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Alternativas para mejorar la fertilización agrícola en Jalisco

Recorrido por la plataforma de investigación de Ocotlán. (Foto: Gabriel Escobedo y Ana Becerra)
Recorrido por la plataforma de investigación de Ocotlán. (Foto: Gabriel Escobedo y Ana Becerra)

La Ciénega del lago de Chapala es una región con un clima favorable para la agricultura, haciendo que municipios como Ocotlán (Jalisco, México), que forman parte de la ciénega, tengan una notable producción agrícola. En la zona granera de Jalisco, sin embargo, la rentabilidad ha venido disminuyendo debido al encarecimiento de los insumos agrícolas, a los bajos precios de los granos y a los efectos del cambio climático, aunados a una creciente presión en los años recientes por el desplazamiento que ejercen cultivos como el agave y la caña de azúcar.

Para generar opciones viables que le permitan a los agricultores locales mantener la productividad y la rentabilidad del cultivo de granos, en la plataforma de investigación Ocotlán —establecida en 2017 por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y colaboradores en la zona— se han implementado diversos tratamientos orientados a diseñar recomendaciones que les permitan hacer un manejo agroecológico y más rentable de sus parcelas, sirviendo también como un lugar de encuentro entre productores,  de transferencia de tecnologías y de escalamiento de las mismas.

“La plataforma tiene una superficie de 1,8 hectáreas, en ella se siembra trigo en el ciclo otoño-invierno y maíz en primavera-verano. En el ciclo primavera-verano de 2022 se realizó un experimento para evaluar dos dosis de fertilización nitrogenada —100 % y 75 %—, con y sin la aplicación de inoculantes microbianos —productos que promueven el crecimiento vegetal hechos con base en microorganismos, en este caso hongos del género Glomus y bacterias del género Azospirillum— en un sistema de agricultura de conservación y otro tratamiento con labranza convencional con el 100 % de la fertilización”, mencionan los responsables de la plataforma.

“El uso de inoculantes microbianos incrementó la eficiencia en el aprovechamiento del fertilizante, permitiendo reducir las dosis empleadas usualmente. Con respecto al tipo de labranza, no se obtuvo un beneficio significativo en los tratamientos con labranza convencional —basada en un movimiento continuo del suelo—, de hecho, se obtuvieron rendimientos similares y se tuvo un mayor costo de producción debido al requerimiento de maquinaria”, comentan los especialistas.

Lo anterior confirma que “la agricultura de conservación es un sistema rentable que permite reducir los costos de producción y mantener altos rendimientos, sobre todo con las variación en los temporales de lluvia que se han presentado en los últimos años”, señalan el equipo técnico de la plataforma, enfatizando en que la agricultura de conservación es un sistema ampliamente recomendado para los productores de la zona, en donde, no obstante, es necesario seguir investigando el tema de los inoculantes microbianos para brindar recomendaciones más puntuales.

Cabe mencionar que para el ensayo se sembró adicionalmente “un tratamiento con girasol como cultivo prometedor por su rusticidad, sus bajos costos de producción y como alternativa de rotación para el manejo plantas no deseadas.  Al ser un cultivo de ciclo corto tiene buena respuesta aun en temporales con menor precipitación, teniendo una mayor adaptación que los granos básicos. Los rendimientos obtenidos están sobre la media nacional, por lo que es un cultivo rentable que favorece la rotación de cultivos teniendo bajos costos de producción”, finalizan los investigadores.

La red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores es una de las redes de investigación agrícola más relevantes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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Camas permanentes permiten hacer frente a la sequía

Maíz de temporal en labranza mínima (lado izquierdo) y camas permanentes angostas (lado derecho) en ciclo PV 2022 en Tlaltizapán, Morelos. (Foto: Hub Pacífico Centro-CIMMYT)
Maíz de temporal en labranza mínima (lado izquierdo) y camas permanentes angostas (lado derecho) en ciclo PV 2022 en Tlaltizapán, Morelos. (Foto: Hub Pacífico Centro-CIMMYT)

“En esta zona hay dos factores que determinan los rendimientos: uno es la sequía y el otro es el exceso de humedad en parte de agosto y todo el mes de septiembre. En el ciclo primavera-verano 2022, por ejemplo, la canícula fue más pronunciada que otros años y hubo exceso de humedad después de la sequía”, comentan especialistas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) que realizan estudios en una plataforma de investigación alojada en el Campo experimental del CIMMYT en Tlaltizapán, Morelos.

