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El maíz criollo en rotación con frijol, gran opción para la Mixteca Poblana

Maíz nativo cultivado con prácticas sustentables. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Maíz nativo cultivado con prácticas sustentables. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

En la Mixteca Poblana la mayoría de los agricultores siembran maíces y frijoles criollos para el autoconsumo. El rendimiento promedio de maíz, sin embargo, es bajo —de 0.8 a 1.3 toneladas por hectárea (t/ha)— y, adicionalmente, se reporta que cada ciclo aproximadamente el 50 % de la superficie sembrada termina siniestrada (SIAP, 2021).

Los bajos rendimientos se deben principalmente a la escasez de lluvia, a los suelos degradados y a la prevalencia de prácticas convencionales —como labranza excesiva y remoción del rastrojo (el cual se emplea para alimentar ganado caprino)— que contribuyen a la degradación de los suelos.

Para generar opciones que permitan a los agricultores de esta zona incrementar el rendimiento y la rentabilidad del maíz y el frijol y, al mismo tiempo, conservar y mejorar el suelo, en la plataforma de investigación Molcaxac —donde colaboran el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario no. 305 (CBTA 305) y CIMMYT— se evalúan distintos tipos de labranza y manejos de residuos, a fin de identificar aquellas prácticas que le ayuden a los agricultores a superar las principales limitantes del rendimiento del cultivo del maíz en la región.

Considerando que en la región es más aconsejable sembrar maíz criollo que maíz híbrido —su mayor adaptación a las condiciones del clima y los suelos de esta zona específica ha contribuido a que su rendimiento promedio sea mayor—, destaca que tras seis años de evaluación el rendimiento promedio de maíz criollo es mayor al rotarlo con frijol (1.7 t/ha) que al tenerlo como cultivo único (monocultivo) (1.1 t/ha).

Con respecto al rendimiento promedio de grano de maíz, este fue mayor (0.92 t/ha) con labranza mínima —siembra directa con aporque en V8— que con labranza convencional —barbecho, dos pasos de rastra, surcado y aporque— (0.69 t/ha); y también mayor en camas permanentes —otra forma de reducir la labranza— (1.31 t/ha) que de la forma convencional (0.64 t/ha).

Adicionalmente, sembrar en camas permanentes dejando el rastrojo sobre la superficie del terreno resultó en un incremento en el rendimiento y, por tanto, de los ingresos —para el caso de esta evaluación, en el orden de los tres mil pesos por hectárea (2,924 MXN/ha) —. Además, al solo hacer reformación de camas (800 MXN/ha) y manejo de rastrojo (350 MXN/ha), los costos de producción disminuyeron (2,950 MXN/ha) al evitar dos pasos de rastra, barbecho, surcado y primera labor lo cual hace que, en promedio, en la zona los tratamientos con camas permanentes sean casi seis mil pesos (5,900 MXN/ha) más rentables que la práctica convencional.

En suma, usando en conjunto los tres componentes básicos de la agricultura de conservación —labranza mínima, cobertura del suelo con rastrojo y diversificación de cultivos— el rendimiento promedio de maíz criollo fue mayor (1.7 t/ha) que con labranza convencional (0.7 t/ha) durante seis años de evaluación.

El presente, forma parte de los Avances en Agricultura Sustentable. Resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-2021, de CIMMYT, editado en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía de CGIAR.

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Cuando las sequías se presentan, esta tecnología puede hacer la diferencia

La Mixteca de Oaxaca (México) es, en general, una región árida. Ahí, la variabilidad climática es notable y las sequías se han agudizado en años recientes. Hacia el primer bimestre de 2023, por ejemplo, de los 150 municipios de Oaxaca declarados por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) con algún grado de sequía, 100 eran de la Mixteca —86 de ellos con sequía severa—. Dadas las afectaciones a las cosechas, la de 2023 es considera como una de las sequías más severas registradas para esa región.

La Mixteca se caracteriza por el deterioro de sus recursos naturales —presenta severos problemas de deforestación—, principalmente el suelo y la vegetación, lo que repercute en la baja producción de los cultivos. Este problema se relaciona con los sistemas de producción convencionales, basados en el monocultivo, extracción de residuos agrícolas (rastrojos) y manejo del suelo, a lo que se suma la escasa y errática distribución de la lluvia.

