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La Agricultura de Conservación en el semidesierto

San Juan del Río, Qro.- En las zonas semidesérticas la agricultura no es fácil y, sin embargo, en muchas de ellas es una de las actividades más importantes. Tal es el caso del semidesierto queretano, donde el clima seco, las escasas precipitaciones, los suelos pobres en materia orgánica, entre otros factores, limitan la producción agrícola. De hecho, en esa zona de Querétaro el destino de la producción es para autoconsumo principalmente, y la venta solo cuando hay excedentes. 

Para desarrollar y evaluar prácticas que faciliten la agricultura en esa zona, en el año 2013 se estableció una plataforma de investigación en Santa Rosa Xajay, San Juan del Río, Querétaro. Allí, en la plataforma San Juan del Río I, colaboran el despacho Sustentabilidad Agropecuaria de Querétaro (SAQ) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), evaluando las tecnologías sustentables que buscan dar respuesta a la compleja problemática de la agricultura en el semidesierto queretano. 

La base de las prácticas que se investigan y validan en la plataforma es la Agricultura de Conservación. Gracias al mínimo movimiento del suelo, a la retención de rastrojo en la superficie del suelo y a la diversificación de cultivos (componentes básicos de este sistema de producción sustentable), se ha promovido un mayor rendimiento de maíz con un menor costo de producción debido a la reducción de labranza. 

En un análisis de los resultados de la plataforma hecho recientemente, se encontró que la mayor diferencia en el rendimiento entre la labranza convencional (basada en el movimiento continuo del suelo) y las camas permanentes (práctica derivada de la Agricultura de Conservación que busca minimizar el movimiento del suelo) se observó a partir del tercer año, donde la diferencia fue de 0.2 toneladas por hectárea (t/ha) y cada ciclo se incrementó en la misma proporción, hasta un máximo de 0.6 t/ha en el sexto año (figura 1). 

Cabe mencionar que, si bien no se observó una diferencia considerable en el rendimiento de maíz en camas anchas o angostas, las camas anchas implican un menor movimiento de suelo y un menor gasto de combustible. 

Con respecto al manejo de rastrojo, de acuerdo con los resultados observados se recomienda dejar el rastrojo en la superficie, en pata, y acamado al momento de la reformación de camas. El efecto de la retención de rastrojo se manifiesta mayormente en años secos y en un incremento de la materia orgánica a largo plazo. 

Adicionalmente, el efecto de la rotación de cultivos es muy marcado en el rendimiento de maíz (aun cuando el cambio de cultivo sea con otra especie de gramínea). En promedio de seis años, los tratamientos con maíz y rotación de triticale, avena o frijol superaron al monocultivo de maíz con 0.7, 0.6 y 0.4 t/ha, respectivamente. 

Con respecto a la rotación de cultivos, en la plataforma se ha observado que la siembra en franjas permite hacer un manejo independiente de los cultivos y permite también la siembra de un segundo cultivo cuando existe humedad residual.  Así, se facilita la rotación en la misma parcela y de los cultivos de ciclo corto (como avena o triticale que se cosechan en verde), pudiéndose asociar cultivos forrajeros (sorgo, avena, garbanzo) y para la producción de grano para autoconsumo (frijol, maíz). 

Además de la Agricultura de Conservación, en la plataforma se han evaluado y validado otras prácticas sustentables, como las curvas a nivel, la fertilización integral, entre otras. Las personas que estén interesadas en conocer más sobre estas tecnologías pueden acudir a la plataforma San Juan del Río I, el equipo técnico que en ella colabora lo podrá asesorar. 

Efecto de sistemas de labranza y rotación de cultivos
Figura 1. Efecto de sistemas de labranza y rotación de cultivos sobre el rendimiento de grano de maíz en la plataforma San Juan del Río I, Querétaro, durante 2013-2018. CC=camas angostas con labranza convencional, CCA=camas anchas con labranza convencional; CP= camas permanentes angostas; CPA= camas permanentes anchas; MM= monocultivo de maíz; MT= rotación anual de maíz y triticale; AM= rotación anual de maíz y avena; FM: rotación anual de maíz y frijol.
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La Agricultura Sustentable, una alternativa para disminuir el calentamiento global

Las recientes investigaciones científicas detallan cómo el cambio climático se agrava, incluso mucho más rápido y de forma global con respecto a lo que se pronosticaba. En ese sentido, es fundamental disminuir las  emisiones de gases de efecto invernadero —como el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y el ozono— generadas por los procesos productivos de nuestra sociedad.

