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Plataformas de investigación agrícola, herramienta para combatir suelos degradados y brechas de conocimiento

Equipo de SEFADER y CIMMYT en una de las plataformas de investigación del proyecto. (Foto: CIMMYT)
Equipo de SEFADER y CIMMYT en una de las plataformas de investigación del proyecto. (Foto: Sarah Martínez / CIMMYT)

En el campo oaxaqueño hay problemas críticos de degradación del suelo, brechas de conocimiento en el uso de bioinsumos y falta de agua por sequía, lo que afecta la productividad y rentabilidad de los cultivos, así lo dan a conocer los resultados de una serie de  diagnósticos participativos con enfoque de género e inclusión social realizados en diversas regiones de Oaxaca en el marco de un proyecto liderado por la Secretaría de Fomento Agroalimentario y Desarrollo Rural (SEFADER) de ese estado en colaboración con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Para dar respuesta a este conjunto de problemáticas, el proyecto Fortalecimiento del sistema agroalimentario enfocado en la producción de maíz para la seguridad alimentaria y el abasto sustentable de granos en el estado de Oaxaca implementa diversas acciones que están impactando positivamente en los agricultores oaxaqueños. Una de esas acciones son las plataformas de investigación.

“Durante el ciclo agrícola de 2024, el proyecto dio un importante paso en la implementación de plataformas de investigación en diversas regiones del estado de Oaxaca. Este esfuerzo conjunto busca mejorar la productividad y rentabilidad de los sistemas de producción locales, mediante la evaluación de prácticas agrícolas sustentables basadas en agricultura de conservación y métodos de secado en campo para maíces nativos”, comenta Mariel Guera, investigador del CIMMYT que colabora en el proyecto.

Cultivo de maíces nativos en plataforma de investigación del proyecto SEFADER-CIMMYT. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de maíces nativos en plataforma de investigación del proyecto SEFADER-CIMMYT. (Foto: CIMMYT)

Las plataformas de investigación fueron establecidas en seis regiones del estado estratégicamente seleccionadas por la SEFADER: la Costa, el Istmo, los Valles Centrales, la Sierra Sur, la Sierra Norte y la Mixteca. Técnicos de esta dependencia, capacitados por el equipo del CIMMYT, fueron los encargados de realizar los diagnósticos participativos. En este contexto, las plataformas de investigación establecidas en San Pedro Pochutla, Ciudad Ixtepec, Villas de Zaachila, Santa Lucia Miahuatlán, Santo Domingo Tepuxtepec y Santiago Juxtlahuaca están evaluando prácticas sustentables que ya han mostrado potencial para mejorar la productividad y rentabilidad de los sistemas de producción.

“Este primer año de operación de las plataformas es clave para ajustar las estrategias y evaluar la viabilidad de diferentes prácticas agrícola. Los resultados preliminares destacan la importancia de la diversificación de cultivos, el manejo de arvenses, la selección de variedades adecuadas para cada región, a mejora de las prácticas de labranza y el manejo adecuado del rastrojo”, señala Mariel, quien agrega que, a medida que el proyecto avanza, se espera que estas plataformas sirvan de espacios de generación de conocimiento y de capacitación, ayudando a los productores a adaptarse a los retos del cambio climático y mejorar sus ingresos de manera sostenible.

“Las plataformas de investigación de este proyecto, junto con las plataformas de investigación de la red de innovación del CIMMYT establecidas algunas hace más de una década, forman parte de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica (RedAgAL)”, finaliza Mariel, enfatizando la relevancia de esta red de plataformas que reúne a científicos de distintas latitudes comprometidos con hacer la agricultura más sostenible, productiva y resiliente.

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Maíz palomero: sabor, patrimonio y cultura

Maíces palomeros del Banco de Germoplasma del CIMMYT. (Foto: CIMMYT)
Maíces palomeros del Banco de Germoplasma del CIMMYT. (Foto: CIMMYT)

Naturales, con mantequilla, con caramelo, con chile o con algún novedoso y exótico sabor, las palomitas son un elemento indispensable de la cultura popular, particularmente a la hora de disfrutar una película. Tanto por su relevancia en el mercado global como por su influencia cultural, esta botana tiene su propio día: el 19 de enero, Día Internacional de las Palomitas de Maíz.

En el marco de esta conmemoración, es imprescindible destacar la historia, el valor y los desafíos del maíz palomero, una joya biocultural mexicana que ha dado al mundo una de sus botanas favoritas. Originario de México, el maíz palomero es más que un alimento; es una ventana a la tradición, la innovación y la preservación de los maíces nativos.

El maíz palomero, conocido por su capacidad de reventar y formar pequeñas “flores” comestibles, se encuentra principalmente en razas como Chapalote, Nal-Tel, Reventador, Palomero de Chihuahua, Palomero de Jalisco y el icónico Palomero Toluqueño.

El Palomero Toluqueño, cultivado en las tierras altas de México, está adaptado a condiciones agroecológicas únicas. Estudios recientes han identificado regiones en su material genético que le confieren ventajas adaptativas en altitudes elevadas. Estas adaptaciones son el resultado de siglos de selección por parte de agricultores locales, quienes han moldeado su genética para resistir climas extremos y mantener su calidad para la elaboración de palomitas.

