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Alternativas para hacer un uso más eficiente del agua en la agricultura

Trilla de trigo con el cártamo en floración en el fondo, en la plataforma Cajeme II, en Sonora, México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Trilla de trigo con el cártamo en floración en el fondo, en la plataforma Cajeme II, en Sonora, México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)

Fenómenos como el cambio climático y la urbanización creciente han contribuido a que la disponibilidad de agua dulce disminuya notablemente en muchas partes del mundo. Para la agricultura esto implica hacer un uso más eficiente del agua. 

La región del Valle del Yaqui es una de las principales regiones agrícolas de México. Se encuentra en el sur del estado de Sonora con una extensión aproximada de 450 mil hectáreas y su principal cultivo es el trigo duro, aunque además se producen oleaginosas, hortalizas y otros cereales, como el maíz y el trigo harinero. Toda la producción se hace en condiciones de riego.

En el Valle de Yaqui regularmente hay agua disponible para cuatro riegos de auxilio para el cultivo de trigo, sin embargo, también hay una recurrente escasez de agua con ciclos cuando hay que reducir el uso de agua de riego. 

Para identificar las mejores prácticas que permitan hacer un uso más eficiente del agua, en la plataforma Cajeme II, en Sonora, investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) evalúan, entre otros aspectos, el rendimiento del trigo con solo tres riegos de auxilio en vez de cuatro, como es la práctica común. 

La siembra en camas permanentes con cobertura de rastrojo —agricultura de conservación— puede aumentar la cantidad de materia orgánica, mejorar la infiltración de agua y reducir la evaporación. Estos factores ayudan a retener por más tiempo la humedad del suelo, por lo que es posible que el trigo en camas permanentes tenga mayor rendimiento bajo condiciones de riego reducido. 

De acuerdo con lo observado en la plataforma de investigación, con tres riegos de auxilio el rendimiento fue significativamente más bajo que en todos los tratamientos con cuatro riegos de auxilio —promedio de 6,9 toneladas por hectárea— y similar en camas permanentes y camas con labranza convencional. 

Si bien el rendimiento con tres riegos en camas permanentes no fue mayor que en labranza convencional, el beneficio generado por el cuarto riego es mayor en camas permanentes. La siembra en camas permanentes es más eficiente en el uso de agua, con un mayor rendimiento por el mismo número de riegos y, por tanto, se recomienda para hacer un óptimo uso del agua disponible. 

Además, se recomienda la rotación con un cultivo que use menos agua que trigo, como garbanzo o cártamo. De esta manera se puede dividir el área para dar un cuarto riego de auxilio en trigo que se aprovechara más en agricultura de conservación, y compensarlo con área de cártamo o garbanzo donde solo se dan uno o dos riegos de auxilio.

En la plataforma Cajeme II se siguen evaluando estos tratamientos para observar si a largo plazo hay algún cambio. En este sentido, también es necesario hacer experimentos para medir el consumo de agua por parcela y así tener un mejor entendimiento de cómo se puede ahorrar agua en el Valle de Yaqui.

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Opciones de cultivos intercalados para los Valles Centrales de Oaxaca

Girasol próximo a floración intercalado con maíz, en una parcela de San Nicolás Quialana, en el municipio de Zimatlán, Oaxaca, México. (Foto: Yashim Reyes/Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Girasol próximo a floración intercalado con maíz, en una parcela de San Nicolás Quialana, en el municipio de Zimatlán, Oaxaca, México. (Foto: Yashim Reyes/Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Los estados del sur de México se caracterizan por tener predios agrícolas divididos en pequeñas áreas donde normalmente el productor siembra un solo cultivo —en el mejor de los casos implementa el sistema milpa para tener mayor diversidad—, de manera que los cultivos intercalados son una opción viable para hacer más productivos estos terrenos. 

