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Mediante investigación brindan alternativas para disminuir la erosión

Detalle de una planta de maíz que se desarrolla en un suelo con rastrojo como cobertura. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Detalle de una planta de maíz que se desarrolla en un suelo con rastrojo como cobertura. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

En Tlaltizapán de Zapata, al suroriente del estado de Morelos, la agricultura ocupa casi la mitad del uso del suelo (49%), y el maíz se siembra en el 62% de la superficie destinada a la siembra, obteniéndose rendimientos promedio de 2.9 toneladas por hectárea (t/ha) (SIAP, 2021).

Una de las principales problemáticas en la zona es la erosión, ya que los suelos ahí son propensos a este fenómeno. Además, el mal uso del riego y manejo del suelo incrementan el riesgo. “Se identificaron problemas de erosión del suelo provocados por el movimiento excesivo de la capa arable y los riegos. Al perderse parte de la capa fértil del suelo se siembra en la capa baja, lo cual genera otros problemas en los cultivos”, señalan los responsables de la plataforma.

En la búsqueda de soluciones, en la plataforma de investigación Tlaltizapán, que se encuentra en la estación del CIMMYT en dicho municipio, se ha estudiado la cantidad y ubicación de las diferentes formas de pérdida de suelos por la erosión causada por el agua y por carstificación (fenómeno que se produce en el suelo por la presencia de yeso y calizas, lo que puede dar lugar un efecto de disolución). Adicionalmente, en la plataforma se busca una alternativa para producir forraje y sustituir el uso de los residuos de maíz para evitar que estos sean removidos de las parcelas o quemados.

Entre los resultados obtenidos en la plataforma destaca que “dejar los residuos de cosecha en este tipo de suelos (vertisoles) propicia la formación de macro agregados (unidades de suelo de más de 2 mm) que mejoran la estructura del suelo, facilitando la infiltración del agua, aire y desarrollo de raíces; además, siendo menos susceptibles a la degradación física por los procesos de humedad y secado que expanden y contraen las arcillas de los suelos de la región”, puntualizan los investigadores.

Con respecto a las alternativas para la producción de forraje, los responsables de la plataforma comentan que las investigaciones continúan y son importantes porque “en la región los productores venden el rastrojo por 2 mil pesos por hectárea (2 000 MXN/ha), pero este precio es menor que el valor del rendimiento de grano perdido por la remoción de los residuos, entonces se deben buscar opciones de forraje para la zona y asegurar que se pueda dejar el rastrojo para mejorar la calidad del suelo”.

Adicionalmente, enfatizan, “es importante compartir con los productores de la región que al usar camas permanentes los costos de producción en la preparación del terreno disminuyen. En el caso de la plataforma, estos disminuyeron en promedio hasta 4 mil pesos por hectárea (4 000 MXN/ha) al evitar el barbecho, dos pasos de rastra y el surcado”.

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El rastrojo hace la diferencia

Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

¿Cómo se ha llegado a saber todo esto sobre la agricultura de conservación? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollan experimentos a largo plazo a partir de los cuales se ha ido sumando evidencia sólida sobre los beneficios de este sistema de producción que  actualmente constituye una alternativa para que la agricultura siga siendo rentable a la vez que permita cuidar y conservar los recursos naturales. 

Estos experimentos se diseñan para una duración de al menos diez años, así permiten documentar el efecto a largo plazo de diferentes prácticas de manejo agronómico sobre varios aspectos del sistema, desde parámetros básicos como el rendimiento de grano hasta aspectos complejos como la microbiología del suelo”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Los datos de largo plazo hacen posible estudiar mejor una práctica agronómica y permiten dar recomendaciones confiables a los agricultores. Los que se establecieron al inicio de los años noventa, en ambientes contrastantes en México, han sido clave para la investigación del CIMMYT sobre agricultura de conservación. 

Actualmente el CIMMYT opera experimentos a largo plazo en México en diversos sitios experimentales con condiciones agroecológicas contrastantes, como Ciudad Obregón, en Sonora, o Metepec, Estado de México, por ejemplo. 

“Este es el ensayo D5, en el lote del mismo nombre en la estación experimental del CIMMYT en el Batán, en Texcoco, Estado de México. Está ubicado a una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar (msnm) y está dedicado a la investigación de la agricultura de conservación”, menciona Fonteyne mientras muestra un poco del suelo, casi como polvo, proveniente de  una de las parcelas del ensayo, aunque evidentemente erosionada. 

