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Identificar las mejores prácticas agrícolas, una tarea esencial de la ciencia aplicada al campo

Maíz establecido con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Maíz establecido con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

“Las plataformas de investigación tienen una gran importancia debido a que ahí probamos todos los estudios científicos generados por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores, transformándolos en un menú tecnológico amplio, flexible y adecuado para los agricultores de cada zona”, menciona Raúl Olvera García, investigador del Instituto Tecnológico Superior de Huichapan (ITSH).

Raúl es responsable de la plataforma de investigación Huichapan, en Hidalgo, México, donde colaboran el ITSH y el CIMMYT para “evaluar la producción de maíz nativo e híbrido bajo sistemas de cultivo basados en agricultura de conservación en comparación con la agricultura convencional. Esto, a fin de recomendar los sistemas más adecuados a los productores del área; es decir, detectar sistemas de producción más resilientes que pueden contribuir a incrementar los rendimientos y a mejorar la salud del suelo ante los efectos del cambio climático”, comenta Raúl. 

Entre las principales innovaciones que se estudian y promueven en la plataforma están la agricultura de conservación, la fertilización integral, la rotación de cultivos, cultivos alternativos y la evaluación de algunas variedades mejoradas. 

Así, en el ciclo primavera-verano 2022 se evaluaron los rendimientos de maíz grano de siete tratamientos, cinco de ellos basados en agricultura de conservación —con maíz nativo e híbrido y dos niveles de rastrojo dejado sobre el suelo (50 y 100 %)— y dos tratamientos testigo bajo labranza convencional —sin rastrojo—. Cabe señalar que la comparación se realizó a partir del año dos de agricultura de conservación a fin de tener un ciclo previo de rastrojo dejado sobre el suelo, así como un ciclo de rotación de cultivo. 

El mayor rendimiento observado se obtuvo con siembra directa de maíz híbrido en rotación con triticale y ebo establecidos bajo labranza mínima e incorporando el 50% de rastrojo de maíz, por lo que es una buena alternativa para producir grano y forraje manteniendo rendimientos sostenibles”, señala Raúl quien, además, recomienda implementar este sistema haciendo roturación vertical del suelo. 

“Las evaluaciones que realizamos en las plataformas de investigación son importantes porque los sistemas de producción y las variedades se comportan de manera diferente en diferentes regiones”, puntualiza Raúl, para quien “el beneficio que se ha generado a través de las investigaciones realizadas en la plataforma es que por medio de ellas se evalúan todos los conocimientos generados en el CIMMYT y son transmitidos a los productores de la zona”. 

La red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores es una de las redes de investigación agrícola más relevantes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, AgribaSustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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Frijoles, tradición y nutrición de Oaxaca

Almud lleno de Frijol ayocote, domicilio de don Jacobo, San Miguel Tlanichico, Trinidad Zaachila, Oaxaca. (Foto: Mariel Guera / CIMMYT)
Almud lleno de Frijol ayocote, domicilio de don Jacobo, San Miguel Tlanichico, Trinidad Zaachila, Oaxaca. (Foto: Mariel Guera / CIMMYT)

El arte culinario es un componente fundamental de la identidad cultural de los pueblos y la cocina oaxaqueña es prueba de ello. Uno de los principales ingredientes de esa cocina son los frijoles y, sin estos, delicias como las tlayudas, las enfrijoladas, las memelas, xhobetas, entre otras, no serían las mismas. 

La tercera parte de las más de 150 variedades de frijoles se encuentran en México y la mayoría de estas se cultivan en Oaxaca. Uno de los guardianes de esa agrobiodiversidad es Jacobo Tanislado Benítez González, o simplemente don Jacobo, un agricultor de la comunidad de San Miguel Tlanichico, municipio de Trinidad Zaachila, en el estado mexicano de Oaxaca. 

Don Jacobo siembra más 30 variedades de cultivos, incluidas varias de frijoles entre las que destacan tres variedades altamente apreciadas en su localidad: el frijol Ayocote (Phaseolus coccineus) y los nativos Morado San Miguel y Delgado San Miguel. 