Las razas nativas son poblaciones dinámicas, cada una con una identidad única moldeada por la interacción entre organismos vivos, factores ambientales, el manejo del cultivo, las semillas y las preferencias del consumidor. Estas razas son el resultado de la selección directa e indirecta de los agricultores, la selección natural en respuesta al medioambiente local y el intercambio a través de redes tradicionales de flujo de semillas. Por lo general, se cultivan en condiciones de bajo consumo y producen un rendimiento modesto pero estable.

El Palomero Toluqueño es una raza ancestral distribuida en las tierras altas de México, especialmente en el Valle de Toluca, a elevaciones de entre 2,100 y 2,900 metros sobre el nivel del mar. Aunque su cultivo actual es limitado, esta raza es considerada progenitora de las variedades modernas más productivas de las tierras altas. Como tal, es un valioso sistema de estudio para comprender la adaptación local y cómo estas características se adquieren al cultivarse en condiciones específicas.

A pesar de su relevancia cultural y biológica, la producción de maíz palomero ha disminuido dramáticamente. Entre los factores que amenazan su cultivo se encuentran la falta de acceso a semillas de calidad, la baja rentabilidad y la competencia con variedades comerciales más productivas, pero menos adaptadas a las condiciones locales.

La rica diversidad de las razas nativas mexicanas está estrechamente ligada a su adaptación local. Sin embargo, esta especialización también las hace vulnerables al cambio climático. Estudios realizados por investigadores del CIMMYT identifican al Palomero Toluqueño como una de las razas más vulnerables. A pesar de ello, los resultados ofrecen un “optimismo cauteloso”, indicando que las variedades de tierras altas podrían mantener niveles productivos frente al cambio climático.

En contraste con su cultivo limitado, el mercado global de las palomitas está en auge. Según Mordor Intelligence, se espera que este mercado crezca a una tasa anual compuesta del 6.1% entre 2023 y 2028, impulsado por la demanda de alimentos saludables y listos para consumir. Este panorama representa una oportunidad para reposicionar al maíz palomero mexicano como un producto valorado por su sabor, calidad y tradición.

Ante este panorama, es crucial desarrollar iniciativas que vinculen a pequeños productores con mercados especializados, donde se reconozca la calidad y el origen del maíz palomero mexicano. La colaboración con la industria gastronómica y de snacks gourmet podría abrir nuevas oportunidades comerciales, permitiendo a los agricultores obtener precios justos y competitivos.

Además, el CIMMYT desempeña un papel clave en la conservación y el desarrollo del maíz palomero. Su banco de germoplasma, el más grande del mundo para maíz, asegura la preservación de razas como el Palomero Toluqueño para las generaciones futuras. A través de tecnologías innovadoras como la agricultura de conservación, el CIMMYT también promueve prácticas sustentables que fortalecen esta tradición agrícola.

El maíz palomero no solo representa una herencia biocultural invaluable, sino también una oportunidad para que México recupere su posición en un mercado global en crecimiento, mientras preserva sus raíces y fortalece a las comunidades agrícolas que han mantenido viva esta tradición durante siglos.

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¡Viva México!, ¡viva el maíz!, ¡vivan las tortillas y los tacos!

Maíces nativos mexicanos. (Foto: Xochiquetzal Fonseca / CIMMYT)
Maíces nativos mexicanos. (Foto: Xochiquetzal Fonseca / CIMMYT)

En el México antiguo la tortilla se convirtió en un alimento común hasta el Periodo Clásico Mesoamericano —entre el año 200 y 900—, cuando proliferaron los comales . Antes de esta tardía aparición de las tortillas el alimento más común en Mesoamérica eran los tamales, pero debido a que las tortillas ofrecen la posibilidad práctica de servir en ellas casi cualquier tipo de alimento, rápidamente se popularizaron por toda la región, trascendiendo espacio y tiempo hasta nuestros días.  

Actualmente en México se estima que cerca de la mitad de las 27 millones de toneladas de maíz que se cosechan anualmente se destina a la elaboración de tortillas. El consumo de este producto por persona es de aproximadamente 75 kilogramos al año —entre 7 y 10 tortillas diarias, en promedio—, hecho que hace de los tacos el platillo más consumido de forma cotidiana en México, pero también el de mayor variedad: hay tacos especiales para las diversas ocasiones, tacos representativos de cada región, de cada estado, cientos de variaciones según los gustos personales e incluso los hay propios para cada hora del día, como los de barbacoa, que suelen consumirse por la mañana; o los tacos al pastor, característicos de las correrías nocturnas y uno de los platillos mexicanos más reconocidos a nivel internacional. 

De suadero, de carnitas, de guisado, de canasta, de carne asada, de birria, de cabeza, de lengua, placeros o simplemente de sal, los tacos hoy forman parte de la cultura nacional en un sentido amplio. No obstante, esto no siempre fue así; de hecho, la popularización de los tacos —y la detonación de su diversidad y comercialización— no ocurrió sino hasta el inicio del siglo XX, cuando la industrialización y el consecuente flujo migratorio hizo que en la Ciudad de México se popularizaran rápidamente las taquerías, las cuales se nutrieron con los platillos de las patrias chicas de los recién llegados.

Por supuesto, esto no significa que antes de la época porfiriana no existieran los tacos, sino que su consumo solía restringirse al ámbito doméstico. Además, fue en esta época donde los tacos demostraron su plasticidad gastronómica y cultural al incorporar y adaptar ingredientes y productos de otras latitudes, como los gyros del Medio Oriente —traidos por migrantes libaneses hacia 1920—, que dieron lugar a los tacos al pastor. 

