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Continúan las labores de preservación de la biodiversidad del maíz en Colombia

Especialista en poscosecha del CIMMYT en sesiones de capacitación. (Foto: Janeth Bolaños)
Especialista en poscosecha del CIMMYT en sesiones de capacitación. (Foto: Janeth Bolaños)

En el marco de la iniciativa Soluciones Positivas para la Naturaleza, impulsada por la Alianza Bioversity y CIAT y el CIMMYT, se llevó a cabo una gira de entrega y validación de resultados de los talleres de conservación de maíces nativos en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. Este evento es un paso importante en los esfuerzos para conservación de los maíces nativos y el fortalecimiento de casas de semillas.

La jornada se desarrolló en el Banco de Semillas Nativas del Pueblo Indígena Kankuamo, donde representantes de los Comités de Buen Vivir y Planeación se reunieron con agricultores locales, incluyendo mujeres y hombres dedicados al cultivo de maíces nativos y criollos. Entre los asistentes también se encontraban un profesional en agronomía, técnicos agrícolas y una estudiante de ingeniería agroforestal. Este encuentro permitió un valioso intercambio de conocimientos entre las comunidades locales y los equipos de investigación del CIMMYT y la Corporación colombiana de investigación agropecuaria, Agrosavia.

Durante el evento, se entregaron equipos para la conservación de las semillas, como determinadores de humedad, zarandas, envases de vidrio y plástico, y contenedores herméticos. Estos recursos permitirán a las comunidades mejorar sus prácticas de almacenamiento y preservación de maíces nativos, garantizando así su viabilidad a largo plazo.

Una parte destacada de la jornada fue el conversatorio, donde los asistentes discutieron y practicaron métodos alternativos para determinar la humedad del grano, como el uso de sal, comparándolo con el equipo electrónico especializado. A través de este ejercicio, los participantes pudieron evaluar la efectividad de ambas técnicas y reconocieron que el método de la sal es útil para determinar si el grano está lo suficientemente seco para su conservación.

Recuperar las semillas propias y multiplicarlas fue una de las expectativas compartidas por el coordinador de la Guardia Indígena, quien subrayó la importancia de esta labor para la comunidad. Además, una participante expresó que el banco de semillas debe ser «una escuela de puertas abiertas» para que el conocimiento se multiplique entre mujeres, hombres y niños, y las semillas se conserven no solo en la tierra, sino también en la memoria colectiva.

Al final de la jornada, se destacó la importancia de replicar las prácticas aprendidas entre los miembros del banco de semillas, quienes son aproximadamente 100 personas. «Si le damos el valor real a la semilla con el aprendizaje, comentando las experiencias tradicionales, hablando de momentos de siembra, cosecha y semillas con los hermanos agricultores que conforman el Banco de Semillas, logramos extender los saberes, que las buenas prácticas de conservación se mantengan«, mencionaron los participantes.

“Recuperar las semillas es importante para el hoy y para el mañana”, enfatizó uno de los agricultores participantes, resaltando el valor fundamental que tiene la preservación de las semillas para las generaciones futuras.

Así, este encuentro no solo subraya la importancia de los bancos de semillas para los pueblos indígenas, sino también su relevancia para la biodiversidad y la sostenibilidad del mundo. Como menciona una de las integrantes del Comité de Planeación, «este conversatorio es una iniciativa útil para impulsar los bancos de semilla y una necesidad para los pueblos indígenas y para el mundo«.

Con estas actividades, la iniciativa Soluciones Positivas para la Naturaleza continúa avanzando en su misión de preservar la biodiversidad del maíz, garantizando que el conocimiento ancestral perdure y se enriquezca con nuevas herramientas y tecnologías basadas en ciencia.

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El grano de la humanidad y su conservación

Maíz nativo de la Península de Yucatán cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Maíz nativo de la Península de Yucatán cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Habiéndolo estudiado gran parte de su vida, el botánico y genetista Walton C. Galinat (1923-2010) lo llamó “el grano de la humanidad”. Para los mexicanos, este que es su cultivo insignia forma parte de su cultura y es la base de su dieta, registrándose cerca de 700 maneras de prepararlo.

Aunque en México su uso para consumo humano es común, esta planta es una importante fuente de productos industriales, por lo que en muchos países se le destina a la fabricación de una gran variedad de ellos, desde cosméticos y farmacéuticos hasta biocombustibles. Por esta razón, hoy es la planta más cultivada en el mundo.