La actividad que más gases de efecto invernadero genera a nivel mundial es la sobreutilización de combustibles fósiles para la generación de energía. No obstante, otras actividades productivas también aportan este tipo de gases —incluidas la agricultura, la ganadería, la deforestación, el manejo de los residuos y otros procesos industriales—.

Con respecto a las consecuencias del cambio climático, se espera que se agudicen las temperaturas extremas, la escasez de agua y las inundaciones. Con relación a la agricultura y la ganadería se pronostica que algunas especies de plantas y animales reducirán drásticamente su número debido a las altas temperaturas y a las menores precipitaciones, lo que limitará la disponibilidad de fuentes alimentarias esenciales para el ser humano. 

El cambio climático está afectando seriamente a la agricultura a nivel mundial: al incrementarse la probabilidad de que disminuyan los rendimientos de los cultivos debido a las crecientes temperaturas y menores precipitaciones, se agudiza la inseguridad alimentaria. Otras de las consecuencias esperables son la disminución de la calidad de los cultivos, una mayor lixiviación —proceso por el cual los nutrientes y minerales son arrastrados por el agua— de nitrógeno y erosión del suelo, así como una menor disponibilidad de suelos y agua para la actividad agropecuaria.

La relación entre cambio climático y agricultura es compleja, pero se ha demostrado que las actividades agropecuarias sustentables pueden desempeñar un papel importante en la mitigación del efecto invernadero causante del cambio climático.

Actualmente, la agricultura comercial que se practica en el noroeste de México atraviesa por una gran problemática. Esto es producto de la interacción negativa de varios factores: el esquema intensivo de producción que se realiza de forma convencional implica prácticas inadecuadas como la quema de rastrojo, la nula incorporación de residuos de cosecha y abonos verdes, el excesivo número de pasos de maquinaria, además de la baja eficiencia en el uso del agua. Todo esto ha provocado el deterioro del ambiente y del suelo.   

Diversos estudios que se han realizado en diferentes tipos de suelo que se dedican a la actividad agrícola en la región Pacífico Norte indican que los factores antes mencionados favorecen la pérdida de calidad de los suelos de primera clase en 0.56% por año.

Ante esta situación, la Agricultura Sustentable se convierte en unas de las alternativas más viables para mitigar los efectos del cambio climático y adaptarse a él. Algunas recomendaciones para transitar hacia este esquema sostenible son:

Cambio gradual del sistema de labranza convencional por mínima labranza

Con prácticas de Agricultura de Conservación se pueden reducir de dos a tres pasos de maquinaria, esto reduce significativamente el consumo de diesel (entre 10 y 12 litros por hectárea). Mediante un ejercicio teórico, pero posible y viable, si se trasladan estos números a la superficie destinada al cultivo de maíz en Sinaloa, se podrían dejar de utilizar arriba de cinco millones de litros de combustible solo en ese estado. 

Fertilización eficiente mediante análisis del suelo y uso de sensores ópticos 

Actualmente es común que productores apliquen hasta 400 kg de nitrógeno por hectárea, lo cual incrementa el riesgo de contaminación de mantos acuíferos, así como los costos de producción, ya que el fertilizante es de los insumos más caros en el proceso productivo (representa el 40% de los costos de producción). Los análisis de suelo y el uso de sensores ópticos como el SPAD o Greenseeker® permiten realizar fertilizaciones más eficientes.

Uso y manejo eficiente del agua de riego

El cultivo de maíz es de sensibilidad media al estrés por déficit de agua, por lo que no debe faltarle principalmente en el periodo que va desde la floración femenina hasta el grano masoso. Para optimizar el uso del agua es conveniente nivelar los terrenos porque así se mejora la uniformidad del riego y los ahorros de agua se incrementan sustancialmente. Estas son algunas técnicas parcelarias potencialmente aplicables al cultivo de maíz:

Riego en camas: Antes de realizar el primer riego de auxilio se recomienda hacer camas anchas, estas permiten un rápido mojado horizontal y tener un ahorro aproximado de entre 20 y 30% de agua.

