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La receta para mejores sistemas alimentarios

La forma en que se producen y consumen los alimentos, y cuánto se pierde o se desperdicia moldea la salud de las personas y del planeta. El informe de la Comisión EAT-Lancet, publicado en enero de 2019, reunió a 30 científicos interdisciplinarios de todo el mundo para proponer un patrón dietético que cumple con los requisitos nutricionales y promueve la salud, pero utiliza menos recursos ambientales.

El informe promueve dietas que consisten en una variedad de alimentos de origen vegetal, con cantidades reducidas de alimentos de origen animal, granos refinados, alimentos altamente procesados o azúcares agregados, y con grasas insaturadas en lugar de saturadas.

El foro EAT Food 2019 tendrá lugar en Estocolmo del 11 al 14 de junio de 2019. Natalia Palacios, especialista en calidad del maíz en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), participará en un panel de expertos en investigación agrícola organizado por el CGIAR que explorará las implicaciones del informe EAT-Lancet en el sur del mundo, en particular para los pequeños agricultores.

Palacios y sus colegas del CIMMYT, Santiago López Ridaura, agrónomo, y Jason Donovan, socioeconomista, se reunieron para conversar con los editores del CIMMYT para analizar cómo las recomendaciones del informe EAT-Lancet se adaptan a las realidades de los pequeños agricultores.

¿Se puede integrar la nutrición con el sistema alimentario?

Santiago López-Ridaura: La nutrición es el escenario perfecto para crear enfoques de sistemas para los alimentos. La nutrición involucra todo: la calidad de la producción, la genética de la semilla, el suministro de insumos, la demanda de producción, el poder adquisitivo de los agricultores, los hábitos alimenticios y de cocina. Realmente requiere un enfoque interdisciplinario para observar los sistemas alimentarios a través de una lente de nutrición.

Natalia Palacios: Debemos dejar de pensar en el cultivo y pensar en la dieta. La investigación interdisciplinaria e interinstitucional es clave para mejorar la nutrición y la sostenibilidad agrícola en el contexto de los pequeños agricultores en África, Asia y América Latina.

López-Ridaura: Un análisis económico, un estudio de fertilidad del suelo o el mejoramiento del manejo de plagas y enfermedades por sí solos no nos dan una visión holística del sistema alimentario. Sin embargo, la nutrición nos da la oportunidad de tener una visión integrada. De igual manera, la sostenibilidad y evitar la pérdida de alimentos se relacionan con todas las partes del sistema alimentario.

Es una sinergia. El CIMMYT ha promovido un enfoque de sistemas para el cultivo y la nutrición del maíz y el trigo, y la sostenibilidad encaja perfectamente con esto.

Jason Donovan: Es hora de desarrollar ese diálogo, incluidos especialistas de diferentes campos, como nutricionistas, economistas, agrónomos, mejoradores y especialistas en género cuando investigamos y formamos preguntas de investigación sobre los beneficios para la salud y la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios y tomamos una visión holística de cómo funcionan todas estas cosas en conjunto.

Palacios: Se necesita un cambio de prioridades en nuestra investigación. Es importante integrar la producción resiliente con la nutrición. Centrarse solo en la productividad ya no debe ser el conductor. Puede que no necesitemos grandes cambios en las tecnologías e intervenciones, pero necesitamos asegurarnos de que se incluyan las demandas de nutrición y de los consumidores.

No hay solución absoluta. Se debe actuar desde diferentes puntos, ya sea con cultivos biofortificados, cultivos intercalados para dietas diversificadas o acceso a mercados.

¿El informe EAT-Lancet es una receta para una dieta planetaria?

Palacios: El informe tiene un enfoque global y está dirigido de manera abrumadora a las naciones de altos ingresos. Sin embargo, si nos fijamos en sus cinco estrategias, en realidad también son aplicables a los países de ingresos bajos y medianos: buscar el compromiso internacional y nacional para cambiar hacia dietas saludables; reorientar las prioridades agrícolas de producir grandes cantidades de alimentos a producir alimentos saludables; intensificar de forma sostenible la producción de alimentos para aumentar la producción de alta calidad; una gobernanza fuerte y coordinada de la tierra y los océanos; y reducir a la mitad las pérdidas de alimentos en la producción y el desperdicio de alimentos en el consumo.

