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La Agricultura Sustentable, una alternativa para disminuir el calentamiento global

Las recientes investigaciones científicas detallan cómo el cambio climático se agrava, incluso mucho más rápido y de forma global con respecto a lo que se pronosticaba. En ese sentido, es fundamental disminuir las  emisiones de gases de efecto invernadero —como el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y el ozono— generadas por los procesos productivos de nuestra sociedad.

La actividad que más gases de efecto invernadero genera a nivel mundial es la sobreutilización de combustibles fósiles para la generación de energía. No obstante, otras actividades productivas también aportan este tipo de gases —incluidas la agricultura, la ganadería, la deforestación, el manejo de los residuos y otros procesos industriales—.

Con respecto a las consecuencias del cambio climático, se espera que se agudicen las temperaturas extremas, la escasez de agua y las inundaciones. Con relación a la agricultura y la ganadería se pronostica que algunas especies de plantas y animales reducirán drásticamente su número debido a las altas temperaturas y a las menores precipitaciones, lo que limitará la disponibilidad de fuentes alimentarias esenciales para el ser humano. 

El cambio climático está afectando seriamente a la agricultura a nivel mundial: al incrementarse la probabilidad de que disminuyan los rendimientos de los cultivos debido a las crecientes temperaturas y menores precipitaciones, se agudiza la inseguridad alimentaria. Otras de las consecuencias esperables son la disminución de la calidad de los cultivos, una mayor lixiviación —proceso por el cual los nutrientes y minerales son arrastrados por el agua— de nitrógeno y erosión del suelo, así como una menor disponibilidad de suelos y agua para la actividad agropecuaria.

La relación entre cambio climático y agricultura es compleja, pero se ha demostrado que las actividades agropecuarias sustentables pueden desempeñar un papel importante en la mitigación del efecto invernadero causante del cambio climático.

Actualmente, la agricultura comercial que se practica en el noroeste de México atraviesa por una gran problemática. Esto es producto de la interacción negativa de varios factores: el esquema intensivo de producción que se realiza de forma convencional implica prácticas inadecuadas como la quema de rastrojo, la nula incorporación de residuos de cosecha y abonos verdes, el excesivo número de pasos de maquinaria, además de la baja eficiencia en el uso del agua. Todo esto ha provocado el deterioro del ambiente y del suelo.   

Diversos estudios que se han realizado en diferentes tipos de suelo que se dedican a la actividad agrícola en la región Pacífico Norte indican que los factores antes mencionados favorecen la pérdida de calidad de los suelos de primera clase en 0.56% por año.

Ante esta situación, la Agricultura Sustentable se convierte en unas de las alternativas más viables para mitigar los efectos del cambio climático y adaptarse a él. Algunas recomendaciones para transitar hacia este esquema sostenible son:

Cambio gradual del sistema de labranza convencional por mínima labranza

Con prácticas de Agricultura de Conservación se pueden reducir de dos a tres pasos de maquinaria, esto reduce significativamente el consumo de diesel (entre 10 y 12 litros por hectárea). Mediante un ejercicio teórico, pero posible y viable, si se trasladan estos números a la superficie destinada al cultivo de maíz en Sinaloa, se podrían dejar de utilizar arriba de cinco millones de litros de combustible solo en ese estado. 

Fertilización eficiente mediante análisis del suelo y uso de sensores ópticos 

Actualmente es común que productores apliquen hasta 400 kg de nitrógeno por hectárea, lo cual incrementa el riesgo de contaminación de mantos acuíferos, así como los costos de producción, ya que el fertilizante es de los insumos más caros en el proceso productivo (representa el 40% de los costos de producción). Los análisis de suelo y el uso de sensores ópticos como el SPAD o Greenseeker® permiten realizar fertilizaciones más eficientes.

Uso y manejo eficiente del agua de riego

El cultivo de maíz es de sensibilidad media al estrés por déficit de agua, por lo que no debe faltarle principalmente en el periodo que va desde la floración femenina hasta el grano masoso. Para optimizar el uso del agua es conveniente nivelar los terrenos porque así se mejora la uniformidad del riego y los ahorros de agua se incrementan sustancialmente. Estas son algunas técnicas parcelarias potencialmente aplicables al cultivo de maíz:

Riego en camas: Antes de realizar el primer riego de auxilio se recomienda hacer camas anchas, estas permiten un rápido mojado horizontal y tener un ahorro aproximado de entre 20 y 30% de agua.

Surcos alternos: Cuando la planta es pequeña sus requerimientos de agua son bajos, por lo que en el primer riego de auxilio se pueden hacer surcos alternos. En estudios realizados se ha observado que estos permiten reducir entre 20 y 30% la lámina de agua aplicada.

Riego con gasto reducido: Cuando el agua haya avanzado 75% del surco con la ayuda de dos sifones, se quita  uno para completar el riego con un solo sifón. Por ejemplo, si el surco tiene 1,000 m, se inicia el riego con dos sifones y cuando el agua avance 750 m se quita un sifón, dejando un solo sifón para terminar el riego.

Incorporación eficiente de los residuos de cosecha

Al terminar las labores de cosecha se recomienda incorporar al suelo los residuos triturados. La materia orgánica se degrada más rápidamente y aumenta la fertilidad del suelo, así como también disminuye la posibilidad de la erosión hídrica o eólica del suelo.

