Categorías
Noticias

Preservación de la biodiversidad en Colombia: Naturaleza Positiva, una iniciativa de OneCGIAR

Los granos básicos representan una parte muy importante en la alimentación en Colombia, los principales siendo el maíz, el arroz y el frijol. Muchos pequeños agricultores producen estos granos en sistemas agrícolas de policultivos altamente diversificados en los que se encuentran una gran variedad de cultivos —maíz, frijol, ñame, yuca, papa, oca, haba, arracacha, etc.— y sus variedades, que contribuyen a la seguridad alimentaria en las zonas rurales.

Colombia es la tercera nación con mayor biodiversidad en el mundo y forma parte de la región Andina en América del sur, uno del centro de origen y diversificación de los cultivos agrícolas sudamericanos andinos y tropicales. Un ejemplo del papel de los sistemas agroalimentarios diversificados para proveer alimentos se evidenció durante la reciente crisis de COVID 19. Doña Hilda en Ipiales Nariño comentó “nosotros en la casa no sufrimos por comida, teníamos maíz, frijol, papa, yuca y animalitos como cuy, pollos, y cerdos para comer, pudimos vender y compartir con nuestros vecinos, a veces solo falto el arroz y la sal, en otros lugares la gente tenía dinero, pero no había alimentos que comprar”.

Desde su introducción hace más de 2000 años, se ha reconocido 23 razas de maíces nativos —agrupados en razas primitivas (dos), razas probablemente introducidas (nueve) y razas híbridas colombianas (doce). La riqueza geográfica de Colombia ha permitido la diversificación de múltiples variedades de maíz con mayor importancia en la región Caribe y Andina.

Foto 1. Maíces nativos producidos en Nariño, Colombia. (Foto Andrea Gomez)

De acuerdo a un diagnóstico hecho por el Grupo Semillas y Swissaid, los agricultores podrían reconocer entre 43 y 52 variedades en la región Andina —Cauca-Nariño—mientras que en el Caribe —Atlántico, Bolívar, Córdoba, Sucre, Cesar, Guajira, Magdalena y norte de Antioquia— hasta 59 variedades y en el norte del Valle de Cauca 18 variedades. La conservación de esta biodiversidad es clave para la seguridad alimentaria de los productores, la resiliencia ante el cambio climático, la cultura y la economía local.

La preservación de estos maíces nativos está, sin embargo, en peligro por varios problemas incluso malas prácticas postcosecha que no logran mantener la calidad de las semillas después de la cosecha. Durante el periodo de postcosecha los principales problemas son aves (loras en campo), roedores e insectos —especialmente gorgojos y palomillas—. Las perdidas postcosecha de granos y semillas de maíz y frijol son altas, se han estimado entre el 15 al 100%. Las semillas de maíz se conservan generalmente dejando el maíz en mazorcas y con hoja para protección contra los insectos y colgadas a los techos de la casa.

Durante recorridos por fincas de agricultores y bancos comunitarios de semillas nativas, se identificó varios problemas como humedad inadecuada (>13%), daños por insectos y hongos, y en general, condiciones de almacenamiento que no permiten mantener la calidad de la semilla. Un agricultor participando en las actividades de la iniciativa Naturaleza Positiva en Colombia comenta “Yo recibí semilla de un proyecto y tuve los mejores choclos, pero luego la semilla que usé para sembrar no germinó bien y perdí esa semilla”.

Foto 2. Conservación de semillas de maíz en Nariño, Colombia. (Foto Andrea Gomez)

Para fortalecer el sistema de conservación de granos y semillas nativas se realizaron giras de capacitación y evaluaciones sobre el manejo postcosecha para un adecuado almacenamiento en 2023. En Valle de Cuca se hicieron los talleres en los municipios de Tuluá, Restrepo, Sevilla, El Dovio y Bolívar. En Cesar se colaboró con las organizaciones en Valledupar y Pueblo Bello, en Nariño en Ipiales y en Putumayo en el Sibundoy.

Participaron 314 personas de las cuales un poco más de la mitad (50.6%) fueron mujeres y de estas casi el 10% fueron jóvenes (entre 14 y 28 años, de acuerdo con la definición de la Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia —DANE—). De los hombres el 4% fueron hombres jóvenes. Las capacitaciones se enfocaron en buenas prácticas postcosecha que permiten preservar las semillas, incluso el momento de cosecha, el secado, el desgrane y la limpieza, la verificación de la humedad del grano mediante métodos simples como el método del sol y de la sal y el almacenamiento hermético.

Durante cada intervención a través de las capacitaciones postcosecha se logró conciliar un conversatorio entre los actores de la red relacionados con la conservación de las semillas nativas en comunidades indígenas, con el fin de contribuir a la conservación de los granos y semillas que ayuden a preservar la biodiversidad de maíces nativos en Colombia. En 2024, se continuará con el fortalecimiento de los productores y bancos de semillas y la evaluación de tecnologías que permite producir y mantener la calidad de las semillas de maíces nativos.