CIMMYT scientists Natalia Palacios (left), Santiago Lopez-Ridaura (center) and Jason Donovan discuss the implications of a "planetary health diet" for producers and consumers in low- and middle-income countries. (Photo: Alfonso Cortés/CIMMYT)
Los científicos del CIMMYT, Natalia Palacios (izquierda), Santiago López-Ridaura (centro) y Jason Donovan discuten las implicaciones de una “dieta de salud planetaria” para productores y consumidores en países de ingresos bajos y medios. (Foto: Alfonso Cortés/CIMMYT)

López-Ridaura: En lugar de una receta, la comisión propone una «dieta saludable de referencia» que deberá adaptarse a diferentes regiones y culturas. Más importante aún, las trayectorias hacia dicha dieta probablemente serán muy diferentes, dependiendo de la región y la cultura, los hábitos alimentarios actuales de la población y los sistemas de producción en los que se basan.

En algunos casos, el consumo de carne y azúcares deberá disminuir, pero en otras regiones podría ser necesario aumentar. Todo depende de la situación actual.

Donovan: El informe destacó los problemas de sostenibilidad en torno a nuestra producción de alimentos. Aunque el informe se enfocó en los países de altos ingresos que consumen muchas proteínas. Una de las grandes preguntas que tuve después de leerlo fue la pregunta del «cómo». En muchos países donde trabajamos — como África, Asia y América Latina — el consumo de carne está aumentando a un ritmo acelerado.

Entonces, la pregunta que me llamó la atención fue: ¿cómo encajan estas sociedades con transformaciones rurales y urbanas rápidas, y con un gusto cada vez mayor por los productos alimenticios de origen animal en el contexto del informe? ¿Cómo podemos promover dietas basadas en plantas en estos contextos?

Ajustar sus dietas a una dieta de referencia universal y saludable sería difícil ya que hay poco espacio para maniobrar.

¿La adaptación es la clave del éxito?

López-Ridaura: Sí, se necesita adaptación y creo que los colegas de la Comisión EAT-Lancet están muy conscientes de eso. La dieta saludable de referencia debe considerarse como tal, como una referencia, con algunos principios básicos relativos a la cantidad y calidad de los alimentos, así como al uso sostenible de los recursos.

Cada región, subregión o incluso familias e individuos necesitarán adaptar sus hábitos dietéticos y sistemas de producción para lograr dietas saludables y detener la degradación de la base de los recursos.

Palacios: Es importante observar a los pequeños agricultores en el contexto de la dieta y la agricultura sostenible. Necesitamos preguntar, ¿qué están cultivando? ¿cómo están haciendo crecer su cultivo? ¿cómo se lo están comiendo? ¿qué venden ellos?

A menudo los pequeños agricultores ya están utilizando prácticas agrícolas que mejoran su nutrición y benefician el medio ambiente. Por ejemplo, observe el sistema agrícola de la milpa: combina maíz, frijoles, calabaza, chile, tomates y frutas de temporada para proporcionar una dieta diversa basada en plantas. El sistema de la milpa, combinado con la retención de residuos de cultivos y otras técnicas de agricultura de conservación pueden mejorar la fertilidad del suelo.

Los agricultores latinoamericanos también utilizan la técnica tradicional de nixtamalización para preparar el grano de maíz para cocinar, lo que mejora su valor nutricional. Los agricultores en África están adoptando cultivos de cobertura de abono verde cultivados con maíz como una forma para mejorar la salud del suelo, diversificar las dietas de los hogares y proporcionar un cultivo comercial para vender en los mercados.

Es importante que estas iniciativas se promuevan a través de la política del gobierno nacional y local y sean apoyadas por el sector privado para que tengan un impacto real en la salud de las personas y el planeta.

