Texcoco, Edo. Méx.- Antes de que el nuevo coronavirus irrumpiera en la escena mundial, el 2020 había sido declarado Año Internacional de la Sanidad Vegetal. Esto es relevante porque, además del COVID-19, muchas poblaciones en México y el mundo enfrentan el reto de combatir las plagas que ponen en riesgo sus cosechas: actualmente, por ejemplo, enjambres de langostas amenazan la seguridad alimentaria de millones de personas en África y Sudamérica.
Si bien México cuenta con instituciones y normas para asegurar buenas prácticas de producción y manejo de alimentos, no está exento de que —a escala local— el abasto de alimentos sea puesto en riesgo por desastres naturales o factores biológicos como las plagas (que además son un elemento al que cotidianamente deben enfrentarse las productoras y los productores).
Para fortalecer la seguridad alimentaria nacional, científicos que participan en el programa MasAgro —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— han diseñado un curso introductorio a los enfoques agroecológicos para el manejo de plagas, las cuales han aumentado en años recientes debido a los efectos del cambio climático.
El Manejo Agroecológico de Plagas busca mantener a las poblaciones de insectos en un nivel tal que no causen daños económicos (en lugar de exterminarlas, lo que altera el equilibrio de los agroecosistemas). Con este enfoque, se busca minimizar el impacto ambiental y preservar la salud de los productores, ya que —en lugar de plaguicidas— prioriza el uso de trampas y otras formas de control biológico.
El curso Introducción al Manejo Agroecológico de Plagas fue creado bajo metodología e-learning y responde a la necesidad de desarrollar intervenciones sensibles y oportunas para el campo a través de conocimientos y técnicas sustentables a fin de implementar controles más efectivos. Está compuesto por cinco módulos de estudio que abordan temas como las características morfológicas y los grupos de insectos, la restauración de la biodiversidad y las plagas del suelo y del follaje y el control biológico de plagas, entre otros.
La primera edición del curso inició el 27 de abril y —si bien está siendo impartido inicialmente a alrededor de 40 técnicos, coordinadores y formadores del programa MasAgro a través de la plataforma CIMMYT Academy (desde donde podrán acceder a diversos recursos didácticos, participar en distintas actividades formativas, interactuar, tener retroalimentación y ser evaluados)— los videos tutoriales están disponibles para todos los interesados en el tema en el canal de YouTube de AC CIMMYT: Curso sobre Manejo Agroecológico de Plagas.
Con cursos como este se pone de manifiesto que #LaAgriculturaSigue y que aún en tiempos adversos —en los que es importante conservar el distanciamiento social— es posible difundir conocimiento científico en favor del campo y la sociedad. Ya que el manejo de plagas requiere un seguimiento puntual y metodológico para evitar pérdidas en los cultivos, este curso es también una oportunidad para que los participantes compartan los resultados de sus propias prácticas y enriquezcan sus intervenciones en sus áreas de influencia.
El secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos Arámbula, destacó que el Gobierno de México ya desarrolla varias acciones recomendadas por líderes globales para garantizar la producción y el abasto de alimentos en el país.
Como resultado, México está preparado para mantener la producción y el abasto de alimentos básicos y el empleo en el medio rural durante y después de la pandemia, expresó el funcionario federal.
El secretario Villalobos Arámbula señaló que, para garantizar el abasto de alimentos, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ofrecen asesoría técnica para la preparación de terrenos, la siembra, la fertilización y el Manejo Agroecológico de Plagas —entre otras actividades de Agricultura Sustentable— a más de 300,000 productores de maíz, trigo y cultivos asociados que participan en el programa MasAgro para comenzar el ciclo agrícola primavera–verano 2020.
Del mismo modo —abundó— la SADER, el CIMMYT y el sector privado colaboran en esquemas de compra local responsable para abastecer a la industria agroalimentaria nacional de granos básicos cultivados con prácticas sustentables.
Llamado de personalidades globales a evitar que acciones contras el COVID-19 afecten la producción alimentaria
En una carta publicada el 9 de abril pasado, 60 personalidades de reconocido prestigio internacional hicieron un llamado a los Gobiernos de todo el mundo para evitar que las acciones de combate y mitigación de la pandemia de COVID-19 produzcan una crisis alimentaria y humanitaria que podría incrementar sustancialmente el número de personas que padecen hambre.
De acuerdo con quienes suscribieron este llamado a la acción, el cierre de fronteras y la reducción de la actividad económica a mínimos históricos son algunas de las medidas de mitigación que representan un reto para las cadenas de producción y distribución de alimentos en todo el mundo.
Entre los firmantes hay representantes de organismos internacionales —como la Organización Mundial de Agricultores, la Confederación Internacional de Sindicatos de Comercio y la Fundación de la Organización de las Naciones Unidas—; cuadros directivos de empresas multinacionales; y académicos e investigadores de las mejores universidades y los centros de investigación del mundo, entre ellos el CIMMYT.