"El corazón de la Mixteca! o "Cerro de los Corazones", muestra los efectos de la severa erosión de la región. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
«El corazón de la Mixteca», o «Cerro de los Corazones», muestra los efectos de la severa erosión de la región. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Una tecnología sustentable validada para esta región de México, particularmente útil para tiempos de sequía, es la inclusión del rastrojo en labranza mínima. “Comparada con la labranza convencional —un barbecho a 30 cm de profundidad más un paso de rastra a 10 cm— sin rastrojos, la retención de estos residuos de cosecha en labranza mínima —roturación del suelo con subsuelo de tres ganchos a una profundidad de 40 cm— incrementó el rendimiento de maíz criollo 208 kilogramos por hectárea en promedio”, señalan los responsables de la plataforma de investigación Yanhuitlán.

La de Yanhuitlán forma parte de una red de plataformas impulsada por CIMMYT —centro de investigación internacional basado en México que busca consolidar sistemas agroalimentarios sustentables y resilientes— y sus colaboradores, la cual constituye una de las más grandes e importantes redes de investigación agronómica a nivel global.

Los resultados consistentes de seis años de investigación en la plataforma de Yanhuitlán indican que la labranza mínima dejando los residuos en campo es “una alternativa viable para la región de la Mixteca. El beneficio de esta labranza en mantener más humedad disponible para el cultivo se expresa más durante los periodos de sequía, como en 2019 cuando el rendimiento fue de 2.2 toneladas por hectárea en labranza mínima contra 680 kilogramos por hectárea en labranza convencional”, mencionan los investigadores.

Don Abundio, productor de Oaxaca, muestra el rastrojo que usa como cobertura en su parcela, práctica que se ha validado en plataformas de investigación en el marco de la metodología del Hub. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Don Abundio, productor de Oaxaca, muestra el rastrojo que usa como cobertura en su parcela, práctica que se ha validado en plataformas de investigación en el marco de la metodología del Hub. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Con respecto al costo de producción, este “fue 800 pesos por hectárea (800 MXN/ha) menor que el de la labranza convencional (2,000 MXN/ha) y registró una utilidad neta promedio de un poco más de 12 mil pesos por hectárea ($12,045 MXN/ha), contra los cerca de 11 mil pesos por hectárea ($10,846 MXN/ha) de la labranza mínima. Así, la inclusión del rastrojo —cuyo valor está estimado en cerca de $3,500 MXN/ha en la región— incrementaría la utilidad neta promedio de la labranza convencional a $14,346 MXN/ha”, puntualizan.

Por estos resultados consistentes, y por ser particularmente útil en tiempos de sequía, la labranza mínima dejando los residuos es una de las tecnologías que forman parte del #MenúTecnológicoSostenible de Oaxaca.

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Aquí se buscan y difunden alternativas para mejorar los rendimientos de maíz en el Valle de Toluca

Maíz cultivado con mínima labranza y aprovechando los residuos de cosecha como cobertura del suelo. (Foto: CIMMYT)
Maíz cultivado con mínima labranza y aprovechando los residuos de cosecha como cobertura del suelo. (Foto: CIMMYT)

La región del Valle de Toluca, en general, presenta un buen potencial productivo de sus suelos. Allí, el principal cultivo es el maíz, del que anualmente se siembra en temporal una superficie de 80,700 hectáreas con un rendimiento promedio de 3,9 toneladas por hectárea (t/ha) (SIAP, 2021).

Aunque en la región hay diversas problemáticas que afectan la producción —como la presencia de teocintle, considerado una maleza; el deterioro de la fertilidad del suelo, la falta de forraje para ganado que complementa la actividad agrícola en la región, y los altos costos de producción—, el rendimiento se limita particularmente por la presencia de heladas y el acame del cultivo debido a fuertes vientos y granizadas durante el periodo de lluvias.

Para brindar a los agricultores de la región opciones para hacer frente a esta situación, especialistas de CIMMYT han estudiado, en la plataforma de investigación Metepec  —la cual opera desde 2014 y está en la estación experimental de CIMMYT en el Valle de Toluca, al poniente del Estado de México— los efectos de diferentes prácticas agronómicas a fin de identificar con cuál de ellas hay mejores rendimientos.

En la plataforma se ha estudiado la labranza convencional —que en la región incluye rastra, nivelación y siembra en plano, aporque en V5-V6—, camas con labranza convencional —rastra, nivelación y formación de camas—, las camas permanentes y las camas permanentes con labranza vertical. Aunque se ha observado que el rendimiento del maíz en monocultivo sembrado con labranza convencional es similar al obtenido con agricultura de conservación, este sistema de producción sustentable presenta amplios beneficios para la región. Así, las camas permanentes, que son una forma de reducir la labranza del suelo, ayudan a mejorar el manejo del agua y a disminuir la compactación del suelo mediante el tráfico controlado, lo que se traslada a suelos con mejores propiedades.

En contraste, diversos resultados de la plataforma confirman que la labranza convencional es una de las principales causas de la degradación de los suelos en la región. Barbechar o rastrear el suelo hace temporalmente más fácil sembrar, pero, a largo plazo y dependiendo de las condiciones agroecológicas de los sistemas de producción, puede causar graves efectos en la pérdida de la calidad del suelo.

Con respecto al costo de producción promedio de 2017 a 2019, este fue mayor con labranza convencional (18,300 MXN/ha) y menor en camas permanentes con todos los residuos de cosecha sobre el terreno (17,900 MXN/ha). Sin embargo, aún falta identificar las mejores vías para que los productores de la región consideren más ampliamente las camas permanentes ya que, actualmente, el rastrojo en la región se vende en 6,000 MXN/ha, lo cual es un valor mayor a lo que se puede ahorrar en costos de producción con las camas permanentes, aunque en detrimento de las propiedades del suelo.

La presente información forma parte de los Avances en agricultura sustentable: resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-2021, integrados en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía.

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Tecnologías agrícolas validadas para el norte y sur de México

Plantas de trigo cultivadas con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Plantas de trigo cultivadas con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

Para lograr una agricultura sustentable es fundamental transitar de enfoques basados en la “receta” o prescripción de prácticas genéricas —que muchas veces no han sido validadas o adecuadas para cada tipo de agricultor— a uno que ofrezca a los productores opciones para tomar las mejores decisiones en sus parcelas, adoptando solo aquellas tecnologías validadas y que en su zona pueden mejorar la producción de una manera sustentable.

Este enfoque culturalmente pertinente para impulsar la transición a una agricultura sustentable es promovido por CIMMYT y sus colaboradores como menús tecnológicos, que son el resultado de los trabajos de investigación desarrollados en plataformas, módulos de innovación y áreas de extensión —como parte de una metodología para gestionar la innovación llamada hub—. Esto significa que, a través de los distintos proyectos que CIMMYT y sus colaboradores impulsan, solo se promueven tecnologías que cuentan con evidencia sólida para ser recomendadas.

Recientemente, investigadores de CIMMYT —centro de investigación científica internacional que busca consolidar sistemas agroalimentarios sustentables, productivos y resilientes basados en maíz, trigo y cultivos asociados— integraron menús actualizados de tecnologías validadas para dos regiones y sistemas de producción: trigo de riego para Sonora y maíz para Oaxaca, respectivamente.

Ambos menús son relevantes en el contexto agrícola actual: el estado de Sonora es la principal región de producción de trigo en el país, con un sistema de altos rendimientos que depende, igualmente, de un alto uso de insumos. Oaxaca, por su parte, presenta una gran variedad de zonas agroecológicas definidas por la combinación de diferentes climas y suelos, los cuales determinan el nivel de expresión de la capacidad productiva de variedades nativas —locales e introducidas— y mejoradas de maíz en cada zona.

En el caso de Sonora, el menú tecnológico ha sido desarrollado por el Hub Pacífico Norte de CIMMYT que, junto con sus colaboradores en la región han instalado tres plataformas de investigación: Cajeme I y II en la estación de CIMMYT en Ciudad Obregón, y Navojoa en las instalaciones del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) en Navojoa.

Entre las prácticas y tecnologías estudiadas en estas plataformas destacan las camas permanentes, rotaciones diversas, cobertura del suelo con residuos de cosecha —prácticas asociadas con la agricultura de conservación, un sistema que en esta región reporta rendimientos promedio de 1,3 toneladas por hectárea más que el sistema convencional—, fertilización enterrada, control de plagas con productos de bajo impacto ambiental, uso eficiente de agua, entre otras.

Para el caso de Oaxaca, las plataformas de investigación fueron instaladas por el Hub Pacífico Sur del CIMMYT y colaboradores en dicho estado. Estas son: San Francisco Lachigoló en Valles Centrales, Santo Domingo Yanhuitlán en la región de la Mixteca, San Miguel Tlacamama en la Costa, San Juan Cotzocón en el Papaloapan, Santa María Teopoxco en la Cañada, y Tamazulapam del Espíritu en la Sierra Norte, respectivamente.

Aquí, las prácticas y tecnologías investigadas han sido la labranza mínima con retención de residuos, la milpa intercalada con árboles frutales en combinación con agricultura de conservación, distintos arreglos topológicos y densidades de siembra, diversificación de cultivos, entre otras.

Estos menús tecnológicos desarrollados por CIMMYT y sus colaboradores contribuyen además a dos grandes iniciativas de CGIAR —consorcio de centros de investigación internacionales del que forma parte CIMMYT—: Excelencia en Agronomía y AgriLac Resiliente. Te invitamos a conocer más de estas iniciativas y los detalles de estos menús tecnológicos a través del Boletín EnlACe de CIMMYT, y en redes sociales a través de @ACCIMMYT y el hashtag #MenúTecnológicoSostenible.

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Los gases de efecto invernadero y la vida en el planeta

Suelo con mayor humedad y contenido de materia orgánica como efecto de la agricultura de conservación. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Suelo con mayor humedad y contenido de materia orgánica como efecto de la agricultura de conservación. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

Mucho se habla de los gases de efecto invernadero (GEI) y de su impacto ambiental, pero, ¿qué son estos gases y cómo impactan a la vida en el planeta?

Los GEI son componentes gaseosos en la atmósfera que tienen la capacidad de absorber y emitir radiación térmica. En otras palabras, se trata de gases que actúan como una especie de cristal que envuelve a la Tierra, absorbiendo y reteniendo el calor del Sol, justo como ocurre en un invernadero. Así, parte de lo que hace que la Tierra sea habitable es, precisamente, su efecto invernadero natural, el cual la mantiene en un promedio amigable de 15 °C —temperatura media actual del planeta—.

Como vemos, el efecto invernadero no es por sí mismo un fenómeno dañino, por el contrario, es fundamental para que la vida en el planeta se mantenga pues, de otra manera, la Tierra estaría expuesta al frío del espacio y la vida como la conocemos no podría prosperar. De hecho, el efecto de calentamiento del dióxido de carbono —uno de los principales gases de efecto invernadero— ayuda a estabilizar la atmósfera terrestre. Al quitar el dióxido de carbono, el efecto invernadero de la Tierra colapsaría y la superficie del planeta sería unos 33°C más fría.

El problema con los GEI entonces es el desequilibrio causado, en gran medida, por las actividades humanas que los han hecho aumentar descontroladamente, contribuyendo así al calentamiento global y agudizando los efectos de la variabilidad climática. El calentamiento excesivo puede desencadenar eventos climáticos extremos, afectando ecosistemas, patrones de lluvias y niveles del mar, entre otros impactos.

Con respecto a las contribuciones de GEI, se estima que cerca del 75 % de las emisiones globales de estos provienen de actividades humanas, particularmente del sector energético —incluyendo la quema de combustibles fósiles—, por el cambio de uso de suelo —incluyendo deforestación—, el transporte y el sector agropecuario, el cual se estima podría ser el responsable de hasta el 39 % de las emisiones.

El dióxido de carbono (CO2) que resulta de la quema de combustibles fósiles y cambios en el uso del suelo, el metano (CH4) que se libera durante la fermentación entérica de los rumiantes y en la gestión de estiércol, así como los óxidos de nitrógeno (NOx) que resultan de la aplicación de fertilizantes nitrogenados y otras prácticas son ejemplos de procesos agropecuarios que, convencionalmente, generan GEI.

Desde CIMMYT, y a través de las diversas iniciativas que este centro de investigación científica internacional impulsa con colaboradores en distintas partes del mundo, se promueven prácticas y tecnologías agrícolas sustentables encaminadas a mitigar las emisiones de GEI, ya que estos gases, al contribuir al calentamiento global y al cambio climático, refuerzan un ciclo negativo donde, a su vez, el cambio climático afecta la producción agrícola, creando desafíos para la seguridad alimentaria.

La agricultura de conservación —particularmente a través de prácticas como la rotación de cultivos y la cobertura del suelo con residuos agrícolas—, la gestión eficiente de fertilizantes, el uso de sensores ópticos y la identificación y promoción de cultivos resistentes al clima para adaptarse a las condiciones cambiantes, son ejemplos de prácticas capaces de reducir las emisiones de GEI.

Una de las iniciativas más recientes y novedosas para identificar y promover las mejores prácticas agrícolas que les permitan a los agricultores transitar de una forma accesible hacia una agricultura sustentable es Excelencia en Agronomía —basada en la investigación científica y en resultados de una red de plataformas de investigación en México y otros países— la cual está permitiendo, entre otros temas, comprender con mayor amplitud aspectos relacionados con los GEI y la agricultura. Te invitamos a seguir a @ACCIMMYT en redes sociales, o a través del hashtag #EiA, para más información sobre esta iniciativa.

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La agricultura de conservación en la Sierra Norte de Puebla

Evento mostrando el establecimiento de arvejón como cultivo invernal. 22 de octubre de 2016. (Foto: URPROCT)
Evento mostrando el establecimiento de arvejón como cultivo invernal. 22 de octubre de 2016. (Foto: URPROCT)

La Sierra Norte de Puebla, ubicada en la zona de transición entre el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre Oriental de México, es una región caracterizada por su abrupto relieve —con pendientes muy pronunciadas, de hasta 40 %— y alta humedad. Los agricultores de esta región, en su mayoría nahuas y totonacos, cultivan maíz criollo para autoconsumo, comúnmente asociado con frijol, chile serrano, arvejón, haba, avena, ebo, calabaza, y una amplia variedad de quelites como quintonil, borraja y tomate criollo.

A pesar de los beneficios de esta diversidad de cultivos, en la región los rendimientos de maíz son bajos —de una tonelada por hectárea (t/ha) o menos— y el manejo agronómico es deficiente. Esto se refleja en altos costos de producción que se suman a los retos de la variabilidad climática, cada vez más notoria.

Para ofrecer alternativas que les permita a los productores de la región superar estos desafíos, en la plataforma de investigación Cuautempan —ubicada en la carretera federal Tetela-Cuautempan, Km 9.4, en Hueytentan, municipio de Cuautempan, Puebla— se ha investigado, desde 2016 cuando fue instalada, aspectos como densidad de población, fertilización y manejo de malezas e insectos. Esto, a partir de experimentos con base en agricultura de conservación, uso de semilla criolla e hibrida, distintas dosis de fertilización y arreglos topológicos —distribución de las plantas sobre el terreno—.

La plataforma, donde colaboran la Unión Rural de Productores de Cuautempan y Tetela (URPCT) y CIMMYT, forma parte de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica (RedAgAL) —una de las redes de investigación agrícola más grandes a nivel mundial— y, en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía del CGIAR —consorcio de centros de investigación internacionales del cual forma parte CIMMYT—, está operando y generando datos en beneficio de los agricultores locales y de todo el campo latinoamericano.

“Durante los tres primeros años de evaluación el rendimiento promedio entre la práctica convencional de la región —monocultivo de maíz  y remoción de rastrojo— y las innovaciones —cero labranza y dejar el rastrojo en la superficie del terreno— fue similar; sin embargo, en 2019 llovió 30 % menos de lo normal y entonces se notaron los beneficios de la agricultura de conservación, ya que el rendimiento con este sistema sustentable mejoró en 2,1 t/ha con respecto a la labranza convencional”, señalan los responsables de la plataforma.

Los costos de producción, con agricultura de conservación, disminuyeron cerca de 4 mil pesos por hectárea (3,975 MXN/ha). Además, las prácticas sustentables aplicadas han tenido un impacto positivo en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo. La materia orgánica, por ejemplo, ahora es mayor en las capas de 0-5 y 5-30 cm”, enfatizan los investigadores, quienes continúan investigando otros aspectos que aún requieren mayor tiempo para obtener conclusiones robustas que puedan ser compartidas con los agricultores.

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El campo en 2024, un contexto de cambio climático y El Niño

Parcela del Bajío mexicano donde se aprovecha el rastrojo como cobertura del suelo. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Parcela del Bajío mexicano donde se aprovecha el rastrojo como cobertura del suelo. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

En el comienzo del año 2024, el escenario climático presenta desafíos significativos para los sistemas agroalimentarios a nivel global. Con el fenómeno de El Niño vigente, las predicciones meteorológicas y los informes de organismos como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) señalan una continua alteración de las condiciones climáticas.

De acuerdo con la más reciente actualización de la NOAA sobre El Niño (Oscilación del Sur de El Niño o ENSO, por sus siglas en inglés), se espera que este fenómeno persista durante el invierno del hemisferio norte, con una transición a condiciones de ENSO neutral entre abril y junio de 2024, con una probabilidad del 60%. La OMM estima que este episodio de El Niño se extenderá al menos hasta abril de 2024, contribuyendo a un aumento adicional de las temperaturas en tierra y océano.

Este fenómeno, exacerbado por los niveles récord de gases de efecto invernadero, plantea amenazas considerables, incluyendo olas de calor, inundaciones, crecidas y sequías. En los últimos nueve años, las temperaturas globales han alcanzado niveles sin precedentes, y la continua concentración de dióxido de carbono en la atmósfera indica un calentamiento continuo.

De acuerdo con los principales sistemas de seguimiento meteorológico, a pesar del tránsito de El Niño a una fase neutra, se espera que en 2024 se intensifique todavía más el calor dado que las consecuencias de El Niño en las temperaturas mundiales suelen ser más importantes después de que el episodio haya alcanzado su punto álgido.

El aumento de las temperaturas y la variabilidad climática asociada a El Niño generan un riesgo significativo para la seguridad alimentaria. La sequía, en particular, se presenta como una amenaza aguda para las regiones afectadas, como Centroamérica y el sur de México. La FAO advierte sobre la necesidad urgente de adaptar los sistemas de producción agrícola a escenarios de sequías más pronunciadas, donde millones de vidas y medios de subsistencia podrían estar en riesgo.

En este contexto desafiante, CIMMYT destaca la importancia de estrategias de adaptación y mitigación, donde sistemas como la agricultura de conservación constituyen una vía probada para que los agricultores logren hacer frente a las sequías, señalan investigadores de CIMMYT.

En el contexto de un clima en constante cambio, las perspectivas para los sistemas agroalimentarios en 2024 demandan una acción concertada. El impacto de El Niño y el cambio climático no son solo desafíos futuros; ya están afectando a comunidades vulnerables. La adopción de prácticas sostenibles, como la agricultura de conservación, emerge como una estrategia crucial para enfrentar estos desafíos y garantizar la seguridad alimentaria en un mundo cada vez más inhóspito.

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Excellence in Agronomy, una iniciativa para responder a grandes desafíos de nuestro tiempo

Investigadores y productores interactuando en la plataforma de investigación de Larráinzar, Chiapas. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Investigadores y productores interactuando en la plataforma de investigación de Larráinzar, Chiapas. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

El CGIAR es una asociación mundial de investigación para un futuro con seguridad alimentaria. El quehacer científico del CGIAR está orientado a reducir la pobreza, mejorar la seguridad alimentaria y nutricional y mejorar los recursos naturales y los servicios de los ecosistemas. Su investigación la llevan a cabo 15 centros del CGIAR distribuidos por todo el mundo, incluido el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), cuya sede global se encuentra en México.

Excellence in Agronomy (Excelencia en Agronomía o EiA), es una iniciativa global que está activa en las seis regiones donde opera el CGIAR, reúne a un equipo global de más de 100 expertos, incluidos agrónomos, científicos del clima y socioeconomistas de 10 Centros del CGIAR, para responder a algunos de los mayores desafíos de nuestro tiempo: ¿cómo mejorar la salud del suelo, la resiliencia climática, el uso y la eficiencia de los recursos y, claro, cómo ayudar a los agricultores a lograr mejores rendimientos y rentabilidad?

Esta iniciativa articula los esfuerzos de institutos de investigación, empresas locales y organizaciones de agricultores. Juntos, utilizan macrodatos, análisis y plataformas digitales para ofrecer información que aumenta los ingresos, la seguridad alimentaria y la salud de los ecosistemas en las comunidades donde predomina la agricultura de pequeña escala.

Entrevistado por Lindiwe Majele, presidenta del Consejo Directivo del CGIAR, Mandla Nkomo, líder del paquete de trabajo para esta iniciativa, enfatiza que el propósito de la misma es “entregar una ciencia agronómica de buena calidad a los agricultores que la necesitan porque ellos no están interesados en lo que entregaremos dentro de 10 años, están interesados en cómo será su temporada actual”.

“En EiA, nuestra opinión es que, para los agricultores, en realidad se trata de esas 10 a 20 decisiones que deben tomar cada temporada: ¿Qué cultivo voy a plantar esta temporada? ¿Qué variedad voy a plantar? ¿Cuánto me costarán los insumos? ¿Podré obtener un beneficio, a qué rendimiento, quiénes son los compradores que vendrán a mi área y comprarán mi producto?”, aún más, “¿Qué significa para los agricultores que sea un año de El Niño? ¿Deberían seguir plantado la misma variedad que plantaron el año pasado? ¿Cuándo es probable que llueva? ¿Cuáles son las plagas con las que es probable que encuentren?”.

El enfoque de EiA es totalmente holístico y centrado en los agricultores: “Buscamos que la investigación agronómica realmente sirva a las necesidades de los productores en diferentes zonas del mundo, por eso es que, más que estudiar lo que nos interesa como investigadores, realmente nos enfocamos en las necesidades de los agricultores y qué requieren los sistemas de producción ante fenómenos como el cambio climático”, comenta Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del CIMMYT.

México es una pieza clave en esta iniciativa, la red de plataformas de investigación distribuidas por todo el país brinda cada ciclo información valiosa para afrontar los retos mencionados. Estas plataformas y los especialistas que las operan, además, forman parte de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica (RedAgAL), recientemente constituida y la cual pone a la región a la vanguardia en el marco de EiA. A través de esta, por ejemplo, se comparten aprendizajes en torno a la apropiación social del conocimiento científico, particularmente en entornos multiculturales y con énfasis en jóvenes y mujeres.

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Construyendo sistemas agroalimentarios con perspectiva de género

Fidelia González facilitando la actividad de entretenimiento para niños mientras sus madres participaban en el taller de diagnóstico para el diseño de investigación agrícola en Cuautempan Puebla, México. (Foto: CIMMYT)
Fidelia González facilitando la actividad de entretenimiento para niños mientras sus madres participaban en el taller de diagnóstico para el diseño de investigación agrícola en Cuautempan Puebla, México. (Foto: CIMMYT)

En las plataformas de investigación del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores la cocreación de la investigación se promueve desde el diagnóstico del sistema de producción agrícola que se realiza antes de empezar la investigación, donde se reconoce que la opinión de los actores locales es relevante para entender los problemas de los sistemas de producción y las posibilidades de solucionarlos.

En el año 2016, por ejemplo, con un grupo pequeño de técnicos y productores —principalmente hombres— la plataforma de Cuautempan, Puebla inició su investigación donde los temas a evaluar estaban relacionados en incrementar la productividad del cultivo de maíz —principal cultivo del sistema de producción local— y por ello se evaluaban aspectos como el uso de semilla nativa e híbrida, dosis de fertilización y arreglo topológico con base en agricultura de conservación.

“Después de siete años se concluyó esa primera fase de investigación, dando oportunidad para implementar una nueva investigación enfocada a promover sistemas agroalimentarios resilientes. Además, en el transcurso de este periodo hubo una sensibilización del equipo de investigación para comprender que la complejidad del manejo de los sistemas locales se asocia a las dinámicas del contexto social, lo cual incluye los roles de género, la migración y la participación de las mujeres en la conservación, manejo y uso de la agrobiodiversidad local”, comentan los responsables de la plataforma.

Así, durante los años 2022 y 2023 el equipo de investigación del CIMMYT se fortaleció con conocimientos para incluir metodologías con perspectiva de género en el diseño de investigación —cursos del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) y de la iniciativa Excellence in Agronomy (EiA), del CGIAR, e investigadores de la Universidad de Makerere, de Uganda—.

Derivado de lo anterior, en la plataforma se decidió desarrollar un nuevo diagnóstico para obtener una mejor comprensión de los factores limitantes del sistema de producción de la zona e identificar los temas de investigación con perspectiva de género a corto, mediano y largo plazo, de acuerdo con las productoras, productores y otros actores clave de la región para.

“Entonces se hicieron grupos focales separando a hombres de mujeres a fin de explorar si las necesidades de investigación podrían ser diferentes entre ellos. Y, efectivamente, los resultados fueron diferentes. Por ejemplo, los hombres solo mencionaron las siembras de monocultivo entre ciclos usando varios cultivos de relevo, e hicieron únicamente referencia a las variedades locales de maíz, pero no de otros cultivos. Las mujeres resaltaron los sistemas diversificados en los ciclos, e hicieron mención del sistema milpa y los árboles frutales”, comenta el equipo técnico de la plataforma.

Sobre las prácticas agrícolas también se observaron diferencias: los hombres mencionaron el manejo químico para control de plagas y fertilización. Las mujeres también lo mencionaron, pero hicieron énfasis en el manejo manual y prácticas alternativas.

