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Cómo reducir el efecto de la sequía y mejorar la rentabilidad del maíz

Santo Domingo Yanhuitlán, Oax.- En Oaxaca, 90% de la superficie de maíz se cultiva en temporal y se utilizan variedades nativas de diferentes razas, colores, texturas y ciclos de cultivo. El rendimiento promedio, sin embargo, es de a penas 2.2 toneladas por hectárea en promedio (SIAP, 2017). La baja producción está relacionada con efectos de la variabilidad climática (sequía), baja fertilidad de los suelos, presencia de plagas y deficiente control de malezas, principalmente. 

Además de los bajos rendimientos, los costos de producción son elevados y contribuyen a que la siembra de maíz no sea rentable o que no satisfaga las necesidades de alimentación de las familias productoras. Por esta razón, en la plataforma de investigación de Santo Domingo Yanhuitlán —donde colaboran el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— se evalúan diversas prácticas para reducir el riesgo de pérdidas por la sequía. 

La investigación inició en 2013 y consideró diversos tratamientos: desde donde no se movió el suelo en absoluto y se dejó todo el rastrojo, hasta donde se hizo movimiento continuo (barbecho y rastreo) y los residuos fueron retirados (tratamiento con labranza convencional que funcionó como área testigo), pasando por un sistema de mínima labranza (solo con roturación del suelo). Cabe mencionar que estos tratamientos permanecieron fijos en espacio y tiempo, es decir, que no se cambiaron de lugar de 2013 a 2017. 

Después de cinco ciclos se observó que el maíz nativo evaluado en el sistema de labranza mínima con 100% de residuos como cobertura logró obtener un rendimiento 18.3% superior al registrado en el testigo (labranza convencional con residuos retirados). Si se considera que la media de producción regional de maíz es de alrededor de1.1 t/ha, significa que haciendo mínimo movimiento del suelo y cubriendo el suelo con rastrojo en condiciones de temporal fue posible producir cuatro veces más grano por hectárea —con maíz híbrido se observó la misma tendencia—. 

Es importante destacar que al dejar el 100% del rastrojo como cobertura, el contenido de materia orgánica del suelo (en el nivel 0-5 cm de profundidad) fue de 1.99%, mientras que con labranza convencional sin residuos fue de 1.36%. Esto, debido a que las prácticas de Agricultura de Conservación promuevan una mayor cantidad de carbono en el suelo y permiten aumentar la actividad microbiana y mejorar el uso de micronutrientes.   

La diferencia en el rendimiento a favor de la labranza mínima y cobertura se relaciona con los efectos favorables en la descomposición de los residuos para la formación de materia orgánica, hecho que ayuda a conservar más humedad y a favorecer el desarrollo de las raíces. Este efecto también puede estar relacionado con la textura del suelo (arcillosa en el caso de la zona) que afecta la porosidad y el desarrollo radicular. Así, con la roturación se propician mejores condiciones de desarrollo de la planta y mayor producción de grano. 

Derivado de este estudio es posible recomendar que, bajo condiciones de temporal crítico como los que se presentan en la Mixteca, es mejor opción sembrar los maíces nativos que están plenamente adaptados a las condiciones de suelo y clima, pero es fundamental el manejo del suelo, la cobertura, así como la densidad de población, fertilización balanceada, control de malezas y plagas; es decir, para que favorezca una mayor producción de los maíces nativos sin necesidad de cambiar de variedades es necesario optar por prácticas de cultivo más sustentables. 