Se habla de cultivos intercalados cuando, simultáneamente, se establecen dos o más cultivos en la misma parcela. Esta particular diversificación de cultivos permite, además, lograr una mayor estabilidad de los rendimientos ya que, en dado caso, no todos los cultivos se verían igualmente afectados por las variaciones del clima.

En la región de los Valles Centrales, en Oaxaca, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ha estado evaluando, junto con colaboradores en ese estado, distintas especies de plantas a fin de identificar las mejores opciones para intercalar porque, en algunos casos, pueden aprovechar la luz, los nutrientes y el agua de manera más completa que cuando se trata de monocultivos.

Con la Integradora de Básicos del Istmo, por ejemplo, se estableció recientemente una parcela de evaluación en el municipio de Zimatlán de Álvarez, en donde se intercaló maíz con frijol ayocote, girasol y crotalaria —y donde se ha contado también con la asesoría de Ravi Gopal Singh, científico del CIMMYT especialista en cultivos alternativos y manejo de malezas—.

Entre los resultados obtenidos de esta parcela de evaluación de cultivos intercalados destaca que, para los Valles Centrales, una excelente opción es intercalar maíz con girasol, ya que este cultivo presenta un buen crecimiento y se puede aprovechar para la venta en flor o como forraje. Además, en caso de que el maíz se utilice en silo, la mezcla con girasol aporta una mejor nutrición para los animales.

Con un crecimiento mediano, otra opción para los Valles Centrales sería la crotalaria, pero no así el frijol ayocote, el cual no se adapta a las condiciones del clima de esta región. 

Los cultivos intercalados son más productivos que un monocultivo de maíz y, además, las diferentes combinaciones de cultivos contribuyen a dietas más variadas para satisfacer las necesidades de las familias productoras, de ahí la importancia de incrementar la diversidad de los sistemas de cultivos intercalados de maíz.

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México ante los retos de la seguridad alimentaria mundial

Maíz de alto rendimiento producido con prácticas sustentables en San Pablo Huitzo, en Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Maíz de alto rendimiento producido con prácticas sustentables en San Pablo Huitzo, en Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

Hoy, en un mundo que aún no se recupera de los efectos de la pandemia y donde se desarrollan conflictos que afectan la producción y distribución de alimentos, hay cerca de 811 millones de personas padeciendo hambre, cifra que constituye un llamado a la acción local y global en favor de la paz y la seguridad alimentaria.

México tiene un papel central en la lucha contra el hambre en el planeta: es el lugar de origen del maíz, uno de los principales cultivos globales y, a través del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), resguarda más de 28 mil accesiones únicas de este cultivo, cuyo estudio ha permitido ofrecer al mundo el Atlas Molecular de Maíz, una plataforma de información que proporciona datos, herramientas y recursos que permiten a mejoradores de maíz, investigadores, técnicos extensionistas, entre otros, identificar la diversidad con un posible valor para sus necesidades específicas.

Además del maíz, el trigo de México es esencial para la seguridad alimentaria de millones del planeta. Recientemente, por ejemplo, un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el CIMMYT, liderado por Julio Huerta, recibió el premio Gene Stewardship 2022 del Borlaug Global Rust Initiative por su aporte a la seguridad alimentaria mundial, a través del mejoramiento de la resistencia de variedades de trigo a la roya.

Bram Govaerts, director general del CIMMYT, señala que “factores como la pandemia y el conflicto entre Rusia y Ucrania han afectado la producción y disponibilidad de maíz en todo el mundo, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de todos”. 

Además de los conflictos, Govaerts señala que el cambio climático sigue y seguirá siendo un tema prioritario para la seguridad alimentaria: “El aumento de la temperatura reduce los rendimientos globales de los principales cultivos. Sin una agricultura adaptada a estos cambios, cada grado que aumente la temperatura media global estaría reduciendo los rendimientos de trigo en un 6% y de maíz en un 7,4% en promedio”.

