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Crisis hídrica en Sinaloa: desafíos y respuestas desde el campo

Cultivos afectados por la sequía extrema y la falta de agua. (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)
Cultivos afectados por la sequía extrema y la falta de agua. (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)

Sinaloa, uno de los principales graneros de México, enfrenta una severa crisis hídrica que amenaza la seguridad alimentaria y la economía regional. En el ciclo agrícola 2024-2025, la escasez de lluvias y el bajo nivel de las presas han impactado la producción de maíz, cultivo clave para el estado. Las principales presas registran niveles críticos, con la presa Luis Donaldo Colosio operando al 15.7 % de su capacidad, lo que refleja una tendencia alarmante.

Desde 2023, más de la mitad del estado sufre sequía, con el 22 % de su territorio en condiciones excepcionales. Esta situación ha reducido las áreas sembradas, y ha dejado fuera hasta 150 000 hectáreas este ciclo agrícola. Solo se planean sembrar 49 000 hectáreas de maíz, muy por debajo de las 290 000 del ciclo anterior. La falta de agua ha encarecido los costos de producción y ha disminuido la rentabilidad, lo que ha agravado la situación de los agricultores.

En medio de esta crisis, el CIMMYT, a través de su Hub Pacífico Norte, ha impulsado soluciones innovadoras como la cobertura de rastrojo. Carolina Cortez Pérez, coordinadora técnica en Sinaloa, destaca que esta práctica ha resultado crucial en años secos: “El dejar el rastrojo en el suelo permite conservar humedad después de las lluvias, lo que facilita el inicio de ciclos agrícolas en temporal y reduce la cantidad de agua necesaria para el primer riego de asiento en cultivos de otoño-invierno. Por ejemplo, la lámina de riego puede reducirse de 280-320 mm a 200-260 mm, ahorrando agua y tiempo”.

Cortez también señala que el uso del rastrojo ayuda a disminuir el estrés hídrico en los cultivos, extendiendo en hasta cinco días la resistencia entre riegos. “Esto es clave cuando la programación de riegos se vuelve lenta en temporada alta, dando a los agricultores un margen para manejar mejor la sequía”, añade.

Además del uso de rastrojo, el CIMMYT promueve diversas prácticas agrícolas sostenibles que buscan optimizar el uso del agua y mejorar la productividad en condiciones de sequía. Entre estas destacan la agricultura de conservación, que permite reducir costos de producción y mejorar los rendimientos gracias al uso eficiente de los recursos. También se fomenta el empleo de coberturas vivas, las cuales mantienen raíces activas durante los periodos de descanso, ayudando a captar agua y fijar nitrógeno en el suelo.

Otra estrategia clave es la rotación de cultivos, que incorpora especies con menor demanda hídrica y un potencial mercado viable, ofreciendo mayor flexibilidad a los agricultores. Asimismo, el uso de técnicas como el riego alterno y las tiradas cortas optimiza la aplicación del agua, reduciendo el estrés hídrico de los cultivos y maximizando su producción. Finalmente, se enfatiza la necesidad de contar con infraestructura adecuada, como pipas de riego y la nivelación del suelo, para mejorar la eficiencia en el manejo del agua.

Cortez expresa que es indispensable avanzar en políticas públicas que fortalezcan la resiliencia agrícola. “Es fundamental implementar equipos de medición de riego para evitar desperdicios y garantizar que el agua llegue a donde se necesita. También es crucial entubar canales de riego para prevenir infiltraciones y evaporación, especialmente en el trayecto desde las presas hasta los campos más alejados. Por último, hace falta más inversión en experimentación y tecnologías que indiquen el momento óptimo para el riego en cada cultivo”, enfatiza.

La crisis hídrica en Sinaloa subraya la necesidad de integrar innovación tecnológica, prácticas agrícolas sostenibles y políticas públicas efectivas. Las palabras de Carolina Cortez reflejan la importancia de estas acciones conjuntas: “Solo mediante un manejo eficiente del agua y el uso de tecnologías adecuadas podemos afrontar los retos actuales y construir un futuro más resiliente para los agricultores sinaloenses”.

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Adaptación al cambio climático en México. Parte 2

Técnico de CIMMYT brindando acompañamiento técnico a productor que participa en el proyecto Trigo Regenerativo Bimbo. (Foto: Hub Bajío)
Técnico de CIMMYT brindando acompañamiento técnico a productor que participa en el proyecto Trigo Regenerativo Bimbo. (Foto: Hub Bajío)

De acuerdo con las proyecciones, de cara a los años 2050s, México estaría atravesando por una dura etapa de estrés hídrico, en la que la mayor parte del territorio nacional presentará una sequía grave.

