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Los trabajadores agrícolas ante el cambio climático

Productor de Oaxaca, México, quien participa en proyecto orientado a zonas áridas. (Foto: CIMMYT)
Productor de Oaxaca, México, quien participa en proyecto orientado a zonas áridas. (Foto: CIMMYT)

El 15 de mayo en México se celebra también el Día del Trabajador Agrícola, en referencia a San Isidro Labrador y a que, en el calendario agrícola, regularmente, comenzaban las lluvias. El régimen de lluvias, sin embargo, ha cambiado notablemente en años recientes debido al cambio climático.

Las temporadas normales de lluvia han estado cambiando, ahora son más cortas o largas, hay mucha variabilidad que hace muy problemático para los productores planear cuál cultivo sembrar y en qué fecha porque además aumenta el riesgo para la producción. Entonces los productores ahora tienen que adaptar sus sistemas, ser más flexibles”, comenta Kai Sonder, científico del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quien es especialista en sistemas de información geográfica. 

“Bajo el escenario de cambio climático más probable actualmente, donde la humanidad sigue emitiendo más gases de efecto invernadero y donde esa tendencia seguirá en los próximos años, entonces las predicciones son que las temperaturas van a seguir subiendo, lo que implica más estrés por calor para los cultivos, y también que necesitamos más agua, pero en muchas partes del país las predicciones dicen que lloverá menos”, menciona el especialista. 

Para las distintas regiones del país los efectos del cambio climático trazan escenarios igualmente diferenciados: “En algunas partes del norte puede ser que las lluvias aumenten, en algunas partes en las sierras, pero también las lluvias serán más intensas y en muchos casos más cortas, entonces ahí tenemos el doble problema de mayor estrés por calor al mismo tiempo que probablemente habrá menos agua en muchas áreas, lo que implica menos potencial de rendimiento”, continúa Sonder.  

Todas las zonas del trópico y subtrópico, especialmente el sur, pero también el centro del país, tendrán modificaciones y podrían ser menos productivas o dejar de serlo para los cultivos actuales. Algunas áreas en los Valles Altos puede que se beneficien, podrían introducir algunos cultivos que antes por el frío u otros factores no se podía, pero es una pequeña parte del país. Y en el norte es donde también puede mejorar la producción agrícola en algunos casos, pero son áreas bastante secas ya hoy día”. 

Para los trabajadores agrícolas, adicionalmente a los efectos del calentamiento global, se predice un fuerte incremento de estrés térmico que afectará la productividad laboral y generará riesgos para la salud de estos trabajadores, particularmente para áreas tropicales y subtropicales del país.  

Al preguntarle sobre la resiliencia climática, el científico del CIMMYT comenta que la idea que da soporte a este concepto la de “tener un sistema de producción para que los agricultores puedan de alguna manera tratar de evadir el impacto negativo del cambio climático lo más posible con variedades nuevas tolerantes al estrés, o la identificación de maíces nativos que estén adaptados a esos estreses. Y también tener una agronomía muy adaptada, sustentable, con tecnologías como agricultura de conservación que ayudan a balancear en muchas partes el impacto negativo de la variabilidad climática”. 

Como menciona Sonder, se requiere de una agricultura climáticamente inteligente donde igualmente se atienda la capacitación de técnicos y agricultores y se formulen políticas públicas para “asegurar que los productores tengan acceso a datos, a información del clima confiable para definir fechas óptimas de siembra, por ejemplo”. 

Del mismo modo, impulsar el trabajo de centros de investigación como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) o el CIMMYT y las universidades agrícolas, desde donde también se está “tratando de usar todos los modelos de cambio climático disponibles hoy en día para informar a los mejoradores en qué dirección tienen que ir para asegurar que todo productor en México tenga semillas que pueda sembrar bajo condiciones adversas”. 

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Canícula: qué es y cómo se pueden minimizar sus efectos

Después de 24 días de canícula que provocaron estrés hídrico en los cultivos de productores de la región Valles Centrales, en Oaxaca, México, se observó que la sombra que el maíz brindó al frijol disminuyó el estrés de dicho cultivo. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Efecto de la canícula en los Valles Centrales de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

La canícula (sequía intraestival o veranillo) es un caso particular de sequía que ocurre en una amplia región de Mesoamérica y el Caribe. Se trata de un fenómeno climático que constituye una amenaza regional, pues sus impactos —amplificados por el inadecuado uso de la tierra y el cambio climático— pueden ser tan grandes que históricamente han provocado el desplazamiento de miles de personas, muerte de ganado y pérdidas de cultivos a gran escala.

