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Estrategias de mitigación climática del sector AFOLU en México

Las tareas vitales para que cada país reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y sus limitadas salidas de carbono son desalentadoras, especialmente con los plazos de 2030 impuestos por el Acuerdo de París a sólo ocho años de distancia. Las partes interesadas nacionales se beneficiarían enormemente de hojas de ruta que identifiquen hitos realistas y alcanzables para señalar el camino a seguir.

Los investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han proporcionado precisamente esa ruta. Utilizando datos fácilmente disponibles, desarrollaron métodos de evaluación rápida y costos de adopción para la mitigación relacionada con los cultivos, la ganadería y la silvicultura, con el fin de identificar lugares y acciones prioritarias. Su artículo se publicó en Carbon Management.

Aplicando estos métodos para México, los investigadores hallaron un potencial nacional de mitigación de 87.88 millones de toneladas métricas (Mt) equivalentes de dióxido de carbono al año.

«Ante un problema tan abrumador como el cambio climático, puede resultar difícil para una persona, una organización y, sobre todo, para toda una nación saber por dónde empezar. Hemos desarrollado un marco de evaluación rápida, probado en India, Bangladesh y México, pero creemos que otras naciones también pueden utilizar nuestros métodos», afirma Tek Sapkota, director del proyecto y primer autor del trabajo.

La investigación se centró específicamente en la mitigación del cambio climático en la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU). La agricultura y el cambio de uso de la tierra relacionado contribuyeron con alrededor del 23% de las emisiones antropogénicas de GEI del mundo en 2016, y se espera que esa cifra aumente a medida que sea necesario producir más alimentos para la creciente población mundial.

Garbanzos plantados sobre residuos de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)

El punto de partida de los investigadores fue cuantificar las emisiones de referencia y analizar las principales fuentes de emisión. El sector AFOLU de México es responsable del 14.5% del total nacional de emisiones de GEI. En el sector agropecuario de México, las emisiones de metano y óxido nitroso proceden de las actividades ganaderas (fermentación entérica y fertilizantes), así como de las actividades agrícolas (gestión del suelo y quema de residuos de cultivos en el campo). En cuanto al uso de la tierra, las emisiones y absorciones de dióxido de carbono se derivan de los cambios en las tierras forestales, los pastos, las tierras agrícolas, los humedales y los asentamientos.

Entre las actividades identificadas para la mitigación de GEI en la producción de cultivos se incluye evitar las subvenciones a los fertilizantes, ya que éstas tienden a recompensar el uso ineficiente del nitrógeno. Sin embargo, las subvenciones podrían ser útiles para animar a los agricultores a adoptar una gestión más eficiente del nitrógeno. La nivelación de precisión de los campos de cultivo puede ayudar a reducir las emisiones de GEI al reducir el tiempo de cultivo y mejorar la eficiencia de los fertilizantes y el agua de riego, así como la adopción de prácticas de agricultura de conservación, como la labranza cero.

«La adopción de estas prácticas no sólo reducirá las emisiones de GEI, sino que también ayudará a aumentar la productividad», afirmó Iván Ortiz-Monasterio, coautor y coordinador en México del estudio.

En el sector ganadero, las posibilidades de mitigación identificadas son la creación de programas oficiales, el apoyo financiero y la capacitación en compostaje y biodigestores. En el sector AFOLU, los investigadores identificaron opciones como la deforestación cero y la compensación de C en el mercado.

Además de trazar los beneficios de mitigación de actividades específicas, los investigadores también consideraron los costes asociados a la ejecución de dichas actividades. «El examen de estas actividades junto con el costo de su ejecución proporciona una imagen completa a los organismos de ejecución para identificar y priorizar sus esfuerzos de mitigación en consonancia con sus objetivos de desarrollo», afirmó Sapkota. Por ejemplo, algunos esfuerzos, como el aumento de la eficiencia en el uso del nitrógeno, no proporcionan los mayores beneficios climáticos pero son relativamente baratos de realizar, mientras que el establecimiento y mantenimiento de mercados de captura de carbono proporciona grandes reducciones de GEI, pero pueden ser caros de implementar.