Estados como Sonora y Sinaloa, y parte del Bajío, serían los más afectados al presentar temperaturas por arriba del promedio y prácticamente sin agua suficiente para riegos y cultivos. Pero igual los estados del Sur del país por su naturaleza tropical serán fuertemente afectados por el continuo incremento de temperaturas y cambios de precipitación a largo plazo.

Esta situación no es particular de México, pues otras regiones del mundo también se verían afectadas por este fenómeno que se ve potenciado por los efectos del cambio climático, lo que obliga a la humanidad a pensar en soluciones a corto, mediano y largo plazo para enfrentarla crisis climática, pues en este momento ya no es posible revertirla, más aún cuando el uso de combustibles fósiles no se ha reducido, ni se prevé que esto suceda en un futuro próximo.

En este marco, Kai Sonder, agrónomo y jefe de la unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del CIMMYT, resalta la necesidad de buscar tecnologías más eficientes para el cultivo de trigo, que se caractericen por un consumo bajo de agua y que esta se aproveche al máximo.

A nivel mundial, el agrónomo explica que el cambio climático para 2050 calentará tanto el planeta que latitudes elevadas en el norte de Canadá, algunas partes de Alaska y el norte de Estados Unidos, además del sur de Argentina, se convertirán en áreas adicionales en donde se expandirá la producción de trigo.

En el caso de Europa ocurre una situación similar, en donde la región de Escandinavia; Siberia, en Rusia, al igual que el Norte de China, serían más propicias para el cultivo de maíz y trigo.

Y aunque en el caso de México la sequía y altas temperaturas son una constante en el norte del país, estas condiciones se verán potenciadas en los próximos 10 años, por lo que Sonder hizo un llamado a un uso más eficiente del agua, como el riego por goteo, mayor inversión en los sistemas de riego e incluso pensar en el desarrollo de variedades de trigo que sean más tolerantes a la sequía y el calor y a la vez sean productivas, por lo que el reto que se avecina es grande.

Adoptar tecnologías sustentables para mitigar el cambio climático

De acuerdo con el experto, el empleo de tecnologías sustentables podría ser de gran utilidad para estabilizar los efectos del cambio climático, por ejemplo, ajustar las fechas de siembra del grano o mejorar la agronomía y así mitigar los efectos negativos, e incluso encaminar la situación a políticas relacionadas con el tema del medioambiente.

Otro desafío por enfrentar son los efectos del fenómeno de El Niño, que transita de un periodo cálido (El Niño, denominado así porque inicialmente se le asoció a un fenómeno de menor escala que ocurre en diciembre en Perú, relacionado con el nacimiento del Niño Jesús de la tradición católica) a uno frío (llamado La Niña, en referencia al efecto opuesto), con fases intermedias en este cambio de calentamiento a enfriamiento.

Este fenómeno se ve potencializado debido al cambio climático, lo que ha prolongado la sequía en México, aunque los científicos confían en que La Niña también se refuerce, trayendo como consecuencia abundantes lluvias que ayudarían a mitigar el estrés por calor, sin embargo, una gran cantidad de lluvias también traería consecuencias negativas para algunas regiones del país.

Para abordar este problema, CIMMYT, en conjunto con Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) emprendieron la producción de variedades nuevas más tolerantes al calor.

En el año 2012, la variedad Cirno se distribuyó ampliamente entre los productores, quienes vieron su valor en varios días de campo y en parcelas experimentales. Como resultado, aproximadamente el 80 % de los productores la adoptaron, lo que ha ayudado, en parte, a equilibrar el impacto negativo de las temperaturas elevadas.

Para el futuro, se plantea la combinación de buena agronomía, agricultura climáticamente inteligente, sistemas de riego más sofisticados y eficientes, junto con variedades nuevas específicamente creadas para enfrentar estos desafíos. Estudios han mostrado que la adopción de variedades mejoradas a largo plazo puede resultar en menos emisiones y una mayor eficiencia en el uso de fertilizantes y agua.

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Adaptación al cambio climático en México. Parte 1

Efecto de la sequía en cultivo de trigo bajo prácticas convencionales. (Foto: Jenifer Morales / CIMMYT)
Efecto de la sequía en cultivo de trigo bajo prácticas convencionales. (Foto: Jenifer Morales / CIMMYT)

La nueva normalidad climática, como la llaman los expertos, es una realidad en todo el mundo y México no es la excepción, pues en los últimos años se han registrado temperaturas récord durante los meses de primavera y verano, en donde la escasez de lluvias es una constante que afecta la producción de cereales como maíz, arroz y trigo.