Para prevenir el colapso de los sistemas productivos y de las cadenas de suministro y distribución de alimentos, los firmantes hacen un llamado a emprender tres acciones clave:
Mantener la oferta de alimentos
Multiplicar el apoyo para los más vulnerables
Invertir en sistemas alimentarios sostenibles y resilientes
México atiende, efectivamente, la recomendación de convocar a los sectores privado y social para expandir los programas de alimentación y de protección para la población más vulnerable, vinculándolos a los alimentos que promueven la salud humana y la producción sostenible.
En respuesta a la línea de acción que pide a los países invertir en sistemas alimentarios más sostenibles y resilientes, MasAgro ofrece a los productores tecnologías herméticas para el almacenamiento poscosecha, que hacen más flexible la cadena de suministro de granos básicos y evitan la pérdida de alimentos por cualquier disrupción en los canales de distribución.
Una agricultora deshierba un campo de maíz en Pusa, estado de Bihar, India. La productividad y la seguridad alimentaria de los pequeños agricultores requieren su presencia y actividad en el campo y en los mercados, los cuales podrían estar fuera de los límites de la pandemia del COVID-19. (Foto: M. DeFreese/CIMMYT)
Alarmados por el riesgo de escasez mundial y regional de alimentos provocada por la pandemia del COVID-19, una coalición de empresas, grupos de agricultores, industria, organizaciones no gubernamentales y académicos ha pedido a los líderes mundiales que mantengan un comercio abierto de sus excedentes de alimentos.
Publicado por la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU, en inglés) el 9 de abril de 2020, y firmado por 60 expertos, el llamado a la acción insta a los líderes mundiales a mantener el suministro de alimentos, apoyar especialmente a las personas vulnerables y financiar sistemas alimentarios sostenibles y resilientes.
Cubierto por los principales medios de comunicación mundiales, la declaración alienta a los gobiernos a tratar la producción, el procesamiento y la distribución de alimentos como un sector esencial —similar a la atención de salud pública— y por lo tanto a apoyar las actividades continuas, seguras y saludables de los agricultores y otras personas que contribuyen al sector, según Martin Kropff, Director General del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y signatario del llamado a la acción.
«Los consumidores en los países de bajos ingresos enfrentan la mayor amenaza de inseguridad alimentaria», dijo Kropff. «Su acceso tenue a alimentos nutritivos se ve comprometido cuando las naciones productoras de alimentos excedentes eligen cerrar el comercio como medida defensiva».
Kropff agregó que muchos hogares en países de bajos ingresos dependen de la agricultura o actividades relacionadas para su alimentación y sustento. Su productividad y seguridad alimentaria se ven comprometidas por enfermedades o restricciones de movimiento o trabajo.
«El llamado a la acción resuena con los hallazgos de un estudio histórico de 2015 realizado por Lloyd’s of London», explicó. «Ese trabajo destacó la fragilidad de los sistemas alimentarios mundiales en caso de choques coincidentes, un resultado que parece totalmente posible ahora, dados los impactos de la pandemia del COVID-19 en la salud, cultura y economía».
Al mismo tiempo, el trabajo del CIMMYT, otros centros del CGIAR y sus socios en todo el mundo ayuda a estabilizar los sistemas alimentarios, según Kropff.
«Nuestros resultados de investigación incluyen variedades de cultivos de alto rendimiento, resistentes al clima y métodos de cultivo más productivos, rentables y sostenibles. Esto les da a los agricultores, y especialmente a los pequeños productores, los ingredientes para una agricultura más eficiente y efectiva. Se basan en la realidad a través de los comentarios de los agricultores y socios locales, así como de estudios socioeconómicos sobre mercados y cadenas de valor para la producción, procesamiento y distribución de alimentos».
Sidameika Tura village market, Arsi Negele, Ethiopia, 2015. Photographer: CIMMYT/ Peter Lowe.
Una mujer vende maíz en el mercado de Sidameika Tura, Arsi Negele, Etiopía. (Foto: Peter Lowe/CIMMYT)
Disclaimer: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente la política oficial o la posición del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Si bien todos los ojos están puestos en Lombardía, Madrid, Nueva York y Wuhan, ¿qué sabemos sobre el impacto del COVID-19 en las personas de bajos recursos en áreas rurales y en la seguridad alimentaria en los países en vías de desarrollo? ¿Cómo se puede moderar el impacto de la crisis? ¿Qué avances positivos podría provocar este choque para llevarnos a una “nueva normalidad” mejorada? ¿Qué pueden hacer los donantes y las organizaciones para apoyar a los países de bajos y medianos recursos durante y después de esta crisis?
Los miembros del grupo de trabajo de Agricultura y Desarrollo Rural de la comunidad de escalamiento Scaling Up celebraron una reunión virtual para discutir estas preguntas y cómo las innovaciones del escalamiento podrían ayudar a la recuperación de la crisis actual y mitigar las futuras.
Las comunidades rurales de bajos recursos son particularmente vulnerables
Cuando se trata de una enfermedad altamente contagiosa, estar en una zona rural suena mejor que estar en una ciudad, pero esa es una impresión engañosa. Los pequeños agricultores a menudo son personas mayores que el promedio y, por lo tanto, son más vulnerables al virus y tienen menos acceso a los servicios de salud.
