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Ellas envasan los sabores de la montaña

La apuesta que 18 mujeres han hecho por el trabajo en equipo para la elaboración de conservas se ha vuelto un ejemplo de cómo en la comunidad mazateca de Santa Catarina, en San Jerónimo Tecóatl, Oaxaca, los productos frescos que antes se desperdiciaban pueden ser una fuente de empleo.

Alejandrina Dávila Cid es una de las integrantes de la sociedad cooperativa Sabores Mazatecos, la cual nació en 2012 porque, como ella, otras mujeres veían cómo “se echaba a perder” el durazno que crecía en el huerto que trabajaba su esposo.

La primera idea fue elaborar duraznos en almíbar y mermelada, pero entre todas han logrado tantos apoyos que ahora procesan dos toneladas y media de este fruto, al igual que de guayaba, pera, manzana, dulce de capulín y chile canario en escabeche con zanahoria y cebolla.

En 2021 aceptaron ser parte del proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche, de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Alejandrina García Dávila, colaboradora del CIMMYT que se encarga de dar asesoría a las integrantes de Sabores Mazatecos, destaca que el objetivo es fortalecer sus actividades con la comercialización y construir una cartera de negocios.

En temporada de guayaba, entre finales de octubre y todavía parte de enero, en la sede de la cooperativa procesan de 30 a 60 kilos al día que se convierten en 300 frascos de medio kilo o un kilo de mermelada.

Entre abril y mayo envasan hasta 500 frascos de un litro de duraznos en dulce. No necesitan agregar conservadores ni ningún tipo de químico para que cada frasco de conserva que elaboran en Sabores Mazatecos tiene una vida en anaquel de tres a cinco meses.

La asesoría de Walmart Foundation cobran más relevancia en un año en que imperaron las restricciones sanitarias por la COVID-19. Graciela García Reyes, vicepresidenta de Sabores Mazatecos, sabe que el propósito en común es generar más empleos que no sean solo para las integrantes de la cooperativa, sobre todo porque en esta comunidad rural las oportunidades laborales son muy escasas.

Magnolia Araceli García Reyes, quien también es parte de Sabores Mazatecos, puede vender la producción familiar de su parcela conformada por dos hectáreas con árboles de durazno. Recuerda que en 2020 logró que la producción fuera mucha, 70 kilos por cada una de las 3 cosechas, pero el siguiente año dejó “descansar las ramas”.

Vienen ya productores de Teopoxco, Huejuetan, Cerro Verde y en total ocho municipios cercanos que ofrecen su producto”, dice con la satisfacción de que el proyecto se ha fortalecido con el proyecto de Walmart Foundation y el CIMMYT. 

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Mujeres, agricultura y pandemia

Para una gran parte de la humanidad —y a través de la historia—, la hora de los alimentos está íntimamente ligada a la presencia y acción de las mujeres. Ellas alimentan al mundo en más de un sentido. No solo preparan los alimentos, los cultivan: de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuatro de cada 10 personas que trabajan en el campo en todo el mundo, e incluso siete de cada 10 en algunos países, son mujeres. 

El papel de la mujer, sin embargo, frecuentemente ha estado mermado por las brechas de género. Se pensaba que el hombre, por su complexión física, era quien debía ejercer y asumir los papeles más demandantes o pesados, pero la mujer ha tenido y tiene un papel fundamental en la agricultura y su trabajo debe ser reconocido. 

Por diversas circunstancias, socialmente se sabe poco de los trabajos de las mujeres dentro de la Agricultura. Además, persisten condiciones que las ponen en clara desventaja, tales  como el poco acceso a créditos y a cadenas productivas de alto valor, así como la falta de titularidad de las tierras —lo que ha contribuido a un subregistro en las estadísticas disponibles: de acuerdo con cifras al tercer trimestre del 2021 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), por ejemplo, el promedio de mujeres ocupadas en agricultura es del 10%, ya que su trabajo en el campo con frecuencia no es remunerado—.

La pandemia por COVID-19 y sus efectos durante y después de ella son un buen ejemplo para reflexionar en torno al papel y a la situación de las mujeres, tanto en el campo o en relación con aspectos vinculados con la alimentación, tales como la seguridad alimentaria o la carga de trabajo asociada a la preparación de la comida y a la alimentación de las familias —se estima que la brecha entre mujeres y hombres con respecto al tiempo que dedican a la manipulación y preparación de alimentos y comidas es de 12 puntos porcentuales—.

De acuerdo con la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la pandemia representa un retroceso en materia de derechos de las mujeres, pero también una oportunidad de reacomodo donde los pactos de género permitan trastocar a la sociedad y hacer que la nueva normalidad sea la igualdad

A raíz de la pandemia, en México 70.1% de hombres y 76.2% de mujeres vieron disminuidos sus ingresos (ingresos de un trabajo remunerado); 43.1% de hombres y 40.5% de mujeres experimentaron dificultad para acceder a productos alimenticios o víveres; y 44.1% de hombres y 48.3% de mujeres vieron un aumento en el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado —como enseñar a los niños o ayudar con las tareas escolares; ayudar a personas adultas mayores, enfermos o con discapacidad—.

Los efectos diferenciados por género a causa de la pandemia en el desarrollo sostenible apoyan la observación general de que la pandemia ha evidenciado los numerosos sistemas quebrantados en el mundo, donde las personas más vulnerables —por edad, pobreza, raza o género— se vuelven exponencialmente más vulnerables.

Así, en este periodo de pandemia las mujeres en general han enfrentado la agudización de la sobrecarga de trabajo —en especial el trabajo no remunerado que está vinculado con la pobreza de tiempo de las mujeres—, la precariedad económica, el incremento de la pobreza y el incremento de la violencia de género. 