En el caso específico del trigo, aunque actualmente las principales zonas productoras en México son Sonora y Sinaloa, el cambio climático podría alterar esta situación, volviendo menos productivas estas áreas y abriendo la posibilidad de que áreas de valles altos en estados como Oaxaca y Chiapas, que al momento no lo producen, se conviertan en productores de este cultivo.

Este cambio conlleva varios desafíos, por ejemplo, la necesidad de comenzar a considerar metodologías eficientes para la producción de trigo en regiones de Oaxaca y Chiapas, donde las condiciones de temperatura permitirían que estos cultivos prosperaran, pero donde serían necesarios nuevos aprendizajes para su cultivo sustentable.

Kai Sonder, agrónomo y jefe de la unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del CIMMYT, expuso los diferentes caminos en los que la humanidad puede transitar en términos de emisiones y adaptación al cambio climático, con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria en un mundo con temperaturas cada vez más extremas.

El especialista explicó cómo trabajar en la mitigación y adaptación al cambio climático es crucial en la producción de trigo y otros cultivos, sobre todo, respecto a la fotosíntesis, el proceso a través del cual la luz se transforma en azúcares y que suele adaptarse a las altas temperaturas y concentraciones de CO2.

Durante este proceso, impulsado por la energía lumínica, se sintetizan moléculas de glucosa (y otros azúcares) a partir de agua y dióxido de carbono, liberando oxígeno como subproducto. Estas moléculas de glucosa son fundamentales para los organismos, ya que proporcionan dos recursos esenciales: energía y carbono orgánico.

Sin embargo, el crecimiento de las plantas en condiciones de mayor contenido de CO2 en la atmosfera también puede reducir la calidad del grano al disminuir el contenido de proteínas y minerales importantes, como el zinc y el hierro, lo que afecta la calidad nutricional del trigo y otros cultivos.

Sequías persistentes en un mundo cada vez más caliente

Otro factor muy importante es el agua, ya que el trigo emplea grandes cantidades de este elemento para su producción, pues es necesaria para nivelar su temperatura, pero la escasez de lluvias en México se convierte en un reto cada vez más mayor.

De acuerdo con proyecciones de la NASA y la Universidad de Columbia, en Estados Unidos; para los años 2050s (2040-2069) en el territorio nacional la temperatura podría incrementar hasta en 4.1° C, lo que significaría un enorme reto para la producción de trigo y otros granos, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de millones de personas.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el trigo ha sido un alimento básico durante más de ocho mil años y se ubica como el tercer cereal más cultivado en el mundo solo por debajo del maíz y el arroz.

Datos de la FAO indican que hacia 2022 la producción mundial de trigo alcanzó las 778.3 millones de toneladas, mientras que el consumo global de trigo en ese mismo periodo se situó en 773.2 millones de toneladas, por lo que la escasez de este cereal acarrearía consecuencias negativas para la alimentación millones de personas, además de que la escasez de este grano provocaría una inflación en sus precios.

De ahí la necesidad de buscar alternativas sustentables enfocadas en el ahorro de agua que permitan el cultivo de cereales y granos necesarios para la alimentación de millones de personas.

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Recomendaciones ante los pronósticos de sequía en San Luis Potosí

Los pronósticos del tiempo para México no son alentadores. En algunos estados se anticipan condiciones de sequía con temperaturas elevadas muy por arriba de los promedios históricos, por lo que es importante tomar previsiones, particularmente en el sector agrícola. Esto, a fin de minimizar las afectaciones a la producción y abasto de alimentos.

De acuerdo con la Mesa Técnica Agroclimática de San Luis Potosí —integrada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, el Gobierno de SLP a través de la SEDARH, el INIFAP, CIMMYT, el Servicio Meteorológico Nacional de la CONAGUA, SENASICA, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, e INCA Rural—, en varias regiones del estado se pronostican condiciones de sequía con temperaturas por encima de lo normal, así lo señala el Boletín Agroclimático para el periodo de mayo a agosto, emitido recientemente.

Las Mesas Técnicas Agroclimáticas son foros de discusión destinados a analizar los pronósticos climáticos y sus posibles efectos en las diferentes regiones agrícolas del país. Reúnen a diversos actores del sector, incluidos productores, autoridades locales, asociaciones agrícolas y expertos en climatología, con el objetivo de compartir conocimientos sobre el manejo adecuado de los cultivos ante condiciones climáticas adversas.

Así, el pasado 8 de mayo se llevó a cabo la instalación de la 2ª Mesa Técnica Agroclimática del Estado de San Luis Potosí. Durante esta sesión, se proporcionaron pronósticos climáticos detallados para diferentes regiones del estado, así como recomendaciones técnicas específicas para los productores en función de dichos pronósticos.