Estos retos, enfatiza el también investigador, “ponen en evidencia una vez más el liderazgo histórico de México y la oportunidad de hacerse presente y generar transformaciones de talla global desde las parcelas y hombro a hombro con los productores”. 

Para responder a estos retos, Govaerts comenta que México cuenta con la experiencia para desarrollar sistemas agroalimentarios sustentables —iniciativas como Cultivos para México,  Agricultura Para La Paz y AgriLAC Resiliente son un ejemplo de ello—, hecho que resalta la importancia de invertir en investigación científica: “el 70% de semillas de trigo y más del 50% de semillas de maíz sembradas en el mundo derivan de la investigación en mejoramiento que se realiza en México desde el CIMMYT y una amplía red de colaboradores”. 

A través del CIMMYT, México hace alrededor de 1 500 envíos de semillas anuales a diferentes países y varias de esas semillas son de variedades resistentes a sequía. “Nuestro llamado es a que la intervención humanitaria incluya semilla resistente a sequía para las zonas susceptibles a este fenómeno y así generar resiliencia global hacia el futuro”, enfatiza el directivo del CIMMYT. 

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México contribuye a generar soluciones para el cuidado de la naturaleza en Colombia

El productor Emiliano Melchor, de Oaxaca, México, mostrando su parcela en la que ha diversificado cultivos para mejorar la actividad biológica y la rentabilidad de su sistema, evitando así la deforestación del bosque. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
El productor Emiliano Melchor, de Oaxaca, México, mostrando su parcela en la que ha diversificado cultivos para mejorar la actividad biológica y la rentabilidad de su sistema, evitando así la deforestación del bosque. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

En la producción actual de alimentos prevalece un alto uso de insumos —como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua— y prácticas insostenibles —como el monocultivo, la labranza intensiva y la deforestación— que contribuyen a incrementar el riesgo de extinción de especies nativas, al deterioro de las especies de plantas cultivadas, al calentamiento global y a la pérdida y contaminación de suelo y agua. Además, favorecen dietas poco diversas e ingresos menos estables.

En la agricultura se produce una gran cantidad de desechos, lo que da como resultado que se desperdicie más de un tercio de los alimentos producidos a nivel global. También suelen desaprovecharse los residuos de cultivos y otros recursos que pueden reciclarse en lugar de desperdiciarse. Una agricultura más respetuosa de la naturaleza incluye la adopción de prácticas que protegen, gestionan, restauran la naturaleza y reciclan los nutrientes. Este tipo de agricultura puede apoyar una producción de alimentos más sostenible y brindar servicios ecosistémicos. 

Soluciones Positivas para la Naturaleza es una iniciativa que busca, precisamente, promover una agricultura basada en la gestión y protección del medioambiente y la agrobiodiversidad para que, desde una perspectiva regenerativa, no agote ni destruya los recursos naturales.  Su orientación es implementar sistemas agroalimentarios que brinden alimentos y bienestar y, al mismo tiempo,  hacer de la agricultura un elemento que contribuya a permanecer dentro de los límites planetarios. 

La iniciativa, impulsada por el CGIAR —alianza global que agrupa a centros de investigación de todo el mundo—, incluye a Colombia, Burkina Faso, India, Kenia y Vietnam, donde tienen presencia el Centro Internacional de la Papa (CIP), la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT-Bioversity), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el Instituto Internacional del Manejo del Agua (IWMI), y el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI).

En el marco de esta iniciativa, el pasado 21 y 22 de septiembre se realizó, en Palmira Colombia, un taller de planeación para discutir un marco común, definir sitios específicos de trabajo y metas factibles para la iniciativa e identificar vínculos potenciales con actores clave. En este taller se contó con la participación de organizaciones como Agrosavia, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt de Colombia, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), FORESTPA, CORPOAMAZONIA, Refocosta, entre otras. 