En el ámbito rural, las mujeres se han enfrentado a una serie de obstáculos adicionales asociados a las interrupciones de las cadenas de valor agroalimentarias. Las productoras que vendían sus excedentes en mercados locales para captar ingresos que les permitieran complementar la dieta fueron particularmente afectadas.

Uno de los grandes retos entonces es consolidar e intensificar acciones para el empoderamiento económico de las mujeres, impulsar su autonomía económica y dar visibilidad a sus aportes a la economía familiar (y en general): en la agricultura de traspatio, por ejemplo, tienen un papel protagónico en el cultivo de verduras, legumbres y frutas, así como en la producción animal de pequeñas especies. Y esto no es una tarea menor, porque muchas veces constituye el principal soporte económico de las familias rurales. 

Ante este contexto, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores, desarrollan proyectos que impulsan el empoderamiento económico de las mujeres mediante, por ejemplo, la incorporación de cultivos alternativos:

“El cultivo del girasol es un gran apoyo a la economía para la mujer. Varias lo están vendiendo como flor de corte y a otras nos ha permitido desarrollar un oficio, porque con esto podemos tener un mercado para la comercialización de jabones, champús, cremas, tinturas de propoleo, polen, jarabes para la tos y otros productos”.

Te invitamos a conocer a Juana Gómez Ramírez, una de las protagonistas de esta historia dando clic aquí.

Fuentes:

  • ONU Mujeres (2020). Efectos diferenciados por género de COVID-19 en el desarrollo sostenible. Análisis comparativo de las encuestas de evaluación rápida de género en Chile, Colombia y México. ONU Mujeres- Oficina Regional para América Latina y el Caribe.
  • Mora, A. y Anderson H. (2020). Las mujeres rurales, la agricultura y el desarrollo sostenible en las Américas en tiempos de COVID-19. Organización de los Estados Americanos- Comisión Interamericana de Mujeres. 
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Llevar el conocimiento científico a los agricultores

Representan el 49.6% de la población mundial y, sin embargo, en ámbitos como la ciencia a penas alcanzan el 30% de representación. Los factores que contribuyen a que la participación de las mujeres en la ciencia sea aún escasa son muchos, pero en general están asociados a estructuras culturales e ideológicas que necesitan transformarse. 

Como señala Audrey Azoulay, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la ciencia es fundamental para hacer frente a los desafíos actuales —como el cambio climático o la inseguridad alimentaria— y, por ello, el mundo no puede privarse del potencial, la inteligencia y la creatividad de las mujeres. 

De entre los muchos campos donde la ciencia se aplica para dar respuesta a los grandes retos de la humanidad, está la agricultura. Allí, hay mujeres investigando cómo la humanidad podría librarse de los riesgos, siempre latentes, de crisis alimentarias, climáticas y ambientales que podrían, en menos tiempo del que se piensa, poner al mundo en jaque. 

“Hay estudios —de varios investigadores y organizaciones— que han abordado el ciclo de nitrógeno. Uno de estos realizó mediciones de nitratos y amonio en el agua de los drenes, que son pérdidas por escurrimiento. Los resultados muestran que estas aguas, que desembocan en el Golfo de California, están enriquecidas con nitrógeno. Otro de estos estudios evaluó el efecto de estas aguas y se vio que cada vez que hay un riego en el Valle del Yaqui hay un incremento de las algas en el mar —esto está relacionado con zonas de hipoxia (falta de oxígeno) y pérdida de biodiversidad marítima— y esto tiene que ver con la cantidad de nitrógeno que se aplica en la agricultura. Este fenómeno es visible incluso en imágenes de satélite”, comenta María Elena Cárdenas. 

María Elena es biotecnóloga y cuenta con estudios de posgrado en ciencias agropecuarias. Actualmente es parte del equipo de investigación del Hub Pacífico Norte del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), desde donde trabaja para identificar las mejores prácticas sustentables que permitan optimizar el uso de fertilizantes nitrogenados y así lograr que los agricultores de Sinaloa sigan produciendo y, a la vez, se minimice el impacto ambiental de la agricultura. 

“En algún momento me tocó conversar con un productor que tenía una parcela cerca del final del Valle del Yaqui y que tomaba el agua de estos drenes para fertilizar. Me comentaba que no necesitaba fertilizar más sus tierras porque estaban tan ricas de nitrógeno que no necesitaba más nitrógeno que aplicar. Obviamente el uso de estas aguas tiene otros problemas, no es lo ideal utilizarlas, pero es un ejemplo para ilustrar los ricas en nitrógeno que están estas aguas”, continua María Elena. 

“Hace ocho o diez años la dosis máxima que aplicaba un productor en su cultivo de trigo era de aproximadamente 250kg de nitrógeno por hectárea. La forma en la que lo aplicaba era 75% en presiembra y un 25% restante lo aplicaba en el primer riego de auxilio. Bueno, ahora ya no son 250kg de nitrógeno por hectárea, ahora se aplican de 275 a 280kg de nitrógeno en todo el ciclo, se dividen las aplicaciones 55% en presiembra, 30% en el primer riego de auxilio y 15% en el segundo riego de auxilio”.

“Actualmente hemos comprobado que las aplicaciones de presiembra son muy ineficientes. El 30% del nitrógeno que tú aplicas en presiembra ya lo habrás perdido al momento de la siembra. Como no hay planta, estamos dejando el nitrógeno expuesto al ambiente durante 20 días para perderse por lixiviación, por volatilización, por escorrentía o que alguna maleza lo utilice, pero no el cultivo. La propuesta es aplicar 30% a la siembra y el 55% en el primer riego de auxilio. Las aplicaciones cerca de encañe te ayudan a lo que es rendimiento, las aplicaciones cerca del inicio de floración te ayudan a evitar problemas de panza blanca y tener producción de proteína también”. 