El frijol Ayocote tiene la semilla más grande de todos los frijoles. Su nombre proviene del náhuatl ayecotli, que significa “frijoles gordos”. 

“En San Miguel Tlanichico el Ayocote tiene un ciclo de producción de aproximadamente siete meses (mayo a noviembre) y puede alcanzar una producción de 300 kilos en un cuarto de hectárea, esto es un rendimiento de 1 200 kilos por hectárea. Comercializamos nuestros granos por almud —una antigua unidad de medida arraigada en algunas localidades de México que es equivalente a 3,8 kilogramos—, el cual lleno de frijol Ayocote cuesta de 200 a 250 pesos (MXN)”, comenta don Jacobo. 

Don Jacobo añade que “los frijoles nativos Morado y Delgado San Miguel tienen un ciclo de 90 días y un precio de 65 pesos el kilo”. El Delgado, comenta el productor, es el más apreciado por él y su familia por su rico sabor y fácil cocción. 

A don Jacobo le interesa también producir de manera sustentable. Colaborando con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desde hace ya años, ha adoptado la agricultura de conservación, elabora su propia lombricomposta y lixiviados —un biofertilizante natural que contiene nutrientes importantes para el crecimiento de las plantas, en este caso se obtiene del proceso de lombricompostaje—para fertilizar sus cultivos. 

Después de las cosechas, don Jacobo almacena sus granos con el principio de hermeticidad —ausencia de oxígeno—, utilizando desde recipientes de PET de diferentes tamaños, hasta silos metálicos herméticos. Así, con los conocimientos que ha adquirido, aprovecha la amplia agrobiodiversidad de la localidad y combina saberes tradicionales e innovaciones tecnológicas para lograr una producción sustentable en sus parcelas.

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Inseguridad alimentaria y migración en Centroamérica

Cosecha de papas en Chiapas, México. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)
Cosecha de papas en Chiapas, México. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)

Entre el año 1990 y el 2020 la cantidad de migrantes centroamericanos aumentó 137 %; esto es, pasó de 6,8 millones a casi 16,2 millones. Si bien las causas de este fenómeno son múltiples y establecen una relación compleja, hay un aspecto que merece particular atención por incidir directamente en la seguridad alimentaria de la región: la agricultura.

La migración sugiere una respuesta a la falta de oportunidades en el campo y ha conducido a una escasez de mano de obra en el sector, aumentado los costos de producción. De acuerdo con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), los rendimientos de maíz podrían caer un 12,6% en El Salvador, un 4% en Guatemala, un 16,2% en Honduras, un 7,4% en México y un 17,7% en Nicaragua para el año 2055 si no se implementan las medidas de adaptación y mitigación a las nuevas condiciones climáticas. 

En un artículo publicado recientemente, el doctor Bram Govaerts, científico que ocupa la dirección general del CIMMYT —centro de investigación científica internacional sin fines de lucro, cuya sede está en México—, expone cómo la crisis climática está impactando en el fenómeno migratorio en la región. 

“El mundo no está en camino de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C a finales del siglo XXI. Estas son malas noticias especialmente para los sistemas agrícolas a pequeña escala que dependen de las lluvias estacionales y son más vulnerables a los efectos combinados de un mundo más caliente y seco”, señala Govaerts. 

Los investigadores del CIMMYT estiman que, sin adaptación, cada aumento de grado en las temperaturas medias globales reducirá, en promedio, los rendimientos de maíz en un 7,4 % y los rendimientos de trigo en un 6 %.  Esta disminución causada por el cambio climático, señalan, ya está impactando Guatemala, Honduras y El Salvador, donde aproximadamente 5,8 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria aguda.

Como resultado de la inseguridad alimentaria, señala el doctor Govaerts, los flujos migratorios de la región han aumentado drásticamente después del pico de la pandemia y han originado una crisis alimentaria. Ante esta crisis, señala Govaerts, “el CIMMYT está listo para implementar las Iniciativas Integradas de Sistemas Agroalimentarios en América Central y el Caribe aprovechando su red de investigación”. 