“Nos encontramos en la parcela donde se trabaja con labranza convencional —donde ciclo con ciclo se hace un movimiento continuo del suelo— y no se dejan los residuos de la cosecha anterior. Como se puede ver, es una de las parcelas donde el suelo está más degradado, podemos ver el efecto de las sequías. En esta parcela casi no habrá cosecha este año”, señala el investigador del CIMMYT.  

Al lado de esa primera parcela que muestra Fonteyne está otra, también trabajada con agricultura convencional, solo que en esta sí se han dejado los residuos del cultivo anterior, o rastrojos, como son llamados cotidianamente: “En esta otra hemos dejado por más de 30 años los residuos de cosecha, entonces el suelo es de mejor calidad, tiene más materia orgánica, mejor infiltración. Como se puede ver, esto ha generado más plantas, son un poco más grandes, pero aún será poca cosecha en comparación con las parcelas donde sí se han implementado todos los compontes de la agricultura de conservación”.

Incluso a simple vista, las diferencias entre ambas parcelas son notables, y son más evidentes cuando se les compara con las parcelas trabajadas con agricultura de conservación que están al lado. 

Cobertura del suelo con rastrojos, mínima labranza y diversificación de cultivos son esos componentes básicos de la agricultura de conservación a los que hace referencia el investigador del CIMMYT, y son también las prácticas fundamentales que se promueven entre los productores para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático. 

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El rastrojo y la conservación de los suelos en Oaxaca

Plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, Oaxaca, en la que se observa el desarrollo de maíz en el sistema de labranza mínima con cobertura, durante el periodo de sequía de 2021. (Foto: Samuel Randy Aracen)
Plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, Oaxaca, en la que se observa el desarrollo de maíz en el sistema de labranza mínima con cobertura, durante el periodo de sequía de 2021. (Foto: Samuel Randy Aracen)

El estado de Oaxaca, en México, presenta amplias regiones con altos niveles de degradación y pérdida de suelo. La erosión hídrica y eólica son las principales causas de esa degradación que, a su vez, está vinculada a prácticas como el sobrepastoreo, el retiro total de rastrojo, las quemas agrícolas y el uso excesivo de maquinaria. En conjunto, esto ocasiona pérdida de fertilidad agrícola, reflejada en un raquítico desarrollo de los cultivos y en rendimientos que, en muchas ocasiones, no superan una tonelada por hectárea. 

En la región Mixteca Alta, específicamente en los municipios de San Antonino Monteverde y Villa Chilapa de Díaz, los suelos son pobres en nutrientes, deficientes en materia orgánica y, en general, presentan condiciones que limitan la producción agrícola. Por esta razón en estos municipios se han desarrollados trabajos de concientización enmarcados en la iniciativa Cultivos para México, que impulsa la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

El simple hecho de ya no quemar las parcelas y dejar una mínima parte de los residuos de cosecha sobre las áreas de cultivos, son sinónimos de logros, de resultados y, sobre todo, de impactos y cambios de perspectivas de los agricultores de la región”, comenta el equipo técnico de Fondo para La Paz, organización que colabora con el CIMMYT en esta región para promover sistemas sustentables como la agricultura de conservación. 

“La cubierta vegetal es importante en la agricultura de conservación para proteger el suelo del impacto de las gotas de lluvia, así como para mantener el suelo bajo sombra y con el más alto porcentaje de humedad posible. Hemos visto su importancia para el reciclaje de nutrientes, pero también tienen un efecto físico y, probablemente, alelopático sobre las malezas, bajando su incidencia y conduciendo a la reducción del uso de agroquímicos y, con ello, de los costos de producción”, mencionan los técnicos de Fondo para La Paz.

Los rastrojos actúan como una capa protectora que amortigua la presión ejercida sobre el suelo por las ruedas de la maquinaria y las pisadas de los animales, y por lo tanto desempeñan un papel importante en la reducción de la compactación del suelo. Además,  tienen un papel muy importante en la conservación de humedad, ya que actúan como una “esponja” absorbiendo el agua y reteniéndola por mayor tiempo, de manera que ayudan a que el líquido esté disponible en periodos de sequía prolongada.

