El productor Jerónimo Díaz de la Ciénega de Zimatlán (Oaxaca, México), en parcela destinada a la producción de forrajes. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
El productor Jerónimo Díaz de la Ciénega de Zimatlán (Oaxaca, México), en parcela destinada a la producción de forrajes. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
En la edición 2023 de Expoceres, realizada del 14 al 16 de marzo en Los Mochis, Sinaloa, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) anunció que en su estrategia hacia el año 2030 se han integrado importantes cambios para potenciar el impacto de su quehacer científico a través del desarrollo de actividades de investigación y extensión centradas en el productor y, por ende, con la activa participación de las y los productores.
Expoceres, que cuenta con una trayectoria de cerca de tres décadas, es una de las exposiciones agrícolas más grandes del país. Durante su participación en esta que también es una plataforma de vinculación para el sector, Bram Govaerts, director general del CIMMYT, comento que dicho centro de investigación tiene “un compromiso irrenunciable con el desarrollo sostenible e inclusivo de los productores a quienes consideramos nuestra razón de ser. Por ello, queremos trabajar aún más estrechamente con ellos para comprender mejor los retos que enfrentan los sistemas alimentarios en el entorno actual de crisis climática, económica y alimentaria”.
Durante el desarrollo de la conferencia “Acelerando la transformación de los sistemas alimentarios, por un mundo con mayor seguridad alimentaria y global”, Govaerts sostuvo que “en el CIMMYT queremos enfrentar los retos de la seguridad alimentaria, de la producción sostenible y rentable con los productores para contribuir a superarlos mediante la transformación de los sistemas alimentarios con lo mejor de nuestra ciencia y capacidades de extensión y desarrollo”.
Para lograr este objetivo, señaló Govaerts, “el CIMMYT también está transformándose y renovándose. Hemos extendido nuestra misiva más allá del maíz y del trigo para incluir nuevos cultivos y leguminosas de climas áridos que son muy nutritivos tanto para los suelos como para la salud humana. Ahora también trabajamos con sorgo, frijoles, chícharo gandul, garbanzo, mijo y otros cultivos”.
La inclusión de un cultivo como el mijo es un acto muy significativo porque 2023 es precisamente el Año Internacional del Mijo por acuerdo de la 75 Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en marzo de 2021. “El exhorto de las Naciones Unidas es que usemos más este cereal para fortalecer la seguridad alimentaria de los que menos tienen, pero también para hacer más sostenibles los sistemas productivos, mediante la rotación de cultivos, la siembra intercalada y la nutrición integral de los suelos”, señaló Govaerts.
Finalmente, el director general del CIMMYT mencionó que es importante “aprovechar estos momentos de crisis para innovar, para ampliar los horizontes y las colaboraciones para generar las tecnologías y mejores prácticas agronómicas que transformen los sistemas alimentarios de México y del mundo”.
Según los representantes de ambas instituciones, fortalecer los sistemas agroalimentarios latinoamericanos permitiría garantizar el liderazgo de la región en el campo de las exportaciones agrícolas y contribuir significativamente al desarrollo y la prosperidad de sus sociedades.
En sus palabras de apertura ante las más de 130 personas que siguieron la retrasmisión del evento desde la sede del CIMMYT en México, el Director Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR, Joaquín Lozano, alabó la calidad del informe, destacando que abre perspectivas nuevas sobre cuestiones muy próximas al mandato y el trabajo del CGIAR como la innovación en la agricultura, la importancia de los bienes públicos y los desafíos climáticos de los sistemas agroalimentarios.
Lozano aseguró que, aunque tradicionalmente los sistemas agroalimentarios han sido considerados un campo poco propicio para la inversión en innovación, esta percepción está cambiando gracias a la agricultura basada en la ciencia y la agricultura de precisión, a cuyo desarrollo contribuye decisivamente el trabajo de instituciones dedicadas a la innovación y la investigación agrícola como el CGIAR.
“El desarrollo de estas modalidades de agricultura no solo contribuye al desarrollo de la agroindustria, sino que puede ser crucial para cerrar la brecha tecnológica, económica y social entre la agricultura moderna y la tradicional”, aseguró. “Para que esto suceda, se necesita una gran alianza entre instituciones científicas, poderes públicos y bancos de desarrollo como el BID”.
Ernesto Stein, representante del Grupo BID en México y coordinador del equipo que elaboró el informe, también incidió en el papel clave que la agricultura puede jugar en el desarrollo y el bienestar económico de las sociedades de América Latina y el Caribe.
Ernesto Stein durante su explicación de las principales conclusiones del informe. (Foto: CIMMYT)
“Históricamente, se pensaba que el camino más rápido hacia el desarrollo era la industrialización. Sin embargo, este modelo tiene sus límites. Además, la agricultura ha demostrado que puede ser no solo una actividad económica de subsistencia, sino un método de producción avanzado”, aseguró.
Stein advirtió que el éxito de esta “estrategia alternativa de desarrollo” no es automático. El mercado agroalimentario exige estándares cada vez más altos de calidad, sostenibilidad e información y, para cumplir con esas exigencias, “es necesario el desarrollo de nuevas capacidades”.
En este contexto, el informe del BID describe 30 casos de empresas agroalimentarias ubicadas en 12 países latinoamericanos que se han insertado con éxito en el mercado y analiza los factores que han contribuido a construir esas historias ganadoras.
