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¿Cuál es la condición corporal ideal del ganado?

Ganado ovino en sistema agropecuario en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Ganado ovino en sistema agropecuario en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

México cuenta con una importante actividad ganadera en distintas escalas. La producción ganadera en pequeña escala, realizada principalmente en el ámbito familiar, es muy importante porque contribuye al abasto alimentario de pequeñas y medianas poblaciones.  

Dada la importancia de este tipo de ganadería, en la que destaca la presencia de borregos y cabras, es importante que los productores conozcan la condición corporal de sus animales, es decir, que sepan cómo determinar de forma práctica el estado físico del ganado —midiendo las reservas corporales en forma de grasa y músculo— y así evaluar el nivel nutricional para determinar, por ejemplo, si es necesario darle otros alimentos. 

La condición corporal es un reflejo de la alimentación que están recibiendo los animales. Por ejemplo, al tener una dieta basada en esquilmos o rastrojos y largas caminatas se genera una pérdida de peso. Esto trae como consecuencia animales bajos de peso y periodos entre cría y cría más largos. 

Al conocer la condición corporal del ganado es posible saber si es necesario suministrar otros alimentos que aporten diferentes nutrientes. Si bien la idea es simple, la pregunta es: ¿cómo se determina la condición corporal?

Para esta estimación primero se debe observar desde atrás del animal la pelvis o anca y las costillas. Estos huesos regularmente son visibles siempre, pero si estuvieran muy marcados indicaría que el animal está bajo de peso y por tanto su condición corporal es baja.

Posteriormente se debe palpar en zonas específicas del animal: el lomo, la zona de la inserción de la cola, la región del flanco y cadera; una vez que se realiza esta evaluación se asigna un valor en una escala del cero al cinco donde el cero corresponde a un animal extremadamente delgado y cinco a un animal obeso. Un número intermedio sería la condición ideal del animal. 

Para facilitar que los productores que trabajan en sistemas agropecuarios estimen la condición corporal del ganado, se pone a su disposición la siguiente infografía sobre Condición corporal en ovinos, caprinos y vacunos. 

Esta infografía es parte de los contenidos generados en el marco del proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, el cual promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

 

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El rastrojo hace la diferencia

Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

¿Cómo se ha llegado a saber todo esto sobre la agricultura de conservación? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollan experimentos a largo plazo a partir de los cuales se ha ido sumando evidencia sólida sobre los beneficios de este sistema de producción que  actualmente constituye una alternativa para que la agricultura siga siendo rentable a la vez que permita cuidar y conservar los recursos naturales. 

Estos experimentos se diseñan para una duración de al menos diez años, así permiten documentar el efecto a largo plazo de diferentes prácticas de manejo agronómico sobre varios aspectos del sistema, desde parámetros básicos como el rendimiento de grano hasta aspectos complejos como la microbiología del suelo”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Los datos de largo plazo hacen posible estudiar mejor una práctica agronómica y permiten dar recomendaciones confiables a los agricultores. Los que se establecieron al inicio de los años noventa, en ambientes contrastantes en México, han sido clave para la investigación del CIMMYT sobre agricultura de conservación. 

Actualmente el CIMMYT opera experimentos a largo plazo en México en diversos sitios experimentales con condiciones agroecológicas contrastantes, como Ciudad Obregón, en Sonora, o Metepec, Estado de México, por ejemplo. 

“Este es el ensayo D5, en el lote del mismo nombre en la estación experimental del CIMMYT en el Batán, en Texcoco, Estado de México. Está ubicado a una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar (msnm) y está dedicado a la investigación de la agricultura de conservación”, menciona Fonteyne mientras muestra un poco del suelo, casi como polvo, proveniente de  una de las parcelas del ensayo, aunque evidentemente erosionada. 

“Nos encontramos en la parcela donde se trabaja con labranza convencional —donde ciclo con ciclo se hace un movimiento continuo del suelo— y no se dejan los residuos de la cosecha anterior. Como se puede ver, es una de las parcelas donde el suelo está más degradado, podemos ver el efecto de las sequías. En esta parcela casi no habrá cosecha este año”, señala el investigador del CIMMYT.  