Llamada así porque hace muchos años el fenómeno coincidía con la aparición de la constelación Canis Maior en el firmamento, la canícula se origina regularmente en medio del verano porque es cuando las condiciones climáticas en la región propician la aparición de algunos anticiclones. Si los ciclones ocasionan lluvias torrenciales, los anticiclones hacen lo contrario, y es por eso que en los llamados 40 días más calurosos del año —de acuerdo con los registros históricos, pueden ser entre 30 y 60— se observan cielos muy despejados.

Este fenómeno, en el que se conjugan lluvias mínimas y altas temperaturas que pueden llegar hasta los 50 grados Celsius, se presenta entre julio y agosto. No obstante, su duración, intensidad y severidad varían dependiendo de la región y la aparición de otros fenómenos climáticos, por lo que incluso puede extenderse hasta septiembre.

Su estudio científico es muy reciente, pero hoy se sabe que la canícula es más intensa en la parte oriental del Pacífico (el Corredor Seco) y que está asociada a otros fenómenos meteorológicos, como el Monzón de América del Norte, la corriente en chorro de bajo nivel del Caribe e incluso la llegada del polvo del Sahara, el cual contribuye a la supresión de las lluvias.

La agricultura de temporal es la más vulnerable ante este fenómeno, pues ocasiona un bajo nivel productivo —comparado con las zonas de riego— y un aumento de plagas. Desde el punto de vista agronómico, la severidad del efecto de la canícula no solo depende de la temperatura y la precipitación, sino del tipo de suelo, el cultivo establecido, la etapa de desarrollo en que se encuentre dicho cultivo, la variedad y —sobre todo— las medidas y prácticas agronómicas que se realicen.

De acuerdo con los pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se prevé que este año la canícula se presente sobre todo en estados del noreste —en Chihuahua, Durango, Sinaloa y Sonora las lluvias se incrementan durante julio y agosto, debido a la presencia del Monzón de Norteamérica, por lo que la canícula no se percibe en estos estados— y en las costas de Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca, y con menor intensidad en los estados del centro y sur-sureste. 

¿Cómo pueden los productores hacerle frente?

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve la agricultura de conservación como un sistema efectivo para hacer frente a la sequía. Debido a que este sistema agrícola contempla la cobertura del suelo con rastrojos o residuos agrícolas del ciclo anterior, el suelo queda protegido y conserva mayor humedad. En este sentido, no es exagerado decir que el rastrojo es un héroe en años secos.

Junto con otras prácticas sustentables derivadas y asociadas —como la elección de fechas de siembra y variedades adecuadas (particularmente de ciclo corto), la diversificación de cultivos (donde en las rotaciones o asociaciones una especie puede proporcionar sombra a otra, o compensar las posibles pérdidas, por ejemplo) y los cultivos de cobertura (que funcionan como una trampa de humedad, ya que retienen rocío y evitan que se pierda por evaporación)—, la agricultura de conservación contribuye a minimizar los impactos de la canícula. 

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Cambio climático obliga a investigar mejores fechas de siembra

Veracruz.- La seguridad regional y nacional alimentaria depende de varios factores, entre los que destacan el mantenimiento y fortalecimiento de un sistema de investigación y desarrollo incluyente, que sea capaz de proporcionar continuas mejoras en todos los aspectos de los sistemas productivos utilizados por los agricultores, que haga frente a la diversidad agroecológica, económica y social de un país, y que sea dinámica para responder a los retos del cambio climático. 

Las zonas productoras de maíz para grano abierto, por ejemplo, son vulnerables a la variabilidad climática, por lo que los cambios en las condiciones climáticas repercuten directamente en la calidad y cantidad de la cosecha. Ante esta situación, muchos productores buscan alternativas más eficientes para sus sistemas de producción o bien cambiar sus cultivos por otros que puedan ofrecerles mayor rentabilidad.

A nivel nacional, sin embargo, cerca de dos millones de productores de pequeña escala siembran maíz sobre todo para autoconsumo. Para la mayor parte de ellos, que además tienen una cultura y economía basada en el maíz, optar por cultivos diferentes no es la mejor opción, por lo que una solución posible es hacer más viable su sistema de producción. 