“La metodología se perfeccionó en México con la implementación del exitoso proyecto de 10 años MasAgro, que amplió las prácticas agrícolas sostenibles basadas en la intensificación y las nuevas variedades de cultivos de alto rendimiento y resistentes al clima en más de 1 millón de hectáreas en todo el país, beneficiando a más de 300 mil agricultores”, menciona. 

Finalmente, el director general del CIMMYT enfatiza que al abordar la inseguridad alimentaria y el fenómeno migratorio es importante considerar que es necesario invertir en programas nacionales de mejoramiento que desarrollen nuevas variedades de cultivos de alto rendimiento, resistentes al clima; mejorar las prácticas de manejo del suelo y la eficiencia del uso de fertilizantes; ampliar los servicios de extensión y asesoramiento sobre las prácticas de gestión agrícola, entre otras medidas que pueden ser consultadas en el artículo Cómo abordar la inseguridad alimentaria que impulsa la migración forzada. 

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Agricultura y ganadería, binomio sustentable en la Mixteca de Oaxaca

Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)
Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)

Cada que el equipo técnico del proyecto CLCA invita a algún productor a sumarse a dicho proyecto —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, trata de demostrarle cómo la agricultura y la ganadería pueden convivir sin impactar negativamente en la fertilidad del suelo.

Adaptar los sistemas de producción a las condiciones actuales de cambio climático es uno de los principales objetivos del acompañamiento técnico que brinda el proyecto.

“En Oaxaca, a través del trabajo con el CIMMYT y CLCA estamos tratando de hacer que la agricultura y la ganadería, y la fertilidad del suelo, no estén peleadas, sino integradas y podamos generar alimentos sanos y suficientes para las familias”, asegura Carlos Barragán, quien forma parte del equipo técnico que promueve CLCA.

Antes de dejarse guiar por los técnicos del proyecto CLCA, Félix Betanzos Benítez ya intentaba intercalar haba y alverjón con la siembra del maíz, pero ahora suma el trigo, la avena y el ebo, cultivos de los que procura obtener su propia semilla para reducir gastos.

“Es un beneficio para nosotros porque así se alimentan nuestros animales” y “estamos guardando un poquito de ebo, un poquito de semilla de avena para la próxima temporada que viene para seguir teniendo pastura para que crezca el ganado”.

Así como Félix, Anselmo Ramírez, un productor de San Marcos Monte de León, también se convenció de los beneficios de mantener cubierto el suelo de su parcela la mayor parte del año y de que se puede producir maíz y forrajes al mismo tiempo.

El suelo de Alselmo ha sido degradado por la erosión, por eso tomó el consejo de cubrirlo con rastrojos de la cosecha anterior y moverlo lo menos posible. De cada cosecha que logra Anselmo con agua de temporal “sale para los animales y para uno, para comer” porque “donde dejo el rastrojo no meto a los animales para que no lo acaben y así poco a poco el rastrojo se va pudriendo y nutriendo al suelo”.

Además de reducir gastos, Anselmo ha descubierto que es más práctico sembrar en la misma parcela maíz y otros cultivos como avena, ebo, canola y triticale, semilla que le otorgó Fondo para la Paz, una organización que se sumó a la implementación del proyecto de CLCA en la Mixteca de Oaxaca. 

Óscar Mejía, supervisor de esa organización puede contabilizar en números las mejoras en rendimientos que la parcela de Anselmo ha alcanzado al implementar la agricultura de conservación y la introducción de forrajes en al menos el 80 % de los módulos y áreas de extensión donde se implementa el proyecto de CLCA.

“Con agricultura convencional —con movimientos excesivos del suelo y sin cubrirlo con rastrojos— en promedio se consiguen entre 600 y 800 kilos de maíz, pero con la agricultura de conservación hemos registrado que esa cantidad se eleva a 1,2 o hasta 2,2 toneladas, así que dejar el rastrojo, no mover el suelo y rotar cultivos nos ha permitido que incrementemos hasta en un 40 % los rendimientos, tanto de maíz como en nuevos cultivos alternativos para la parte pecuaria”, resalta Óscar.

