Productor de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, quien produce maíz y forrajes en la misma parcela. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Productor de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, quien produce maíz y forrajes en la misma parcela. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Uno de los aspectos que suele limitar la productividad en los sistemas agropecuarios en zonas como la Mixteca de Oaxaca es la falta de información sobre aspectos básicos referentes a la nutrición del ganado. Por ejemplo, si se desconoce la proporción de nutrientes que incorpora o asimila efectivamente el ganado cuando consume forrajes —es decir, la digestibilidad de los forrajes—, es posible que los productores carezcan de elementos para seleccionar los forrajes más adecuados o los mejores momentos para proporcionárselos.
La digestibilidad, en términos generales, representa el porcentaje de alimentos que el animal consume, pero que no elimina; en otras palabras, es una forma de medir el aprovechamiento de un alimento y de estimar la energía disponible que tiene. Entre los factores que afectan la digestibilidad de los forrajes están el estado de madurez de las plantas, el nivel de procesamiento y la composición química, aspecto que además está relacionado con el valor nutricional del forraje.
Otro aspecto importante a considerar es la propia naturaleza del ganado. Los rumiantes (bovinos, ovinos y caprinos), en particular, se caracterizan por tener un estómago con cuatro divisiones que, a diferencia de otros mamíferos, les permiten aprovechar más las plantas que comen, por lo que su alimentación está basada forrajes.
A través del proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores— se han desarrollado diversas actividades de investigación y capacitación para hacer sostenibles a los sistemas agropecuarios. Varios de estos esfuerzos han estado relacionados con los forrajes.
Ensayos de agricultura y ganadería en el marco del proyecto CLCA, implementado en Oaxaca (México) por el CIMMYT, en el campo de experimentación del INIFAP en Santo Domingo Yanhuitlán. (Foto: Hub pacífico Sur-CIMMYT)
Ensayos de agricultura y ganadería en el marco del proyecto CLCA, implementado en Oaxaca (México) por el CIMMYT, en el campo de experimentación del INIFAP en Santo Domingo Yanhuitlán. (Foto: Hub pacífico Sur-CIMMYT)
La actividad agrícola, ganadera y la gestión del sistema alimenticio actual generan cerca del 23% de los gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global y contribuyen al cambio climático, por lo que la transformación de este sector hacia sistemas más sostenibles debe ser una prioridad.
Además del impacto ambiental, la relación entre agricultura y ganadería en términos de productividad y rentabilidad no siempre es la más adecuada: el sobrepastoreo propicia la compactación del suelo, la alimentación del ganado no permite conservar el rastrojo como cobertura del suelo —dificultando la implementación de prácticas sustentables para incrementar la cantidad de materia orgánica y mejorar las propiedades del suelo—, etcétera.
Aunque da la impresión de que combinar agricultura y ganadería no es lo más conveniente, esto no es necesariamente así. De hecho, es posible crear sinergias muy positivas entre ganadería y agricultura, específicamente si se toma como base la agricultura de conservación, tal y como lo hace el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—.
En Oaxaca (México), uno de los lugares donde se desarrolla el proyecto, recientemente el Hub Pacífico Sur del CIMMYT ha realizado diversos ensayos, por ejemplo, combinando la siembra de diferentescultivos para fijar nitrógeno atmosférico en el suelo y proporcionar al ganado un mejor forraje, es decir, una alimentación más balanceada y completa comparada con los sistemas convencionales en donde el ganado pastorea lo que encuentra.
Resultado de este proceso de identificar cuáles son los forrajes que nutren de mejor manera a los animales se han elaborado distintos materiales, entre ellos un Manual de bloques multinutricionales—un bloque multinutricional es un compuestos alimenticio sólido y balanceado que fue diseñado para que el ganado lo consuma de forma gradual en el corral— que los promotores del proyecto CLCA comparten en espera de que sea de utilidad para técnicos y productores agropecuarios en condiciones similares a las existentes en la Mixteca de Oaxaca.
Detalle de una planta de higuerilla. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Detalle de una planta de higuerilla. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Actualmente en los Valles Centrales de Oaxaca, en México, el cultivo de maíz es la opción número uno para establecer bajo condiciones de temporal. Sin embargo, existen otros cultivos que se adaptan a sus condiciones agroclimáticas y no se han tomado en cuenta para la diversificación de cultivos, muchas veces porque se desconoce si estos también pudieran diversificar los ingresos del productor en caso de existir mercado y buen precio de compra.
