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Alimentación, agua y agricultura sustentable

Los suelos sin cubierta vegetal son más susceptibles a la erosión. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Los suelos sin cubierta vegetal son más susceptibles a la erosión. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

El Día Mundial de la Alimentación, impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), es una oportunidad para reflexionar sobre el estado de la seguridad alimentaria en el mundo. Bajo el lema «El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás», este año se destaca la importancia del recurso hídrico en la producción de alimentos y su vínculo con la seguridad alimentaria. Así, la lucha contra el hambre no puede abordarse completamente sin considerar la agricultura sostenible como parte fundamental de la solución.

De acuerdo con el informe «Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2023», el hambre afectó al 9,2 % de la población mundial en 2022, en comparación con el 7,9 % en 2019. Además, se prevé que casi 600 millones de personas sufrirán de subalimentación crónica para 2030, lo que representa unos 119 millones más que si no hubieran ocurrido ni la pandemia ni la guerra en Ucrania.

La situación no es alentadora: tan solo en 2021 más de 3 100 millones de personas en todo el mundo no pudieron permitirse una dieta saludable, y la urbanización en constante crecimiento plantea desafíos y oportunidades para garantizar un acceso asequible y saludable a los alimentos.

Para abordar estas preocupaciones, la agricultura sostenible emerge como una solución esencial. Este enfoque busca maximizar la productividad de las tierras agrícolas mientras se minimiza el impacto ambiental. Aquí, la conservación de suelos desempeña un papel crítico, mediante prácticas como la labranza mínima y la cobertura vegetal, que reducen la erosión y la degradación del suelo.

Además, la agricultura sustentable contribuye al ahorro de recursos, como el agua y los fertilizantes, al tiempo que aumenta la resiliencia de los agricultores al cambio climático, ayudando a retener la humedad y mitigar los efectos de las sequías e inundaciones.

En este contexto, la red de innovación que impulsa el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desempeña un papel fundamental. Este centro de investigación científica basado en México, y sus colaboradores en América Latina, Asia y África, promueve prácticas que optimizan el consumo de agua en la agricultura, lo cual es crucial en un mundo donde los recursos de agua dulce son cada vez más escasos. Además, fomenta el uso de tecnologías que reducen la pérdida de alimentos durante la poscosecha, lo que es vital para garantizar que la producción agrícola llegue a la población.

El CIMMYT y sus colaboradores también impulsan la adopción de sistemas agrícolas sustentables, como la agricultura de conservación, que aumenta los rendimientos y diversifica los cultivos. Esta diversificación de cultivos no solo contribuye a la seguridad alimentaria, sino que también promueve una dieta más equilibrada y saludable en las zonas rurales.

La agricultura de conservación desempeña un papel fundamental en la optimización del consumo de agua en la agricultura, un recurso cada vez más escaso y crítico en el contexto actual de cambio climático y crecimiento poblacional. Esta práctica promueve un manejo más eficiente del agua al minimizar la evaporación y la escorrentía, dos factores clave en la pérdida de agua en la agricultura convencional.

Uno de los aspectos destacados de la agricultura de conservación es la reducción del movimiento del suelo a través de la mínima labranza o la siembra directa (una técnica que implica sembrar las semillas sin arar el suelo). Al dejar la capa superior del suelo cubierta con restos de cultivos anteriores o materia orgánica, se crea una cubierta que actúa como aislante térmico. Esto reduce la evaporación del agua del suelo y retiene la humedad, lo que significa que se necesita menos agua para mantener los cultivos en condiciones óptimas.

Además, la cobertura vegetal, otro componente crucial de la agricultura de conservación, impide la erosión del suelo y la escorrentía del agua. Esto ayuda a que el agua se infiltre de manera más eficiente en el suelo y llegue a las raíces de las plantas, en lugar de desperdiciarse en la escorrentía superficial. En conjunto, estas prácticas contribuyen significativamente a la reducción del estrés hídrico en las regiones agrícolas, permitiendo producir más alimentos con menos agua y, al mismo tiempo, fortaleciendo la resiliencia de la agricultura frente a condiciones climáticas variables.

En el Día Mundial de la Alimentación 2023, es importante recordar que la seguridad alimentaria es un desafío global que requiere soluciones integrales. La agricultura sustentable, impulsada por organizaciones como el CIMMYT y sus colaboradores, desempeña un papel crucial en la lucha contra el hambre y la promoción de un futuro donde nadie se quede atrás en la búsqueda de una alimentación nutritiva y sostenible.