Ya sea en la dieta, en la salud o en la industria, esta planta que se cultiva en cerca del 85 % de los países es sin duda un pilar de las sociedades contemporáneas. Su nombre científico es Zea mays, pero el mundo lo conoce simplemente como maíz —de forma predominante esta es la voz que más se ha extendido, aunque por supuesto existen variantes y algunos casos excepcionales en que se le nombra de forma completamente distinta—.

En México el maíz se fue adaptando a distintos climas, altitudes, características ambientales y gustos de los pobladores. Así, a través del tiempo se generaron nuevas y numerosas razas, subrazas y variedades; por ejemplo, las razas Nal-tel y Chapalote adaptadas a regiones tropicales; o las razas Palomero Toluqueño y Arrocillo Amarillo adaptadas a regiones templadas o frías.

En México, actualmente se considera que existen 64 razas, 59 nativas y cinco más procedentes del Caribe que se introdujeron vía Centroamérica. En todo el continente americano se han contabilizado alrededor de 300 razas de maíz.

Aunque los registros actuales se han integrado a partir de una gran variedad de fuentes de información, la diversidad del maíz podría ser mayor de lo estimado ya que, siendo una planta que ha evolucionado y evoluciona constantemente de la mano del hombre, no solo es altamente probable que en el futuro se puedan generar nuevas razas, sino también es seguro que muchas otras se han quedado en el camino.

En el Banco de Germoplasma del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), donde está la colección de maíz más grande e importante del mundo con más de 28 mil muestras únicas de maíz, por ejemplo, se han identificado cerca de 400 razas, pero, como precisa Cristian Zavala —coordinador del Banco de Germoplasma del CIMMYT—, “esto no quiere decir que continúen sembrándose en el campo, pues más del 50 % ya se perdió. En un reporte actualizado de razas nativas sembradas en campo se encuentran únicamente cerca de 200”.

Incluso la cantidad de maíces mexicanos podría ser mayor a lo considerado actualmente, pero hace falta una gran labor de documentación para precisar este dato, de ahí la importancia de espacios como el Banco de Germplasma del CIMMYT, el cual resguarda un valioso recurso genético patrimonio de los mexicanos y la humanidad.

“Actualmente, a 80 años de que se inició la colección de maíz, la misión del banco de germoplasma del CIMMYT es básicamente ofrecer accesiones de maíz y trigo con información confiable, con semilla de calidad, sana y viable en términos de germinación”, precisa Zavala.

Este patrimonio de México y el mundo es clave para el logro de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas, entre ellas las relacionadas con mantener la diversidad genética de semillas, plantas cultivadas y animales de granja y domesticados y sus especies silvestres relacionadas.

“Aquí se resguarda material de todas las razas nativas en México. Es germoplasma que no ha sido modificado, que tiene una pureza muy alta. Tenemos bastantes razas con una pureza de nueve, que es lo más alto que se puede encontrar en maíz. Además, se resguarda una colección de Teocintle y Tripsacum, parientes silvestres del maíz”, señala el coordinador del Banco de Germoplasma del CIMMYT.

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Maíz teotihuacano: sabor y sustentabilidad

Productores de La Gruta, Teotihuacan, Estado de México. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)
Productores de La Gruta, restaurante ubicado en Teotihuacan, Estado de México. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)

“Si queremos responder a las crisis —donde también hay oportunidades— con soluciones duraderas y a medida, es importante empezar por incluir a todos en la conversación porque los sistemas agroalimentarios atraviesan todo, incluyendo la identidad de las naciones que está en las tradiciones y la mesa”, señala Sieg Snapp, directora del programa de Sistemas Agroalimentarios Sustentables del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) al referirse a la experiencia que en materia de biodiversidad y variedades de maíces nativos ofrece el restaurante La Gruta.

Con más de 90 años de operaciones ininterrumpidas, el restaurante La Gruta es parte de los atractivos turísticos de Teotihuacan, en el Estado de México —está ubicado atrás de la Pirámide del Sol, en una gruta de origen volcánico—, y hoy es un referente de cómo la sustentabilidad en el sector restaurantero puede generar cambios sociales positivos.

La idea generalizada de sustentabilidad en el ámbito restaurantero es hacer uso de productos locales y de temporada; sin embargo, La Gruta ha ido más allá: el chef Carlos Cedillo, director operativo del restaurante, impulsó la construcción de una huerta in situ para el entendimiento y fomento de buenas prácticas agrícolas (con la colaboración de la Universidad Autónoma Chapingo), y el desarrollo de un programa para fomentar la producción y el consumo de maíz nativo en el Valle de Teotihuacan, iniciativa en la que ha contado con la colaboración del CIMMYT.