Al lado de esa primera parcela que muestra Fonteyne está otra, también trabajada con agricultura convencional, solo que en esta sí se han dejado los residuos del cultivo anterior, o rastrojos, como son llamados cotidianamente: “En esta otra hemos dejado por más de 30 años los residuos de cosecha, entonces el suelo es de mejor calidad, tiene más materia orgánica, mejor infiltración. Como se puede ver, esto ha generado más plantas, son un poco más grandes, pero aún será poca cosecha en comparación con las parcelas donde sí se han implementado todos los compontes de la agricultura de conservación”.

Incluso a simple vista, las diferencias entre ambas parcelas son notables, y son más evidentes cuando se les compara con las parcelas trabajadas con agricultura de conservación que están al lado. 

Cobertura del suelo con rastrojos, mínima labranza y diversificación de cultivos son esos componentes básicos de la agricultura de conservación a los que hace referencia el investigador del CIMMYT, y son también las prácticas fundamentales que se promueven entre los productores para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático. 

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Mejorar la producción, cuidando los suelos con agricultura de conservación

Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

“No es lo mismo cosechar mucho y gastar mucho, que cosechar mucho y gastar lo necesario”, comenta Felipe Juárez, quien brinda acompañamiento técnico a productores de Cebada en Guanajuato, México, en el marco del proyecto Cultivando un México Mejor, de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). 

“Dadas las circunstancias que hoy se viven se requiere buscar otra forma de producción para que la agricultura siga siendo rentable y que los productores puedan ofrecer a sus familias condiciones para una vida próspera”, continúa Felipe, quien señala que el tipo de agricultura que predomina actualmente en el Bajío demanda el uso de muchos insumos que elevan los costos de producción y, en algunos casos —particularmente cuando se usan desmesuradamente—, contribuyen a la degradación de los suelos agrícolas. 

“El problema con varios productos es que, en la mayoría de casos, solucionan un problema por temporadas, pero su efecto disminuye con el paso del tiempo. Otro problema es el uso desmedido de los mismos, como los fertilizantes. Al usar fertilizantes inadecuados o dosis inadecuadas se propicia la pérdida de la calidad del suelo. Con suelos degradados la producción agrícola es costosa y poco amigable con el medioambiente y, además, es muy probable que el grano cosechado no tenga las condiciones adecuadas para la industria alimenticia o los consumidores”. 

Para el técnico de Cultivando un México Mejor es fundamental que los productores conozcan las propiedades de sus suelos porque “el pH en las zonas cebaderas tiene una tendencia a ser alcalino y algunos micro elementos, como el hierro (Fe), cobre (Cu) y manganeso (Mn), no están lo suficientemente disponibles, esto trae como consecuencia que el agricultor los compre y aplique vía foliar, generando un gasto más en su manejo agronómico. Esto no está mal, pero si no se aplica en el momento y la forma adecuada, entonces ese recurso se habrá desperdiciado”. 

Ante la pregunta sobre las alternativas que tienen los agricultores para cuidar sus suelos y mejorar su producción, Felipe menciona que “para el caso de la cebada maltera hemos documentado que en aquellas parcelas donde se practica la agricultura de conservación, particularmente por varios años, la demanda de insumos no es amplia, disminuye, y se pueden obtener buenos rendimientos sin requerir de una alta economía”. 

“Con la agricultura de conservación que se ha estado desarrollando en el Bajío guanajuatense hay trabajos, comprobados mediante análisis de suelo, donde después de tres años continuos de dejar los rastrojos o paja como cobertura los suelos degradados se logran recuperar notablemente en lo que respecta a su pH, fauna, materia orgánica y salinidad. Esto es relevante porque la salinidad y la poca materia orgánica en el suelo son factores que limitan el desarrollo y producción de varios de los cultivos acostumbrados en el Bajío”. 

“Los productores que participan en Cultivando un México Mejor reciben capacitaciones sobre el uso de fertilizantes químicos y los efectos negativos que puede tener su uso excesivo. También revisamos con ellos cómo afecta el pH en el suelo agrícola, cuáles son los fertilizantes adecuados, los momentos correctos para aplicar enmiendas, entre otros temas”, puntualiza Felipe. 

Finalmente, el técnico de Cultivando un México Mejor recomienda a los productores que “si no son ganaderos, dejen la paja o rastrojo en la superficie de la parcela; remarquen surcos y eviten mover demasiado el suelo; cuiden que la parcela no se encharque; hagan análisis de suelo y apliquen la nutrición necesaria para el cultivo que se estableció”. De esta manera, señala, estarán encaminándose a una agricultura más sustentable que les permitirá cuidar y mejorar sus suelos, a la vez que su producción. 