Esos factores tienen que ver con estrategias de agregación de valor a los productos agrícolas (cumplir con los requisitos de los mercados externos; obtención de certificaciones; elaboración de productos con cualidades especialmente valoradas por los consumidores, aprovechamiento de periodos de baja oferta gracias a la innovación genética, desarrollo de productos derivados para aprovechar el producto que no se pueda hacer llegar fresco a mercado o creación de una identidad de marca diferenciada) y, también, con el modelo de organización productiva (que el informe divide en tres: empresas de integración vertical —grandes empresas productoras con control absoluto de todos los factores del proceso productivo—; empresas tractoras —empresas medianas o grandes que convenian la producción con pequeños productores—; y empresas de asociatividad horizontal —al estilo de las cooperativas—).
El objetivo del informe no es solo descriptivo, sino prospectivo, pues la identificación de estos factores aspira a servir de inspiración tanto a otras empresas como a otros actores implicados en la definición de políticas de desarrollo rural —principalmente los gobiernos— para contribuir a crear las condiciones que permitan replicar o escalar los modelos retratados en el informe.
La presentación global del informe fue seguida del examen de algunas cuestiones más específicas. Hablando de la necesidad de innovación en la agricultura, Gustavo Crespi, de la División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID, aseguró que “la economía de la innovación siempre ha considerado a la agricultura un sector poco innovador. Sin embargo, a lo largo de las décadas, la agricultura ha llevado a cabo transformaciones productivas y organizativas muy significativas que han sido subestimadas”.
De hecho, según Crespi, la agricultura vive hoy un complejo proceso de transformación — principalmente en las fases de pre-cultivo, pre-cosecha y post-cosecha— que está consiguiendo reducir la incertidumbre asociada a la agricultura y mejorar enormemente su eficiencia.
Romina Ordoñez, de la División de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Gestión de Riesgo de Desastres del BID, examinó los desafíos medioambientales de las cadenas de valor agrícolas, destacando cómo esos desafíos van acompañados de oportunidades, como el hecho de que la certificación ambiental de un producto agrícola permite generar ingresos extra.
Sin embargo, advirtió: “la transición a una agricultura más sostenible tiene un coste inicial que no todos pueden asumir”. Por eso, esa transición necesita el apoyo de instituciones fuertes —poderes públicos, organizaciones internacionales y bancos de desarrollo, principalmente—.
Posteriormente, los comentaristas por parte del CGIAR dieron sus puntos de vista desde distintos ángulos. Valeria Piñeiro, de la Oficina para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) incidió también en el “papel clave que los bienes públicos han de jugar en la optimización de los sistemas productivos agrícolas”. Para ella, las transformaciones tecnológicas deben ir acompañadas de transformaciones en las instituciones y en las políticas.
Hugo Campos, Director Adjunto de Investigación del Centro Internacional de la Papa (CIP), aseguró que el evento “podría marcar un antes y un después en la forma en que utilizamos la innovación para generar valor en la agricultura”.
Deissy Martínez, Líder de la Iniciativa AgriLAC Resiliente (Foto: CIMMYT)
Por su parte, Deissy Martinez, Líder de la Iniciativa AgriLAC Resiliente del CGIAR, destacó que “es posible generar valor en la agricultura a partir de la sostenibilidad”, asegurando que este hecho, “que hoy es lo extraordinario, debería ser lo normal”.
Tras una sugerente sesión de preguntas y respuestas entre la audiencia y los ponentes, moderada por Jesús Quintana, Director Gerente para La Alianza de Bioversity International y el CIAT, cerró el acto Bram Govaerts, Director General del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Govaerts destacó que el reto es “conectar los sistemas de innovación con y los modelos de agregación de valor a la agricultura, asegurándonos de que tienen un impacto en la lucha contra la pobreza y generan inclusión”. También abogó por la necesidad de que América Latine piense en cómo le gustaría estar en el año 2100 y en que trabaje unida para cumplir sus objetivos y determinar “el cuándo, el cómo y el dónde de sus esfuerzos” para transformar sus sistemas agroalimentarios.
El conversatorio dio lugar a animadas discusiones durante la duración del evento y en los momentos posteriores al mismo (Foto: CIMMYT)
Las distintas intervenciones de ponentes y público hicieron evidente que la intuición inicial que guiaba tanto el informe del BID como el evento es válida y pertinente: el fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe puede contribuir decisivamente al desarrollo de la región y sus sociedades. También quedó patente que este objetivo solo se puede alcanzar mediante amplias alianzas que comprendan al sector privado y al público; a productores —grandes y pequeños— y a inversores; y a actores nacionales e internacionales.
Equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT durante un taller de escalamiento en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT durante un taller de escalamiento en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos beneficios varían dependiendo del cultivo, el suelo, las condiciones de lluvia, así como de las prácticas agrícolas con que se acompaña a sus componentes básicos —mínimo movimiento del suelo, aprovechamiento del rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos—. Cuando es bien implementado es un sistema del que hay suficientes pruebas de mejoras en las condiciones del suelo, reducción en las emisiones de CO2 y reducciones significativas en los costos de producción.
¿Por qué a pesar de los resultados positivos que brinda la agricultura de conservación sus tasas de adopción siguen siendo bajas, particularmente entre los agricultores de pequeña escala? A partir de esta pregunta un grupo de investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ha publicado recientemente un estudio sobre el desarrollo de capacidades para escalar la agricultura de conservación en sistemas agrícolas de pequeña escala en América Latina, el sur de Asia y el sur de África.