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Diversificar para nutrir

La productora Petronila Chan, de Campeche, México, muestra la diversidad de semillas que resguarda y cultiva. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
La productora Petronila Chan, de Campeche, México, muestra la diversidad de semillas que resguarda y cultiva. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Octubre es un mes importante para la seguridad alimentaria global: el 16 de ese mes se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, el 17 el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza y el 18 el Día Mundial de la Protección de la Naturaleza. 

No es casual que estas conmemoraciones sean consecutivas. Hambre, pobreza y recursos naturales están íntimamente ligados y son un recordatorio de que las sociedades deben impulsar más que nunca la adopción de prácticas más sustentables para preservar los recursos de la Tierra, la salud de la población y el clima.

A través de proyectos como ‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’ —impulsado por Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— muchas comunidades están creando sistemas de producción más sostenibles al aumentar la agrobiodiversidad de sus parcelas.

Cultivar una mayor variedad de especies vegetales impacta positiva y directamente en la seguridad alimentaria. Lamentablemente, la diversidad vegetal de los campos agrícolas ha disminuido mucho —desde 1900 se ha perdido alrededor de 75% de la diversidad de cultivos—. En la actualidad, de las 6 mil especies de plantas cultivadas para la alimentación, solo nueve representan el 66% de la producción total de cultivos en el mundo.

“Aquí muchas semillas se han perdido, como el Xmejen nal. Yo no lo tengo ya, aunque un tío mío todavía lo tiene. Es un elote que solo tarda dos meses en darse. El Sak tu’ux tampoco ya lo tenemos, ese lo tenían mis padres, ellos lo sembraban”, comenta Petronila Chan —doña Petro, como le gusta que le llamen—, una productora de Campeche que participa en el proyecto de diversificación de cultivos que impulsan Walmart Foundation y el CIMMYT.

A través del proyecto se promueve la diversificación sustentable de cultivos y la asociatividad como base para fortalecer a las comunidades en su tejido social. Con énfasis en temas de género y el desarrollo de habilidades financieras, el proyecto contribuye a incrementar la resiliencia de las comunidades.  

Al diversficar cultivos, por ejemplo, los productores pueden disponer de alimentos más variados y más oportunidades para comercializar sus excedentes. También se promueven tecnologías herméticas poscosecha —como los silos metálicos herméticos y las bolsas plásticas herméticas— para disminuir la pérdida de granos por plagas de almacén y se contribuye al rescate de semillas nativas.

Yo trabajo la tierra y esto es mi cosecha, esto es lo que nos ha dado la vida. Lo que tenemos aquí es sikil —pepita molida—, se come con tortilla hecha a mano. Esto es la semilla de makal (Xanthosoma yucatanense), esto se siembra uno por uno; después de mover la tierra se pone a una distancia porque esto crece, y crece grande debajo de la tierra. Esto, me enseñaron mis papás, que cuando a veces no se da bien el maíz, el makal se revuelve con un poco de masa y con eso se puede alimentar a los hijos”.

Como doña Petro, los agricultores familiares de todo el mundo —casi 800 millones de personas— han sido durante mucho tiempo los principales proveedores de alimentos de sus comunidades: trabajan el 75% de las tierras agrícolas del planeta y producen alrededor del 80 % de los alimentos del mundo. Ellos trabajan constantemente para adaptarse a las nuevas circunstancias climáticas y sociales y, algunos de ellos, como doña Petro, se esfuerzan cada día para preservar la diversidad biológica de los cultivos.

“Esto es íis (Ipomea batatas), que también se puede sembrar con el maíz. Ahí puedes tener comida en un terreno pequeño. El trabajo del campo hay que vigilarlo, cuando agarras el lóobche (coa) trabajas con todo tu cuerpo y tu mente. Esta es la herencia de mis padres y no me gustaría que se pierda. Con orgullo esto me lo dejaron mi papá y mi mamá que en paz descansen y esto es lo que tengo que cuidar. Aquí están las semillas y no quisiera que se pierdan porque tienen un procedimiento y si nadie lo trabaja se pierden y pues sin esta semilla dichosa cómo iremos a vivir”.

En momentos como el actual donde se ha incrementado el número de personas con hambre debido a los conflictos y la recesión económica global existe la oportunidad de adoptar soluciones innovadoras basadas en evidencia científica para mejorar los sistemas alimentarios. Por esta razón, este proyecto de Walmart Foundation y el CIMMYT visualiza a la agricultura alineada con la naturaleza, lo cual implica considerar el aprovechamiento de las sinergias entre la innovación sustentable y la agrobiodiversidad.

“Gracias a estos ingenieros ahorita nos han dado una experiencia de cómo cuidar la semilla, cómo hacer para que no le entre bicho. Mis compañeras de trabajo son seis señoras mayores que yo. Ellas me ayudan y con ellas escuchamos los consejos que nos vienen. A veces no conocemos bien lo que son las plagas, pero ellos sí lo conocen, o a qué tiempo se debe fertilizar, a qué tiempo se puede cosechar, o las bolsas para que no entre el gorgojo… por eso es importante escuchar lo que ellos dicen”.