Los investigadores examinaron los datos espaciales de AFLOU disponibles públicamente para cada estado mexicano. A nivel estatal, los potenciales de mitigación de AFOLU fueron mayores en Chiapas (13 Mt CO2eq), seguido de Campeche (8Mt CO2eq), lo que indica que estos estados pueden considerarse los más prioritarios para los esfuerzos de mitigación. Identificaron otros 11 estados (Oaxaca, Quintana Roo, Yucatán, Jalisco, Sonora, Veracruz, Durango, Chihuahua, Puebla, Michoacán y Guerrero) como medianamente prioritarios, con potenciales de mitigación de 2.5 a 6.5 Mt CO2eq.

«Nuestros resultados, basados en datos y evidencias, pueden ayudar al gobierno de México a afinar su inventario nacional de GEI y su objetivo de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, así como a monitorear los avances», dijo Eva Wollenberg, coordinadora general del estudio y profesora investigadora de la Universidad de Vermont, Estados Unidos. «Este análisis proporciona además un ejemplo de metodología y resultados para ayudar a informar futuros esfuerzos en otros países además de México».

Lea el estudio aquí.

Foto de portada: Maíz bajo en nitrógeno (al frente) y alto en nitrógeno (atrás) sembrado para abordar la eficiencia en el uso del nitrógeno. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)

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¿Cuál es el futuro del trigo en México?

Cultivo de trigo en Texcoco, Estado de México. Foto: Fernando Morales/CIMMYT
Cultivo de trigo en Texcoco, Estado de México. Foto: Fernando Morales/CIMMYT

El trigo es uno de los cultivos más importantes para la seguridad alimentaria global. El aumento de su rendimiento en los últimos 60 años ha sido invaluable para este propósito, permitiendo que los precios de este grano básico se mantengan en niveles razonables. 

Fue en el Valle del Yaqui, en el estado mexicano de Sonora, donde se desarrollaron por primera vez tecnologías que permitieron que tanto en México como en otros países el rendimiento del trigo aumentara alrededor de 250% durante los 60 años comprendidos entre 1960 y 2019 (años de cosecha). Este aumento en el rendimiento se debe, en gran medida, a la propagación de las variedades y tecnologías desarrolladas por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en colaboración con el Gobierno de México. 

¿Hacia dónde se dirige el rendimiento del trigo en el Valle del Yaqui en los próximos 20 años, considerados actualmente como el período de mayor desafío para la seguridad alimentaria mundial? A partir de esta pregunta un grupo de investigadores del CIMMYT se dio a la tarea de revisar los múltiples factores que durante 60 años han influido en el comportamiento de los rendimientos del trigo en el Valle del Yaqui. Esto, con el fin de conocer las perspectivas y la sostenibilidad del cultivo en la región, pero también para tratar de entender un poco más el panorama mundial del trigo y visualizar cuáles serán los escenarios de la seguridad alimentaria global en las siguientes décadas.  

Los cambios tecnológicos, el clima, las variedades de trigo mejoradas y el mejoramiento mismo, así como las prácticas agronómicas, son algunos de los factores considerados en el análisis, en el que también es posible revisar el papel que ha tenido el uso de los fertilizantes, particularmente los nitrogenados que aumentaron constantemente y que han conducido, debido a su uso ineficiente, a las floraciones de algas en el Golfo de California, un serio problema ambiental derivado de prácticas agrícolas no sustentables. 

Con respecto a los beneficios referentes a costos, energía y sostenibilidad que brinda la siembra en camas permanentes (labranza cero) con retención de rastrojos —sistema conocido como agricultura de conservación, el documento menciona que estos han sido claramente demostrados por investigaciones previas; sin embargo, puntualiza que la adopción de esta práctica sigue siendo limitada.