Normalmente, la idea de escalamiento que prevalece en muchas organizaciones es la de llegar a más usuarios finales capacitando a más personas cada vez. Sin embargo, esta idea representa un enfoque simplista de un proceso que es mucho más rico y complejo que la simple capacitación individual. En este sentido, el estudio pone particular énfasis en exponer aquellas dimensiones del escalamiento que habitualmente quedan ocultas, pero que son fundamentales.
Los niveles de organización, cooperación y entorno propicio son ejemplos de los otros niveles de desarrollo de capacidades. Sobre estos,generalmente hay poca conciencia y orientación para diseñar e implementar estrategias que permitan abordar de una forma más integral los proyectos que buscan escalarse.
En este sentido, y ante la ausencia de un marco conceptual que permita planificar y evaluar el desarrollo de capacidades para escalar las diferentes innovaciones, el estudio propone un marco conceptual para escalar innovaciones complejas en sistemas agrícolas de pequeña escala que “puede servir como modelo para que otras iniciativas busquen y promuevan ejemplos concretos de lo que implican los diversos niveles de desarrollo de capacidades para su público objetivo”, señala el artículo.
“Estamos abogando por una mayor atención al desarrollo de capacidades más allá del nivel individual y por una mayor intencionalidad en el diseño e implementación de actividades que aborden el desarrollo de capacidades a nivel organizacional, de cooperación y del sistema, ya que estos son críticos para la transición a sistemas alimentarios sostenibles, justos y resilientes”, comentan los autores del estudio que puede leerse completo aquí.
Campos de trigo en Kostanay, Kazajistán. (Foto: M. DeFreese/CIMMYT)
Un grupo de expertos convocado por el Woodrow Wilson International Center for Scholars el 13 de abril de 2022, debatió los efectos que la guerra entre Rusia y Ucrania podría tener en las cadenas de suministro mundiales de recursos críticos, incluidos los cultivos básicos, el petróleo y el gas natural, y los minerales estratégicos.
Bram Govaerts, director general del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), se unió a tres expertos que representaban a una consultora de seguridad, una empresa de inversión minera y el sector académico. Analizaron las complejas ramificaciones del conflicto armado y presentaron recomendaciones políticas para mitigar su impacto en los sistemas alimentarios y energéticos mundiales.
«Tenemos que tomar medidas inmediatas para impulsar la producción de cultivos con menos recursos disponibles, como los fertilizantes», dijo Govaerts, reflexionando sobre cómo ayudar a los países con inseguridad alimentaria de Oriente Medio y el Norte de África que importan la mayor parte de sus suministros de trigo de la región del Mar Negro. «También tenemos que ver de dónde vamos a abastecernos con fuentes alternativas», añadió.
Govaerts aprovechó la ocasión para situar a Agricultura para la Paz, un llamado liderado por el CIMMYT a una inversión segura, estable y a largo plazo en investigación agrícola para el desarrollo, con el fin de transformar los sistemas alimentarios mundiales cambiando su enfoque de la eficiencia a la resiliencia.
En medio de la transición a One CGIAR y los confinamientos debido a la pandemia del COVID-19, la comunidad de la organización de investigación de maíz y trigo líder en el mundo encontró el momento para frenar y sopesar los éxitos y los cuellos de botella de este año complicado. Más de 400 personas distribuidas en las 13 oficinas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en todo el mundo se reunieron para un evento virtual para cerrar 2020.
Con la ayuda de la vasta experiencia del economista de renombre mundial Jeffrey Sachs en desenredar las crisis mundiales, el desarrollo sostenible y el alivio de la pobreza, el personal reflexionó sobre el papel que desempeñan dentro del CGIAR y para ayudar al CIMMYT a aumentar su impacto en la seguridad nutricional, el alivio de la pobreza y un mundo mejor.
Al conectarse desde su casa en Nueva York, Sachs instó al CGIAR a ver más allá de las prioridades de investigación que se propuso lograr hace medio siglo. Con el 50 aniversario del CGIAR en 2021, Sachs alentó al CGIAR a pensar en las prioridades de investigación para los próximos 50 años. «Nos enfrentamos a un conjunto de desafíos probablemente más sistémicos e incluso más complejos en la alimentación en 2021, de lo que quizás fue el caso en 1971», dijo.
“Necesitamos expandir la agenda de investigación más allá del aún importante enfoque en mejores rendimientos y variedades para considerar el sistema alimentario de manera integral. Nuestro objetivo es un sistema alimentario global que permita dietas saludables, uso sostenible de la tierra, resiliencia al cambio ambiental y buenos medios de vida para las familias agrícolas”.
“Nuestro objetivo es un sistema alimentario global que permita dietas saludables, uso sostenible de la tierra, resistencia al cambio ambiental y buenos medios de vida para las familias agricultoras”.
Aunque no es tan famoso como sus organizaciones colegas, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP), Bill Gates ha calificado al CGIAR de “esencial para alimentar nuestro futuro”. Sachs recalcó este sentimiento e instó al CGIAR a asumir su papel vital en «lograr una agricultura sostenible y dietas saludables para todos».
Los próximos 50 años
A medida que el CIMMYT se traslada a One CGIAR, capitalizará sus más de 50 años de experiencia, impacto y pericia en innovaciones genéticas, transformación de sistemas y herramientas para sistemas agroalimentarios resilientes y adoptará plenamente la misión de One CGIAR de ofrecer ciencia e innovación que promuevan la transformación de los sistemas alimentarios, terrestres y hídricos en una crisis climática.
