Capacitación en análisis de datos climáticos dirigida al equipo técnico que implementa el proyecto de Walmart Foundation y el CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Capacitación en análisis de datos climáticos dirigida al equipo técnico que implementa el proyecto de Walmart Foundation y el CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
“La idea de que los técnicos que participan en este taller construyan un climograma a partir de los datos climáticos existentes es que, con esa información, ellos vean cómo ha sido el comportamiento del clima histórico y así,junto con los agricultores, se tomen decisiones para que ante los escenarios de cambio climático adopten una estrategia que les permita ser resilientes”, comenta Cristian Alejandro Reyna Ramírez, uno de los especialistas que participó en la más reciente jornada de capacitación dirigida a técnicos y colaboradores del proyecto ´Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche´.
El proyecto, impulsado por Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) tiene el objetivo de promover entre los agricultores de pequeña escala del sur y sureste de México una agricultura más sustentable, rentable y que también les permita adaptarse a las nuevas circunstancias climáticas para asegurar la alimentación propia, de sus familias y comunidades. Por esta razón, brinda capacitaciones constantes dirigidas tanto a técnicos como a productores. Recientemente, se desarrolló una jornada de capacitación que incluyó el análisis de datos climáticos, entre ellos los resultantes de los climogramas.
Un climograma es un gráfico que muestra el comportamiento del clima en una localidad a través del tiempo. Este tipo de gráficos son útiles a la hora de tomar decisiones en agricultura: “Entender las variaciones que ha tenido el clima, como técnico, como agricultor, te hace cuestionar eso que ya estaba dado y pensar en nuevas estrategias. Hay agricultores que lo notan y dicen «es que ya me di cuenta que en los últimos tres años si siembro en tal fecha no me va a dar». Si eso lo podemos complementar con un análisis numérico abre la posibilidad de incorporar más herramientas porque no solo son las fechas de lluvia lo que ha cambiado, sino también la cantidad de agua que cae”, señala Cristian.
Las estrategias para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas son amplias: “Tal vez dos fechas de siembra, tal vez no pensar en cultivos de ciclos tan largos, sino más cortos, porque las variaciones climáticas siempre van a existir. Algo que es importante dentro del análisis del clima es que permite tener herramientas para replantear aspectos que ya estaban dados, como que el 3 de mayo iban a empezar las lluvias y por eso se levanta la Cruz, pero que ahora con el cambio climático no pasa necesariamente así en muchas regiones”, continúa Cristian.
“Los agricultores no saben si llueve más o menos, pero los análisis del clima permiten saberlo; o si la temperatura aumento. El agricultor percibe que la temperatura aumentó, pero no sabe qué tanto. Entonces ahí es donde el trabajo tanto de los científicos, como de los técnicos en campo y los agricultores puede construir una realidad diferente, porque el agricultor ya está viviéndolo, el científico tiene la intención de entender qué es lo que está pasando, y el técnico es ese vínculo entre ambos que puede hacer posible un frente común ante el cambio climático”.
Con el conocimiento construido de esa manera se pueden generar estrategias de resiliencia climática que ayudarían a mejorar la producción en los sistemas agrícolas. Además, este tipo de información apoya lo que ya muchos agricultores perciben en la práctica: “en algunos casos a los agricultores les sorprende que lo que ellos han percibido efectivamente sí esté pasando, como en el caso de los desplazamientos de las fechas de lluvia. Entender esto permite dialogar con los productores y juntos tomar decisiones sobre qué cultivos establecer”, enfatiza Cristian, en referencia a los diversos cultivos alternativos que también se promueven en el marco del proyecto.
Productor de Oaxaca, México, quien participa en proyecto orientado a zonas áridas. (Foto: CIMMYT)
Productor de Oaxaca, México, quien participa en proyecto orientado a zonas áridas. (Foto: CIMMYT)
El 15 de mayo en México se celebra también el Día del Trabajador Agrícola, en referencia a San Isidro Labrador y a que, en el calendario agrícola, regularmente, comenzaban las lluvias. El régimen de lluvias, sin embargo, ha cambiado notablemente en años recientes debido al cambio climático.
“Las temporadas normales de lluvia han estado cambiando, ahora son más cortas o largas, hay mucha variabilidad que hace muy problemático para los productores planear cuál cultivo sembrar y en qué fecha porque además aumenta el riesgo para la producción. Entonces los productores ahora tienen que adaptar sus sistemas, ser más flexibles”, comenta Kai Sonder, científico del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quien es especialista en sistemas de información geográfica.
“Bajo el escenario de cambio climático más probable actualmente, donde la humanidad sigue emitiendo más gases de efecto invernadero y donde esa tendencia seguirá en los próximos años, entonces las predicciones son que las temperaturas van a seguir subiendo, lo que implica más estrés por calor para los cultivos, y también que necesitamos más agua, pero en muchas partes del país las predicciones dicen que lloverá menos”, menciona el especialista.