Esto no es una idea que se nos ocurrió de la nada, esto está probado: en el Valle del Yaqui se hizo un trabajo en el que se probaron tanto la práctica convencional de aplicación en presiembra como la práctica que proponemos, es decir, evitando las aplicaciones de presiembra y poniendo la mayor cantidad de nitrógeno en el inicio de encañe. Cuando evitamos las aplicaciones de presiembra la proteína en todos los tratamientos se incrementó porque la planta lo esté aprovechando realmente y no se pierde en la medida en que sí ocurre con aplicaciones en presiembra”, enfatiza María Elena. 

Al llevar los resultados de las investigaciones hasta la parcela para compartirlos con los productores, María Elena Cárdenas contribuye a que la ciencia cumpla con su propósito social: mejorar la calidad de vida de la sociedad. Por esta razón, invita a que más niñas y mujeres se interesen en la ciencia para que la humanidad pueda afrontar los grandes retos que tiene delante de sí. 

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Cuatro historias de producción sustentable de alimentos 

Texcoco, Edo. Méx.- Agricultura de subsistencia y con variedades nativas abriéndose paso al mercado gourmet, mapas de fertilidad que contribuyen a reducir el uso de fertilizantes hasta en 40%, un bionsecticida con potencial de aumentar la seguridad alimentaria de las familias campesinas de bajos recursos y la difusión de prácticas sustentables que han permitido incrementar 54% la productividad en maíz y ahorrar 24 millones de metros cúbicos de agua anuales son —a grandes rasgos— las acciones que impulsan los proyectos ganadores de la sexta edición del Premio Cargill-CIMMYT a la Seguridad Alimentaria y la Sustentabilidad. 

El pasado 17 de noviembre Cargill México, en coordinación con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), reconoció con 30 mil dólares a los proyectos más innovadores que han desarrollado soluciones para aumentar la producción sostenible de alimentos en México. Helios Escobedo Cruz, José Francisco Romo López, Ángel Lagunes Tejeda y Alma Delia Ruíz Mendoza fueron los galardonados en esta edición, pero ¿quiénes son ellos y cuáles son las historias que dan forma a sus proyectos? 

Helios y la promoción de Agricultura de Conservación para mejorar los medios de vida

Helios, quien ganó en la categoría Líder de opinión, es ingeniero agrónomo fitotecnista y lleva 15 años promoviendo la Agricultura Sustentable; trabaja en el despacho Red_InnovAC, cuya conformación impulsó y desde donde “Hemos articulado esfuerzos con cerca de 8,700 actores clave, principalmente agricultores, estudiantes, técnicos e investigadores. Asimismo, hemos tenido la oportunidad de incrementar la productividad (del maíz en temporal) de 5.5 toneladas (línea base) a 8.5 toneladas, lo cual ha sido un incremento del 54%”, comenta el también técnico certificado en Agricultura Sustentable —programa formativo en el marco de MasAgro-Cultivos para México, iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT en la que también ha colaborado Helios—.

El proyecto que impulsa Helios ha logrado un crecimiento en la escala nacional llegando a más de 20 estados del país con capacitaciones en temas diversos. En la parte de rentabilidad, comenta el técnico, los productores que han implementado las innovaciones sustentables promovidas ahora tienen un ingreso adicional de hasta 35%. Esto es una contribución al mejoramiento de la calidad de vida de esos productores, pero también una contribución notable al medioambiente porque, apunta Helios, con las acciones implementadas en 20 mil hectáreas “hemos logrado ahorrar alrededor de 24 millones de metros cúbicos de agua anuales y también hemos reducido las quemas agropecuarias evitando que se liberen hasta 948 kg por hectárea de gases de efecto invernadero”. 

José Francisco y los mapas de fertilidad que están mejorando la agricultura de Guanajuato

José Francisco, el ganador en la categoría Jóvenes, es parte del equipo técnico de MasAgro Guanajuato —programa de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural (SDAyR) y el CIMMYT—. Desde allí promueve una innovadora estrategia de fertilidad integral: “Esto surgió porque como técnicos de la zona ubicamos que uno de los principales problemas de los productores es la sobrefertilización o su aplicación en momentos inadecuados. Primero nos dirigimos con las sociedades de producción rural y luego se sumaron gobiernos municipales, empresas de venta de fertilizantes y otros colaboradores con los que se desarrolló el proyecto de fertilidad integral que actualmente ha impactado en 150 mil hectáreas de nueve municipios de Guanajuato”, comenta José Francisco.  

Además de optimizar el fertilizante, el proyecto que impulsa José Francisco les ha permitido a los productores participantes reducir costos de producción, aumentar su productividad y minimizar los impactos negativos al medioambiente: “se han generado mapas de fertilidad, mezclas de fertilizantes acordes a las características de los suelos de la zona, así como recomendaciones de fertilización muy puntuales para los productores. Los resultados han sido el aumento en 15% de los rendimientos en promedio; y también se logró detectar que es posible reducir hasta 40% el uso de fertilizantes, lo cual es un gran apoyo a la economía de los productores”.

El doctor Ángel y el bioinsecticida de alta efectividad y bajo costo

Ángel, el ganador en la categoría Investigador, cuenta con un posgrado en fitosanidad-entomología y acarología, es especialista en control químico y profesor-investigador titular en el Colegio de Posgraduados (COLPOS) —institución que impulsa, junto con el CIMMYT, una Agricultura Sustentable en el marco de proyectos como MasAgro-Cultivos para México— desde donde ha impulsado la investigación que llevó al desarrollo del Granim, un insecticida ecológico hecho a partir del árbol de Nim (o Neem), el cual es el eje del proyecto que lo hizo merecedor del Premio Cargill-CIMMYT.

