La agricultura en el sur de México enfrenta desafíos considerables: degradación de suelos, bajos rendimientos, altos costos de producción y la creciente presión ambiental sobre los ecosistemas. Ante este panorama, la ciencia y la investigación aplicada se han convertido en aliados fundamentales para transformar los sistemas productivos, generando soluciones basadas en evidencia y adaptadas a las condiciones locales.
Desde 2011, el CIMMYT ha trabajado en Chiapas y la Península de Yucatán a través de su red de plataformas de investigación agronómica, un modelo que permite la generación y validación de tecnologías sustentables en condiciones reales de campo. En colaboración con instituciones académicas y productores, estas plataformas han sido espacios clave para experimentar, evaluar e implementar prácticas que permitan aumentar la productividad agrícola sin comprometer el equilibrio ecológico.
El libro recientemente publicado ofrece una síntesis de los hallazgos más relevantes obtenidos en estas plataformas. Entre los temas abordados se incluyen estrategias de manejo del suelo, diversificación de cultivos, reducción del uso de agroquímicos, mejoras en la eficiencia del agua y el impacto de las prácticas sustentables en los ingresos de los productores.
“En la región, el maíz es el cultivo más importante, no solo por su relevancia económica y social, sino por su profunda conexión con la identidad cultural de las comunidades; sin embargo, la producción de este cereal y de otras especies agrícolas enfrenta limitaciones como la degradación del suelo y la dependencia de fertilizantes sintéticos”, señalan los autores de la obra.
En este contexto, señalan los investigadores, “el libro aborda de manera particular la integración de leguminosas en los sistemas de producción de maíz, pues esta práctica ha demostrado ser una estrategia viable para mejorar la fertilidad del suelo y reducir los impactos ambientales negativos”.
Un aspecto central del trabajo del CIMMYT, a través de la red de plataformas que impulsa con colaboradores, es la apropiación social de la ciencia, es decir, la transferencia de conocimientos y tecnologías de manera accesible y aplicable para los productores. A través de estos estudios, el CIMMYT y sus colaboradores han generado datos sólidos que pueden guiar la toma de decisiones de agricultores, técnicos y formuladores de políticas públicas, contribuyendo a una agricultura más resiliente y adaptada a los desafíos climáticos y económicos actuales.
El libro no solo es un testimonio del trabajo colaborativo entre investigadores, técnicos y agricultores, sino también una invitación a seguir explorando y adoptando soluciones basadas en evidencia para mejorar la producción de alimentos de manera sustentable. Te invitamos a leerlo completo. Puedes descargarlo dando clic en imagen de la portada del libro que está a continuación; o bien, en el link de descarga.
Portada del libro Avances en agricultura sustentable: Resultados de plataformas de investigación de los hubs Chiapas y Península de Yucatán.
Productor de Candelaria, Campeche, muestra su cosecha de frijol mungo, generada a partir de semilla proporcionada a través de la red de innovación que impulsa el CIMMYT. (Foto: Fernando Morales Garcilazo / CIMMYT)
Productor de Candelaria, Campeche, muestra su cosecha de frijol mungo, generada a partir de semilla proporcionada a través de la red de innovación que impulsa el CIMMYT. (Foto: Fernando Morales Garcilazo / CIMMYT)
Desde tiempos prehispánicos, el frijol ha sido un pilar de la dieta y la cultura agrícola en México. Sin embargo, en años recientes, el país ha experimentado un aumento en las importaciones de esta leguminosa, alcanzando en 2023 un volumen histórico de aproximadamente 313 mil toneladas (INEGI, 2023). Este crecimiento de las importaciones se debe, entre otros factores, a las sequías que han propiciado la disminución de la producción en los estados tradicionalmente productores.
Aunque en México el frijol es la leguminosa por excelencia, no es la única que se cultiva. Actualmente, hay una gran diversidad de opciones disponibles para que las familias agricultoras elijan de acuerdo con sus necesidades y preferencias. Estas opciones incluyen cultivos como el frijol mungo (Vigna radiata), dólicos (Dolichos lablab), gandules (Cajanus cajan), cacahuates, entre otros.
La inclusión de leguminosas en los sistemas de producción representa además una estrategia clave para fortalecer la seguridad alimentaria y mejorar la salud del suelo. Investigaciones desarrolladas en las plataformas de investigación que impulsan el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores han demostrado que el uso de estas especies contribuye significativamente a la fertilidad del suelo, reduciendo la necesidad de fertilizantes sintéticos y, por lo tanto, los costos de producción.
Las leguminosas tienen una característica agronómica excepcional: en simbiosis con bacterias del géneroRhizobium, pueden fijar nitrógeno atmosférico y convertirlo en una forma utilizable por las plantas. Este proceso reduce la dependencia de fertilizantes nitrogenados, cuyo uso excesivo puede degradar los suelos y generar impactos ambientales negativos. Además, la rotación y asociación de cultivos con leguminosas mejora la calidad del suelo, la disponibilidad de nutrientes y ayuda a controlar plagas de manera natural.
A través de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores que están estratégicamente distribuidas en gran parte del territorio nacional, cada ciclo productivo se suma evidencia de la ventaja de incorporar las leguminosas a los sistemas productivos. En la plataforma de Tlaltizapán, Morelos, durante el ciclo primavera-verano 2023, por ejemplo, la combinación de camas permanentes, rotación con leguminosas (dólicos) y el mantenimiento del 100% de los residuos del cultivo permitió mayores rendimientos, efecto que ha sido observado especialmente en condiciones de sequía prolongada.
En la plataforma de San Miguel Tlacamama, también en Oaxaca y en el mismo ciclo productivo, la cobertura proporcionada por las leguminosas (en sistemas asociados de maíz-frijol) ayudó a reducir costos en el control de arvenses, beneficiando a los agricultores con un ahorro significativo.