Surcos alternos: Cuando la planta es pequeña sus requerimientos de agua son bajos, por lo que en el primer riego de auxilio se pueden hacer surcos alternos. En estudios realizados se ha observado que estos permiten reducir entre 20 y 30% la lámina de agua aplicada.

Riego con gasto reducido: Cuando el agua haya avanzado 75% del surco con la ayuda de dos sifones, se quita  uno para completar el riego con un solo sifón. Por ejemplo, si el surco tiene 1,000 m, se inicia el riego con dos sifones y cuando el agua avance 750 m se quita un sifón, dejando un solo sifón para terminar el riego.

Incorporación eficiente de los residuos de cosecha

Al terminar las labores de cosecha se recomienda incorporar al suelo los residuos triturados. La materia orgánica se degrada más rápidamente y aumenta la fertilidad del suelo, así como también disminuye la posibilidad de la erosión hídrica o eólica del suelo.

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En Pénjamo aumentan el rendimiento del trigo con prácticas sustentables

En Guanajuato, el municipio de Pénjamo ocupa el primer lugar en producción agrícola, tanto por superficie como por producción total —los cultivos principales son maíz, trigo y cebada, que ocupan más del 90% de la superficie—. No obstante, el municipio se encuentra en una región con erosión hídrica extrema y se estima que su tasa de pérdida de suelo es mayor a las 250 toneladas por hectárea por año. La quema de los residuos de cosecha, el excesivo laboreo de la tierra y el constante tráfico de maquinaría también incrementan la degradación del suelo —el sistema de producción predominante en la zona es comercial, mecanizado e intensivo—. 

El daño al suelo va de la mano con una mayor dependencia de fertilizantes químicos, mayor presencia de malezas y reducción de la productividad. En Pénjamo, por ejemplo, se utilizan grandes cantidades de agroquímicos para el control de malezas, plagas y enfermedades, siendo la “secadera” o “fusariosis” la más relevante —esta enfermedad es ocasionada por un complejo de hongos del género Fusarium y se manifiesta con el marchitamiento de la planta, lo cual provoca una reducción del rendimiento—.

Para ofrecer a los productores locales alternativas que permitan mantener o incrementar los rendimientos, pero conservando los recursos naturales y evitando el uso excesivo de plaguicidas sintéticos, en la plataforma de investigación Pénjamo se ha sembrado —desde 2015— trigo en los ciclos otoño-invierno (OI) y maíz en los ciclos primavera-verano (PV) para evaluar dos sistemas de labranza: un sistema híbrido —con movimiento del suelo en OI y siembra directa con 100% de rastrojo en la superficie en PV— y el sistema de Agricultura de Conservación —con camas permanentes anchas y 100% de rastrojo en la superficie—. 

También se ha evaluado el uso de un insecticida químico y un hongo benéfico (Trichoderma harzianum) para el control de enfermedades en el suelo, principalmente por Fusarium sp. —estos se inocularon, es decir, se aplicaron junto con la semilla—, así como el uso o no uso de un regulador de crecimiento químico en la etapa de llenado de grano. 

Los rendimientos de maíz han sido similares en ambos sistemas, pero los costos de producción con el sistema híbrido han sido $3,000 por hectárea más elevados en comparación con la Agricultura de Conservación —por los costos de preparación del terreno—, de manera que este sistema sustentable es una alternativa con mayores beneficios.  

Con respecto al cultivo de trigo, los rendimientos han sido mayores en Agricultura de Conservación, con un promedio de 0.7 toneladas por hectárea más (figura 1). El mayor rendimiento y el menor costo de producción en trigo genera un incremento en la utilidad de $6,000 por hectárea, lo cual significa que la implementación de la Agricultura de Conservación en la producción de trigo en el ciclo otoño-invierno es rentable.

Con respecto al tratamiento de la semilla, no se observó una diferencia entre la semilla tratada con insecticida y fungicida y las tratadas con el hongo benéfico Trichoderma, por lo que se considera que el uso de este hongo puede ser una alternativa viable para reducir las enfermades en los cereales sin el uso de plaguicidas sintéticos. Además, ya que no hubo un efecto en la mayoría de los ciclos, tampoco es económicamente viable la aplicación del promotor de rendimiento.