Actualmente, La Gruta cuenta con un padrón activo de cerca de una treintena de productores con más de 40 hectáreas de producción de maíz nativo. El restaurante apoya a los agricultores locales con asesoría gratuita —desde la siembra hasta la poscosecha—, aprovechando y rescatando en el proceso los conocimientos tradicionales de los productores, los cuales se han fortalecido con el conocimiento científico que los especialistas del CIMMYT han compartido con ellos en esta iniciativa para asegurar que el maíz que se usa en La Gruta sea cultivado con las mejores prácticas agronómicas.

“Allí una vez más, vemos cómo la agricultura y la cultura se nutren una a la otra, y ponen en la misma mesa lo actual y lo tradicional ayudando a mantener el tejido social que hay detrás de cada surco, de cada alimento”, enfatiza Sieg Snapp.

Uno de los aspectos más importantes de este esfuerzo conjunto es la calidad de la producción. Para esto ha sido fundamental adoptar las tecnologías adecuadas para minimizar el daño por plagas de almacén y hongos. Las tecnologías poscosecha, como los silos metálicos herméticos y el uso de cal micronizada, han sido clave para que los agricultores que participan aseguren que el maíz teotihuacano que se consume en La Gruta sea de la más alta calidad. De hecho, esto contribuyó a que el restaurante haya sido distinguido a nivel internacional por sus prácticas sustentables.

Cabe mencionar que esta iniciativa ha propiciado que el tejido social de la comunidad se fortalezca: ante fenómenos como la migración y el abandono del campo que son palpables en Teotihuacan, los jóvenes de la localidad comienzan a ver que el campo es una opción económica viable y rentable para ellos y sus familias, pero también que el cultivo sustentable del maíz se puede reflejar en la mesa de los comensales, contribuyendo a la valorización de la cultura local y de la agricultura sustentable.

En el marco del Día Mundial de la Gastronomía Sostenible (18 de junio), te invitamos a conocer más de este ejemplo de “sustentabilidad a la mesa” en el siguiente conversatorio, donde el chef Carlos Cedillo y el especialista en poscosecha del CIMMYT, Sylvanus Odjo, dialogan sobre esta experiencia:

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Maíces nativos, esenciales para la seguridad alimentaria de la humanidad

Maíz nativo de la Península de Yucatán. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Maíz nativo de la Península de Yucatán. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

“En 2020 el grupo de Productores de Maíz Criollo Kantunil, del municipio del mismo nombre en Yucatán, México, solicitó muestras de ocho accesiones —lotes de semillas que se recogieron en un lugar determinado y en un momento específico— de maíz al Banco de Germoplasma que resguarda el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Texcoco, Estado de México”, comenta Edgar Martín Miranda Gamboa, colaborador del Hub Península de Yucatán del CIMMYT y representante del grupo de productores en mención.

“La razón por la que los agricultures de Kantunil solicitaron muestras de esas semillas fue porque se trataba de dos colectas originarias de su municipio, recolectadas ahí hace más de 80 años y la idea era ver nuevamente esas variedades creciendo en sus localidades de origen. Las 250 semillas de cada accesión enviadas por el Banco de Germoplasma del CIMMYT fueron cultivadas en el ciclo primavera-verano 2020 en el sistema milpa tradicional, con la finalidad de evaluar su adaptación y reproducirlas. El resultado de la labor de reproducción se complementó con el Primer Intercambio Cultural y de Semillas Criollas entre los municipios de Dzitás y Kantunil”.

Este relato de Edgar Miranda ejemplifica la importancia de la colección de maíz que se resguarda en el Banco de Germoplasma del CIMMYT, donde se cuenta con 28 mil colecciones únicas de semillas de maíz y más de 150 mil de trigo. La colección de maíz, la más grande e importante del mundo, de hecho, está celebrando 80 años de haber iniciado.

“A 80 años de que se inició la colección la misión del Banco de Germoplasma del CIMMYT es ofrecer accesiones de maíz y trigo con información confiable, con semilla de calidad, sana y viable en términos de germinación para su uso y para mantener a perpetuidad las colecciones vivas y viables para todos”, comenta Cristian Zavala, coordinador del Banco de Germoplasma del CIMMYT.