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La importancia del rastrojo en tu parcela

Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)
Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)

Los altos costos de los insumos agrícolas que se observan en la actualidad, principalmente de los fertilizantes, ha hecho que entre muchos productores mexicanos impere un ambiente de desánimo por las bajas ganancias que se obtendrían con las cosechas que se obtengan del presente ciclo agrícola.

Una alternativa para minimizar el impacto del aumento en el costo de los fertilizantes es aprovechar los beneficios de mantener los residuos de la cosecha anterior (rastrojos) como cobertura del suelo. Esta es una de las prácticas que más ha investigado el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y que, por sus beneficios comprobados, se promueve en el marco de diversos proyectos, como Agriba Sustentable, impulsado por PepsiCo México, Grupo Trimex y el CIMMYT. 

“Dejar el rastrojo como cobertura del suelo sirve como una protección natural contra la erosión y también se ha documentado que contiene una cantidad significativa de nutrientes que regresan al suelo durante su descomposición. Con estas aportaciones podemos dejar de depender del 100 % de la fertilización inorgánica”, comenta el equipo que brinda acompañamiento técnico a los productores participantes de Agriba Sustentable en el Bajío mexicano.

El rastrojo puede aportar 35 % de nitrógeno, 12 % de fósforo, 80 % de potasio y hasta 95 % del calcio de la cantidad total que aplicamos de fertilizante en nuestros cultivos. Como vemos, el rastrojo tiene un gran valor y lo podemos aprovechar para el cultivo del ciclo siguiente. Estos datos son importantes porque las prácticas comunes que realizan los productores es empacarlo para forraje o, simplemente, quemarlo —práctica que en lo últimos años ha disminuido considerablemente— para dejar limpia la parcela, sin saber el verdadero valor monetario que tienen en sus parcelas gracias al rastrojo”, enfatizan.

De hecho, de acuerdo con una estimación elaborada por el Hub Bajío del CIMMYT, el rastrojo de 13,5 toneladas de maíz por hectárea sería equivalente a fertilizantes con un valor aproximado de entre 15 y 16 mil pesos por hectárea.

Además de reducir el impacto al medioambiente por la quemas agrícolas, el valor del rastrojo tiene un equivalente monetario. En este sentido, aprovecharlo como cobertura del suelo es una alternativa viable y pertinente para los productores de Agriba Sustentable y de México en general.  

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Preservar las lenguas indígenas, un camino a la innovación agrícola

El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

“Acá estamos en medio de los cultivos, hay girasol, cempasúchil, bótil —un frijol que en otras regiones es conocido como ayocote—, chayote, esta especie de repollo —el cual todo el año da hojas comestibles que se cotizan muy bien en el mercado porque pocos productores siembran la planta—; allá hay ajo, hay nabo, cebolla, rábano; de ese lado zarzamora, plátano, café, aguacate, maíz y flores”, comenta el señor Sebastián Díaz Hernández en su lengua materna, el tsotsil.

El señor Sebastián es un agricultor del municipio de Larráinzar, en Chiapas, México. El ha implementado algunas innovaciones agronómicas que ha conocido a través de los colaboradores del Hub Chiapas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quienes, manifiestan, también han aprendido del señor Sebastián porque el agricultor posee muchos conocimientos ancestrales y también es un referente para varios agricultores de la zona debido a la gran diversidad de cultivos con los que cuenta en su parcela. 

En Larráinzar, cerca del 88,5 % de la población habla tsotsil y una buena proporción de ellos no habla español. Es el caso del señor Sebastián, con quien fue posible comunicarse gracias al apoyo de Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT en la región y con quien el señor Sebastián trabaja muy de cerca: “él es un productor innovador que ha estado aplicando en su parcela los principios de la agricultura de conservación, hablamos del mínimo movimiento del suelo, dejar el rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos”, señala Mateo. 

“En total aquí el productor tiene más de 25 especies comestibles. Es un espacio muy pequeño, pero aquí no se va a ver el suelo sin cultivo y por lo tanto el productor cosecha todo el año, todo el tiempo tiene cosecha, no hay día ni momento que no tenga algo. No son superficies grandes, pero esta diversificación garantiza la alimentación del productor y su familia que es lo que se está buscando con el sistema diversificado”, comenta el técnico. 