Para contribuir a este propósito, investigadores de DECOTUX y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) se dieron a la tarea de identificar los métodos de sistematización del proceso de producción del maíz y comprender su relación con los indicadores climáticos en las comunidades de la Sierra de Santa Martha en Veracruz, esto, debido a la necesidad de adaptación de los productores de la sierra veracruzana ante los efectos del cambio climático. 

La investigación referida se realizó en cinco comunidades de Veracruz en 2021: Plan Agrario, Encino Amarillo, Ocotal Texizapan, Ocotal Grande y Ocotal Chico; dentro de los municipios Mecayapan, Soteapan y Tatahuicapan de Juárez, los cuales se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera de los Tuxtlas, en la Sierra de Santa Martha, Veracruz.

A través de esta investigación, que incluyó recorridos y entrevistas con productores, se identificó que los meses de junio y agosto presentaron precipitaciones convenientes para el requerimiento hidrológico del maíz —con una precipitación promedio de 6 mm por día—, lo que los convierte en los meses óptimos para su siembra. De hecho, las parcelas sembradas en este periodo mostraron un mejor comportamiento y un rendimiento de una tonelada promedio, mientras que las parcelas que se sembraron a finales de julio tuvieron un rendimiento inferior.

Otro aspecto relevante que se identificó en la zona fue que, aunque las semillas híbridas tienen un mejor desarrollo en planta y mayor rapidez en crecimiento, su maíz es más propenso a las lluvias y más susceptible a hongos y pudrición, a diferencia de los maíces nativos que tienen una mayor resistencia, pero son muy susceptibles al estrés hídrico, además que hacia el mes de septiembre los vientos del norte hacen que ese maíz caiga debido a que alcanzan una altura de hasta 3 m. Esto propicia que se pierda mucha cosecha, porque el grano no se alcanza a polinizar y las mazorcas quedan incompletas.

Ya que el comportamiento climático sigue cambiando, también es necesario trabajar en la adaptación de los métodos de siembra y la identificación de las mejores prácticas que permitan a los agricultores hacer frente a los efectos del cambio climático. En este sentido, este estudio —realizado en el marco de MasAgro-Cultivos para México— contribuye a la comprensión de las dinámicas agrícolas que, a su vez, permitirán identificar las prácticas más adecuadas para los productores locales.  

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El uso eficiente del agua en la agricultura

El uso del agua para fines agrícolas es un tema central en cualquier debate sobre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria. En promedio se destina el 70% del agua que se extrae en el mundo para esta actividad y más de 330 millones de hectáreas cuentan con instalaciones de riego a nivel mundial. La agricultura de regadío representa el 20% del total de la superficie cultivada y aporta el 40% de la producción total de alimentos en todo el mundo.

Pese a la importancia que la agricultura tiene a nivel mundial, existen serios problemas con el tema del abastecimiento general del agua. El cambio climático, usos y prácticas inadecuadas e inconsistencias en la asignación de este recurso complican aún más el panorama. Además, para el año 2050 las proyecciones indican que la población del planeta será superior a los 10 mil millones de habitantes y, para satisfacer las necesidades básicas de alimentos, las predicciones en cuanto a produccion agrícola se estiman en un aumento del 70% para dicho año.

Por un lado, es necesario utilizar menos agua para fines agrícolas, pero por el otro, el uso más intensivo del agua en la agricultura es un elemento fundamental en el aumento sostenible de la producción de alimentos. Para resolver este dilema aparente es necesario reconsiderar seriamente la gestión del agua en el sector agrícola y su reposicionamiento en el contexto más amplio de la ordenación general de los recursos hídricos y la seguridad hídrica.

En México, el Sistema Hidriagrícola de Sinaloa (SHISIN) es el más importante en cuanto a número de distritos de riego, superfice de riego, presas y capacidad de almacenamiento. Las 11 presas de almacenamiento que lo conforman tienen una capacidad de conservación de 15,609.5 millones de metros cúbicos (Mm3), para regar ocho distritos de riego que cuentan con una superficie de riego de 780,905 hectáreas (ha) y 84,344 usuarios.