Con respecto a la biodiversidad que se resguarda y se estudia en el Banco de Germoplasma, Cristian menciona que las variedades nativas son particularmente importantes porque estas “fueron seleccionadas desde hace más de 10 mil años, entonces ellas han pasado por  diferentes cambios climáticos, cambios sociales e incluso han sido adaptadas a los diferentes retos que se les han impuesto por  la actividad social, en donde las presiones por insectos, por hongos, por virus o por bacterias han sido una constante para estas variedades y las han superado todas hasta la fecha”.

Con la riqueza biológica de los maíces nativos “el banco tiene potencialmente las soluciones para enfrentar los retos del futuro: las variedades nativas. Si la respuesta esta ahí adentro, aún no lo sabemos, porque todavía no la necesitamos, pero cuando la necesitemos vamos a tener que venir a buscar dentro de este repositorio de genes para encontrar las respuestas a estos nuevos retos que nos va presentar tanto el cabio climático como todos los movimientos sociales que están ocurriendo”, enfatiza Cristian.

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Conservando su maíz también han conservado su cultura

Tanto Esteban Jiménez Cervantes como su esposa Lidia María González Hernández tratan de cambiar el panorama del maíz en México, sembrando maíces nativos, o criollos, como base de la nutrición de las comunidades y como elemento fundamental de la identidad cultural. 

Por años en Santa María Teopoxco, un municipio de la Sierra Mazateca donde la población habla náhuatl, se han sembrado maíces nativos de diversos colores: blanco, rosa, rojo y amarillo, aunque más para el auto consumo y de la manera tradicional, sin incluir un manejo poscosecha que evite pérdidas.

“Si vemos que nos sobra algo lo vende uno, aunque no da resultado el precio en comparación con lo que se gasta en el campo”, comentan los productores quienes, por kilo de maíz, reciben ocho pesos.

Para Alejandrina García Dávila, quien a través proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche —de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) —asesora a productores en esta zona, Esteban y Lidia han sido los más receptivos a aplicar las innovaciones tecnológicas en el campo.

A través del diálogo, Alejandrina les ha compartido muchos conocimientos, entre ellos cortar la mazorca cuando el maíz alcanzó su madurez fisiológica, para después cuidar un proceso de secado que, por las condiciones de humedad en la zona, puede durar hasta dos meses.

Convencionalmente el almacenaje implica guardar el grano en un coscomate, un granero pequeño que se construye con una estructura de tiras de madera y techo de palma o láminas, conocida también como troje.

El problema recurrente con esta forma de almacenar el grano, comentan los productores, es que los excedentes “se picaban” o se llenaban de gorgojos, lo que los llevó a buscar una forma que evitará las pérdidas. 

Así, un primer cambio que Esteban y Lidia debieron hacer es guardar el grano seco y limpio en bolsas herméticas que evitan que requieran utilizar productos químicos “que pueden afectar después la calidad del grano”. Al comprobar la efectividad de las tecnologías herméticas decidieron guardar su maíz en un silo metálico hermético.

Para Lidia y Esteban la implementación de estas innovaciones ha representado además una forma de conservar su identidad cultural basada en las distintas variedades de los maíces nativos que cultivan. Además, la implementación de un mejor manejo de su cosecha reduce las dificultades que en sí representan para Lidia trabajar en el campo, de donde muchas veces no veía retribuido su esfuerzo.

“Es difícil trabajar en el campo y a veces no sale”, pero ahora que cuentan con asesoría ese panorama va cambiando: “Ahorita más o menos, pues, guardamos el maíz, ya no se pudre” y tienen más tiempo para poder consumirlo.

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Así se produce el whisky hecho con maíces nativos de Oaxaca

Jonathan Hernández, representante de Ricinomex, y Rausel Ovando, del Hub Pacífico Sur del CIMMYT en las instalaciones de Ricinomex. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Cuando a los 15 años Ángel Chonteco Márquez se convirtió en productor, no imaginó que el maíz podría tener otros usos, además de ser la materia prima para las tortillas, la base de la alimentación de las familias de La Pe y el resto de municipios oaxaqueños.

Mediante el proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche —de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) —, hoy, los maíces nativos que Ángel cosecha tienen como fin último la destilación. 

Carlos Galván García, técnico de Ricinomex y colaborador del CIMMYT, comenta que el proceso de asociatividad se liga a compras consolidadas a un precio por arriba del mercado local: “Los productores podrán comercializar en grupo, con un precio estable y sin tanta variación, tendrán un mercado seguro”, como ya lo tienen tres mil productores de Valles Centrales que venden su maíz a Ricinomex, biorefinería que se encarga de la destilación.