La iniciativa contempla cinco paquetes de trabajo que responden a la estrategia de investigación e intervención: conservación in situ y ex situ de la agrobiodiversidad, manejo sustentable de los recursos naturales (agrobiodiversidad, agua, suelo), restauración del suelo, reciclaje y manejo de los residuos, y fomento de un ambiente político y socioeconómico para la promoción de las soluciones positivas para la naturaleza desde una perspectiva de inclusión social.

A través de Cultivos para México —iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT—, el CIMMYT ha acumulado experiencia en el uso de tecnologías y prácticas sustentables en diferentes regiones agroecológicas y con diferentes tipos de productores —como el uso de la diversificación de cultivos, cero labranza, feromonas para el control de plagas, uso de tecnologías herméticas para la conservación de granos, compostaje para un manejo menos intensivo y amigable con el planeta—, de manera que a través de Soluciones Positivas para la Naturaleza se busca llevar esta experiencia a Colombia en colaboración con los centros del CGIAR y las instituciones públicas y privadas de ese país.

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La poscosecha y la pérdida de alimentos

“Coscomate”, estructura de almacenamiento empleada en comunidades mixes de Oaxaca, México. (Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real)
“Coscomate”, estructura de almacenamiento empleada en comunidades mixes de Oaxaca, México. (Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real)

Paradójicamente, en un mundo donde se pierde alrededor del 14 % de los alimentos producidos y se desperdicia el 17 % de esa producción total mundial, existen actualmente cerca de 811 millones de personas padeciendo hambre.

La pérdida y desperdicio de alimentos es un fenómeno complejo que implica el desaprovechamiento de todos los recursos —agua, tierra, energía, mano de obra y capital— utilizados para su producción. Esto hace urgente la difusión y adopción de medidas y prácticas que permitan reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos. 

La poscosecha es una actividad clave para este propósito, ya que un manejo deficiente en esta etapa pone en riesgo la producción y la calidad de la cosecha que durante meses el agricultor cuido en campo, invirtiendo tiempo y recursos.

Las pérdidas poscosecha en México se estiman en alrededor de 25 % en promedio, pero suelen ser mayores en regiones tropicales dónde la temperatura y la humedad favorecen la proliferación de insectos y hongos, dejando más propensos a los granos almacenados de manera incorrecta. 

Existe una gran diversidad en las prácticas y manejo poscosecha realizado por los productores, dependiendo de la tradición, el conocimiento de alternativas, condiciones ambientales y disponibilidad de tecnologías.

Los sistemas de almacenamiento en las comunidades son diversos y se adaptan de acuerdo con las condiciones socioeconómicas, culturales y geográficas. Entre los sistemas convencionales destaca el uso de costales de polipropileno, generalmente con aplicaciones de productos de síntesis química considerados como altamente tóxicos por la FAO, la Organización Mundial de la SALUD (OMS) o la Red de Acción en Plaguicidas (PAN, por sus siglas en inglés) —entre los que destaca el fosfuro de aluminio—.

Ante esta problemática, la iniciativa Cultivos para México —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, ha instalado plataformas de investigación y módulos o áreas de extensión donde se validan y difunden prácticas poscosecha para que los productores de pequeña escala puedan garantizar a sus familias la disponibilidad de grano limpio y saludable. 

En la localidad La Libertad —en San Juan Cotzocón, en Oaxaca, México—, por ejemplo, se instaló un ensayo para demostrar la efectividad de cuatro métodos de almacenamiento: botellas PET, tierra de diatomeas, cal estándar y ceniza de fogón.

Los resultados de esta evaluación, realizada junto con el productor Ramiro Ángel Valencia León, fueron claros: ante la falta de opciones como los silos metálicos herméticos y las bolsas plásticas herméticas, los recipientes PET pueden ser una excelente alternativa para conservar las característica originales —peso, color, olor, sanidad— del grano almacenado. 

