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Cómo las rotaciones de cultivos mejoran la resiliencia agrícola

Ensayos de rotaciones en plataformas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: CIMMYT)
Ensayos de rotaciones en plataformas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: CIMMYT)

«La complejidad rotacional aumenta la producción del sistema de cultivo en condiciones de crecimiento más pobres» es el nombre de un nuevo artículo científico que da cuenta del innovador estudio que analiza datos de 20 experimentos de rotación de cultivos a largo plazo en América del Norte y que ofrece una nueva perspectiva sobre cómo la diversificación en la rotación de cultivos puede mejorar la productividad y la resiliencia en un entorno agrícola cada vez más incierto debido al cambio climático.

Este estudio “fue llevado a cabo por el Servicio de Investigación Agrícola (ARS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) como parte del proyecto Diverse Rotations Improve Valuable Ecosystem Services (DRIVES), pero gracias a nuestros experimentos a largo plazo pudimos aportar datos”, comenta Simon Fonteyne, Líder de Agronomía para América Latina de CIMMYT, quien resalta la importancia de esta investigación y el papel clave de los experimentos a largo plazo desarrollados en México.

“Los datos a largo plazo son críticos, ya que el impacto de las rotaciones de cultivos requiere múltiples ciclos para surtir efecto y las respuestas a menudo están condicionadas por otras prácticas de gestión (por ejemplo, regímenes de fertilidad o labranza), suelos y clima”, señala el estudio, el cual destaca cómo la diversificación de las rotaciones, al aumentar el número de especies y la duración de las mismas, contribuye a mejorar la producción de cultivos como maíz y soja.

El estudio también señala que, en algunos casos, la inclusión de cultivos de menor rendimiento, como los cereales pequeños, puede resultar en una reducción en la producción a nivel de rotación, lo que refleja las posibles compensaciones que los agricultores deben considerar.

El doctor Fonteyne comenta al respecto: “Entre los resultados destaca que la producción de maíz y soja aumentó a medida que aumentó el número de especies y la duración de la rotación, mientras que los resultados de las rotaciones completas variaron según el sitio, dependiendo de los cultivos presentes. Las rotaciones diversas redujeron la producción a nivel de rotación en ocho sitios debido a la adición de cultivos de menor producción, como los cereales pequeños, cuya menor rentabilidad no fue compensada por la mayor producción en maíz. En contraste, en los sitios con condiciones menos favorables para el maíz, el efecto a nivel rotación fue positivo».

La investigación subraya la importancia de adoptar rotaciones de cultivos más diversas como una estrategia para mitigar los riesgos asociados con un clima cada vez más impredecible: “Las rotaciones se pueden diversificar agregando cultivos anuales, cultivos de cobertura, cultivos perennes o alguna combinación de lo primero a una rotación simplificada. Se ha demostrado que las rotaciones con alta diversidad admiten múltiples servicios ecosistémicos, incluido el secuestro de carbono, supresión de plagas, y protección de la calidad del agua”, señalan los especialistas.

“Este tipo de investigación no solo nos permite entender mejor las dinámicas de los sistemas de cultivo, sino que también nos proporciona las herramientas necesarias para mejorar la productividad de manera sostenible”, señala Fonteyne, añadiendo que es fundamental destacar que el apoyo a los ensayos en México fue proporcionado por el proyecto MasAgro-Cultivos para México, financiado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, y la iniciativa Excelencia en Agronomía del CGIAR.

El artículo, que contribuye al entendimiento de cómo las prácticas agrícolas diversificadas pueden ofrecer soluciones concretas a desafíos del cambio climático, está disponible para su lectura en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2590332224003336.

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Esta plataforma de investigación suma evidencia de los beneficios de dejar el rastrojo

Aprovechamiento del rastrojo como cobertura del suelo en parcelas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Aprovechamiento del rastrojo como cobertura del suelo en parcelas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

En el oriente del Estado de México, la plataforma de investigación Texcoco II, ubicada en la estación experimental El Batán del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), destaca como un espacio fundamental de investigación y desarrollo para enfrentar los desafíos agrícolas locales. Desde su establecimiento en 1999, esta plataforma ha sido clave en la búsqueda de soluciones innovadoras que mejoren la productividad y la sostenibilidad de los cultivos en una región caracterizada por sus temporales irregulares y una fertilidad del suelo limitada.