Para las distintas regiones del país los efectos del cambio climático trazan escenarios igualmente diferenciados: “En algunas partes del norte puede ser que las lluvias aumenten, en algunas partes en las sierras, pero también las lluvias serán más intensas y en muchos casos más cortas, entonces ahí tenemos el doble problema de mayor estrés por calor al mismo tiempo que probablemente habrá menos agua en muchas áreas, lo que implica menos potencial de rendimiento”, continúa Sonder.
“Todas las zonas del trópico y subtrópico, especialmente el sur, pero también el centro del país, tendrán modificaciones y podrían ser menos productivas o dejar de serlo para los cultivos actuales. Algunas áreas en los Valles Altos puede que se beneficien, podrían introducir algunos cultivos que antes por el frío u otros factores no se podía, pero es una pequeña parte del país. Y en el norte es donde también puede mejorar la producción agrícola en algunos casos, pero son áreas bastante secas ya hoy día”.
Para los trabajadores agrícolas, adicionalmente a los efectos del calentamiento global, se predice un fuerte incremento de estrés térmico que afectará la productividad laboral y generará riesgos para la salud de estos trabajadores, particularmente para áreas tropicales y subtropicales del país.
Al preguntarle sobre la resiliencia climática, el científico del CIMMYT comenta que la idea que da soporte a este concepto la de “tener un sistema de producción para que los agricultores puedan de alguna manera tratar de evadir el impacto negativo del cambio climático lo más posible con variedades nuevas tolerantes al estrés, o la identificación de maíces nativos que estén adaptados a esos estreses. Y también tener una agronomía muy adaptada, sustentable, con tecnologías como agricultura de conservación que ayudan a balancear en muchas partes el impacto negativo de la variabilidad climática”.
Como menciona Sonder, se requiere de una agricultura climáticamente inteligente donde igualmente se atienda la capacitación de técnicos y agricultores y se formulen políticas públicas para “asegurar que los productores tengan acceso a datos, a información del clima confiable para definir fechas óptimas de siembra, por ejemplo”.
Del mismo modo, impulsar el trabajo de centros de investigación como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) o el CIMMYT y las universidades agrícolas, desde donde también se está “tratando de usar todos los modelos de cambio climático disponibles hoy en día para informar a los mejoradores en qué dirección tienen que ir para asegurar que todo productor en México tenga semillas que pueda sembrar bajo condiciones adversas”.
Productores durante campaña para promover una agricultura sustentable y de alta productividad en Sinaloa, México, en el marco de las alianzas estratégicas que promueve la metodología de Cultivos para México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Productores durante campaña para promover una agricultura sustentable y de alta productividad en Sinaloa, México, en el marco de las alianzas estratégicas que promueve la metodología de Cultivos para México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
El año 2023 es decisivo para la humanidad. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el final de 2022 reportó casi un millón de personas en riesgo de inanición —casi el doble que en 2021— y 222 millones de personas que están experimentando niveles elevados de inseguridad alimentaria aguda.
Los efectos de la pandemia, los conflictos, el cambio climático y la recesión económica mundial han abonado a este grave retroceso en materia de seguridad alimentaria. Por supuesto, México no está exento de los efectos de esta situación mundial y, de hecho, en el país es posible observar cómo estos factores han interactuado para generar un panorama complejo donde la migración, la pobreza, y la falta de autosuficiencia alimentaria en cultivos clave señalan amplias oportunidades para el sector agrícola nacional.
En México, debido a la pandemia la inseguridad alimentaria afectó a cerca del 60% de los hogares. Adicionalmente, con años cada vez más cálidos y con menos lluvias —la década de 2011-2020 registró 4,1 % menos lluvias y 0,9° C más que la década anterior— los impactos del cambio climático se manifiestan con sequías más prolongadas, pérdida de cultivos, más incendios forestales, más eventos meteorológicos extremos y más migración.
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve junto con sus colaboradores diversos proyectos que están orientados a incrementar la productividad en las parcelas de los pequeños productores, a la vez que abordan el tema de los recursos naturales para incrementar la productividad sin incrementar la superficie agrícola.
Con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, por ejemplo, se ha impulsado Cultivos para México, iniciativa que ha impactado positivamente en más de 500 mil productores y más de un millón de hectáreas; también ha desarrollado el Atlas Molecular del Maíz y ha contribuido a la preservación de las variedades nativas y el desarrollo de variedades mejoradas. De hecho, la iniciativa fue reconocida por impulsar la industria semillera nacional mediante sitios de evaluación que han permitido identificar variedades que duplican los promedios actuales de rendimiento de maíz, lo cual contribuye a su vez a una menor dependencia de las importaciones.