A lo largo de 2020, el COVID-19 y los conflictos mundiales han ejercido una presión casi imposible sobre la producción agrícola, los medios de vida de los pequeños agricultores y las cadenas de suministro mundiales, que ya estaban abrumados. Como con cualquier sistema, requiere resiliencia para su sostenibilidad a largo plazo. “Por supuesto, el objetivo central del CGIAR ha sido anticipar las necesidades futuras de la producción de alimentos y áreas de nueva resiliencia como la resiliencia a las inundaciones o la sequía”, dijo Sachs.
“Yo agregaría [para que su estrategia futura también considere] la resistencia a las interrupciones sociales y las interrupciones en las cadenas de suministro globales, como experimentamos con el COVID-19 pero también con las tensiones geopolíticas”, aconsejó.
Jeffery Sachs citado en el evento virtual del CIMMYT en diciembre de 2020 (Gráfico: CIMMYT)
Mantener los cereales en la ecuación
Si bien la diversificación es importante para la dieta humana y la sostenibilidad de la producción agrícola, no podemos permitirnos ignorar los principales cereales. El maíz, el arroz y el trigo proporcionan un valor nutricional básico, macro y micronutrientes que muchas personas en todo el mundo pueden obtener.
Sachs pidió al CGIAR que examinara profundamente la cuestión de la pobreza económica y la pobreza alimentaria, tanto en las zonas rurales como urbanas. “El CGIAR tiene más conocimiento sobre cómo viven los pequeños agricultores y cómo sus vidas están cambiando que cualquier otra institución de investigación en el mundo. Y creo que, por lo tanto, su trabajo puede brindar una gran orientación sobre la lucha general contra la pobreza y sobre la anticipación de una mayor urbanización en los años futuros, a medida que la agricultura se vuelva más mecanizada y los pequeños agricultores o los hijos de los pequeños agricultores de hoy se vayan a las zonas urbanas en la próxima generación.
“El CGIAR tiene más conocimiento sobre cómo viven los pequeños agricultores y cómo sus vidas están cambiando que cualquier otra institución de investigación en el mundo. Y creo que, por lo tanto, su trabajo puede brindar una gran orientación sobre la lucha general contra la pobreza».
Sachs reconoció la gran e importante tarea que enfrenta el CGIAR en su futuro. “Todo esto es increíblemente difícil. […] Creo que los desafíos del sistema alimentario son los más complejos de todos los desafíos de sostenibilidad que enfrentamos”.
Sachs habló de la tarea en cuestión con urgencia y de que no hay mayor desafío intelectual que la transformación hacia una agricultura sostenible: “El papel del CGIAR será único e indispensable para ayudarnos a guiarnos a través de esas transformaciones. Creo que este es el momento indispensable para que el CGIAR diseñe su nueva agenda de investigación para los próximos 50 años para que sea la que nos ayude a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París”.
No solo es el punto de origen del maíz –uno de los cultivos principales del CIMMYT– sino que también inspiró el establecimiento de su sede que ha servido como la matriz del instituto desde su creación en 1966.
La investigación de mejoramiento de cultivos del CIMMYT comienza con su banco de germoplasma, un notable catálogo vivo de diversidad genética que comprende más de 28,000 colecciones de semillas únicas de maíz y más de 150,000 de trigo. El banco de germoplasma se estableció en la sede del CIMMYT en 1986 y, hasta la fecha, es la colección de maíz y trigo más grande y diversa del mundo. De manera precisa, cada año, más de 1,500 envíos de semillas de maíz y trigo salen de México para llegar a 800 receptores en más de 100 países.
De una forma u otra, el maíz y el trigo del mundo tienen un vínculo con México: ya sea a través de pruebas de resistencia a plagas en las estaciones experimentales de Agua Fría o Tlaltizapán, o de ensayos de trigo resistentes al calor en los campos tórridos de Obregón. Los diversos ecosistemas del país que permitieron el mejoramiento alternado de Norman Borlaug en la década de 1940 siguen siendo fundamentales para el trabajo actual de los investigadores para desarrollar cultivos innovadores y sistemas agrícolas sustentables en todo el mundo.
Un trabajador de campo empacando mazorcas de maíz en la estación experimental de Agua Fría del CIMMYT. (Foto: Alfonso Cortés/CIMMYT)
El CIMMYT ha estado trabajando mano a mano con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de México (SADER) en MasAgro, un proyecto que promueve la producción sustentable de maíz y trigo en México.
En la siguiente conversación, Martin Kropff, Director General del CIMMYT, y Bram Govaerts, Representante del CIMMYT para las Américas y Director del Programa de Desarrollo Estratégico, exploran temas como la seguridad alimentaria y la agricultura de México, mientras que el COVID-19 interrumpe el statu quo de la nación.
¿La pandemia del COVID-19 ha expuesto vulnerabilidades en la seguridad alimentaria mexicana?
Kropff: Aunque México produce muchos alimentos –de hecho, actualmente ocupa el puesto 11 en la producción de alimentos a nivel mundial– todavía importa alimentos de otros países, particularmente alimentos básicos como el maíz, el trigo y el arroz de los EE. UU. La pandemia actual plantea una amenaza para el comercio abierto y México también podría verse afectado por las restricciones comerciales que imponen otros países para proteger a su gente y a los mercados internos de la escasez de alimentos.
Govaerts: Al mismo tiempo, la pandemia está reduciendo las actividades económicas en todas partes a niveles mínimos. Esto representa una amenaza para la producción de alimentos dado que los agricultores y trabajadores agrícolas en México, y la mayor parte del hemisferio norte, están a punto de comenzar la temporada de cultivo de primavera/verano. Los campos de México deben estar preparados para la siembra y los agricultores necesitan seguridad, ya que corren riesgos invirtiendo hoy para una cosecha que llegará dentro de varios meses.