Para las regiones del Altiplano y la Huasteca Norte, donde de acuerdo con los pronósticos se esperan condiciones de sequía con temperaturas por encima de lo normal, se recomienda el uso de variedades resistentes a la sequía, variedades de ciclo corto y la realización de riegos adicionales según sea necesario. Además, se sugiere utilizar prácticas de manejo del agua, selección de cultivos adaptados al calor y, para ciertos cultivos como el maíz y el sorgo, incluso considerar retrasar la fecha de siembra.

Así, las Mesas Técnicas Agroclimáticas —que integran la participación de una gran variedad de actores clave en el sector agropecuario, desde gobiernos hasta instituciones educativas y asociaciones de productores— representan un paso importante hacia la construcción de un sector agrícola más resiliente y adaptado a los desafíos del cambio climático. Al fomentar el intercambio de conocimientos y la colaboración entre diferentes actores, se espera que estas iniciativas contribuyan a proteger la seguridad alimentaria y el sustento de los agricultores en México.

Descarga el boletín dando clic en la siguiente imagen:

Boletín Agroclimático No. 2 SLP
Boletín Agroclimático No. 2 SLP

 

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Tecnologías agrícolas para la Mixteca oaxaqueña

Efecto de la sequía en maíz bajo dos sistemas de labranza en temporal. Labranza convencional sin residuos (Izquierda), labranza mínima con residuos (Derecha). Yanhuitlán, Oax. PV-2019. (Foto: Leodegario Osorio)
Efecto de la sequía en maíz bajo dos sistemas de labranza en temporal. Labranza convencional sin residuos (Izquierda), labranza mínima con residuos (Derecha). Yanhuitlán, Oax. PV-2019. (Foto: Leodegario Osorio)

Aprendida por generaciones, la práctica de prender fuego a los residuos de cosecha sigue siendo una estampa común en el campo oaxaqueño. Sin embargo, esta práctica contribuye a la degradación de los suelos agrícolas, a la pérdida de fertilidad de los mismos y, consecuentemente, a una disminución de la productividad.

Una mejor alternativa es aprovechar los rastrojos como cobertura del suelo: “la retención de residuos en labranza mínima incrementó el rendimiento de maíz criollo en 208 kilos por hectárea (kg/ha) en promedio, comparado con la labranza convencional de la zona —que consta de un barbecho a 30 cm de profundidad y un paso rastra a 10 cm— sin residuos, lo cual indica que es una alternativa viable para la región de la Mixteca”, señalan los responsables de la plataforma de Santo Domingo Yanhuitlán, donde colaboran investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y CIMMYT.

La de Yanhuitlán forma parte de una extensa red de plataformas de investigación que CIMMYT —centro de investigación internacional que promueve sistemas agrícolas sustentables y resilientes— y sus colaboradores impulsan en todo el territorio nacional y que más recientemente se ha extendido a nivel Latinoamérica. Muchas de estas plataformas tienen más de una década investigando diversas prácticas agrícolas a fin de identificar las más pertinentes para cada región y cada tipo de agricultor.

“Uno de los beneficios más notables de esta labranza mínima es mantener más humedad disponible para el cultivo, y este beneficio se expresa más en tiempos de sequía, como en 2019 en el que el rendimiento fue de 2.2 t/ha en labranza mínima contra 680 kg/ha en labranza convencional”, enfatizan los investigadores que han registrado puntualmente el comportamiento de estos dos tipos de labranza desde el año 2013.

Con respecto a la parte económica, “el costo de producción con labranza mínima fue 800 pesos por hectárea (800 MXN/ha) menor que la labranza convencional”, puntualizan los investigadores, señalando que la inclusión del rastrojo —cuyo valor está estimado en 3  500 MXN/ha en la región de la Mixteca—, “incrementaría la utilidad neta promedio de la labranza convencional a $14,346 MXN/ha”.

En las plataformas de Santa María Teopoxco, en la región Cañada; San Miguel Tlacamama, en la Costa; San Francisco Lachigoló, en Valles Centrales; y Tamazulapam del Espíritu Santo, en la Sierra Norte, los resultados de años de investigación también confirman que el rastrojo es un elemento importante para los sistemas agrícolas de la región, por lo que los investigadores hacen una invitación a los productores para que se acerquen a cualquiera de estas plataformas o con colaboradores de CIMMYT para conocer más sobre cómo un adecuado manejo de los residuos de cosecha puede impulsar grandes cambios en la agricultura.