Debido a diversos factores, los almacenamientos en la mayoría de las presas de los subsistemas han sido muy bajos en lo que va del año, por lo que los volúmenes almacenados en las presas hacia octubre de 2021, cuando inicia el año agrícola en la región, podrían ser insuficientes para autorizar los volúmenes concesionados a gran parte de los distritos de riego. 

Algunas recomendaciones para poder sembrar la mayor superficie son captar agua de lluvia en las parcelas —la cobertura del suelo con rastrojo permite conservar la humedad por más tiempo—; sembrar cultivos de baja demanda de agua, como frijol, garbanzo, sorgo y cártamo; rescatar agua superficial con bombeo en corrientes superficiales como ríos, arroyos y drenes; hacer planes de riego congruentes con los volúmenes de agua autorizados a extraer de las presas, los programados a bombear con los pozos profundos y a rescatar de las corrientes superficiales; coordinar los cambios entre las parcelas que terminan e inician los riegos, para evitar las pérdidas de agua en punta de canal; regar de día y de noche.

Por supuesto, son necesarias acciones a nivel socioorganizativo en la gestión del agua y considerar mejoras de los sistemas de abastecimiento de agua para proporcionar servicios a pedido usando tecnologías de la información —como sensores de la humedad del suelo y la estimación de la evaporación y transpiración a partir de datos satelitales—. No obstante, también es importante aumentar la eficiencia en el uso del agua a nivel de parcelas, donde existen alternativas como el uso de semillas mejoradas, la siembra directa o con poca labranza —Agricultura de Conservación—, humectación y secado alternativo, intensificación sostenible del arroz —uno de los cultivos con mayores requerimientos de agua—, sistemas de riego adecuados y otras.

Con la colaboración especial del doctor Luis Rendón Pimentel

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El manejo agronómico para implementar la AC en Sinaloa

La agricultura de conservación (AC) es una práctica agrícola sostenible y rentable que busca la protección del medio ambiente y la reducción de costos de producción. Consiste en hacer un movimiento mínimo del suelo, dejar el rastrojo en la superficie y practicar la diversificación de cultivos. Si estás interesado en la adopción de este sistema, a continuación hablamos sobre la siembra y el control de malezas, dos temas que por el manejo de la soca suelen verse como un obstáculo:

Para iniciar: En el sistema de AC el “Año Cero” es una práctica clave para el futuro, ya que se solucionan los problemas de compactación y de nivelación existentes en el terreno y se trazan los surcos con uniformidad para evitar mover el suelo posteriormente.

Para sembrar: Es fundamental la distribución uniforme de los esquilmos sobre la superficie del suelo, por lo que se recomienda que la trilladora tenga el equipo esparcidor de residuos al momento de ir cosechando. Si consideras necesario desmenuzar el rastrojo, es recomendable hacerlo una vez que concluya la temporada de lluvias.

En el mercado existen diferentes equipos y marcas especiales para la AC, pero también ha sido un éxito la modificación de los implementos con los que cuenta el productor, como la fertilizadora y sembradora, a la que se le adapta un disco cortador o machete, según sea el caso, para manejar mejor los residuos de los terrenos y llevar a cabo una fertilización y siembra adecuada y eficiente. De igual manera, a las sembradoras tradicionales, sin importar la marca, se les pueden adaptar discos cortadores adelante del módulo de siembra para que funcionen adecuadamente sobre los residuos de cosecha.

Para fertilizar: En el caso de fertilizadoras es necesario que los equipos cuenten con dos o tres barras para poder jugar en la configuración de los timones y discos y tener espacio para el desfogue de la paja; siempre se colocará el disco en la primera barra y éste hará la labor de corte del esquilmo; una vez cortado el residuo se puede realizar la siembra con una sembradora de uso tradicional.

Para controlar malezas: Se recomienda hacer un plan integral para disminuir la maleza de corto a mediano plazo. Se inicia con el monitoreo sistemático de las malas hierbas y la implementación de un control a tiempo, que se puede realizar con trituradora o con herbicidas específicos antes y después de la siembra, lo que evita que las malezas diseminen la semilla en el terreno; de esta manera paulatinamente se reducirá el banco de semilla en el suelo. Otro de los beneficios de mantener la soca como cobertura es que reduce en gran porcentaje la germinación de malas hierbas.

¿Quieres conocer más sobre la agricultura de conservación? Busca en Facebook y Twitter el hashtag #SinaloaSustentable.