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Chícharo gandul, una alternativa para rotarse con maíz

Reproducción de semillas de chícharo gandul en Oaxaca, México. (Foto: Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja)
Reproducción de semillas de chícharo gandul en Oaxaca, México. (Foto: Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja)

De entre el amplio número de especies cultivadas en el estado mexicano de Oaxaca, el chícharo gandul (Cajanus cajan) destaca por su adaptación y amplia integración a la gastronomía, e incluso a la cultura y la medicina tradicional local. 

El chícharo gandul es una leguminosa arbustiva originaria de la India. En el ámbito nutricional esta planta posee un alto aporte de proteínas, por lo que es una buena opción para complementar la dieta de las familias productoras y también para la obtención de forraje para la ganadería. 

En el ámbito agronómico el chícharo gandul es capaz de mejorar la estructura de los suelos compactados gracias a su raíz pivotante ―es robusta y crece en línea recta hacia abajo―. Además, no requiere agua en abundancia, es resistente a la sequía y tiene cualidades alelopáticas ―inhibe el crecimiento de las malezas―, favorece la infiltración de agua y, por ser una leguminosa, aporta nitrógeno al suelo, siendo una fuente de nutrientes de la milpa o los frutales.

Por sus diversas cualidades, el chícharo gandul es promovido como una opción para diversificar cultivos en la región del Papaloapan, en Oaxaca. Esto, en el marco de la iniciativa Cultivos para México que promueven la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). 

El equipo técnico de Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja, organización que colabora con el CIMMYT en la región, comenta que el manejo agronómico del chícharo gandul “es mínimo en cuanto a control de plagas y enfermedades, su desarrollo ha sido óptimo y productivo en nuestra región, también se ha estado introduciendo en los primeros dos años de desarrollo en plantaciones de limón persa, que es un frutal rector de importancia económica, ocupando los espacios entre surco y surco, pero también aportando nutrientes a estos frutales de manera natural”. 

Cultivado en zonas de laderas, el chícharo gandul contribuye a la retención del suelo, por esta razón es promovido como un cultivo para intercalarse con maíz, en relevo o en rotación. Para este propósito, Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja y el Hub Pacífico Sur del CIMMYT actualmente desarrollan acciones para producir semilla de chícharo gandul y seguir compartiéndola con productores de esta región. 

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El rastrojo y la conservación de los suelos en Oaxaca

Plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, Oaxaca, en la que se observa el desarrollo de maíz en el sistema de labranza mínima con cobertura, durante el periodo de sequía de 2021. (Foto: Samuel Randy Aracen)
Plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, Oaxaca, en la que se observa el desarrollo de maíz en el sistema de labranza mínima con cobertura, durante el periodo de sequía de 2021. (Foto: Samuel Randy Aracen)

El estado de Oaxaca, en México, presenta amplias regiones con altos niveles de degradación y pérdida de suelo. La erosión hídrica y eólica son las principales causas de esa degradación que, a su vez, está vinculada a prácticas como el sobrepastoreo, el retiro total de rastrojo, las quemas agrícolas y el uso excesivo de maquinaria. En conjunto, esto ocasiona pérdida de fertilidad agrícola, reflejada en un raquítico desarrollo de los cultivos y en rendimientos que, en muchas ocasiones, no superan una tonelada por hectárea. 

En la región Mixteca Alta, específicamente en los municipios de San Antonino Monteverde y Villa Chilapa de Díaz, los suelos son pobres en nutrientes, deficientes en materia orgánica y, en general, presentan condiciones que limitan la producción agrícola. Por esta razón en estos municipios se han desarrollados trabajos de concientización enmarcados en la iniciativa Cultivos para México, que impulsa la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

El simple hecho de ya no quemar las parcelas y dejar una mínima parte de los residuos de cosecha sobre las áreas de cultivos, son sinónimos de logros, de resultados y, sobre todo, de impactos y cambios de perspectivas de los agricultores de la región”, comenta el equipo técnico de Fondo para La Paz, organización que colabora con el CIMMYT en esta región para promover sistemas sustentables como la agricultura de conservación. 