Por otro lado, el estudio señala que la disponibilidad de agua es un importante problema de sostenibilidad en los sistemas de riego: “el agua para la agricultura será más escasa con el crecimiento de la población en el estado de Sonora. Existen opciones para gestionar mejor la escasa agua de riego; sin embargo, es posible que el trigo no pueda competir a largo plazo por el agua con cultivos como verduras y frutas”. 

Aunque la sostenibilidad se extiende más allá de los campos cultivados, en general es probable que el trigo siga siendo el cultivo principal durante otro período de 20 años en el Valle de Yaqui, pero el cierre de la brecha de rendimiento se está volviendo limitado. 

“Es probable que la sostenibilidad biofísica del sistema de cultivo de trigo del Valle del Yaqui mejore a través de una mejor gestión de los fertilizantes nitrogenados. Las mejoras también son posibles a través de una mayor diversidad de cultivos, la gestión integrada de las amenazas bióticas y la aceptación de la labranza cero, la retención de residuos y el tráfico controlado”, concluye el estudio. 

 


PUBLICACIONES DE INVESTIGACIÓN RELACIONADAS:

Sixty years of irrigated wheat yield increase in the Yaqui Valley of Mexico: Past drivers, prospects and sustainability

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Publicaciones recientes: La rotación, el recubrimiento y la labranza cero reducen las malezas

A pesar de los muchos beneficios de la agricultura de conservación, la participación de los pequeños agricultores sigue siendo limitada. Junto con la lucha por mantener una cobertura de suelo adecuada y oportunidades limitadas para la diversificación de cultivos, el manejo de malezas es una limitación importante para la adopción generalizada de la agricultura de conservación.

Si bien los tres componentes de la práctica –labranza cero o mínima, cobertura permanente del suelo y diversificación de cultivos– pueden reducir las malezas, los efectos de estos esfuerzos solo pueden hacerse evidentes a mediano y largo plazo. Como resultado, es probable que muchos pequeños agricultores eviten estos componentes en favor del deshierbe manual, los herbicidas baratos y la labranza – que controlan las malezas a corto plazo, pero también llevan las semillas de malezas del banco de semillas a la superficie del suelo y crean condiciones óptimas para la germinación.

En un esfuerzo por evaluar el impacto del uso de prácticas agrícolas de conservación para el manejo de malezas, los investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) utilizaron datos de un ensayo a largo plazo en tierras altas mexicanas para evaluar la biomasa, la densidad y la diversidad de las malezas con y sin control de herbicidas.

Los resultados de su estudio –recientemente publicado en Agronomy– muestran que la densidad de las malezas y la biomasa fueron generalmente mucho más bajas en áreas donde se practicaba la agricultura de conservación, en comparación con la labranza convencional. Los tres componentes ayudaron a reducir significativamente la biomasa de las malezas, con una reducción aún mayor cuando las tres prácticas se aplicaron juntas. Cuando se aplicaron los herbicidas, la biomasa de las malezas en la agricultura de conservación fue 91% más baja en maíz y 81% más baja en trigo que bajo la labranza convencional.

Los autores encontraron que los diferentes tratamientos favorecían las diferentes especies de malezas, pero no observaron ninguna tendencia hacia el aumento de las malezas perennes en donde se aplicó la agricultura de conservación. Los datos de su estudio muestran que, si se logra un control adecuado de las malezas en los años iniciales, las malezas en los sistemas de agricultura de conservación son más bajas que en las de labranza convencional. Dados estos efectos de control de malezas, los autores afirman que es probable que estas prácticas conduzcan a un menor uso de herbicidas a largo plazo – lo que puede ser una buena noticia para los pequeños agricultores que han informado que el manejo de malezas es particularmente problemático en los primeros años después de adoptar la agricultura de conservación.