Esta plataforma de investigación lleva 12 años  compartiendo aprendizajes sobre maíz bajo temporal y tratamientos de labranza para tomar decisiones que ayuden aumentar el rendimiento y mejorar la utilidad de los sistemas en la zona. Esta información, a través de seminarios digitales y mediante visitas a la plataforma, se pone a disposición de agricultores, investigadores, autoridades gubernamentales, universidades y todos los interesados”, puntualiza Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Ante la variabilidad climática que ha agudizado fenómenos como la canícula, y el incremento del costo de los fertilizantes, en la plataforma de investigación se han evaluado prácticas de agricultura de conservación y siembra de algunas especies de leguminosas como alternativa para incrementar el rendimiento y mejorar la utilidad de los sistemas de producción de la zona.

“En comparación con los tratamientos donde se hizo labranza, las camas permanentes —las cuales ayudan a reducir o minimizar la labranza, mejorar el manejo del agua y a disminuir la compactación del suelo mediante el tráfico controlado— respondieron muy bien ante la sequía durante la etapa de crecimiento del cultivo. En el ciclo primavera-verano 2022, que fue quizá uno de los de mayor sequía, las camas permanentes rindieron casi el doble con respecto a los tratamientos con labranza”, señala Óscar Bañuelos, responsable de la plataforma.

La relación costo beneficio fue buena en ambos tratamientos de camas permanentes, pero donde hubo labranza no se alcanzó a recuperar la inversión. Además, “el ataque a la raíz por plagas como el gusano alambre fue mucho mayor en los tratamientos de labranza que en los de camas permanentes, afectando más el rendimiento en los tratamientos de labranza. En cuanto a pudrición de mazorca no hubo diferencia significativa entre tratamientos”, puntualiza Jessica González, especialista en poscosecha del CIMMYT.

Así, con agricultura de conservación —camas permanentes, cobertura del suelo con rastrojos y diversificación de cultivos— “es posible hacer frente a la sequía, aunque aún requerimos estrategias adicionales para hacer frente al exceso de humedad”, señalan los investigadores, quienes continúan estableciendo ensayos para proporcionar a los agricultores locales soluciones probadas para afrontar las distintas y particulares problemáticas de su región.

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Cultivo de leguminosas ayuda a optimizar la fertilización nitrogenada

Respuesta del cultivo de maíz a tres dosis de nitrógeno en el sistema de producción maíz-dolichos en la plataforma Villa Corzo, Chiapas. Ciclo PV 2021. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)
Respuesta del cultivo de maíz a tres dosis de nitrógeno en el sistema de producción maíz-dolichos en la plataforma Villa Corzo, Chiapas. Ciclo PV 2021. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)

El nitrógeno es un elemento necesario para que las plantas se desarrollen adecuadamente. Las plantas lo usan para producir proteínas y clorofila, sin la cual la fotosíntesis no sería posible. Aunque el nitrógeno es el mayor componente de la atmósfera —se estima que constituye hasta 78 % del aire atmosférico—, la mayoría de las plantas no puede absorberlo —por lo que este elemento debe estar en el suelo— y, de hecho, de entre las pocas especies capaces de hacerlo se encuentran las leguminosas.

Tomando en cuenta los altos costos de los fertilizantes nitrogenados y las considerables pérdidas de este elemento que ocurren durante la fertilización, es importante identificar y promover prácticas que reduzcan u optimicen la fertilización con nitrógeno. Las rotaciones con leguminosas son una de esas vías y, para este propósito, en la plataforma de investigación Villa Corzo, en Chiapas, México, se han evaluado distintos sistemas de producción con distintas dosis de nitrógeno, a fin de identificar las mejores prácticas.

“El ensayo se inició en el ciclo agrícola primavera-verano del año 2016 para evaluar el comportamiento del maíz en monocultivo y tres relevos al maíz —con frijol, canavalia y dolichos, todas leguminosas—, empleando tres dosis de nitrógeno —18, 90 y 180 kilogramos por hectárea—”, puntualiza Rubén de la Piedra, colaborador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quien es responsable de la plataforma de investigación Villa Corzo.