El oriente del Estado de México, junto con zonas colindantes en Tlaxcala e Hidalgo, se distingue por su producción de maíz y otros granos básicos como cebada, trigo y alfalfa. Sin embargo, los bajos rendimientos agrícolas debido a la irregularidad de los temporales y la baja fertilidad del suelo representan desafíos significativos para los agricultores locales. Además, la ganadería extensiva complementa esta actividad agrícola en pequeñas parcelas, aprovechando los residuos de cosecha y pastizales naturales para la alimentación del ganado.

La plataforma Texcoco II se ha convertido en un campo de pruebas para diversas prácticas agronómicas destinadas a mejorar la productividad y la sostenibilidad local. Uno de los enfoques principales ha sido la adopción de la agricultura de conservación, destacando el uso de camas permanentes y la retención del rastrojo como métodos clave para conservar la humedad del suelo, mejorar su estructura y reducir la erosión.

Desde su inicio, se han evaluado diferentes técnicas de labranza y manejo del rastrojo, como camas convencionales, camas permanentes angostas y anchas, etcétera. De acuerdo con los responsables de la plataforma, “de 2006 a 2019 el rendimiento promedio del maíz cultivado en camas permanentes angostas fue mayor donde se dejó todo el rastrojo en el terreno —siete toneladas por hectárea (t/ha) para maíz y cuatro para trigo— que donde se removió”, lo cual representa rendimientos superiores en comparación con las prácticas de labranza convencional que logran 5 y 3.1 t/ha, respectivamente.

Estos resultados han sido consistentes a través de los años, sumando evidencia de la enorme utilidad que tiene el aprovechamiento de los residuos de cosecha, o rastrojos, que regularmente son quemados o removidos en la agricultura convencional. Además, la retención total del rastrojo en las camas permanentes ha mostrado beneficios adicionales, como una mejor estructura del suelo y una tasa de infiltración de agua significativamente mayor (36.3 cm/h), en contraste con las camas sin rastrojo (12.4 cm/h).

Los resultados obtenidos en la plataforma Texcoco II no solo aportan soluciones para la agricultura local, sino que también tienen el potencial de influir en prácticas agrícolas a nivel global, especialmente en regiones con condiciones agroecológicas similares. La combinación de investigación rigurosa y colaboración multidisciplinaria con instituciones locales, universidades y organizaciones civiles es fundamental para ampliar el alcance y la aplicabilidad de estas innovaciones.

Así, la plataforma de investigación Texcoco II representa un ejemplo destacado de cómo la investigación aplicada puede abordar desafíos agrícolas complejos mediante soluciones innovadoras y sostenibles. Con un compromiso con la excelencia científica y el impacto positivo en las comunidades, CIMMYT y sus colaboradores continúan trabajando en la promoción de sistemas agrícolas resilientes y rentables en México y más allá.

La presente información forma parte de los Avances en agricultura sustentable: resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-2021, integrados en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía, un ejemplo de cómo la colaboración entre instituciones académicas, gubernamentales y de investigación permite formular soluciones para los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo.

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Adaptación al cambio climático en México. Parte 1

Efecto de la sequía en cultivo de trigo bajo prácticas convencionales. (Foto: Jenifer Morales / CIMMYT)
Efecto de la sequía en cultivo de trigo bajo prácticas convencionales. (Foto: Jenifer Morales / CIMMYT)

La nueva normalidad climática, como la llaman los expertos, es una realidad en todo el mundo y México no es la excepción, pues en los últimos años se han registrado temperaturas récord durante los meses de primavera y verano, en donde la escasez de lluvias es una constante que afecta la producción de cereales como maíz, arroz y trigo.

En el caso específico del trigo, aunque actualmente las principales zonas productoras en México son Sonora y Sinaloa, el cambio climático podría alterar esta situación, volviendo menos productivas estas áreas y abriendo la posibilidad de que áreas de valles altos en estados como Oaxaca y Chiapas, que al momento no lo producen, se conviertan en productores de este cultivo.