Las semillas adecuadas son, sin embargo, solo la mitad del trabajo, “la otra mitad la hacen los agricultores que resguardan el conocimiento tradicional y, al mismo tiempo, asumen el reto de innovar para mejorar sus sistemas productivos y sus condiciones de vida en forma sostenible”, comenta el doctor Bram Govaerts, director general del CIMMYT con relación al conjunto de prácticas y tecnologías agrícolas sustentables que se promueven desde el CIMMYT para facilitar además la transición agroecológica para la producción de alimentos de calidad e inocuos que sirvan como base para la salud pública.
El enfoque de la iniciativa ha permitido obtener mayores rendimientos en comparación con prácticas convencionales, reducir la cantidad de aplicación de fertilizantes por tonelada producida, y hacer en general un mejor aprovechamiento de los recursos. Por sus resultados, la metodología de Cultivos para México ha sido replicada en otros países de América Latina y Asia y, recientemente, está siendo llevada a África, contribuyendo a posicionar a México como líder en innovación agrícola que hace de la agricultura sustentable y generadora de paz una embajadora de los mexicanos ante los pueblos del mundo.
Como señala el director general del CIMMYT sobre las innovaciones generadas en el país, “este es un proyecto de los productores de grano y de semilla, de la sociedad civil organizada, de las instituciones públicas de investigación y educación superior, de la industria, del Gobierno mexicano, pero, sobre todo, del pueblo de México”.
Parcela del productor Ramón Guerrero, en el municipio de Cueramaro, en Guanajuato, México. (Foto: Felipe Juárez)
Parcela del productor Ramón Guerrero, en el municipio de Cueramaro, en Guanajuato, México. (Foto: Felipe Juárez)
“Con este tipo de agricultura ahora puedo pasar la Navidad y otras fiestas con la familia, porque antes solo me pasaba preparando la tierra, sembrando o regando junto con mi papá y nos perdíamos de estar reunidos”, comenta Ernesto Guerrero, productor de maíz y cebada de Cueramaro, en Guanajuato, México, a partir de haber adoptado la agricultura de conservación como sistema de producción.
La decisión de Ernesto de optar por un sistema de producción sustentable estuvo motivada por su padre, Ramón Guerrero, de quien recuerda que antes de morir tenía la inquietud de sembrar la cebada con agricultura de conservación porque veía como otros agricultores en la región sembraban sin preparar la tierra y, sin embargo, lograban buenas cosechas y con solo dos riegos.
Actualmente, Ernesto participa en el proyecto Cultivando un México Mejor —de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— mediante el cual ha accedido a capacitaciones sobre agricultura de conservación, un sistema que tiene a la mínima labranza, la cobertura del suelo con residuos de la cosecha anterior y la diversificación de cultivos como sus componentes básicos.
Durante las capacitaciones, comenta Ernesto, se dio cuenta de que sí podía establecer el sistema dadas las condiciones de sus parcelas —cuenta con buen drenaje, siembra en surcos de menos de 200 metros de largo, hay un desagüe, no está desnivelada, etcétera— y ahora estas se ven diferentes a las de otros productores a su alrededor: “a grandes rasgos veo que el suelo guarda más humedad por el aspecto del cultivo y está menos compactado que el de los vecinos”, cuenta.
En pruebas realizadas junto con los especialistas que le brindan acompañamiento técnico como parte del proyecto, “la diferencia de dureza entre donde se aplicó agricultura de conservación y donde no fue de 50 a 100 psi(unidad de medida de la resistencia a la tracción), esto implica que este suelo, donde se implementa el sistema sustentable, ha mejorado su estructura y ahora puede aprovechar mucho mejor el agua de lluvia y guardarla para las plantas, lo que también se traduce en riegos más rápidos y menos gasto de agua en comparación con la agricultura convencional”.
A diferencia de la agricultura convencional que implica el uso de muchos insumos —varios de los cuales disminuyen su efectividad con el paso del tiempo—, la agricultura de conservación permite disminuir la demanda de estos, reduciendo los costos de producción y otimizando los recursos y el tiempo destinado a las labores del campo.
Por sus beneficios económicos y para la salud del suelo, Ernesto sigue las recomendaciones de los técnicos de Cultivando un México Mejor, que incluyen dejar la paja o rastrojo sobre la superficie de la parcela, evitar mover el suelo (solo remarca los surcos), cuidar que la parcela no se encharque y aplicar la nutrición necesaria para el cultivo establecido de acuerdo con en el análisis de suelo.
Siembra de maíz en dos fases en el municipio de Mecayapan, Veracruz, México. Foto: DECOTUX
Siembra de maíz en dos fases en el municipio de Mecayapan, Veracruz, México. Foto: DECOTUX
El cambio climático es una realidad. Posiblemente el término aún no sea de uso común en el habla cotidiana de la sociedad, pero sí las referencias a un clima cambiante, a la dificultad para distinguir las estaciones que antes estaban bien definidas, al aumento en el número y magnitud de fenómenos como los huracanes y las sequías y, particularmente, a la irregularidad de las lluvias.