Con respecto al manejo agronómico, menciona Rodolfo Vilchis —coordinador de investigación del Hub Chiapas del CIMMYT—, se estableció el sistema de cero labranza con rastrojo como cobertura del suelo (parcial) para contrastarlo con los tratamientos de monocultivo de maíz, donde se siguió implementando el sistema de labranza convencional que prevalece en la zona, el cual consiste en dos pasos de rastra sin dejar rastrojo como cobertura.

«Al ciclo 2021 los mejores rendimientos de maíz fueron obtenidos con los sistemas donde se sembró canavalia y dolichos, los cuales obtuvieron en promedio rendimientos de 6,3 y 6,2 toneladas por hectárea, superando ampliamente al sistema convencional con la siembra en monocultivo de maíz, el cual obtuvo solo 2,8 toneladas por hectárea”, precisa el responsable de la plataforma de investigación.

“Con estos resultados se infiere que ambas leguminosas han tenido una mayor fijación de nitrógeno atmosférico y han aportado mayor cantidad de biomasa al suelo, lo cual ha permitido conservar y mejorar la fertilidad del mismo”, comenta Rubén de la Piedra.

Con respecto a las dosis de nitrógeno, los investigadores señalan que los mayores rendimientos fueron obtenidos con 180 kilogramos de nitrógeno por hectárea (kg N/ha); sin embargo, puntualizan que la dosis de 90 kg N/ha, aplicada en los sistemas sembrados con leguminosas, superaron en rendimiento al sistema convencional fertilizado con 180 kg N/ha.

“Es muy importante destacar que la dosis de 18 kg N/ha aplicada en los relevos con canavalia y dolichos tuvo muy buena respuesta, con rendimientos de 4,8 y 4,9 toneladas de grano por hectárea, respectivamente, superando el rendimiento alcanzado por el monocultivo de maíz con 180 kg N/ha, el cual obtuvo 4,1 toneladas por hectárea. Estos resultados representan una alternativa rentable y sustentable que permite bajar la dosis de 180 kg N/ha que normalmente aplica el productor, a 90 o inclusive a 18 kg N/ha sembrando canavalia y dolichos”.

“Considerando los resultados de cinco años de evaluación ha sido posible observar que, a partir del segundo año, los mayores rendimientos de maíz han sido obtenidos en donde se ha sembrado en relevos con canavalia y dolichos. Con respecto a las dosis de nitrógeno, la de 90 kg N/ha aplicada en los sistemas maíz-canavalia y maíz-dolichos, a partir del segundo año, ha superado el rendimiento del maíz en monocultivo fertilizado con 180 kg N/ha; y destaca también que la dosis de 18 kg N/ha aplicada en maíz-canavalia, a partir del tercer año, ha superado el rendimiento alcanzado por el maíz en monocultivo con dosis de 180 kg N/ha”, enfatiza el responsable de la plataforma.

Resultados como estos suman evidencia sobre los beneficios de la agricultura de conservación —sistema sustentable donde la diversificación de cultivos, a través de relevos, rotaciones, asociaciones, entre otros, es un componente básico—, así como de la utilidad de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores, una de las redes de investigación agrícola más relevantes a nivel mundial que es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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Mejores milpas sin quemas agrícolas

Tratamiento con rastrojo como cobertura en comparación con quema agrícola. (Foto: Castillo, Vilchis, Santos, Balam, Couoh, Itzá, Escalante)
Tratamiento con rastrojo como cobertura en comparación con quema agrícola. (Foto: Castillo, Vilchis, Santos, Balam, Couoh, Itzá, Escalante)

La roza, tumba y quema es un sistema de cultivo “nómada” que consiste en alternar el uso intensivo de un terreno con periodos de descanso (cada vez menores). Este sistema se da principalmente en el sistema milpa y en regiones como la Península de Yucatán sigue siendo común. Generalmente se empieza tirando la vegetación (incluyendo árboles) para dejar que se seque. Le sigue la tumba y después la quema.

Muchos productores que aún queman consideran que el fuego tiene un efecto positivo: algunos siguen quemando porque creen que así se controlarán las malezas —aunque en realidad muchas especies de malezas se hacen resistentes al fuego—, otros queman porque consideran que es la forma más rápida y económica de preparar el suelo y otros más lo hacen simplemente porque es la forma de trabajar la tierra que aprendieron.