En suma, los resultados de la plataforma de Pénjamo —que se encuentra en la localidad de Colorado de Herrar y forma parte de la red de plataformas de MasAgro Guanajuato, programa de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural (SDAyR) de Guanajuato y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— confirman que la Agricultura de Conservación es una opción para reducir la quema de residuos de cosecha, ahorrar agua, disminuir los costos de producción e incrementar rendimientos. Además, en las parcelas con riego permite tener dos cultivos anuales sin desfase en las fechas de siembra, lo que sí ocurre cuando se prepara el terreno en los sistemas de labranza convencional. 

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Dejar de barbechar podría darle un gran respiro al planeta

Una importante aportación de los suelos al equilibrio ecológico del planeta es que contienen más carbono que el que se encuentra en la vegetación y dos veces más que el de la atmósfera; es decir, al absorber este elemento, los suelos reducen uno de los principales gases de efecto invernadero (CO2). No obstante, la ampliación de la frontera agrícola y las prácticas de cultivo inadecuadas (paticularmente la remoción continua y excesiva del suelo) han ocasionado pérdidas históricas de carbón del suelo globalmente. 

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existe un importante potencial para incrementar el contenido de carbono del suelo a través de la rehabilitación de los suelos degradados y la adopción amplia de prácticas agrícolas sustentables orientadas a conservar el suelo.

En el marco del programa MasAgro —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— especialistas del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) evaluaron el efecto de diversos tipos de labranza en la disponibilidad del carbono orgánico del suelo. La determinación de esta disponibilidad permite evaluar cambios en la calidad de la materia orgánica bajo distintos manejos agronómicos. 

El estudio se realizó en el Campo Experimental Río Bravo durante el ciclo otoño-invierno 2018-2019 y consideró cinco tratamientos: cero labranza con 50% de residuos de cosecha, cero labranza con 100% de residuos de cosecha, cero labranza con 0% de residuos de cosecha, subsuelo más rastra y barbecho más rastra. 

Después de someter los datos recolectados a pruebas estadísticas, los resultados indican que las prácticas con mínimo movimiento del suelo benefician las reservas de carbono, sobre todo cuando se realiza en combinación con la incorporación de residuos de cosecha. En contraste, se encontró que el manejo agrícola convencional de los suelos, mediante el uso intensivo del barbecho y la rastra, promueve la liberación de carbono hacia la atmósfera.

El estudio sugiere que la menor concentración de carbono en los tratamientos de labranza convencional pudo estar relacionada con la aceleración de la mineralización de la materia orgánica del suelo debido al laboreo intenso; mientras que la mayor concentración de carbono en los tratamientos con Agricultura de Conservación refleja la disminución de la oxidación de la materia orgánica del suelo y, en consecuencia, el favorecimiento de la acumulación de carbono en los suelos bajo ese manejo a largo plazo. 

En suma, el estudio señala que las prácticas de labranza convencional, basada en barbechos y rastras, perjudican la estructura del suelo y dificultan el aprovechamiento de la materia orgánica. Por otro lado, la Agricultura de Conservación favorece el aprovechamiento de la materia orgánica y optimiza la fertilización, lo que incrementa la entrada de carbono al suelo. 

Dicho de otra manera, el manejo agrícola convencional de los suelos en el norte de Tamaulipas (uso intensivo del barbecho y la rastra) promueve la liberación de carbono hacia la atmósfera y contribuye al calentamiento global, mientras que el uso de prácticas de conservación (mínima labranza y cobertura del suelo con rastrojo) favorece la acumulación de carbono en formas orgánicas dentro del suelo, lo cual constituye una significativa aportación para mitigar el cambio climático desde la agricultura. 

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Alimentar a México es una satisfacción

Vicente Quintero Gil es un productor del valle agrícola de Recoveco, en Mocorito, Sinaloa, quien participa en el Programa de Abastecimiento Responsable en México —impulsado por la Compañía Kellogg y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, a través del cual se promueve la producción sustentable de maíz amarillo.