Convencida de que la innovación fortalece la tradición, doña Petro concluye: “me gustaría que esta herencia la reciban los jóvenes para que puedan vivir mejor, para que se ocupen y puedan tener una vida bonita. Ese es mi propósito, decirle a mi hija que se ocupe en algo y cuide esta semilla para que viva bien, por eso le digo «apréndela a cuidar y aprende a cosechar, no a trabajar la tierra fácil, sino a trabajarla como es debido»”.

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Innovación y tendencias en favor de la seguridad alimentaria

Ciudad de México.- Para el año 2030 será necesario poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente; poner fin a todas las formas de malnutrición; duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de pequeña escala; asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad y contribuyan al mantenimiento de los ecosistemas, fortalezcan la capacidad de adaptación al cambio climático y mejoren progresivamente la calidad del suelo y la tierra.

La anterior es una síntesis de la metas del Objetivo 2: Hambre Cero, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, el cual fue el punto de partida del Foro Kellogg por la seguridad alimentaria dedicado a la Innovación y Tendencias en favor de la Seguridad Alimentaria que se desarrolló con motivo del Día Mundial de la Alimentación.

El foro contó con la participación de Roberto Vázquez, director de Asuntos Corporativos de Kellogg para América Latina; Jelle Van Loon, representante del Centro International de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para América Latina; y Marco Antonio Herrera Oropeza, director de Planeación Agrícola de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, quienes coincidieron en que en la lucha para la erradicación del hambre  y la malnutrición es necesario unir y coordinar esfuerzos entre gobierno, iniciativa privada, academia y centros de investigación.

“El que impulsamos con el CIMMYT es un proyecto de muy alto valor en términos de los resultados tangibles que arroja: nuestro propósito es apoyar a un millón de productores en México y avanzar en un esquema que genere un mayor entorno de bienestar para los agricultores. El programa se llama Apoyo al Abastecimiento Responsable en México, se desarrolla en diversos puntos del norte del país y de El Bajío. Actualmente está beneficiando a unos 400 agricultores quienes están implementando prácticas de Agricultura Sustentable en más de 6,000 hectáreas de tierra”, comentó Roberto Vázquez

El representante de Kellogg agregó que “al cultivar ese grano de la más alta calidad, que es producto nacional para consumo nacional, se está logrando producir más grano con menos agua, un uso idóneo de los productos para tratamiento de semillas y control de plagas y malezas, y se ha logrado disminuir en un 23% la emisión de CO2 a la atmósfera”. Estas acciones directamente en el campo se suman a otros esfuerzos de la organización con bancos de alimentos y la apuesta por empaques reutilizables, reciclables y compostables, a fin de evitar el desperdicio de alimentos y para brindar alimentos nutritivos y de calidad a la sociedad.

Jelle Van Loon agregó que “esos 400 productores del proyecto con Kellogg lograron, a partir de las prácticas sustentables, tener una rentabilidad del 36%. Se espera que, en la segunda etapa del proyecto que inició este año, se siga por ese camino para impactar en mil familias de productores y cubrir más de 20 mil hectáreas donde se producirán más de 190 toneladas de maíz amarillo de forma sustentable”. Esta producción, dijo, contribuye a que México avance en lograr la seguridad y la autosuficiencia alimentaria. 

Van Loon también comentó que el CIMMYT trabaja con la Secretaría de Agricultura en Cultivos para México, iniciativa que articula esfuerzos de los sectores público, privado, social y académico. El trabajo colaborativo que impulsa el CIMMYT, señaló, impacta en 10 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y agregó que el Banco de Germoplasma que custodia de CIMMYT, el Atlas Molecular del Maíz, las variedades de maíz de alto valor nutricional, así como las tecnologías poscosecha, la mecanización inteligente, la diversificación de cultivos y sobre todo el acompañamiento técnico, son algunas de contribuciones más notables del centro y sus colaboradores para la seguridad alimentaria de la sociedad mexicana. 

En ese sentido, Marco Antonio Herrera Oropeza enfatizó en la importancia de la colaboración entre sectores para lograr la seguridad y la autosuficiencia alimentaria de México. Expuso la diversidad de programas e iniciativas que la Secretaría de Agricultura impulsa y el énfasis que se está dando a los sectores más vulnerables de la población, por lo que los cultivos básicos, como el maíz, dijo, son de particular interés para las políticas y programas públicos, los cuales se han fortalecido con las contribuciones de la ciencia desarrollada en México.