Los cambios en los regímenes de lluvias aumentan las probabilidades de pérdidas de cosechas en el corto plazo, pero también las probabilidades de que se reduzca la producción a largo plazo por la disminución de la disponibilidad de agua en los ciclos consecutivos. Esto no solo afecta a los agricultores, sino a toda la sociedad porque representa una amenaza directa a su seguridad alimentaria.
La Sierra de Santa Marta, en el estado mexicano de Veracruz, es uno de esos lugares donde el cambio climático se ha manifestado con modificaciones en las lluvias. Los agricultores locales —de los municipios de Tatahuicapan, Mecayapan y Soteapan—, que dependen del temporal, han tenido que modificar sus sistemas de producción, pero en este cambio no todas las prácticas que han adoptado han funcionado como se esperaba, repercutiendo incluso en la conservación del suelo.
Para brindar a los productores de esta zona mejores herramientas para adaptarse al cambio climático, un grupo de promotores de la agricultura sustentable —Desarrollo Comunitario de los Tuxtlas (DECOTUX)— instaló un módulo de innovación para evaluar y promover, junto con los productores, prácticas agrícolas que buscan reducir el impacto de la escasez de lluvias y asegurar mejores rendimientos en la producción de maíz.
En el módulo, instalado en el marco de la iniciativa Cultivos para México —impulsada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, se trabaja para adaptar las prácticas agrícolas locales y brindar opciones que eviten o reduzcan otras prácticas como la roza, tumba y quema, facilitando la transición hacia una agricultura sustentable.
Por diversas circunstancias históricas, las tierras que eran de uso comunal y con periodos de descanso de hasta cinco años, fueron fraccionadas, delegando a cada agricultor una reducida zona de trabajo. Esto favoreció que los periodos de descanso del suelo se redujeran, los suelos se empobrecieran y aumentaran las quemas sin supervisión adecuada.
“Han sucedido accidentes de cientos de hectáreas, arrasando varias comunidades entre potreros, cafetales, acahuales, vegetación primaria, fragmentos de vegetación y bosques de pino y encino locales”, menciona el equipo de DECOTUX, poniendo de relieve la importancia de este módulo de innovación, ya que la escasez de lluvias y el incremento de la temperatura aumentan también el riesgo de incendios de grande magnitud.
Además de fomentar el aprovechamiento del rastrojo como cobertura del suelo en lugar de quemarlo, realizar análisis de suelos, evaluar distintas variedades de semillas —nativas e híbridas a fin de identificar las más adecuadas para la zona y las nuevas circunstancias climáticas—, y otras prácticas para mejorar la fertilización y el manejo de plagas y enfermedades, una de las principales acciones que se desarrolla en el módulo es el ajuste de las fechas de siembra y otras labores de acuerdo con las nuevas circunstancias climáticas.
“Debido a la irregularidad de los periodos de lluvia se ha pasado de un ciclo a dos ciclos productivos. Esto está fundamentado en la información de la estación meteorológica de DECOTUX que permitió realizar el análisis de datos meteorológicos con relación a las fechas de actividades culturales en los predios de siembra”, señala la organización.
“Con la información obtenida, y en comparación a años anteriores, se ha identificado que algunos de los efectos directos del cambio climático en la zona han sido la modificación del régimen pluviométrico, cambios en la velocidad y ocurrencia de vientos y aumento de horas calor. Esto ha afectado considerablemente el calendario de siembra de los productores quienes tratan de acertar las fechas óptimas para la siembra”.
De entre los métodos que han adoptado los agricultores para reducir las pérdidas está la siembra seccionada. “Esta les permite salvar el 50% de la materia prima en caso de las condiciones climáticas no sean adecuadas en alguna de las fechas de siembra”, mencionan los técnicos de DECOTUX.
A través de este trabajo conjunto se busca ofrecer prácticas y tecnologías probadas que le permitan a las familias productoras mitigar y adaptarse al cambio climático. Esto es además una oportunidad para desarrollar procesos participativos en la construcción del conocimiento, a fin de involucrar a las familias y replicar los aprendizajes dentro de las comunidades.
Comenzar a estudiar la ingeniería en Sistemas de Producción Agroecológica hizo que Marco Antonio Rodríguez Pedro facilitara a su familia —en San Miguel Figueroa, Pochutla, en la costa de Oaxaca— abrir la puerta a la innovación agrícola que le ofreció Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Él fue la pieza clave para que su padre Vicente Rodríguez Rodríguez, su madre Juana Pedro De la Rosa, su hermana Maribel de 17 años, e incluso su hermano Brian de nueve años, cambiaran la forma convencional de sembrar —la cual propiciaba la degradación de sus suelos— por fertilización fraccionada con dos aplicaciones, el manejo de cobertura del suelo y el control oportuno de malezas.
Es el primer año Marco Antonio y su familia implementan estas prácticas sustentables, las cuales incluyen la diversificación de cultivos. Anteriormente ellos sembraban solo cuatro cultivos. Hoy, siembran ocho distintos: frijol ejotero —conocido como blanco—, frijol caupí negro, canavalia, calabaza, ajonjolí, jícama, jamaica de cáliz rojo y maíz.