Uno de esos cultivos alternativos que se adaptan bien a la zona es la higuerilla (Ricinus communis). De hecho, entre 1940 y 1980 la región de Valles Centrales del estado de Oaxaca destacó por ser una buena productora de semilla de esta planta oleaginosa —cuya importancia económica deriva del hecho que de ella se obtiene el aceite de ricino, con muchos usos farmacéuticos e industriales—. Después de ese periodo, sin embargo, la demanda de higuerilla disminuyó, por lo que las localidades de Valles Centrales, como la Ciénega de Zimatlán, dejaron de producirla.
Actualmente, en los Valles Centrales se ha revitalizado la cadena de valor de la higuerilla gracias a empresas jóvenes como Ricinomex que están apostando por la diversificación de cultivos mediante la producción sustentable tanto de higuerilla para la elaboración del aceite de ricino, como de maíces nativos para la elaboración de productos innovadores como el whisky.
Ya que muchas veces la higuerilla —también conocida como tártago o grillal— es vista como una maleza que debe eliminarse de las parcelas, técnicos de Ricinomex, en colaboración con el Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), han establecido parcelas demostrativas o módulos de innovación junto con productores que deciden diversificar cultivos de forma sustentable.
En la parcela de don “Rafa”, por ejemplo, se estableció un híbrido de higuerilla y también crotalaria (Crotalaria juncea), que es una leguminosa que sirve como abono verde y forraje. Don “Rafa” asegura que “en esos terrenos crecían unos buenos grillales criollos” y recuerda ir a pizcar con su papá cuando la temporada de cosecha de la higuerilla llegaba.
Después del corte de racimos don “Rafa” ha comprobado que la producción de higuerilla es una buena opción para la zona. Actualmente en su parcela se realizan ensayos para determinar las mejores alternativas de fertilización, así como el efecto de la crotalaria, la cual, a la fecha, ha mostrado un buen crecimiento y desarrollo en suelos franco arenosos y los animales de traspatio la han aceptado bien como forraje, de manera que se busca incrementar la superficie de siembra en ciclos próximos.
Con esta innovación se está generando un aporte considerable de residuos vegetales, mismos que sirven de material de cobertura pues, durante el ciclo de cultivo de la oleaginosa, el follaje viejo queda en la parcela. Este abono verde contribuye además en la fijación biológica de nitrógeno y es un excelente forraje, brindando hospedaje a insectos benéficos, ayudando en el control malezas —por efecto de cobertura— y reduciendo la presencia de nematodos, un tipo de gusanos que pueden ser perjudiciales para los cultivos.
Evaluación de forrajes en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Evaluación de forrajes en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
“Aquí estamos probando qué mezclas de cultivo de forrajes permiten incrementar el rendimiento bajo el sistema de agricultura de conservación”, comenta Leodegario Osorio Alcalá, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y responsable del campo de experimentación del INIFAP en Santo Domingo Yanhuitlán, ubicado en la región de la mixteca oaxaqueña, en el sur de México.
Con financiamiento del proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores— el investigador ha centrado su labor en el establecimiento de siete tratamientos de diferentes especies forrajeras para identificar con cuáles se produce forraje de mejor calidad para el ganado ovino, caprino, vacuno o de otros tipos.
CLCA es un proyecto que promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.
A diferencia de la siembra convencional de cereales donde se destina una superficie para un solo tipo de cultivo, Leodegario refiere que las prácticas sustentables que se impulsan a través del proyecto permiten obtener mejores resultados. El investigador ha comprobado, por ejemplo, que en una siembra en surcos y “en el mismo momento” de avena mezclada con triticale es posible cosechar 24,5 toneladas por hectárea materia verde y 7,8 toneladas en materia seca, además de que “la calidad de forraje es mayor a que si se sembrara avena sola”.
Si se combina la siembra de ebo junto con canola, avena, girasol y cebada se logra un doble propósito: proporcionar proteína para el forraje y fijar nitrógeno atmosférico, “el cual va a estar disponible en el suelo, para que el cultivo que se siembre posteriormente pueda nutrirse”.
Para identificar qué mezcla de forraje nutre de mejor manera a los animales, en el campo de experimentación donde está Leodegario se hace un manejo controlado de 21 cabezas de ganado que pastorean “directamente en el cultivo”.
Con ayuda de un cerco eléctrico móvil que funciona mediante un sistema alimentado por un panel solar, por tres días los 21 borregos pastan en un área de 720 metros cuadrados, en donde el 50 % es una siembra de mezcla de especies como la avena, cebada y triticale, mientras que en el resto hay arbustos y árboles de guaje que les proporcionan sombra y una fuente de proteína.
“Eso hace que la alimentación de este ganado sea más balanceada, más completa comparado con un sistema convencional en donde el ganado va a pastorear lo que encuentra”, resalta Leodegario.
Que el ganado llegue al terreno a comer la avena le permite consumir “lo más digerible, lo más suave: el grano” y “la parte más lignificada del tallo, es decir, la parte más leñosa” se queda en la superficie sembrada como una cobertura que ayuda a conservar humedad, además de la descomposición que se logra con el tiempo “puede contribuir con materia orgánica”.
Los investigadores que participan en el proyecto han comprobado que este sistema de pastoreo controlado “también permite controlar la maleza porque los borregos la comen, reducimos así el uso de herbicidas, a la vez de que se reducen gastos al no requerir de una persona que les cuide todo el día, ya que este cerco eléctrico se va moviendo de acuerdo con la cantidad de pastura que haya y al número de animales”.
La investigación colaborativa que promueve el CIMMYT con instituciones como el INIFAP es parte de la vinculación para implementar con éxito el proyecto CLCA, permitiendo enlazar los sistemas agropecuarios de agricultura de conservación con alternativas viables para los productores que necesitan forraje para sus animales.
Los resultados de esta plataforma de investigación cobran más relevancia ante la discusión de si es mejor retirar el rastrojo —conjunto de tallos y hojas que quedan tras la cosecha— para que lo consuma el ganado o dejarlo en la parcela como cobertura para retener humedad y proteger al suelo de la erosión.
Son “alternativas que nos van a permitir entonces mostrar cómo podemos hacer un uso equilibrado del rastrojo, tanto para los animales como para el suelo y de esta manera ir viendo cómo podemos acelerar la adopción de la agricultura de conservación, que por una parte mejora la estructura del suelo y por otra hace sostenible la producción pecuaria de ovinos con un manejo mucho más adecuado que si solo hiciéramos pastoreo extensivo”.
Productores de pequeña escala de Oaxaca, México, con ganado caprino. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Productores de pequeña escala de Oaxaca, México, con ganado caprino. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Por su altitud, temperatura, baja precipitación y los graves problemas de erosión, la región Mixteca en el estado mexicano de Oaxaca fue seleccionada, junto con el atiplano sur de Bolivia y algunas regiones de África, para un proyecto de aceleración de la agricultura de conservación y la producción agropecuaria sustentable: CLCA.
Tanto en África como en América Latina se proyecta una reducción del 10 % de la producción de maíz para el año 2055, lo que equivale a una pérdida de dos billones de dólares anuales, ya que está probado que la agricultura convencional, como se realiza mayoritariamente en el mundo, duplica la pérdida natural de suelo superficial alcanzado 26 toneladas al año y afectando particularmente a las zonas áridas donde la degradación del suelo es notable.
Ante este panorama que pone en riesgo la autosuficiencia alimentaria de quienes producen a pequeña escala en estas regiones, el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores— promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.
Partiendo de un objetivo común (mejorar las condiciones de los agricultores locales), CLCA impulsa acciones específicas y adaptadas para cada contexto particular de las tres zonas del mundo en donde opera.
En Oaxaca, el proyecto contempla la identificación y promoción de “alternativas de producción forrajera que permitan generar una asociación y una intensificación con los sistemas de maíz. Esto implica desarrollar y validar una variedad de soluciones viables en plataformas de investigación, módulos de innovación y áreas de extensión, que son los tres espacios que conforman el modelo del Hub del CIMMYT”, señala Jaime Leal, gerente del Hub Pacífico Sur del centro de investigación en mención.
“Todas las prácticas, tecnologías o cultivos que se validan en la plataforma de investigación se llevan a los módulos de innovación donde se comparan con las prácticas del productor. Así es posible identificar qué manejo es el más conveniente y nos da la pauta para establecer áreas de extensión, que son parcelas de productores que deciden innovar”, menciona Leal, enfatizando que los procesos de capacitación y aprendizaje permiten identificar qué prácticas son las que se pueden extender, dando la guía para un posterior escalamiento.