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Las ventajas de sembrar en camas permanentes

Cultivo de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Cultivo de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Se entiende por agricultura de conservación al sistema de producción basado en tres componentes básicos: mínima labranza, cobertura permanente del suelo y diversificación de cultivos. En el Valle del Yaqui, en Sonora, México, este sistema es evaluado para brindar a los agricultores de la zona las mejores recomendaciones para su implementación y adopción, dados los amplios beneficios que ofrece. 

En la plataforma Cajeme II, por ejemplo, investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) comparan la práctica convencional de la región con el tratamiento que incluye los tres componentes de agricultura de conservación. 

Reducir la intensidad de la labranza puede reducir los costos de producción por la disminución en operaciones y puede ayudar a conservar el suelo. Para conocer el efecto de la reducción de la labranza, en la plataforma se compara la siembra de trigo en monocultivo bajo labranza convencional y en camas permanentes. La labranza convencional en la región consiste en dos pasos de rastra y la formación de camas, mientras que las camas permanentes se forman en el año inicial del ensayo y después cada año solo se hace una reformación de los fondos, sembrándose directamente en las camas del año anterior”, comenta Nele Verhulst, investigadora del CIMMYT. 

De acuerdo con los investigadores, en la plataforma el trigo en camas permanentes tuvo mayor rendimiento que en camas con labranza convencional. En promedio, con cuatro riegos de auxilio, se obtuvo un rendimiento de 7,3 toneladas por hectárea con labranza convencional, mientras que el promedio en camas permanentes fue de 8,1 toneladas por hectárea, una diferencia promedio de 0,8 toneladas por hectárea a favor de la siembra en camas permanentes. 

De acuerdo con Manuel Ruiz, otro de los investigadores que trabaja en la plataforma, “cuando se siembra en camas permanentes es mejor dejar el rastrojo sobre la superficie que removerlo, ya que el rastrojo impide la evaporación del agua, protege al suelo contra el sol y la lluvia, reduce el crecimiento de malezas y aporta materia orgánica”, por esto, continúa, “para sacar el mejor provecho de las camas permanentes se recomienda dejar el rastrojo sobre la superficie; pero incluso sin cobertura las camas permanentes rindieron en los primeros seis años del ensayo igual o más que con labranza convencional”.

El trigo es un cultivo que gracias al amacollamiento puede dar rendimientos similares sin ser afectados por la diversidad de arreglos topológicos —distribución de las plantas en la superficie sembrada— y densidades de siembra —cantidad de semillas que se depositan por hectárea—. En este sentido, en camas permanentes con rastrojo no se observó diferencia en el rendimiento entre el tratamiento con dos hileras y el tratamiento con tres hileras.

En promedio, se obtuvo un rendimiento de 7,3 toneladas por hectárea con el sistema convencional, mientras que el sistema de agricultura de conservación rindió en promedio 8.6 toneladas por hectárea. La agricultura de conservación entonces rindió en promedio 1,3 toneladas por hectárea más que el sistema convencional.

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Opciones de cultivos intercalados para los Valles Centrales de Oaxaca

Girasol próximo a floración intercalado con maíz, en una parcela de San Nicolás Quialana, en el municipio de Zimatlán, Oaxaca, México. (Foto: Yashim Reyes/Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Girasol próximo a floración intercalado con maíz, en una parcela de San Nicolás Quialana, en el municipio de Zimatlán, Oaxaca, México. (Foto: Yashim Reyes/Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Los estados del sur de México se caracterizan por tener predios agrícolas divididos en pequeñas áreas donde normalmente el productor siembra un solo cultivo —en el mejor de los casos implementa el sistema milpa para tener mayor diversidad—, de manera que los cultivos intercalados son una opción viable para hacer más productivos estos terrenos. 