Vicente Rodríguez reconoce que, a pesar de trabajar las tierras desde “chiquillo”, ha sido su hijo Marco Antonio quien lo ha motivado a echarle ganas e implementar nuevas prácticas con la asesoría técnica que le brinda el proyecto. Juana Pedro, la mamá de Marco Antonio y responsable de la comercialización de la producción familiar, comenta en este sentido que: “a mí me gusta venir al campo y ahora que mi hijo está estudiando nos motiva”.
Para el técnico y colaborador del CIMMYT, Omar Francisco Sánchez Ríos, “con la Agricultura de Conservación podemos tener sistemas que se adapten o tengan cierta tolerancia a la sequía”. Además, la inclusión de leguminosas permite mejorar la calidad nutricional de los alimentos, mejorar la estructura del suelo e interferir en los ciclos de vida de plagas y malezas, disminuyendo su incidencia en la parcela.
Junto con la diversificación de cultivos, en la parcela de la familia Rodríguez Pedro se incluyó la asociatividad y la medición de las precipitaciones pluviales —ya que las condiciones climáticas han vuelto a las lluvias muy erráticas—, lo cual le permite a Marco Antonio afirmar que en la temporada de lluvias de este 2021 el agua fue muy escasa, a pesar de momentos nublados en los que aparentaban fuertes lluvias.
“Tenemos intervalos muy secos y aún con esa escasez de lluvia hemos tenido buena producción de maíz y productos en general porque trabajamos con la Agricultura de Conservación. Este sistema nos ha permitido optimizar el uso de fertilizante y reducir los gastos excesivos porque implica el mínimo movimiento del suelo, la incorporación de residuos de cosecha y la rotación de cultivos”, afirma Marco Antonio.
Con el aumento en cantidad de la población mundial, la demanda de producción de alimentos también aumenta. Sumado a esto, el cambio climático agrega nuevos retos para los sistemas agroalimentarios, de manera que explotar los recursos naturales de forma intensiva exige poner en marcha acciones de recuperación de dichos recursos.
En el caso particular de las actividades agrícolas, hay alternativas viables para continuar con la producción intensiva de alimentos mientras se hace un uso racional de los recursos y se implementan prácticas de recuperación de suelo. MasAgro Guanajuato, por ejemplo, cuenta con diversas estrategias que facilitan la recuperación de los suelos y la optimización del agua de lluvia.
MasAgro Guanajuato es un programa conjunto de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural (SDAyR) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). El programa pone a disposición de técnicos y productores prácticas sustentables que, al ser implementadas en campo conforme a las características del suelo, ambiente y disposición de agua, contribuyen a la preservación de los recursos naturales.
Una de estas prácticas es la definición de curvas a nivel —que ya están implementando productores de los municipios de Tarimoro y Salamanca para el cultivo de sorgo—. Estas son curvas a través de la pendiente que permiten reducir la erosión del suelo y hacer un mejor uso del agua de lluvia, pero ¿por qué curvas a nivel?
Cuando hablamos de recursos naturales en la agricultura a cielo abierto, el suelo destaca como un organismo vivo de gran complejidad —para que se forme un centímetro de suelo se estima que debe transcurrir más de un siglo sin perturbaciones—. Las actividades agrícolas no sustentables han acabado con esa dinámica natural de regeneración, dando como resultado la erosión y, en casos extremos, suelos inertes.
Cuando la parcela de cultivo tiene una pendiente muy marcada, el riesgo de pérdida de suelo debido a la lluvia y el viento es aún mayor. Para reducir este riesgo es indispensable implementar técnicas de conservación e intervenir técnicamente de manera integral en todos los componentes o áreas del proceso de producción.
Una alternativa para preservar los suelos es fomentar la cobertura vegetal a través de los cultivos de servicio. Entre las funciones más importantes de estos está trasladar el carbono atmosférico (con la planta en verde) hacia el suelo a través del manejo del rastrojo sobre la superficie (después de cosechar) y así, además, incorporar poco a poco materia orgánica para darle estructura e incentivar la actividad biológica del suelo.
Otras alternativas para la conservación o recuperación del suelo son la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos provenientes de compostas y, desde luego, el trazado de curvas a nivel.
Para trazarlas no se requiere necesariamente de equipo especializado, basta un nivel —denominado aparato A o nivel tipo A— que se puede construir con materiales muy sencillos y de fácil acceso. Estos son: dos palos de madera del mismo tamaño (2 m) y uno más corto (1.5 m), un hilo grueso o cuerda flexible, un nivel de burbuja, un lápiz, tres clavos, un martillo, un flexómetro, una piedra o botella —que servirá de plomada— y un encalador.
