se trabaja con labranza convencional —donde ciclo con ciclo se hace un movimiento continuo del suelo— y no se dejan los residuos de la cosecha anterior. Como se puede ver, es una de las parcelas donde el suelo está más degradado, podemos ver el efecto de las sequías. En esta parcela casi no habrá cosecha este año”, señala el investigador del CIMMYT.
Al lado de esa primera parcela que muestra Fonteyne está otra, también trabajada con agricultura convencional, solo que en esta sí se han dejado los residuos del cultivo anterior, o rastrojos, como son llamados cotidianamente: “En esta otra hemos dejado por más de 30 años los residuos de cosecha, entonces el suelo es de mejor calidad, tiene más materia orgánica, mejor infiltración. Como se puede ver, esto ha generado más plantas, son un poco más grandes, pero aún será poca cosecha en comparación con las parcelas donde sí se han implementado todos los compontes de la agricultura de conservación”.
Incluso a simple vista, las diferencias entre ambas parcelas son notables, y son más evidentes cuando se les compara con las parcelas trabajadas con agricultura de conservación que están al lado.
Cobertura del suelo con rastrojos, mínima labranza y diversificación de cultivos son esos componentes básicos de la agricultura de conservación a los que hace referencia el investigador del CIMMYT, y son también las prácticas fundamentales que se promueven entre los productores para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático.