Convocatoria Curso de acreditación en uso eficiente de fertilizantes.
Los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) convocan a los profesionales en extensionismo agrícola del estado de Sonora a participar en el proceso de selección para el “curso de acreditación en uso eficiente de fertilizantes”, enfocado a los cultivos de trigo que se llevará a cabo entre la semana 21 al 24 de agosto de 2023 y del 05 al 07 de septiembre de 2023.
Convocatoria Curso de acreditación en uso eficiente de fertilizantes.
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Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
“No es lo mismo cosechar mucho y gastar mucho, que cosechar mucho y gastar lo necesario”, comenta Felipe Juárez, quien brinda acompañamiento técnico a productores de Cebada en Guanajuato, México, en el marco del proyecto Cultivando un México Mejor, de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
“Dadas las circunstancias que hoy se viven se requiere buscar otra forma de producción para que la agricultura siga siendo rentable y que los productores puedan ofrecer a sus familias condiciones para una vida próspera”, continúa Felipe, quien señala que el tipo de agricultura que predomina actualmente en el Bajío demanda el uso de muchos insumos que elevan los costos de producción y, en algunos casos —particularmente cuando se usan desmesuradamente—, contribuyen a la degradación de los suelos agrícolas.
“El problema con varios productos es que, en la mayoría de casos, solucionan un problema por temporadas, pero su efecto disminuye con el paso del tiempo. Otro problema es el uso desmedido de los mismos, como los fertilizantes. Al usar fertilizantes inadecuados o dosis inadecuadas se propicia la pérdida de la calidad del suelo. Con suelos degradados la producción agrícola es costosa y poco amigable con el medioambiente y, además, es muy probable que el grano cosechado no tenga las condiciones adecuadas para la industria alimenticia o los consumidores”.
Para el técnico de Cultivando un México Mejor es fundamental que los productores conozcan las propiedades de sus suelos porque “el pH en las zonas cebaderas tiene una tendencia a ser alcalino y algunos micro elementos, como el hierro (Fe), cobre (Cu) y manganeso (Mn), no están lo suficientemente disponibles, esto trae como consecuencia que el agricultor los compre y aplique vía foliar, generando un gasto más en su manejo agronómico. Esto no está mal, pero si no se aplica en el momento y la forma adecuada, entonces ese recurso se habrá desperdiciado”.
Ante la pregunta sobre las alternativas que tienen los agricultores para cuidar sus suelos y mejorar su producción, Felipe menciona que “para el caso de la cebada maltera hemos documentado que en aquellas parcelas donde se practica la agricultura de conservación, particularmente por varios años, la demanda de insumos no es amplia, disminuye, y se pueden obtener buenos rendimientos sin requerir de una alta economía”.
“Con la agricultura de conservación que se ha estado desarrollando en el Bajío guanajuatense hay trabajos, comprobados mediante análisis de suelo, donde después de tres años continuos de dejar los rastrojos o paja como cobertura los suelos degradados se logran recuperar notablemente en lo que respecta a su pH, fauna, materia orgánica y salinidad. Esto es relevante porque la salinidad y la poca materia orgánica en el suelo son factores que limitan el desarrollo y producción de varios de los cultivos acostumbrados en el Bajío”.
“Los productores que participan en Cultivando un México Mejor reciben capacitaciones sobre el uso de fertilizantes químicos y los efectos negativos que puede tener su uso excesivo. También revisamos con ellos cómo afecta el pH en el suelo agrícola, cuáles son los fertilizantes adecuados, los momentos correctos para aplicar enmiendas, entre otros temas”, puntualiza Felipe.
Finalmente, el técnico de Cultivando un México Mejor recomienda a los productores que “si no son ganaderos, dejen la paja o rastrojo en la superficie de la parcela; remarquen surcos y eviten mover demasiado el suelo; cuiden que la parcela no se encharque; hagan análisis de suelo y apliquen la nutrición necesaria para el cultivo que se estableció”. De esta manera, señala, estarán encaminándose a una agricultura más sustentable que les permitirá cuidar y mejorar sus suelos, a la vez que su producción.
Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)
Parcela con residuos de cosecha como cobertura. (Foto: CIMMYT)
Los altos costos de los insumos agrícolas que se observan en la actualidad, principalmente de los fertilizantes, ha hecho que entre muchos productores mexicanos impere un ambiente de desánimo por las bajas ganancias que se obtendrían con las cosechas que se obtengan del presente ciclo agrícola.
Una alternativa para minimizar el impacto del aumento en el costo de los fertilizantes es aprovechar los beneficios de mantener los residuos de la cosecha anterior (rastrojos) como cobertura del suelo. Esta es una de las prácticas que más ha investigado el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y que, por sus beneficios comprobados, se promueve en el marco de diversos proyectos, como Agriba Sustentable, impulsado por PepsiCo México, Grupo Trimex y el CIMMYT.
“Dejar el rastrojo como cobertura del suelo sirve como una protección natural contra la erosión y también se ha documentado que contiene una cantidad significativa de nutrientes que regresan al suelo durante su descomposición. Con estas aportaciones podemos dejar de depender del 100 % de la fertilización inorgánica”, comenta el equipo que brinda acompañamiento técnico a los productores participantes de Agriba Sustentable en el Bajío mexicano.
“El rastrojo puede aportar 35 % de nitrógeno, 12 % de fósforo, 80 % de potasio y hasta 95 % del calcio de la cantidad total que aplicamos de fertilizante en nuestros cultivos. Como vemos, el rastrojo tiene un gran valor y lo podemos aprovechar para el cultivo del ciclo siguiente. Estos datos son importantes porque las prácticas comunes que realizan los productores es empacarlo para forraje o, simplemente, quemarlo —práctica que en lo últimos años ha disminuido considerablemente— para dejar limpia la parcela, sin saber el verdadero valor monetario que tienen en sus parcelas gracias al rastrojo”, enfatizan.
De hecho, de acuerdo con una estimación elaborada por el Hub Bajío del CIMMYT, el rastrojo de 13,5 toneladas de maíz por hectárea sería equivalente a fertilizantes con un valor aproximado de entre 15 y 16 mil pesos por hectárea.
Además de reducir el impacto al medioambiente por la quemas agrícolas, el valor del rastrojo tiene un equivalente monetario. En este sentido, aprovecharlo como cobertura del suelo es una alternativa viable y pertinente para los productores de Agriba Sustentable y de México en general.
Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Productor participante en proyecto de abastecimiento responsable de trigo en el norte de México, implementando agricultura de conservación. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
La planeación estratégica es fundamental para el buen desempeño de cualquier empresa y en el sector agrícola no es la excepción. Al producir un cultivo, la mayor rentabilidad se obtiene incrementando ingresos y reduciendo costos, por lo que el productor debe enfocarse en lo que puede controlar, de acuerdo con los recursos disponibles, lo que reducirá la posibilidad de pérdidas derivadas de imprevistos, por lo tanto, hay que iniciar a planear la próxima siembra desde que se comienza a cosechar un cultivo.
Entre las recomendaciones que puede implementar el productor para optimizar costos y hacer más eficientes los recursos se encuentra el aprovechamiento del rastrojo. Usarlo para cubrir, nutrir y mejorar el suelo permitirá incrementar la materia orgánica, facilitar el manejo del riego y regular la temperatura, pero sobre todo ahorrar en fertilizantes nitrogenados.
En parcelas de productores de maíz vinculados a Grupo Ceres —organización que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para la promoción de prácticas sustentables en el norte de México— se han registrado ahorros de hasta 78 kilos de nitrógeno o su equivalente a 169 kilos de urea que, bajo el panorama actual, esa cantidad de fertilizante equivale a un ahorro efectivo de aproximadamente tres mil quinientos pesos (3 500 MXN).
Otras recomendaciones son el adecuado análisis de suelo —este hará posible determinar los elementos de corrección que tendrán que aplicarse— y la inversión en semillas de mayor calidad. Y ya que la elección del híbrido a sembrar no es una decisión fácil de tomar, se deben considerar híbridos adaptables a cada región, resultados de parcelas demostrativas en las que se mide el rendimiento, semillas sanas y estables que permitan obtener una buena calidad de cosecha, así como una mayor eficiencia en el uso del fertilizante.
Por supuesto, no hay que dejar de lado la asesoría de los expertos, ya que prevenirse y generar una estrategia de siembra será fundamental para alcanzar el éxito. Invitamos a los productores a que recurran a los expertos de Semillas Ceres y el CIMMYT, quienes los asesorarán adecuadamente para una producción rentable y sustentable.
Trituración de residuos de cosecha previo a siembra de materiales híbridos de maíz amarillo en camas permanentes, en el ciclo otoño-invierno 2017-18, en la plataforma de investigación Culiacán, en Sinaloa, México. (Foto: Jesús Ignacio Madueño/UAS)
Trituración de residuos de cosecha previo a siembra de materiales híbridos de maíz amarillo en camas permanentes, en el ciclo otoño-invierno 2017-18, en la plataforma de investigación Culiacán, en Sinaloa, México. (Foto: Jesús Ignacio Madueño/UAS)
Con una superficie aproximada de 500 mil hectáreas de maíz, Sinaloa es el principal productor de esta gramínea en México. La mayoría de esta superficie se siembra con maíz blanco, variedad que llega a ocupar hasta el 99 % del área sembrada con maíz, mientras que solo el 1 % se siembra con maíz amarillo.
El maíz blanco se usa principalmente para el consumo humano, mientras que el maíz amarillo está destinado a la alimentación de animales o usos industriales. La preferencia de sembrar maíz blanco provoca que en algunos años los productores tengan problemas para asegurar la venta de su cosecha. En contraste, la industria local prefiere el maíz amarillo, principalmente para satisfacer sus necesidades de materia prima para la elaboración de alimento forrajero.
La agricultura que se practica en la región donde se encuentra la plataforma de investigación Culiacán —donde colaboran la Universidad Autónoma de Sinaloa y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— es intensiva, con uso de semillas mejoradas, un alto consumo de insumos —lo que provoca altos costos de producción y afectaciones al medioambiente— y con sistema de riego, pero con un abastecimiento de las presas de riego inseguro.
Por lo anterior, es necesario buscar cultivos que usen menos agua. Si se pueden encontrar materiales amarillos con un buen rendimiento, entonces se tendría una opción para ciclos con menos disponibilidad de agua.
Así, en la plataforma de investigación se han establecido diferentes ensayos, entre ellos, la evaluación de híbridos de maíz amarillo con alto potencial de rendimiento —en camas permanentes y dejando el rastrojo en la superficie—, o el ensayo de la validación del sensor GreenSeeker® para el diagnóstico de una fertilización más eficiente y sustentable, principalmente con relación al uso de los fertilizantes nitrogenados.
Aunque aún es necesario seguir evaluando materiales por más tiempo para determinar los más rendidores, derivado de estos ensayos se ha observado que el rendimiento de los híbridos de maíz amarillo demuestra que sí existen materiales en el mercado capaces de competir con los híbridos de maíz blanco. Además, dado que los materiales de maíz amarillo de la región suelen ser hasta 25 días más precoces que los blancos, es posible disminuir un riego.
Con respecto a los costos de producción, en la plataforma de investigación se lograron buenos rendimientos en camas permanentes, comparables a la media regional. La utilidad promedio de todos los materiales de maíz amarillo en camas permanentes fue de un poco más de 16 mil pesos (16 413 MXN) por hectárea. Además, el mayor rendimiento se logró en el tratamiento de más baja densidad de semilla (93 100 semillas por hectárea), mientras que el costo por este concepto fue el más bajo en este tratamiento.
Cultivo de trigo en Texcoco, Estado de México. Foto: Fernando Morales/CIMMYT
Cultivo de trigo en Texcoco, Estado de México. Foto: Fernando Morales/CIMMYT
El trigo es uno de los cultivos más importantes para la seguridad alimentaria global. El aumento de su rendimiento en los últimos 60 años ha sido invaluable para este propósito, permitiendo que los precios de este grano básico se mantengan en niveles razonables.
Los cambios tecnológicos, el clima, las variedades de trigo mejoradas y el mejoramiento mismo, así como las prácticas agronómicas, son algunos de los factores considerados en el análisis, en el que también es posible revisar el papel que ha tenido el uso de los fertilizantes, particularmente los nitrogenados que aumentaron constantemente y que han conducido, debido a su uso ineficiente, a las floraciones de algas en el Golfo de California, un serio problema ambiental derivado de prácticas agrícolas no sustentables.
Con respecto a los beneficios referentes a costos, energía y sostenibilidad que brinda la siembra en camas permanentes (labranza cero) con retención de rastrojos —sistema conocido como agricultura de conservación—, el documento menciona que estos han sido claramente demostrados por investigaciones previas; sin embargo, puntualiza que la adopción de esta práctica sigue siendo limitada.
Por otro lado, el estudio señala que la disponibilidad de agua es un importante problema de sostenibilidad en los sistemas de riego: “el agua para la agricultura será más escasa con el crecimiento de la población en el estado de Sonora. Existen opciones para gestionar mejor la escasa agua de riego; sin embargo, es posible que el trigo no pueda competir a largo plazo por el agua con cultivos como verduras y frutas”.
Aunque la sostenibilidad se extiende más allá de los campos cultivados, en general es probable que el trigo siga siendo el cultivo principal durante otro período de 20 años en el Valle de Yaqui, pero el cierre de la brecha de rendimiento se está volviendo limitado.
“Es probable que la sostenibilidad biofísica del sistema de cultivo de trigo del Valle del Yaqui mejore a través de una mejor gestión de los fertilizantes nitrogenados. Las mejoras también son posibles a través de una mayor diversidad de cultivos, la gestión integrada de las amenazas bióticas y la aceptación de la labranza cero, la retención de residuos y el tráfico controlado”, concluye el estudio.
La productora Soledad Chávez Pineda muestra su cultivo de chícharo en el municipio de Magdalena Apasco, en Oaxaca, México. (Foto: Carlos Barragán/Agricultura Familiar y Agronegocios)
La productora Soledad Chávez Pineda muestra su cultivo de chícharo en el municipio de Magdalena Apasco, en Oaxaca, México. (Foto: Carlos Barragán/Agricultura Familiar y Agronegocios)
Siempre es un buen momento para dirigir los reflectores hacia la agricultura de pequeña escala, conocer las estrategias que han implementado para lograr que sus unidades de producción sigan vigentes a pesar de las condiciones adversas en las se están desarrollando. La actual crisis de fertilizantes químicos, por ejemplo, es una oportunidad para construir una agricultura más sustentable.
El incremento en el precio de los fertilizantes —producto del conflicto entre Ucrania y Rusia, uno de los mayores productores de fertilizantes del mundo— ya ha impactado en el precio de los alimentos y está afectando la economía de muchas familias en México y otros países.
Ante este contexto, es importante conocer y difundir las diferentes alternativas que existen para hacer frente a esta crisis. El cultivo de leguminosas —por su capacidad para fijar nitrógeno—, el uso de fertilizantes orgánicos como compostas, abonos verdes, entre otros, son prácticas útiles en este sentido.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, en el estado de Oaxaca solo el 3% de la superficie agrícola es fertilizada con abono orgánico, pero en el Valle de Etla, donde está el municipio de Magdalena Apasco, esta cifra sube a 37%.
¿Qué pasa con el resto de la superficie? Si se suma la fertilización orgánica y química entonces en Oaxaca el 83% de la superficie agrícola queda sin fertilizar —37% para el caso del Valle de Etla—. Esto muestra la necesidad de implementar estrategias para la recuperación y mejoramiento de la fertilidad de los suelos.
En Magdalena Apasco, como en otros lugares de Oaxaca y del país, la elaboración y suministro de bioinsumos ha tenido un impacto bajo por diversos factores socioculturales —como la limitada disponibilidad de mano de obra y el hecho de que el 52% de los productores de maíz del estado son adultos mayores—, pero con las leguminosas ha sido el caso contrario.
Entre las razones de este hecho está que las leguminosas, sobre todo aquellas que pueden cosecharse en verde —como los chícharos, las habas o los ejotes—, permiten que las familias generen ingresos de manera previa a la cosecha del maíz.
El productor Alfonso Romo en su parcela en el Valle del Mayo, Sonora, México. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)
El productor Alfonso Romo en su parcela en el Valle del Mayo, Sonora, México. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)
Alfonso Romo es un productor de trigo y cártamo en el Valle del Mayo, una de las zonas agrícolas más representativas del estado de Sonora, en México. Él es parte de la segunda generación de una familia de agricultores y, de los 34 años que lleva siendo productor de tiempo completo, hace alrededor de doce que incursionó en la práctica de la agricultura de conservación.
El productor comenzó a practicar ese sistema de producción “buscando cómo bajar los costos sin perder las producciones que ya se tenían. Y así nos empezamos a involucrar. Poco a poco hemos ido aumentando el área sembrada con agricultura de conservación. Hemos tenido dificultades en el camino para llegar a producir lo mismo que con la agricultura convencional, pero hemos visto los beneficios y buscamos incrementar la superficie con este sistema sustentable”, comenta.
La agricultura convencional en la región implica mucho movimiento del suelo y la aplicación de altas dosis de fertilizantes, pero a través de la adopción de prácticas sustentables de la mano del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), Alfonso comenta que se ha dado cuenta que “no necesitamos tirar todo el fertilizante como se hace normalmente en la agricultura convencional. Podemos bajar las dosis, bien respaldados con un análisis de suelo, con el uso de sensores ópticos y drones”.
“Hemos aprendido mucho y este año logramos producir lo mismo que estamos produciendo con agricultura convencional, pero con menos cantidad de fertilizante — hasta 100 unidades de nitrógeno menos—. Con los costos de los fertilizantes como están, ha sido un gran ahorro: en los lotes donde aplicamos todas las prácticas sustentables tuvimos ahorros de fertilizantes desde un 30 hasta un 40%”, puntualiza Alfonso.
Para el productor, los sensores ópticos han sido una pieza clave para optimizar la aplicación de fertilizantes: “Así como nos dio las lecturas se fue aplicando el fertilizante y tuvimos muy buenos resultados. No sobrefertilizamos y tuvimos producciones excelentes. Las sobrefertilizaciones van y terminan en el mar. Y en estos momentos además tiene mucho que ver con la economía, con el costo de los fertilizantes”.
El ahorro en fertilizantes no es el único: “En cuestión de trabajos, como en las 50 hectáreas donde hemos implementado agricultura de conservación ya no se mueve el suelo, hemos tenido más ahorros, un ahorro del costo total de producción de entre 10 y 14%”.
Dejar de mover el suelo y cubrirlo con residuos de la cosecha anterior ha tenido beneficios adicionales para el productor, quien manifiesta que otro de los problemas que tenía en sus lotes era la poca materia orgánica; sin embargo, “con el rastrojo dejas protegida la tierra todo el verano y las malezas no salen tan fácil. Y al momento de las siguientes siembras uno va a tener mayor captación de agua y mayor duración de la humedad. Esto con los años ayuda a subir la materia orgánica y las producciones”, comenta.
Por los diversos beneficios observados, el productor continúa implementando prácticas sustentables. Actualmente está rotando cultivos y manifiesta que ha tenido buenas experiencias con el cultivo del ajonjolí y con diversas prácticas que ha aprendido para optimizar el riego. Por esta razón, menciona, desea ir aumentando la superficie cultivada con agricultura de conservación.
“Hemos logrado cosas muy buenas, hemos batallado en otras, pero ahí vamos. Mi invitación es que los productores se acerquen con la gente que sabe de esto, que se asesoren un poco y aprendan, ir aprendiendo poco a poco y van a ver los beneficios de la agricultura de conservación, no se van a arrepentir”.
Finalmente, Alfonso comenta que más allá del beneficio económico, la adopción de prácticas de agricultura sustentable responde a los grandes desafíos de la humanidad: “Un reto que tenemos es el clima. Cómo nos ha estado cambiando, la escasez de lluvias, los fríos intensos en ocasiones y la falta de frío en otros momentos exige también que cambiemos nuestros sistemas de producción”.
Prácticas de agricultura de conservación implementadas en una parcela de Guanajuato, México. (Foto: CIMMYT)
Prácticas de agricultura de conservación implementadas en una parcela de Guanajuato, México. (Foto: CIMMYT)
Hoy, ante el elevado costo de los fertilizantes, es muy importante que los productores apliquen los nutrientes en la cantidad, en el momento y la forma correcta. Existen además estrategias para optimizar el uso de los fertilizantes. Una de ellas es, mediante análisis de suelos en parcelas —con una ubicación estratégica—, generar mapas de fertilidad y recomendaciones puntuales para fertilizar de manera adecuada.
Los mapas de fertilidad permiten visualizar, incluso a nivel de municipios, la situación particular de la fertilidad de los suelos. Esta es información valiosa para generar mezclas diferentes para cada zona o región, de acuerdo con las necesidades específicas de cada una.
Normalmente la oferta comercial de fertilizantes no considera estas necesidades particulares, pero “un ejemplo de lo importante que es generar una mezcla diferente para cada zona es que si aplicamos fósforo a una que ya tiene mucho fósforo, creamos un banco de este nutriente y podemos generar un bloqueo de zinc. Esto puede desfavorecer los rendimientos”, comenta Francisco Buenrostro, técnico del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en la región de El Bajío, en México.
Dependiendo de los resultados que arroje el análisis de suelo hay otras opciones y áreas de oportunidad para realizar una fertilización balanceada. El suministro de nutrientes en forma foliar, el uso de sensores ópticos o la aplicación de yeso agrícola —que se considera un mejorador de suelos— son algunos ejemplos.
Desarrollar e implementar estrategias de fertilidad integral permite, además de ahorrar en el tema de fertilizantes, tener otros beneficios: “También podemos impactar en la calidad del grano porque al aplicar nutrientes en los momentos adecuados es posible incrementar significativamente los niveles de proteína, en el caso del grano de trigo esto se logra con la aplicación de nitrógeno en el momento adecuado”, menciona Francisco.
Al comparar el esquema convencional de fertilización contra la propuesta de fertilidad integral en las parcelas demostrativas de El Bajío, donde se ha implementado la estrategia,se ha encontrado que con las prácticas para optimizar el uso de fertilizantes ha habido un incremento de la producción de hasta 15%, lográndose reducir la cantidad de aplicación de fertilizantes entre 30 y 40% por tonelada producida.
En un contexto como el actual, donde los conflictos y el cambio climático imponen nuevos retos a la producción agrícola, estrategias como esta merecen ser consideradas para replicarse y escalarse en beneficio de los agricultores y de la sociedad en general.
El Parral, Chis.- “Aprendimos a usar el fertilizante, porque antes lo hacíamos tirándolo nada más”, dice el productor de maíz Víctor Ruíz Gutiérrez, de la colonia Jericó, municipio de El Parral, Chiapas, para comenzar su testimonio sobre cómo él y su familia se han involucrado en la Agricultura Sustentable y han obtenido resultados alentadores.
A través del proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche que impulsan Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), don Víctor ha recibido capacitación y el acompañamiento técnico adecuado que le han permitido mejorar su sistema de producción agrícola.
“Hemos ido a las plataformas de la Concordia, de Coita y a Texcoco, a Querétaro, a Guanajuato y todo lo que nos han enseñado allá sobre agricultura lo hemos venido a compartir con la familia y ya ellos también se están involucrando para aportar a la parcela”, comenta don Víctor, para quien los aprendizajes de esos viajes se han convertido en una nuevaforma de hacer agricultura porque, dice, antes quemaban, sufrían de plagas y no sabían qué hacer porque no conocían de los pronósticos del tiempo para la siembra, ni de otras prácticas que les permitieran hacer frente a la variabilidad del clima.
“Desde que ya empecé a trabajar con la asesoría de los técnicos del proyecto nos enseñaron en qué fechas sembrar y cómo va a ser el pronóstico de las lluvias. Aquí sufríamos de una enfermedad con la que se morían las plantas, pero ya vamos saliendo poco a poco y nos están apoyando con una sembradora, pero sin la asesoría difícilmente hubiéramos salido adelante”, comenta el productor.
Para don Víctor la Agricultura Sustentable le ha representado mejores rendimientos: estima que con las nuevas prácticas —que incluyen la conservación del rastrojo como cobertura del suelo y la diversificación de cultivos— estará cosechando hasta siete toneladas y media de maíz en el presente ciclo y hasta tres toneladas y media de cacahuate en el siguiente.
Además de la mejora en rendimientos y la disminución de costos de producción, don Víctor se siente entusiasmado por estar realizando una agricultura más amigable con el medioambiente y sobre todo por los aprendizajes que ha obtenido a través del proyecto: “el técnico Juan Diego López Durante nos ha invitado a eventos de capacitación, eso es lo que nos va a hacer que seamos productores innovadores y que obtengamos mejores rendimientos. Por eso agradezco al proyecto de Walmart y el CIMMYT porque estamos saliendo adelante”.