Uno de los colaboradores del Hub Pacífico Sur del CIMMYT, Carlos Barragán García, destaca la relevancia del proyecto para quienes poseen parcelas pequeñas en zonas con fuertes problemas de erosión hídrica: “estosterrenos con pendiente tienen suelos que han ido perdiendo su fertilidad, se han ido empobreciendo”, además, menciona que en Oaxaca más del 70 % de la población se encuentra en situación de pobreza, lo cual ha propiciado que las familias opten por tener animales, “ya sea como una inversión o una fuente de ahorro por si surge algún imprevisto, en cuyo caso venden los animales y pueden salir de ese aprieto momentáneo”.
José Rausel Ovando, coordinador técnico del Hub Pacífico Sur del CIMMYT, señala que además de la prevalencia de prácticas agrícolas indadecuadas, uno de los factores que ha agudizado la degradación del suelo en la Mixteca es el cambio climático, cuyos efectos se resienten más cuando se practica el monocultivo. En este sentido, resalta que además de conservar el rastrojo en la parcela para retener humedad, se impulsa la siembra de avena, trigo, triticale o ebo como fuente de forraje para el ganado.
“Con esto lo que buscamos es que en un mismo espacio el productor obtenga más de un producto durante el ciclo y además rotar cultivos para que se haga un manejo más sustentable del suelo y el agua”, explica Ovando, enfatizando que el proyecto CLCA promueve la agricultura de conservación por ser un sistema que ayuda a mitigar los efectos del cambio climático y por aportar diversos beneficios al productor, entre ellos menores costos de producción.
La degradación de los suelos a nivel mundial pone en riesgo la estabilidad de la producción de alimentos y afecta el funcionamiento de los ecosistemas. Tan solo en América Latina, los suelos agrícolas han perdido cerca del 75 % de sus reservas naturales de carbono y su biodiversidad a causa de prácticas de manejo agrícola no sostenibles; en México, aproximadamente el 64 % del suelo ocupado se encuentra en proceso de degradación física, química y biológica.
En este contexto, la revista EnlACe destaca en su más reciente edición parte del trabajo científico que realiza el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para revertir los procesos de degradación, fomentar la recuperación de la fertilidad del suelo y realizar acciones de protección al medioambiente.
Portada de EnlACe: La revista de la Agricultura de Conservación No. 60.
Así, el número 60 de este medio presenta los resultados de uno de los experimentos de mayor duración sobre el trigo de regadío en el norte de México —realizado por investigadores del CIMMYT y de la Universidad canadiense de Lethbridge— en el que se destaca a la agricultura de conservación en camas permanentes como una opción sostenible para la producción de cultivos al mejorar los atributos del suelo.
Se resalta también la Estrategia Nacional de Suelo para la Agricultura Sostenible (ENASAS) y la iniciativa Cultivos para México, que el gobierno federal impulsa en colaboración con organismos nacionales e internacionales. A través de Cultivos para México —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT—, por ejemplo, se ha impactado positivamente en 300 mil productores de maíz, trigo y frijol, mediante la implementación de prácticas y tecnologías sustentables, particularmente asociadas a la conservación de suelos y agua.
Entre otros contenidos, la revista EnlACe destaca el reconocimiento póstumo realizado por el gobierno de la India al doctor Sanjaya Rajaram —quien fuera un destacado investigador del CIMMYT y ganador del Premio Mundial de la Alimentación 2014—; el impacto de Agricultura para la Paz —una iniciativa del Gobierno de México, el Centro Nobel de la Paz y el CIMMYT para evitar nuevas crisis alimentarias—; y las recientes acciones en el marco de Tech Maíz, mecanismo que facilita el intercambio de conocimientos sobre la producción sostenible de maíz en América Latina.
Cultivo de caupí en San Pedro Pochutla, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur/CIMMYT)
Cultivo de caupí en San Pedro Pochutla, Oaxaca, México. (Foto: Hub Pacífico Sur/CIMMYT)
Originaria de África central, esta leguminosa es considerada actualmente una fuente de proteína vegetal de alta calidad que se consume en muchas partes del mundo. Se trata del cowpea o caupí (Vigna unguiculata), el cual también es un buen forraje y aporta diversos beneficios al suelo donde se cultiva.
El frijol caupí, frijol chino o chícharo de vaca, como también se le conoce, no es muy explotado en México, pero debido a sus diversas propiedades nutricionales, características agronómicas y a que se adapta a suelos de todas las texturas y a altitudes que van de los cero a los 1 500 metros sobre el nivel del mar, representa una buena alternativa para diversificar cultivos en el país.