Lea el artículo completo en Agronomy: Rotation, Mulch and Zero Tillage Reduce Weeds in a Long‐Term Conservation Agriculture Trial

Otras publicaciones recientes del CIMMYT:

  1. Paddy in saline water: analysing variety-specific effects of saline water intrusion on the technical efficiency of rice production in Vietnam. 2019. Dam, T.H.T., Amjath Babu, T.S., Zander, P., Muller, K. In: Outlook on Agriculture v. 48 no. 3 page 237-245.
  2. Doubled haploid technology for line development in maize: technical advances and prospects. 2019. Chaikam, V., Molenaar, W., Melchinger, A.E., Prasanna, B.M. In: Theoretical and Applied Genetics v. 132 no. 12 pg. 3227-3243.
  3. Smallholder farmers’ willingness to pay for scale-appropriate farm mechanization: Evidence from the mid-hills of Nepal. 2019. Paudel, G.P., KC, D.B., Rahut, D.B., Khanal, N.P., Justice, S.E., McDonald, A.J. In: Technology in Society v. 59, art. 101196.
  4. Variations in straw fodder quality and grain–Straw relationships in a mapping population of 287 diverse spring wheat lines. 2019. Joshi, A.K., Kumar, U., Vinod Kumar Mishra, Chand, R., Chatrath, R., Naik, R., Suma S. Biradar., Singh, R.P., Neeraj Budhlakoti, Devulapalli, R., Blummel, M. In: Field Crops Research v. 243, art. 107627.
  5. Dynamic biochar effects on nitrogen use efficiency, crop yield and soil nitrous oxide emissions during a tropical wheat-growing season. 2019. Abbruzzini, T.F., Davies, C.A., Toledo, F.H., Pellegrino Cerri, C.E. In: Journal of Environmental Management, v. 252, art. 109638.
  6. The impact of agricultural interventions can be doubled by using satellite data. 2019. Meha Jain, Singh, B., Preeti Rao, Srivastava, A., Poonia, S. P., Blesh, J., Azzari, G., McDonald, A., Lobell, D.B. In: Nature Sustainability v. 2, pg. 931-934.
  7. A wheat chromosome 5AL region confers seedling resistance to both tan spot and Septoria nodorum blotch in two mapping populations. 2019. Wenjing Hua, Xinyao He, Dreisigacker, S., Sansaloni, C.P., Juliana, P., Singh, P.K. In: The Crop Journal v. 7, no. 6, pg. 809-818.
  8. Environmental variables contributing to differential performance of tropical maize hybrids across heat stress environments in South Asia. 2019. Vinayan, M.T., Zaidi, P.H., Seetharam, K., Md Ashraful Alam, Ahmed, S., Koirala, K.B., Arshad, Md., Kuchanur, P.H., Patil, A., Mandal, S.S. In: Australian Journal of Crop Science v. 13, no. 6, page 828-836.
  9. The use of pentaploid crosses for the introgression of Amblyopyrum muticum and D-genome chromosome segments into durum wheat. 2019. Othmeni, M., Grewal, S., Hubbart-Edwards, S., Cai-Yun Yang, Scholefield, D., Ashling, S., Yahyaoui, A.H., Gustafson, P., Singh, P.K., King, I.P., King, J. In: Frontiers in Plant Science v. 10, art. 1110.
  10. Alternate energy sources for lighting among rural households in the Himalayan region of Pakistan: access and impact. 2019. Ali, A., Rahut, D.B., Mottaleb, K.A., Aryal, J.P. In: Energy & Environment v. 30, no. 7, 1291-1312.
  11. Assessing climate adaptation options for cereal-based systems in the eastern Indo-Gangetic Plains, South Asia. 2019. Fantaye, K. T., Khatri-Chhetri, A., Aggarwal, P.K, Mequanint, F., Shirsath, P.B., Stirling, C., Jat, M.L., Rahut, D.B., Erenstein, O. In: Journal of Agricultural Science v. 157, no. 3, 189-210.
  12. Doing research and ‘doing gender’ in Ethiopia’s agricultural research system. 2019. Drucza, K.L.,  Tsegaye, M., Abebe, L. In: Gender, Technology and Development v. 23, no. 1, pg. 55-75.
  13. Exploring high temperature responses of photosynthesis and respiration to improve heat tolerance in wheat. 2019. Posch, B.C., Kariyawasam, B.C., Bramley, H., Coast, O., Richards, R.A., Reynolds, M.P., Trethowan, R.M., Atkin, O.K. In: Journal of Experimental Botany v. 70, no. 19, pg. 5051-5069.
  14. Farming on the fringe: shallow groundwater dynamics and irrigation scheduling for maize and wheat in Bangladesh’s coastal delta. 2019. Schulthess, U., Zia Ahmed, Aravindakshan, S., Rokon, G.M., Alanuzzaman Kurishi, A.S.M., Krupnik, T.J. In: Field Crops Research v. 239, pg. 135-148.
  15. A Bayesian genomic multi-output regressor stacking model for predicting multi-trait multi-environment plant breeding data. 2019. Montesinos-Lopez, O.A., Montesinos-Lopez, A., Crossa, J., Cuevas, J., Montesinos-Lopez, J.C., Salas Gutiérrez, Z., Lillemo, M., Juliana, P., Singh, R.P. In: G3: Genes, Genomes, Genetics v. 9, No. 10, pg. 3381-3393.