¿Cómo está ayudando el CIMMYT a reducir estas vulnerabilidades?
Govaerts: El CIMMYT está trabajando con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de México (SADER) y el sector privado y social para abordar estas amenazas.
Kropff: De hecho, vemos que México ya está respondiendo a un llamado a la acción dirigido a líderes mundiales respaldado por el CIMMYT, el cual se publicó en el sitio web de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU, en inglés). Este llamado a la acción insta a los países a implementar tres medidas clave para evitar una crisis alimentaria mundial que podría aumentar la cantidad de personas que padecen hambre crónica en millones: mantener el flujo de alimentos en todo el mundo; escalar el apoyo a los más vulnerables; e invertir en sistemas alimentarios sustentables y resilientes.
Recolección de semillas durante la cosecha en la estación experimental del CIMMYT ubicada en Ciudad Obregón, Sonora. (Foto: Peter Lowe/CIMMYT)
¿Cuál es el papel de la colaboración del CIMMYT con los organismos del gobierno mexicano en este proceso?
Govaerts: En los campos hay potencial para responder y evitar que la crisis de salud de hoy se convierta en la crisis alimentaria de mañana. El CIMMYT está trabajando con la SADER y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) para contribuir a un suministro estable de granos básicos cultivados de manera sustentable en México, ofreciendo asesoramiento técnico a los más de 300,000 agricultores que participan en MasAgro, el proyecto de colaboración bilateral del CIMMYT con México para la producción sustentable de maíz y trigo.
Actualmente, los técnicos y agentes de extensión de MasAgro están trabajando con pequeños agricultores en el centro y sur del país para preparar los suelos para la siembra, asesorándolos sobre densidades de siembra óptimas y el uso de variedades mejoradas de alto rendimiento, manejo agroecológico de plagas, fertilización, riego, entre otras actividades que son esenciales para comenzar el ciclo de producción de cultivos a tiempo.
México y el CIMMYT también están trabajando con el sector agroalimentario para desarrollar las capacidades de los agricultores para aumentar la producción de granos de manera sustentable y vender el excedente a las empresas agroalimentarias locales y multinacionales que operan en México. Esto forma parte de planes nacionales más amplios llamados Maíz para México y Trigo para México.
Kropff: Estos planes están bastante alineados con el llamado a los gobiernos para que trabajen con el sector filantrópico y privado con el objetivo de fortalecer y ampliar los programas de alimentos específicos al vincularlos con alimentos que promueven la salud y la producción sustentable. Actualmente, trabajamos con Nestlé, Kellogg, Grupo Bimbo y la Fundación Walmart, entre otros, para crear una demanda en el mercado por agricultura sustentable a favor de los pequeños agricultores. A esto lo llamamos abastecimiento sustentable.
¿Cómo podemos fortalecer a México como un país de actividades de diseño e investigación agrícola?
Kropff: El CIMMYT ha sido fundamental para la formulación de políticas públicas en México y se ha posicionado como uno de los socios más confiables del país en los últimos 10 años.
Govaerts: Exactamente, y los números hablan por sí mismos. Como resultado de la cooperación con más de 150 colaboradores del sector público, privado y social, MasAgro ha tenido un impacto positivo en la vida de más de 300 mil agricultores que han adoptado agricultura de conservación, semillas mejoradas y tecnologías agrícolas sustentables en más de 1 millón de hectáreas en todo México.
Kropff: Sería estupendo que México siguiera invirtiendo en proyectos de desarrollo integrado como MasAgro y ampliara las prácticas y tecnologías agrícolas sustentables con enfoques innovadores, como el abastecimiento local responsable, el cual mencioné anteriormente, mientras promueve la réplica y adaptación del modelo MasAgro en otros países.
La familia Rodríguez, agricultores de milpa, en Cristóbal Colón, Campeche. (Foto: Peter Lowe/CIMMYT)
¿Cómo podemos fortalecer el acceso de los agricultores a mejores cultivos y técnicas agrícolas?
Kropff: Es imprescindible que el CIMMYT mejore las oportunidades económicas de los agricultores. Esto no puede hacerse sin ingredientes esenciales como el acceso a los mercados, el desarrollo de capacidades, la tecnología y los insumos como semillas y fertilizantes. Y lo más importante, los mejores cultivos y las tecnologías agrícolas no valen nada sin la aceptación y la confianza de los sistemas nacionales de investigación agrícola.
Govaerts: Esto es el núcleo de lo que hacemos junto con los productores de maíz en México en MasAgro. El CIMMYT desarrolla híbridos de maíz con tecnologías convencionales no transgénicas y mejora las semillas de maíces nativos en proyectos de colaboración con agricultores. Posteriormente, esta semilla mejorada de maíz se prueba en colaboración con el sector local de semillas que, a su vez, comercializa los materiales mejor adaptados a las regiones de cultivo de México. Estas compañías de semillas son pequeñas y medianas empresas que generan desarrollo económico en el centro y sur del país.
Kropff: Del mismo modo, en un proyecto que comenzó en 2019 en África oriental y meridional, llegamos a los agricultores en Malawi, y pronto en Ruanda y Tanzania, con nuestras semillas mejoradas a través de pequeñas compañías de semillas que desempeñan el papel clave de ‘conectores’ en los complejos y complicados mercados que a menudo son ignorados por las grandes compañías de semillas. Después, los investigadores del CIMMYT realizan ensayos de variedades y realizan un seguimiento de las ganancias genéticas en los campos de los agricultores y comparten los hallazgos con la comunidad agrícola en general.