En los Valles Centrales, otra de las regiones de Oaxaca donde los suelos están severamente degradados, está la plataforma de investigación de San Francisco Lachigoló, donde se evalúa el componente de cobertura de suelo desde el año 2017.

“Durante estos cinco años se ha podido observar el efecto de la cobertura del suelo con rastrojo. En las parcelas donde se ha hecho labranza mínima y se ha mantenido el rastrojo como cobertura se han obtenido rendimientos de hasta 3,3 toneladas por hectárea, mientras que con el sistema convencional solo se obtiene la media local que es de una tonelada por hectárea. Además, este no es el único beneficio de la cobertura, ya que también es posible disminuir la incidencia de malezas y mejorar las características, físicas, químicas y biológicas del suelo”, comenta el equipo responsable de la plataforma de investigación.  

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Cuidar la Tierra para asegurar el futuro

Primeras hojas del cultivo emergiendo entre el rastrojo. (Foto: CIMMYT)
Primeras hojas del cultivo emergiendo entre el rastrojo. (Foto: CIMMYT)

“La forma convencional en que hacíamos la preparación del terreno implicaba mover mucho la tierra y ahora vemos que eso no es necesario. Usábamos pesticidas que no son, digamos, bondadosos con el suelo. Ahora cada vez tendemos a ser más cuidadosos con el medioambiente y resulta que es más rentable. Hoy, yo ya no me atrevería a usar un pesticida o un producto contaminante que afecte a los seres humanos o al ambiente”, comenta Leopoldo Gutiérrez Arroyo al tiempo que señala los rastrojos que cubren el suelo en su parcela. 

Leopoldo es un agricultor de Sinaloa que participa en el proyecto Apoyo al Abastecimiento Responsable en México, de la compañía Kellogg y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Para él, dejar de quemar el rastrojo y aprovecharlo para cubrir el suelo y protegerlo de la erosión representa un cambio de valores y una nueva y mejor forma de hacer agricultura, una agricultura que está contribuyendo a regenerar la Tierra. 

Las innovaciones agronómicas que han adoptado los productores que participan en el proyecto con Kellogg, como Leopoldo, promueven una relación más armónica con la naturaleza y buscan consolidar un modelo de abastecimiento responsable que brinde equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras. Esto es, un modelo más sostenible para la producción y el consumo que permita satisfacer las necesidades de alimentación de una población en crecimiento dentro de los límites planetarios. 

De seguir con los hábitos de producción y consumo actuales se estima que en menos de 30 años se requeriría lo equivalente a tres planetas Tierra para satisfacer todas nuestras necesidades. La escasez de agua global y la disminución de las tierras cultivables debido al crecimiento urbano y la degradación de los suelos son un recordatorio de que los recursos naturales de este planeta tienen un límite y, también, la razón por la que es importante acelerar la adopción de prácticas sustentables en los sistemas agroalimentarios. 

En el marco del Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril), proyectos como Apoyo al Abastecimiento Responsable en México recuerdan la importancia de establecer una nueva relación con la Tierra y, sobre todo, la importancia de reconocer que el planeta y sus ecosistemas son el hogar común de la humanidad. No hacer nada para cuidar este hogar podría conducir muy pronto a nuevas crisis (sanitarias, socioeconómicas y alimentarias) y desde la agricultura se puede hacer mucho en favor este, que es hogar de todos. 

Si se considera a nivel global que el sector agropecuario es responsable del 24% de los gases de efecto invernadero (que contribuyen al cambio climático) y del 70% de las as extracciones de agua de ríos, lagos y acuíferos; y que además con cada grado que aumente la temperatura de la Tierra la producción de cereales se reduce 5% aproximadamente, entonces el nuevo modelo de producción y consumo sostenible debe procurar un menor impacto ambiental y una mayor productividad y beneficios al productor al mismo tiempo. 

La Agricultura de Conservación que promueve el proyecto de Kellogg y el CIMMYT permite avanzar en ese sentido: en tres años de trabajo en Sinaloa y Guanajuato se ha fomentado la adopción de prácticas agrícolas sostenibles en casi 7 mil hectáreas, aumentando 36% la productividad promedio de maíz. Tan solo en 2021 en esos estados se trabajó con más de 350 agricultores, impactando en más de 2,400 hectáreas y produciendo cerca de 26 mil toneladas de maíz amarillo con prácticas y tecnologías de intensificación sustentable.