  16. 16. Improving grain yield, stress resilience and quality of bread wheat using large-scale genomics. 2019. Juliana, P., Poland, J.A., Huerta-Espino, J., Shrestha, S., Crossa, J., Crespo-Herrera, L.A., Toledo, F.H., Velu, G., Mondal, S., Kumar, U., Bhavani, S., Singh, P.K., Randhawa, M.S., Xinyao He, Guzman, C., Dreisigacker, S., Rouse, M.N., Yue Jin, Perez-Rodriguez, P., Montesinos-Lopez, O.A., Singh, D., Rahman, M.M., Marza, F., Singh, R.P. In: Nature Genetics v. 51, no. 10, pg. 1530-1539.
  17. Malting barley grain quality and yield response to nitrogen fertilization in the Arsi highlands of Ethiopia. 2019. Kassie, M., Fantaye, K. T. In: Journal of Crop Science and Biotechnology v. 22, no. 3, pg. 225-234.
  18. 18. Synergistic impacts of agricultural credit and extension on adoption of climate-smart agricultural technologies in southern Africa. 2019. Makate, C., Makate, M., Mutenje, M., Mango, N., Siziba, S. In: Environmental Development v. 32, art. 100458.
  19. An early warning system to predict and mitigate wheat rust diseases in Ethiopia. 2019. Allen, C., Thurston, W., Meyer, M., Nure, E., Bacha, N., Alemayehu, Y., Stutt, R., Safka, D., Craig, A.P., Derso, E., Burgin, L., Millington, S., Hort, M.C., Hodson, D.P., Gilligan, C.A. In: Environmental Research Letters v. 14, no. 11, art. 115004.
  20. 20. Understanding the relations between farmers’ seed demand and research methods: the challenge to do better. 2019. Almekinders, C., Beumer, K., Hauser, M., Misiko, M.T., Gatto, M., Nkurumwa, A.O., Erenstein, O. In: Outlook on Agriculture v. 48, no. 1, pg. 16-21.
  21. 21. Climate action for food security in South Asia? Analyzing the role of agriculture in nationally determined contributions to the Paris agreement. 2019. Amjath Babu, T.S., Aggarwal, P.K., Vermeulen, S. In: Climate Policy v. 19 no. 3, pg. 283-298.
  22. Future changes and uncertainty in decision-relevant measures of East African climate. 2019. Bornemann, F.J., Rowell, D.P., Evans, B., Lapworth, D.J., Lwiza, K., Macdonald, D.M.J., Marsham, J.H., Fantaye, K. T., Ascott, M.J., Way, C. In: Climatic Change v. 156, no. 3, pg. 365-384.
  23. Women’s time use and implications: for participation in cacao value chains: evidence from VRAEM, Peru. 2019. Armbruster, S., Solomon, J., Blare, T., Donovan, J.A. In: Development in Practice v. 29, no. 7, pg. 827-843.
  24. Estimates of the willingness to pay for locally grown tree fruits in Cusco, Peru. 2019. Blare, T., Donovan, J.A, Pozo, C. del. In: Renewable Agriculture and Food Systems v. 34, no. 1, pg. 50-61.
  25. 25. Smallholders’ coping mechanisms with wheat rust epidemics: lessons from Ethiopia. Debello, M. J., Hodson, D.P., Abeyo Bekele Geleta, Yirga, C., Erenstein, O. In: PLoS One v. 14 no. 7, art. e0219327.
  26. Fields on fire: alternatives to crop residue burning in India. 2019. Shyamsundar, P., Springer, N., Tallis, H., Polasky, S., Jat, M.L., Sidhu, H.S., Krishnapriya, P.P., Skiba, N., Ginn, W., Ahuja, V., Cummins, J., Datta, I., Dholakia, H.H., Dixon, J., Gerard, B., Gupta, R., Hellmann, J., Jadhav, A., Jat, H.S., Keil, A., Ladha, J.K., Lopez-Ridaura, S., Nandrajog, S., Paul, S., Ritter, A., Sharma, P.C., Singh, R., Singh, D., Somanathan, R. In: Science v. 365, no. 6453 pg. 536-538.
  27. Climate shock adaptation for Kenyan maize-legume farmers: choice, complementarities and substitutions between strategies. 2019. Tongruksawattana, S., Wainaina, P. In: Climate and Development v. 11, no. 8, pg. 710-722.
  28. Development of a participatory approach for mapping climate risks and adaptive interventions (CS-MAP) in Vietnam’s Mekong River Delta. 2019. Bui Tan Yen, Nguyen Hong Son, Le Thanh Tung, Amjath Babu, T.S., Sebastian, L. In: Climate Risk Management v. 24, pg. 59-70.
  29. 29. Genetic divergence and diversity in Himalayan Puccinia striiformis populations from Bhutan, Nepal, and Pakistan. 2019. Khan, M.R., Rehman, Z., Nazir, S.N., Tshewang, S., Baidya, S., Hodson, D.P., Imtiaz, M., Sajid Ali In: Phytopathology v. 109, no. 10, pg. 1793-1800.
  30. Herencia de la resistencia del trigo (Triticum aestivum L.) huites F95 a roya amarilla causada por Puccinia striiformis F. sp. tritici W. = Inheritance of resistance to yellow rust caused by Puccinia striiformis F. sp. tritici on huites F95 wheat (Triticum aestivum L.). 2019. Rodriguez-Garcia, M.F., Huerta-Espino, J., Rojas Martínez, R.I., Singh, R.P., Villaseñor Mir, H.E., Zavaleta Mejía, E., Sandoval-Islas, S., Crossa, J, Caixia Lan In: Agrociencia v. 53, no. 5, pg. 765-780.
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Pensamiento sistémico en la producción de alimentos del sur de Asia