Muchos de los sistemas en los que nos estamos apoyando han sido desarrollados por instituciones de investigación como el CIMMYT. La Agricultura de Conservación, la certificación y desarrollo de semillas resilientes al cambio climático, promover y sensibilizar a los agricultores sobre la necesidad de implementar una agricultura más sostenible”, mencionó, son contribuciones de gran valor para apoyar a todas las instituciones que buscan garantizar la disponibilidad de alimentos sanos, nutritivos e inocuos para todos los mexicanos. 

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Cultivar es un acto heroico

Texcoco, Edo. Méx.- Comer es una actividad básica sobre la que el ser humano ha construido gran parte de su cultura. Una necesidad humana y un placer cotidiano sobre el que la gastronomía consolida una suerte de imperio mediático con decenas de programas, series, concursos… Paradójicamente, la seguridad alimentaria y la agricultura, las otras caras del prisma de la alimentación humana, no reciben la misma atención y, sin embargo, son parte fundamental de la historia y el destino de la humanidad. 

Si se trazaran y examinaran de forma conjunta las curvas del crecimiento poblacional del planeta y de la producción agrícola global desde el Neolítico hasta la actualidad se podría observar que, en términos generales, ambas han avanzado de forma más o menos paralela. Destacarían dos momentos clave en que estas curvas se separan (al menos de forma más notable): el primero alrededor de hace 60 años y el segundo en la época actual. ¿Qué ocurrió entonces y qué ocurre ahora?

Hace aproximadamente 60 años, derivado de un desarrollo industrial desigual en los países, sobrevino un crecimiento poblacional exponencial y hambrunas en diversos puntos del planeta ―afectando particularmente a países como India y Pakistán, con una gran sobrepoblación―. La producción agrícola de entonces era incapaz de proveer todo el alimento que se necesitaba y millones de personas estaban en riesgo de perecer debido a la hambruna. 

Gracias a los trabajos de mejoramiento de cultivos que el doctor Norman E. Borlaug realizó en México (y con investigadores y productores mexicanos) no solo se salvaron millones de vidas de la hambruna —hecho que lo hizo acreedor al Premio Nobel de la Paz en 1970—, sino que se sentaron las bases de la agricultura moderna y la producción de cultivos mejorados. Este hecho contribuyó notablemente a que las líneas del crecimiento poblacional y de la producción agrícola global avanzaran nuevamente de forma paralela pues permitió que se produjeran más alimentos y que estos estuvieran accesibles para los sectores de la población más vulnerables.

Hoy, no hay duda de que la aplicación de la ciencia en la agricultura ha ayudado notablemente a producir los alimentos necesarios para una población que sigue creciendo, pero si se observan detenidamente las curvas en mención, se podrá observar que, en años recientes, mientras la población sigue creciendo a un ritmo notable ―aunque ya no de forma exponencial―, la productividad agrícola aumenta, pero con menor pendiente. 

Si las proyecciones se cumplen ―es decir, si la sociedad no cambia sus formas de producción y consumo―, la humanidad producirá menos alimentos de los que necesitará para alimentar a los 9,700 millones de personas que poblarán el planeta hacia el año 2050. ¿Cuál es la solución a este desafío si el cambio climático, la degradación de las tierras cultivables, la migración y otros fenómenos avanzan inexorablemente complicando la tarea?

El crecimiento de la producción mundial de cultivos en la presente década, señalan diversas proyecciones, solo será posible si se hace un uso más intensivo de los recursos disponibles, se invierte en tecnologías de producción y mejoramiento de las prácticas de cultivo y se intensifica el uso de la tierra mediante cosechas múltiples al año, entre otras prácticas sostenibles que permitan, a la vez, encarar otros retos como la preservación de la diversidad de las especies cultivables. 

Desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ―institución que mantiene vivo el legado del doctor Norman E. Boulaug― se trabaja para poner el conocimiento científico al servicio de técnicos y productores, héroes de la alimentación que con su trabajo diario hacen posible que la sociedad disponga de alimentos. En el marco del Día Mundial de la Alimentación 2021 (16 de octubre) invitamos a leer la historia de algunos de estos héroes y heroínas.

En la Península de Yucatán, por ejemplo, Edgar Martín Miranda y un grupo de productores están rescatando maíces nativos; en Campeche, doña Petro resguarda semillas para enseñarle a los jóvenes cómo cultivarlas y preservar al mismo tiempo su riqueza cultural; o la señora María Inés Beltrán quien, en el norte del país, está rompiendo estereotipos y abriendo brecha para otras mujeres productoras. Estas tres son tan solo un ejemplo de tantas historias que se tejen en el trabajo cotidiano en la parcela y que confirman la pertinencia y la necesidad de poner la ciencia al servicio de la sociedad.