También dependen de los trabajadores de campo que no pueden viajar desde las comunidades circundantes para ayudarlos a plantar, deshierbar y cosechar. Para procesar los cultivos, los pequeños agricultores necesitan transportar los cultivos a los centros de procesamiento, que pueden estar cerrados, al igual que los mercados donde obtienen insumos o venden productos agrícolas. Las grandes empresas internacionales de agronegocios, que suministran insumos y compran productos locales de los agricultores, pueden retirarse, al menos temporalmente, de las economías rurales. Ya hay informes de agricultores que alimentan al ganado con fresas y brócoli en India, ya que no pueden llevar sus productos al mercado.
La mayoría de los agricultores también dependen de actividades no agrícolas para su sustento, ya que pueden ser trabajadores de campo para otros agricultores, trabajar en la industria del procesamiento o en la construcción. La interrupción del transporte y los cierres plantean serios desafíos para mantener la continuidad segura del negocio en toda la economía rural. El riesgo no es solo que la producción rural inmediata, las entregas de alimentos, las exportaciones, el empleo y los ingresos colapsen, sino también que la siembra para las cosechas del próximo año se verá interrumpida.
Es clave diferenciar entre las cadenas de suministro globales y locales, que sufrirán de diferentes maneras. Por ejemplo, en Uganda, los supermercados están abiertos, pero son pequeños, los mercados informales están cerrados. En crisis pasadas, los gobiernos se han centrado en la supervivencia de las cadenas de valor globales sobre las locales. Las pequeñas empresas rurales tienen más probabilidades de cerrar permanentemente en comparación con las empresas internacionales grandes.
A nivel mundial, el apoyo internacional para la agricultura y el desarrollo rural se ha retrasado en los últimos años. Hoy en día, el apoyo internacional de las agencias de ayuda y las ONG está siendo interrumpido, ya que los viajes están restringidos y las reuniones comunitarias están prohibidas. Con una mayor atención de los donantes a una crisis de salud nacional e internacional, la ayuda para las comunidades rurales puede caer precipitadamente.
Hombres transportan paja de trigo en el distrito Dodula de Etiopía. (Foto: Peter Lowe/CIMMYT)
Oportunidades para una “nueva normalidad” mejorada a medida que respondemos a la crisis
La respuesta a corto plazo para ayudar a minimizar el impacto de la crisis del COVID-19 en la población rural de escasos recursos es crítica, pero también debemos apoyar la formación de una “nueva normalidad” en la que los sistemas alimentarios rurales sean resilientes, rentables e inclusivos para la población rural de escasos recursos. Los miembros de la comunidad de escalamiento Scaling Up exploraron varias ideas.
En primer lugar, la pandemia del COVID-19 podría presentar oportunidades para romper silos y mostrar cuán estrechamente relacionados están la salud y la agricultura.
“El COVID-19 atraviesa sectores y jurisdicciones de manera que las organizaciones individuales y las estructuras de gobierno establecidas están mal equipadas para adaptarse”, dijo Larry Cooley, experto en escalamiento y fundador y presidente emérito de Management Systems International (MSI).
Por ejemplo, las redes de extensión agrícola rural podrían usarse para difundir información sobre la concientización y educación en salud en torno al COVID-19 y recopilar datos sobre los impactos locales. Esto puede causar y proporcionar alivio a corto plazo, pero también puede brindar oportunidades de colaboración a largo plazo.
“Nuestras redes agrícolas se adentran en las áreas rurales y estamos capacitando a nuestros empresarios agrícolas en la India para difundir mensajes, productos y servicios de salud para ayudar a abordar el COVID-19”, dijo Simon Winter, Director Ejecutivo de la Fundación Syngenta.
“En el Banco Africano de Desarrollo estamos brindando financiamiento de ayuda de emergencia y cambiando el propósito de los fondos para tener un vínculo con el COVID-19”, dijo Atsuko Toda, Director de Finanzas Agrícolas y Desarrollo Rural del banco.
En segundo lugar, una “nueva normalidad” también podría significar una independencia aún más fuerte de los proyectos, soluciones financiadas con fondos externos para una mayor propiedad local y experiencia en áreas rurales, algo que la comunidad de escalamiento Scaling Up ha estado promoviendo fuertemente. Podríamos ayudar a apoyar una mayor autonomía del agricultor, un mercado local fuerte y el escalamiento de las cadenas de valor locales. Fortalecer la capacidad de las pequeñas y medianas empresas que vinculan a los agricultores con los mercados urbanos podría ayudar a garantizar la estabilidad en los futuros choques económicos.
Los proyectos liderados por los gobiernos y los donantes analizaron demasiado las cadenas de valor globales y de exportación. Veo grandes oportunidades para ampliar las cadenas de valor de entrada y salida locales y regionales que benefician a los agricultores locales y las pequeñas y medianas empresas”, dijo Margret Will, experta en cadenas de valor.