Ya casi no hay trabajadores hombres, se van a trabajar a la ciudad, a veces, si no hay hombres nos organizamos entre nosotras y vamos deshierbando las parcelas entre nosotras. Si le metimos frijol es cuando se requiere más trabajo manual, en cambio sí metemos sólo maíz para matar las hierbas ya hay químicos que venden”, comento al respecto una de las agricultoras.

Sobre la jerarquización e identificación de las principales problemáticas que limitan la producción local fueron similares, pero la percepción del impacto de los problemas fue diferente: los hombres atribuían los problemas a poco apoyo del gobierno para los campesinos y, por el contrario, las mujeres discutían sobre el efecto de los problemas en la falta de alimentos y salud para sus familias.

Como resultado de este taller, señalan los responsables de la plataforma, se resolverán problemas que afectan la producción al tiempo que se implementaran prácticas y tecnologías que faciliten las labores agrícolas como la evaluación de bioinsumos en el desarrollo y rendimiento de maíz nativo, densidad de siembra en el sistema milpa —maíz, frijol y calabaza— y equipos de mecanización para deshierbe, siembra y cosecha adecuados para mujeres.

Entre otras experiencias positivas del taller, destaca la implementación de actividades de entretenimiento dirigidas a los pequeños, donde el personal del CIMMYT diseñó juegos tradicionales —memorama, loterías y serpientes y escaleras— con temática agrícola. “Esto facilitó el entretenimiento de niñas y niños mientras sus madres participaban en el taller. Estos juegos didácticos son una buena estrategia para que las mujeres de la comunidad participen activamente”, concluye Fidelia González, responsable de la plataforma.

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Entendiendo la interacción entre los sistemas agrícolas y los pecuarios

Borregos en tratamiento con pastoreo en plataforma Texcoco II, México, febrero de 2022. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Borregos en tratamiento con pastoreo en plataforma Texcoco II, México, febrero de 2022. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

De acuerdo con estimaciones de las Naciones Unidas, la agricultura, ganadería y la gestión del sistema alimenticio actual generan cerca del 23 % de los gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global y contribuyen al cambio climático.

Además del impacto ambiental, la relación entre agricultura y ganadería en términos de productividad y rentabilidad no siempre es la más adecuada: el sobrepastoreo propicia la compactación del suelo y la alimentación del ganado con rastrojo no permite conservar estos residuos agrícolas sobre la superficie, lo cual limita la posibilidad de incrementar la cantidad de materia orgánica y mejorar las propiedades del suelo.

Ya que la transición del sector agropecuario hacia sistemas más sostenibles es una tarea de primer orden de importancia, en la plataforma de investigación Texcoco II “se evalúa el efecto de manejo de rastrojo, pastoreo, cultivos de cobertura y composta sobre el desarrollo y rendimiento de maíz criollo y cebada en camas permanentes en condiciones de temporal”, señalan los investigadores responsables de esta plataforma.

Aunque las investigaciones sobre este tipo de sistemas tienen poco tiempo de haberse iniciado en la plataforma (2020) y aún no hay resultados que puedan considerarse concluyentes, sí hay tendencias sobre el tipo de agricultura que puede aportar los mejores resultados para sistemas agropecuarios en condiciones agroclimáticas como las de los Valles Altos.

Con respecto a los rendimientos de maíz, por ejemplo, los investigadores manifiestan que la sequía que se presentó de mayo a la primera quincena de julio afectó más a los tratamientos con poca cobertura de rastrojo en la superficie. En los tratamientos de camas permanentes y camas convencionales donde el rastrojo fue retenido, los rendimientos de maíz, señalan, fueron similares, sobresaliendo el rendimiento de camas permanentes y retención de rastrojo con pastoreo.

Para el caso del cultivo de cebada, aunque no hubo diferencia significativa, el mayor rendimiento (4.3 t/ha) fue el del tratamiento con camas permanentes y dejando rastrojo con pastoreo, seguido del tratamiento donde no se hizo pastoreo (3.3 t/ha). Sin embargo, cabe mencionar que “todos los tratamientos con remoción de rastrojo en camas permanentes tuvieron rendimientos menores a 1 t/ha”, precisan los investigadores.

Estos primeros resultados generados en la plataforma sobre la interacción de sistemas agrícolas y pecuarios son importantes porque aportan evidencia para comprender mejor la interacción entre sistemas agrícolas y pecuarios.

La plataforma de investigación Texcoco II (establecida en 1999, pero haciendo ajustes a sus tratamientos en 2020 a fin de responder a las necesidades regionales) forma parte de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores, la cual es una de las redes de investigación agrícola más grandes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.