A farmer checks the drip irrigation system at his rice field in India. (Photo: Hamish John Appleby/IWMI)
Un agricultor revisa el sistema de riego por goteo en su campo de arroz en India. (Foto: Hamish John Appleby/IWMI)

En 2009, los gobiernos estatales en el noroeste de India implementaron una política diseñada para reducir la extracción de agua subterránea al prohibir la práctica habitual de sembrar arroz en mayo y moverlo a junio, con el comienzo de las lluvias monzónicas.

Aunque la política logró aliviar la presión sobre las aguas subterráneas, también tuvo el efecto inesperado de empeorar la ya severa contaminación del aire. La razón de esto, según un estudio reciente publicado en Nature Sustainability, es que la demora en la siembra de arroz redujo la brecha entre la cosecha de arroz y la siembra de la cosecha posterior —principalmente de trigo— dejando a los agricultores con poco tiempo para eliminar el rastrojo, razón por la cual deciden quemarlo.

A pesar de que en India se prohíbe la quema de residuos de cultivos, la incertidumbre sobre la implementación de la política gubernamental y la aparente falta de alternativas han perpetuado la práctica en los estados de Haryana y Punjab, cerca de la capital de la nación, Nueva Delhi, donde la contaminación del aire representa una gran amenaza para la salud.