Este cambio conlleva varios desafíos, por ejemplo, la necesidad de comenzar a considerar metodologías eficientes para la producción de trigo en regiones de Oaxaca y Chiapas, donde las condiciones de temperatura permitirían que estos cultivos prosperaran, pero donde serían necesarios nuevos aprendizajes para su cultivo sustentable.

Kai Sonder, agrónomo y jefe de la unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del CIMMYT, expuso los diferentes caminos en los que la humanidad puede transitar en términos de emisiones y adaptación al cambio climático, con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria en un mundo con temperaturas cada vez más extremas.

El especialista explicó cómo trabajar en la mitigación y adaptación al cambio climático es crucial en la producción de trigo y otros cultivos, sobre todo, respecto a la fotosíntesis, el proceso a través del cual la luz se transforma en azúcares y que suele adaptarse a las altas temperaturas y concentraciones de CO2.

Durante este proceso, impulsado por la energía lumínica, se sintetizan moléculas de glucosa (y otros azúcares) a partir de agua y dióxido de carbono, liberando oxígeno como subproducto. Estas moléculas de glucosa son fundamentales para los organismos, ya que proporcionan dos recursos esenciales: energía y carbono orgánico.

Sin embargo, el crecimiento de las plantas en condiciones de mayor contenido de CO2 en la atmosfera también puede reducir la calidad del grano al disminuir el contenido de proteínas y minerales importantes, como el zinc y el hierro, lo que afecta la calidad nutricional del trigo y otros cultivos.

Sequías persistentes en un mundo cada vez más caliente

Otro factor muy importante es el agua, ya que el trigo emplea grandes cantidades de este elemento para su producción, pues es necesaria para nivelar su temperatura, pero la escasez de lluvias en México se convierte en un reto cada vez más mayor.

De acuerdo con proyecciones de la NASA y la Universidad de Columbia, en Estados Unidos; para los años 2050s (2040-2069) en el territorio nacional la temperatura podría incrementar hasta en 4.1° C, lo que significaría un enorme reto para la producción de trigo y otros granos, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de millones de personas.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el trigo ha sido un alimento básico durante más de ocho mil años y se ubica como el tercer cereal más cultivado en el mundo solo por debajo del maíz y el arroz.

Datos de la FAO indican que hacia 2022 la producción mundial de trigo alcanzó las 778.3 millones de toneladas, mientras que el consumo global de trigo en ese mismo periodo se situó en 773.2 millones de toneladas, por lo que la escasez de este cereal acarrearía consecuencias negativas para la alimentación millones de personas, además de que la escasez de este grano provocaría una inflación en sus precios.

De ahí la necesidad de buscar alternativas sustentables enfocadas en el ahorro de agua que permitan el cultivo de cereales y granos necesarios para la alimentación de millones de personas.

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Aquí se desarrolla uno de los experimentos agrícolas más antiguos del mundo

Plataforma de investigación Texcoco I, en el Batán, Estado de México. (Foto: Fernando Morales Garcilazo)
Plataforma de investigación Texcoco I, en el Batán, Estado de México. (Foto: Fernando Morales Garcilazo)

En el Estado de México, en el municipio de Texcoco, se encuentra la plataforma de investigación Texcoco I, una iniciativa emblemática CIMMYT que, desde 1991, ha sido un espacio para la investigación de innovación agrícola sustentable. Este enclave de conocimiento agrícola articula los esfuerzos de instituciones líderes como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), el Colegio de Posgraduados (COLPOS), y la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), destacando el compromiso conjunto por el desarrollo científico y tecnológico en pro del sector agrícola nacional.

Desde su fundación, CIMMYT ha desarrollado y liderado la implementación de principios de agricultura de conservación en México y otras regiones del mundo. Esta iniciativa, vital en tiempos de crisis climática, busca abordar los desafíos que enfrentan los pequeños y medianos productores, como los bajos rendimientos, pérdidas de cultivos y escasos ingresos. La agricultura de conservación que promueve incluye prácticas agronómicas que protegen los suelos, reducen la degradación ambiental y aumentan la productividad, todo ello contribuyendo a la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícola.