Estas actividades fueron posibles gracias a la alianza entre CIMMYT y Alianza Bioversity CIAT (ABC), dos centros CGIAR participando a la iniciativa Naturaleza Posita y con colaboración con una red de actores relacionados con la conservación de maíces y semillas nativas en Colombia: instituciones de investigación — AGROSAVIA; en el Centro de Investigación Obonuco, Nariño y el Centro de Investigación Motilonia en Cesar —, organizaciones campesinas — ECOFUTURO en El Dovio, Asociación Municipal de Usuarios Campesinos en Restrepo, Asociación de productores del retiro, piedritas y corregimientos vecinos de Tuluá, la Red de mercados agroecológicos del Valle del Cauca, la Asociación de productores agropecuarios de Cumbarco Sevilla Valle y la Asociación de productores de flora tropical en Sevilla—, pueblos indígenas — Kankuamos y Arahuacos en Cesar, y Camëntsá en Sibundoy en Putumayo— además de la empresa privada —GRANACOL S.A.S. en Nariño—.

Categorías
Noticias

Buena Milpa contribuye a la sensibilización de productores para el cuidado de semillas y la recuperación del sistema milpa

Proyecto Buena Milpa fortalece y cuida la diversidad de semillas para mejorar el sector agroalimentario.
Por: Ana Christina Chaclán
30 de septiembre de 2017.

Quiché, Guatemala.- Se realizó, con la asistencia de 200 personas, la segunda Feria de la Agrobiodiversidad en Panimache I, Chichicastenango, Quiché, en donde se llevaron a cabo varias actividades para hablar sobre la importancia de cuidar las semillas nativas de maíz.

En el evento hubo una degustación gastronómica con productos elaborados a base de maíz, como chuchitos, tamalitos de chipilín y atol de ceniza, que es una bebida que se prepara con masa y frijol. “La actividad es para que la gente conozca que estamos rescatando la semilla de nuestros abuelos, lo que queremos evitar es que se pierda ese legado”, dijo Tomas Pichol Calel, de Adipa, una organización integrada por agricultores de la microrregión de Chichicastenango.

Para Feliciano Pérez Tomas esta actividad es muy importante porque es parte de la vida del agricultor y de su cultura: “el maíz es el patrimonio principal de los agricultores, incluso, cuando alguien se casa, su familia le da semilla como herencia”. A través de estas ferias, el Proyecto Buena Milpa busca generar conciencia sobre la importancia de cuidar las semillas de maíz y recuperar el sistema milpa, ya que ambos son la base para fortalecer la seguridad alimentaria de Guatemala.

Categorías
Noticias

La preservación de maíces nativos en la región centro-oriente de Yucatán

El Proyecto Milpa Sustentable Península de Yucatán emplea variedades nativas para realizar procesos de validación de innovaciones con el objetivo de mejorar los rendimientos a través de prácticas sustentables.
Por: Edgar Martín Miranda Gamboa. colaborador Hub Península de Yucatán.
14 de julio de 2017.

Yucatán.- Es innegable que la agrobiodiversidad es la base fundamental de la seguridad alimentaria y del fortalecimiento de la soberanía alimentaria de las comunidades. Sin embargo, las poblaciones cercanas a los polos urbanos abandonan las actividades de campo para emplearse en los sectores de construcción y terciarios para obtener ingresos y sostener a sus familias. Por esta razón, en la región de la Península de Yucatán la agricultura es practicada predominantemente por agricultores de edad adulta (>50 años). Hay un riesgo de pérdida de saberes del manejo agronómico de las especies y variedades que por generaciones se han cultivado en las milpas, como en el caso de los maíces nativos, frijoles y otras especies.

En la región centro-oriente del estado de Yucatán predominan tres razas de maíces: el Xnuk nal (tuxpeño), dzit bacal y xmejen nal (ver cuadro 1), aunque existen en la región otras razas y variedades mejoradas que los agricultores cultivan en superficies menores a 2.5 hectáreas, por ejemplo las variedades Sac beh, Chichen Itzá, VS-536, entre otras en menor cantidad.

El Proyecto Milpa Sustentable Península de Yucatán, junto con los productores cooperantes, promueven el uso de variedades adaptadas a las condiciones agroecológicas locales. En las plataformas y módulos de la región se emplean variedades nativas para realizar procesos de validación de innovaciones con el objetivo de mejorar los rendimientos a través de prácticas sustentables.

En los municipios de Yaxcabá, Sotuta y Dzitás se han instalado cuatro módulos y 10 áreas de extensión en las que se sembraron maíces nativos con innovaciones en el arreglo de siembra, el manejo de rastrojos, la instalación de trampas de feromonas para gusano cogollero, la aplicación de fertilizantes químicos, biofertilizantes y extractos vegetales. Las innovaciones son evaluadas con enfoque a una agricultura tradicional y de autoconsumo.

La preservación de las variedades nativas, tanto de maíz como de otros cultivos, es primordial para los agricultores de la región, es por ello que se organizan ferias de intercambio de semillas en las que los productores pueden incrementar la diversidad con la que cuentan.

La labor de la preservación de variedades nativas permite también el resguardo de la diversidad genética de las especies de manera in situ, a la larga permite el empoderamiento de los productores por el hecho de tener en existencia semilla y poder intercambiar o vender a otros agricultores.