¿Qué cambios podemos esperar en la gestión de la cadena de suministro de alimentos de la nación después del COVID-19?
Kropff: Todas las crisis traen consigo desafíos y oportunidades. Creo que México podría aprovechar esta oportunidad para hacer que sus cadenas de suministro y valor sean más integradas, resilientes y flexibles.
Govaerts: México puede convertirse en el líder de la innovación que integra conocimiento tradicional y científico.
¿Qué papel quiere jugar el CIMMYT en el futuro?
Kropff: Veo que el CIMMYT trabaja aún más cerca de las comunidades agrícolas, pero especialmente a lo largo de toda la cadena de valor con ciencia y datos para mejorar la toma de decisiones.
Govaerts: El CIMMYT puede ser un catalizador de programas integrados. Queremos seguir descubriendo y ayudando a implementar nuevas soluciones para los pobres que padecen inseguridad alimentaria en el mundo y trabajar para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Una nueva plataforma de evaluación y aprendizaje para las tecnologías de confianza y transparencia —como blockchain— en los sistemas agroalimentarios ha sido lanzada en la Cumbre Strike Two a finales de febrero.
AgriFoodTrust debutó en la cumbre que reunió a los principales actores del sistema agroalimentario para discutir cómo blockchain y las tecnologías relacionadas pueden contribuir a la seguridad, la calidad y la sostenibilidad de los alimentos, dijo Gideon Kruseman, economista del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y cofundador de la plataforma.
“Blockchain a menudo se asocia con la seguridad digital que condujo a la criptomoneda. Sin embargo, la creciente investigación está proporcionando evidencia sobre su potencial único para brindar mayor eficiencia, transparencia y trazabilidad al intercambio de valor e información en el sector agrícola,” dijo Kruseman.
«Muchos de los problemas y desafíos aparentemente insuperables que enfrentan las dinámicas y complejas cadenas de valor de los sistemas agroalimentarios, especialmente en países de bajos y medianos ingresos, se reducen a una falta de confianza, transparencia y estructuras de gobernanza confiables,» dijo el investigador que también lidera la Comunidad de Práctica de Datos en Socioeconomía de la Plataforma CGIAR para Macrodatos en Agricultura.
El panelista de Future Food habla en la Cumbre Strike Two en Amsterdam, Países Bajos. (Foto: The New Fork)
Un blockchain es un libro de contabilidad que es casi imposible de falsificar. Se puede describir como una estructura de datos que contiene registros de transacciones y garantiza la seguridad, la transparencia y la descentralización. La tecnología puede ser la base de las soluciones, pero la tecnología es la parte fácil; Kruseman explicó que resolver el lado más fácil ha demostrado ser un desafío aparentemente insuperable en las últimas décadas.
Las tecnologías de confianza y transparencia digital pueden usarse para mejorar las estructuras de gobernanza y limitar la corrupción en los sistemas agroalimentarios en los países de bajos y medianos ingresos, dijo Marieke de Ruyter de Wildt, cofundadora de AgriFoodTrust.
“Esta nueva generación de tecnologías descentralizadas está, en esencia, mejorando las estructuras de gobernanza. La gente a menudo piensa que se trata de tecnología, pero no es así. Se trata de las personas y de cómo organizamos las cosas.»
“Estas tecnologías son neutrales, inmutables y resistentes a la censura. Imagínense qué oportunidades surgen cuando un sistema es incorruptible,” dijo de Ruyter de Wildt.
Se espera que, a través de, por ejemplo, códigos QR, la tecnología se pueda utilizar para abordar desafíos como evitar la venta de semillas falsificadas a pequeños agricultores, garantizar el valor nutricional de las variedades de cultivos biofortificados y promover la adopción de principios agrícolas sostenibles mientras se mejora la implementación y el monitoreo de los acuerdos internacionales relacionados con la agricultura.
“Aquí es donde entra la plataforma como base de conocimiento. La plataforma AgriFoodTrust ve a los investigadores de los centros del CGIAR y academias, como la Universidad de Wageningen, experimentar con estas tecnologías además de otras soluciones, modelos de negocios y asociaciones para determinar qué funciona, cómo, cuándo y para quién, para compartir esa información,» agregó Kruseman.
Los hallazgos en la nueva plataforma se utilizarán para crear capacidad en todos los aspectos de las tecnologías y su aplicación para garantizar que esta tecnología sea inclusiva y utilizable.
Junto con Kruseman, los cofundadores de AgriFoodTrust incluyen a los expertos en agricultura digital de Ruyter de Wildt, fundador y CEO de The New Fork, y Chris Addison, coordinador principal de datos para la agricultura en CTA. El financiamiento inicial para la plataforma se ha recaudado a través de CTA, la Plataforma CGIAR para Macrodatos en Agricultura y los Programas de Investigación de Maíz y Trigo del CGIAR.
«AgriFoodTrust propone acelerar la comprensión de estas tecnologías y fundamentalmente hacer que los sistemas alimentarios sean más íntegros y resilientes,» explicó de Ruyter de Wildt.