Por su parte, en Chiapas, la diversificación de cultivos con leguminosas ha reportado beneficios consistentes, por lo que esta tecnología ahora forma parte del Menú de tecnologías validadas – Maíz y frijol en Chiapas que recientemente publicó el CIMMYT. En este documento se señala que en la plataforma deComitán (ciclo primavera-verano 2022) las asociaciones maíz-canavalia y maíz-dólicos mejoraron significativamente la biomasa y la producción de grano de maíz. Estos resultados son relevantes considerando que en esta región de Chiapas el rendimiento promedio de maíz es muy bajo (de apenas 1.5 toneladas por hectárea —t/ha—) debido, sobre todo, a la pérdida de materia orgánica.
De igual manera, en la plataforma de Ocosingo, Chiapas, la diversificación de cultivos con leguminosas ha demostrado ser una estrategia efectiva para mejorar la eficiencia en el uso del suelo. La asociación de maíz con frijol mungo, dólicos, gandules y cacahuates ha permitido cosechas adicionales, con el beneficio extra de que las leguminosas ayudan a reducir plagas en el maíz mediante la diversificación funcional (atracción de insectos benéficos y/o como cultivo trampa).
Las legumbres, que son las semillas que se cosechan de las leguminosas, han acompañado al ser humano desde la prehistoria, no solo como alimentos emblemáticos (como el frijol para México o el garbanzo para las culturas mediterráneas), sino como aliadas en la sostenibilidad de los sistemas productivos. Su capacidad para ayudar a regenerar el suelo, reducir el uso de insumos sintéticos y diversificar las fuentes de ingreso de los agricultores las convierten en una pieza clave para la seguridad alimentaria del futuro.
Cada 10 de febrero el mundo celebra elDía Mundial de las Legumbres, recordándonos su importancia en la nutrición y la agricultura sostenible. En México, donde el frijol es un símbolo de identidad y tradición, es fundamental fortalecer la producción de esta y otras leguminosas a través de prácticas agronómicas más sustentables. Con el respaldo de plataformas de investigación como las aquí referidas esta tarea es posible.
Raíces de planta de maíz cultivado con prácticas sustentables en parcela San Andrés Andúa, Oaxaca. (Foto: Fernando M Garcilazo / CIMMYT)
Raíces de planta de maíz cultivado con prácticas sustentables en parcela San Andrés Andúa, Oaxaca. (Foto: Fernando M Garcilazo / CIMMYT)
“No es nada más lo que vemos de la planta, sino también la parte que no vemos, los procesos que ocurren dentro del suelo y una raíz fuerte es un buen indicador de la salud del suelo”, dice el equipo técnico del Hub Pacífico Sur mientras muestran las vigorosas raíces de una planta de maíz en una de las parcelas en donde brindan acompañamiento técnico en San Andrés Andúa, Oaxaca.
“En esta parcela estamos evaluando diferentes tecnologías, entre ellas altas densidades, manejo integral y biológico de enfermedades y plagas y, lo principal, estamos haciendo un mejor manejo del suelo implementando labranza vertical, incorporando rastrojo y haciendo fertilización fraccionada. Además, para mejorar sus propiedades, estamos incorporando microorganismos para contribuir a la disponibilidad de nutrientes. La finalidad es que tengamos un equilibrio que nos permita disminuir el uso de pesticidas y aportar también un grano sano para el consumo”, explican.
Para el equipo del Hub Pacífico Sur, el suelo no es solo un recurso más, sino un legado invaluable. “Nuestro suelo es lo único que podemos tomar como una herencia que nos puede durar muchos años, generaciones, si lo cuidamos bien, si hacemos las prácticas correctas”. Este principio guía las acciones en la parcela demostrativa, donde la medición de las propiedades físicas y químicas del suelo permite ajustar una nutrición balanceada según las etapas de desarrollo de las plantas.
El impacto visual de la parcela, con cultivos robustos y suelos saludables, es también un mensaje poderoso para otros agricultores de la región. “El objetivo es poner parcelas demostrativas, es decir, módulos y áreas de extensión en zonas estratégicas para que los productores de alrededor las vean y también se animen a implementar prácticas sustentables que cuiden el suelo”, añaden.
Las prácticas sostenibles no solo mejoran la fertilidad del suelo, sino que también optimizan el uso del agua, un recurso cada vez más escaso. “Al ir incorporando materia orgánica, al mantener una cobertura de rastrojo, estamos aportando nutrición y estamos también haciendo que el uso del agua sea más eficiente. Estos ciclos hemos tenido poca lluvia y, cuando eso ocurre, pues ahí tenemos guardada el agua gracias al buen manejo del suelo y a la cobertura con rastrojo”, señalan. Esta resiliencia también se manifiesta frente a lluvias intensas: “Si nos llueve demasiado, tenemos un suelo sano con un buen proceso de infiltración que nos permite que el cultivo no tenga problemas de asfixia en las raíces”.
La importancia de las raíces no pasa desapercibida en estas parcelas. De acuerdo con los técnicos, las prácticas convencionales, como el barbecho continuo, pueden limitar su desarrollo debido a la compactación del suelo. “Con la labranza vertical roturamos hasta 60 o 70 centímetros para descompactar y propiciar que las raíces alcancen mayor profundidad porque, cuando se desarrollan más, absorben más y de mejor forma los nutrientes”.
El Hub Pacífico Sur, parte de una red nacional de nodos de innovación impulsada por el CIMMYT y sus colaboradores, es un modelo de innovación que conecta ciencia, tecnología y colaboración para transformar la agricultura. A través de plataformas de investigación, parcelas demostrativas, y el acompañamiento técnico de especialistas, los hubs impulsa la adopción de prácticas agrícolas que generan beneficios económicos, ambientales y sociales.