Donovan: Se están implementando políticas locales para promover dietas saludables y la diversificación en el campo — América Latina es un buen ejemplo. Sin embargo, esto no se encuentra a una escala en la que se pueda tener un impacto real en la salud de las personas y los entornos. Existe una presión sobre el sector privado para responder, especialmente considerando el aumento del consumo de alimentos procesados. Es importante comprometerse con el sector privado en temas de nutrición y sostenibilidad.

Las soluciones estarán en niveles múltiples cuando analicemos la nutrición y los sistemas alimentarios. Con demasiada frecuencia, los actores de un sistema alimentario actúan solos, por ejemplo, muchas ONG, universidades y programas gubernamentales. Debe haber unidad en acción; los jugadores de este ámbito deben trabajar juntos como creadores de soluciones holísticas. Esto es actualmente una brecha, ya que muchos nutricionistas no consideran a la agricultura o a los sistemas alimentarios. Abordar esto puede tener un impacto significativo en la salud de los agricultores familiares en África, Asia y América Latina.

Esta historia es parte de nuestra cobertura del Foro EAT Stockholm Food 2019.
Vea otras historias y los detalles del evento paralelo en el que participa el CIMMYT.

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Calidad contrastada: ¿Quiénes tienen acceso a los alimentos procesados más sanos?

En 2013, México se convirtió en el cuarto país con las ventas más altas de alimentos ultraprocesados en el mundo. Lo que indica uno de los cambios más importantes en los sistemas alimentarios en países con ingresos medios en años recientes, el cambio de comidas caseras con productos frescos o procesados al mínimo, a comidas que incluyen alimentos ultraprocesados.

“Normalmente, estos productos no contienen ningún ingrediente de alimentos completos, son alimentos listos para comer, son altos en grasas, sodio y azúcar, pero bajos en fibra, proteína y vitaminas.” Dijo Ana Gaxiola, consultora nutricional del Programa de Socioeconomía del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, CIMMYT. “Los riesgos de salud asociados con el consumo de estos productos tienen implicaciones a largo plazo para el estado de salud y nutrición de las personas, las familias y las comunidades.”

América Latina tiene un sector de procesamiento de maíz y trigo sofisticado con el potencial de segmentar los mercados urbanos de acuerdo a su ingreso, preferencias y conocimiento. Esto trae consigo implicaciones importantes para la equidad al acceso de comida con un alto valor nutricional.

En 2018, los investigadores del CIMMYT comenzaron un nuevo proyecto en colaboración con dos programas de investigación del CGIAR, el Programa de Investigación de Trigo y el Programa de Agricultura para la Nutrición y la Salud. (A4NH por sus siglas en inglés), para poder entender como los efectos de asequibilidad afectan el consumo alimenticio en diferentes áreas de la Ciudad de México. “Queremos entender mejor el acceso a alimentos a base de maíz y trigo más nutritivo a través de las diferencias de poder adquisitivo.” Explica el economista sénior del CIMMYT, Jason Donovan. “Parte de esto, incluye observar que productos procesados están disponibles y a qué precio en diferentes localidades y las implicaciones alimenticias que traen consigo.»

A researcher captures nutritional information from a packet of tortillas. (Photo: Emma Orchardson/CIMMYT)
Una investigadora captura información nutricional de un paquete de tortillas. (Foto: Emma Orchardson/CIMMYT)

Este es un territorio relativamente nuevo para aquellos que están involucrados. “Es el tipo de investigación que se ha hecho antes,” explica Gaxiola, “pero con la diferencia de que este se concentra en los supermercados en la Ciudad de México y sin diferenciar entre los niveles socioeconómicos.” Estudios previos han fallado al incluir datos de tiendas de abarrotes, tiendas pequeñas que se encuentran por toda la ciudad.

El estudio compara Polanco y San Vicente, dos vecindarios en la Ciudad de México elegidos para representar áreas con ingresos altos y bajos. Usando datos económicos en combinación con la información en etiquetas y empaquetado se analiza la variación en disponibilidad de productos a base de maíz y trigo procesados y ultraprocesados, tomando en cuenta los ingredientes, contenido nutricional, tamaño de la porción, precio y otros valores agregados. El estudio incluirá un elemento cualitativo, en el cual el equipo coordinará entrevistas con los gerentes de las tiendas para descubrir cómo es que deciden qué productos poner a la venta, y con los consumidores para discutir las decisiones que toman y los factores que influencian la toma de decisiones.