La agricultura es parte de su herencia familiar. Con el conocimiento y la experiencia que ha acumulado al trabajar en el surco día con día, Quintero Gil indica que estableció maíz amarillo que, una vez cosechado, es acopiapo por la empresa sinaloense Grupo SACSA, la cual participa en el programa como transformador del grit (materia prima). Este es el primer paso para elaborar el cereal de hojuela de maíz. 

La ventaja de participar en el programa, comenta el productor, “ha sido el valor agregado que la empresa otorga por producir de forma sustentable y que alcanza los $300 por tonelada”. Además, las prácticas sustentables a las que se refiere Vicente —las cuales ha implementado de la mano del CIMMYT— le permiten disminuir costos, sin afectar el rendimiento. 

Al minimizar el movimiento del suelo y protegerlo con los residuos de la cosecha anterior se mejora el suelo y se disminuyen costos de producción: “la labranza ha disminuido en el sentido que dejamos de usar las rastras, como comúnmente las conocemos, ahora solo nos dedicamos a incorporar el rastrojo una vez que cosechas, y ya nada más remarcamos la surquería sin necesidad de borrarla”, comenta Vicente. 

Además, las prácticas sustentables que el productor ha implementado le han permitido lograr buenos rendimientos y mitigar la escasez de agua: “los rendimientos en maíz amarillo son similares a los del maíz blanco, esto ha sido posible gracias al manejo que se la ha dado a la parcela; se ha logrado incluso disminuir la cantidad de riegos, una necesidad ante las pasadas épocas de sequía”. 

Asimismo, el productor destaca que “al participar en el programa se evitan las complicaciones de comercializar la cosecha, pues ya se cuenta con un precio pactado y diversos incentivos otorgado por la empresa. Además, el CIMMYT nos han apoyado en el área técnica. Su participación es importante para esta labor que estamos logrando como es el desarrollo sustentable; es una institución que nos ha apoyado bastante”. 

Finalmente, Vicente Quintero habla sobre lo que para él significa formar parte de un proyecto que valora la producción sustentable de maíz amarillo el cual es transformado en cereal para consumo humano: “es una satisfacción y un gusto para mi porque como agricultor estoy contribuyendo a la labor de Kellogg y el CIMMYT para promover la producción de alimentos sanos que también benefician al mismo agricultor”. 

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Reduciendo el movimiento del suelo incrementan la producción de forrajes

Aguascalientes.- En la región centronorte de México hay muchas zonas productoras de leche. Allí, los forrajes son la base de la alimentación del ganado por ser la fuente más barata de nutrientes y fibra.

Para compartir con los productores de Aguascalientes las mejores prácticas para la producción de forrajes, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) evalúan el efecto de diferentes sistemas de labranza y el manejo de residuos en el rendimiento del triticale, que es un cultivo común durante el ciclo otoño-invierno.

El triticale (X Triticosecale Wittmack) es un cereal de grano pequeño, resultado de la cruza de trigo y centeno. Se trata de un cultivo tolerante al frío y que puede crecer en suelos salinos, por lo que los productores lo consideran una buena alternativa para la alimentación del ganado productor de leche.

De entre los estudios realizados en la plataforma de investigación en Aguascalientes donde colaboran investigadores del INIFAP y el CIMMYT, hay uno donde se estableció triticale en asociación con ebo (otro cultivo forrajero) desde el año 2015.

Después de varios ciclos de cultivar triticale con diferentes sistemas de labranza y manejo de rastrojo, los mayores rendimientos se obtuvieron con la labranza mínima. Las variaciones en el rendimiento registradas se deben principalmente a la variación en la fecha de siembra: los mayores rendimientos se obtuvieron cuando se sembró entre octubre y diciembre, mientras que los menores se obtuvieron con fechas de siembra tardías (enero y febrero).

En cuanto a los costos de producción, los principales factores que han determinado las diferencias entre tratamientos se encuentran la preparación de suelo y el control de malezas. El tratamiento con mejor relación costo-beneficio en este aspecto fue también la labranza mínima.

Si bien aún es necesario seguir investigando, los resultados de la plataforma de investigación muestran que potencial de producción de biomasa verde del triticale (además de su valor nutritivo), lo hace una buena alternativa como forraje de invierno para el ganado lechero.