El productor está contento porque “la relación beneficio-costo con prácticas sustentables es mejor, se gana más, se produce más grano por hectárea y se tiene un mejor suelo”, concluyen los técnicos, destacando el impacto tangible de las prácticas sostenibles. Con ejemplos como este, los hubs se posicionan como impulsores de innovación que inspiran a las comunidades rurales hacia una agricultura más resiliente y sustentable.
Agustín Gregorio Santiago, agricultor de la comunidad de Santa Lucía Ocotán de Morelos, Oaxaca. (Foto: CIMMYT)
Agustín Gregorio Santiago, agricultor de la comunidad de Santa Lucía Ocotán de Morelos, Oaxaca. (Foto: CIMMYT)
La paz y la seguridad alimentaria son inseparables: donde falta el alimento, el tejido social se debilita y aumentan las posibilidades de conflictos. En este sentido, el CIMMYT y sus colaboradores trabajan en transformar los sistemas agroalimentarios hacia prácticas sostenibles que prioricen la soberanía alimentaria, el bienestar rural y la protección del medioambiente.
Esta transformación inicia en el campo, donde la adopción de innovaciones agronómicas sustentables y el fortalecimiento de sistemas tradicionales, como la milpa, permiten a las comunidades ser autosuficientes y resilientes. Contribuir al desarrollo de México, entonces, implica propiciar condiciones para una producción sustentable y diversificada, brindando herramientas para enfrentar el cambio climático y otros desafíos.
Agustín Gregorio Santiago, agricultor de la comunidad de Santa Lucía Ocotán de Morelos, Oaxaca, representa a miles de agricultores mexicanos que, a través de los hubs impulsados por el CIMMYT y sus colaboradores, han encontrado nuevas alternativas para fortalecer su producción y mejorar su calidad de vida. Para don Agustín, por ejemplo, sembrar nuevas variedades de frijol en asociación con maíz y otros cultivos no es solo una práctica agrícola más o una ocurrencia, sino una estrategia que está aprendiendo para mantener vivo el suelo y la economía familiar.
“Nosotros en el campo, pues siempre buscamos los granos que nos mejoren o que nos den un buen resultado para no quedar sin alimento. Y también a veces nos ayuda lo poquito que sale pues se vende y ya de ahí va uno recuperando la inversión”, comenta. Este espíritu de autosuficiencia es la base sobre la cual el CIMMYT y sus colaboradores construyen una agricultura para la paz a través de un acompañamiento técnico puntual.
La investigación y la ciencia aplicada son los pilares de esta transformación. Las plataformas de investigación, instaladas por el CIMMYT y colaboradores de todos los sectores, permiten desarrollar y validar innovaciones agrícolas adaptadas a las condiciones específicas de cada región. Así, en colaboración, el CIMMYT y sus colaboradores introducen cultivos más resistentes a la variabilidad climática, así como técnicas que promueven la salud del suelo y reducen la dependencia de insumos externos.
Sergio Gil Hernández Pinacho, uno de los técnicos vinculados al Hub PacíficoSur, describe cómo trabajan con productores como Agustín para evaluar la adaptabilidad de nuevas variedades. “La parcela del señor Agustín es un módulo de innovación. Es decir, una parcela donde, por un lado, tenemos la innovación, que es frijol caupí, criollo del Itsmo; y por otro lado un frijol delgado, propio de la comunidad. Estamos evaluando desarrollo vegetativo, rendimientos, adaptabilidad en la zona y, muy importante, el efecto de aprovechar el rastrojo en las parcelas para aumentar la materia orgánica y la salud general del suelo,” explica.
Los hubs son el núcleo de la metodología de transferencia del CIMMYT y sus colaboradores. Este modelo permite que la ciencia salga del laboratorio y llegue directamente a los agricultores, quienes, a su vez, adaptan e integran estas innovaciones en sus parcelas. Así, el modelo del hub permite a los productores conocer y experimentar tecnologías sustentables, como la siembra directa, la gestión de rastrojos y el uso de cultivos de cobertura que mejoran la eficiencia en el uso de recursos y la calidad del suelo.
Los hubs funcionan también como espacios de vinculación entre los actores de las cadenas agroalimentarias —el Hub Pacífico Sur, que se integra en el territorio oaxaqueño, por ejemplo, está conformado por instituciones de gobierno, empresas, organizaciones de productores y otros actores clave—. “Don Agustín también es productor de higuerilla y Ricinomex, una biorefinería local, se la compra porque también forma parte del Hub Pacífico Sur y fomenta prácticas sustentables con sus productores”, señala Sergio.
“La sequía nos afectó mucho con la higuerilla el año pasado. Posteriormente, viniendo de la propia iniciativa del productor, empezamos a buscar alternativas de leguminosas porque él tiene una tienda y la gente de la localidad busca frijoles allí”, puntualiza Sergio, quien además señala que las tecnologías proporcionadas al productor le han permitido seguir produciendo pese a un contexto social adverso para la agricultura en general: la escasez de mano de obra. “Sembrábamos rabanitos y la flor de cempasúchil, borla de gallo, pues porque en aquel entonces tenía yo mis hijos que estaban chicos, pero una vez que ellos ya se fueron para la ciudad, a la escuela, pues ya me vi solo y a veces encuentro mozo, a veces no”, comenta don Agustín.