La parcela del señor Sebastián, establecida en una superficie con gran pendiente —como la mayoría de los terrenos en Larráinzar—, parece un auténtico jardín, con flores, frutos y granos a cada paso: “Muchos productores me preguntan por los cultivos que siembro, algunos productores lo siembran y me preguntan que qué le aplico”, cuenta el productor quien, gustoso, comparte sus conocimientos con los otros agricultores, incluyendo lo que recientemente ha aprendido sobre control de enfermedades y otras innovaciones sustentables. 

De acuerdo con las Naciones Unidas, cada dos semanas —en promedio— una lengua desaparece. La pérdida de la diversidad lingüística es grave, porque implica la desaparición de todo el patrimonio cultural e intelectual vinculado a las lenguas que se extinguen, incluyendo, por supuesto, valiosos conocimientos derivados de la particular forma de vincularse con la tierra y cultivarla, como en este caso lo hace el señor Sebastián. 

México cuenta con 69 lenguas nacionales: 68 lenguas indígenas y el español. No obstante, muchas lenguas indígenas están en gran riesgo de desaparecer por diversos motivos. Si desaparecen, se perderían modalidades únicas de pensamiento y expresión; todos estos, recursos importantes y necesarios para construir mejores sociedades, incluyendo la transmisión de la herencia de cultivo y las posibilidades de fortalecer la tradición con innovación. 

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Agricultura y ganadería, binomio sustentable en la Mixteca de Oaxaca

Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)
Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)

Cada que el equipo técnico del proyecto CLCA invita a algún productor a sumarse a dicho proyecto —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, trata de demostrarle cómo la agricultura y la ganadería pueden convivir sin impactar negativamente en la fertilidad del suelo.

Adaptar los sistemas de producción a las condiciones actuales de cambio climático es uno de los principales objetivos del acompañamiento técnico que brinda el proyecto.

“En Oaxaca, a través del trabajo con el CIMMYT y CLCA estamos tratando de hacer que la agricultura y la ganadería, y la fertilidad del suelo, no estén peleadas, sino integradas y podamos generar alimentos sanos y suficientes para las familias”, asegura Carlos Barragán, quien forma parte del equipo técnico que promueve CLCA.

Antes de dejarse guiar por los técnicos del proyecto CLCA, Félix Betanzos Benítez ya intentaba intercalar haba y alverjón con la siembra del maíz, pero ahora suma el trigo, la avena y el ebo, cultivos de los que procura obtener su propia semilla para reducir gastos.

“Es un beneficio para nosotros porque así se alimentan nuestros animales” y “estamos guardando un poquito de ebo, un poquito de semilla de avena para la próxima temporada que viene para seguir teniendo pastura para que crezca el ganado”.

Así como Félix, Anselmo Ramírez, un productor de San Marcos Monte de León, también se convenció de los beneficios de mantener cubierto el suelo de su parcela la mayor parte del año y de que se puede producir maíz y forrajes al mismo tiempo.

El suelo de Alselmo ha sido degradado por la erosión, por eso tomó el consejo de cubrirlo con rastrojos de la cosecha anterior y moverlo lo menos posible. De cada cosecha que logra Anselmo con agua de temporal “sale para los animales y para uno, para comer” porque “donde dejo el rastrojo no meto a los animales para que no lo acaben y así poco a poco el rastrojo se va pudriendo y nutriendo al suelo”.

Además de reducir gastos, Anselmo ha descubierto que es más práctico sembrar en la misma parcela maíz y otros cultivos como avena, ebo, canola y triticale, semilla que le otorgó Fondo para la Paz, una organización que se sumó a la implementación del proyecto de CLCA en la Mixteca de Oaxaca. 

Óscar Mejía, supervisor de esa organización puede contabilizar en números las mejoras en rendimientos que la parcela de Anselmo ha alcanzado al implementar la agricultura de conservación y la introducción de forrajes en al menos el 80 % de los módulos y áreas de extensión donde se implementa el proyecto de CLCA.

“Con agricultura convencional —con movimientos excesivos del suelo y sin cubrirlo con rastrojos— en promedio se consiguen entre 600 y 800 kilos de maíz, pero con la agricultura de conservación hemos registrado que esa cantidad se eleva a 1,2 o hasta 2,2 toneladas, así que dejar el rastrojo, no mover el suelo y rotar cultivos nos ha permitido que incrementemos hasta en un 40 % los rendimientos, tanto de maíz como en nuevos cultivos alternativos para la parte pecuaria”, resalta Óscar.