En los próximos años, esta iniciativa buscará impactar en cerca de 20 mil hectáreas para producir cerca de 180 mil toneladas de maíz cultivado con una huella de carbono reducida. A la fecha, de hecho, se ha logrado usar menos combustible para la producción de granos, así como un uso más eficiente del riego. 

Nos ahorramos en maquinaria, combustibles, nos ahorramos en agroquímicos, nos ahorramos en fertilizantes. Ahora producimos con mayor calidad y lo hacemos con un menor costo porque hacemos labranza mínima, además nos enseñan a hacer un manejo integrado de las plagas e incluso optimizamos el uso de los fertilizantes”, señala Leopoldo en referencia a este sistema que, además, evita que se hagan quemas agrícolas, una de las principales causas de incendios forestales. 

Así, al acercar a los productores la información que necesitan para conocer y contar con las herramientas que les permitan integrar métodos de producción sostenible, se beneficia a la Tierra y a la humanidad en consecuencia. 

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Agricultura de Conservación y Milpa Intercalada con Árboles Frutales, una buena combinación

En Oaxaca, más del 60% de los suelos están erosionados y los cambios en el uso del suelo han favorecido ciclos de barbecho más cortos, empeorando la degradación. En el caso de los agricultores en laderas, la Agricultura de Conservación y la Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF) pueden combinarse exitosamente para reducir la erosión y mejorar la seguridad alimentaria, refiere un nuevo estudio de un grupo de investigadores de la Agencia Mexicana para el Desarrollo Sustentable en Laderas (AMDSL) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), publicado recientemente.

El estudio es relevante en muchos sentidos. Primero, porque son pocos los estudios científicos orientados a identificar y/o evaluar prácticas adecuadas y viables para los pequeños productores en laderas. Segundo, porque se llegó a considerar que la Agricultura de Conservación y la agrosilvicultura ―la combinación de árboles y cultivos agrícolas, como en el sistema MIAF― no eran compatibles. 

Gracias a este estudio se confirma que la Agricultura de Conservación ―sistema que tiene por componentes básicos la mínima labranza, la cobertura del suelo y la diversificación de cultivos― y el MIAF no solo son prácticas complementarias como algunos autores ya habían sugerido, sino que constituyen una vía para la intensificación sostenible y adaptada localmente del sistema de producción tradicional a través de cambios de bajo costo que se encuentran dentro de las posibilidades de los agricultores. 

Los investigadores establecieron, desde 2014, el mismo diseño experimental en dos lugares de Oaxaca ―en los municipios de Santa María Teopoxco y Tamazulápam del Espíritu Santo― para evaluar la Agricultura de Conservación con MIAF junto con agricultores locales. La diversificación de cultivos ―a través de la rotación de cultivos, cultivos múltiples, cultivos de relevo o agrosilvicultura― fue lo que más incrementó los rendimientos del sistema, hasta 1.4 toneladas por hectárea (t/ha) en Teopoxco y 1.7 t/ha en Tamazulápam. 

El estudio señala que el mayor uso de insumos a través de una mayor fertilización o encalado no incrementó la rentabilidad lo suficiente como para justificar su uso. En cambio, la labranza cero y la retención de residuos aumentaron los rendimientos y redujeron los costos de producción. En suma, la Agricultura de Conservación con MIAF resultó un sistema rentable y de alto rendimiento que también redujo el riesgo de los agricultores al proporcionar varias cosechas al año. 

En este sentido, el estudio destaca que en los ciclos en que la cosecha principal fracasó, los árboles frutales pudieron producir debido a su diferente estación de crecimiento en comparación con el maíz. Ya que el cambio climático aumentará la frecuencia de tales temporadas de cultivo, la diversificación de cultivos mejoraría la resiliencia de la producción de los pequeños agricultores, reduciendo el riesgo de fracaso general de los cultivos. En el caso de este estudio, la inclusión de un cultivo de relevo de chícharos en Teopoxco y el multicultivo de maíz-hoja de higuera-calabaza-frijol en Tamazulápam permitieron que los sistemas fueran más productivos.

Los investigadores concluyen que la rotación de cultivos y la labranza cero fueron las prácticas que más aumentaron los rendimientos del maíz, y señalan que los rendimientos de las variedades de maíz autóctonas se pueden aumentar de forma sostenible en los sistemas de cultivo de laderas de pequeños agricultores sin necesidad de insumos costosos. Por supuesto, las investigaciones para identificar y/o validar las mejores prácticas agrícolas para los sistemas en laderas aún debe continuar, pero este estudio sin duda representa un gran avance en la materia.

El estudio completo puede ser consultado gratuitamente en la revista Frontiers in Agronomy, la cual publica investigaciones rigurosamente revisadas por pares sobre temas relacionados con la agronomía: https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fagro.2021.787507/full

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Agricultura Sustentable, parte esencial de la respuesta a la migración

Si este año no le pego en el campo, me retiro de esto y me voy a Estados Unidos”, se decía a sí mismo y sin muchas expectativas Juan Manuel Castañeda Barrientos, productor de la comunidad El Cerrito, en San Felipe, Guanajuato, donde la ganadería es una actividad de importancia económica y, por lo tanto, se requieren grandes cantidades de forraje para alimentar al ganado. 

En San Felipe, como en muchas otras comunidades de México, la situación del campo se complica cada vez más debido a los altos costos de los insumos, la degradación de las tierras y el cambio climático. El ciclo pasado, por ejemplo, ante la necesidad de garantizar el alimento de sus reses y cabras para la época de estiaje, Juan Manuel tuvo que comprar forraje en Dolores Hidalgo. Si bien solucionó el problema de manera temporal, se incrementaron sus ya de por sí altos costos de producción, haciendo poco rentable la engorda y el mantenimiento de su ganado.

Actualmente Juan Manuel ha mejorado notablemente su producción, alcanzando 17 toneladas de forraje para ensilar por hectárea. Con cuatro hectáreas sembradas con cultivos y prácticas sustentables que aprendió a partir de un proyecto que impulsa el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y el Gobierno de Guanajuato, Juan Manuel ahora cuenta con reservas de alimento suficientes para mantener a su ganado por casi cinco meses durante el ciclo otoño-invierno, que es el periodo más crítico del año por la ausencia de vegetación en los agostaderos.

Gracias a que Juan Manuel tuvo la oportunidad de acercarse a la Agricultura Sustentable y decidió darle una oportunidad a las prácticas innovadoras que le propusieron no tuvo que migrar a los Estados Unidos. Sin embargo, muchos mexicanos aún no han podido acceder a alternativas para hacer más rentables y sustentables sus sistemas de producción y, ante la erosión de los medios de vida rurales, buscan oportunidades fuera del país.

Por supuesto, el fenómeno de la migración es altamente complejo y son muchos los factores que influyen para que alguien migre. No obstante, de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica más reciente disponible (2018), cerca del 68% de los mexicanos que salen del país lo hacen para buscar trabajo o trabajar. Además, gran parte de estos migrantes son originarios de entornos rurales ―de 2013 a 2018 los cuatro principales estados expulsores de migrantes internacionales fueron Guanajuato, Oaxaca, Zacatecas y Michoacán―, hecho que se confirma al revisar el destino de las remesas. 

Como manifiesta Bram Govaerts, director general del CIMMYT, “fenómenos como la migración surgen desde sistemas agroalimentarios disfuncionales. Cuando las personas no tienen que comer, cuando su base de bienestar se ha erosionado, entonces buscan otras alternativas. Por eso es importante generar sistemas agroalimentarios sólidos y resilientes para la conservación del medio ambiente y para la consolidación de la paz”.

Los retos y las dificultades que implica la migración requieren una acción colectiva porque, como apuntan las Naciones Unidas a propósito del Día Internacional del Migrante (18 de diciembre), la migración debería ser una elección, no una necesidad. Para contribuir a este propósito el CIMMYT y sus colaboradores promueven prácticas de Agricultura Sustentable para que, al igual que lo hizo el productor Juan Manuel Castañeda, los agricultores transformen sus sistemas productivos para que estos les provean medios de vida dignos. 

Con información de Enrique Rosas Gaytán y Araceli Donghú Ángeles.

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Un recorrido vale más que mil palabras

Valle de Santiago, Gto.- En el marco de la “Presentación de Resultados de las Parcelas Demostrativas de Cebada”, del Sistema Producto Cebada, productores que participan en el proyecto Cultivando un México Mejor —que impulsa Heineken México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— brindaron su testimonio sobre trabajar cebada bajo Agricultura de Conservación, un sistema de producción sustentable con amplios beneficios para ese cultivo. 