Para construir el nivel tipo A primero se marca el punto medio de los palos de 2 m mientras que al de 1.5 m se le marcan 25 cm de cada uno de sus extremos. Después se unen las piezas de 2 m por uno de sus extremos —dejando un sobrante de al menos 2.5 cm—. La pieza de 1.5 m se une a las dos piezas de 2 m ya unidas —cuya abertura debe ser de 2 m—, justo a la mitad que se marcó con anterioridad.
Una vez ensamblados los palos se coloca la plomada en el extremo superior de la “A” haciendo que su caída coincida con el punto medio de la pieza de madera de 1.5 m que funciona como travesaño horizontal —para marcar la mitad es útil apoyarse del nivel de burbuja—.
Con este sencillo aparato se pueden trazar entonces las curvas a nivel, que son líneas trazadas a una misma altura, transversalmente a la pendiente. Son particularmente necesarias en los terrenos en condición de temporal porque permiten reducir la velocidad del agua de lluvia y favorecen su distribución uniforme en la parcela y su posterior infiltración —particularmente en caso de que antes se haya hecho una rotura vertical si fuera necesario—.
Fuentes:
Guzmán Díaz, G. (2012) Conservación de suelos: como trazar curvas a nivel (No. AV/1226). Ministerio de Agricultura y Ganadería, San José (Costa Rica).
García, J. (2016). Manual para trazo de curvas de nivel. Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, CIMMYT. Chiapas (México).
Texcoco, Edo. Méx.- La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos actualizó recientemente su pronóstico para la Oscilación del Sur de El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés, o simplemente El Niño). De acuerdo con los datos más recientes se anticipa el desarrollo del fenómeno de La Niña (fase fría del ENSO) para el pico de la temporada ciclónica del Atlántico.
¿Qué significa lo anterior? Significa que es altamente probable que 2022 tenga una temporada de huracanes bastante activa en el Atlántico (la cual va de finales de agosto a principios de octubre), ya que La Niña podría reducir los cambios de dirección y fuerza de los vientos (el viento cortante) y ayudar así a prolongar la temporada de huracanes.
Lo anterior no es indicativo de que 2022 será, necesariamente, un año húmedo para México ya que con frecuencia La Niña provoca que el sur de Estados Unidos y la mayor parte de México experimenten condiciones más secas y menos frías de lo normal, por lo que se puede incrementar la presencia y expansión de los incendios forestales.
El Servicio Meteorológico Nacional de México, de hecho, anticipa que La Niña afectará las temperaturas y precipitaciones en el país en los próximos meses. Con temperaturas por arriba de lo normal y precipitaciones por debajo de lo normal en la mayor parte del territorio nacional (excepto en el sureste del país, donde no predomina ninguna de las categorías) será fundamental tomar medidas precautorias, particularmente en sectores como la agricultura.
El manejo de rastrojos, por ejemplo, puede ser clave para afrontar años donde La Niña impone condiciones adversas para la mayoría de los agricultores. Diversos estudios del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) confirman que en los años más secos los suelos cubiertos con rastrojo tienen mejores resultados que aquellos que quedan sin cobertura (te recomendamos leer Rastrojo, el héroe en los años secos).
Con respecto a la probabilidad de que el ENSO entre a su fase cálida (El Niño) hacia finales de 2022, los observatorios climáticos señalan que aún no se puede decir con certeza, pero ya que ambos fenómenos impactan las condiciones climáticas de todo el mundo, es importante continuar promoviendo, más que nunca, acciones de adaptación y mitigación del cambio climático.
Guadalupe, Zac.- En Zacatecas el 93% de la superficie cultivable tiene problemas de erosión en alto y muy alto grado, también hay problemas serios de disponibilidad y uso del agua ―particularmente asociados con el manejo de acuíferos―, problemas relacionados con el cambio climático ―las sequías son cada vez más prolongadas y las lluvias más erráticas―, la migración y el envejecimiento del campo.
“El campo envejece junto con nosotros y las nuevas generaciones no tienen interés en seguirnos al ver que este es un trabajo muy pesado, de mucho esfuerzo y sacrificio; al mismo tiempo no es una fuente de ingreso segura”, comentó uno de los productores que asistieron al Curso-taller de fertilidad del suelo, realizado recientemente en la comunidad de Noria de los Gringos, en el municipio de Morelos, Zacatecas, el cualforma parte del proyecto Aguas Firmes, impulsado por Grupo Modelo, la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
La preocupación por los diversos problemas que aquejan al campo zacatecano ha hecho que los productores busquen opciones para que su actividad agrícola siga siendo rentable y, al mismo tiempo, les permita conservar sus suelos. En esta búsqueda de sustentabilidad y rentabilidad, los productores que participan en Aguas Firmes están aprendiendo a implementar Agricultura de Conservación, un sistema que permite mejorar y conservar los suelos.