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Planear para optimizar el nuevo ciclo agrícola

Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)

La planeación estratégica es fundamental para el buen desempeño de cualquier empresa y en el sector agrícola no es la excepción. Al producir un cultivo, la mayor rentabilidad se obtiene incrementando ingresos y reduciendo costos, por lo que el productor debe enfocarse en lo que puede controlar, de acuerdo con los recursos disponibles, lo que reducirá la posibilidad de pérdidas derivadas de imprevistos, por lo tanto, hay que iniciar a planear la próxima siembra desde que se comienza a cosechar un cultivo.

Entre las recomendaciones que puede implementar el productor para optimizar costos y hacer más eficientes los recursos se encuentra el aprovechamiento del rastrojo. Usarlo para cubrir, nutrir y mejorar el suelo permitirá incrementar la materia orgánica, facilitar el manejo del riego y regular la temperatura, pero sobre todo ahorrar en fertilizantes nitrogenados.

En parcelas de productores de maíz vinculados a Grupo Ceres —organización que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para la promoción de prácticas sustentables en el norte de México— se han registrado ahorros de hasta 78 kilos de nitrógeno o su equivalente a 169 kilos de urea que, bajo el panorama actual, esa cantidad de fertilizante equivale a un ahorro efectivo de aproximadamente tres mil quinientos pesos (3 500 MXN).  

Otras recomendaciones son el adecuado análisis de suelo —este hará posible determinar los elementos de corrección que tendrán que aplicarse— y la inversión en semillas de mayor calidad. Y ya que la elección del híbrido a sembrar no es una decisión fácil de tomar, se deben considerar híbridos adaptables a cada región, resultados de parcelas demostrativas en las que se mide el rendimiento, semillas sanas y estables que permitan obtener una buena calidad de cosecha, así como una mayor eficiencia en el uso del fertilizante. 

Por supuesto, no hay que dejar de lado la asesoría de los expertos, ya que prevenirse y generar una estrategia de siembra será fundamental para alcanzar el éxito. Invitamos a los productores a que recurran a los expertos de Semillas Ceres y el CIMMYT, quienes los asesorarán adecuadamente para una producción rentable y sustentable.

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Mejorar la capacidad de infiltración del suelo, esencial para preservar acuíferos

Cultivo de cebada en Apan (Hidalgo, México) en parcelas participantes en el proyecto Aguas Firmes. (Foto: María del Pilar Vázquez)
Cultivo de cebada en Apan (Hidalgo, México) en parcelas participantes en el proyecto Aguas Firmes. (Foto: María del Pilar Vázquez)

Las extracciones del acuífero de Apan, en el estado mexicano de Hidalgo, se han incrementado notablemente en años recientes. Actualmente, de hecho, se extrae casi la misma cantidad de agua que la que se recarga, lo que limita seriamente la disponibilidad del líquido y acerca al acuífero a un estatus de sobreexplotación. 

Para contribuir a la conservación del acuífero se desarrolla Aguas Firmes, un proyecto del Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“En Apan el proyecto empezó a operar en el ciclo primavera-verano 2021. Su ejecución en campo, a finales del ciclo productivo, abarcó la vinculación con los primeros productores de cebada, proveedores de Grupo Modelo. Con ellos trabajamos inicialmente con la incorporación del rastrojo, uno de los pasos principales para empezar a ejecutar otras tecnologías que en conjunto mejoran la calidad del suelo y su capacidad de infiltrar agua, contribuyendo así a la recarga de los mantos acuíferos”, comenta María del Pilar Vázquez Martínez, consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Uno de los principales problemas de los suelos de Apan que limitan su capacidad de infiltración de agua es la compactación, la cual es producto del excesivo paso de maquinaria y el sobrepastoreo. Capas de suelo compactadas se pueden encontrar incluso entre los 15 y 20 cm de profundidad en muchos los casos, menciona Pilar.

A la par de la compactación, en la superficie del suelo “la degradación por viento o por agua es notable, principalmente, porque el movimiento de suelo que se acostumbra hacer en la zona es muy agresivo: al menos son tres o cuatro rastreos más un barbecho por preparación en cada inicio de ciclo y, de hecho, en muchos casos se busca que el suelo quede hecho polvo, totalmente suelto, así que en el periodo en que no hay cultivo se pierde muchísimo suelo fértil”. 