María Eugenia Rico González, Ángel Pérez Medel y Armando González León, son productores de los municipios de Valle de Santiago, Villagrán y Abasolo, respectivamente. Ellos compartieron sus experiencias respondiendo a tres preguntas clave: ¿qué lo motivó a realizar Agricultura de Conservación?, ¿cuáles son los principales beneficios que han observado?, y ¿qué cree usted que se necesita para que más productores adopten la Agricultura de Conservación? 

“La necesidad de detener la erosión”, “la necesidad de ahorrar en costos de producción, agua y combustibles” y “el compromiso de pensar hacia el futuro”, fueron algunos de los motivos para adoptar la Agricultura de Conservación. Mientras que “la falta de acceso a maquinaria”, “la costumbre de seguir haciendo el manejo normal” y “la falta de acceso a la información” son factores por los que no hay mayor adopción del sistema por parte de otros productores, comentaron. 

Después del panel de productores, se organizó un recorrido en campo a través del cual los asistentes pudieron visualizar de forma más directa cómo la Agricultura Sustentable ofrece alternativas técnicamente validadas que permiten, por ejemplo, ahorrar aproximadamente $6,000 por hectárea con tan solo dejar de laborear el suelo (favoreciendo además su estructura y calidad). Con Agricultura de Conservación, además, hay un ahorro de entre 11y 28% en el consumo de agua (dependiendo del manejo, tipo de suelo y clima).

Con la participación de autoridades, organizaciones e instituciones, la Agricultura Sustentable que se promueve a través de proyectos como Cultivando un México Mejor y otros que impulsa el CIMMYT y sus colaboradores en Guanajuato y la región de El Bajío, es posible transitar más rápido hacia una Agricultura Sustentable que, además de beneficiar la economía de los productores, permite minimizar el impacto ambiental de la agricultura.

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Opciones para la agricultura en el semidesierto

En la región del semidesierto queretano (que abarca los municipios de Cadereyta, Ezequiel Montes, Colón, Peñamiller y Tolimán) el agua es uno de los principales problemas para los agricultores locales, no solo cuando escasea (que es la mayor parte del año), sino también cuando hay lluvias, pues estas suelen presentarse en forma de fuertes aguaceros que propician que el suelo se erosione (erosión hídrica por arrastre) y que el agua no se infiltre. 

Ya que los rendimientos en la zona son muy bajos debido a la problemática del agua y a la prevalencia de prácticas agrícolas inadecuadas, los productores de la región complementan su actividad agrícola (el maíz y el frijol son los cultivos prrincipales) con la ganadería extensiva. 

Para brindarles alternativas que les permitan mejorar su sistema de producción (incluyendo propuestas de manejo de cultivo para incrementar rendimientos, así como cultivos alternativos para la producción de forraje de buena calidad), en la plataforma de investigación Cadereyta se evalúan prácticas para disminuir la erosión, conservar la humedad de las escasas lluvias y disminuir los costos de producción.

Analizando los datos de cuatro años de la plataforma se ha podido observar que el uso de rastrojo como cobertura del suelo tiene un efecto notable en el rendimiento de maíz (esta práctica es uno de los principios de la Agricultura de Conservación). La labranza convencional, en cambio, ha arrojado los rendimientos más bajos. Esta tendencia a favor de las prácticas sustentables es más notable a partir de 2018 (figura 1), como resultado de un efecto acumulado. 

También se encontró que el sistema de labranza afecta las características físicas y químicas del suelo: mientras que se observa un mayor pH en labranza convencional (7.2), en Agricultura de Conservación el pH fue menor (6.7) —este pH más bajo es más favorable para el desarrollo del cultivo— y, con respecto al contenido de materia, se notó un ligero incremento en los tratamientos con Agricultura de Conservación (cuadro 2). 

Los mejores resultados de la producción de maíz y frijol se han observado con la retención de residuos sobre la superficie del suelo (destacan los resultados de frijol en camas permanentes). Sin embargo, en la región alrededor a la plataforma esta práctica se ve limitada debido al valor que tienen los rastrojos para la alimentación animal y la poca disponibilidad de estos en la temporada de estiaje. Una alternativa es la producción de cultivos forrajeros como la avena, que puede aportar aproximadamente 4.6 toneladas por hectárea (t/ha) de forraje achicalado con un costo de alrededor de 7 mil pesos por hectárea.  