Esta práctica forma parte del Menú de tecnologías validadas – Maíz en Oaxaca. Te invitamos a consultarlo completo y a seguir el hashtag #MenúTecnológicoSustentable en nuestras redes sociales para más información sobre tecnologías validadas.

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El Niño, la sequía y el rastrojo

Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

El pasado 4 de julio la Organización Meteorológica Mundial anunciaba que “las condiciones de El Niño se han desarrollado en el Pacífico tropical por primera vez en siete años, preparando el escenario para un probable aumento de las temperaturas globales y patrones climáticos perturbadores”, declarando así el inicio de este evento que requiere de una acción temprana para salvar vidas y medios de subsistencia.

La anterior aparición de El Niño, ocurrida en 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas en cerca de 23 países, por lo que la FAO ha reiterado que es urgente que los países, particularmente de América Latina y el Caribe, adapten sus sistemas de producción agrícola a un escenario donde se exacerbarán las sequías y el riesgo de inseguridad alimentaria.

La Oscilación del Sur de El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés), o simplemente El Niño, es un fenómeno natural de ciclo irregular (sucede cada tres o siete años) producido por la interacción entre el océano (en este caso el Pacífico de la zona ecuatorial) y la atmósfera del planeta.

El fenómeno transita de un periodo cálido (El Niño, llamado así porque inicialmente se le asoció a un fenómeno de menores dimensiones que ocurre en diciembre en Perú, donde fue relacionado con el nacimiento del Niño Jesús de la tradición católica) a uno frío (llamado La Niña, para referir el efecto opuesto), teniendo fases intermedias en este tránsito de calentamiento a enfriamiento.

El fenómeno se manifiesta de formas diferentes en el planeta debido a las condiciones climáticas propias de cada región y según la época del año en que aparezca. En México, por ejemplo, si aparece en primavera suele provocar más lluvias en la parte oeste y norte del país; en verano propicia sequía en la Península de Yucatán; en otoño genera condiciones húmedas para el noroeste y Yucatán, y condiciones secas en la parte del Golfo; sin embargo, si ocurre hacia diciembre aumenta la probabilidad de sequía para el norte del país, el Bajío, y algunas zonas del Golfo.

Actualmente, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional de México, “se espera que El Niño continúe en el hemisferio norte durante el invierno, la probabilidad es mayor al 95% de que se mantenga de diciembre de 2023 a febrero de 2024, con pronósticos de que de noviembre a enero se desarrollará un evento de El Niño fuerte”.

“La sequía que estamos viviendo ahora en gran parte de Centroamérica y en el centro y sur de México es debido al fenómeno de El Niño; en contraste, más hacia el norte, hay predicciones de que vamos a tener lluvias muy fuertes. En Estados Unidos ya ha habido inundaciones, esto muestra la diferencia del efecto del fenómeno que hacia el sur se manifiesta con sequía y en el norte puede haber exceso agua. La predicción, además, es que estos extremos pueden ser cada vez más comunes en los años que vienen debido al cambio climático”, menciona Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Frente a un conjunto de parcelas experimentales en el Batán, en Texcoco, Estado de México, la doctora Verhulst señala dos de ellas que contrastan notablemente. Mientras en una el cultivo de maíz se ha desarrollado favorablemente, en la otra las plantas lucen raquíticas: “Aquí tenemos una comparación muy clara entre la labranza convencional que incluye rastra y remoción del rastrojo ya por más de 30 años en un monocultivo de maíz, y la agricultura de conservación, donde vemos cero labranza y estamos dejando todo el rastrojo de dos cultivos, porque corresponde a una rotación de maíz y trigo”, puntualiza Verhulst.

“Con la sequía que hemos vivido en los últimos dos meses tenemos muy claras estas diferencias que podemos apreciar entre estos dos tratamientos. En junio solo cayó una tercera parte de la precipitación normal, entonces esto lo vemos muy claramente reflejado, que la práctica convencional de esta zona ha propiciado un suelo degradado que no tiene buena estructura y no permite una buena infiltración de agua, aún cuando llueve y, claro, con la poca precipitación que tuvimos notamos que el desarrollo del cultivo está muy afectado, quedándose en estado vegetativo con plantas muy pequeñas las cuales es muy poco probable que alcancen a producir alguna mazorca”.

Por otro lado, con la “agricultura de conservación estamos infiltrando mucho más el agua de lluvia y esto es porque tenemos esta capa de rastrojo que está protegiendo el suelo. Además de mejorar la estructura del suelo, se favorece la formación de agregados que son importantes para que el agua pueda infiltrarse. Es por eso que vemos un desarrollo vegetativo casi normal y ahorita ya están saliendo las espigas del maíz y va a entrar a floración para empezar a producir mazorcas”, menciona Verhulst.