“Nosotros trabajamos como nos enseñaron los abuelos, pero eran tiempos diferentes, las lluvias y las tierras eran diferentes, se lograba la cosecha. Ahora con las sequías que hay tenemos dificultades para sacar la cosecha y lo que hoy vimos en esta plataforma de investigación nos ayudará a mejorar la milpa”, fueron las palabras de uno de los productores que asistieron al recorrido por una de las plataformas de investigación de donde colaboran la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

La roza, tumba y quema es un método actualmente asociado a la deforestación, a la pérdida de biodiversidad y a los incendios forestales. No obstante, también es un método que se ha transformado profundamente con el tiempo, de manera que los periodos de descanso para que los suelos se regeneren y las medidas cautelares para evitar que el fuego se salga de control que estaban asociados originalmente a la práctica han quedado, muchas veces, en el olvido.

Uno de los principales problemas asociados con las continuas quemas agrícolas es la pérdida de la fertilidady de las funciones ecosistémicas del suelo. Para muchas familias de la Península de Yucatán estos efectos se reflejan en la baja produción de los cultivos. Además, existen otros factores que actualmente están afectando el buen funcionamiento de la milpa y por eso es importante evaluar opciones para mejorar su productividad y sostenibilidad.

Así, en la plataforma de investigación de Peto, en Yucatán (donde colaboran investigadores de la UADY y el CIMMYT) se evaluaron los efectos que las quemas agrícolas tienen sobre el rendimiento del maíz, comparándolos con los efectos de la cobertura del suelo con los rastrojos, es decir, aprovechando los residuos de la cosecha anterior que regularmente son objeto de las quemas agrícolas.

Los ocho tratamientos considerados para el experiemento, que inició desde el año 2017, incluyen rotaciones con maíz y mucuna; así como maíz, ibes —una variedad de frijol muy característico de la Península— y calaza, con distintos arreglos topológicos.

De acuerdo con los investigadores responsables de la plataforma de investigación, los factores evaluados hasta el año 2022 (efecto del manejo de rastrojo, tipo de cobertura y arreglo topológico) han presentado, en general, resultados similares en el rendimiento del grano de maíz debido a que las prácticas de agricultura de conservación implementadas (como dejar el rastrojo como cobertura del suelo) se manifiestan en el mediano y largo plazo, por lo que continúan con las investigaciones en la plataforma.

Por supuesto, independientemente de los rendimientos, otros beneficios derivados de la implementación de prácticas sustentables como dejar el rastrojo en lugar de quemarlo son notorios, incluso a simple vista: un mejor desarrollo de las plantas, una mejor calidad del suelo (ya que el rastrojo sobre la superficie del suelo le brinda materia orgánica y protección contra la erosión) y, muy importante para los productores: ahorros significativos en los costos de producción.

Si a estos beneficios por dejar de quemar el rastrojo se suma el hecho de que las prácticas sustentables contribuyen a que el mismo espacio sea más eficiente (con una mejor distribución de las plantas y cultivos diversos), entonces la agricultura sustentable se reafirma como una opción viable y pertinente para revitalizar la milpa, conservando su herencia de cultivo y evitando que se sigan liberando gases de efecto invernadero por las quemas agrícolas que solo degradan los suelos.

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Recomendaciones basadas en evidencia científica

Parcela con diversificación de cultivos en Trinidad Zaachila, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Parcela con diversificación de cultivos en Trinidad Zaachila, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Con los resultados de seis años de estudios en la plataforma de investigación San Miguel Tlacamama, en Oaxaca, Fermín Martínez ha documentado que no es suficiente dejar los residuos agrícolas sobre las parcelas de la zona, sino también es necesario diversificar los cultivos para que los productores del municipio vean mejores resultados al optar por sembrar con agricultura sustentable.

Fermín es profesor investigador del Centro Regional Universitario Sur de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) y responsable de la plataforma de investigación San Miguel Tlacamama, que está en la costa del estado mexicano de Oaxaca. Allí, en dicha plataforma, colaboran la UACh y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para generar recomendaciones pertinentes, basadas en evidencia científica, para que los agricultores de la zona mejores sus cosechas.

“Trabajamos para agricultores de pequeña escasa, entonces prácticamente lo que ellos buscan es producir alimentos para el autoconsumo, así que nos hemos enfocado en eso, pero cuidando el suelo, con coberturas, con diversificación de cultivos con lo que prácticamente hemos logrado que reduzcan significativamente las quemas agrícolas que prevalecen en el sistema convencional”, señala Fermín.