“La fertilidad del suelo es un tema fundamental en Zacatecas porque se necesita que los productores conozcan qué nutrientes son los necesarios y recomendables para sus cultivos, el análisis de suelo y su interpretación, el efecto que tiene el pH del suelo en la disponibilidad de los nutrientes, cómo fertilizar, en qué tiempo y forma, identificar las necesidades de los suelos agrícolas y las prácticas sustentables más pertinentes según cada sistema de producción”, comentó Julio César González Márquez, especialista que participa en el proyecto, durante la apertura del curso-taller.
Entre las inquietudes de los productores que participaron en la capacitación destaca la necesidad de contar con un acompañamiento técnico más cercano y con variedades de semilla más adecuadas al nuevo contexto climático pues, comentan, la que ellos cosechan ya no es redituable. En este sentido se mostraron entusiasmados por innovaciones como la rotación de cultivos con especies tolerantes a la sequía que se está promoviendo en el marco proyecto. Te invitamos a leer Siembran girasoles para cuidar el acuífero de Calera.
El equipo técnico del proyecto Aguas Firmes, además de resolver las dudas de los productores, enfatizó en que “es necesario tener una mayor difusión de los beneficios que conlleva cuidar los sistemas de producción y hacerlos más eficientes, por eso se necesita de productores, como ustedes, con una mente abierta y ganas de cambiar las cosas para que comprueben por ustedes mismos la utilidad de las innovaciones que les proponemos y, con hechos, le muestren a otros productores de la zona y así cada vez más productores se unan a esta nueva forma de hacer agricultura, productiva y sustentable, y potencialmente atractiva para las generaciones nuevas”.
Durante la primera sesión de la capacitación sobre Análisis de Parcela, impartida por especialistas del Hub Golfo Centro y del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), hubo preguntas que por falta de tiempo quedaron sin responder. Aquí compartimos las respuestas en espera de que sean de utilidad para quienes las formularon y para todos aquellos interesados en el análisis de parcela como elemento clave de una Agricultura Sustentable.
¿Cuántas muestras se requieren y cómo se toman para que sean representativas?, ¿cuántas se deben tomar por cada hectárea?, ¿se divide el terreno en parcelas? (Matilde Barreto, desde Perú, Vía Facebook; Nataly Gualavisi, desde Ecuador, vía Facebook; y Ugarte Briones Isidora Eva, vía YouTube)
El número de muestras individuales que deben componer una muestra compuesta varía entre 15 y 40, dependiendo de la heterogeneidad y tamaño de la unidad de muestreo, aunque el número de submuestras es independiente del tamaño de la población.
Cuando la unidad de muestreo alcance una extensión entre dos y ocho hectáreas se podrán colectar entre 10 y 25 submuestras, conservando precisión.De manera práctica se ha calculado que la máxima precisión en el muestreo se puede alcanzar al colectar hasta 40 submuestras por muestra compuesta.
Si por dividir en parcelas se refiere al muestreo de suelos para llevar a análisis de laboratorio, lo que nos define como dividirlas son varios factores, como la pendiente del terreno, la homogeneidad en el color del suelo, los cultivos establecidos, las fuentes y la cantidad de fertilizante aplicado. Si el terreno es muy homogéneo y se establecerá un mismo cultivo, no es necesario dividirlo, basta con tomar suficientes muestras de suelo, por ejemplo 40, después mezclarlas bien todas ellas y obtener una muestra compuesta para llevarla al laboratorio, esta puede ser de 1 kg.
¿La hierba que se corta, también aporta materia orgánica? (Noé M Valerio, vía Facebook)
Sí, podrían considerarse dos etapas importantes para cortarlas y dejarlas como cobertura: la primera es durante el ciclo de cultivo, no se debe permitir que las hierbas compitan mucho con el cultivo; en el caso del maíz, es importante no dejar que estas crezcan mucho durante los primeros 40 o 45 días. La hierba que aún crezca se puede cortar antes de que emitan flor para disminuir la diseminación de la semilla.
¿Cómo calcular la aplicación entre estiércoles y abonos tipo bocashi o compostas? (Tere Cano, desde Puebla, vía Facebook)
Ya hay fórmulas que consideran el nivel inicial de materia orgánica del suelo y hasta cuanto queremos aumentar, así como un porcentaje de carbono que aporta el abono que vamos a aplicar. Una fórmula que se puede ocupar es la siguiente:
MF = (S x p x Da x %Mo) / (%ms x k1)
Los tres primeros valores nos dan a conocer la masa de suelo sobre la que vamos a realizar la labor. La parcela tiene una superficie (S) de una hectárea (10,000 m2), nuestra profundidad (p) será de 20 cm, que expresamos en metros (0.2 m). También sabemos que la densidad (Da) de la mayoría de los suelos tiene un valor de alrededor de 1.35.
Seguidamente conocemos que el porcentaje de materia orgánica (% Mo) que vamos a agregar es del 0.5% (queremos llegar al 1.2% y partimos del 0.7%), que a efecto de la fórmula sería: 0.5%=0.5/100=0.005. Esta cantidad la vamos a aportar a la masa de suelo arriba considerada.