“Esto significa que los productores que están haciendo labranza convencional en esta zona, este año van a tener un resultado similar a lo que estamos viendo aquí en el ensayo, entonces habrá muy poca producción debido a las prácticas convencionales que están utilizando y a la sequía propiciada por El Niño, mientras que los productores que están haciendo agricultura de conservación sí van a tener una producción, quizá un poco menor que en otros años cuando llueve bien, pero sí van a poder lograr producir”.

Ante un panorama donde “existe un grave riesgo de que estas condiciones climáticas extremas empujen a millones de personas a la pobreza y a la inseguridad alimentaria aguda en las partes más vulnerables del mundo”, el CIMMYT y sus colaboradores están haciendo un esfuerzo sistematizado para aprender y difundir experiencias, prácticas y tecnologías que, como la agricultura de conservación, ofrecen soluciones probadas para que los agricultores hagan frente a los desafíos impuestos por El Niño en particular, y el cambio climático en general.

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Recomendaciones para enfrentar la canícula

Productores de Chiapas durante demostración de tecnologías sustentables para manejo de gusano cogollero, cuyas poblaciones se incrementan durante la canícula. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Productores de Chiapas durante demostración de tecnologías sustentables para manejo de gusano cogollero, cuyas poblaciones se incrementan durante la canícula. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Durante la segunda quincena de julio, “en 26 entidades de México ha habido una disminución de las precipitaciones, lo que indica el inicio de la canícula. Se prevé que este fenómeno se generalice a partir de la próxima semana en el centro, occidente, sur, sureste y noreste del país, así como en la Península de Yucatán y el litoral del Golfo de México, con una duración aproximada de 20 días”, informó recientemente el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), a través de un comunicado.

La canícula (sequía intraestival o veranillo) es un caso particular de sequía que ocurre en una amplia región de Mesoamérica y el Caribe. Se origina regularmente en medio del verano porque es cuando las condiciones climáticas en la región propician la aparición de algunos anticiclones. Si los ciclones ocasionan lluvias torrenciales, los anticiclones hacen lo contrario, y es por eso que en los llamados 40 días más calurosos del año —de acuerdo con los registros históricos, pueden ser entre 30 y 60— se pueden observar cielos muy despejados.

Este fenómeno, en el que se conjugan altas temperaturas —que pueden llegar hasta los 50 grados Celsius— y lluvias mínimas, se presenta entre julio y agosto. No obstante, su duración, intensidad y severidad varían dependiendo de la región y la aparición de otros fenómenos climáticos, por lo que incluso puede extenderse hasta septiembre.

La agricultura de temporal es la más vulnerable ante este fenómeno, pues ocasiona un bajo nivel productivo —comparado con las zonas de riego— y un aumento de plagas. Desde el punto de vista agronómico, la severidad de la canícula no solo depende de la temperatura y la precipitación, sino del tipo de suelo, el cultivo establecido y la etapa de desarrollo en que se encuentre, la variedad y, sobre todo, las medidas y prácticas agronómicas que se realicen.

“Aquí nos pega mucho la sequía, especialmente en la canícula. El año pasado con la agricultura de conservación no nos afectó mucho y la milpa no lo sintió gracias a la cobertura del suelo. Hay menos malezas, se aplican menos plaguicidas, y más si usan feromonas de confusión sexual porque aquí teníamos demasiado gusano cogollero”, comenta Víctor Manuel Martínez, productor de maíz en Chiapas, México, quien ha participado en proyectos impulsados por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores a través de los cuales se fomenta la agricultura de conservación.

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos componentes básicos son la cobertura del suelo con rastrojos —lo cual permite conservar mayor humedad y proteger al suelo de la erosión—, la mínima labranza y la diversificación de cultivos. Mediante este sistema muchos productores pueden hacer frente a fenómenos como la canícula.

“En esta zona hay dos factores que determinan los rendimientos: uno es la sequía y el otro es el exceso de humedad en parte de agosto y todo el mes de septiembre. En el ciclo primavera-verano 2022, por ejemplo, la canícula fue más pronunciada que otros años y hubo exceso de humedad después de la sequía”, comentan especialistas del CIMMYT que realizan estudios en una plataforma de investigación alojada en el Campo experimental del CIMMYT en Tlaltizapán, Morelos.