“La cubierta vegetal es importante en la agricultura de conservación para proteger el suelo del impacto de las gotas de lluvia, así como para mantener el suelo bajo sombra y con el más alto porcentaje de humedad posible. Hemos visto su importancia para el reciclaje de nutrientes, pero también tienen un efecto físico y, probablemente, alelopático sobre las malezas, bajando su incidencia y conduciendo a la reducción del uso de agroquímicos y, con ello, de los costos de producción”, mencionan los técnicos de Fondo para La Paz.

Los rastrojos actúan como una capa protectora que amortigua la presión ejercida sobre el suelo por las ruedas de la maquinaria y las pisadas de los animales, y por lo tanto desempeñan un papel importante en la reducción de la compactación del suelo. Además,  tienen un papel muy importante en la conservación de humedad, ya que actúan como una “esponja” absorbiendo el agua y reteniéndola por mayor tiempo, de manera que ayudan a que el líquido esté disponible en periodos de sequía prolongada.

En los Valles Centrales, otra de las regiones de Oaxaca donde los suelos están severamente degradados, está la plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, donde se evalúa el componente de cobertura de suelo desde el año 2017.

“Durante estos cinco años se ha podido observar el efecto de la cobertura del suelo con rastrojo. En las parcelas donde se ha hecho labranza mínima y se ha mantenido el rastrojo como cobertura se han obtenido rendimientos de hasta 3,3 toneladas por hectárea, mientras que con el sistema convencional solo se obtiene la media local que es de una tonelada por hectárea. Además, este no es el único beneficio de la cobertura, ya que también es posible disminuir la incidencia de malezas y mejorar las características, físicas, químicas y biológicas del suelo”, comenta el equipo responsable de la plataforma de investigación.  

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Cultivos diversos, grandes beneficios

Cultivos de girasol y frijol mungo en la parcela del productor Germán Cruz Ibarra, en Oaxaca, México. (Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real)
Cultivos de girasol y frijol mungo en la parcela del productor Germán Cruz Ibarra, en Oaxaca, México. (Foto: Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real)

Oaxaca es uno de los estados más vulnerables al cambio climático en México. De acuerdo con el Atlas Nacional de Vulnerabilidad al Cambio Climático, de los 83 municipios más afectados por este fenómeno a nivel nacional, 30 se encuentran en Oaxaca. Sequías, inundaciones, deslaves, aumento de la temperatura y del nivel del mar son algunos de los efectos que ya se registran en este estado. 

“El cambio climático ya nos alcanzó y sus efectos son evidentes en algunas variables como la distribución de la lluvia y la temperatura. Esto trae como consecuencia movimientos en las fechas de siembras y condiciones más favorables para la propagación de plagas y enfermedades”, comentan técnicos de Desarrollo Agropecuario Integral Camino Real (DAICR), organización que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para difundir prácticas sustentables en Oaxaca. 

Recientemente, el equipo técnico de DAICR realizó muestreos en cultivos de maíz para determinar la presencia de insectos plaga en el cultivo. “Monitorear es muy importante para el manejo agroecológico de plagas, ya que al hacerlo no solamente determinamos cómo se están comportando las poblaciones de plagas, sino también el comportamiento de poblaciones de insectos benéficos”, menciona Clara Santos Rodríguez, de DAICR. 

El muestreo es determinante para tomar decisiones de manejo o de control, “por eso se recomienda realizarlos cada semana, porque los ciclos de las plagas son cortos y no son las mismas condiciones de la plaga en la primera semana que en la segunda o tercera. Las condiciones cambian y por lo tanto su manejo también”, comenta Clara. 