Décadas de investigación para el desarrollo han permitido a los investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el Consejo Indio de Investigación Agrícola (ICAR por sus siglas en inglés) y otros socios identificar posibles soluciones a este problema.

Una opción particularmente viable se centra en la práctica de la labranza cero, en la que la semilla de trigo se siembra inmediatamente después de la cosecha del arroz a través del rastrojo sin labrar y con un solo paso del tractor.

En un nuevo blog publicado como parte de la serie de notas de campo del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales, los científicos del CIMMYT Hans Braun y Bruno Gerard discuten la combinación de condiciones agronómicas y de mejoramiento necesarias para que la labranza cero funcione, y proponen un cambio fundamental lejos de los incentivos actuales para maximizar la producción de cereales de la región.

Lea el blog completo en: Field Notes – Systems thinking at work in South Asia’s food production

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¿Qué es la agricultura de conservación?

Si no se practica de manera sustentable, la agricultura puede afectar al medio ambiente, producir gases de efecto invernadero y contribuir al cambio climático. Sin embargo, los métodos de agricultura sustentable pueden hacer lo contrario: aumentar la resistencia al cambio climático, proteger la biodiversidad y utilizar de manera sustentable los recursos naturales.

Uno de estos métodos es la agricultura de conservación.

La agricultura de conservación conserva los recursos naturales, la biodiversidad y la mano de obra. Aumenta el agua del suelo disponible, reduce el estrés por el calor y la sequía, y aumenta la salud del suelo a largo plazo.

¿Cuáles son los principios de la agricultura de conservación?

La agricultura de conservación se basa en los principios interrelacionados de la mínima alteración mecánica del suelo, la cobertura permanente del suelo con material vegetal vivo o muerto y la diversificación de cultivos mediante rotación o cultivos intercalados. Ayuda a los agricultores a mantener y aumentar los rendimientos y las ganancias, al tiempo que revierte la degradación de la tierra, protege el medio ambiente y responde a los crecientes desafíos del cambio climático.

Para reducir la alteración del suelo, los agricultores practican la labranza cero, lo que permite la siembra directa sin arar o preparar el suelo. El agricultor siembra directamente a través de los residuos superficiales del cultivo anterior.

La labranza cero se combina con cultivos intercalados y rotación, es decir, cultivar dos o más cultivos al mismo tiempo en el mismo terreno o cultivar dos cultivos diferentes de manera secuencial. Estos también son los principios básicos de la intensificación sustentable.

 

¿Cuál es la diferencia entre la agricultura de conservación y la intensificación sustentable?

La intensificación sustentable es un proceso para aumentar los rendimientos agrícolas sin impactos adversos sobre el medio ambiente considerando todo el ecosistema. Se enfoca en los mismos objetivos que la agricultura de conservación.

Las prácticas de agricultura de conservación conducen o permiten la intensificación sustentable.

¿Cuáles son los beneficios y desafíos de la agricultura de conservación?

La labranza cero con cobertura de residuos permite el ahorro de agua de riego, aumenta gradualmente la materia orgánica del suelo y suprime las malezas, además de reducir los costos de maquinaria, combustible y tiempo. Dejar el suelo intacto aumenta la infiltración de agua, mantiene la humedad del suelo y ayuda a prevenir la erosión de la capa superior del suelo. La agricultura de conservación mejora el consumo de agua que permite obtener rendimientos más estables en medio de climas extremos exacerbados por el cambio climático.

Aun cuando la agricultura de conservación ofrece muchos beneficios para los agricultores y el medio ambiente, los agricultores pueden enfrentar limitaciones para adoptar estas prácticas. Las zonas húmedas o los suelos con drenaje deficiente pueden dificultar la adopción. Cuando los residuos de los cultivos son limitados, los agricultores tienden a usarlos primero como forraje, por lo que puede que no haya suficientes residuos para la cubierta del suelo. Para iniciar la agricultura de conservación, se necesitan sembradoras apropiadas, que pueden no estar disponibles o no ser asequibles para todos los agricultores. La agricultura de conservación también requiere muchos conocimientos y no todos los agricultores pueden tener acceso al conocimiento y la capacitación necesarios para practicarla. Con el tiempo, la agricultura de conservación aumenta los rendimientos, pero los agricultores pueden no ver los beneficios del rendimiento de inmediato.