La plataforma de investigación Texcoco I es, de muchas maneras, uno de los epicentros de estas innovaciones. Desde su inicio en 1991, esta plataforma ha sido un campo de pruebas para evaluar diferentes prácticas agronómicas bajo condiciones de temporal. Se comparan los efectos de la agricultura convencional con los principios de la agricultura de conservación, que incluyen mínima labranza, cobertura del suelo y diversificación de cultivos. Con 32 combinaciones diferentes de componentes, se busca identificar las mejores prácticas para mejorar la productividad agrícola y la salud del suelo.

La plataforma Texcoco I ha producido valiosos datos sobre los rendimientos de cultivos clave como el maíz, el trigo y el frijol. Los resultados muestran que la rotación de cultivos y la retención de residuos de cosecha en el suelo pueden aumentar significativamente los rendimientos, especialmente en condiciones de sequía. Estas prácticas también ayudan a restaurar la fertilidad del suelo y reducir la erosión, contribuyendo así a la resiliencia de los sistemas agrícolas ante el cambio climático.

“Entre 2006 y 2020 el rendimiento promedio del maíz fue mayor en el tratamiento de rotación anual maíz-frijol-trigo (7.4 t/ha) y menor en el tratamiento de monocultivo de maíz (5.0 t/ha)”, señalan los responsables de la plataforma, dando un ejemplo de los múltiples resultados que la plataforma arroja año con año, siendo uno de los experimentos agrícolas de largo plazo más antiguos del mundo, por lo que su importancia a nivel global también es destacada.

Con el compromiso continuo del CIMMYT y sus colaboradores, la plataforma de investigación Texcoco I seguirá siendo un bastión de la innovación agrícola en México. Al adoptar prácticas sostenibles y basadas en la ciencia, se espera que los agricultores puedan enfrentar los desafíos climáticos con mayor resiliencia y asegurar la seguridad alimentaria para las generaciones futuras.

La presente información forma parte de los Avances en agricultura sustentable: resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-2021, integrados en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía, un ejemplo de cómo la colaboración entre instituciones académicas, gubernamentales y de investigación permite formular soluciones para los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo.

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Sistemas diversificados para el campo de Iguala

Frijol mucuna. Detalle. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Frijol mucuna. Detalle. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

En Iguala, en el estado mexicano de Guerrero, se estima que un poco más de 74 mil hectáreas se destinan a la agricultura y casi su totalidad se cultiva en temporal (SIAP, 2021). En esta zona, las lluvias son irregulares, se siembra en laderas, sobre suelos con poca fertilidad y erosionados por un manejo convencional del suelo donde predominan prácticas como el monocultivo y la remoción constante y excesiva del suelo.

Así, uno de los principales desafíos al que se enfrentan los agricultores locales es el deterioro de la fertilidad del suelo por pérdida de la materia orgánica. Para buscar alternativas que permitan superar este enorme reto, en la plataforma de investigación de Iguala —establecida en 2012 y donde colaboran Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y CIMMYT— se evalúa el efecto de la labranza, del manejo de residuos y de la rotación de cultivos sobre el rendimiento y rentabilidad del maíz.

En los estudios de la plataforma de 2013 a 2016 “se consideraron tres niveles de labranza: cero labranza, sin remoción o roturación del suelo; labranza mínima, que incluye un paso de rastra (15 cm) y surcado antes de la siembra; y labranza convencional, que consiste en un barbecho con arado reversible de discos (30 cm) y surcado antes de la siembra”, señalan los responsables de la plataforma.

Con respecto a los otros aspectos, “se evaluaron dos manejos de rastrojo: retirarlo todo y parcialmente. En lo que respecta a la rotación de cultivos con maíz, se consideró el cacahuate y la soya, y también la mucuna asociada en el mismo ciclo”.

El rendimiento promedio de grano de maíz de 2013 a 2016 fue mayor en la asociación con mucuna que en monocultivo en los tres tipos de labranza evaluado. La diferencia es notable si se considera que, por ejemplo, en labranza convencional con remoción de rastrojos, el rendimiento en monocultivo fue de 3.4 toneladas por hectárea (t/ha), y en la asociación de maíz con mucuna fue de 4.5 t/ha”.