El whisky que se produzca con el maíz criollo cosechado en La Pe, Ejutla, tiene miras de exportación: “Este producto también se va a comercializar fuera de México, en Estados Unidos, e irá creciendo año con año para abastecer el mercado de whisky”, afirma Carlos Galván.

De entre las prácticas y tecnologías promovidas por el proyecto se encuentran los silos metálicos herméticos y otras soluciones poscosecha. Gracias a estas opciones el maíz puede ser almacenado antes de ser comercializado, conservando su calidad sin necesidad de usar agroquímicos. 

El señor Ángel Chonteco, quien también funge como Comisariado de Bienes Comunales, cuenta con tres silos metálicos herméticos que le permiten conservar su cosecha, minimizando las pérdidas por plagas de almacén porque, cuando el maíz recién cosechado solo se guarda en bolsas o costales carentes de hermeticidad, las posibilidades de pérdida aumentan notablemente. 

Comercializar el maíz que ahora sabe “no solo es para tortillas, si no para otras cosas más”, significa para Ángel un bienestar familiar, ya que aparte de cosechar para el autoconsumo, “va a salir para la economía de nosotros”, comenta el productor. 

En Ricinomex trabajamos con productores en más de 60 comunidades de Valles Centrales de Oaxaca. Nosotros les brindamos capacitación sobre las tecnologías que promueve el CIMMYT para que ellos hagan un mejor aprovechamiento de sus tierras. Nosotros les compramos toda su producción de higuerilla y, actualmente, con este nuevo producto que es el whisky, también el maíz criollo oaxaqueño”, refiere Jonathan Hernández Díaz, representante de Ricinomex. 

La diversificación comercial de Ricinomex, junto con el proyecto de diversificación de cultivos y vinculación a mercados de Walmart y el CIMMYT están impactando favorablemente en la región: “Nos dimos cuenta de que la mayoría de nuestros agricultores siembran la higuerilla intercalada con maíz, frijol o calabaza. Y fue por la broma de un productor que surgió la idea de convertir un maíz criollo en una bebida. Así lanzamos Deidades, que es un whisky 100% hecho con maíces nativos de los Valles Centrales de Oaxaca”, enfatiza el representante de Ricinomex.

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Nuevos conocimientos para mejorar la producción de maíces nativos

En el continente americano se han contabilizado alrededor de 300 razas de maíz y 64 de ellas están en México. De estas, 59 se consideran nativas y 35 tienen presencia en Oaxaca. 

Cayetano Limón Sánchez, un productor de maíces nativos en Santa Ana Zegache, Oaxaca, siembra cuatro variedades: Negrito —que se cultiva en zonas altas de la Mixteca y en Valles Centrales—, Belatove —que se identifica por su color rojo—, así como una variedad amarilla y otra blanca. 

Además de la relevancia que los maíces nativos tienen para la biodiversidad mexicana y para la seguridad alimentaria, Cayetano se comienza a beneficiar del interés gastronómico que estos maíces están despertando. Actualmente, por ejemplo, cada vez más restaurantes incluyen en sus menús platillos hechos con maíces de colores. 

Hoy, Cayetano selecciona su semilla, utiliza abonos orgánicos e intercala cultivos que elevan la cantidad de nutrientes en el suelo, pero esto no siempre fue así: “No tenía la capacitación para preparar la tierra”, admite al mostrar su parcela y enlistar diversas prácticas que ha adoptado como participante del proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche, de Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Antes Cayetano sembraba el maíz junto con el frijol, pero ahora lo hace por separado, entre un ciclo y otro. “Cuando siembro el frijol se queda abono para cuando siembro maíz y una chulada que se da, estoy agarrando la experiencia de sembrar puro frijol y al otro año maíz”, describe.

La producción mejora si la tierra de su parcela la nutre con abono que obtiene de la composta, la gallinaza —esa mezcla de excremento de gallinas ponedoras junto con desperdicios de alimentos y a veces también plumas— o el biol que obtiene de la fermentación del estiércol.

“Me han enseñado a trabajar los abonos orgánicos o con estiércol de animal que requiere la milpa cuando está chica, sin necesidad de ponerle químico, como antes”, expresa con la claridad de que antes de la asesoría del proyecto sembraba el maíz sin saber cómo combatir las plagas.

Es un trabajo paciente, añade, pues desde que se siembra hay que “tirarle biol a la planta, después a la hoja, dos veces por semana, de preferencia temprano o por la tarde cuando abre sus poros”.