“Con los frutos del Nim elaboramos un bioinsecticida que protege significativamente al maíz almacenado del daño producido por los gorgojos. Se fabrica despulpando los frutos y secando las semillas, las cuales se muelen y se agrega polvo abrasivo, polvo higroscópico y cal para obtener un insecticida ecológico que se ha evaluado exitosamente en el campo para combatir a los gorgojos. 5 kg del bioinsecticida protegen 500 kg de maíz, cantidad suficiente para el consumo anual de una familia campesina promedio. Esto se realiza una sola vez en el año y es de bajo costo. Esperamos que su uso contribuya a la seguridad alimentaria de familias campesinas de bajos recursos”, comenta el doctor Ángel. 

Alma Delia, las productoras de la comunidad Mixe y el potencial de la milpa 

Finalmente —pero no menos relevante—, la ganadora en la categoría Productor, Alma Delia, cuenta su inspiradora historia gestada en el seno de la comunidad Mixe: “Represento a un grupo de mujeres productoras del sistema milpa con frutales criollos denominada ‘Los frutos del Kamptunp’. Esta propuesta —que inició con recursos propios del grupo— nació en El Portillo Matagallina, en el municipio de San Pedro y San Pablo Ayutla, Oaxaca, con el objetivo de fomentar la economía local, el arraigo de los y las jóvenes a nuestras comunidades y principalmente de valorar la participación fundamental de las mujeres en el sistema milpa, como guardianas de las semillas nativas, gastronomía y medioambiente”, comenta la galardonada. 

“Esta agricultura denominada de subsistencia, a pesar de los grandes desafíos, ha permitido obtener algunos excedentes que estamos aprovechando de manera eficiente y que ha permitido desarrollar productos para el mercado gourmet y orgánico. Nuestra misión como grupo es valorar esta agricultura desde una perspectiva humanitaria, ambiental y cultural para fomentar la diversidad, la gastronomía y principalmente la seguridad alimentaria para nuestras comunidades”, comenta Alma Delia, quien también ha brindado acompañamiento técnico en diversas comunidades, impulsando el sistema Milpa Intercalada con Árboles Frutales, como parte de la red de innovación impulsada por MasAgro-Cultivos para México.  

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Es el Día de la Mujer Rural, desde el amanecer hasta el anochecer

Más del 70% de las mujeres rurales de la India se dedican a la agricultura. Las mujeres realizan una gran parte del trabajo agrícola, como cultivadoras y jornaleras, pero en la mayoría de los casos ni siquiera se las cuenta y reconoce como agricultoras. Millones de mujeres rurales de la India soportan también la carga del trabajo doméstico, un trabajo infravalorado y no reconocido económicamente.

En el 15 de octubre, Día Internacional de la Mujer Rural, la atención se centra en su contribución al cultivo de alimentos y a la alimentación de las familias. Las manos de las mujeres rurales desempeñan un papel fundamental en la seguridad alimentaria y el mantenimiento de las comunidades.

Hoy nos acercamos a la vida cotidiana de la agricultora Anita Naik.

Es originaria de la comunidad de Badbil, en el distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha, rodeada de pequeñas colinas y de la exuberante vegetación del Parque Nacional de Simlipal.

Naik pertenece a una comunidad tribal que lleva mucho tiempo viviendo de la tierra, mediante la agricultura y la ganadería. Las pequeñas agricultoras como ella cultivan arroz, maíz y hortalizas de forma tradicional —con un trabajo intensivo y un rendimiento limitado— para garantizar la alimentación de sus familias.

Casada desde muy joven, Naik tiene un hijo y una hija. Su marido y su hijo son jornaleros, pero la incertidumbre en torno a sus trabajos y la enfermedad crónica de su marido hacen que ella sea la principal responsable del bienestar de su familia. A sus 41 años, la edad de Naik y su expresión estoica desmienten su experiencia de toda una vida de trabajo duro.

Las horas cortas

La jornada de Naik comienza justo antes del amanecer, poco después de las 4 de la mañana, con las tareas domésticas. Después de soltar a los animales —cabras, vacas, gallinas y ovejas— en el día, barre la casa, el patio y el establo de los animales. Después, enciende la estufa de leña para preparar el té para ella y su familia, que se despierta lentamente con el cantar del gallo. Ayudada por su hija pequeña, Naik da de comer a los animales y posteriormente lava los platos sucios de la noche anterior. A las 6:30 o 7 de la mañana, empieza a preparar otras comidas.

Durante los meses de escasez —el periodo entre la siembra y la cosecha— cuando el trabajo agrícola no es apremiante, Naik trabaja como jornalera en una fábrica de ladrillos. Dice que los ingresos extra le ayudan a cubrir los gastos durante las emergencias. «Me resulta difícil permanecer inactiva si no estoy trabajando en la granja», afirma. Sin embargo, las restricciones del COVID-19 han afectado a esta fuente de ingresos para la familia.

Una vez terminadas sus tareas matutinas, Naik trabaja en su pequeña parcela junto a su casa. Cultiva maíz y hortalizas, principalmente para el consumo familiar.

Naik comenzó a cultivar maíz solo después de unirse a un grupo de autoayuda en 2014, que la ayudó a ella y a otras mujeres a cultivar maíz híbrido para la producción comercial en tierras arrendadas. Recibieron el apoyo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) a través del programa de intensificación del maíz de la Iniciativa de Sistemas de Cereales para Asia Meridional (CSISA).