Se habla de cultivos intercalados cuando, simultáneamente, se establecen dos o más cultivos en la misma parcela. Esta particular diversificación de cultivos permite, además, lograr una mayor estabilidad de los rendimientos ya que, en dado caso, no todos los cultivos se verían igualmente afectados por las variaciones del clima.

En la región de los Valles Centrales, en Oaxaca, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ha estado evaluando, junto con colaboradores en ese estado, distintas especies de plantas a fin de identificar las mejores opciones para intercalar porque, en algunos casos, pueden aprovechar la luz, los nutrientes y el agua de manera más completa que cuando se trata de monocultivos.

Con la Integradora de Básicos del Istmo, por ejemplo, se estableció recientemente una parcela de evaluación en el municipio de Zimatlán de Álvarez, en donde se intercaló maíz con frijol ayocote, girasol y crotalaria —y donde se ha contado también con la asesoría de Ravi Gopal Singh, científico del CIMMYT especialista en cultivos alternativos y manejo de malezas—.

Entre los resultados obtenidos de esta parcela de evaluación de cultivos intercalados destaca que, para los Valles Centrales, una excelente opción es intercalar maíz con girasol, ya que este cultivo presenta un buen crecimiento y se puede aprovechar para la venta en flor o como forraje. Además, en caso de que el maíz se utilice en silo, la mezcla con girasol aporta una mejor nutrición para los animales.

Con un crecimiento mediano, otra opción para los Valles Centrales sería la crotalaria, pero no así el frijol ayocote, el cual no se adapta a las condiciones del clima de esta región. 

Los cultivos intercalados son más productivos que un monocultivo de maíz y, además, las diferentes combinaciones de cultivos contribuyen a dietas más variadas para satisfacer las necesidades de las familias productoras, de ahí la importancia de incrementar la diversidad de los sistemas de cultivos intercalados de maíz.

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Ahorrar tiempo, dinero y agua con prácticas sustentables

Rastrojo como cobertura del suelo en cultivo de cebada. (Foto: CIMMYT)
Rastrojo como cobertura del suelo en cultivo de cebada. (Foto: CIMMYT)

En el municipio de Cuerámaro, San José de Ramales, en el estado de Guanajuato, se siembra principalmente trigo y cebada en el ciclo otoño-invierno. A pesar de las limitaciones de agua en la región, destaca el cultivo de Esperanza de Heineken, una variedad de cebada que ha ido creciendo en superficie cada año debido a que el ciclo biológico de la cebada es más corto, comparado con el trigo. 

Refugio Botello Rodríguez es uno de los productores de cebada de San José. Debido a la necesidad de hacer un uso más eficiente del agua en la región y con la intención de mejorar sus costos de producción, optó por poner en práctica la agricultura de conservación «esperando tener la humedad suficiente debajo de los rastrojos para que la planta llegue a cosecha sin dificultad», comenta el productor. 

Fue a través del proyecto Cultivando un México Mejor —de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— que el señor Refugio recibió capacitación y acompañamiento técnico para establecer este sistema de producción sustentable basado en un mínimo movimiento del suelo y en su cobertura con rastrojo para protegerlo de la erosión, mejorar su estructura, su capacidad de infiltración de agua y de retención de humedad. 

«Hasta la fecha se han aplicado dos riegos, el de nacencia y el primer auxilio. Lleva ahorrado, en promedio, 1 300 metros cúbicos de agua por hectárea que bien pueden servir para otro riego. La cebada se encuentra en mejores condiciones de porte y se ha desarrollado más que con la agricultura convencional basada en movimiento continuo del suelo y sin dejar rastrojo sobre la superficie», puntualiza el equipo técnico de Cultivando un México Mejor que asesora al señor Refugio. 

 Optar por una agricultura sustentable ha tenido otros beneficios. Refugio hace cuentas: lleva ahorrados tres pasos de rastra más el surcado, lo que asciende a aproximadamente a 2 800 pesos (MXN) por hectárea. 