“También estamos interesados en cómo se promueven los productos,” dice Miriam Pérez, asistente de investigación involucrada en el estudio. “¿Las compañías implementan el apoyo de celebridades o caricaturas para atraer a los niños? ¿Cuentan con certificaciones especiales basadas en dónde y cómo se producen los productos? Esta información va a nuestra base de datos para poder examinar cómo es que los productos están siendo comercializados en las tiendas, en línea o a través de las redes sociales.”

In a small food shop in San Vicente, a low-income area, snacks high in salt and sugar line the shelves. (Photo: Emma Orchardson/CIMMYT)
Alimentos altos en sal y azúcar en los estantes de un pequeño supermercado en San Vicente, una zona de bajos recursos. (Foto: Emma Orchardson/CIMMYT)

Ahora, al final del periodo de colección de datos, Gaxiola y el equipo de investigadores han recolectado más de 20 000 imágenes de empaques, códigos de barra e información nutricional de una variedad de productos que incluyen galletas, pan, pastelillos, cereales, harinas, pastas, sopas y tortillas. Una vez que se limpien los datos, comenzarán a analizar los productos individualmente y crearán un índice sobre qué tan saludables son. Los resultados preliminares del estudio estarán disponibles a finales de año, pero el equipo está dispuesto a compartir sus observaciones iniciales.

El equipo no se sorprendió al encontrar que muchos de los productos eran más caros en la zona de Polanco, y las tiendas pequeñas tienden a cobrar más por ciertos productos en comparación con los supermercados.

Sin embargo, se encontró información imprevista. Por ejemplo, muchas de las discusiones acerca de la falta de acceso a opciones de alimentos nutritivos se enfocó en las dietas de la urbe de bajos recursos, pero existe la posibilidad de creer que los consumidores con mayores ingresos enfrentan los mismos desafíos. “Se sorprendería de escuchar que mucho de lo que encontramos en Polanco no era saludable, porque la mayoría de los productos son altamente procesados,” dice Gaxiola.

Basados en el Sistema de clasificación de la Organización Panamericana de la Salud, un producto que contiene más de un miligramo de sodio por caloría, 10 % de azúcar refinada y 30 % total de grasa es un alimento no saludable. “Necesitamos realizar un análisis, pero podría decir que, basados en este sistema de clasificación, más del 70 % de los productos que hemos analizado pueden categorizarse como no saludables.”

In a small supermarket in San Vicente, the research team found nearly 50 different types of biscuits and around 80 savory maize-based snacks like chips and tortillas. (Photo: Emma Orchardson/CIMMYT)
En un pequeño supermercado de San Vicente, un investigador del equipo encontró cerca de 50 tipos de galletas diferentes y alrededor de 80 bocadillos a base de maíz como frituras y tortillas. (Foto: Emma Orchardson/CIMMYT)

Las implicaciones de este estudio son significantes para un país como México, el cual enfrenta una epidemia de obesidad y sobrepeso. “Hay más promoción respecto a la información nutricional, pero en ocasiones, puede ser difícil de entender, incluso para mí,” dice Gaxiola. “Se tiene que convertir en algo que todos podamos comprender y utilizar para tomar decisiones más saludables.”

Para que esto suceda es importante cerrar la brecha de datos sobre como los consumidores urbanos interactúan con los ambientes alimentarios. Al entender cómo elegir entre los distintos tipos de productos a base de maíz y trigo y cuántos de estos son adecuados de manera socioeconómica es clave para dar paso a la participación de sectores públicos y privados sobre opiniones para promover productos a base de maíz y trigo más saludables en los sistemas alimentarios que evolucionan de manera rápida.

Este estudio ha sido coordinado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, CIMMYT y es apoyado por el Programa de Agricultura para la Nutrición y la Salud (A4NH) y el Programa de investigación de Trigo del CGIAR.