La rotación entre cultivos es una alternativa que pretende romper con los monocultivos por los beneficios que conlleva en la disminución de plagas y enfermedades, y en la fertilidad del suelo. En la plataforma, además del ejemplo de la asociación de maíz con mucuna, también se obtuvieron mayores rendimientos de maíz en la rotación con cacahuate en los tres tipos de labranza.

Con una reestructuración en 2017, la plataforma de investigación de Iguala incorporó nuevos ensayos que atendieran las necesidades de los productores locales, pero ha continuado con las observaciones sobre el efecto de las rotaciones, confirmando que, el rendimiento de maíz en asociación con otros cultivos permite no solo obtener mejores rendimientos, sino también favorecer la fertilidad del suelo.

La presente información forma parte de los Avances en agricultura sustentable: resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-2021, integrados en el marco de la iniciativa Excelencia en Agronomía.

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Menús tecnológicos sustentables, conocimiento con impacto social

Cultivo de calabaza en sistema diversificado en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Cultivo de calabaza en sistema diversificado en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

En la búsqueda de una agricultura más sostenible y adaptada a las necesidades locales, el CIMMYT y sus colaboradores han desarrollado y promovido menús tecnológicos sustentables. Estos menús, basados en investigaciones rigurosas y adaptaciones regionales, ofrecen a los agricultores una gama de opciones tecnológicas validadas para mejorar la producción agrícola de manera sostenible.

Un ejemplo claro del impacto positivo de estos menús tecnológicos se encuentra en la experiencia de San Miguel Tlacamama, en la costa de Oaxaca. Aquí, Fermín Martínez, profesor investigador del Centro Regional Universitario Sur de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), ha sido testigo directo de cómo estas innovaciones pueden transformar la agricultura local.

Martínez, quien es el responsable de la plataforma de investigación de San Miguel Tlacamama que ha sido un espacio clave en la conformación del menú para Oaxaca, destaca la historia de don Aquileo Solano, un agricultor que ha adoptado con éxito varias de las tecnologías promovidas por CIMMYT y sus colaboradores.

Don Aquileo ya manejaba su parcela sin la quema de residuos, “eso nos hizo coincidir en la plataforma y prácticamente adoptar algunas otras tecnologías como lo de los abonos verdes, biofertilizantes y caldos minerales», comenta Martínez. Este enfoque no solo ha mejorado la salud del suelo, sino que también ha permitido a don Aquileo enfrentar mejor las condiciones climáticas adversas.

“Hace poco platicamos con don Aquileo, él estaba muy emocionado porque la canícula de 2019, de 40 días de muy poca lluvia y hasta 10 días sin ni una gota de lluvia, estuvo muy fuerte, pero él vio los beneficios de sembrar sobre toda esa cobertura donde precisamente la planta de maíz y otros cultivos que él sembró nunca presentaron una marchitez tan fuerte como lo hicieron las plantas de algunos vecinos. Pudimos ver ese detalle de que la cobertura lo que hace es, por así decirlo, cosechar la humedad del rocío y dársela a las plantas”, explica el especialista.

Otra práctica innovadora que forma parte del menú tecnológico sustentable para Oaxaca, y que fue adoptada por don Aquileo, es la diversificación de cultivos. Actualmente, el agricultor “ha establecido ajonjolí, calabaza, sobre todo la calabaza chompa, maíz y algo de frijol”, precisa Martínez, señalando que las rotaciones son otra forma de diversificación que ha adoptado el productor.

“Don Aquileo ya sabía de los beneficios que da aprovechar los residuos de cultivo en lugar de quemarlos, porque se pudren y se convierten en alimento para las plantas, entonces fácilmente adoptó los abonos verdes. Esta práctica le permitió, en lugar de dejar descansar la parcela más tiempo, hacer una especie de descanso mejorado a través de un ciclo de rotación de un año. Esa rotación le favoreció mucho porque el hecho de contar con abono verde le permitió tener una capa más gruesa de materia orgánica, lo cual es excelente”, señala el responsable de la plataforma de investigación.