Además del guisado y la salsa, la tortilla es fundamental para que un taco sea memorable. ¿Qué determina que una tortilla tenga la calidad o las características adecuadas para hacer un buen taco? A veces, aunque la masa se haya trabajado correctamente, las tortillas no tienen la consistencia o la textura que los comensales prefieren y esto se debe a que además del procesamiento de la tortilla influyen características propias del maíz. Es decir, hay variedades de maíz más adecuadas que otras para hacer tortillas.

De acuerdo con un estudio de un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Querétaro, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Coahuila, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), las características de los granos del maíz y la calidad tortillera constituyen un parámetro útil para ayudar en la caracterización del maíz y definir la calidad industrial del grano con respecto al producto que se desee elaborar.

El estudio muestra que existen maíces adecuados para la elaboración de tortillas en los cinco grupos raciales estudiados —Indígenas Antiguas, Exóticas Precolombinas, Mestizas Prehistóricas, Modernas Incipientes y Razas Nuevas—. Esto, luego de encontrar relaciones significativas entre características del grano y las asociadas a la calidad tortillera.

La calidad tortillera está asociada a la capacidad de absorción de agua, el rendimiento de masa y tortilla y la resistencia al corte de tortillas. Así, los maíces con alta capacidad de absorción de agua muestran un alto rendimiento de masa; sin embargo, para obtener un alto rendimiento de tortilla se requiere que el agua absorbida sea retenida durante la cocción y que haya una baja pérdida de peso, por eso es conveniente que los maíces que se emplean para la fabricación de tortillas muestren estas características. 

El material de las 45 razas estudiadas fue proporcionado por el CIMMYT —el cual custodia el Banco de Germoplasma con la colección de maíz más importante del mundo, esto es, más de 28 mil variedades de maíz—. Gracias a este acervo y a la ciencia colaborativa entre instituciones fue posible identificar que existen variedades de maíz particularmente adecuadas para elaborar tortillas provenientes de diversas razas —Harinoso de ocho, Cónico, Jala, Olotillo, Tepecintle, Tuxpeño norteño, Vandeño, Zapalote Chico, Azul, Cristalino de Chihuahua y Fasciado—.

En el marco de la conmemoración del Grito de Independencia, celebramos la diversidad y la cultura del maíz que los mexicanos vivimos y construimos diariamente a través de la gastronomía, la historia, la ciencia y nuestro esfuerzo para construir un mejor futuro. Desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), les deseamos felices fiestas patrias. 

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Conversatorios para la preservación del maíz nativo colombiano

Agricultoras y compradoras en el encuentro del taller sobre la cadena de valor de los maíces nativos de Pasto. (Foto: Jessica González / CIMMYT).
Agricultoras y compradoras en el encuentro del taller sobre la cadena de valor de los maíces nativos de Pasto. (Foto: Jessica González / CIMMYT).

Al estar profundamente conectados con su historia y tradiciones, los maíces nativos y criollos son esenciales para la identidad agrícola de Colombia. A pesar de su importancia cultural y biológica, se ha ido perdiendo semilla de maíz nativo, de manera que articular estrategias que apoyen la conservación in situ, es decir, en los propios contextos de quienes los cultivan, se vuelve una tarea fundamental.

Para delinear esas estrategias, desde 2023 el CIMMYT y colaboradores locales en Colombia han realizado diagnósticos participativos para conocer el estatus de la diversidad y retos en la conservación de maíces nativos en los departamentos de Valle de Cauca, Nariño y Putumayo. “Un primer desafío es comprender la diversidad existente de las variedades locales y las causas de pérdida de la agrobiodiversidad”, menciona el equipo de investigadores.

Así, y con base en la información proveniente de encuestas con productores y comercializadores sobre las problemáticas y áreas de oportunidad en la cadena de valor de estas variedades de maíz, los investigadores de CIMMYT y sus colaboradores locales han desarrollado conversatorios —realizados del 24 al 31 de julio en Ipiales y Pasto, Nariño; y en Colón, Putumayo y Restrepo, en Valle del Cauca— que, con una perspectiva de inclusión social, buscan comprender mejor el papel de los mercados nicho en la conservación de los maíces nativos y así trazar una ruta crítica para fortalecer la cadena de valor de estas variedades.

En los conversatorios participaron agricultores, comercializadores, chefs, transformadores, intermediarios y otros actores clave —líderes de organizaciones de base, dependencias como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), la Pastoral Social, entre otras organizaciones— quienes dialogaron sobre la influencia de los mercados en la conservación, los beneficios de mantener la diversidad de las variedades locales, las problemáticas (y posibles soluciones) que enfrenta cada eslabón de la cadena de valor, así como las oportunidades relacionadas con las demandas del mercado, como la proveeduría constante, la oferta de maíces de colores y la buena calidad de los granos.

Estos conversatorios serán clave para definir estrategias que permitan afrontar los diferentes desafíos en la región, entre los que se encuentra la baja rentabilidad del cultivo que, en ocasiones, lleva a los agricultores a preferir la siembra de maíz híbrido para aumentar sus márgenes de ganancia.

Así, estos procesos participativos permitieron a los distintos actores de la cadena de valor visualizar el poder de los mercados nicho y otras formas de comercialización —plazas de mercado, graneros, pequeños comercios informales con venta de productos tradicionales, venta de semillas— para influir en la conservación y el rescate de cultivos tradicionales.

