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El cempasúchil más allá de las ofrendas

Parcela con cultivos diversificados en la que destaca el cultivo de cempasúchil, en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Parcela con cultivos diversificados en la que destaca el cultivo de cempasúchil, en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Aunque en México está estrechamente relacionada con su uso ritual el Día de Muertos, la flor de cempasúchil (Tagetes erecta y Tagetes patula) tiene usos muy variados y es una planta de gran interés a nivel internacional. De hecho, en India, China y Perú se concentra la producción mundial de cempasúchil, básicamente para la extracción de sus pigmentos —sus flores son ricas en carotenoides que proveen el característico color anaranjado vibrante—, siendo utilizada para dotar de color a la yema de huevo, pastas y otros productos.

Esta llamativa y comestible flor mexicana, destaca también por su uso para elaborar saborizantes y aromatizantes, tiene diversas aplicaciones médicas —además de su uso en medicina tradicional— e industriales y es apreciada como flor de ornato en Estados Unidos, Europa e India, donde se le cultiva extensamente para decorar festivales religiosos y eventos festivos, especialmente en la festividad hindú de Diwali.

Otro importante uso del cempasúchil es en la agricultura, donde su cultivo constituye una opción viable para contextos donde hay poca disponibilidad de agua debido a que su requerimiento hídrico es menor que otros cultivos. También es un abono verde notable. Es decir, que su cultivo ayuda a mejorar las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo; brinda refugio a insectos benéficos; ayuda a controlar malezas y protege al suelo de la erosión, ya que funciona como cubierta vegetal.

El cempasúchil es una planta anual que crece mejor en climas cálidos y soleados, requiriendo suelos bien drenados y tolerando condiciones de sequía moderada, de manera que su introducción, y la de otras especies de plantas cultivables con menor requerimiento hídrico, tiene la intención de que los productores se adapten y sean resilientes ante los efectos del cambio climático.

El cempasúchil brinda beneficios más allá de lo agronómico: la venta de flores para la temporada de Día de Muertos puede representar un ingreso adicional para las familias productoras, así como una forma de hacer más rentables sus parcelas gracias a la diversificación de cultivos; también se fortalecen las tradiciones e incluso se promueve el turismo porque las parcelas de cempasúchil se convierten en auténticos jardines de color naranja que florecen en un contexto de clima cambiante.

Adicionalmente, por sus propiedades insecticidas, larvicidas y nematicidas —los nematodos son un tipo de gusanos redondos o cilíndricos que en su mayoría se alimentan de la materia orgánica en descomposición, pero algunos basan su modo de vida en el parasitismo—, la planta es  considerada una alternativa potencial en el manejo de plagas y enfermedades, ya sea a través de la asociación de cultivos —se ha documentado que en rotación con maíz en tierras templadas con antecedentes de gallina ciega, reduce notablemente las poblaciones de ese insecto— o mediante el uso de bioplaguicidas y repelentes hechos a partir de esta emblemática planta.

Con respecto a sus propiedades para el control de plagas, la parte con más propiedades es la raíz. La planta se puede utilizar de diferentes maneras: abonos orgánicos para control de nematodos, extractos acuosos y polvos de diferentes partes de la planta —raíces, tallos, hojas, inflorescencias o toda la planta— para repeler o matar insectos tanto en cultivos en pie como en granos almacenados (si quieres conocer más sobre este enfoque, te recomendamos descargar la edición especial de Manejo Agroecológico de Plagas de la Revista EnlACe, en él encontrarás dos métodos simplificados para elaborar extracto de cempasúchil).