Así, de una hectárea sembrada puede obtener de dos a tres toneladas de maíz nativo, “pero bien dado”, lo que antes no lograba por falta de capacitación que ahora le permite “preparar la tierra bien y fortalecer el suelo” para que el rastrojo conserve la humedad, sobre todo cuando no llueva lo suficiente.

“Este año no llovió mucho y aguantó la milpa, por eso no se dieron muy bien las cosechas”, resalta Cayetano quien, además ha aprendido a guardar sus granos en silos herméticos que impiden que se piquen y puedan permanecer hasta tres años frescos.

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Maíces nativos de Oaxaca: diversidad, nutrición y salud

Magdalena Apasco, Oax.- Cuando terminó la secundaria, hace 20 años, Hugo Miguel Santiago ya no quiso estudiar y buscó trabajo. Las opciones en la zona eran en el taller de cantera que abunda en Magdalena Etla, donde vive, en el aserradero o como chalán de albañil.

Después de unos años se decidió a estudiar en un bachillerato donde egresó como técnico agropecuario y tras volver de una estancia laboral en Estados Unidos, comprendió que “el campo es el mejor trabajo porque produces tu propia comida”. 

En tres hectáreas de parcela de su papá, Celso Miguel Cruz, retomó la siembra de maíces nativos, criollos como les dicen, sin riego, solo con el agua que trae el temporal.

Hace cinco años Hugo aceptó la guía de Carlos Barragán García —colaborador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Oaxaca— y, con apoyo de la Walmart Foundation a través de su proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche, estableció una parcela de evaluación de maíces pigmentados.

Que Hugo sembrará varios tipos de maíz facilitó su participación en el proyecto con Walmart Foundation y el CIMMYT. “Él siempre ha tenido mucha diversidad de maíces, lo cual es poco común en la mayoría de los productores de la zona porque optan casi siempre por sembrar maíces blancos; sin embargo, por la búsqueda de alimentos saludables derivada de diversos problemas de salud que estamos atravesando como sociedad mexicana, ha habido un auge muy importante de los maíces de colores, pigmentados, ya que tienen propiedades antioxidantes y anticancerígenas”, indica Carlos Barragán.

La parcela de evaluación de Hugo contempla maíces que se dedicarán a la industria de la tortilla para mejorar la salud del consumidor, lo que incluye sumar una variedad nativa mejorada para potenciar las características de la planta y su rendimiento.

Así como crecen mazorcas con maíz blanco o negro, las hay pigmentadas con ambos colores que se vuelven más atractivas en un mercado en el que su demanda de consumo aumenta.

En la parcela de Hugo los surcos se intercalaron organizadamente para probar el rendimiento de un maíz nativo blanco con un maíz negro mejorado y otro nativo negro “que ya teníamos”. 

Las tres variedades tienen las mismas condiciones y el de color negro “ya casi lo habíamos perdido porque poca gente lo busca”, lo que hizo dejar de sembrar porque “cuando había nadie lo quería”, pero el aumento de su demanda hizo retomar su cultivo.

“Económicamente están teniendo un realce los maíces de colores, pero nosotros los consumimos desde hace mucho tiempo. A lo mejor normalmente preferimos consumir otro alimento procesado, pero si consumimos estos maíces de forma cotidiana como lo hacemos nosotros, aparte de que nutre, ayuda a la salud”, concluye el productor.

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Maíz nativo, hacia una vida digna para sus productores

Oaxaca.- A más de un año de la publicación de la Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo y en el marco de dos importantes conmemoraciones que ponen bajo los reflectores la producción nacional de maíz —el pasado Día Nacional del Maíz (29 de septiembre) y el próximo Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre)—, resulta oportuno reflexionar sobre las opciones que tienen los pequeños productores de maíz en Oaxaca para que su actividad agrícola no solo sea sustentable, sino también rentable. 

Oaxaca, junto con Puebla y Guerrero, está considerado como uno de los microcentros de origen y diversificación de maíz. El estado alberga en su territorio —y gracias a sus agricultores— la mayor riqueza genética de maíz nativo del país, sin embargo, es deficitario en este grano, es decir, consume más maíz que el que produce.