“Al trabajar en laderas tenemos un fuerte problema que es la erosión, por eso dentro de las prácticas que promovemos están las coberturas para proteger el suelo. Si el suelo está descubierto la lluvia provoca escurrimientos que se llevan el suelo, lo que no ocurre con un suelo cubierto”, enfatiza el investigador.

“Además de las coberturas implementamos fertilización fraccionada —aplicando el fertilizante en los periodos de mayor consumo de nutrientes—, fertilización orgánica, manejo agroecológico de plagas y enfermedades, conservación de granos almacenados con tecnologías herméticas poscosecha y la diversificación de cultivos que tiene diversos beneficios”.

“El hecho de que aparte del maíz los agricultores locales puedan producir otros alimentos como frijoles, ajonjolí o jamaica, ya tiene un impacto positivo en la seguridad alimentaria de las familias, pero también a otros niveles. Un ejemplo: en la región se cultiva ajonjolí y el ajonjolí tenía la problemática de una  enfermedad causada por hongos que ellos le llaman “pata negra” y, bueno, a través de la colaboración en esta plataforma encontramos soluciones”, relata Fermín.

Sobre el papel de las plataformas de investigación, señala: “Es fundamental que la investigación que se hace en estos espacios responda a las problemáticas de los agricultores locales porque, si bien es cierto que en ocasiones esas problemáticas nos llegan de manera directa a través de los técnicos, nosotros debemos buscar las soluciones tanto para los técnicos como para los agricultores. Entonces, ahí precisamente radica la importancia de estos espacios porque son un puente entre la ciencia y los productores”, concluye Fermín.

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Mejores suelos para las próximas generaciones

Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)
Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)

De acuerdo con las Naciones Unidas, a causa de la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía cada año se pierden más de 12 millones de hectáreas de tierra —superficie similar a la de Corea del Norte— afectando a más de 3 mil millones de personas, particularmente en comunidades pobres y rurales. Con estos números, se estima que en los próximos 25 años la degradación de las tierras podría reducir la productividad agrícola hasta en un 12 %, haciendo que los precios de los alimentos aumenten hasta en 30 %. 

En este contexto, donde más de la mitad de los terrenos agrícolas del mundo presenta algún tipo de daño, y donde la conversión de terrenos en tierras de cultivo y la prevalencia de prácticas agrícolas inadecuadas favorece la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, es urgente impulsar acciones que permitan tener suelos sanos y alimentos de mejor calidad de manera sostenible. 

Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). A través de esta iniciativa se promueve entre los productores del Bajío mexicano prácticas sustentables —como la agricultura de conservación— que permiten cuidar el suelo y facilitan que el productor tenga mayores ganancias en comparación con las prácticas convencionales.

“Yo creo que es nuestra responsabilidad como agricultores dejarles a las próximas generaciones un mejor suelo. Con agricultura de conservación yo he estado viendo que el cultivo sufre menos, es más natural la fertilización, la nutrición del cultivo como que se hace más natural”, comenta Manuel Valerio, uno de los productores del Bajío que participa en el proyecto. 

La agricultura de conservación es un sistema sustentable que tiene como componentes básicos la mínima labranza, la cobertura del suelo con residuos agrícolas (rastrojos) y la diversificación de cultivos. Al implementar este sistema se pueden observar diversos beneficios: menos gasto de diésel, uso más eficiente del agua, menos malezas, suelos más sanos —con mejor estructura, mejor infiltración de agua y más materia orgánica— y ahorros en costos de producción en general. 

En el primer ciclo de Agriba Sustentable han participado más de doscientos productores, implementando en un poco más de dos mil hectáreas prácticas sustentables enfocadas a la conservación del suelo, el uso eficiente del agua y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero —al reducirse la labranza se favorece que los suelos cumplan con funciones ambientales importantes como la captura de carbono, y también se disminuye el número de pasos de maquinaria, lo que permite reducir el uso de combustibles fósiles—. 

En las parcelas que participaron en Agriba Sustentable durante este primer ciclo se redujo casi en 18 % la emisión de gases de efecto invernadero y se contribuyó a la optimización del consumo de agua. Además, los productores participantes tuvieron ahorros del 22 % en los costos de producción por hectárea. 