En el estado mexicano de Oaxaca, como parte de las acciones de diversificación de cultivos impulsadas en el marco de Cultivos para México —iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)—, se han establecido parcelas con caupí para evaluar su comportamiento bajo condiciones de riego y temporal, evaluando además diferentes líneas de diferentes colores.
Los resultados en San Pedro Pochutla, Oaxaca, muestran que el caupí tiene un excelente desarrollo y rendimiento, es tolerante a la sequía, a suelos poco fértiles y temperaturas altas, lo que lo reafirma al cultivo como una alternativa para incorporar en los sistemas de producción de amplias zonas de Oaxaca donde, en años recientes, las lluvias han sido muy erráticas y la producción de maíz ha sido limitada.
El caupí se puede utilizar como grano seco, grano tierno y vainas para el consumo humano. Esto es importante ya que constituye una fuente de proteína, fibras, carbohidratos, minerales y vitaminas que perfilan al cultivo como una opción relevante para la dieta en comunidades con poblaciones vulnerables.
En el plano agronómico, el caupí es un abono verde que se puede incluir para el mejoramiento y la conservación de suelos ya que es un excelente fijador de nitrógeno. Así mismo, al incluirse en los sistemas de producción como rotación puede ser una alternativa de ingreso económico para las familias productoras.
Considerado uno de los mejores alimentos de origen vegetal para consumo humano debido a su alto contenido y calidad de proteína, el amaranto o huautli (Amaranthus spp.) es uno de los cultivos más antiguos de Mesoamérica y, de hecho, para las antiguas civilizaciones de esta región llegó a ser tan importante como el maíz y el frijol.
Luego de haber sido un cultivo de gran importancia alimenticia y ritual, el amaranto dejó de cultivarse en México a partir de la época colonial. Pese a ello, el cultivo persistió en pequeñas regiones —principalmente con presencia de comunidades indígenas— y, desde hace algunos años, el interés por el amaranto ha resurgido debido a sus amplios aportes nutricionales, sus características de adaptación climática y beneficios agronómicos.
Desde el punto de vista nutricional, el amaranto está muy cerca de lo que se considera la proteína ideal para el consumo humano tanto por su calidad como por su alto contenido proteínico (del 15 al 17%).La planta, además, tiene un importante contenido de lisina, un aminoácido esencial para la alimentación que comúnmente es limitado en otros cereales —en sentido estricto el amaranto no es un cereal, sino un pseudocereal, es decir, que a pesar de no ser una gramínea su uso es igual o muy similar al de los auténticos cereales―.
El amaranto también tiene propiedades que ayudan a la prevención de la diabetes y la regulación de la presión arterial y, desde el punto de vista gastronómico, se puede consumir como verdura cuando está tierno y como cereal cuando alcanza su madurez. Esta dualidad le confiere una gran vérsatil en cuanto a modos de preparación.
Las hojas del amaranto se conocen como quintoniles —una clase de quelites— y se consumen frescas durante la estación de lluvias; las semillas, por su parte, pueden ser reventadas sometiéndolas a temperaturas de alrededor de 220 grados Celsius para elaborar las tradicionales alegrías —dulce típico mexicano—, cereal de desayuno, harina, atoles, tamales, pinole, galletas, mazapanes, botanas, entre otros muy diversos productos.
La planta del amaranto llega a medir hasta tres metros de altura y se puede aprovechar íntegramente: además de la alimentación humana es una buena opción de forraje, una fuente de colorantes (amarantina y betalaina) y también una planta de ornato.
En México hay al menos 11 especies de amaranto, tanto en zonas templadas como cálido húmedas y cálido secas. Su resistencia a la sequía y al calor, y el hecho de que requiere menos cantidad de agua, representa una gran ventaja porque puede prosperar en regiones con pocas lluvias donde los cultivos básicos suelen tener poco éxito —de ahí que haya sido nombrado amaranto, que en griego hace referencia a algo eterno o que no se marchita—.
Por sus ventajas agronómicas y sus aportes nutricionales, el amaranto es una de las especies promovidas para diversificar cultivos en el marco del proyecto ´Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche´, impulsado por Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Amaranto (ficha técnica), en Cultivos alternativos. Intensificación y diversificación sustentable. CIMMYT (2021).