Todos los años, de junio a octubre, Naik también trabaja en esta finca de dos hectáreas arrendada, junto con las demás miembros del grupo. Participa desde la siembra hasta la cosecha, e incluso en la comercialización.

«Hay once mujeres en nuestro grupo de autoayuda, Biswa Jay Maa Tarini. Gracias a la formación, la concienciación y el apoyo de CSISA y sus socios, una analfabeta como yo es actualmente la presidenta de nuestro grupo», afirma emocionada Anita Naik.

Anita Naik (primera por la izquierda) se reúne con su grupo de autoayuda Biswa Jay Maa Tarini en el pueblo de Badbil, en el distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha. Juntas, trabajan en un campo de cinco acres arrendado, donde cultivan maíz con fines comerciales. (Foto: CIMMYT)
Anita Naik (primera por la izquierda) se reúne con su grupo de autoayuda Biswa Jay Maa Tarini en el pueblo de Badbil, en el distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha. Juntas, trabajan en un campo de cinco acres arrendado, donde cultivan maíz con fines comerciales. (Foto: CIMMYT)

Esto todavía no termina

Un poco más lejos de su casa, Naik tiene un pequeño campo donde cultiva arroz con la ayuda de su marido y su hijo. Después de revisar su cosecha de maíz en el campo, Naik trabaja en su arrozal el resto del día. Cuida de su tierra con diligencia, con la intención de eliminar las malas hierbas que surgen una y otra vez en la temporada de los monzones.

«Es un trabajo agotador, pero tengo que hacerlo yo misma porque no puedo permitirme contratar a un trabajador», se lamenta Naik.

Finalmente, Naik se toma un descanso alrededor de la 1 de la tarde para almorzar. Algunos días, sobre todo en el verano, cuando el cansancio se apodera de ella, toma una pequeña siesta antes de volver a quitar las malas hierbas de los arrozales.

Finalmente, se dirige a casa a las 4 de la tarde. En casa, primero lleva a los animales a su cobertizo.

A las 6 de la tarde, empieza a preparar la cena. Después de la cena, limpia la cocina y la estufa de leña antes de dar por terminada la jornada y acostarse a las 8 o 9 de la noche.

«El día es corto y todavía hay mucho que hacer en casa y en el campo», dice Naik después de trabajar desde primera hora de la mañana hasta la noche.

Mañana es un nuevo día, pero las tareas en casa y el trabajo en el campo continúan para Naik y las agricultoras como ella.

Anita Naik enciende su estufa de leña para preparar la comida en su casa en Badbil, distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha. (Foto: CIMMYT)
Anita Naik enciende su estufa de leña para preparar la comida en su casa en Badbil, distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha. (Foto: CIMMYT)

Cambio de paradigma

Tradicionalmente, los agricultores de la comunidad de Naik y sus alrededores cultivaban arroz en sus tierras altas sólo para consumo personal, dejando la tierra en barbecho el resto del año. El cultivo de arroz es bastante agotador, ya que el arroz es un cultivo que requiere mucho trabajo en la siembra, el riego, la escarda y la cosecha. Con recursos limitados, conocimientos limitados y falta de maquinaria adecuada, los rendimientos pueden variar.

Para aprovechar al máximo la tierra durante todo el año y pasar del consumo personal a la producción comercial, el CIMMYT facilitó la adopción del cultivo del maíz. Esto resultó ser un cambio de juego, transformando los medios de vida de las mujeres de la región y convirtiéndolas a menudo en el principal sostén de sus familias.

A principios de 2012, a través del proyecto CSISA, el CIMMYT inició su programa de intensificación sustentable en algunas partes de la región de la meseta de Odisha. Durante la fase inicial, el maíz destacó como un cultivo alternativo con un alto nivel de aceptación, especialmente entre las mujeres agricultoras.

Pronto, el CIMMYT y sus socios comenzaron a trabajar en cuatro distritos —Bolangir, Keonjhar, Mayurbhanj y Nuapada— para ayudar a catalizar la adopción de la producción de maíz en la región. Los agricultores cambiaron el arroz por el maíz en las tierras altas. En la actualidad, el cultivo de maíz ha sido adoptado por 7.600 agricultores en estos cuatro distritos, de los cuales el 28% son mujeres.

El CIMMYT, en colaboración con agentes estatales, privados y de la sociedad civil, facilitó la creación de grupos de productores de maíz y grupos de autoayuda de mujeres. Reunidos, los agricultores pueden estandarizar el control de calidad del grano, agregar la producción y vender su producto comercialmente a las fábricas de piensos para aves.

Esta intervención en una región predominantemente tribal tuvo un impacto significativo en las condiciones socioeconómicas de las mujeres que participaron en este proyecto. Hoy en día, mujeres como Anita Naik se han establecido como agricultoras de maíz y empresarias de éxito.

See our coverage of the International Day of Rural Women.

Foto de portada: La agricultora Anita Naik en su campo de maíz. (Foto: Nima Chodon/CIMMYT)

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Cultivar es un acto heroico

Texcoco, Edo. Méx.- Comer es una actividad básica sobre la que el ser humano ha construido gran parte de su cultura. Una necesidad humana y un placer cotidiano sobre el que la gastronomía consolida una suerte de imperio mediático con decenas de programas, series, concursos… Paradójicamente, la seguridad alimentaria y la agricultura, las otras caras del prisma de la alimentación humana, no reciben la misma atención y, sin embargo, son parte fundamental de la historia y el destino de la humanidad. 