Fuentes:

  • Aragón-Cuevas, F.; S. Taba, J.M. Hernández Casillas, J. de D. Figueroa C., V. Serrano Altamirano y F.H. Castro García. 2006. Catálogo de maíces Criollos de Oaxaca. INIFAP-SAGARPA. Libro Técnico Núm. 6. Oaxaca, Oaxaca, México. 344 p.
  • González-Cossío F. 2006. Efecto de la estructura del suelo sobre el desarrollo radical del maíz con dos sistemas de labranza. Agrociencia 40: 27-38.
  • Ohep C., Marcano F., Pudzzar S. y Colmenares C. 2002. Efectos de la labranza conservacionista en los atributos físicos del suelo que influyen sobre el rendimiento del maíz. Bioagro 14(1):37-45.
  • Osuna-Cejeda E. S., Figueroa-Sandoval B., Oleschko K., Flores Delgadillo M. de L., Martínez – Menes M., y
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La agricultura del sur de Sonora, pilar de la alimentación en el futuro

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), si las tendencias poblacionales continúan como hasta ahora, hacia el año 2050 se necesitarían casi tres planetas Tierra para mantener el estilo de vida de las sociedades contemporáneas. La presión sobre los sistemas agroalimentarios es tal, que en los próximos 10 años será necesario duplicar la productividad agrícola, hacerlo además con cada vez menos recursos naturales disponibles.

Un estudio del Departamento de Ciencias Geográficas de la Universidad de Maryland, (d’Amour, C. B., et. al., 2017), señala que para el año 2030 las áreas urbanas en expansión absorberán casi 300 mil kilómetros cuadrados  de tierras de cultivo fértiles en el mundo —lo que equivale a cerca de la superficie de Chihuahua y Campeche juntos—, siendo probable que esta pérdida vaya acompañada de otros riesgos de sostenibilidad.

Así, la expansión urbana pone en riesgo los medios de vida de muchas comunidades, particularmente las rurales, pues disminuye la probabilidad de que la agricultura familiar y a pequeña escala pueda mantenerse como la principal generadora de los alimentos que se consumen en el mundo en desarrollo —las tierras de cultivo de pequeñas extensiones atomizadas son más susceptibles de ser consumidas por la urbanización—. 

Las grandes áreas agrícolas de alta productividad serán, en este escenario, auténticos oasis agrícolas y pilares de la alimentación mundial, por lo que desde ahora se ven obligadas a reconfigurar desde sus sistemas de producción hasta su conformación socioorganizativa. 

En México, el sur de Sonora destaca como una de esas grandes áreas agrícolas de alta productividad. Para impulsar su camino hacia la sustentabilidad —que le permita afianzarse como uno de los pilares agrícolas ante los cambios poblacionales y la variabilidad climática—, el Patronato para la Investigación y Experimentación Agrícola del Estado de Sonora (PIEAES) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), promueven prácticas de Agricultura Sustentable cuyos resultados muestran que una agricultura rentable y sustentable sí es posible. 

Por mucho tiempo la agricultura del sur de Sonora ha sido tomada como ejemplo de alto desarrollo agrícola, pero la explotación intensiva de sus suelos ha tenido un costo y hoy se refleja en su erosión que, sumada a los bajos precios de los granos y los altos costos de producción, hace que la rentabilidad para el productor sea cada más baja, limitando los recursos que debería destinar a la rehabilitación y mejora de sus suelos. 

En este contexto, muchos agricultores del sur de Sonora se siguen limitando a producir granos bajo los esquemas convencionales —con laboreo excesivo y fertilización sintética que dañan la estructura de los suelos, haciéndolos menos productivos—, pero también son cada vez más los productores que adoptan prácticas sustentables en su búsqueda de alternativas para hacer más rentable su actividad y, también, obligados por las fuertes limitaciones en la disponibilidad del agua de riego actuales.

Los productores del Valle del Yaqui y Valle del Mayo —quienes cultivan maíz, trigo, frijol, sorgo, cártamo, soya, girasol, hortalizas, algodón y ajonjolí—, por ejemplo, han practicado una agricultura convencional por muchos años, con buenos resultados, pero los altos costos de insumos como diésel, fertilizantes, semillas, insecticidas, herbicidas, fungicidas y agua, han impactado fuertemente en sus ingresos y sus perspectivas de crecimiento.

Junto con varios de estos productores, el PIEAES y el CIMMYT han trabajado en plataformas de investigación y han instalado módulos y áreas de extensión con prácticas de Agricultura Sustentable. Los resultados que se han reportado son muy satisfactorios: si bien los rendimientos promedio obtenidos no son muy diferentes de los que se obtienen de forma convencional —con 6.8 a 7.8 toneladas por hectárea en el cultivo de trigo, por ejemplo—, los ahorros promedio son de $2,800 a $3,000 por hectárea.