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Identifican insectos que ayudan al control biológico de plagas

De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: ejemplares adultos de: Polydontomia curvipes, Paragus sp., Toxomerus mutuus, Eupeodes sp., Leucopodella sp., y Toxomerus politus capturados en el Batan, Texcoco, Estado de México. (Foto: Abel Saldivia)
De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: ejemplares adultos de: Polydontomia curvipes, Paragus sp., Toxomerus mutuus, Eupeodes sp., Leucopodella sp., y Toxomerus politus capturados en el Batan, Texcoco, Estado de México. (Foto: Abel Saldivia)

Los sírfidos son una familia de moscas que se cuenta entre las más numerosas, pues se reconocen 284 géneros y 6 674 especies a nivel mundial. En México, se conocen 58 géneros y 325 especies. La mayoría de los sírfidos adultos visitan las flores para alimentarse de polen y néctar, y es común que se les confunda con abejas y avispas; sin embargo, se les puede distinguir por el tamaño de sus ojos y que solo presentan un par de alas. Además, muchos sírfidos presentan rayas, bandas o patrones en el cuerpo, con combinaciones de colores brillantes (amarillo, rojo) y tonos oscuros (que pueden ser metálicos).  

Otra característica de los sírfidos es que durante el vuelo pueden quedar suspendidos en el aire y desplazarse rápidamente de un lado a otro. Muchas especies son reconocidas como polinizadores esenciales en ambientes naturales y agrícolas. Las larvas, por otro lado, son importantes depredadores de pulgones, trips —insectos plaga que se alimentan de la savia de las plantas— y gusanos de cuerpo blando. Una larva de tercer instar —etapa de desarrollo—, que es la más voraz, puede consumir hasta 168 pulgones en un día, aunque este número depende de varios factores como la especie de sírfido o la temperatura ambiental.  

Durante el ciclo primavera-verano 2021, en la estación experimental de El Batán, en Texcoco, Estado de México, se desarrolló un estudio para medir la diversidad de artrópodos —categoría de animales invertebrados entre los que están los insectos, arácnidos y crustáceos— en un campo de maíz donde se plantó también un borde de plantas que producen abundante floración para propiciar la diversidad de especies de artrópodos. 

En dicho espacio se instalaron 15 trampas malaise —un tipo de trampas diseñadas para insectos voladores— a diferentes distancias del borde de flores y se dejaron expuestas durante un periodo de dos a siete días, cada semana. Así, se encontró una cantidad importante de sírfidos. Aunque esta familia (Diptera, Syrphidae) se encuentra presente durante todo el año, lo estuvo en mayor proporción durante los meses de agosto a noviembre cuando el borde de flores presentaba mayor cantidad de plantas con abundante floración (mostaza y eneldo) —aunque los campos contiguos se siembran principalmente con maíz y trigo, también hay campos de girasol y alfalfa que sirven de alimento y refugio a una amplia diversidad de artrópodos—. 

La trampa malaise está diseñada para captura de insectos voladores y consisten en una malla de interceptación de vuelo, con un recipiente donde se almacenan los insectos en alcohol. (Foto: Abel Saldivia)
La trampa malaise está diseñada para captura de insectos voladores y consisten en una malla de interceptación de vuelo, con un recipiente donde se almacenan los insectos en alcohol. (Foto: Abel Saldivia)

Los artrópodos recolectados fueron clasificados. Esto permitió conocer que hay especies que se encuentran en algunas fechas de captura y en otras no, además de la abundancia de cada una de estas. En total, se identificaron 15 morfoespecies —grupos de organismos que pueden ser de una o de diferentes especies, pero que comparten características comunes—.  

La especie que predominó fue Polydontomia curvipes, la cual se presentó durante todo el periodo de captura. El género más diverso es Toxomerus, donde se han identificado tres especies y varios individuos solo a nivel de género. La especie más abundante de este género fue T. marginatus, seguido por T. politus, la cual generalmente se encuentra en asociación con maíz ya que el adulto se alimenta de polen y sus larvas se han reportado como depredadoras de larvas de gusano cogollero y pulgones. También se encontró la presencia de T. mutuus y se encontraron dos especies del género Allograpta (A. obliqua y A. exotica) que son importantes depredadores de pulgones.  