“Debemos agruparnos tanto compradores como productores, mantenernos en para empujar objetivos en común”, manifestó un cocinero en Ipiales, mostrando cómo la comprensión de los intereses mutuos de conservación y la empatía de los retos en cada tramo de la cadena de valor, puede beneficiar a todos.

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Cadenas de valor y biodiversidad: descubriendo el potencial del maíz colombiano

Diversidad de las variedades locales de Colombia (Foto: Andrea Gómez)
Diversidad de las variedades locales de Colombia (Foto: Andrea Gómez)

En Colombia, el maíz es el cereal más importante y un símbolo de cultura, tradición y sustento. En 2019, Colombia consumió 7.2 millones de toneladas de maíz, de las cuales el 72% fue destinado a la alimentación animal —variedades amarillas—, el 25% al consumo humano —variedades blancas— y 2% para derivados industriales. La producción nacional ocupa el puesto 50 a nivel mundial y, en 2022, los departamentos de Meta, Tolima, Córdoba, Huila y Valle del Cauca concentraron la mayor producción.

Las variedades nativas y criollas, adaptadas a diversas condiciones climáticas y preferencias del mercado y consumo tradicional, son cultivadas tanto para el autoconsumo como para la venta en mercados locales. No obstante, aún se requiere mayor información para comprender su dinámica y conocer con más detalle la cadena de valor del maíz colombiano a fin de diseñar estrategias efectivas para la conservación y producción de maíces nativos.

En este contexto, CIMMYT y sus colaboradores locales han desarrollado un estudio en los departamentos de Nariño, Cundinamarca, Boyacá, Valle del Cauca y Putumayo para mapear y fortalecer la cadena de valor de los maíces nativos. Este proyecto que se inicio en el marco de la iniciativa Naturaleza Positiva de OneCGIAR busca documentar aspectos relevantes como la distribución, comercialización y consumo, y diseñar una ruta crítica que fortalezca los pequeños productores de maíces nativos.

La mayoría de los maíces nativos corresponden a variedades cultivadas en pequeñas superficies por muchas familias para el autoconsumo, el intercambio y la venta de excedentes. Al respecto, un agricultor de Nariño explica: «La producción está planificada para que el porcentaje de venta sea menor que la del consumo. La venta se realiza en los mercados tradicionales, típicamente los sábados o domingos. La venta más común de maíz se realiza en forma de choclo, tanto de maíz blanco como amarillo».

Además, en estos lugares también se comercializa maíz en grano a través de intermediarios. Únicamente en las plazas de mercado de Nariño se reconoce la venta de maíces criollos y nativos, como Capia amarillo, Capia blanco, Morocho amarillo y Granizo, siendo el Chulpe menos común. Estas variedades de maíz son adquiridas localmente para la elaboración de diversos platos tradicionales, como Tostado, Arniada, Mote, Mazamorra, Champús, Chicha, Envueltos y Colada.

Las variedades más cultivadas están destinadas al mercado y probablemente dependientes de grupos culturales regionales y urbanos que los consumen, como en Guaitarilla, en Nariño, donde se presenta la siembra de grandes extensiones de tierra de maíces blancos destinados en su mayoría para el mercado mediante intermediarios y comerciantes, por lo que su cultivo está dirigido a las demandas del mercado nacional.

“Es oportuno advertir que una variedad que no es tan cultivada puede pasar a ser mayor por cambios en el mercado —como los mercados nicho— y para muestra basta con prestar atención a los maíces de colores en el departamento de Pasto Nariño y otro en Cundinamarca, donde siembran maíces a partir de solicitudes particulares de los compradores de maíz morado y maíces de colores, respectivamente”, señala el equipo de investigadores.

También, se identificó tres categorías de mercados nicho:

  1. Emprendimientos de comercio justo: Promueven la comercialización de productos nacionales a precios justos para los agricultores, ofreciendo maíz en diversas formas y provenientes de regiones como Boyacá y Cundinamarca.
  2. Restaurantes: Utilizan el maíz en platos tradicionales, reinterpretaciones de la cocina colombiana y experimentaciones culinarias.
  3. Pequeños emprendimientos: Sin espacio físico fijo, distribuyen productos a consumidores finales y otros negocios.
Callanas y ricota, Pasto, Nariño. (Foto: Andrea Gómez)
Callanas y ricota, Pasto, Nariño. (Foto: Andrea Gómez)

A pesar del potencial, la cadena de valor del maíz enfrenta desafíos significativos. Los productores lidian con altos costos de producción, pérdidas por los efectos del cambio climático, competencia con productos importados de países vecinos, dependencia de intermediarios para la venta y la falta de tierras. Los compradores, por su parte, enfrentan dificultades para obtener volúmenes de producción constantes y la falta de infraestructura de almacenamiento y otros problemas poscosecha.

En este contexto, los agricultores destacan la importancia de preservar la diversidad y las prácticas culturales. «No nos interesa sembrar monocultivos para comercializar, sembramos los maíces por amor para seguirlos conservando», comenta una agricultora de Nariño. Otro agricultor añade: «Produciría o vendería más si la producción estuviera dirigida a la protección de la agrobiodiversidad, seguridad y soberanía alimentaria y la preservación de prácticas bioculturales».