Por cómo se ve su cultivo, el señor Refugio ahora está convencido de que la agricultura de conservación es una buena alternativa: «la semilla sí nace entre la paja (rastrojo) y el agua avanza bien», menciona. Incluso ya está pensando cómo mejorar algunos aspectos el siguiente ciclo en el que tiene la intención de desvarar después de sembrar o sembrar sin desvarar y solo reformar el surco a poca profundidad.

Las prácticas que ahora hace el señor Refugio también le han representado mayor tiempo y recursos disponibles para dedicarlos a su familia: “Mi hijo está enfermo y he visto cómo esta práctica me puede hacer ahorrar tiempo y dinero. A veces me siento cansado para andar arriba del tractor a vuelta y vuelta. Mi hijo me ayudaba, pero ahora necesita atención médica y le digo «vámonos a descansar, hijo, y a cuidarnos». También le digo «¿ves hijo?, no necesitamos mover el suelo» porque ahora vemos que la cebada está bien desarrollada donde solo se ha sembrado entre los rastrojos”. 

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Agricultores sinaloenses ayudan al medioambiente mientras reducen sus costos de producción

Etapa reproductiva del cultivo de maíz en la plataforma Ahome, Sinaloa. (Foto: AARFS)
Etapa reproductiva del cultivo de maíz en la plataforma Ahome, Sinaloa. (Foto: AARFS)

La región del Valle del Fuerte, en el norte del estado mexicano de Sinaloa, tiene una superficie aproximada de 230 mil hectáreas que se distribuyen en los municipios de Ahome, El Fuerte, Guasave y Sinaloa de Leyva. Allí, el principal cultivo es el maíz blanco que se establece en condiciones de riego durante el ciclo otoño–invierno y cuya producción está destinada al mercado nacional y a la exportación. 

En 2018, el municipio de Ahome produjo el 19 % del maíz de Sinaloa y el 4 % del maíz a nivel nacional, con un rendimiento promedio de 11,7 toneladas por hectárea. La región es altamente productiva, pero el uso de insumos como herbicidas, insecticidas y fertilizantes químicos son también muy elevados, lo que conlleva altos costos de producción y un alto impacto ambiental. 

Frente a este y otros retos, la Asociación de Agricultores del Río Fuerte Sur (AARFS) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) establecieron en 2014 una plataforma de investigación en el Valle del Fuerte donde se buscan las mejores prácticas para los 2 500 productores de la zona que concentra la AARFS.

De manera general, en la plataforma se compara la agricultura de conservación con camas permanentes —donde solo se reforma el fondo del surco para conducir el riego y se mantiene el rastrojo o paja sobre la superficie— y la labranza con camas convencionales —la práctica del productor donde se dan varios pasos de maquinaria para mover el suelo e incorporar la paja—, la fertilización con base en el diagnóstico del sensor GreenSeeker® en comparación a la práctica de fertilización más común en la zona y, en últimos años, se han incluido tratamientos de validación de diferentes métodos de labranza mínima. 

Al analizar los resultados de seis años de investigación, los responsables de la plataforma encontraron que la siembra de maíz en camas permanentes disminuyó los costos de preparación de suelo —al dejar de hacer labores como subsuelo y rastreos— en más de dos mil pesos (2 396 MXN) por hectárea en promedio y sin disminuir los rendimientos. Por su menor costo de producción, rendimiento similar y menor impacto ambiental, la siembra en camas permanentes es la opción más recomendable para la zona.

Con respecto a la fertilización, que es el factor más costoso en la producción de maíz al representar entre el 30 y el 40 % de los costos de producción, los resultados reafirman que aumentar la fertilización nitrogenada no necesariamente aumenta el rendimiento pues, además, una sobredosis de nitrógeno puede impedir a que la planta obtenenga otros nutrientes necesarios y sea más susceptible a plagas y enfermedades. En este sentido, la fertilización con base en las lecturas del GreenSeeker® no solo fue las más económica, también permitió obtener rendimientos altos. 