 Para definir las prácticas y tecnologías más adecuadas para hacer frente a esta problemática “se eligieron seis parcelas en zonas estratégicas. En ellas se establecieron módulos en los que se realizó un análisis de suelo, un análisis químico, un análisis de la estructura del suelo, un análisis de infiltración de agua y un análisis de compactación del suelo. Estas mediciones se realizaron el año pasado, a finales del ciclo productivo. La intención es tomar esos mismos parámetros al final para ver qué ganancia hemos obtenido con la implementación de las diferentes tecnologías que estamos promoviendo”, señala Pilar. 

Adicionalmente, comenta Pilar, “por parte del programa se adquirieron 10 equipos de siembra para grano pequeño de 16 líneas. Estos equipos se distribuyen de manera estratégica en las zonas que estamos trabajando. Además, hay un productor que nos apoya con lo que nosotros llamamos punto de resguardo o punto de maquinaria, que no solamente funciona para reguardar el equipo, sino para darle seguimiento, monitorear en dónde está, en qué zona se está trabajando, facilitando que otros productores también accedan a él. Es una forma con la que estamos contribuyendo para que los productores accedan a equipos de mayor eficiencia”. 

En un contexto donde la degradación del suelo afecta la capacidad de infiltración de agua de los suelos agrícolas, proyectos como este son relevantes. 

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es una cooperación de desarrollo que forma parte del programa develoPPP entre la cervecera líder AB InBev a través de Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH, quien lo implementa por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Forraje y grano en la misma superficie

Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

A Mario Guzmán Manuel le llevó tiempo entender que a mayor movimiento de la tierra en una parcela la fertilidad y la humedad se pierden, pero una vez que conoció la agricultura de conservación él mismo se niega a realizar prácticas que afecten la estructura del suelo que cultiva, como el barbecho con tractor, aunque esto le implique disminuir sus ingresos por la renta de la maquinaria que posee en San Francisco Chindúa, en la Mixteca de Oaxaca, México.

De sus 50 años, Mario casi ha pasado todos en el campo y, a principios de junio, con las lluvias que trajo el huracán Agatha a la Mixteca, él se animó a sembrar casi una hectárea con maíz que espera crezca con el temporal.

“Anteriormente la milpa, a esas fechas, ya estaba para encajonar —pasar la yunta con el arado por dónde ya se pasó cuando se labró— porque empezaba a llover desde mayo o a mediados de abril, pero si no fuera por Agatha que nos benefició con tres días de lluvia, todo estaría seco”, analiza.

Si barbecha una parcela —voltear una capa de suelo de 30 centímetros—, Mario cobra por la renta de su tractor y su mano de obra de 800 a mil pesos, aunque todavía faltaría una rastra —para mover una capa de suelo de 10 centímetros— antes de hacer los surcos.

“Antes hacía ambas cosas e incluso dos rastras para que quedara molida la tierra”, pero Mario ha comprobado que si deja el rastrojo o los residuos de la cosecha anterior “se mantiene más la humedad, pero la gente se aferra, cuando está húmedo, la tierra se pega mucho en los discos del tractor, por eso siguen prefiriendo echar lumbre”, sin comprender que esa práctica solo demerita la capacidad de la tierra de producir alimento.

Desde hace siete años Mario ha visto que el temporal en la Mixteca “se ha retrasado, porque llueve muy poco”, un cambio muy radical de clima en todo el mundo por las acciones humanas, incluyendo las agrícolas porque prevalece la siembra de manera convencional, es decir, con movimientos excesivos del suelo que afectan su estructura y sus funciones. 

Poco a poco, con la asesoría técnica de colaboradores del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo (CIMMYT) que en esa región implementa el proyecto CLCA, productores como Mario han dejado de barbechar y tratan de mantener un poco de rastrojo en su parcela.

El proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores— promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

“Estamos utilizando diferentes tecnologías que nos permiten aumentar la fertilidad del suelo, conservarlo y mantener o mejorar la productividad de cada unidad de producción pecuaria y de cada familia. Para ello estamos produciendo forraje y grano en la misma superficie, con la misma cantidad de agua y en el mismo ciclo agrícola”, explica Ángel Rodríguez Santiago, colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT.

Combinar diferentes tipos de cultivos, dejar el rastrojo sobre la parcela y usar abonos orgánicos que ellos mismos realizan son parte de las actividades que Alfredo Rodríguez Girón, productor de San Francisco Chindúa, también ha aprendido para optimizar su cosecha y tener alimento suficiente para su ganado.