En tercer lugar, la pandemia del COVID-19 presenta una oportunidad para acelerar la ampliación de las innovaciones.
“La falta de acceso a la mano de obra podría interrumpir la cosecha y la siembra en nuestros países Feed the Future, acelerando una tendencia ya predominante de migración, especialmente entre los jóvenes, a las áreas urbanas. Vemos una inminente necesidad de mecanización de granjas, utilizando maquinaria pequeña para arar, sembradoras, cosechadoras y otros equipos que ahorran tiempo y mano de obra”, dijo Mark Huisenga, Gerente Sénior de Programas de la Oficina de Resiliencia y Seguridad Alimentaria de USAID.
Masimba Mawire recolecta mazorcas de maíz después de quitar el grano usando un descascarador de maíz mecánico en Zimbabue. (Foto: Matthew O’Leary/CIMMYT)
Las comunidades rurales que usan prácticas más ecológicas intensivas, como la agricultura de conservación y la agricultura de empuje o las prácticas de almacenamiento seguro dependen menos de insumos externos y mano de obra.
La crisis actual nos obliga a usar sistemas de comunicación digital, reemplazar el trabajo humano con herramientas digitales siempre que sea posible y usar tecnología para ayudar a dirigir las intervenciones. Tanto el sector público como el privado podrían aprovechar esta oportunidad para invertir en un mayor acceso a internet, electricidad y otros recursos digitales, incluso en áreas empobrecidas. Todas estas innovaciones tecnológicas pueden ayudar a los agricultores a enfrentar mejor las limitaciones provocadas por el COVID-19 y cualquier crisis o estrés futuro para el sistema alimentario, al tiempo que la agricultura se vuelve más productiva y más atractiva para los jóvenes.
“La pandemia crea una oportunidad para acelerar el uso de las tecnologías digitales en la agricultura a pequeña escala, no solo para brindar asesoramiento de extensión sino también para obtener información sobre los impactos del COVID-19”, dijo Julie Howard, asesora principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Por último, el COVID-19 cambiará nuestro sistema de gobernanza global, y el sector agrícola, de investigación y desarrollo tiene un papel que desempeñar en esta transformación. Un cambio de sistemas debe centrarse en la diversidad y la seguridad alimentaria, prestando atención a la población rural de escasos recursos de los países de bajos y medianos ingresos. Podemos trabajar juntos para escalar plataformas intersectoriales para construir redes sólidas e innovaciones de escalamiento para fortalecer sistemas alimentarios sostenibles y resilientes.
Los sistemas cambian más allá del sector agrícola, la sostenibilidad a través de la propiedad local y la adopción de innovaciones que apoyan actividades agrícolas y relacionadas con la agricultura rentables y resilientes son componentes clave de cómo la comunidad de escalamiento Scaling Up se acerca al escalamiento. Un cambio de sistemas es inminente, y es importante apoyar una transformación en una dirección en la que los mercados locales, el trabajo rural y las economías regionales se fortalezcan a largo plazo. Esto requiere visión, experiencia, movilización de recursos, intercambio de información y liderazgo de crowdsourcing, y la red de expertos en escalamiento puede contribuir a esto.
El grupo de trabajo de Agricultura y Desarrollo Rural de la comunidad de escalamiento Scaling Up está compuesto por más de 100 donantes oficiales, fundaciones, grupos de expertos, organizaciones de investigación y desarrollo unidos por su interés en aumentar el impacto de las innovaciones en la seguridad alimentaria y la pobreza rural. Las áreas de particular interés para el grupo incluyen el diseño para el escalamiento, el uso de marcos de escalamiento, el aprendizaje sobre el escalamiento, el escalamiento responsable, la sostenibilidad y el pensamiento sistemático. Los miembros del grupo de trabajo incluyen profesionales con vasta experiencia en el campo, y el grupo intenta explícitamente aprender de la aplicación de conceptos complejos tales como sostenibilidad, cambio de sistemas y escalamiento en entornos del mundo real por parte de actores locales. Además de las reuniones virtuales trimestrales, el grupo de trabajo fomenta y apoya los intercambios entre sus miembros sobre una variedad de temas. La participación y la gestión del grupo de trabajo de Agricultura y Desarrollo Rural se realiza de forma puramente voluntaria.
Sobre los autores:
Lennart Woltering — Catalizador de escalamiento en el CIMMYT y presidente del grupo de trabajo de Agricultura y Desarrollo Rural.
Johannes Linn — Miembro principal no residente de Brookings y ex vicepresidente del Banco Mundial.
Maria Boa — Coordinadora de escalamiento en el CIMMYT y secretaria del grupo de trabajo de Agricultura y Desarrollo Rural.
Mary Donovan — Consultora de comunicaciones en el CIMMYT.
Guachochi, Chih.- En medio de la actual emergencia sanitaria por el COVID 19, las sociedades —particularmente las de países en desarrollo— buscan opciones para garantizar la seguridad alimentaria de los sectores de la población que son más vulnerables ante prolongados periodos de distanciamiento social y de pausa en diversas actividades económicas. Por lo anterior, adquiere relevancia contar con sistemas agroalimentarios productivos, robustos y resilientes que favorezcan precisamente a los sectores más vulnerables.