Para 2050, los agricultores necesitarán producir suficientes alimentos diversos y nutritivos para alimentar a 10 mil millones de personas en menos tierra utilizando menos recursos mientras se enfrentan a los desafíos de un clima cambiante. Esto ha llevado a los investigadores a impulsar tecnologías agrícolas que generen sistemas alimentarios más inclusivos y sostenibles. Se espera que las tecnologías de mayor confianza y transparencia puedan ayudar a superar los incentivos contraproducentes, las estructuras de gobernanza deficientes, los arreglos institucionales prevalecientes y las fallas del mercado.
Disclaimer: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente la política oficial o la posición del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
La vida cotidiana, tal como la conocemos, se ha detenido y los científicos de cultivos están reflexionando sobre los siguientes pasos a tomar frente a la crisis global del COVID-19. Hans Braun, Director del Programa Global de Trigo en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y del Programa de Investigación de Trigo del CGIAR (WHEAT), se une a nosotros en una charla virtual para discutir la necesidad de una mayor inversión en la investigación de enfermedades de los cultivos, ya que el mundo corre el riesgo de una crisis de seguridad alimentaria.
¿Qué ha aprendido de su trabajo con diversas enfermedades del trigo que podemos tomar como aprendizaje en estos momentos?
Las epidemias del trigo se remontan a los tiempos bíblicos. Los científicos del trigo ahora creen que los «siete malos años» de cosecha de Egipto a los que se hace referencia en la Biblia se debieron a un brote de roya del tallo.
Sabemos lo que sucede cuando tenemos una epidemia de cultivos: las enfermedades pueden acabar por completo con la cosecha. He visto a agricultores pararse frente a sus campos de trigo, pero no hay un solo grano dentro de las espigas. Todo debido al brusone del trigo.
Hay muchos problemas paralelos que veo con el brote de COVID-19.
Los modelos epidemiológicos para humanos que vemos hoy en día tienen mucho en común con la epidemiología vegetal. Por ejemplo, si tenemos un campo de trigo sembrado con una variedad que es resistente a la roya y después se obtiene una espora que muta y vence la resistencia —como el COVID-19 vence el sistema inmunológico humano— toma alrededor de dos semanas para que esporule de nuevo y produzca millones de mutaciones. Esporulan una vez más y obtenemos miles de millones y billones de esporas. Posteriormente, los campos de trigo a nivel local, nacional y, en el peor de los casos, regional se dañan gravemente y en el peor de los casos van a morir.
El problema es que, dado que no podemos poner en cuarentena al trigo, si el clima es favorable, estas esporas volarán a todas partes y —al igual que con el COVID-19— no necesitan pasaporte para viajar.
¿Podría darnos más detalles al respecto? ¿Cómo pueden globalizarse las enfermedades del trigo?
Por lo general, toma alrededor de 5 años, a veces menos, que una mutación en una espora de roya supere la resistencia de una variedad de trigo. De vez en cuando, vemos epidemias de roya que cubren toda una región. Para monitorear este movimiento, la Iniciativa Mundial Borlaug Contra la Roya de la Universidad de Cornell y el CIMMYT, financiada por la Fundación Bill & Melinda Gates y el Ministerio de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID, en inglés), estableció un sistema global de monitoreo de roya que proporciona datos en tiempo real sobre los movimientos de las esporas.
Por ejemplo, si hay una nueva raza de roya del tallo en Yemen, y en Yemen el trigo madura de manera temprana, y posteriormente, los agricultores queman la paja, su acción «empuja» las esporas hacia el aire, lo que les permite ingresar y cubrir de 2 000 a 5 000 kilómetros en muy poco tiempo. Las personas que ingresaron a un campo de trigo infectado también pueden llevar consigo esporas en la ropa o en los zapatos. Tomemos a Australia, por ejemplo, que tiene leyes de cuarentena muy estrictas. Está rodeado por el mar y, aun así, eventualmente, obtienen las nuevas razas de roya que vuelan alrededor o vienen con los viajeros. Uno simplemente no puede evitarlo.
Plantas de trigo resistentes a la roya del tallo (izquierda) y susceptibles (derecha) en la instalación de fenotipado de roya del tallo en Njoro, condado de Nakuru en Kenia. (Foto: Joshua Masinde/CIMMYT)
¿El cambio climático podría exacerbar la propagación de las enfermedades de los cultivos?
Sí, el clima y su variabilidad tienen mucho que ver con eso. Por ejemplo, en el caso de la roya amarilla, lo que es extremadamente importante es el tiempo que transcurre de esporulación a esporulación. Tomemos una espora de roya. Germina, crece, se multiplica y posteriormente, una vez que está lista, se dispersa para infectar las plantas. De una dispersión a la siguiente, se necesitan aproximadamente dos semanas.
En las últimas décadas, en particular para la roya amarilla, las nuevas razas están mejor adaptadas a las altas temperaturas y se multiplican más rápido. En un artículo de Nature, mostramos que hace 30 años la roya amarilla no estaba presente en las Grandes Llanuras de los Estados Unidos. Hoy, es la enfermedad de trigo más importante en la zona. Entonces, realmente hay algo que está sucediendo y cambiando y es por eso que estamos tan preocupados por las nuevas razas de enfermedades del trigo cuando surgen.
¿Qué podría tomar de esto un epidemiólogo especializado en virus humanos?
Bueno, creo que los epidemiólogos saben muy bien lo que sucede en un caso como el del virus del COVID-19. Los ciudadanos comunes ahora también comienzan a comprender qué es una pandemia y qué significa su crecimiento exponencial.