En comparación con los tratamientos donde se hizo labranza, las camas permanentes respondieron muy bien ante la sequía durante la etapa de crecimiento del cultivo. En el ciclo primavera-verano 2022, que fue quizá uno de los de mayor sequía, las camas permanentes rindieron casi el doble con respecto a los tratamientos con labranza”, señala Óscar Bañuelos, responsable de la plataforma.

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Camas permanentes permiten hacer frente a la sequía

Maíz de temporal en labranza mínima (lado izquierdo) y camas permanentes angostas (lado derecho) en ciclo PV 2022 en Tlaltizapán, Morelos. (Foto: Hub Pacífico Centro-CIMMYT)
Maíz de temporal en labranza mínima (lado izquierdo) y camas permanentes angostas (lado derecho) en ciclo PV 2022 en Tlaltizapán, Morelos. (Foto: Hub Pacífico Centro-CIMMYT)

“En esta zona hay dos factores que determinan los rendimientos: uno es la sequía y el otro es el exceso de humedad en parte de agosto y todo el mes de septiembre. En el ciclo primavera-verano 2022, por ejemplo, la canícula fue más pronunciada que otros años y hubo exceso de humedad después de la sequía”, comentan especialistas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) que realizan estudios en una plataforma de investigación alojada en el Campo experimental del CIMMYT en Tlaltizapán, Morelos.

Esta plataforma de investigación lleva 12 años  compartiendo aprendizajes sobre maíz bajo temporal y tratamientos de labranza para tomar decisiones que ayuden aumentar el rendimiento y mejorar la utilidad de los sistemas en la zona. Esta información, a través de seminarios digitales y mediante visitas a la plataforma, se pone a disposición de agricultores, investigadores, autoridades gubernamentales, universidades y todos los interesados”, puntualiza Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Ante la variabilidad climática que ha agudizado fenómenos como la canícula, y el incremento del costo de los fertilizantes, en la plataforma de investigación se han evaluado prácticas de agricultura de conservación y siembra de algunas especies de leguminosas como alternativa para incrementar el rendimiento y mejorar la utilidad de los sistemas de producción de la zona.

“En comparación con los tratamientos donde se hizo labranza, las camas permanentes —las cuales ayudan a reducir o minimizar la labranza, mejorar el manejo del agua y a disminuir la compactación del suelo mediante el tráfico controlado— respondieron muy bien ante la sequía durante la etapa de crecimiento del cultivo. En el ciclo primavera-verano 2022, que fue quizá uno de los de mayor sequía, las camas permanentes rindieron casi el doble con respecto a los tratamientos con labranza”, señala Óscar Bañuelos, responsable de la plataforma.

La relación costo beneficio fue buena en ambos tratamientos de camas permanentes, pero donde hubo labranza no se alcanzó a recuperar la inversión. Además, “el ataque a la raíz por plagas como el gusano alambre fue mucho mayor en los tratamientos de labranza que en los de camas permanentes, afectando más el rendimiento en los tratamientos de labranza. En cuanto a pudrición de mazorca no hubo diferencia significativa entre tratamientos”, puntualiza Jessica González, especialista en poscosecha del CIMMYT.

Así, con agricultura de conservación —camas permanentes, cobertura del suelo con rastrojos y diversificación de cultivos— “es posible hacer frente a la sequía, aunque aún requerimos estrategias adicionales para hacer frente al exceso de humedad”, señalan los investigadores, quienes continúan estableciendo ensayos para proporcionar a los agricultores locales soluciones probadas para afrontar las distintas y particulares problemáticas de su región.

La red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores es una de las redes de investigación agrícola más relevantes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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¿Qué es la desertificación y cómo detenerla?

Vista de una parcela en sistema convencional en temporada de sequía. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT
Vista de una parcela en sistema convencional en temporada de sequía. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT

La desertificación es un tipo particular de degradación del suelo que ocurre en tierras secas y puede tener efectos ambientales y sociales muy graves, como la subalimentación y la migración. Se estima, de hecho, que 74 % de las personas en situación de pobreza en el mundo son afectadas directamente por la desertificación.

La desertificación es diferente a la formación de desiertos, pues este fenómeno no solo es inducido por las variaciones climáticas, sino que es causado —fundamentalmente— por la actividad humana (prácticas agrícolas inadecuadas, sobrepastoreo, deforestación, sistemas de irrigación inapropiados e —incluso— dinámicas socioeconómicas poco pertinentes que favorecen la pérdida de la cobertura vegetal que protege al suelo). Además, disminuye la productividad y la riqueza biológica de los suelos, ocasionando infertilidad, salinización y alteración de los ciclos biológicos, entre otros problemas.

Por lo anterior, la lucha contra este fenómeno no solo se ha plasmado entre las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, sino que también es el propósito del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra cada 17 de junio para hacer énfasis en la urgencia de restaurar las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que se encuentran afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones.