En un escenario donde el cambio climático se acelera, la degradación de los suelos aumenta y el suministro de agua es incierto, y donde además los medios de subsistencia y la capacidad de hacer frente a los desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos también son afectados, proyectos como Agriba Sustentable contribuyen a hacer un uso más eficiente de los recursos (particularmente suelo y agua) en la producción de alimentos, permitiendo además que los productores participantes tengan ahorros en sus costos de producción. 

“Me gustó lo que hice con agricultura de conservación y voy a seguir implementando esa parte e invitando a otros productores a que prueben este sistema y verán que se ahorran y económicamente les va a ir mejor”, concluye Carlos Verdín, otro de los productores que participan en Agriba Sustentable.

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Con sensores ópticos cuidan el medioambiente y sus bolsillos

Medición de los valores NDVI de un cultivo con el uso del sensor óptico GreenSeeker®. (Foto: Salvador Ramos)
Medición de los valores NDVI de un cultivo con el uso del sensor óptico GreenSeeker®. (Foto: Salvador Ramos)

El nitrógeno (N) es un elemento indispensable para el crecimiento y la fotosíntesis vegetal, por esta razón la fertilización nitrogenada es esencial en la agricultura; sin embargo, cultivos como el trigo solo absorben entre 20 y 35 % del fertilizante nitrogenado. El resto se pierde porque se volatiliza o escurre, ocasionando pérdidas económicas y contaminación ambiental —se estima que en México y otros países en desarrollo las pérdidas promedio de nitrógeno por volatilización son de 18 %—. 

Gran parte del problema con la fertilización nitrogenada se relaciona con el manejo inadecuado del fertilizante y la falta de herramientas prácticas que permitan determinar las cantidades adecuadas que cada cultivo necesita, por lo que es fundamental optimizar su aplicación. Herramientas de diagnóstico como el sensor GreenSeeker® permiten determinar la cantidad correcta de unidades de nitrógeno requeridas para el cultivo establecido, por lo que su uso contribuye a una agricultura más sustentable. 

Los sensores ópticos son una de las tecnologías que se están promoviendo entre los agricultores que participan en el proyecto Agriba Sustentable, una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) cuyo propósito es impactar positivamente y de manera directa a los productores de trigo del Bajío mexicano que abastecen con su grano a Grupo Trimex, acercándoles tecnologías pertinentes y sostenibles para minimizar el impacto ambiental además de reducir sus costos de producción, tal es el caso de los sensores GreenSeeker®.

Estos dispositivos tienen un sensor óptico y funcionan emitiendo destellos de luz roja e infrarroja que permiten medir la biomasa y la condición de las plantas. Debido a que la vegetación sana absorbe más luz roja y refleja más luz verde e infrarroja, el sensor lee la cantidad de luz que regresa y arroja valores del Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI, por sus siglas en inglés), los cuales son una estimación del “verdor” de las plantas y la densidad del follaje. Estos valores varían entre 0,00 y 0,99, siendo un indicador de plantas en buenas condiciones los valores entre 0,8 y 0,9. 

Para que la medición sea confiable, esta se debe realizar máximo tres días antes de la primera aplicación de reabone nitrogenado en el cultivo y mediante muestreos en forma de zigzag en toda la parcela. Después de que el sensor arroja la lectura del estado del cultivo —la cual queda registrada en el dispositivo—, los técnicos pueden sugerir con mayor precisión una dosis de fertilización nitrogenada al productor. Con esto se consigue una mayor uniformidad del cultivo, un ahorro importante de fertilizante y en general una optimización de proceso. 

Después de la medición se ejecuta un algoritmo —que en este caso específico fue elaborado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) Bajío— para calcular las unidades de nitrógeno que demanda el cultivo.

Gracias a esta práctica de fertilidad integral, productores que participan en Agriba Sustentable han logrado reducir significativamente sus costos de producción. En el reciente ciclo de maíz —es decir, el segundo cultivo del ciclo primavera-verano al que se le da seguimiento para evaluar su aportación al lote de producción que posteriormente será sembrado con trigo—, por ejemplo, redujeron entre 80 y hasta 150 kilogramos de urea —uno de los fertilizantes nitrogenados más usados a nivel global— por hectárea, lo que equivale un ahorro de entre $1 326 y $2 475 pesos (1 326 – 2 475 MXN) por cada hectárea sembrada. Adicionalmente, la siembra con base en análisis de suelo les ha permitido lograr mayores ahorros, impactando positivamente en el medioambiente. 