Además, en Oaxaca nueve de cada 10 unidades de producción agropecuarias son pequeñas, y ocho de cada 10 pequeñas unidades de producción tienen problemas de seguridad alimentaria (FAO, 2012). De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2020), seis de cada 10 oaxaqueños se encuentra en situación de pobreza y se estima que el consumo de maíz representa el 50% de su ingesta calórica y el 40% de su ingesta de proteínas. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) considera a la agroecología como una contribución positiva para la erradicación del hambre y la pobreza extrema, así como un medio para facilitar la transición hacia sistemas alimentarios más productivos, sostenibles e inclusivos (Graziano da Silva, 2014). 

En esa misma línea, el doctor Efraín Hernández Xolocotzi (1913-1991) —gran parte de la exploración de este destacado etnobotánico fue apoyada por la Fundación Rockefeller, principal impulsor para la conformación de las colecciones del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), donde se resguarda la mayor parte del material recolectado por el doctor Efraín— refería que una visión diversificada e integral del sistema milpa permitía aprovechar el espacio, la naturaleza y el territorio, así como la combinación de producción agrícola y ganadera de traspatio, producción acuícola, producción artesanal, extracción de recursos de los bosques, etc. 

¿Cómo trasladar este enfoque agroecológico a la realidad de Oaxaca? Parte de la respuesta está en la experiencia de pequeños productores oaxaqueños como Hugo Miguel Santiago, de 36 años. Él siembra seis diferentes tipos de maíces: cinco maíces nativos, o criollos —asociados con frijol y calabaza—, y un criollo mejorado que se siembra a mayor densidad en comparación de otros criollos —este material lo obtuvo en 2018 durante un evento demostrativo del CIMMYT donde se difundió este y otros cultivos. Este criollo mejorado, en particular, fue desarrollado por el señor Antonio Chávez Jiménez a partir de la cruza de un Tuxpeño amarillo y un Bolita blanco—.

Si bien el total de la superficie cultivada por Hugo no sobrepasa una hectárea, gracias a su experiencia como productor y a la implementación de diversas tecnologías sustentables promovidas por el CIMMYT logró incrementar sus rendimientos y hace dos años comenzó a comercializar parte de sus excedentes de producción de maíz blanco y negro a Xub Maíz, una tortillería de maíces nativos ubicada en la ciudad de Oaxaca de Juárez. 

Por supuesto, el proceso para optimizar el sistema de producción no fue sencillo ni automático, ya que inicialmente Hugo y su familia priorizaron incrementar su número de animales de graja. La cría de gallinas, gallos de pelea, conejos, cerdos, toros, chivos, borregos y conejo constituye una importante fuente de ingresos para muchas familias en Oaxaca, lo cual hace que algunas veces no consideren alternativas para su producción agrícola, realizándola básicamente para el autoconsumo. 

Actualmente Hugo y su familia continúan con la crianza de ganado menor, pero también tienen un pequeño huerto de hortalizas y ya consideran nuevas posibilidades para su producción de maíces nativos. Por ejemplo, debido a los problemas de sequía recientes —el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) prevé que, en los próximos 24 años, Oaxaca será más árido por una disminución significativa de las lluvias(6%) y un aumento de la temperatura (2°C)—, este año establecieron una parcela de evaluación de maíces nativos negros. La intención es identificar cuál puede tener una mejor respuesta en el territorio para abastecer este nicho de mercado. 

Si bien la conservación del maíz nativo es importante y acapara los reflectores de la opinión pública, esta no será viable si no se adoptan prácticas sustentables que le permitan a los pequeños productores adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático y la degradación de los suelos. Más aún, la producción sustentable de maíces nativos no será viable si los productores no pueden aspirar a una vida digna desde su labor en el campo. 

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La evolución del maíz continúa

Texcoco, Edo. Méx.- Entre los mexicas, la selección de las mejores semillas de maíz era la base de un proceso de mejoramiento continuo. Este proceso se realizaba mediante un ritual, el ritual de la selección de la mazorca donde se apartaban las cualli huecintli, es decir, las mejores mazorcas de la cosecha anterior. Se desgranaban los extremos, quedando solo los granos más grandes del centro. Estos eran la xinaxtli, la semilla seleccionada para la siembra. 

Hoy, más de seis siglos después, en varias comunidades de México esta forma de seleccionar las semillas sigue vigente, aunque —lamentablemente— en muchas otras ya no se realiza ningún tipo de selección. Este hecho, sumado a factores como la degradación de los suelos, el monocultivo y el abandono del campo, ha contribuido a que los maíces nativos tengan bajos rendimientos.