El productor Agustín Gregorio Santiago y el gerente del Hub Pacífico Sur, Jaime Leal, conversan sobre cómo la diversificación de cultivos también permite generar mejores opciones de forraje. (Foto: CIMMYT)
Para agricultores como don Agustín, quien ya no puede dedicar el mismo esfuerzo al trabajo en el campo debido a su edad y a lesiones que recientemente tuvo, las prácticas promovidas por el CIMMYT a través del modelo del hub se adaptan de manera ideal, permitiéndole seguir produciendo sin tener que depender de un esfuerzo físico agotador. Gracias a la innovación aplicada, don Agustín puede experimentar con nuevas variedades de frijol que requieren menos intervención y ofrecen mejor rendimiento. Además, prácticas como la agricultura de conservación no solo le permiten ahorrar tiempo y energía, sino gestionar su terreno de manera más eficiente.
Por otro lado, el uso de técnicas innovadoras y la diversificación de cultivos ayuda a mejorar la economía familiar, y también a fortalecer el tejido social al brindar a la comunidad acceso a alimentos frescos y de calidad, generando un entorno en el que la agricultura sostenible se convierte en una fuente de paz y desarrollo comunitario.
Al consolidar sistemas agroalimentarios sustentables y resilientes, los hubs contribuyen a cimentar una cultura de paz en el campo mexicano. La paz se cultiva cuando las personas tienen la capacidad de acceder a una alimentación adecuada y las herramientas para sostener sus medios de vida, lo que evita la migración forzada y la ruptura del tejido social. Así, en el marco del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, CIMMYT reitera su compromiso de acompañar a los agricultores de México en la búsqueda de un futuro próspero y en paz.
Jelle Van Loon durante su participación en el panel “Transitioning to Regenerative Agriculture in Mexico: Corporate and Government Programs Supporting Small Growers to Adopt Climate-Smart Practices”. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Jelle Van Loon durante su participación en el panel “Transitioning to Regenerative Agriculture in Mexico: Corporate and Government Programs Supporting Small Growers to Adopt Climate-Smart Practices”. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
En el reciente World Agri-Tech Innovation Summit, 29 y 30 de octubre, dos representantes y un miembro de la junta directiva del CIMMYT –Jelle Van Loon (director asociado de Sistemas Agroalimentarios Sostenibles y representante regional para América Latina), Andrea Gardeazabal (gerente de Monitoreo y Evaluación de Tecnología de la Información y Comunicación para la Agricultura en el CIMMYT) y Juan Cortina (miembro del Consejo Directivo del CIMMYT y presidente del Consejo Nacional Agropecuario),– compartieron una visión integral sobre los desafíos y avances hacia una agricultura más sostenible y resiliente. El evento reunió a líderes globales en tecnología, innovación y sostenibilidad; además, sirvió como una plataforma para destacar el papel del CIMMYT en la transformación del sector agroalimentario.
Andrea Gardeazabal, en su ponencia, subrayó la urgencia de enfrentar la crisis climática con acciones fundamentadas en datos y colaboración. “Con 10 años de datos sobre prácticas regenerativas, avanzamos hacia una agricultura que no solo restaura ecosistemas, sino que también responde a los desafíos del cambio climático”, señaló Andrea. En su discurso, destacó la importancia de crear un entorno de acceso a datos abiertos y estandarizados para que la agricultura regenerativa pueda escalar globalmente. A través de una red de pruebas a largo plazo y el desarrollo de tecnologías digitales, el CIMMYT ha sentado las bases para prácticas que optimizan el manejo agronómico y mejoran la eficiencia en el uso del agua, un elemento clave en el contexto actual de escasez hídrica.
Andrea Gardeázabal, durante su participación en el World Agri-Tech Innovation Summit. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Por su parte, Juan Cortina subrayó la relevancia de la colaboración entre México y Estados Unidos para el crecimiento del sector agroalimentario mexicano. Enfatizó cómo el nearshoring, impulsado desde la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), ha permitido a México especializarse en productos que complementan la producción estadounidense. “Nuestro país es el noveno productor agropecuario y el séptimo agroexportador mundial, lo que demuestra el impacto de una colaboración estratégica en Norteamérica”, afirmó Cortina. Asimismo, destacó que esta integración de la cadena de suministro, fortalecida por el acceso a insumos clave como el maíz estadounidense, es vital para la seguridad alimentaria de la región.
Jelle Van Loon enfatizó que el papel del CIMMYT en el World Agri-Tech Summit es un reflejo del compromiso de la organización con la innovación y la sostenibilidad. Resaltó cómo las intervenciones de Andrea y Juan subrayan el enfoque multidimensional del CIMMYT: combinar ciencia y práctica, aplicar tecnología avanzada y fomentar alianzas globales para acelerar la transformación agrícola. “Nuestro trabajo en el CIMMYT es un ejemplo de cómo la colaboración y el intercambio de conocimientos pueden tener un impacto real y duradero en la agricultura y la seguridad alimentaria global”, concluyó Jelle.
Juan Cortina, miembro del Consejo Directivo del CIMMYT, participa en el panel de discusión “Capitalizar el Nearshoring: Alianzas entre México y Socios Internacionales”. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
El mensaje del CIMMYT en el evento fue claro: para escalar la agricultura regenerativa y enfrentar los desafíos climáticos, necesitamos más datos, más colaboración y una visión compartida del futuro. En palabras de Andrea, “la transformación agrícola segura y sostenible solo será posible si trabajamos juntos y compartimos nuestros avances y conocimientos a escala global”.
La innovación en el sector agrícola demuestra que la ciencia, la tecnología y la colaboración son esenciales para alcanzar una agricultura resiliente, inclusiva y sostenible. Estos foros impulsan al sector agroalimentario a fortalecer redes de colaboración y seguridad alimentaria, y promover así un futuro agrícola más prometedor.