En días pasados, a través del programa MasAgro —de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— se realizó el taller ‘Uso de Tecnologías Herméticas para Conservación de Granos’ en la cabecera municipal de Guachochi, Chihuahua, a fin de dar a conocer los procedimientos de almacenamiento y el uso de los diferentes dispositivos y tecnologías herméticas poscosecha.
Dispositivos como los silos metálicos herméticos o las bolsas plásticas con cierre (zip) son opciones viables para el almacenamiento de granos por largos periodos en las comunidades donde plagas —como la palomilla de los cereales (Sitotroga cerealella)—, diversos roedores (ratas, ratones y ardillas) y pájaros reducen las cosechas.
Las soluciones herméticas poscosecha evitan la entrada de aire y humedad, reduciendo la incidencia de plagas y hongos, evitando el deterioro de los granos y minimizando el uso de plaguicidas potencialmente dañinos para la salud humana.
Durante el taller también se dieron a conocer otras opciones (más económicas y de fácil disponibilidad) que —debidamente manejadas— permiten obtener buenos resultados, como los bidones plásticos (de diferentes capacidades) o las garrafas de reúso. Lo fundamental de estas opciones es asegurar el principio de hermeticidad (ausencia de oxígeno) y el adecuado secado del grano antes de su almacenamiento.
Entre las condiciones que se deben tomar en cuenta para almacenar granos por largos periodos de tiempo, se encuentran la humedad del grano (que debe ser menor de 14%), la temperatura y la limpieza previa del grano (para no almacenar de mala calidad). Por este motivo, durante el taller también se presentaron los diferentes métodos caseros (como el método del sol y el método de la sal) para determinar la humedad del grano, que es el factor más importante para no tener pérdidas posteriores.
El correcto almacenamiento de granos evita pérdidas significativas, las cuales —considerando los precios en la zona— pueden ser de hasta $1,800 por tonelada. Esto es destacable, ya que la producción en la zona de Guachochi apenas es suficiente para el autoconsumo familiar, y es más relevante aún si se considera que a través de estos aprendizajes, las familias de la zona tienen más elementos para ser resilientes en tiempos como los actuales.
En este video te compartimos más información sobre el método del sol y el método de la sal. Y recuerda, #ConservaTuCosecha
Disclaimer: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente la política oficial o la posición del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Si bien la atención mundial se centra en controlar el COVID-19, la evidencia apunta a la crisis de la biodiversidad como un factor principal en su aparición. A primera vista, los dos problemas pueden parecer ajenos, pero los brotes de enfermedades y los ecosistemas degradados están profundamente conectados. Frédéric Baudron, ingeniero agrónomo de sistemas en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y Florian Liégeois, virólogo del Institut de Recherche pour le Développement (IRD) comparten sus puntos de vista sobre la crisis actual del COVID-19 y el vínculo entre la pérdida de biodiversidad y las enfermedades infecciosas emergentes.
¿Qué tendencias estamos viendo con las enfermedades infecciosas como el COVID-19?
Podemos ver que los brotes de enfermedades infecciosas son cada vez más frecuentes, incluso cuando tenemos en cuenta el llamado «sesgo de información científica»: la vigilancia de tales eventos mejora con el tiempo y la vigilancia se financia mejor en el Norte que en el Sur.
El 60% de las enfermedades infecciosas son zoonóticas, lo que significa que se transmiten de los animales a los humanos y el 72% de estas zoonosis se originan en la vida silvestre. El COVID-19 es solo el último de una larga lista de zoonosis originadas en la vida silvestre. Otros brotes recientes incluyen el SARS, el Ébola, la influenza aviar y la influenza porcina. A medida que las actividades humanas continúan perturbando los ecosistemas en todo el mundo, es probable que veamos más patógenos cruzando de la vida silvestre a la humana en el futuro. Esto debería servir como un llamado para gestionar mejor nuestra relación con la naturaleza en general, y, particularmente, con la vida silvestre.
Los investigadores en Zimbabue ingresan a la cueva de los murciélagos insectívoros (Hipposideros caffer) para realizar muestras fecales para la investigación viral. (Foto: Florian Liégeois/IRD)
¿Por qué hay más casos de enfermedades que pasan de los animales a los humanos? ¿De dónde vienen?
La evidencia apunta al comercio y al consumo de carne de animales silvestres como el probable impulsor de la aparición del COVID-19. La aparición del SARS y el Ébola también fue impulsada por el consumo y el comercio de carne de animales silvestres. Sin embargo, al observar brotes pasados de zoonosis causadas por un patógeno con origen en la vida silvestre, los cambios en el uso de la tierra, generalmente debido a cambios en las prácticas agrícolas, han sido los principales impulsores.