La historia de don Aquileo es un testimonio del impacto positivo que los menús tecnológicos sustentables pueden tener en la vida de los agricultores: “Había un vecino de don Aquileo que lo separaba solo el cerco y extrañado por las diferencias entre sus parcelas fue a visitarlo: «bueno, ¿tú qué les haces a tus plantas?, le decía». Y recuerdo que me invitó a ver sus parcelas para comentarme de lo maravillado que estaba por tener sus plantas en pie, mientras que las parcelas de los vecinos en donde se habían quemado los residuos las plantas estaban muy marchitas”.

A través de estas iniciativas, CIMMYT y sus colaboradores le proporcionan a los productores herramientas y conocimientos para tomar decisiones informadas y adaptadas a sus realidades específicas, por lo que, en definitiva, los menús tecnológicos sustentables representan un paso significativo hacia una agricultura más sostenible y equitativa.

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Agricultura sustentable: notablemente rentable

Cultivo de cacahuate. Detalle. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de cacahuate. Detalle. (Foto: CIMMYT)

En Zacatepec, Morelos, el maíz, el sorgo y el cacahuate son los cultivos que ocupan mayor superficie cultivada bajo condiciones de temporal. Para brindarle a los productores locales las mejores alternativas para que incrementen sus rendimientos y rentabilidad, la plataforma de investigación Zacatepec —donde colaboran el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y CIMMYT— desarrolla diversos estudios.

“El objetivo de la plataforma es determinar la mejor combinación de intensidad de labranza, manejo de rastrojo y rotación de cultivos que resulten en el mayor rendimiento y rentabilidad de maíz, sorgo y cacahuate”, mencionan los responsables de la plataforma quienes, recientemente, evaluaron los resultados de 12 tratamientos donde se compara la aplicación del sistema de cero labranza y labranza mínima; manejo de rastrojo, diferentes densidades de población de plantas; así como rotaciones de cultivos.

“El rendimiento promedio de maíz de 2013 a 2019 fue mayor —7.9 toneladas por hectárea (t/ha)— en los tratamientos de cero labranza en comparación con los tratamientos con labranza mínima; es decir, con barbecho y surcado, sin rastra o cruza— (7.1 t/ha)”, señalan los investigadores.

“Aquí, por el tipo de suelo (Vertisol), estos se expanden y contraen de forma natural y, en general, son difíciles de labrar debido a que cuando están secos son extremadamente duros y en húmedo son demasiado plásticos, por lo que realizar la siembra directa ayuda con un mejor establecimiento del cultivo. Además, al usar cero labranza, los costos de producción en la preparación del terreno disminuyeron en promedio hasta el 57% al evitar el barbecho, la rastra y el surcado”, puntualizan los responsables de la plataforma.

Con respecto al efecto de las rotaciones, los especialistas comentan que “la rotación de maíz con cacahuate promovió el incremento del rendimiento, el contenido de proteína en el grano y una mayor utilidad con respecto al monocultivo de maíz, además de que este incremento fue mayor en el sistema de cero labranza”.

Sobre la distribución de las plantas los investigadores mencionan que “una mayor densidad de población (80 mil plantas por hectárea) presentó un incremento en el rendimiento en el periodo de 2013 a 2015; esto es, que no se presentaron efectos adversos por la competencia de luz, agua, nutrientes y contenido de proteína en el grano en comparación con la densidad de población que convencionalmente usan los productores de la región”.

Así, “la mayor utilidad promedio fue de 16 490 pesos por hectárea (MXN/ha) en el tratamiento con rotación maíz-cacahuate en cero labranza y con el rastrojo como cobertura. La menor utilidad (7 397 MXN/ha) se registró en el tratamiento testigo, es decir, el de monocultivo de maíz con labranza mínima y sin cobertura de rastrojo”, lo que confirma la ventaja del sistema de agricultura sustentable.

Te invitamos a conocer los resultados de las distintas evaluaciones hechas en esta y otras plataformas de la región en: Avances en agricultura sustentable: resultados de plataformas de investigación de los Hubs Valles Altos y Pacífico Centro, México, 2012-202.