El productor Abelardo y Moisés Rodríguez, colaborador del CIMMYT en Chiapas, muestran con orgullo la diversidad de cultivos que han integrado a la milpa. (Foto: Gaby Bravamente / CIMMYT
El productor Abelardo y Moisés Rodríguez, colaborador del CIMMYT en Chiapas, muestran con orgullo la diversidad de cultivos que han integrado a la milpa. (Foto: Gaby Bravamente / CIMMYT
A través del Hub, el CIMMYT y sus colaboradores están impulsando una transformación sostenible que preserva y fortalece el sistema milpa, un legado cultural que ha sido la base de la seguridad alimentaria en Chiapas durante generaciones.
El Hub, un modelo de gestión de innovación que integra a técnicos, investigadores, productores y otros actores de las cadenas de valor agroalimentarias, ha sido clave para ir tejiendo en la región una red que integra tanto una infraestructura física —con plataformas de investigación, módulos demostrativos y áreas de extensión— como una red de colaboración que acompaña a los productores en su transición hacia prácticas agrícolas sostenibles, adaptadas al cambio climático y orientadas a fortalecer la resiliencia de las familias agricultoras.
El acompañamiento técnico que brindan especialistas como Moisés Rodríguez —de El Can’chix S.C., colaborador del CIMMYT en Ocosingo— ha sido fundamental para implementar las innovaciones agrícolas que están fortaleciendo la tradición de la milpa, comenzando por dejar de quemar los residuos de cosecha.
La propuesta de producción sin quemas agrícolas permite conservar la fertilidad del suelo y reducir las emisiones de CO₂, mientras incrementa significativamente los rendimientos. «Antes, cosechábamos entre 600 y 700 kilos de maíz por hectárea; ahora, sin quemar, logramos hasta 3 toneladas en algunas parcelas», explica Moisés. Este aumento en la producción permite que las familias no solo tengan alimentos suficientes, sino también la oportunidad de generar ingresos adicionales al vender el excedente.
El equipo técnico del CIMMYT junto al productor Abelardo recorren su parcela en Chiapas, donde el sistema milpa se fortalece al integrar cultivos como el plátano de manera intercalada. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
La seguridad alimentaria de las familias se refuerza mediante la diversificación de cultivos. Este enfoque incluye no solo maíz y frijol, sino también frutales como aguacate, guanábana, plátano y limón, lo cual garantiza una provisión constante de alimentos nutritivos durante todo el año. Abelardo Jiménez Guzmán, productor de Amotitlán, comenta: “Antes solo pensaba en maíz y quemar para sembrar cada año. Ahora tengo aguacate y otros frutales en la misma parcela. Este año vendí aguacates”.
Además, el uso de prácticas de manejo sostenible, como las curvas a nivel para evitar la erosión, complementa esta estrategia de diversificación, protegiendo el suelo y adaptando el sistema milpa a los cambios ambientales y de mercado. Este enfoque innovador, que combina ciencia aplicada y conocimientos ancestrales, permite conservar el valor cultural de la milpa mientras asegura una alimentación variada y saludable, con alimentos básicos como maíz y frijol, complementados por frutales ricos en vitaminas y minerales esenciales, como los cítricos.
Este modelo transforma el sistema milpa en un sistema resiliente, que responde a las demandas actuales y asegura que las familias rurales cuenten con alimentos de calidad durante todo el año. Con estas iniciativas, el modelo del Hub y la red de colaboración que fomenta fortalece la seguridad alimentaria, impulsa la adaptabilidad de los sistemas productivos y promueve el bienestar en cada comunidad, acompañando a los productores chiapanecos en su camino hacia sistemas agroalimentarios sostenibles y resilientes.
Investigadores de África en el Banco de Germoplasma que custodia el CIMMYT en México. (Foto: Gaby Bracamonte)
Investigadores de África en el Banco de Germoplasma que custodia el CIMMYT en México. (Foto: Gabriela Bracamonte / CIMMYT)
En el marco de las iniciativas “Contribución México” y “Dryland Crops Program”, una delegación de 15 científicos provenientes de distintos institutos de investigación agrícola de África y de centros de investigación del CGIAR visitó las instalaciones del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) el pasado 2 de octubre. Esta visita forma parte de un intercambio de conocimientos con científicos del CIMMYT y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), con el objetivo de fortalecer la colaboración en la investigación de cultivos para zonas áridas en ambos continentes.
La delegación africana, conformada por representantes de organizaciones como la Kenya Agricultural and Livestock Research Organization (KARLO), el National Agricultural Research Organization de Uganda (NARO), el Tanzania Agricultural Research Institute (TARI), y la Alianza Bioversity-CIAT, estuvo acompañada por expertos del CIMMYT y del INIFAP durante su recorrido por las instalaciones de su sede global en Texcoco, Estado de México, e instalaciones del INIFAP y campos de agricultores en y cerca de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y Celaya, Guanajuato.
El encuentro permitió a los científicos que trabajan en el continente africano conocer de primera mano las capacidades de investigación en agronomía, fitomejoramiento y edición genómica que el CIMMYT, junto con sus socios y colaboradores, ha desarrollado para mejorar la productividad de cultivos como el sorgo, el mijo, el cacahuate, y otros más con los que se busca brindar soluciones a las cambiantes condiciones climáticas en todo el mundo.
“Dryland Crops Program” (Programa de Cultivos de Zonas Áridas), es uno de cinco programas de investigación del CIMMYT, y una de las iniciativas del CGIAR que tiene como objetivo mejorar los sistemas de producción y la disponibilidad de semillas para cultivos que son fundamentales en África debido a su capacidad de resistir condiciones climáticas adversas. El programa busca fortalecer los sistemas de semillas y apoyar a los pequeños productores de cereales y leguminosas en países como Tanzania, Uganda y Kenia, entre otros, proporcionando acceso a semillas mejoradas y promoviendo el desarrollo profesional y la infraestructura en estos sistemas.