Si se trazaran y examinaran de forma conjunta las curvas del crecimiento poblacional del planeta y de la producción agrícola global desde el Neolítico hasta la actualidad se podría observar que, en términos generales, ambas han avanzado de forma más o menos paralela. Destacarían dos momentos clave en que estas curvas se separan (al menos de forma más notable): el primero alrededor de hace 60 años y el segundo en la época actual. ¿Qué ocurrió entonces y qué ocurre ahora?

Hace aproximadamente 60 años, derivado de un desarrollo industrial desigual en los países, sobrevino un crecimiento poblacional exponencial y hambrunas en diversos puntos del planeta ―afectando particularmente a países como India y Pakistán, con una gran sobrepoblación―. La producción agrícola de entonces era incapaz de proveer todo el alimento que se necesitaba y millones de personas estaban en riesgo de perecer debido a la hambruna. 

Gracias a los trabajos de mejoramiento de cultivos que el doctor Norman E. Borlaug realizó en México (y con investigadores y productores mexicanos) no solo se salvaron millones de vidas de la hambruna —hecho que lo hizo acreedor al Premio Nobel de la Paz en 1970—, sino que se sentaron las bases de la agricultura moderna y la producción de cultivos mejorados. Este hecho contribuyó notablemente a que las líneas del crecimiento poblacional y de la producción agrícola global avanzaran nuevamente de forma paralela pues permitió que se produjeran más alimentos y que estos estuvieran accesibles para los sectores de la población más vulnerables.

Hoy, no hay duda de que la aplicación de la ciencia en la agricultura ha ayudado notablemente a producir los alimentos necesarios para una población que sigue creciendo, pero si se observan detenidamente las curvas en mención, se podrá observar que, en años recientes, mientras la población sigue creciendo a un ritmo notable ―aunque ya no de forma exponencial―, la productividad agrícola aumenta, pero con menor pendiente. 

Si las proyecciones se cumplen ―es decir, si la sociedad no cambia sus formas de producción y consumo―, la humanidad producirá menos alimentos de los que necesitará para alimentar a los 9,700 millones de personas que poblarán el planeta hacia el año 2050. ¿Cuál es la solución a este desafío si el cambio climático, la degradación de las tierras cultivables, la migración y otros fenómenos avanzan inexorablemente complicando la tarea?

El crecimiento de la producción mundial de cultivos en la presente década, señalan diversas proyecciones, solo será posible si se hace un uso más intensivo de los recursos disponibles, se invierte en tecnologías de producción y mejoramiento de las prácticas de cultivo y se intensifica el uso de la tierra mediante cosechas múltiples al año, entre otras prácticas sostenibles que permitan, a la vez, encarar otros retos como la preservación de la diversidad de las especies cultivables. 

Desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ―institución que mantiene vivo el legado del doctor Norman E. Boulaug― se trabaja para poner el conocimiento científico al servicio de técnicos y productores, héroes de la alimentación que con su trabajo diario hacen posible que la sociedad disponga de alimentos. En el marco del Día Mundial de la Alimentación 2021 (16 de octubre) invitamos a leer la historia de algunos de estos héroes y heroínas.

En la Península de Yucatán, por ejemplo, Edgar Martín Miranda y un grupo de productores están rescatando maíces nativos; en Campeche, doña Petro resguarda semillas para enseñarle a los jóvenes cómo cultivarlas y preservar al mismo tiempo su riqueza cultural; o la señora María Inés Beltrán quien, en el norte del país, está rompiendo estereotipos y abriendo brecha para otras mujeres productoras. Estas tres son tan solo un ejemplo de tantas historias que se tejen en el trabajo cotidiano en la parcela y que confirman la pertinencia y la necesidad de poner la ciencia al servicio de la sociedad. 

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Mujeres líderes en la agricultura

Texcoco, Edo. Méx.- La conmemoración del 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, busca que la sociedad reconozca a la mujer por su contribución en el desarrollo rural y agrícola, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria. Se conmemora desde 2008 y es un llamado para mejorar la condición de las mujeres en el campo.

En México se estima que 14% de las personas que se dedican al campo y que son responsables del manejo y de la toma de decisiones de la unidad de producción son mujeres, pero, como fuerza laboral agrícola, se calcula que ellas representan más del 40%. Esta diferencia es un botón de muestra de la significativa discriminación que enfrentan en lo referente a la propiedad de la tierra, la participación en la toma de decisiones y el acceso a recursos, crédito y mercado en el ámbito rural.  

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo aumentaría hasta 4% y el número de personas desnutridas en el mundo disminuiría aproximadamente hasta 17%. Por esta razón, es fundamental impulsar el desarrollo de capacidades de las mujeres rurales. 

Para el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el conocimiento científico tiene el potencial de mejorar la condición de las mujeres en el campo si este es puesto al servicio de las productoras de forma adecuada, es decir, con perspectiva de género. Esto significa que las tecnologías, las prácticas agrícolas y los proyectos deben ser incluyentes. 

Desde el laboratorio de investigación hasta la parcela y el acompañamiento técnico, las mujeres adquieren cada vez más roles decisivos. El liderazgo de estas mujeres científicas, técnicas, productoras, ha permitido inspirar a otras mujeres y juntas están construyendo un campo más inclusivo para todos y de esto da cuenta el artículo “Mujeres sin límite por la agricultura”, que forma parte del más reciente número de la Revista EnlACe. 

En este artículo Natalia Palacios, líder del laboratorio de calidad nutricional del Maíz del CIMMYT; Carolina Cortés, coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del CIMMYT y María Inés Beltrán, productora agrícola, dialogan sobre el papel clave que desempeñan las mujeres y la importancia de cerrar la brecha de género en aras del desarrollo. No te lo pierdas. 