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Mediante investigación brindan alternativas para disminuir la erosión

Detalle de una planta de maíz que se desarrolla en un suelo con rastrojo como cobertura. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Detalle de una planta de maíz que se desarrolla en un suelo con rastrojo como cobertura. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

En Tlaltizapán de Zapata, al suroriente del estado de Morelos, la agricultura ocupa casi la mitad del uso del suelo (49%), y el maíz se siembra en el 62% de la superficie destinada a la siembra, obteniéndose rendimientos promedio de 2.9 toneladas por hectárea (t/ha) (SIAP, 2021).

Una de las principales problemáticas en la zona es la erosión, ya que los suelos ahí son propensos a este fenómeno. Además, el mal uso del riego y manejo del suelo incrementan el riesgo. “Se identificaron problemas de erosión del suelo provocados por el movimiento excesivo de la capa arable y los riegos. Al perderse parte de la capa fértil del suelo se siembra en la capa baja, lo cual genera otros problemas en los cultivos”, señalan los responsables de la plataforma.

En la búsqueda de soluciones, en la plataforma de investigación Tlaltizapán, que se encuentra en la estación del CIMMYT en dicho municipio, se ha estudiado la cantidad y ubicación de las diferentes formas de pérdida de suelos por la erosión causada por el agua y por carstificación (fenómeno que se produce en el suelo por la presencia de yeso y calizas, lo que puede dar lugar un efecto de disolución). Adicionalmente, en la plataforma se busca una alternativa para producir forraje y sustituir el uso de los residuos de maíz para evitar que estos sean removidos de las parcelas o quemados.

Entre los resultados obtenidos en la plataforma destaca que “dejar los residuos de cosecha en este tipo de suelos (vertisoles) propicia la formación de macro agregados (unidades de suelo de más de 2 mm) que mejoran la estructura del suelo, facilitando la infiltración del agua, aire y desarrollo de raíces; además, siendo menos susceptibles a la degradación física por los procesos de humedad y secado que expanden y contraen las arcillas de los suelos de la región”, puntualizan los investigadores.

Con respecto a las alternativas para la producción de forraje, los responsables de la plataforma comentan que las investigaciones continúan y son importantes porque “en la región los productores venden el rastrojo por 2 mil pesos por hectárea (2 000 MXN/ha), pero este precio es menor que el valor del rendimiento de grano perdido por la remoción de los residuos, entonces se deben buscar opciones de forraje para la zona y asegurar que se pueda dejar el rastrojo para mejorar la calidad del suelo”.

Adicionalmente, enfatizan, “es importante compartir con los productores de la región que al usar camas permanentes los costos de producción en la preparación del terreno disminuyen. En el caso de la plataforma, estos disminuyeron en promedio hasta 4 mil pesos por hectárea (4 000 MXN/ha) al evitar el barbecho, dos pasos de rastra y el surcado”.

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Hubs, una metodología que inspira

Acompañamiento técnico en áreas de extensión en Oaxaca, México, brindado por el equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Acompañamiento técnico en áreas de extensión en Oaxaca, México, brindado por el equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

“Estoy aquí con mi equipo para estudiar la metodología del hub que CIMMYT y sus colaboradores han desarrollado en México. Estamos tratando de desarrollar un manual para guiar la aceleración de la ciencia agronómica en el Sur Global y nuestra experiencia aquí nos ha dado nuevas perspectivas”, comenta Henry Okonkwo, de Ernst & Young, organización que en el marco de Excelencia en Agronomía —una iniciativa de CGIAR— estudia cómo escalar en otras partes del mundo la innovación en agricultura.

En medio del creciente interés global por la agricultura sustentable, los hubs agrícolas, desarrollados y consolidados en México por CIMMYT y sus colaboradores, se han convertido en un punto focal para la innovación y el cambio.

Así, luego de visitar el Hub Pacífico Sur y el Hub Bajío de CIMMYT, Henry, quien viene desde Nigeria, comparte sus impresiones sobre esta metodología: “Mi experiencia aquí ha sido reveladora y he observado tres aspectos fundamentales: primero la estructura del hub, que es una estructura colaborativa. Segundo, la interacción entre el hub y las partes interesadas, que es participativa. Y por último está el impacto del hub que ha sido muy significativo entre los productores”.