“Hay un método que consiste en muestrear al azar 10 sitios de 10 plantas, o bien, cinco sitios de 20 plantas, de tal forma que se tomen 100 muestras por hectárea. Esto se puede hacer caminando sobre un surco y elegir al azar plantas. Una vez tomada la muestra, se cambia de sitio o de dirección. Será el grado de daño o infestación lo que determine el tipo de control más conveniente, por ejemplo, si es menor a 5 %,  es injustificado querer controlar la plaga; si es de entre 5 y 10 %, se pueden usar extractos vegetales; y si hay un 15 % de daño o infestación se pueden usar productos de bajo impacto”. 

Resultado de los monitoreos, el equipo técnico de DAICR y los agricultores del municipio Ciénega de Zimatlán han instalado trampas con feromonas para el control del gusano cogollero (Spodoptera frugiperda), una de las plagas que más afecta al maíz y que más se ha propagado debido a la variabilidad climática. 

El uso de trampas con feromonas ha disminuido las aplicaciones de insecticidas químicos que impactan negativamente al ambiente y aumentan los costos de producción. “Si antes el productor realizaba de dos a tres aplicaciones, en los ciclos recientes ya no se ha realizado ninguna aplicación con insecticidas químicos. Esto contribuye a hacer más sustentable el control de la plaga, pero también se evita matar a los insectos benéficos o enemigos naturales de las plagas que pudiera haber en la parcela”, menciona Clara. 

Otra de las prácticas que se han promovido —en el marco de Cultivos para México, iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT— para ayudar a controlar las plagas ha sido la diversificación de cultivos, la cual “promueve una mayor diversidad biológica, mejora el uso de los recursos naturales, disminuye el riesgo de pérdida total de la cosecha y proporciona protección contra daños por plagas y enfermedades”. 

En los municipios oaxaqueños de Trinidad Zaachila y San Juan Cotzocón, por ejemplo, se ha promovido el cultivo de girasol, soya, canavalia, frijol mungo, chícharo gandul, canola, crotalaria, jamaica, entre otros. Allí, se ha observado que, en comparación con los monocultivos, en las parcelas diversificadas “las producciones son siempre mayores y los problemas de plagas y enfermedades son menos, en gran medida porque los insectos benéficos que controlan las plagas son más abundantes cuando hay diversidad de cultivos que les brindan refugio para su reproducción o su alimentación”, puntualiza Clara. 

En las parcelas donde se diversifican los cultivos es posible hacer un mejor uso del agua y del espacio. En estos espacios diversificados “se regulan mejor las malezas y algunas especies en rotación o asociación se benefician mutuamente. En general, las parcelas son más rentables, pues tienen dos cultivos en un mismo terreno, por lo tanto, las familias productoras no solo diversifican sus ingresos, sino también aprovechan los beneficios que los cultivos como las leguminosas le aportan al suelo y a la restauración de la diversidad funcional para el manejo agroecológico de las plagas”, concluye Clara. 

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No solo es la tecnología

Maquinaria especializada en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Maquinaria especializada en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

La mecanización agrícola se considera fundamental para reducir el trabajo pesado, ahorrar en mano de obra y, en general, lograr que los productores tengan una mejor calidad de vida. No obstante, en América Latina, África subsahariana y el sur de Asia el uso de maquinaria agrícola aún es minúsculo si se considera la superficie total cultivada; tan solo en África subsahariana dos tercios de la energía utilizada para preparar los suelos de cultivo procede de la fuerza humana.

Dado este contexto, desde hace siete años, la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han colaborado para establecer Centros de Innovación Verde en 13 países de África y dos en Asia a fin de apoyar proyectos que promueven una mecanización que, siendo adecuada y a la medida de los productores, contribuya a mejorar la seguridad alimentaria a largo plazo e impulse el crecimiento económico. 

De acuerdo con el artículo CIMMYT: More than machines, publicado recientemente por el diario Krishak Jagat —uno de los medios especializados en el sector agrícola de mayor prestigio en India— la GIZ y el CIMMYT actualmente centran sus esfuerzos en asegurar que las ganancias producidas por los Centros de Innovación Verde no se pierdan después de que el financiamiento del proyecto culmine. 