Durante las reuniones con el CIMMYT y el INIFAP, se exploraron oportunidades para aplicar enfoques innovadores en genética cuantitativa, mejoramiento de la calidad y agronomía de cultivos, con miras a mejorar la eficacia de los programas de mejoramiento tanto en África como en México. El Dr. Kevin Pixley, científico del CIMMYT, destacó la importancia de estos intercambios: “El trabajo conjunto entre México y África tiene un enorme potencial para enfrentar los desafíos de la agricultura en zonas áridas. Esta colaboración permitirá a los científicos compartir conocimientos y enfoques que podrán beneficiar tanto a los agricultores africanos como mexicanos en la producción de cultivos más resistentes y sustentables”.
La iniciativa “Contribución México”, impulsada por el Gobierno de México y el CIMMYT, también jugó un papel central en la visita. Esta iniciativa busca generar soluciones innovadoras que fortalezcan la seguridad alimentaria y promuevan la sustentabilidad agrícola tanto en México como en otras regiones del mundo. La visita de los científicos de África a México es un claro ejemplo de cómo la colaboración internacional puede contribuir al desarrollo de soluciones compartidas frente a retos globales como el cambio climático y la necesidad de cultivos resistentes.
Investigadores de África en el Laboratorio de Calidad de Maíz de CIMMYT. (Foto: Gabriela Bracamonte / CIMMYT)
La delegación africana también tuvo la oportunidad de conocer plataformas de investigación en Chiapas y Guanajuato donde el INIFAP y el CIMMYT colaboran de forma cercana y donde se llevan a cabo importantes investigaciones sobre cultivos de zonas áridas. Este intercambio reafirma el compromiso del CIMMYT, INIFAP y sus socios internacionales para seguir impulsando la innovación agrícola y mejorar los medios de vida de pequeños productores en diferentes contextos agroecológicos.
Cabe mencionar que está programada una visita de aproximadamente seis científicos del INIFAP a Kenia y Uganda, para recorrer los campos de investigación de KALRO, NARO, CIAT y CIMMYT en ese continente; además de campos de agricultores que siembran sorgo, cacahuate, mijo o frijol. El último día de esta visita se realizará una reunión para priorizar oportunidades de colaboración entre las instituciones participantes en este intercambio y otras que comparten el interés por mejorar estos cultivos.
La colaboración entre México y África en el marco de “Dryland Crops Program” y “Contribución México” es un paso importante hacia el fortalecimiento de la investigación agrícola para zonas áridas. Con el intercambio de experiencias y conocimientos entre científicos de ambos continentes, se abre la puerta a nuevas oportunidades para enfrentar los desafíos comunes y asegurar un futuro más resiliente para los agricultores de todo el mundo.
Investigadores participantes en el Simposio Internacional de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica. (Foto: Sarah Martínez / CIMMYT)
Investigadores participantes en el Simposio Internacional de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Los días 25, 26 y 27 de septiembre del año en curso se celebró el 2° Simposio Internacional de la Red Latinoamericana de Investigación Agronómica, bajo el lema “Agricultura regenerativa: ¿ocurrencia o ciencia?”. Este evento se llevó a cabo en la sede global del CIMMYT y en la Universidad Autónoma Chapingo, ubicadas en Texcoco, Estado de México, que reunió a expertos, productores, académicos y profesionales del sector agrícola de diferentes zonas de América Latina, para discutir sobre prácticas de agricultura regenerativa y su impacto en la sostenibilidad agroalimentaria de las plataformas de investigación de la región.
El simposio comenzó el 25 de septiembre con un recorrido de bienvenida por las instalaciones del CIMMYT, donde los participantes visitaron diversas áreas clave, como el museo del CIMMYT, el Banco de Germoplasma y distintos ensayos de mejoramiento de cultivos. Estas visitas guiadas permitieron a los asistentes conocer de cerca las infraestructuras y los avances en investigación que se desarrollan en el centro.
El 26 de septiembre, se llevaron a cabo diversas capacitaciones y talleres en el CIMMYT, donde se abordaron temas esenciales como el diseño experimental y análisis de datos, impartido por Mariel Guerra, coordinador de plataformas de investigación del CIMMYT; manejo de plagas, impartido por el Fernando Bahena, investigador del INIFAP; manejo de malezas, por Sarahyt González, investigadora del INIFAP; un taller del procesamiento del maíz, trigo y frijol, impartido por Natalia Palacios, especialista en calidad de maíz del CIMMYT; y Sonia Gallegos, investigadora de la Alianza Bioversity-CIAT.
Nelibeth Rodríguez, participante del simposio y representante de la Universidad Politécnica de Francisco Madero, que forma parte del Hub Valles Altos, compartió su experiencia en el taller de fertilidad de suelos aplicado a la agricultura. “Lo que estamos haciendo aquí es obtener un muestreo de suelo, aplicar lo que estamos aprendiendo en el taller de fertilidad de suelos,” explicó Rodríguez. Resaltó la importancia de estos análisis para los productores: “Con un análisis de suelo, el productor o el técnico puede hacer una recomendación adecuada, logrando un equilibrio entre los nutrientes del suelo y lo que se necesita aplicar. Esto ayuda al productor a obtener mayor rendimiento reduciendo el uso de agroquímicos o fertilizantes”.
Rodríguez también subrayó el valor de las plataformas de investigación como un vínculo esencial entre los productores y el sector de investigación: “Las plataformas son un vínculo donde el productor puede recibir capacitación y nosotros, a su vez, llevamos este conocimiento a los productores. Es un enlace con el sector de investigación y la transferencia de tecnología, lo cual es crucial”.