Henry, describe la estructura del hub como «una estructura colaborativa», destacando cómo esta característica tiene un impacto adicional: “Cuando miro la estructura del hub, veo que es algo integral y esto atrae e inspira confianza entre todas las partes interesadas que conforman el hub”, señala.

Con respecto a la interacción entre el centro y las partes interesadas, Henry señala que esa interacción permite que las partes interesadas, gobierno, alcaldes y la comunidad “trabajen todos juntos. Vimos a algunas ONG asociarse con CIMMYT, organizaciones del sector privado, y todos trabajando juntos para impulsar el impacto de la agricultura sustentable en la comunidad”, enfatizando que esta colaboración integral se traduce en un mayor alcance y efectividad de las soluciones implementadas.

Finalmente, sobre el impacto de los hubs en las comunidades, Henry comenta: “Vimos a ancianas, vimos a jóvenes participando y el testimonio de todos sobre el impacto que el hub ha tenido en ellos se manifiesta de muchas formas, desde ahorro de tiempo hasta nuevos aprendizajes sobre prácticas agronómicas. Creo que el hub, en términos de estructura, de interacción e impacto en la comunidad es asombroso”.

La experiencia de Henry y su equipo en los hubs agrícolas de México demuestra el impacto positivo y la eficacia de esta metodología en el impulso de la agricultura sustentable y el desarrollo comunitario, no solo en México, sino en muchos otros lugares alrededor del mundo.

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El universo bajo nuestros pies

Muestreo de suelo. (Foto: CIMMYT)
Muestreo de suelo. (Foto: CIMMYT)

El suelo es un recurso finito que alberga más del 25% de la biodiversidad del planeta. Por esto, desde CIMMYT se impulsa una Agricultura Sustentable para conservar este recurso del cual depende la alimentación humana y que, a pesar de lo que se pudiera pensar, es muy limitado: de los 15 mil millones de hectáreas de la superficie sólida del planeta, únicamente 29 % son aptas para la agricultura y, además, cerca del 60 % de esa superficie apta no está disponible para cultivarse porque ahí hay bosques, zonas protegidas o asentamientos humanos.

Concebir al suelo como un recurso vivo es fundamental. La concepción generalizada es que se trata de un material inerte; sin embargo, en un gramo de suelo hay millones de microorganismos que degradan la materia orgánica muerta, liberando sus nutrientes para que las plantas los aprovechen y crezcan. 

Estos microorganismos (bacterias, hongos microscópicos y algas, entre otros) constituyen la parte viva del suelo. Por eso, un suelo fértil contiene una población adecuada de estos diminutos seres vivos de los que, se estima, solo se conoce el 1% de sus especies (en comparación con el 80% de las especies de plantas que se calcula conocer actualmente). 

Lamentablemente, debido al excesivo laboreo y la poca materia orgánica que se reincorpora a su perfil el suelo va perdiendo su biodiversidad y, consecuentemente, su fertilidad natural. En el mundo, por ejemplo, 52% de la tierra utilizada para la agricultura está moderada o severamente degradada y en México se estima que la erosión afecta a cerca de la mitad de la superficie cultivable.

Diversos acuerdos internacionales ―como el tratado de París sobre el cambio climático y el calentamiento global― han establecido que es necesario incrementar en 0.4% la materia orgánica de los suelos a fin de asegurar la producción de alimentos para la creciente población mundial. En este sentido, para CIMMYT y sus colaboradores es fundamental mantener una permanente promoción de prácticas agrícolas sustentables —como la diversificación de cultivos con leguminosas para mejorar el suelo o la cobertura con residuos agrícolas para favorecer la estructura del suelo—.

Falta mucho por conocer del complejo ecosistema que es el suelo. Por eso, CIMMYT fomementa la ciencia colaborativa con diversas instituciones a fin de desarrollar investigaciones e impulsar campañas que promueven la conservación de dicho recurso porque el suelo es una causa común para asegurar que la sociedad disponga siempre de alimentos sanos, nutritivos, inocuos y suficientes.