“A medida que los Centros de Innovación Verde entran en una etapa final crucial, un equipo dirigido por el CIMMYT completó recientemente la capacitación de siete miembros del personal de GIZ de Costa de Marfil, Togo, Etiopía y Zambia, que ahora están certificados para facilitar la herramienta Scaling Scan del CIMMYT y capacitar a otros para poner innovaciones agrícolas en sus países de origen en un camino sólido para el crecimiento”, cita el diario. 

Scaling Scan, o análisis rápido del panorama de escalamiento, es una herramienta de evaluación de escalabilidad que considera aspectos tecnológicos y no tecnológicos —como las prácticas agrícolas mismas, o las finanzas y la gobernanza, las cadenas de valor, el nivel de colaboración y los aprendizajes, entre otros— necesarios para hacer escalable una solución. 

A través de esta herramienta es posible identificar los principales retos de los sistemas agroalimentarios, fortalecer los procesos de adopción de prácticas y tecnologías sustentables e identificar oportunidades. En el caso de los Centros de Innovación Verde,  Scaling Scan ha sido útil para “identificar qué innovaciones son más prometedoras para la supervivencia y el crecimiento de la iniciativa más allá del punto final”. 

La herramienta metodológica se ha empleado con buenos resultados en otros momentos, permitiendo reenfocar, en algunos casos, los esfuerzos de los impulsores de los proyectos y, en otros, replicar iniciativas exitosas, como la mecanización promovida por Cultivos para México —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, de México, y el CIMMYT— de la cual se han replicado diversos aprendizajes y procesos en África y Asia para construir modelos operativos que permiten generar máquinas versátiles, razonablemente asequibles, fácilmente maniobrables y socialmente pertinentes.

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Frijol caupí, un cultivo alternativo con amplios beneficios

Cultivo de caupí en San Pedro Pochutla, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur/CIMMYT)
Cultivo de caupí en San Pedro Pochutla, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur/CIMMYT)

Originaria de África central, esta leguminosa es considerada actualmente una fuente de proteína vegetal de alta calidad que se consume en muchas partes del mundo. Se trata del cowpea o caupí (Vigna unguiculata), el cual también es un buen forraje y aporta diversos beneficios al suelo donde se cultiva.

El frijol caupí, frijol chino o chícharo de vaca, como también se le conoce, no es muy explotado en México, pero debido a sus diversas propiedades nutricionales, características agronómicas y a que se adapta a suelos de todas las texturas y a altitudes que van de los cero a los 1 500 metros sobre el nivel del mar, representa una buena alternativa para diversificar cultivos en el país. 

En el estado mexicano de Oaxaca, como parte de las acciones de diversificación de cultivos impulsadas en el marco de Cultivos para México —iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, se han establecido parcelas con caupí para evaluar su comportamiento bajo condiciones de riego y temporal, evaluando además diferentes líneas de diferentes colores. 

Los resultados en San Pedro Pochutla, Oaxaca, muestran que el caupí tiene un excelente desarrollo y rendimiento, es tolerante a la sequía, a suelos poco fértiles y temperaturas altas, lo que lo reafirma al cultivo como una alternativa para incorporar en los sistemas de producción de amplias zonas de Oaxaca donde, en años recientes, las lluvias han sido muy erráticas y la producción de maíz ha sido limitada. 

El caupí se puede utilizar como grano seco, grano tierno y vainas para el consumo humano. Esto es importante ya que constituye una fuente de proteína, fibras, carbohidratos, minerales y vitaminas que perfilan al cultivo como una opción relevante para la dieta en comunidades con poblaciones vulnerables.

En el plano agronómico, el caupí es un abono verde que se puede incluir para el mejoramiento y la conservación de suelos ya que es un excelente fijador de nitrógeno. Así mismo, al incluirse en los sistemas de producción como rotación puede ser una alternativa de ingreso económico para las familias productoras.