Los patógenos tienden a surgir en conocidos «puntos críticos de enfermedades», que tienden a ser áreas donde la alta biodiversidad de la vida silvestre se superpone con una alta densidad de población. Estos puntos tienden a estar a una latitud más baja. Curiosamente, muchos de estos se encuentran en regiones donde se concentran las actividades del CIMMYT: América Central, África Oriental y Asia del Sur. Esto, además del hecho de que los cambios agrícolas son un motor importante de la aparición de zoonosis, significa que los investigadores del CIMMYT pueden desempeñar un papel en la prevención de la próxima pandemia global.
Los pequeños agricultores talan bosques para la agricultura, pero también tienen un impacto en los bosques a través del pastoreo de ganado y la cosecha de leña, como en esta imagen en el bosque de Munesa, Etiopía. (Foto: Frederic Baudron/CIMMYT)
¿Cómo la pérdida de biodiversidad y el cambio en el uso de la tierra causan un aumento en las enfermedades zoonóticas?
Hay al menos tres mecanismos en juego. En primer lugar, un mayor contacto entre la vida silvestre y los humanos y su ganado debido a la invasión de los ecosistemas. En segundo lugar, la selección de especies de vida silvestre más capaces de infectar a los humanos y/o su ganado —a menudo roedores y murciélagos— porque prosperan en paisajes dominados por humanos. En tercer lugar, estas especies de vida silvestre sobrevivientes transportan más patógenos en ecosistemas simplificados. Los patógenos tienden a estar «diluidos» en ecosistemas complejos y no perturbados.
El rápido aumento de la población y su ganado significa que están interactuando cada vez más con las especies de vida silvestre y los patógenos que transportan. Hoy, 7.8 billones de humanos explotan casi todos y cada uno de los ecosistemas del planeta. La ganadería ha seguido a los humanos en la mayoría de estos ecosistemas y ahora son mucho más numerosos que los vertebrados salvajes: ¡hay 4.700 millones de vacas, cerdos, ovejas y cabras y 23.700 millones de pollos en la Tierra! Vivimos en un planeta cada vez más «cultivado», con nuevos conjuntos de especies y nuevas oportunidades para que los patógenos se muevan de una especie a otra.
El comercio de vida silvestre y el consumo de carne de animales silvestres han recibido mucha atención como causas principales de la propagación de estos virus. ¿Por qué ha habido tan poca discusión sobre la conexión con la pérdida de biodiversidad?
El problema de la pérdida de biodiversidad como motor de la aparición de zoonosis es complejo: no tiene una solución simple, como prohibir los mercados en China. Es difícil comunicar este problema de manera efectiva al público. Es fácil encontrar apoyo para terminar con el comercio y el consumo de carne de animales silvestres porque es fácil para el público comprender cómo pueden conducir a la aparición de zoonosis, y las fuentes de carne de animales silvestres incluyen especies emblemáticas con atractivo público, como los simios y los pangolines. El tráfico y el consumo de carne de animales silvestres también ofrece al público una forma fácil de culpar a otros: este es un problema local, en lugar de global, y para la mayoría de nosotros, distante.
Hay una verdad incómoda en la crisis de la biodiversidad: todos lo manejamos a través de nuestros patrones de consumo. Piense en su consumo anual de café, té, chocolate, azúcar, textiles, pescado, etc. Pero la crisis de biodiversidad a menudo no se percibe como un problema global, ni como un problema apremiante. La cobertura mediática para la crisis de biodiversidad es ocho veces menor que para la crisis climática.
El bosque Unamat en Puerto Maldonado, departamento de Madre de Dios, Perú. (Foto: Marco Simola/CIFOR)
La agricultura es una de las principales causas del cambio en el uso de la tierra y la pérdida de biodiversidad. ¿Qué pueden hacer los agricultores para preservar la biodiversidad, sin perder el rendimiento de los cultivos?
Las prácticas agrícolas que reducen el impacto de la agricultura en la biodiversidad son bien conocidas y forman la base de la intensificación sustentable, para lo cual el CIMMYT tiene un programa completo. Una pregunta importante podría ser qué podemos hacer colectivamente para ayudarlos a hacerlo. Las políticas de apoyo, como la sustitución de subsidios por incentivos que promueven la intensificación sustentable, y los mercados de apoyo, por ejemplo, utilizando la certificación y el etiquetado, son parte de la solución.
Pero es probable que estas medidas sean insuficientes por sí solas, ya que una gran parte de la comida mundial no ingresa al mercado, sino que es consumida por los pequeños agricultores familiares que la producen.
Es probable que la reducción del impacto negativo de la producción de alimentos en la biodiversidad requiera un esfuerzo global y concertado similar a los Acuerdos de París para el clima. Como la pandemia del COVID-19 está impactando al mundo, es probable que se adopten medidas globales para evitar la próxima pandemia. Existe el riesgo de que algunas de estas medidas lleguen demasiado lejos y terminen amenazando los medios de vida rurales, especialmente los más vulnerables. Por ejemplo, recomendar «conservar la tierra» —segregar las actividades humanas de la naturaleza al maximizar el rendimiento en áreas lo más pequeñas posible— es tentador para reducir la posibilidad de propagación de patógenos de especies silvestres a humanos y ganado. Pero la producción de alimentos depende de los servicios del ecosistema respaldados por la biodiversidad, como el mantenimiento de la fertilidad del suelo, el control de plagas y la polinización. Estos servicios son particularmente importantes para los pequeños agricultores familiares que tienden a utilizar pocos insumos externos.