Por su parte, Simon Fonteyne, líder del equipo de investigación agronómica para América Latina en el CIMMYT, destacó la importancia de realizar estudios bajo las condiciones locales de los productores. Explicó que, para lograr cambios significativos en los sistemas de producción, es esencial desarrollar plataformas de investigación que respondan a los principales retos que enfrentan los agricultores.
El investigador Simon Fonteyne durante recorrido por parcelas de investigación en instalaciones de CIMMYT. (Foto: Sarah Martínez)
“Nuestra metodología es que para tener cambios en los sistemas de producción locales es necesario hacer investigación agronómica bajo las condiciones de los productores que atienda los principales retos que se tienen aquí”, señaló Fonteyne. Además, subrayó que estas plataformas no solo están centradas en la investigación, sino que también son esenciales para los Hubs. Un ejemplo de ello es la reciente instalación de la plataforma de investigación en agricultura de conservación ubicada en las instalaciones del ICTA en Guatemala, como parte de la iniciativa AgriLAC Resiliente.
El 27 de septiembre, el evento se trasladó a la Universidad Autónoma Chapingo, donde se organizaron mesas de trabajo para discutir temas específicos de la agricultura regenerativa en diferentes regiones de Latinoamérica. Estas mesas incluyeron discusiones sobre los Hubs de las regiones del Pacífico Norte e Intermedio, Valles Altos, Pacífico Sur, Pacífico Centro, Chiapas, Bajío y Yucatán en México, así como los InnovaHubs de Guatemala y Honduras. Además, se llevó a cabo una sesión de carteles que permitió a los asistentes intercambiar ideas de investigaciones recientes. También tuvo lugar la ponencia magistral de Manrrubio Muñoz Rodríguez, especialista en Sociología Rural de Universidad Autónoma Chapingo, la cual contribuyó significativamente a contextualizar la temática general del simposio.
Alejandra Sahgún, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Chapingo, también participó en el simposio y compartió sus impresiones sobre el evento: “Es la primera vez que estoy en un evento de este tipo y me pareció realmente muy bueno, porque se generan intercambios entre personas de muchas regiones, con condiciones muy diferentes, pero todos con el mismo objetivo de seguir mejorando los sistemas productivos, haciéndolos más sostenibles. Para mí, es impresionante porque uno se enriquece mucho con las experiencias de los demás y te da nuevas ideas de cómo hacer las cosas”.
Sahgún destacó la importancia de las plataformas de investigación, las cuales “articulan una red que comparte una visión en torno a la sostenibilidad y la resiliencia comunitaria, siempre con el objetivo de que el productor sea el beneficiario de cómo la ciencia llega a sus manos.” Además, mencionó cómo su colaboración con CIMMYT le ayudó a reconectar con los productores locales: “Cuando presenté mi parcela de investigación, me di cuenta de que nunca había contemplado a los productores de la región. Trabajar con el CIMMYT me permitió hacer un diagnóstico con personas de la zona y conocer más sobre sus necesidades. Esto me ayudó a acercarme a ellos y comprender mejor sus realidades”.
Al cierre del evento, Fonteyne expresó su satisfacción con los resultados: “Tuvimos dos días intensos, un día de capacitaciones, un día de simposio, de compartir experiencias. Hemos aprendido mucho, hemos tenido muchas nuevas ideas que van a implementarse en nuevos trabajos, espero, el próximo año”. También destacó la red de actores presentes: “Este año organizamos el simposio en conjunto con la Universidad Autónoma de Chapingo, con la Facultad de Fitotecnia. Estamos muy agradecidos por este apoyo que nos han dado. Y no solo es la universidad con la que estamos trabajando, aquí hay una red muy grande de actores, INIFAP, universidades y otras instituciones académicas, organizaciones de productores; hay técnicos, incluso productores que por cuenta propia se han sumado a la red y han comprobado las ventajas de esta ciencia colaborativa”.
El simposio finalizó con presentaciones de resultados en la Aula Magna de Fitotecnia en Chapingo, seguidas de la entrega de reconocimientos y conclusiones del evento.
La segunda edición del simposio se enfocó en fortalecer una red de actores clave, lo que incluye centros de investigación, universidades, organizaciones de productores, el sector privado y los mismos productores. Todos ellos están comprometidos con la agricultura regenerativa como un modelo para impulsar la innovación y transformar los sistemas agroalimentarios. A través de modelos colaborativas como el Hub, estos actores buscan caminos que promuevan el desarrollo sostenible, la resiliencia comunitaria y en las cadenas de valor; asimismo, un enfoque incluyente y de conciencia climática. Este encuentro fue una oportunidad para dialogar, compartir aprendizajes y trazar rutas hacia un futuro en el que los productores, como beneficiarios finales, puedan aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece la agricultura regenerativa.
Cristian Zavala, investigador de CIMMYT, junto a una parcela de maíz. (Foto: Gabriela Bracamonte / CIMMYT)
Cristian Zavala, investigador del CIMMYT, junto a una parcela de maíz. (Foto: Gabriela Bracamonte / CIMMYT)
En el marco del Día Nacional del Maíz, que se celebra cada 29 de septiembre, es fundamental recordar la importancia de preservar y conservar la diversidad genética de este grano básico para la cultura y alimentación de México.
En los estudios recientes sobre la biodiversidad del maíz, se ha discutido ampliamente sobre los diferentes grupos y subgrupos dentro del género Zea, del cual proviene el maíz. Si bien el maíz se origina de Zea parviglumis, su diversificación se debe a la selección ocurrida por muchos años, además del cruzamiento de esos maíces antiguos con otros géneros de Zea como: Zea mexicana, Zea luxurians, Zea nicaragüensis, Zea huehuetenangensis, etcétera. A partir de estos procesos, se originaron las razas nativas, que son variedades de maíz adaptadas a condiciones locales específicas gracias al mejoramiento realizado por los pueblos originarios durante generaciones.