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Su voz debe escucharse

Mientras espera a que se realize la sesión de capacitación que tenemos programada, ella da indicaciones a los jornaleros de quienes es responsable. Luego, pregunta si se requiere algo más para la sesión formativa del día. Ordena algunas cosas y ayuda a acomodar mesas y sillas. Se llama Adriana, y es la jefa de campo, o capataz, de este rancho que visito en el que se produce lechuga orgánica en 18 hectáreas.

Las funciones de Adriana abarcan la sanidad, el mantenimiento y el control del equipo y maquinaria. Coordina a 12 jornaleros, todos hombres, lo cual  —comenta— no ha sido problema porque los trata con respeto y ellos a ella también. En este trabajo, menciona, aprendió a conducir el tractor —con todo y sus implementos—, hacer manejo de las plagas y administrar el riego. 

Adriana es mamá de tres hijos —de 16,  10 y  ocho años, respectivamente— quienes se enorgullecen de las capacidades que ha desarrollado en su trabajo pues, aunque solo cuenta con preparatoria trunca, es inteligente, aprende rápido y ha desarrollado muchas capacidades —incluyendo primeros auxilios en caso de que uno de los trabajadores se intoxique—. 

Con respecto a la capacitación de las mujeres, dice convencida: “Es importante que nos den la oportunidad de meternos a campo, que vean que también las mujeres podemos hacer el trabajo y ser igual de eficientes que los hombres. Desde mi experiencia, les diría a otras mujeres que las ganas de aprender son muy importantes. Aprendiendo y preguntando, llegamos a cualquier lugar. Así que, mujeres, échenle ganas, todas podemos hacerlo, es algo muy hermoso trabajar en el campo”.

Como Adriana, hay muchas otras mujeres en el campo a quienes es necesario visibilizar, darles el reconocimiento que merecen y acercarles los instrumentos de apoyo necesarios pues, aunque su papel en el campo es generalmente subvalorado, ellas han demostrado una capacidad de adaptación e integración loables. Además, son promotoras naturales para compartir los aprendizajes y complementarlos con sus propios hallazgos.

La persistencia de ciertas normas culturales ha propiciado que la mujer, en general, no sea sujeta de crédito u otros apoyos —a pesar de que la experiencia señala que las mujeres son ampliamente responsables en el cumplimiento de sus actividades crediticias—, generalmente porque no son posesionarias legales de las parcelas que, sin embargo, trabajan. Luego entonces, aunque su voz es muy importante, no es frecuente escucharla en las asambleas de los ejidos. 

Actualmente existen notables esfuerzos institucionales para apoyar el desarrollo de las mujeres en el sector rural —FIRA maneja un bono social de género y la SDAyR de Guanajuato tiene programas de apoyo a la microempresa femenina—; no obstante, el mayor reto lo tienen precisamente las mujeres rurales, quienes deben convencerse de su propia valía y modificar los patrones culturales que nos impiden desarrollarnos —en las capacitaciones en las que participo, por ejemplo, la mayoría de mujeres se sienta en la parte de atrás, se relegan, precisamente por estos patrones culturales—.

Fortalecer el papel estratégico de la mujer rural permite, además, facilitar el relevo generacional en el campo: siendo nosotras las principales formadoras de valores en el hogar, podríamos contribuir a la construcción de un tejido social más sano y acercar a los niños y jóvenes al campo. Por este y otros motivos, es fundamental que las políticas sociales y los diversos proyectos sean inclusivos, con perspectiva de género, para apoyar a mujeres que, como Adriana, quieren seguir superándose, o como tantos otros casos de éxito de mujeres trabajando en sus traspatios. 

*Araceli Donghú Ángeles es formadora para el programa MasAgro Guanajuato, de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural (SDAyR) de Guanajuato y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), y cuenta con más de 20 años de experiencia como extensionista. 

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Momentos eureka

Los desafíos que enfrenta nuestro sistema alimentario están creciendo, tanto en tamaño como en complejidad. Para abordar estos problemas y satisfacer las necesidades de nuestro mundo cambiante, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) comprende la importancia de reunir una fuerza laboral diversa, creativa y representativa. Además de alentar las carreras CTIM y contratar a más mujeres en puestos científicos, también debemos fomentar una comunidad científica más alentadora para las mujeres cuyas carreras están empezando.

Ya sea a través de una excursión escolar, una pasantía o un proyecto de tesis doctoral, el CIMMYT se compromete a alentar a las mujeres jóvenes a que ingresen al laboratorio y al campo, y estén a la altura del desafío, mientras nos esforzamos por crear una comunidad más equitativa. En el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, nos inspiran las palabras de algunas de las muchas mujeres brillantes cuyas carreras científicas apenas están comenzando, iluminando el camino hacia un futuro más equitativo.

El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia es especialmente significativo para la Directora del Programa Global de Trigo, Alison Bentley. Conozca su historia, desde su primer momento clave en una excursión del bachillerato, hasta una posición de liderazgo en el mundo de la investigación del trigo.

El CIMMYT participa en un evento maratón único, que lleva a cabo una conversación global con mujeres científicas del CGIAR que están liderando el cambio y creando soluciones para algunos de los mayores desafíos del mundo.

Impulsado por Women in Research and Science (WIRES), un nuevo grupo de recursos dirigido por empleados del CGIAR, el evento mostrará las muchas formas en que las mujeres científicas están transformando la forma en que vemos nuestros sistemas de alimentos, la tierra y el agua en todo el mundo. Además de aprender sobre ciencia de vanguardia, podrá interactuar con oradores inspiradores de 13 países diferentes.