Grupo focal con agricultores de Córdoba, Nariño sobre la importancia de la conservación de las variedades locales de maíz (Foto: Janeth Bolaños)
Grupo focal con agricultores de Córdoba, Nariño sobre la importancia de la conservación de las variedades locales de maíz (Foto: Janeth Bolaños)

Para comprender cómo los mercados nicho podrían influir en la conservación y rescate de los maíces nativos y criollos en Colombia, y al mismo tiempo diseñar una ruta crítica que fortalezca la cadena de valor y promueva mercados nicho justos y eficientes, el CIMMYT y sus colaboradores están realizando grupos focales encuentros entre compradores y vendedores que analizarán el impacto de estas iniciativas en la conservación de la diversidad del maíz. Este esfuerzo busca no solo mitigar los desafíos resaltados por los actores involucrados, sino también crear condiciones beneficiosas para agricultores y consumidores, asegurando un futuro más sustentable para los pequeños productores de Colombia.

Este trabajo tuvo la contribución de colaboradores locales de CIMMYT: Andrea Gómez, Andrea Pinzón y Jeisson Rodríguez, a quienes los autores agradecen su valiosa colaboración.

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El oro ancestral, una visión del maíz desde el arte, la ciencia y la tecnología

De izquierda a derecha: Pedro Priego de CIMMYT; la artista Rocío Sánchez; Gerardo Ibarra, director de Explora; y Cristian Zavala de CIMMYT, durante la inauguración de El Oro Ancestral, en León, Guanajuato. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
De izquierda a derecha: Pedro Priego de CIMMYT; la artista Rocío Sánchez; Gerardo Ibarra, director de Explora; y Cristian Zavala de CIMMYT, durante la inauguración de El Oro Ancestral, en León, Guanajuato. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Una muestra de razas de maíz nativo representativas de América, material infográfico sobre este emblemático cultivo mexicano y una muestra de obras de artistas nacionales e internacionales integran El oro ancestral. La historia del maíz, exposición temporal que se exhibe en el Centro de Educación Ambiental “La Libélula”, del Centro de Ciencias Explora, en la ciudad de León, Guanajuato, México.

La exposición, que combina ciencia, arte y tecnología, se inauguró este 20 de febrero y a través de ella la ciudadanía puede apreciar de cerca ejemplares de diversas razas de maíz provenientes del Banco de Germoplasma de CIMMYT, en Texcoco, Estado de México, donde se alberga la colección de maíz más grande e importante del mundo —además de conservar, en el banco también se estudia al maíz y, de hecho, cada una de las razas exhibidas en esta exposición temporal cuenta con un código Qr que direcciona a una base de datos donde se puede disponer de información específica sobre la variedad—.

Para nosotros es muy importante rescatar las tradiciones, rescatar el valor que tiene la agricultura, el maíz y todo lo que se hace con él porque es parte de la historia de nuestra ciudad y del país y, por supuesto, de nuestras raíces”, mencionó Gerardo Ibarra, director general del Centro de Ciencias Explora durante la inauguración de la exposición, añadiendo que la intención es de esta es “que la gente conozca posibilidades nuevas de hacer cosas, que tengan un cambio de cultura, un cambio de mentalidad”.

Durante la inauguración, Ibarra estuvo acompañado de Mauricio Benítez de Estudio Impulso —colectivo de arte que partició activamente en la propuesta museográfica— y  Pedro Priego, de Asuntos Públicos y de Gobierno de CIMMYT, quien señaló que “este centro de investigación científica internacional no solo promueve la investigación de los recursos genéticos, sino también la adopción de mejores prácticas agrícolas que contribuyen a una agricultura más sustentable. En la región, el Hub Bajío de CIMMYT y sus colaboradores, por ejemplo, impulsan diversos proyectos de sustentabilidad agrícola que impactan positivamente a los productores, a la sociedad y al medioambiente”.

Ejemplares de maíces nativos del Banco de Germoplasma de CIMMYT exhibidos en la exposión El Oro Ancestral. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Ejemplares de maíces nativos del Banco de Germoplasma de CIMMYT exhibidos en la exposión El Oro Ancestral. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Sobre la integración de elementos científicos, artísticos y tecnológicos —como el museo virtual “Vamos al Grano. Museo de Arte y Cultura del Maíz” que forma parte de la exposición—, Giovana Pérez, del Centro de Educación Ambiental “La Libélula”, comentó que la intención es generar una experiencia integral y “que las familias vengan y aprendan. Que aprendan, por ejemplo, que México cuenta con una institución como el CIMMYT, que existe Estudio Impulso y otras organizaciones porque posiblemente hay jóvenes que no tienen idea de qué camino tomar y posiblemente el arte, la ciencia o la agricultura sean opciones”.

Durante el acto inaugural también estuvieron presentes artistas, promotores culturales e investigadores de CIMMYT que colaboraron en la selección e investigación de los maíces exhibidos: Cristian Zavala —coordinador del Banco de Germoplasma—, así como Aidé Liliana Molina y María Luisa Cabrera —del Laboratorio de Calidad de Maíz de CIMMYT—, quienes precisaron que entre los maíces expuestos destacan algunos provenientes de Argentina, Perú y el sur de los Estados Unidos, además de razas icónicas mexicanas como el Cacahuacintle. Esta selección tiene la finalidad de ilustrar la gran diversidad de maíz nativo del continente, enfatizaron.

El oro ancestral. La historia del maíz permanecerá en exhibición hasta el 31 de marzo del presente año y en su cierre está contemplada una muestra gastronómica también sobre maíz. Los horarios de visita son de martes a viernes de nueve de la mañana a seis de la tarde, y los sábados y domingos, así como días festivos y vacaciones, de las 10 de la mañana a las seis de la tarde.