En esta investigación también se observó que aumentar la densidad de siembra más allá de lo recomendable no aumenta el rendimiento, pero sí aumenta los costos de producción. De las tres densidades de siembra evaluadas (93 mil, 106 400 y 120 mil semillas por hectárea), la densidad de 106 400 semillas por hectárea fue la que obtuvo los mayores rendimientos en general), por lo que es la más recomendable para la zona. 

Finalmente, el análisis de los resultados de la plataforma muestra que las liberaciones de insectos benéficos, junto con otras técnicas de manejo integrado de plagas, hacen posible reducir a una las aplicaciones de insecticidas de origen químico, hecho que es muy significativo porque en la región se hacen hasta cinco aplicaciones de origen químico durante el ciclo agrícola. 

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Fauna silvestre, reto para las familias agricultoras de la Sierra Mazateca

Cultivo de maíz en zona serrana de Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Cultivo de maíz en zona serrana de Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Los bosques mesófilos de montaña (o de neblina) son ecosistemas muy ricos en diversidad biológica. El de la Sierra Mazateca de Oaxaca, México, es el hogar de muchas especies, incluidos roedores, conejos, ardillas, armadillos, zorras, águilas, halcones, víboras, etcétera. 

Para algunas poblaciones, ciertas especies de fauna silvestre forman parte de la dieta, mientras que para otras, de acuerdo con la cosmovisión indígena, estos animales representan vidas que conviven con los humanos en el mismo territorio. 

Desde hace algunos años, sin embargo, la modificación del ecosistema ha provocado que para muchas familias agriculturas de la Sierra Mazateca esta convivencia genere dificultades, específicamente porque algunas zonas dedicadas a la agricultura se han convertido en el refugio de varias especies de animales que huyen a causa de los incendios forestales, el incremento del área agrícola y la caza indiscriminada.

Así, para estas familias la convivencia con la fauna silvestre representa un reto cada año. En los municipios de Santa María Teopoxco, San Pedro Ocopetatillo y San Jerónimo Tecoatl, por ejemplo, las aves, conejos y ardillas se han convertido en una amenaza para los cultivos tanto de maíz en los ciclos de primavera-verano, como de haba y chícharo en el ciclo otoño-invierno. 

En algunos casos el abandono de las actividades agrícolas —ya sea por migración o porque la actividad económica principal ahora son los servicios en lugar de la agricultura— ha provocado que crezca el bosque. Aunque esto es positivo en términos biológicos, para los agricultores cuyas parcelas quedan aisladas al ser rodeadas por el bosque, esto representa que muy probablemente no lograrán obtener cosechas pues sus cultivos servirán para alimentar a la fauna silvestre.

La fauna silvestre llega a consumir más de la mitad de la cosecha o, en su caso, más de la mitad de la plantación. Para enfrentar esta situación la población ha recurrido a la caza, a la colocación de trampas, al empleo de venenos sin control y, en algunos casos, al abandono de la siembra. Además, si se considera que la mayoría de estos productores siembra para el autoconsumo y muchas veces obtienen bajos rendimientos debido a la prevalencia de prácticas inadecuadas, entonces la situación se torna aún más difícil.

En el marco de la iniciativa Cultivos para México —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— la Agencia Mexicana para el Desarrollo Sustentable en Laderas (AMDSL) trabaja en la búsqueda de alternativas para que las familias productoras de la Sierra Mazateca obtengan mejores rendimientos de forma sustentable y no pierdan sus cosechas a causa de la fauna silvestre, pero procurando el menor impacto al ecosistema. 

Para incrementar los rendimientos la AMDSL ha trabajado desde hace algunos años con el sistema milpa intercalada con árboles frutales con buenos resultados. Con respecto al tema de la fauna silvestre, la organización continúa en la identificación de las mejores opciones. A la fecha, se  han colocado cintas de caset y discos reutilizados para que reflejen la luz solar y se ahuyente así a los animales. También, se ha colocado cal en las plantas de las orillas de las parcelas con la finalidad de que al probarlas los animales desistan en su intento por consumirlas.