¿Cómo podemos evitar que pandemias como el COVID-19 vuelvan a ocurrir en el futuro?
Hay pocas dudas de que surgirán nuevos patógenos. En primer lugar, debemos ser capaces de controlar las enfermedades infecciosas emergentes lo antes posible. Esto requiere una mayor inversión en la vigilancia de enfermedades y en los sistemas de salud de los países donde es más probable que surja la próxima enfermedad infecciosa. Paralelamente, también debemos reducir la frecuencia de estos brotes conservando y restaurando la biodiversidad a nivel mundial, lo que es más importante en los puntos críticos de enfermedades.
La agricultura tiende a ser un importante impulsor de la pérdida de biodiversidad en estas áreas, pero también es una fuente importante de sustento. La carga de reducir el impacto de la agricultura en la biodiversidad en los puntos críticos de enfermedades no puede dejarse en manos de los agricultores locales, que tienden a ser agricultores de escasos recursos; tendrá que ser compartido con el resto de nosotros.
Foto de portada: Bosques en la tierra de la comunidad nativa Ese’eja de Infierno, en el departamento peruano Madre de Dios. (Foto: Yoly Gutierrez/CIFOR)
Disclaimer: Las opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente la política oficial o la posición del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
La vida cotidiana, tal como la conocemos, se ha detenido y los científicos de cultivos están reflexionando sobre los siguientes pasos a tomar frente a la crisis global del COVID-19. Hans Braun, Director del Programa Global de Trigo en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y del Programa de Investigación de Trigo del CGIAR (WHEAT), se une a nosotros en una charla virtual para discutir la necesidad de una mayor inversión en la investigación de enfermedades de los cultivos, ya que el mundo corre el riesgo de una crisis de seguridad alimentaria.
¿Qué ha aprendido de su trabajo con diversas enfermedades del trigo que podemos tomar como aprendizaje en estos momentos?
Las epidemias del trigo se remontan a los tiempos bíblicos. Los científicos del trigo ahora creen que los «siete malos años» de cosecha de Egipto a los que se hace referencia en la Biblia se debieron a un brote de roya del tallo.
Sabemos lo que sucede cuando tenemos una epidemia de cultivos: las enfermedades pueden acabar por completo con la cosecha. He visto a agricultores pararse frente a sus campos de trigo, pero no hay un solo grano dentro de las espigas. Todo debido al brusone del trigo.
Hay muchos problemas paralelos que veo con el brote de COVID-19.
Los modelos epidemiológicos para humanos que vemos hoy en día tienen mucho en común con la epidemiología vegetal. Por ejemplo, si tenemos un campo de trigo sembrado con una variedad que es resistente a la roya y después se obtiene una espora que muta y vence la resistencia —como el COVID-19 vence el sistema inmunológico humano— toma alrededor de dos semanas para que esporule de nuevo y produzca millones de mutaciones. Esporulan una vez más y obtenemos miles de millones y billones de esporas. Posteriormente, los campos de trigo a nivel local, nacional y, en el peor de los casos, regional se dañan gravemente y en el peor de los casos van a morir.
El problema es que, dado que no podemos poner en cuarentena al trigo, si el clima es favorable, estas esporas volarán a todas partes y —al igual que con el COVID-19— no necesitan pasaporte para viajar.
¿Podría darnos más detalles al respecto? ¿Cómo pueden globalizarse las enfermedades del trigo?
Por lo general, toma alrededor de 5 años, a veces menos, que una mutación en una espora de roya supere la resistencia de una variedad de trigo. De vez en cuando, vemos epidemias de roya que cubren toda una región. Para monitorear este movimiento, la Iniciativa Mundial Borlaug Contra la Roya de la Universidad de Cornell y el CIMMYT, financiada por la Fundación Bill & Melinda Gates y el Ministerio de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID, en inglés), estableció un sistema global de monitoreo de roya que proporciona datos en tiempo real sobre los movimientos de las esporas.
Por ejemplo, si hay una nueva raza de roya del tallo en Yemen, y en Yemen el trigo madura de manera temprana, y posteriormente, los agricultores queman la paja, su acción «empuja» las esporas hacia el aire, lo que les permite ingresar y cubrir de 2 000 a 5 000 kilómetros en muy poco tiempo. Las personas que ingresaron a un campo de trigo infectado también pueden llevar consigo esporas en la ropa o en los zapatos. Tomemos a Australia, por ejemplo, que tiene leyes de cuarentena muy estrictas. Está rodeado por el mar y, aun así, eventualmente, obtienen las nuevas razas de roya que vuelan alrededor o vienen con los viajeros. Uno simplemente no puede evitarlo.