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Acciones para preservar la biodiversidad del maíz en Colombia

Equipo de CIMMYT en Colombia. (Foto: Sylvanus Odjo / CIMMYT)
Equipo de CIMMYT en Colombia. (Foto: Néstor Romero)

Los países latinoamericanos tienen una historia común, donde el maíz destaca como elemento imprescindible de sus gastronomías, su cultura y su economía. En Colombia, por ejemplo, el maíz es el tercer cultivo con mayor superficie solo después del café y del arroz, y se destina, sobre todo (63 %), para el consumo humano, en la fabricación de productos como arepas, envueltos, mazamorras y chichas.

Colombia tiene una amplia diversidad de maíces criollos con los que se preparan platillos distintitos. En la vereda Alto del Oso en Restrepo (en el Valle del Cauca, Colombia), por ejemplo, don Arnold Loaiza prepara para él y su familia unas arepas de maíz morado que enamoran la vista y el paladar.

“En Colombia estamos conociendo las experiencias de vida de agricultores, como la de don Arnold, cuyo papel es esencial para conservar la biodiversidad de maíces criollos y nativos”, comentan los especialistas de la Alianza de Bioversity Internacional y el CIAT, y CIMMYT, ambos centros de investigación internacional —pertenecientes al CGIAR— que están colaborando en territorio colombiano para conservar la agrobiodiversidad.

La FAO estima que cerca del 75 % de la diversidad de cultivos se ha perdido durante el último siglo y, en la actualidad, de las 6 mil especies de plantas cultivadas para la alimentación, solo nueve representan el 66 % de la producción total de cultivos en el mundo. En Colombia, como en muchos otros países latinoamericanos, esta pérdida de biodiversidad pone en riesgo la seguridad alimentaria de amplios sectores de la población.

Así, la cooperación entre la Alianza de Bioversity Internacional y el CIAT, y CIMMYT—en el marco de la sinergia entre iniciativas como Soluciones Positivas para la Naturaleza y AgriLAC Resiliente—, destaca por incluir la participación de los agricultores para identificar y promover las prácticas más adecuadas para la conservación de la agrobiodiversidad, el manejo sustentable de los recursos naturales y el manejo de residuos agrícolas.

Las actividades recientes de esta sinergia entre los centros de investigación del CGIAR tienen el objetivo de construir un plan de acción para la implementación de la conservación de la agrobiodiversidad y el manejo de los recursos naturales con pequeños agricultores en El Dovio y Restrepo en el Valle del Cauca, Colombia.

Te invitamos a seguir las actualizaciones de estas iniciativas para impulsar el campo latinoamericano a través de nuestro Boletín EnlACe y en las redes sociales de @ACCIMMYT.

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Preservación de la biodiversidad en Colombia: Naturaleza Positiva, una iniciativa de OneCGIAR

Los granos básicos representan una parte muy importante en la alimentación en Colombia, los principales siendo el maíz, el arroz y el frijol. Muchos pequeños agricultores producen estos granos en sistemas agrícolas de policultivos altamente diversificados en los que se encuentran una gran variedad de cultivos —maíz, frijol, ñame, yuca, papa, oca, haba, arracacha, etc.— y sus variedades, que contribuyen a la seguridad alimentaria en las zonas rurales.

Colombia es la tercera nación con mayor biodiversidad en el mundo y forma parte de la región Andina en América del sur, uno del centro de origen y diversificación de los cultivos agrícolas sudamericanos andinos y tropicales. Un ejemplo del papel de los sistemas agroalimentarios diversificados para proveer alimentos se evidenció durante la reciente crisis de COVID 19. Doña Hilda en Ipiales Nariño comentó “nosotros en la casa no sufrimos por comida, teníamos maíz, frijol, papa, yuca y animalitos como cuy, pollos, y cerdos para comer, pudimos vender y compartir con nuestros vecinos, a veces solo falto el arroz y la sal, en otros lugares la gente tenía dinero, pero no había alimentos que comprar”.

Desde su introducción hace más de 2000 años, se ha reconocido 23 razas de maíces nativos —agrupados en razas primitivas (dos), razas probablemente introducidas (nueve) y razas híbridas colombianas (doce). La riqueza geográfica de Colombia ha permitido la diversificación de múltiples variedades de maíz con mayor importancia en la región Caribe y Andina.

Foto 1. Maíces nativos producidos en Nariño, Colombia. (Foto Andrea Gomez)

De acuerdo a un diagnóstico hecho por el Grupo Semillas y Swissaid, los agricultores podrían reconocer entre 43 y 52 variedades en la región Andina —Cauca-Nariño—mientras que en el Caribe —Atlántico, Bolívar, Córdoba, Sucre, Cesar, Guajira, Magdalena y norte de Antioquia— hasta 59 variedades y en el norte del Valle de Cauca 18 variedades. La conservación de esta biodiversidad es clave para la seguridad alimentaria de los productores, la resiliencia ante el cambio climático, la cultura y la economía local.

La preservación de estos maíces nativos está, sin embargo, en peligro por varios problemas incluso malas prácticas postcosecha que no logran mantener la calidad de las semillas después de la cosecha. Durante el periodo de postcosecha los principales problemas son aves (loras en campo), roedores e insectos —especialmente gorgojos y palomillas—. Las perdidas postcosecha de granos y semillas de maíz y frijol son altas, se han estimado entre el 15 al 100%. Las semillas de maíz se conservan generalmente dejando el maíz en mazorcas y con hoja para protección contra los insectos y colgadas a los techos de la casa.