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La importancia del rastrojo en tu parcela

Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)
Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)

Los altos costos de los insumos agrícolas que se observan en la actualidad, principalmente de los fertilizantes, ha hecho que entre muchos productores mexicanos impere un ambiente de desánimo por las bajas ganancias que se obtendrían con las cosechas que se obtengan del presente ciclo agrícola.

Una alternativa para minimizar el impacto del aumento en el costo de los fertilizantes es aprovechar los beneficios de mantener los residuos de la cosecha anterior (rastrojos) como cobertura del suelo. Esta es una de las prácticas que más ha investigado el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y que, por sus beneficios comprobados, se promueve en el marco de diversos proyectos, como Agriba Sustentable, impulsado por PepsiCo México, Grupo Trimex y el CIMMYT. 

“Dejar el rastrojo como cobertura del suelo sirve como una protección natural contra la erosión y también se ha documentado que contiene una cantidad significativa de nutrientes que regresan al suelo durante su descomposición. Con estas aportaciones podemos dejar de depender del 100 % de la fertilización inorgánica”, comenta el equipo que brinda acompañamiento técnico a los productores participantes de Agriba Sustentable en el Bajío mexicano.

El rastrojo puede aportar 35 % de nitrógeno, 12 % de fósforo, 80 % de potasio y hasta 95 % del calcio de la cantidad total que aplicamos de fertilizante en nuestros cultivos. Como vemos, el rastrojo tiene un gran valor y lo podemos aprovechar para el cultivo del ciclo siguiente. Estos datos son importantes porque las prácticas comunes que realizan los productores es empacarlo para forraje o, simplemente, quemarlo —práctica que en lo últimos años ha disminuido considerablemente— para dejar limpia la parcela, sin saber el verdadero valor monetario que tienen en sus parcelas gracias al rastrojo”, enfatizan.

De hecho, de acuerdo con una estimación elaborada por el Hub Bajío del CIMMYT, el rastrojo de 13,5 toneladas de maíz por hectárea sería equivalente a fertilizantes con un valor aproximado de entre 15 y 16 mil pesos por hectárea.

Además de reducir el impacto al medioambiente por la quemas agrícolas, el valor del rastrojo tiene un equivalente monetario. En este sentido, aprovecharlo como cobertura del suelo es una alternativa viable y pertinente para los productores de Agriba Sustentable y de México en general.  

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Un recorrido por parcela dice más que mil palabras

Recorrido por parcelas de productores participantes en el proyecto Agriba Sustentable en el Bajío (México) (Foto: Agriba Sustentable)
Recorrido por parcelas de productores participantes en el proyecto Agriba Sustentable en el Bajío (México) (Foto: Agriba Sustentable)

“Agricultores, representantes de la agroindustria, técnicos e investigadores nos dimos cita para recorrer parcelas de trigo donde se ha implementado agricultura de conservación como base para una agricultura sustentable”, comenta Arturo Ortiz, quien brinda acompañamiento técnico a productores del Bajío en el marco del proyecto Agriba Sustentable. 

Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Su propósito es impactar positivamente y de manera directa a los productores de trigo del Bajío mexicano que abastecen con su grano a Grupo Trimex, acercándoles tecnologías pertinentes y sostenibles para minimizar el impacto ambiental y reducir sus costos de producción.

“En la parcela del señor Jesús Porras, por ejemplo, lo interesante es que se trata del primer ciclo bajo el sistema de agricultura de conservación, pero en comparación con el resto de sus parcelas con manejo convencional —donde se extraen los residuos de la cosecha del ciclo anterior para venta de forraje y hay un mayor trabajo de suelo — en esa parcela se nota un desarrollo óptimo y podría igualar o mejorar la rentabilidad y el rendimiento con respecto a las otras”.

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos componentes básicos son la mínima labranza —que mejora la estructura del suelo—, la cobertura del suelo con rastrojo —para protegerlo de la erosión y conservar humedad— y la diversificación de cultivos. Sus beneficios son notables sobre todo después de varios años de practicarse, pero, como en el caso del señor Jesús, esos beneficios pudieron ser  visibles desde el primer ciclo de haberse implementado. 