En México, las tierras secas ocupan un poco más de la mitad del territorio nacional (128 millones de hectáreas) y se estima que la desertificación afecta a cerca del 43 % de esas tierras que abarcan las zonas muy áridas y áridas (que se encuentran principalmente en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua y Sonora), las zonas semiáridas (distribuidas en su mayoría en el desierto Sonorense y en el altiplano), y las zonas subhúmedas secas de Campeche y Yucatán, el Golfo de México y las costas del Océano Pacífico desde Sinaloa hasta Chiapas.

La desertificación puede derivar en zonas improductivas para casi cualquier actividad económica y, en buena medida, está asociada a la degradación del suelo producto de actividades agropecuarias donde prevalecen prácticas inadecuadas como el riego excesivo, las quemas agrícolas, el exceso de labranza y la falta de prácticas de conservación de suelo y agua.

Junto con diversos colaboradores y a través de variados proyectos, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrolla ciencia aplicada al campo y promueve prácticas agrícolas sustentables, particularmente las orientadas a un mejor aprovechamiento del agua y a la conservación y recuperación de suelos que, entre otros beneficios, permiten mitigar la desertificación.

En diversas zonas semidesérticas, por ejemplo, se ha identificado que los suelos se han adelgazado y tienen bajo contenido de materia orgánica, por lo que su productividad ha disminuido de forma significativa. En plataformas de investigación de Zacatecas y Querétaro, por ejemplo, se han hecho estudios y validado prácticas que permiten hacer productiva la agricultura de temporal en zonas donde la precipitación es escasa o errática.

En comparación con la labranza convencional —en la que prácticas como el movimiento continuo del suelo favorecen la degradación—, las prácticas fomentadas por el CIMMYT y sus colaboradores en tierras secas han permitido obtener mayores rendimientos incluso en condiciones de sequía prolongada.

Además, la agricultura de conservación —cuyos componentes básicos son la cobertura del suelo con rastrojo, la mínima labranza y la diversificación de cultivos— permite reducir el problema de los suelos salinos (efecto común de la degradación). En plataformas de investigación en Hidalgo, como otro ejemplo, diversos estudios confirman que los suelos trabajados con este sistema presentan una menor concentración de las principales sales que originan el problema, por lo que —al implementarlo— los productores están impidiendo la presencia de la “costra blanca” sobre la superficie de sus parcelas y evitando efectuar gastos extras en la compra de yeso agrícola para equilibrar la alcalinidad del suelo.

Otros efectos notables de la agricultura de conservación son que permite acumular materia orgánica, reducir la erosión eólica e hídrica, disminuir la emisión de gases de efecto invernadero (al evitar quemas agrícolas y reducir el número de pasos de maquinaria), incrementar la captura de carbono, y desarrollar una agricultura resiliente frente al cambio climático, el cual agudiza la desertificación, las inundaciones y las sequías.

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En los medios

Reunión informativa para la prensa digital con el Enviado Especial de EE.UU. para la Seguridad Alimentaria Mundial, Dr. Cary Fowler, y la Coordinadora para la Crisis Alimentaria Mundial de la USAID, Dina Esposito

Cary Fowler, Enviado Especial de EE.UU. para la Seguridad Alimentaria Mundial, y Dina Esposito, Coordinadora para la Crisis Alimentaria Mundial de la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), hablaron de la estrategia estadounidense para abordar la crisis de seguridad alimentaria mundial y de su visita en curso a Malawi y Zambia en una rueda de prensa digital el 19 de enero.

«Recientemente hemos apoyado un nuevo proyecto que operará en varios países, entre ellos Zambia y Malawi, que será coordinado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, y por el Instituto Internacional de Agricultura Tropical», dijo Fowler.

«Se crearán centros de innovación (hubs) en los que se reunirán las mejores y más apropiadas tecnologías e información para ayudar a los pequeños agricultores con toda una serie de problemas a los que se enfrentan. Esto permitirá a los agricultores acceder, por ejemplo en Zambia, al maíz tolerante a la sequía que tanto piden. Se trata de un maíz que, año tras año, rinde por término medio un 30% más, en rotación con leguminosas, que aportan proteínas y también enriquecen el suelo y reducen la necesidad de fertilizantes. Y también a otras tecnologías y ayuda para establecer mercados para esos productos y alargar la cadena de valor de modo que los agricultores y las pequeñas empresas no se limiten a tratar con materias primas, sino que tomen esas materias primas y hagan algo más valioso y útil para una mayor parte de la población».

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