Debido al escaso temporal en la región y a que en los últimos años las lluvias se han presentado al final del ciclo primavera-verano, los cultivos que crecen con humedad residual son una alternativa para producción de grano y forraje. Cuando se presentan lluvias en octubre después de la cosecha de frijol o avena, se puede aprovechar la humedad residual para sembrar ebo, garbanzo o alberjón forrajero (Lathyrus sativus), el cual ha mostrado buena adaptación a las condiciones de temporal, produciendo hasta 9.2 t/ha de materia seca y 2.2 t/ha de grano. 

Figura 1. Características del sistema de producción de la región en torno a la plataforma Cadereyta, Querétaro.

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Figura 1. Rendimiento de maíz bajo diferentes sistemas de labranza y rotación de cultivos en la plataforma Cadereyta, de 2016 a 2019. CCA=camas anchas con labranza convencional; CP= camas permanentes angostas; CPA= camas permanentes anchas; CM: camas anchas reformación con subsuelo; MM= monocultivo de maíz; AM= rotación anual de maíz y avena; FM: rotación anual de maíz y frijol.
Variable Agricultura de Conservación Labranza convencional
Profundidad del muestreo 0-5 cm 5-30 cm 0-5 cm 5-30 cm
Materia orgánica 1.92 1.82 1.85 1.90
pH 6.75 6.81 7.25 7.19
Densidad aparente 0.73 0.72 0.72 0.78
Cuadro 2. Características fisicoquímicas del suelo en tratamientos de Agricultura de Conservación y labranza convencional.

 

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La agricultura del sur de Sonora, pilar de la alimentación en el futuro

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), si las tendencias poblacionales continúan como hasta ahora, hacia el año 2050 se necesitarían casi tres planetas Tierra para mantener el estilo de vida de las sociedades contemporáneas. La presión sobre los sistemas agroalimentarios es tal, que en los próximos 10 años será necesario duplicar la productividad agrícola, hacerlo además con cada vez menos recursos naturales disponibles.

Un estudio del Departamento de Ciencias Geográficas de la Universidad de Maryland, (d’Amour, C. B., et. al., 2017), señala que para el año 2030 las áreas urbanas en expansión absorberán casi 300 mil kilómetros cuadrados  de tierras de cultivo fértiles en el mundo —lo que equivale a cerca de la superficie de Chihuahua y Campeche juntos—, siendo probable que esta pérdida vaya acompañada de otros riesgos de sostenibilidad.

Así, la expansión urbana pone en riesgo los medios de vida de muchas comunidades, particularmente las rurales, pues disminuye la probabilidad de que la agricultura familiar y a pequeña escala pueda mantenerse como la principal generadora de los alimentos que se consumen en el mundo en desarrollo —las tierras de cultivo de pequeñas extensiones atomizadas son más susceptibles de ser consumidas por la urbanización—. 

Las grandes áreas agrícolas de alta productividad serán, en este escenario, auténticos oasis agrícolas y pilares de la alimentación mundial, por lo que desde ahora se ven obligadas a reconfigurar desde sus sistemas de producción hasta su conformación socioorganizativa. 

En México, el sur de Sonora destaca como una de esas grandes áreas agrícolas de alta productividad. Para impulsar su camino hacia la sustentabilidad —que le permita afianzarse como uno de los pilares agrícolas ante los cambios poblacionales y la variabilidad climática—, el Patronato para la Investigación y Experimentación Agrícola del Estado de Sonora (PIEAES) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), promueven prácticas de Agricultura Sustentable cuyos resultados muestran que una agricultura rentable y sustentable sí es posible. 

Por mucho tiempo la agricultura del sur de Sonora ha sido tomada como ejemplo de alto desarrollo agrícola, pero la explotación intensiva de sus suelos ha tenido un costo y hoy se refleja en su erosión que, sumada a los bajos precios de los granos y los altos costos de producción, hace que la rentabilidad para el productor sea cada más baja, limitando los recursos que debería destinar a la rehabilitación y mejora de sus suelos. 

En este contexto, muchos agricultores del sur de Sonora se siguen limitando a producir granos bajo los esquemas convencionales —con laboreo excesivo y fertilización sintética que dañan la estructura de los suelos, haciéndolos menos productivos—, pero también son cada vez más los productores que adoptan prácticas sustentables en su búsqueda de alternativas para hacer más rentable su actividad y, también, obligados por las fuertes limitaciones en la disponibilidad del agua de riego actuales.