No obstante, las innovaciones, la investigación adaptada y las nuevas tecnologías están ayudando a los agricultores a superar estos desafíos y facilitar la adopción de la agricultura de conservación.

¿Cómo se originó la agricultura de conservación?

Belita Maleko, a farmer in Nkhotakota, central Malawi, sowed cowpea as an intercrop in one of her maize plots, grown under conservation agriculture principles. (Photo: T. Samson/CIMMYT)
Bajo los principios de la agricultura de conservación, Belita Maleko, una agricultora en Nkhotakota, en el centro de Malawi, sembró caupí como cultivo intercalado en una de sus parcelas de maíz. (Foto: T. Samson/CIMMYT)

El término «agricultura de conservación» se acuñó en la década de 1990, pero la idea de minimizar la alteración del suelo tiene su origen en la década de 1930, durante el Dust Bowl en los Estados Unidos de América.

El CIMMYT comenzó a trabajar con la agricultura de conservación en América Latina y el sur de Asia en la década de 1990 y en África a principios de la década de 2000. Actualmente, estos esfuerzos se han ampliado y los principios de la agricultura de conservación se han incorporado a proyectos como CSISA, FACASI, MasAgro, SIMLESA y SRFSI.

Los agricultores de todo el mundo están adoptando cada vez más la agricultura de conservación. En la temporada 2015/16, la agricultura de conservación se practicó en unas 180 mega hectáreas de tierras de cultivo a nivel mundial, alrededor del 12.5% del total de tierras de cultivo en el mundo — un 69% más que en la temporada 2008/2009.

¿La agricultura de conservación es orgánica?

La agricultura de conservación y la agricultura orgánica mantienen un equilibrio entre la agricultura y los recursos, utilizan la rotación de cultivos y protegen la materia orgánica del suelo. Sin embargo, la principal diferencia entre estos dos tipos de agricultura es que los agricultores que practican la agricultura orgánica recurren al arado o a la labranza del suelo, mientras que los agricultores que practican la agricultura de conservación recurren a principios naturales y no labran el suelo. Los agricultores orgánicos aplican la labranza para eliminar las malezas sin utilizar fertilizantes inorgánicos.

Por otro lado, los agricultores que practican la agricultura de conservación, utilizan una cubierta de suelo permanente y plantan semillas a través de esta capa. En un inicio, pueden utilizar fertilizantes inorgánicos para manejar las malezas, especialmente en suelos con baja fertilidad. Con el tiempo, el uso de agroquímicos puede reducirse o eliminarse lentamente.

¿Cuál es la diferencia entre la agricultura de conservación y la agricultura climáticamente inteligente?

Si bien la agricultura de conservación y la agricultura climáticamente inteligente son similares, sus propósitos son diferentes. La agricultura de conservación tiene como objetivo intensificar de manera sustentable los sistemas agrícolas de los pequeños productores y tener un efecto positivo en el medio ambiente utilizando procesos naturales. Ayuda a los agricultores a adaptarse y aumentar las ganancias a pesar de los riesgos climáticos.

La agricultura climáticamente inteligente tiene como objetivo adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático al secuestrar el carbono del suelo y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y finalmente, aumentar la productividad y la rentabilidad de los sistemas agrícolas para garantizar los medios de vida y la seguridad alimentaria de los agricultores en un clima cambiante. Los sistemas de agricultura de conservación pueden considerarse climáticamente inteligentes, ya que cumplen con los objetivos de la misma.

Foto de portada: El trabajador de campo Lain Ochoa Hernández cosecha una parcela de maíz cultivada con técnicas de agricultura de conservación en Nuevo México, Chiapas, México. (Foto: P. Lowe/CIMMYT)