Plantas de trigo resistentes a la roya del tallo (izquierda) y susceptibles (derecha) en la instalación de fenotipado de roya del tallo en Njoro, condado de Nakuru en Kenia. (Foto: Joshua Masinde/CIMMYT)
¿El cambio climático podría exacerbar la propagación de las enfermedades de los cultivos?
Sí, el clima y su variabilidad tienen mucho que ver con eso. Por ejemplo, en el caso de la roya amarilla, lo que es extremadamente importante es el tiempo que transcurre de esporulación a esporulación. Tomemos una espora de roya. Germina, crece, se multiplica y posteriormente, una vez que está lista, se dispersa para infectar las plantas. De una dispersión a la siguiente, se necesitan aproximadamente dos semanas.
En las últimas décadas, en particular para la roya amarilla, las nuevas razas están mejor adaptadas a las altas temperaturas y se multiplican más rápido. En un artículo de Nature, mostramos que hace 30 años la roya amarilla no estaba presente en las Grandes Llanuras de los Estados Unidos. Hoy, es la enfermedad de trigo más importante en la zona. Entonces, realmente hay algo que está sucediendo y cambiando y es por eso que estamos tan preocupados por las nuevas razas de enfermedades del trigo cuando surgen.
¿Qué podría tomar de esto un epidemiólogo especializado en virus humanos?
Bueno, creo que los epidemiólogos saben muy bien lo que sucede en un caso como el del virus del COVID-19. Los ciudadanos comunes ahora también comienzan a comprender qué es una pandemia y qué significa su crecimiento exponencial.
Tal vez deberíamos preguntarnos qué pueden aprender los responsables políticos sobre el COVID-19 para prevenir epidemias de plantas. Cuando se trata de epidemias, lo que se aplica a los humanos se aplica a las plantas. Si hay una nueva raza de una determinada enfermedad en un cultivo, en ese momento, la planta no tiene un mecanismo de defensa, como los humanos en el caso del COVID-19, porque no hemos desarrollado ninguna inmunidad. Mientras que en los países desarrollados los agricultores pueden usar productos químicos para controlar las enfermedades de las plantas, los agricultores de escasos recursos no tienen esta opción, debido a la falta de acceso o porque la protección de las plantas no se ha registrado en su país.
Además de esto, nuestras líneas de trabajo comparten un sentido de urgencia. Si ocurre el «día del juicio final», será demasiado tarde para reaccionar. En la actualidad, con una pandemia humana, las personas están preocupadas por la cadena de suministro desde el procesamiento de alimentos hasta el supermercado. Pero si tenemos una epidemia en las plantas, entonces no tenemos la cadena de suministro desde el campo hasta la industria de procesamiento de alimentos. Y si la gente no tiene nada para comer, saldrán a las calles y veremos violencia. Simplemente, no podemos dejar esto de lado.
¿Qué otras lecciones pueden tomar los responsables políticos y otras partes interesadas de la crisis actual?
El mundo necesita aprender que no podemos usar la economía como base para la investigación de enfermedades. Necesitamos prever mejor lo que podría suceder.
Tomemos el ejemplo del brusone del trigo, una enfermedad devastadora que puede destruir la espiga de trigo y que inicialmente se limitó a América del Sur. La enfermedad llegó a Bangladesh en 2016 y causó un pequeño daño económico, tal vez una pérdida de 30 000 toneladas en un área geográfica pequeña, una pequeña fracción de la producción nacional pero un desastre para el pequeño agricultor, que por lo tanto habría perdido toda su cosecha de trigo. La enfermedad ahora se controla con productos químicos. Pero, ¿qué pasa si se desarrolla resistencia química y la enfermedad se propaga a los 10 millones de hectáreas en las llanuras indogangéticas de la India y el sur de Pakistán. Improbable, pero, ¿y si sucede?
La agricultura representa el 30% del PIB mundial y el dinero de la investigación [destinado a la agricultura] y en comparación con otras áreas es pequeño. A nivel mundial, solo el 5% de la I+D se invierte en investigación para el desarrollo relacionado con la agricultura. ¡Qué discrepancia! Un millón de dólares estadounidenses invertidos en investigación sobre el brusone del trigo es muy útil y, si no se hace, se corre el riesgo de un desastre.
Si el desastre del COVID-19 tiene algún lado negativo, es de esperar que nuestros gobiernos se den cuenta de que tienen que desempeñar un papel mucho más serio en muchas áreas, en particular la salud pública y el control de enfermedades en humanos, pero también en plantas.
Un informe de Lloyd concluyó que una crisis alimentaria global podría ser causada por los gobiernos que toman medidas de aislamiento para proteger a sus propios países. Me preocupa que a medida que la crisis del COVID-19 continúe, los gobiernos detendrán las exportaciones como lo hicieron algunos durante la crisis de precios de los alimentos de 2008, y después, incluso si hay suficiente comida, el escenario de 2008 podría volver a ocurrir y los precios de los alimentos aumentarán, con un impacto desastroso en la vida de los más pobres.
Foto de portada: Hans Braun, Director del Programa Global de Trigo en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), inspecciona las plantas de trigo en los invernaderos. (Foto: Alfonso Cortés/CIMMYT)