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El suelo, recurso limitado que debe protegerse

La Joya, Ver.- Como el agua, el suelo es un recurso que aparentemente es abundante en la Tierra, pero en realidad es muy limitado. De los 15,000 millones de hectáreas de la superficie sólida del planeta, únicamente 29% son aptas para la agricultura. Además, cerca del 60% de esas hectáreas no está disponible para cultivarse debido a que están cubiertas por bosque, son zonas protegidas o hay asentamientos humanos, así que solo una porción de esas tierras puede ser empleada efectivamente para la producción agrícola.

Una problemática en el suelo es la degradación. En México algunas causas de degradación de los suelos involucran actividades de diversa índole: actividades agrícolas y pecuarias no sustentables, pérdida de la cubierta vegetal, urbanización, sobreexplotación de la vegetación y actividades industriales. Los principales procesos de degradación de suelos en la superficie nacional son la erosión hídrica y los desgastes químico, físico y eólico.

Comprender cómo son los procesos de degradación y la interacción suelo-planta permitirá avanzar en el camino a la resolución de problemáticas que se presentan en la producción agrícola. Por esta razón, la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad Veracruzana (UV) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollaron diversos estudios en una plataforma de investigación que se instaló en La Joya, Chocamán, Veracruz, para desarrollar trabajos de ciencia colaborativa de temporalidad específica (los cuales concluyeron en 2019).

Uno de estos trabajos consistió en evaluar las propiedades físicas del suelo en la plataforma de investigación, con el fin de conocer el grado de compactación y la pérdida de suelo para, en conjunto, determinar el riesgo de erosión. Para este fin, se realizó una práctica de resistencia a la penetración del suelo (con un penetrómetro de impacto) y se cuantificó la pérdida de suelo causada por erosión hídrica (mediante el uso de varillas que se insertaron en el suelo a una profundidad de 30 cm y que se iban midiendo cada mes para, finalmente, hacer el cálculo de la pérdida de suelo con fórmulas matemáticas).

Por último, para complementar la investigación, se realizaron seis lecturas de infiltración de agua durante el tiempo que duró el experimento. La estimación de la resistencia a la penetración del suelo permitió determinar las áreas localizadas que se deben considerar en la etapa previa a la siembra y las etapas posteriores, debido a que una mayor resistencia a la penetración en los primeros 30 cm del suelo dificultaría el crecimiento de las raíces y la retención de agua.

Cabe señalar que con los resultados de pérdida de suelo se pudieron seleccionar las mejores prácticas de conservación de este, principalmente el aprovechamiento del rastrojo para evitar la erosión hídrica y eólica, pues aunque la erosión es un proceso natural, el problema sucede cuando la cantidad de suelo que se pierde por la erosión es mayor de la que se produce.

El suelo es un cuerpo natural que consiste en capas (horizontes del suelo) compuestas de materiales de minerales, materia orgánica, aire y agua. Es el producto final de la influencia del tiempo (millones de años) y el efecto del clima, la topografía y los organismos vivos. Una importante aportación del suelo es que contiene más carbono que el que se encuentra en la vegetación y dos veces más que el de la atmósfera; es decir, al absorber este elemento, reduce uno de los principales gases de efecto invernadero (CO2).

La Agricultura de Conservación (cuyos principios básicos son la cobertura del suelo, la mínima labranza y la diversificación de cultivos) mejora la calidad del suelo y su productividad, aumenta la infiltración de agua, reduce la evaporación y la erosión, aumenta el contenido de materia orgánica y contribuye —en ciertas condiciones— al relleno de acuíferos y a mejorar la calidad del agua.

Por: Liliana Martínez Aguilar, Juan del Rosario Arellano, Víctor Medina Martínez, Otto Raúl Leyva Ovalle, Miguel Merino Valdés, Joaquín Murguía González, Miguel Cebada Merino, José Luis del Rosario Arellano, María Elena Galindo Tovar, Arcimiro Vargas Colohua, Axel Aldahir Hernández Atilano, Ricardo Serna Lagunes y Carlos Llarena Hernández (Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad Veracruzana), con la colaboración del productor Pablo Andrés Meza.