“La parcela del señor Marcelino Vázquez tiene más de 10 ciclos ininterrumpidos en el sistema de agricultura de conservación. En los tres recientes, además, se ha incluido la siembra de veza (Vicia sativa) como cultivo de servicio, dando como resultado una tonelada más de grano en la zona del cultivo de servicio”, precisa Arturo Ortiz.

“El señor Juan Solís ya tiene varios ciclos trabajando con agricultura de conservación, él incluso ha adaptado su maquinaria y ha tenido rendimientos en trigo superiores al promedio regional. Y señor Ignacio Guillen, él ha mejorado sus suelos significativamente con agricultura de conservación ya que en su zona hay problemas de sodicidad, suelos delgados y degradados. Incluso había zonas de sus parcelas donde no se desarrollaban los cultivos y ahora ni se notan”. 

Arturo Ortiz explica que este tipo de recorridos permite a otros agricultores observar de forma directa los beneficios de la agricultura de conservación y escucharlos en voz de los productores que participan en Agriba Sustentable. Además, durante los recorridos los datos sobre rendimientos, costos de producción y rentabilidad adquieren otro sentido, al igual que las tecnologías que se promueven en el proyecto y entonces la agricultura de conservación, las curvas a nivel, la fertilidad integral, el manejo agroecológico de plagas, entre otras, dejan de ser conceptos abstractos para reflejarse en resultados concretos. 

Con los agricultores como protagonistas, estos recorridos en el marco de Agriba Sustentable se replican por todo el Bajío mexicano y dan testimonio de la asesoría de calidad que brinda el proyecto. Así, con resultados visibles, otros agricultores pueden darse cuenta de la importancia de realizar una agricultura sustentable que, además de ser amigable con el medioambiente, es más rentable para ellos y mejora significativamente la fertilidad y calidad de sus suelos para la producción agrícola, finaliza Arturo Ortiz.

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Un cambio radical y necesario

Rastrojo usado como cobertura de suelo en parcela de productor participante en el proyecto Agriba Sustentable. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Rastrojo usado como cobertura de suelo en parcela de productor participante en el proyecto Agriba Sustentable. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

Jaime Elías Echeverría es un agricultor de Guanajuato, México. Desde hace 12 años se encarga de los terrenos de su padre. Así conoció las prácticas convencionales que prevalecen en su región, las cuales incluyen, en su mayoría, la quema de los rastrojos. Aunque Jaime tenía en mente aplicar alguna innovación en su actividad agrícola, cuenta, siguió realizando las mismas prácticas que todos a su alrededor.  

Fue hace algún tiempo que lo invitaron a algunos eventos demostrativos organizados por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) cuando Jaime se interesó por la agricultura sustentable. Al inicio, implementar esas prácticas fue complicado porque representaban para él un cambio radical con respecto a años de realizar prácticas convencionales. Hoy, sin embargo, las prácticas sustentables que ha implementado ya también han sido replicadas por sus vecinos cercanos.

Aprovechar los rastrojos en lugar de quemarlos, minimizar el movimiento del suelo, entre otras prácticas asociadas a la agricultura de conservación le han permitido tener mejores suelos, regenerarlos de alguna manera. Esto, a su vez, lo ha conducido a nuevos proyectos, como el de Agriba Sustentable, en el que actualmente participa y en el que ha sido pieza importante para sumar a nuevos productores a este proyecto que impulsa PepsiCo México, Grupo Trimex y el CIMMYT.

Agriba Sustentable es un proyecto que busca impactar positivamente y de manera directa a los productores del Bajío mexicano, particularmente a través del desarrollo de capacidades. Así, por ejemplo, junto con productores innovadores como Jaime se han establecido parcelas-escuela en las que otros agricultores pueden conocer y aprender cómo implementar prácticas sustentables. 

Además, con el proyecto, productores como Jaime tienen mayor certeza a la hora de comercializar su producción y también mayores herramientas para hacer frente a los efectos del cambio climático que afectan al sector agrícola. 

“Las prácticas promovidas por el proyecto abarcan la mínima labranza para evitar la compactación del suelo y la cobertura del suelo con rastrojos para retener humedad, limitar el crecimiento de malezas, regenerar el suelo y aportarle nutrientes. Además, con este sistema se disminuyen los costos generados por el consumo de gasolina o la renta de maquinaria y de productos químicos que habitualmente se usan con la agricultura convencional”, enfatiza el equipo técnico que opera el proyecto y brinda acompañamiento técnico constante a los productores participantes.