Tal vez deberíamos preguntarnos qué pueden aprender los responsables políticos sobre el COVID-19 para prevenir epidemias de plantas. Cuando se trata de epidemias, lo que se aplica a los humanos se aplica a las plantas. Si hay una nueva raza de una determinada enfermedad en un cultivo, en ese momento, la planta no tiene un mecanismo de defensa, como los humanos en el caso del COVID-19, porque no hemos desarrollado ninguna inmunidad. Mientras que en los países desarrollados los agricultores pueden usar productos químicos para controlar las enfermedades de las plantas, los agricultores de escasos recursos no tienen esta opción, debido a la falta de acceso o porque la protección de las plantas no se ha registrado en su país.
Además de esto, nuestras líneas de trabajo comparten un sentido de urgencia. Si ocurre el «día del juicio final», será demasiado tarde para reaccionar. En la actualidad, con una pandemia humana, las personas están preocupadas por la cadena de suministro desde el procesamiento de alimentos hasta el supermercado. Pero si tenemos una epidemia en las plantas, entonces no tenemos la cadena de suministro desde el campo hasta la industria de procesamiento de alimentos. Y si la gente no tiene nada para comer, saldrán a las calles y veremos violencia. Simplemente, no podemos dejar esto de lado.
¿Qué otras lecciones pueden tomar los responsables políticos y otras partes interesadas de la crisis actual?
El mundo necesita aprender que no podemos usar la economía como base para la investigación de enfermedades. Necesitamos prever mejor lo que podría suceder.
Tomemos el ejemplo del brusone del trigo, una enfermedad devastadora que puede destruir la espiga de trigo y que inicialmente se limitó a América del Sur. La enfermedad llegó a Bangladesh en 2016 y causó un pequeño daño económico, tal vez una pérdida de 30 000 toneladas en un área geográfica pequeña, una pequeña fracción de la producción nacional pero un desastre para el pequeño agricultor, que por lo tanto habría perdido toda su cosecha de trigo. La enfermedad ahora se controla con productos químicos. Pero, ¿qué pasa si se desarrolla resistencia química y la enfermedad se propaga a los 10 millones de hectáreas en las llanuras indogangéticas de la India y el sur de Pakistán. Improbable, pero, ¿y si sucede?
La agricultura representa el 30% del PIB mundial y el dinero de la investigación [destinado a la agricultura] y en comparación con otras áreas es pequeño. A nivel mundial, solo el 5% de la I+D se invierte en investigación para el desarrollo relacionado con la agricultura. ¡Qué discrepancia! Un millón de dólares estadounidenses invertidos en investigación sobre el brusone del trigo es muy útil y, si no se hace, se corre el riesgo de un desastre.
Si el desastre del COVID-19 tiene algún lado negativo, es de esperar que nuestros gobiernos se den cuenta de que tienen que desempeñar un papel mucho más serio en muchas áreas, en particular la salud pública y el control de enfermedades en humanos, pero también en plantas.
Un informe de Lloyd concluyó que una crisis alimentaria global podría ser causada por los gobiernos que toman medidas de aislamiento para proteger a sus propios países. Me preocupa que a medida que la crisis del COVID-19 continúe, los gobiernos detendrán las exportaciones como lo hicieron algunos durante la crisis de precios de los alimentos de 2008, y después, incluso si hay suficiente comida, el escenario de 2008 podría volver a ocurrir y los precios de los alimentos aumentarán, con un impacto desastroso en la vida de los más pobres.
Foto de portada: Hans Braun, Director del Programa Global de Trigo en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), inspecciona las plantas de trigo en los invernaderos. (Foto: Alfonso Cortés/CIMMYT)
Los esquemas globales para combatir el cambio climático pueden perder su marca al ignorar las «conexiones fundamentales» en la forma en que se producen, suministran y consumen los alimentos, dicen los científicos en un nuevo artículo publicado en la revista Nature Food. Organismos mundiales como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en inglés) y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC en inglés) manejan los diferentes componentes del sistema alimentario por separado. Esto incluye la producción agrícola y ganadera; procesamiento, almacenamiento y transporte de alimentos; y consumo. Los científicos argumentan que este enfoque desarticulado puede dañar las estrategias para reducir las emisiones de alimentos y proteger los alimentos de los impactos climáticos, y que se necesita un enfoque «integral» y «unificado».
Los alimentos y el cambio climático están profundamente interrelacionados, pero las emisiones de alimentos deben monitorearse más allá de la granja, es decir, más allá de las emisiones derivadas del cultivo o la cría de ganado. Los investigadores están descubriendo nuevas ideas sobre cómo los diferentes subcomponentes del sistema alimentario contribuyen a la mitigación y adaptación al cambio climático. Argumentan que debemos entender cómo estos componentes funcionan juntos —o chocan en algunos casos— para abordar eficazmente la agricultura en un clima cambiante.
La sociedad enfrenta enormes desafíos en la transición al desarrollo rural sostenible. Es poco probable que hagamos esta transición a menos que nos alejemos del paradigma del siglo XX que ve al mundo como un sistema lógico y lineal centrado en «escalar» el uso de tecnologías para llegar a cientos de millones de pequeños productores.
En un nuevo artículo publicado esta semana en NextBillion, Lennart Woltering, del CIMMYT, sostiene que «es poco probable que las comunidades agrícolas continúen utilizando una nueva práctica o tecnología si el sistema circundante permanece sin cambios, ya que es este mismo sistema el que dio forma a su manera convencional de agricultura».
Woltering hace un llamado a la comunidad de investigación para el desarrollo para trabajar en la producción de un cambio más profundo del sistema y ofrece algunas consideraciones clave para avanzar en la dirección correcta.