Cristian Zavala, investigador y experto en conservación de germoplasma de CIMMYT, explica: «Cuando hablamos de ‘razas’ de maíz, nos referimos a las variedades nativas, mientras que los ‘criollos’ son aquellas variedades que, aunque originarias de una región específica, han sido trasladadas y adaptadas a nuevas regiones por la intervención humana». Un ejemplo de esto sería una variedad nativa de Toluca que se adapta a las condiciones de Puebla, lo que lo convierte en un maíz criollo.
El CIMMYT desempeña un papel crucial en la conservación de estas variedades de maíz. Zavala destaca que el centro resguarda material genético de 413 razas identificadas dentro de su Banco de Germoplasma, aunque muchas de estas ya no se siembran en campo y se estima que más del 50 % de estas variedades se ha perdido en los territorios.
Asimismo, Zavala señala que algunas razas, como Jala, Pepitilla o el Palomero Reventador de Nayarit, están en alto riesgo de desaparecer debido a la falta de interés en su siembra. Sin embargo, el CIMMYT continúa con su ardua labor de conservación, resguardando no solo las razas aún sembradas, sino también aquellas que han desaparecido.
En esta tarea de conservación de variedades nativas, CIMMYT colabora con 72 países y resguarda accesiones colectadas de 83, manteniendo abierta la posibilidad de colaborar con cada uno de ellos en caso de que requieran repatriar sus colecciones, las cuales se preservan en el Banco de Germoplasma del CIMMYT, el cual cuenta con 28 mil colecciones únicas de semillas de maíz y más de 150 mil de trigo, un patrimonio biocultural de México y el mundo.
Así, en torno al Día Nacional del Maíz, es relevante reconocer la importancia de proteger y resguardar la agrobiodiversidad del maíz en México, tarea crucial para seguridad alimentaria de las actuales y futuras generaciones.
Raúl Rodrigo M. en su parcela de maíz en San Vicente Cumpich, Campeche (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)
Raúl Rodrigo M. en su parcela de maíz en San Vicente Cumpich, Campeche (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)
En la comunidad de San Vicente Cumpich, Campeche, un productor ha adoptado la agricultura de conservación como una forma de mejorar la rentabilidad y la sostenibilidad de sus cultivos. Raúl Rodrigo M., un joven agricultor de tan solo 25 años, lleva a cabo prácticas novedosas que han cambiado su forma de trabajar la tierra con resultados favorables.
En los últimos cinco años, ha implementado el uso de prácticas sustentables, ya que ha dejado de quemar la tierra después de la cosecha como lo hacía su abuelo, y en su lugar, ha incorporado el rastrojo (restos de tallos y hojas que quedan en el campo después de la cosecha) al suelo para aprovechar sus nutrientes. Este pequeño cambio ha disminuido notablemente la necesidad de utilizar fertilizantes químicos: “Al no quemar el rastrojo, se ha conservado la materia orgánica en el suelo, lo que ha reducido mis costos en fertilizantes y he mejorado los rendimientos, incluso en tiempos de sequía”, señaló el productor.
Durante una temporada de una sequía severa, el joven productor obtuvo un rendimiento de 4 toneladas por hectárea, un resultado relevante en comparación con las cosechas de cultivos llevadas a cabo con prácticas tradicionales, además de considerar las difíciles condiciones derivadas del cambio climático.
Asimismo, ha trabajado con instituciones gubernamentales y centros de investigación, como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), que le han brindado conocimientos sobre fertilizantes orgánicos y semillas resistentes a las nuevas condiciones climáticas. Estas colaboraciones han permitido la creación de parcelas de demostración (conocidas como vitrinas) donde se prueba con diferentes variedades de maíz. “Estamos probando unas nuevas semillas y estamos muy contentos con los primeros resultados”, afirmó.
Al momento de tratar de realizar estas prácticas, uno de los mayores retos que enfrentó fue la resistencia de su padre, quien durante años trabajó los cultivos de manera convencional . Sin embargo, al ver los resultados positivos en los rendimientos de este tipo de prácticas, su padre ha aceptado la incorporación de las innovaciones en sus parcelas. “Al principio fue difícil convencerlo, pero cuando vio los resultados, cambió de opinión. Ahora trabajamos juntos y aplicamos estas técnicas en todas nuestras parcelas”, relató orgulloso.
Además, Raúl se dedica a compartir su conocimiento con otros agricultores de su comunidad al instruirlos cuando le preguntan cómo hacer para la producción de mazorcas tan grandes. Por medio de la venta de insumos agrícolas promueve la adopción de este tipo de agricultura, ya que recomienda no quemar el rastrojo y reducir el uso de fertilizantes químicos. “La base de todo es la conservación del suelo. Si no cuidamos nuestra tierra, llegará un momento en que no podremos producir más”, advierte.
Para quienes todavía dudan en implementar estas prácticas sustentables, su mensaje es claro: “Empiecen poco a poco, prueben en un pequeño espacio y vean los resultados. El cambio es posible, y los beneficios son muchos”. Sin importar su edad, Raúl está decidido a seguir aprendiendo y a mejorar en la implementación de este tipo de prácticas. Su entusiasmo por el campo lo motiva a seguir innovando.
La agricultura de conservación le ha permitido fortalecer los vínculos familiares y con su tierra, además de mejorar su productividad. “Si algo te gusta, lo vas a hacer con pasión, esa es la clave”, concluye.