Con este tipo de prácticas, el potencial productivo de los suelos agrícolas se puede incrementar considerablemente.Tan solo en el distrito de Nochixtlán, al que pertenece San Francisco Chindúa, suman 15 mil 790 hectáreas cultivables con maíz en las que se puede diversificar la siembra para hacer más rentable esta actividad y reducir el impacto al medio ambiente.

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Desde la agricultura suman esfuerzos para evitar sobreexplotación del acuífero de Apan, en Hidalgo

Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)
Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)

En el año 2016 un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación de México daba a conocer el resultado de los estudios técnicos de las aguas del acuífero de Apan, en el estado de Hidalgo. De acuerdo con el estudio, la extracción total del acuífero era de 14,8 millones de metros cúbicos anuales, mientras que la recarga que recibía estaba cuantificada en 30,3 millones de metros cúbicos anuales. Hoy, solo seis años después, la extracción ya está cuantificada en el orden de los 30 millones de metros cúbicos anuales, haciendo que la disponibilidad de agua sea cercana a cero y el acuífero se aproxime peligrosamente a niveles que lo harían ser considerado sobreexplotado.

“Nuestro objetivo primordial es contribuir a conservar los mantos acuíferos de la zona y mejorar la calidad de agua que se infiltra. Como en esta zona la agricultura es de temporal, lo que buscamos es ayudar a mejorar la infiltración en cada una de las regiones en las que trabajamos”, comenta María del Pilar Vázquez Martínez, consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Aguas Firmes es un proyecto del Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“Somos diferentes colaboradores, algunos están trabajando en temas como reforestación, presas de gavión, de piedra encimada; el caso es ayudar a retener el agua y aprovechar las lluvias. En el caso específico del CIMMYT lo que buscamos es ayudar principalmente a mejorar la estructura del suelo, su calidad y capacidad para infiltrar agua. Al ayudar a que un mayor porcentaje de agua se infiltre contribuimos a la recarga de los mantos acuíferos. Eso es lo que buscamos, ayudar a una mayor captación e infiltración”. 

Apan, en el sur del estado de Hidalgo, posee amplias llanuras y pastizales con un clima templado subhúmedo. Estas características han permitido que la ganadería y la agricultura sean las actividades económicas predominantes. Sin embargo, años de prácticas inadecuadas han contribuido a que los suelos de Apan actualmente sean “muy pobres de materia orgánica, estamos hablando que están todos están por debajo del 1 % de materia orgánica —cuando idealmente debería ser entre 3 y 5 %—, así que se trata de suelos sumamente degradados, con una estructura muy raquítica”, puntualiza Pilar. 

Ante el reto de mejorar suelos que por años han sido objeto de prácticas inadecuadas, el CIMMYT está promoviendo prácticas sustentables con agricultores de los municipios de Apan, Almoloya, Emiliano Zapata, Tepeapulco y Tlanalapa. “Estos son los municipios que directamente inciden en el acuífero. Todos estos productores cultivan cebada y son proveedores directos de Grupo Modelo. Lo primero que les hemos pedido es que nos ayuden integrando el rastrojo, la paja del ciclo anterior, integrarlo a su terreno”. 

Cubrir el suelo con rastrojos es uno de los componentes básicos de la agricultura de conservación, un sistema de producción sustentable que, entre otros beneficios, permite mejorar la calidad del suelo y la retención de humedad. Por esta razón, es el sistema que se promueve entre los productores de Hidalgo que participan en Aguas Firmes.

“Actualmente estamos trabajando con cerca de 40 productores. Con ellos hemos instalado seis módulos de innovación en la zona —parcelas de productores donde se comparan, lado a lado, las prácticas convencionales y las innovaciones sustentables— y diversas áreas de extensión —parcelas donde los productores adoptan las prácticas y tecnologías sustentables validadas—. También realizamos capacitaciones, con ellas estamos beneficiando a más productores que están dentro del área de interés”. 

En este contexto donde la limitada disponibilidad de agua del acuífero de Apan pone en riesgo el desarrollo de actividades productivas, el equilibrio ecológico, la sustentabilidad ambiental y el abastecimiento para los habitantes de la región, proyectos como Aguas Firmes adquieren relevancia. 

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es una cooperación de desarrollo que forma parte del programa develoPPP entre la cervecera líder AB InBev a través de Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH, quien lo implementa por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es