Todos estos intentos han presentado resultados, sin embargo, aún son mínimos y por eso en las reuniones de la AMDSL con la comunidad se ha acordado que en el siguiente ciclo se probarán otras alternativas y se tratará de identificar a los enemigos naturales de la fauna que está afectando los cultivos. Por supuesto, se trata de un gran reto que implica poner la mirada no solo la parcela y las actividades socioeconómicas, sino también en el entendimiento de que las comunidades forman parte de un ecosistema. 

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Con feromonas la incidencia del cogollero puede bajar hasta en 95 %, afirman productores

Dispensadores de feromonas de confusión sexual en parcela de Veracruz, México. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)
Dispensadores de feromonas de confusión sexual en parcela de Veracruz, México. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)

“El principal problema que nosotros tenemos en nuestras parcelas, en nuestros cultivos, es que el gusano cogollero nos empieza a atacar prácticamente desde la emergencia de la semilla. Si no controlamos eso nos pega en el bolsillo porque nos baja drásticamente el rendimiento”, comenta Humberto Pascual Hernández, productor de maíz de la comunidad El Aguacate, en el municipio de Hueyapan de Ocampo, en Veracruz, México. 

Para Humberto era importante encontrar otras opciones para preservar sus cosechas y disminuir el uso excesivo de agroquímicos: “buscando nuevas alternativas en conjunto con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) llegamos a este material de PROVIVI® que es bastante funcional. Lo hemos visto. Con otros compañeros productores ya lo hemos estado utilizando y evaluando su funcionalidad aquí en campo”. 

“Los dispensadores PROVIVI FAW® se colocan inmediatamente después de la siembra, antes de la emergencia del grano. Su duración es hasta prácticamente el final de la cosecha, 90 días, es decir, tres meses. Y con ello nos hemos dado cuenta que la incidencia de gusano cogollero, que es el que más nos aqueja aquí en nuestro cultivo de maíz, ha bajado radicalmente a partir de que nosotros estamos usando estos dispensadores de confusión sexual y haciendo prácticas de agricultura de conservación”, menciona Humberto. 

Con estos dispensadores nosotros hemos bajado en un 95 % la incidencia del gusano cogollero. Estamos viendo hechos, resultados palpables, podemos ver a simple vista la funcionalidad de esta alternativa agroecológica”, Lo anterior se traduce en una planta menos estresada, más sana y, por ende, una mejor calidad del producto terminado. Además, menciona el productor que usando esta herramienta como parte del manejo integrado del gusano cogollero, “nos beneficia bastante en nuestra economía porque antes, híjole, yo creo que hasta seis aplicaciones —de plaguicidas— hubiera tenido que hacer”. 

La principal ventaja que Humberto como productor ve en esta alternativa es que le ayuda a disminuir el uso excesivo de insecticidas: “Ahora ya no estoy expuesto a los químicos que a la larga pues me estaban dañando, me estaban intoxicando”, comenta. 

Además de disminuir la exposición excesiva de los agricultores a insecticidas, los dispensadores de feromonas de confusión sexual también ayudan a la preservación de los ecosistemas “porque con el control químicos nosotros nos estamos ‘llevando’ (eliminando) a insectos benéficos que también nos ayudan de manera natural al control del gusano cogollero. Y con estos dispensadores, al no estar aplicando químicos, estamos ayudando a mantener a las diferentes faunas benéficas que ya de manera natural se encuentran en nuestro cultivo”, señala Humberto. 

Convencido de que las decisiones que tome en el presente impactarán en sus hijos y en las futuras generaciones, Humberto promueve esta y otras prácticas sustentables —como la agricultura de conservación que permite conservar suelos y agua— en su comunidad y otras aledañas: “Yo invito a los productores que usen estas alternativas y que vean los resultados para que comprueben de manera real que es algo que sí funciona y que a la larga nos va a beneficiar en muchos aspectos: económico, en salud, mantener la biodiversidad, le vamos a dar vida a nuestro campo”.