Además de la considerable disminución de los costos por concepto de laboreo, consumo de agua y operación, esta Agricultura Sustentable que se desarrolla en el sur de Sonora tiene otros beneficios ambientales que también se reflejan en la calidad de los alimentos producidos. Por todo esto, varios productores del sur de Sonora ya han adquirido maquinaria especializada para Agricultura de Conservación y otros han adaptado la que ya tienen.

Aunque aún falta mucho por hacer, los cimientos para hacer de la agricultura del sur de Sonora uno de los pilares de la alimentación del futuro están puestos. Si más productores adoptan prácticas sustentables, entonces muy probablemente la zona destaque no solo por su alta productividad, sino también por sus aportaciones medioambientales. 

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Escucha este consejo

José Luis Gervacio Paz y sus hermanos cultivan maíz, alfalfa, avena y cebada en San Isidro, localidad del municipio de San Juan del Río, Querétaro. Trabajan entre 30 y 40 hectáreas cada ciclo productivo. Se trata de tierras que ellos rentan y, por lo mismo, siempre están buscando áreas de mejora que les permita ser más rentables. 

No siempre se dedicaron a la agricultura. Sus primeras siembras las realizaron hace apenas 12 años, por lo que son productores relativamente nuevos en el ámbito agrícola. A pesar de eso, han ido avanzando poco a poco con paso firme, siempre buscando mejorar y acudiendo a eventos donde haya información útil para optimizar las parcelas que trabajan. 

Al igual que muchos productores de la región donde ellos están, comenzaron a trabajar de manera convencional, es decir, realizando barbecho o subsuelo, dos pasos de rastra, surcado, riego, siembra y las demás actividades preestablecidas que se señalan en los “paquetes tecnológicos”. 

En su constante búsqueda por aprender y hacer más rentable su actividad, en el año 2015 conocieron el trabajo para impulsar la Agricultura Sustentable —orientada a la generación de sistemas agroalimentarios que, de forma sostenible en el tiempo y en concordancia con el contexto sociocultural, sean capaces de preservar los recursos naturales— que realizan de forma conjunta el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Con la implementación de prácticas sustentables adecuadas y, por decirlo de algún modo, “a la medida”, comenzaron a bajar sus costos de producción y a ser más eficientes en la aplicación de los insumos. Hoy, se sienten orgullosos y motivados porque otros productores se comienzan a acercar a ellos para preguntarles qué están haciendo en sus parcelas para obtener buenos resultados.

Así, practicando una Agricultura Sustentable fue como llegaron al proyecto Cultivando un México Mejor —impulsado por HEINEKEN México y el CIMMYT—. A través de él, lograron tener asistencia técnica continua, lo que ha contribuido a que sigan optimizando su sistema de producción, particularmente el de la cebada —en los ciclos otoño-invierno 2018-2019 y otoño-invierno 2019-2020 han participado en el proyecto con un área de extensión donde han implementado Agricultura de Conservación—.

Con Agricultura de Conservación —sistema en el que la mínima labranza y la cobertura del suelo son componentes básicos— han logrado ahorros de hasta $3,500 por hectárea y han establecido “un programa de diagnóstico para determinar qué trabajos de acondicionamiento tenemos que realizar en cada uno de los predios. A pesar de que en los últimos dos ciclos el calor, las enfermedades y después el granizo nos afectaron, gracias a las prácticas implementadas, hemos logrado recuperarnos y obtener un pequeño margen de ganancia, a pesar de que son tierras rentadas”, comenta José Luis. 

“Recientemente aplicamos tratamiento a la semilla para disminuir el ataque de enfermedades por hongos, fertilidad integral, disminución de densidad de siembra y monitoreo de insectos para evitar el uso de insecticidas. También hemos participado en eventos de capacitación con maquinaria especializada que hemos comprado y que prestamos para esa capacitación”, señalan los hermanos. 