Durante recorridos por fincas de agricultores y bancos comunitarios de semillas nativas, se identificó varios problemas como humedad inadecuada (>13%), daños por insectos y hongos, y en general, condiciones de almacenamiento que no permiten mantener la calidad de la semilla. Un agricultor participando en las actividades de la iniciativa Naturaleza Positiva en Colombia comenta “Yo recibí semilla de un proyecto y tuve los mejores choclos, pero luego la semilla que usé para sembrar no germinó bien y perdí esa semilla”.

Foto 2. Conservación de semillas de maíz en Nariño, Colombia. (Foto Andrea Gomez)

Para fortalecer el sistema de conservación de granos y semillas nativas se realizaron giras de capacitación y evaluaciones sobre el manejo postcosecha para un adecuado almacenamiento en 2023. En Valle de Cuca se hicieron los talleres en los municipios de Tuluá, Restrepo, Sevilla, El Dovio y Bolívar. En Cesar se colaboró con las organizaciones en Valledupar y Pueblo Bello, en Nariño en Ipiales y en Putumayo en el Sibundoy.

Participaron 314 personas de las cuales un poco más de la mitad (50.6%) fueron mujeres y de estas casi el 10% fueron jóvenes (entre 14 y 28 años, de acuerdo con la definición de la Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia —DANE—). De los hombres el 4% fueron hombres jóvenes. Las capacitaciones se enfocaron en buenas prácticas postcosecha que permiten preservar las semillas, incluso el momento de cosecha, el secado, el desgrane y la limpieza, la verificación de la humedad del grano mediante métodos simples como el método del sol y de la sal y el almacenamiento hermético.

Durante cada intervención a través de las capacitaciones postcosecha se logró conciliar un conversatorio entre los actores de la red relacionados con la conservación de las semillas nativas en comunidades indígenas, con el fin de contribuir a la conservación de los granos y semillas que ayuden a preservar la biodiversidad de maíces nativos en Colombia. En 2024, se continuará con el fortalecimiento de los productores y bancos de semillas y la evaluación de tecnologías que permite producir y mantener la calidad de las semillas de maíces nativos.

Estas actividades fueron posibles gracias a la alianza entre CIMMYT y Alianza Bioversity CIAT (ABC), dos centros CGIAR participando a la iniciativa Naturaleza Posita y con colaboración con una red de actores relacionados con la conservación de maíces y semillas nativas en Colombia: instituciones de investigación — AGROSAVIA; en el Centro de Investigación Obonuco, Nariño y el Centro de Investigación Motilonia en Cesar —, organizaciones campesinas — ECOFUTURO en El Dovio, Asociación Municipal de Usuarios Campesinos en Restrepo, Asociación de productores del retiro, piedritas y corregimientos vecinos de Tuluá, la Red de mercados agroecológicos del Valle del Cauca, la Asociación de productores agropecuarios de Cumbarco Sevilla Valle y la Asociación de productores de flora tropical en Sevilla—, pueblos indígenas — Kankuamos y Arahuacos en Cesar, y Camëntsá en Sibundoy en Putumayo— además de la empresa privada —GRANACOL S.A.S. en Nariño—.

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Innovación con perspectiva de género

Taller con productoras de Cuatempan, Puebla. (Foto: Galilea Vicuña / CIMMYT)
Taller con productoras de Cuatempan, Puebla. (Foto: Galilea Vicuña / CIMMYT)

Cuautempan ​ es uno de los 217 municipios del estado mexicano de Puebla. Se localiza en el norte de la entidad, en la Sierra Norte, donde las pendientes pronunciadas y la producción de maíces nativos para el autoconsumo son características de la agricultura local. Allí, se encuentra la plataforma de investigación Cuautempan, donde investigadores del CIMMYT y sus colaboradores evalúan y promueven innovaciones agrícolas pertinentes para la región.  

“Aquí en Cuatempan, en Tetela de Ocampo, y en toda la región de la Sierra Norte de Puebla, muchos de los hombres que normalmente trabajarían el campo tienen que migrar o están desempeñando otras labores, entonces las mujeres son quienes se han hecho cargo de las tareas agrícolas, muchas de ellas son quienes toman las decisiones de lo que se hace en el campo y, en ese sentido hemos trabajado en generar, a través del conocimiento, empoderamiento con perspectiva de género”, refieren colaboradores del Hub Valles Altos del CIMMYT.  

“A través de la iniciativa Excellence in Agronomy buscamos hacer transversal el conocimiento, donde los sistemas de escala baja, como lo que vemos en esta plataforma, interactúan y se retroalimentan con otros, a veces muy diferentes a ellos, como los de alta productividad del Bajío o el norte del país. Esa es la ventaja de formar parte de una red de investigación más amplia”, comentan los investigadores de la plataforma.  

Junto con las productoras y productores locales “desarrollamos un taller para reflexionar sobre qué tanto los tratamientos agronómicos que tenemos en la plataforma siguen siendo vigentes para atender las problemáticas y necesidades actuales, y lo hicimos desde la perspectiva de género porque estas productoras también son amas de casa, se encargan de los niños, crían gallinas, borregos y otras labores, entonces desde la ciencia aplicada al campo tratamos de dar respuesta a esas dinámicas locales, eso puede hacer la diferencia cuando la producción se va al autoconsumo o sirve de fuente económica alterna, así que verse involucradas y tomando decisiones para mejorar su sistema, eso contribuye a su empoderamiento”.  