Además de ser importantes para la seguridad alimentaria de muchas comunidades, los maíces nativos o criollos —palabra popularizada durante la Colonia para referirse a “los nacidos en América” y, por extensión a las especies animales y vegetales originarias de este continente (aunque, con frecuencia, en un sentido peyorativo)— tienen un gran potencial para brindar información para enfrentar el cambio climático. Así, para fortalecer el cultivo de maíces nativos, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), junto con diversos colaboradores, promueve el mejoramiento participativo de maíces nativos en diversas zonas de México. 

La selección masal estratificada es la técnica que se emplea en estos esfuerzos de mejoramiento participativo. Mediante esta técnica la milpa se divide en parcelas pequeñas a fin de escoger con mayor rigurosidad la semilla progenitora de la siguiente generación de selección. Al estratificar así la milpa se incrementa la probabilidad de que las características que se busca que las plantas hereden efectivamente sean parte de la información genética de las plantas y no se deba solo a la influencia del medioambiente o las prácticas agronómicas.

Las mazorcas con las características deseadas se seleccionan directamente en la milpa de entre las plantas con competencia directa —es decir, aquellas que tienen otras plantas tanto a los lados del mismo surco como entre los surcos de junto—. Cuando estas mazorcas previamente seleccionadas finalmente se cosechan, se hace una segunda selección a la manera acostumbrada: se seleccionan mazorcas sanas y grandes que luego se desgranan, usando para semilla solo los granos de la parte central de la mazorca —tal y como lo hacían los mexicas siglos atrás—.

Desde luego, el mejoramiento de los maíces nativos es un proceso que implica varios ciclos de selección y que requiere un acompañamiento técnico adecuado, pero, en el mediano plazo, este método permite mejorar las variedades locales y mantener a la vez la diversidad genética. Por esta razón, el CIMMYT y sus colaboradores imparten talleres donde los productores aprenden los procedimientos específicos en cada etapa del desarrollo del cultivo, como la eliminación de la flor masculina de los ejemplares no deseados y la selección de mazorcas de las plantas marcadas —las que tienen las características deseadas, como grosor del tallo, sanidad de la planta, precocidad, porte, altura y tamaño regular de mazorca, vigorosidad, resistencia a factores internos y externos, e incluso la competencia de nutrientes y la resistencia a plagas y enfermedades—. 

Al mejorar las características genéticas de los materiales nativos de cada región es posible obtener rendimientos más favorables, pero también fortalecer la cultura.  Así, por ejemplo, el mejoramiento participativo ha contribuido a preservar la herencia de cultivo de la comunidad otomí y de la comunidad maya —te recomendamos leer los artículos Mejoramiento participativo de maíces nativos, un camino para preservar la diversidad biocultural y Los productores mayas y el mejoramiento participativo de maíz nativo—, ayudándoles a preservar su patrimonio biológico y cultural. 

El mejoramiento participativo permite hacer más rentable la milpa, pero solo afianzando prácticas sustentables se podrá asegurar la preservación funcional de la biodiversidad de los maíces nativos. En este sentido, la iniciativa MasAgro-Cultivos para México —que impulsa la Secretaría de Agricultura y el CIMMYT— es relevante, pues a través de ella se ha estudiado la diversidad de más de 15 mil variedades nativas de maíz y se han ingresado más de 100 millones de nuevos datos al Atlas Molecular de Maíz —una de las contribuciones científicas más relevantes de México al mundo en la actualidad—, lo cual deriva en maíces con mayor tolerancia al calor y la sequía y resistentes a enfermedades. 

Además de promover la conservación y el uso de la biodiversidad de las variedades nativas en favor de la seguridad alimentaria —te recomendamos leer Maíz nativo de Yucatán regresa a su localidad de origen— también se trabaja en la identificación de maíces nativos con alto potencial productivo para comercialización —te puede interesar Maíz azul de alto potencial productivo—. Esto, sin duda, confirma que los caminos de adaptación y evolución del maíz son un proceso que inició hace siglos y que continúa hasta nuestros días. En el caso del mejoramiento participativo, esto es posible gracias a la colaboración entre agricultores y científicos. 

Fuentes:

  • Campos, C. F. (2017). Los criollos novohispanos frente a la teoría de la degeneración: de la apologética a la reivindicación. En-Claves del pensamiento11(21), 15-40.
  • Espinoza, J. A. G. (2018). Maíz, axis mundi: maíz y sustentabilidad. Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
  • González Torres, Y. (2007). Etnografía del maíz: variedades, tipos de suelo, y rituales en treinta monografías. Etnografía de los confines. Andanzas de Anne Chapma, 179-220.