José Luis y sus hermanos, consideran que el acompañamiento técnico que les ha proporcionado el proyecto ha sido fundamental: “siempre es importante tener a alguien que pueda orientarnos en la aplicación de estas técnicas que —en ocasiones— por no implementarlas bien, lejos de beneficiarnos, terminan por complicarnos. Nosotros tenemos ganas de seguir aprendiendo y estamos dispuestos a colaborar ya que, con esto, tendremos mejores resultados en nuestros predios”, comentan.

Finalmente, los hermanos Gervacio Paz aconsejan a otros productores: “nosotros, que rentamos, tenemos que buscar el ahorro y la buena producción para mantenernos y que nos vaya bien, por lo que invitamos a más productores a sumarse a la adopción de prácticas sustentables, porque en verdad les ayudarán a ser mejores agricultores”. 

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Rescatan prácticas organizativas para aumentar la rentabilidad agrícola

Magdalena Peñasco, Oax.- De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, una organización asociativa es aquella “organización voluntaria y no remunerada de personas o grupos que establecen un vínculo explícito, con el fin de conseguir un objetivo común ”. La seguridad alimentaria puede ser ampliamente fortalecida gracias a este particular tipo de asociatividad.

En la región Mixteca alta de Oaxaca, la asociación entre agricultores con fines de producción agrícola tiene amplios antecedentes históricos y culturales. El trabajo cooperativo en esa región tiene diferentes denominaciones según la frecuencia del trabajo, la forma de pago o la finalidad. Así, además del tequio existe la gueza a través de la cual se participa en trabajos agrícolas grupales y por esta ayuda no se paga, lo único que se da es el alimento y la persona que recibe la ayuda debe ir a apoyar a otra.

Los productores que practican el trabajo asociativo confían plenamente en él, todos tienen interés en que el trabajo se haga bien porque esperan lo mismo en sus parcelas. No obstante, por diversas circunstancias (entre ellas la migración, la baja productividad, el abandono del campo y el poco involucramiento de los jóvenes en la agricultura), la riqueza de la vida asociativa de la Mixteca alta se ha ido perdiendo y con ella los espacios de sociabilidad, las redes de ayuda mutua y la convivencia intergeneracional que genera identidad y capital social.

Para contrarrestar esta situación la Sociedad de Producción Rural Ñuu Kuiñi Pueblo de Tigre y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) brindan acompañamiento orientado a la promoción de la asociatividad entre los productores de la comunidad mixteca del municipio Magdalena Peñasco, Oaxaca.

La finalidad de promover la asociatividad es consolidar grupos de productores que identifiquen oportunidades de negocio sobre los cultivos de maíz nativo y leguminosas. La iniciativa forma parte del proyecto ‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’ que impulsan Walmart Foundation y el CIMMYT.

Ya que la tendencia al individualismo (se ha identificado que algunos productores solo se integran a un grupo para gestionar un beneficio y después trabajan aisladamente y por su cuenta) deriva en baja rentabilidad, gestión limitada de crédito y, finalmente, mayor vulnerabilidad, los talleres a través de los que se promueve la asociatividad muestran con ejemplos cómo la acción colectiva permite que se obtengan mejores pagos y mayores beneficios por el trabajo conjunto.

En Magdalena Peñasco, por ejemplo, se logró organizar a un grupo de productores de la agencia municipal de Zaragoza. Con el acompañamiento brindado a través del proyecto de Walmart Foundation y el CIMMYT estos productores pudieron aprovechar algunos apoyos gubernamentales para establecer invernaderos de tomate. Este grupo ofrece ahora a sus integrantes facilidades para el acceso a insumos, mercados locales y externos, información y comunicación constante.

La tarea de contribuir a la concientización sobre la importancia de la asociatividad y la preservación de las prácticas organizativas mixtecas es grande. En Magdalena Peñasco actualmente se trabaja con grupos en diversas etapas de la conformación de una organización. El acompañamiento en todas las etapas es clave pues solo con perseverancia los grupos logran constatar que la acción colectiva facilita la obtención de mejores resultados productivos, de transformación, de comercialización, entre otros.