Los productores del Valle del Yaqui y Valle del Mayo —quienes cultivan maíz, trigo, frijol, sorgo, cártamo, soya, girasol, hortalizas, algodón y ajonjolí—, por ejemplo, han practicado una agricultura convencional por muchos años, con buenos resultados, pero los altos costos de insumos como diésel, fertilizantes, semillas, insecticidas, herbicidas, fungicidas y agua, han impactado fuertemente en sus ingresos y sus perspectivas de crecimiento.

Junto con varios de estos productores, el PIEAES y el CIMMYT han trabajado en plataformas de investigación y han instalado módulos y áreas de extensión con prácticas de Agricultura Sustentable. Los resultados que se han reportado son muy satisfactorios: si bien los rendimientos promedio obtenidos no son muy diferentes de los que se obtienen de forma convencional —con 6.8 a 7.8 toneladas por hectárea en el cultivo de trigo, por ejemplo—, los ahorros promedio son de $2,800 a $3,000 por hectárea.

Además de la considerable disminución de los costos por concepto de laboreo, consumo de agua y operación, esta Agricultura Sustentable que se desarrolla en el sur de Sonora tiene otros beneficios ambientales que también se reflejan en la calidad de los alimentos producidos. Por todo esto, varios productores del sur de Sonora ya han adquirido maquinaria especializada para Agricultura de Conservación y otros han adaptado la que ya tienen.

Aunque aún falta mucho por hacer, los cimientos para hacer de la agricultura del sur de Sonora uno de los pilares de la alimentación del futuro están puestos. Si más productores adoptan prácticas sustentables, entonces muy probablemente la zona destaque no solo por su alta productividad, sino también por sus aportaciones medioambientales. 

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Adaptan maquinaria convencional para realizar Agricultura Sustentable

San Juan del Río, Qro.- En la región de riego de Querétaro la preparación de los suelos para la siembra consiste principalmente en retirar los residuos de cosecha y realizar un barbecho y dos rastreos. Esta labranza convencional ha provocado la disminución de la materia orgánica y han erosionado el suelo, incrementado la dependencia de fertilizantes químicos (principalmente de Nitrógeno). 

La Agricultura de Conservación (sistema basado en la cobertura del suelo, la mínima labranza y la diversificación de cultivos) es una opción viable y sustentable para la atención de esta problemática; sin embargo, se requieren equipos especializados para su implementación que no siempre están disponibles para los productores. 

Investigaciones derivadas de la plataforma de investigación San Juan del Río II —donde colaboran el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— señalan que en el contexto de la región de riego de Querétaro puede incrementarse la adopción de la Agricultura de Conservación si los productores utilizan las sembradoras convencionales con adaptaciones sencillas para aplicar los principios del sistema.

Para demostrar lo anterior, en la plataforma se han evaluado (durante siete años) prácticas con diferentes intensidades de labranza. Los resultados mostraron que la labranza vertical con sembradora de cero labranza permite obtener mayor rendimiento que el resto de los tratamientos. Por otro lado, en labranza cero se obtuvieron los mejores rendimientos cuando se utilizó la sembradora específica para labranza cero. 

Es importante mencionar que, cuando no se dispone del equipo especializado, se pueden utilizar equipos adaptados para siembra en cero labranza sin afectar el rendimiento. En este sentido, la labranza en líneas es una práctica que podría adaptarse como una opción para usar sembradoras convencionales y reducir la labranza del suelo, esto implica realizar un cinceleo antes de la siembra, solo en la línea de siembra.    

Con respecto a las diferentes dosis de fertilización nitrogenada evaluadas en la plataforma entre 2015 y 2017, se observó que en los diferentes sistemas de labranza el nivel de otros fertilizantes se mantuvo constante. Esto quiere decir que el nitrógeno no es el nutriente más limitante en las condiciones de la plataforma, por lo que una fertilización balanceada, con base en una meta de rendimiento y análisis de suelo, permite aprovechar los recursos y maximizar el rendimiento.

Los productores y técnicos de la zona que estén interesados en conocer con mayor detalle estos temas pueden contactar al equipo técnico de la plataforma, la cual está ubicada en el Módulo Demostrativo y de Transferencia Tecnológica Regina, en La Llave, San Juan del Río, Querétaro.