Por el contexto de la región el enfoque de la plataforma ha sido investigar el sistema milpa: “actualmente estamos investigando maíces criollos —se ha observado que los de la región son resistentes a enfermedades y con hojas bien cerradas que evitan la pudrición en los meses más lluviosos— y aspectos como el arreglo topológico, porque anteriormente aquí se sembraba de metro por metro y se ponían hasta seis semillas por golpe. Actualmente en el sistema se está modificando y hemos logrado buenos resultados con 75 cm entre surco y 60 cm entre mata, impactando favorablemente en el rendimiento”, comenta Fidelia González, responsable de la plataforma.  

“Aquí a las señoras les gusta echar tortillas con el maíz criollo porque tiene mayor elasticidad y rinde más, así que el objetivo es seguir mejorando este maíz en aspectos de selección masal —mejoramiento basado en la selección de los mejores ejemplares—, identificando los maíces más precoces y bajar los portes porque las milpas llegan a medir de tres hasta seis metros y aquí en temporada de lluvias hay mucho aire y eso nos afecta en los rendimientos. Eso es lo que estamos haciendo junto con la comunidad, mejorando los maíces criollos que tenemos”, menciona Fidelia, quien agrega que también hace falta un banco de semillas porque muchos productores están perdiendo sus maíces nativos.  

Sobre el aspecto de género, Fidelia señala que “aquí hay mucha migración temporal, las señoras se quedan solas, los hombres se van al norte a trabajar dos o tres meses, por ello estamos incluyéndolas en las capacitaciones. Afortunadamente hablo náhuatl, soy originaria de aquí, entonces les hago reflexionar mucho sobre la importancia de que tengan maíz para su consumo, de que ya no tengan que comprar para sus animales, y aparte que diversifiquen con otros cultivos, eso les ayuda a ahorrar y a que dispongan de más alimentos para su familia”.  

La capacitación de mujeres en agricultura puede disminuir los efectos negativos en tiempos adversos: “desafortunadamente con la pandemia los hombres no tenían trabajo y en muchos lugares no había maíz, entonces la mujer tenía que ver la manera de cómo alimentar a la familia.  Eso lo que me ha motivado a seguir trabajando con las señoras, porque ellas son clave para lograr la seguridad alimentaria”, sostiene Fidelia.  

“Aquí vienen mujeres jóvenes, mujeres de treinta años en adelante, y hasta las abuelitas porque quieren aprender, quieren innovar. Es gratificante encontrar señoras que ya te preguntan y que se preocupan de alguna forma por querer cambiar su sistema. Ya han probado y puesto en práctica lo que ven en los talleres de capacitación en donde te dicen «inge, antes yo no podía producir en mi suelo porque estaba pobre y ahora que dejo todo el rastrojo logré cosechar mejor maíz que en otros años». Así, entre ellas se platican sus experiencias; y ese es el propósito de la plataforma, facilitar el intercambio de experiencias”, concluye Fidelia.  

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Pueblos indígenas, impulsores de la seguridad alimentaria mundial

Maíces nativos de la comunidad maya en Yucatán. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Maíces nativos de la comunidad maya en Yucatán. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

De acuerdo con las Naciones Unidas, en 90 países existen alrededor de 476 millones de personas que pertenecen a algún grupo indígena. Ellos representan un poco más del 5 % de la población mundial y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables, representando el 15 % de los más pobres en el mundo.

El 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, es una oportunidad para reconocer a estas comunidades, sus aportes y su voz. Para el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) las comunidades indígenas son esenciales para impulsar la sustentabilidad agrícola. Siendo herederos de tradiciones de cultivo tan fundamentales, como la milpa, sus conocimientos son pilares del desarrollo y la seguridad alimentaria de toda la humanidad.

El año pasado, por ejemplo, la milpa maya de la Península de Yucatán fue incorporada al Sistema de Patrimonio Agrícola de Importancia Mundial (SIPAM), el cual busca dar visibilidad y preservar las prácticas agrícolas que generan medios de vida en áreas rurales al tiempo que combinan biodiversidad, ecosistemas resilientes y tradición e innovación de una manera única.

En el marco de esta distinción, destaca la participación de agricultores mayas en el proyecto Milpa Sustentable en la Península de Yucatán —esfuerzo conjunto de la Fundación Haciendas del Mundo Maya, Fomento Social Banamex, el CIMMYT y las familias productoras de la región—, el cual benefició de manera directa a más de 2 mil productores con innovaciones tecnológicas en sus sistemas de producción, haciendo de la innovación un impulsor de la tradición.

Actualmente, a través de la red de plataformas de investigación que impulsa el CIMMYT y sus colaboradores en todo el territorio nacional, sobresale la generación de soluciones agronómicas y técnicas adaptativas basadas en la combinación de agricultura de conservación y milpa intercalada con arboles frutales (MIAF), mediante la cual se promueve la diversificación de cultivos como un medio para enriquecer la nutrición de las comunidades y ampliar las posibilidades de acceso a mercados.

El sistema MIAF, cabe señalar, es una práctica estructurada por investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y optimizada por productores innovadores mediante un proceso de integración de ciencia y conocimiento tradicional a través de la red de innovación que impulsa el CIMMYT. En la base de este sistema están los saberes tradicionales de agricultores indígenas de Huejotzingo, Puebla, donde ha sido muy útil para la agricultura en laderas de ese estado y de varios más del sur-sureste mexicano.