Únase a la discusión del CIMMYT el 11 de febrero de 2021 a la 1:00 p.m. CST y conozca las historias de las ganadoras del Premio Bänziger 2020, una interesante sesión de preguntas y respuestas con cuatro científicos del CIMMYT y nuestra visión de una fuerza laboral más equitativa. Regístrese para el evento aquí.

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Se anuncian las ganadoras del premio Bӓnziger 2020

Maize and wheat fields at the El Batán experimental station. (Photo: CIMMYT/Alfonso Cortés)
Campos de maíz y trigo en la estación experimental El Batán. (Foto: CIMMYT/Alfonso Cortés)

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) felicita a las ganadoras del premio inaugural Bӓnziger 2020.

El premio lleva el nombre de la ex Directora General Adjunta del CIMMYT, Marianne Bӓnziger, quien se retiró en 2019 después de 23 años en el liderazgo y la ciencia del maíz, Bӓnziger fue la primera mujer del CIMMYT en alcanzar el cargo de Directora General Adjunta. El premio reconoce la contribución de las mujeres al trabajo y la misión del CIMMYT. Las nominadas deben ejemplificar uno o más de los valores centrales del CIMMYT: trabajo en equipo, integridad, excelencia y respeto.

“La diversidad de género es fundamental para el desarrollo de una ciencia sólida e impactante”, dijo el Director General del CIMMYT, Martin Kropff, en la ceremonia virtual de premiación durante la celebración de fin de año del CIMMYT para todo el personal el 15 de diciembre.

“Se ha demostrado una y otra vez que la investigación y la administración son más efectivas y eficientes cuando se considera el género, porque las mujeres aportan perspectivas únicas a las conversaciones y decisiones”.

El Premio Bӓnziger recibió más de 50 nominaciones de todas las oficinas de la organización en África, Asia y América Latina. Debido a la gran cantidad de candidatas excelentes, el comité de premiación de 2020 seleccionó a dos ganadoras: Rahel Assefa y Kate Dreher.

Rahel Assefa es directora de proyectos en Etiopía y ha pasado casi cinco años apoyando los programas del CIMMYT en África. En su nominación, sus colegas enfatizaron su actitud de «poder hacerlo» y sus habilidades para resolver problemas, así como su optimismo, mantenido incluso cuando «los plazos son ajustados y las tensiones son altas».

Rahel Assefa recibe su certificado durante la ceremonia de premiación virtual. (Foto: CIMMYT)

“Las nominaciones para Rahel cubrieron todas las bases: trabajo en equipo, integridad, excelencia y respeto”, explicó Sarah Hearne, genetista molecular de maíz en el CIMMYT y presidenta del comité de premiación 2020. “Fue elogiada por ser una persona abierta, colaborativa y por apoyar a sus colegas, dentro y fuera de su entorno y programa inmediatos”.

“Agradezco a mis colegas el reconocimiento a mis contribuciones al CIMMYT”, dijo Rahel Assefa. “Es agradable recibir un premio, aunque no es por eso que hacemos lo que hacemos. Me gusta mi trabajo y disfruto de mis colegas en África y en la sede, y más que nada creo en el trabajo en equipo y la colaboración”.

Kate Dreher es curadora sénior de germoplasma en la sede del CIMMYT en México. Su premio se centró no solo en sus deberes oficiales, sino también en su trabajo de caridad y labor comunitaria en el El Batán y Texcoco, incluida la dirección del Comité de Iniciativas Solidarias y la organización de innumerables reuniones y actividades para el personal, los recién llegados y los visitantes a la sede del CIMMYT.

“En su nominación se mencionó que Kate hace un esfuerzo adicional para ayudar a otros a tener éxito, centrándose desinteresadamente en el ‘nosotros’ en lugar de en el ‘yo’ y asegurándose de que se escuchen las voces y las necesidades de todos en un equipo, un ejemplo fantástico de empoderamiento de equipo”, dijo Hearne.

«Su arduo trabajo, amabilidad y dedicación no solo se aplican a la misión del CIMMYT, Kate mejora la comunidad del Centro y toca las vidas de colegas y personas menos afortunadas dentro de las zonas donde trabajamos».

Kate Dreher recibe su certificado durante la ceremonia de premiación virtual. (Foto: CIMMYT)

Dreher expresó que este reconocimiento la animaría a redoblar sus esfuerzos para seguir el ejemplo de Bӓnziger.

“Me siento inspirada cuando veo a personas que intentan mejorar el bienestar de los demás, en el trabajo y en la vida en general, y me siento inspirada por los innumerables ejemplos diarios que veo en la comunidad del CIMMYT de personas que intentan generar un impacto positivo en el mundo”, dijo. «Admiro a todos los que están motivados por este objetivo, ya sea que sus acciones tengan un impacto inmediato o que conduzcan a resultados positivos en el futuro».

Marianne Bӓnziger compartió su agradecimiento por el hecho de que el CIMMYT haya instalado el premio en su nombre. Al hablar en la ceremonia, reiteró las palabras inscritas en los certificados y ofreció consejos para todo el personal del CIMMYT.

“El certificado dice ‘La diversidad enriquece a todos los equipos. Las mujeres fortalecen al CIMMYT’”, dijo a los asistentes a la ceremonia. «Abramos los ojos a la contribución que hacen los diversos miembros del equipo: mujeres y hombres, jóvenes, personal de investigación y administración, personal de diferentes naciones».

“Este premio celebra la excelencia entre el personal femenino. Es un llamado a todos a encontrar, celebrar y fomentar la diversidad; para encontrar, celebrar y fomentar la excelencia. La diversidad de opiniones y contribuciones nos hace más fuertes y la vida mucho más colorida».