Existen programas de control biológico de plagas agrícolas que consideran la liberación de sírfidos, pero para su establecimiento se requieren condiciones adecuadas. Reconocer la diversidad de organismos que ayudan al control biológico de plagas en los agroecosistemas permite también establecer medidas para su reproducción y preservación; en este sentido, la diversidad de especies vegetales se traduce también en diversidad de artrópodos, que como en el caso de los sírfidos, brindan diversos servicios ambientales.  

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Combinan tecnologías para combatir aflatoxinas

Granos de maíz con daños por hongos. (Foto: Natalia Palacios/CIMMYT)
Granos de maíz con daños por hongos. (Foto: Natalia Palacios/CIMMYT)

La mayoría del grano de maíz que se produce en México es para consumo humano y animal y, en menor proporción, para otras industrias, incluyendo la producción de almidones, azúcares, etc. Ya que son parte de nuestra alimentación, es muy importante cuidar la sanidad o inocuidad de los granos, es decir, que estén libres de cualquier condición que pueda afectar la salud. 

Durante su cultivo en el campo, el maíz está expuesto a diferentes condiciones ambientales y a la presencia de hongos que se encuentran en los suelos. Uno de estos hongos se conoce como Aspergillus flavus,  del que hay poblaciones con la capacidad de producir unas sustancias tóxicas naturales, o toxinas, llamadas aflatoxinas, las cuales representan una amenaza para la salud y la vida de quien las ingiera, sean humanos o animales. 

Las aflatoxinas, que desafortunadamente no son perceptibles por los sentidos de humanos o animales, pueden inducir algunos tipos de cáncer (de hígado, de páncreas y cervical), afectar nuestro sistema inmunitario y hacernos mas débiles ante enfermedades, impedir la absorción de nutrientes e incluso pueden causar la muerte. Por esto, las aflatoxinas son una amenaza a la salud pública.

Para que el hongo Aspergillus flavus produzca las aflatoxinas se deben dar las condiciones apropiadas en el campo o durante el almacenamiento del grano. Las temperaturas, el comportamiento de la lluvia y humedad o la presencia de insectos facilita que el hongo crezca sobre los granos del maíz y produzca dichas toxinas. No existe una solución única para desaparecer las aflatoxinas; sin embargo, la suma de diferentes tecnologías contribuye a la mitigación o reducción de la presencia de estas peligrosas sustancias.

En el estado de Tamaulipas se ha detectado la presencia de aflatoxinas con una frecuencia cada vez mayor y en mayores proporciones. Por esto, desde hace cuatro años diferentes organizaciones públicas y privadas, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), han unido esfuerzos para evaluar tecnologías que puedan mitigar o reducir las afectaciones por aflatoxinas.

El trabajo con los agricultores, empresas semilleras y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) ha sido esencial para realizar estos trabajos que iniciaron con la evaluación en 10 hectáreas en 2019, pasando a 90 hectáreas en 2020 y luego a 500 en 2021. 

Se han obtenido resultados muy positivos y prometedores al combinar germoplasma adaptado; es decir, híbridos precoces y con buena cobertura de mazorca; tecnología adecuada, que incluye recomendaciones de fechas de siembra, frecuencia de riegos y manejo de plagas; buen manejo de los suelos y la utilización de control biológico mediante AF36, una herramienta en el manejo de las aflatoxinas mediante el uso de una particular población del hongo que naturalmente no produce aflatoxinas. 

Con estas tecnologías en el ciclo otoño-invierno 2021 el grano proveniente de solo 10 % de las parcelas sembradas presentaron niveles de aflatoxinas mayores a lo que permite la norma, que es más de 20 ppb (o partes por mil millones, que es la unidad que mide la concentración de una sustancia). Mientras que en las parcelas donde no se aplicaron estas tecnologías más del 90 % del grano salió contaminado con niveles de aflatoxinas mayores a 20 ppb.