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Con prácticas sustentables pasan de 800 kilos a 2.5 toneladas de frijol por hectárea

Ocampo es un municipio al norte de Guanajuato donde predomina la agricultura de temporal. En esta zona semiárida se han presentado problemas por falta de lluvias por lo menos los últimos seis años (incluso en junio, julio y agosto, que históricamente habían sido los meses más lluviosos). Además, sus suelos presentan bajo contenido de materia orgánica y sus terrenos de cultivo presentan pendientes de hasta 20% (es decir, que por cada 10 metros que se avanza en horizontal se sube dos).

Los cultivos más importantes en Ocampo son el maíz y el frijol —los rendimientos promedio son de 1.2 toneladas por hectárea (t/ha) en el caso del frijol y 10 t/ha en el caso del maíz (en pastura seca con planta y mazorca)—, cuyo manejo convencional consta de labranza con arados, subsuelos y rastras.

Debido a que la mayoría de los productores barbecha como primera opción de manejo agronómico, y derivado de la escasez de agua para riego en la zona, los productores han tenido problemas de rendimientos y también empiezan a presentar problemas con sus suelos, ya que cada vez es más difícil romper la capa de arado —capa del suelo tan compactada que impide la infiltración del agua y la penetración de las raíces de las plantas— que se forma por el movimiento continuo y excesivo del suelo.

Para brindar alternativas a los productores locales, el equipo técnico de MasAgro Guanajuato —programa de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural (SDAyR) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— analizó los sistemas de producción locales e identificó prácticas y tecnologías adecuadas para mejorar la calidad de los suelos, reducir los costos de producción y mantener o incrementar el rendimiento de los cultivos de una forma sustentable.

Las prácticas identificadas fueron la rotura vertical —una técnica que permite aflojar el suelo, pero sin removerlo— y el trazo de curvas a nivel —o “siembra al contorno” que permite reducir la erosión del suelo—, ambas han sido punta de lanza para la adopción de otras tecnologías, ya que estas permiten un acondicionamiento del suelo para mejorar el aprovechamiento del agua, incrementar la productividad y ahorrar costos de producción. 

Es importante mencionar que estas prácticas agrícolas han sido evaluadas en las plataformas de investigación de MasAgro Guanajuato y en diversos módulos (parcelas demostrativas) que se han establecido con productores locales, mismos que han incrementado sus rendimientos y han pasado, en muchos casos, de  800 kilogramos a dos toneladas y media de frijol por hectárea. 

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La dobla, una práctica milenaria que está potenciando la disponibilidad de maíz

En zonas con lluvias abundantes y alta humedad, como la Sierra Norte de Puebla (donde llueve principalmente en septiembre, octubre y noviembre), algunas variedades de maíz son susceptibles a problemas de pudrición del grano en sus etapas de llenado y maduración (este problema se ha observado sobre todo en maíces híbridos y, aunque muchos maíces nativos son resistentes a esta situación, también llega a presentarse en ellos). Una solución a este problema la brinda la agricultura campesina.

Se trata de la dobla del maíz, una práctica común en los territorios donde las lluvias son más abundantes. Tiene su origen en la época prehispánica, pero, lamentablemente, con el pasar de los años se ha ido perdiendo debido a diversos factores, como la disminución de la cantidad de lluvia debido al cambio climático, la selección de maíces nativos con un mejor cierre terminal de brácteas —hojas que envuelven a las mazorcas y que secas son conocidas como totomoxtle— o, simplemente, para disminuir costos de producción.

La dobla del maíz se realiza cuando el grano en la mazorca ha alcanzado su madurez fisiológica o, como se dice comúnmente, cuando la mazorca está “camagüa”. Esta práctica consiste en doblar la planta justo en el entrenudo debajo de donde se encuentra insertada la mazorca más cercana al suelo. Así, la mazorca queda “colgada” y se evita la entrada de humedad por el punto de unión de sus brácteas, lo cual propiciaría la pudrición del grano.

En la plataforma de investigación Cuautempan del Estado de Puebla —donde colaboran la Unión Rural de Productores de Cuautempan y Tetela y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— desde el año 2016 se han estudiado los efectos de distintos sistemas de labranza y, en el ciclo primavera-verano 2019, el rendimiento de maíz mostró un incremento sustancial resultado de diversos factores, destacando los efectos acumulados de la labranza cero, la precipitación pluvial, la variedad sembrada y la incorporación de la dobla.

Si bien la cantidad de lluvia del ciclo 2019 (que fue menor que el promedio de los últimos 18 años en la zona) influyó en la disminución de los problemas de pudrición de grano, la dobla de la planta de maíz que se realizó contribuyó a que el incremento en el volumen de lluvias no pudriera el grano y que este se obtuviera en mayor volumen. 

Aunque es necesario seguir investigando para tener certeza del porcentaje atribuible a la dobla en el incremento de la producción, los resultados obtenidos hasta ahora indican que la dobla es útil para evitar problemas de pudrición, principalmente en aquellas variedades que presentan una mayor susceptibilidad a este tipo de problemas.