Finalmente, para conocer los dos últimos valores que son el porcentaje de materia seca (% ms) y el coeficiente isohúmico (K1), empleamos la siguiente tabla, donde las cifras para estiércol bien hecho son 25% (0.25) y 0.45 respectivamente. La tabla ha sido muy simplificada para obtener unos datos de referencia orientativos de forma sencilla.
Tabla 1: Coeficiente isohúmico (K1) de diversos productos empleados como abono.
Si se aplica estiércol de borrego, ¿cuanto se debe aplicar por hectárea? (Bulmaro Alcocer, vía Facebook)
Se puede calcular de la misma manera que en la pregunta anterior, pero si la cantidad que se debe aplicar es mucha, lo ideal es ir aplicando ciclo tras ciclo cierta cantidad, dependiendo de las condiciones del terreno, de la disponibilidad de maquinaria o implementos para aplicar este abono, de la mano de obra disponible, etc. Una tonelada por ciclo puede funcionar bien.
Considerando el beneficio y el costo, ¿qué sería más recomendable?, ¿lixiviados o abonos de origen animal? (Antelmo Zarate, desde Oaxaca, vía Facebook)
Los lixiviados son buenos, pero es importante realizar un análisis de nutrientes, así como salinidad y pH. Si estos datos son muy altos, dependiendo de la cantidad que se aplique pueden llegar a provocar algunos efectos negativos a mediano plazo, claro está que por su forma de aplicación pueden ser menos costosos que aplicar abonos de animal, sobre todo porque estos normalmente se requieren aplicar por toneladas. También hay que considerar que para los lixiviados se requiere tener cierta infraestructura que permita obtenerlos, después de una primera extracción podemos humedecer la composta con este mismo lixiviado para dar más tiempo a que se estabilicen mejor algunos nutrientes.
¿Es correcto aplicar ácidos húmicos y microorganismos mineralizados para favorecer la descomposición de materia orgánica en el cultivo de trigo? (Julissa Muñoz, vía Facebook)
No hemos encontrado efectos consistentes de la aplicación de estas sustancias. Si dejamos materia orgánica como rastrojo de manera regular, va aumentando la biomasa microbiana del suelo sin necesidad de que agreguemos microorganismos externos. Por lo regular no es necesario aumentar la descomposición de manera artificial. Si hay cantidades muy grandes de rastrojo y tienen problemas para manejarlo, se puede considerar empacar una parte, pero por lo regular con adaptaciones a la maquinaria se pueden llevar a cabo las operaciones necesarias.
¿En que condición de humedad del suelo se debe utilizar el penétrometro? ¿Qué tan importante es la determinación de la infiltración en el diagnóstico de parcela? (Juan Martinez Medina, vía YouTube)
Se puede tomar en un rango de humedad del suelo entre capacidad de campo y punto de marchitez permanente. Actualmente existen algunos instrumentos electrónicos que nos permiten medir la humedad actual del suelo directamente en campo. En el rango de humedad indicado anteriormente es cuando las raíces absorben mejor el agua y los nutrientes, de igual forma, favorece el crecimiento de las raíces. Cuando el suelo está muy seco se puede utilizar el penetrómetro para identificar zonas más duras o compactadas, que también nos puede dar una idea de cómo algunos cultivos, a pesar de estar en dichas condiciones, se mantienen verdes y siguen produciendo follaje, flores o frutos.
Con respecto a la determinación de la infiltración, está es muy importante pues esta propiedad nos indica que tan rápido o lento penetra el agua en el suelo, y con esto podemos estimar cuánto realmente se puede quedar en el suelo y cuánto se escurre. O si se trata de riego, podemos ver cada cuanto debemos regar.
Nosotros recomendamos realizar un descanso mejorado, sembrando un cultivo que pueda tener diferentes beneficios, por ejemplo: rábano largo, que ayuda a descompactar el suelo, genera biomasa para incorporar materia orgánica del suelo, etc. O sembrar una leguminosa que ayude a controlar algunas hierbas, fijar nitrógeno, etc.
Para el caso de frutales que ya están en etapa de fructificación, ¿el análisis de suelo se tiene que realizar antes de entrar las lluvias o al final de el ciclo de producción? (Paco FA, desde Michoacán, vía Facebook)
Es importante realizarlo en la época más seca pues algunos nutrientes se mueven mucho con la humedad del suelo y eso puede llevar a sobre o subestimar alguno de ellos, en el caso de frutales se recomienda hacer los análisis a dos profundidades, de 0-30 cm y de 30-60 cm.
Fuentes:
Labrador, J. (2003), La materia orgánica en los sistemas agrícolas. Manejo y utilización. Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario: Madrid.
Guzmán, K.E., Azero, A.M., Sánchez, J.(2011).Estimación del coeficiente isohúmico de residuos de maíz en Inceptisoles de Pairumani, Vinto, Cochabamba.Revista Boliviana de la Ciencia del Suelo, Vol. 1, N° 1, pp. 24-36.