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Las frutas y verduras son esenciales, pero hay tres razones por las que necesitamos los cereales para alimentar al mundo

Frutas, verduras y pan. Foto: Ella Olsson (CC BY 2.0)
Frutas, verduras y pan. Foto: Ella Olsson (CC BY 2.0)

Al igual que muchas organizaciones de investigación y financiación del desarrollo, el Centro Australiano de Investigación Agrícola Internacional (ACIAR) está haciendo hincapié en un renovado compromiso con un enfoque sensible a la nutrición en los proyectos de desarrollo agrícola.

En el marco del Año Internacional de las Frutas y Verduras, un blog reciente propone que una cuestión central para mejorar la nutrición es el consumo de más frutas y verduras. Estamos de acuerdo en que una dieta variada que incluya frutas y verduras debe ser accesible para todas las personas. Aquí destacamos la presencia de un panorama más amplio.

En la última década ha crecido la concienciación sobre la importancia de las dietas ricas en vitaminas y minerales, y la necesidad de combatir la malnutrición de micronutrientes, que puede conducir a resultados irreversibles para la salud, afectando a economías enteras y perpetuando un trágico ciclo de pobreza y estancamiento económico.

La falta de vitaminas y minerales, a menudo denominada «hambre oculta», no se limita a los países con menores ingresos y con inseguridad alimentaria. En los países más ricos se observa claramente una transición hacia dietas ricas en energía y pobres en micronutrientes. De hecho, las poblaciones de todo el mundo están consumiendo más alimentos procesados por razones de comodidad y precio. Para alcanzar nuestros objetivos mundiales en materia de hambre y salud, debemos invertir en investigación y producción agrícola que tenga en cuenta la nutrición, así como promover dietas asequibles con alimentos variados, atractivos y ricos en nutrientes.

Además del hambre, tenemos una pandemia de enfermedades relacionadas con la dieta, causada en parte por el consumo excesivo de dietas basura ricas en energía. Esto se debe a que las fórmulas alimentarias modernas suelen estar orientadas hacia productos adictivos y poco saludables. Lo vemos en los crecientes niveles de obesidad y diabetes, algunos cánceres, enfermedades cardíacas y afecciones pulmonares crónicas.

Invertir en investigación agroalimentaria y mejorar la nutrición será mucho más barato que tratar estas enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta. Además de estar más sanas, muchas personas serán mucho más felices y podrán llevar una vida más productiva.

Sin embargo, el panorama es más amplio que la malnutrición de micronutrientes. Incluso si las nuevas inversiones en investigación nos permiten aumentar la producción y el suministro de frutas, verduras y otros alimentos ricos en nutrientes, como las legumbres y los frutos secos, no habremos resuelto todo el problema de la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud.

Además del «hambre oculta», muchos cientos de millones de personas en todo el mundo pasan hambre porque siguen sin disponer de los alimentos básicos para vivir y trabajar.

Mujeres cocinando chapatis en Sani, valle de Zanskar, India. Foto: SandeepaChetan's Travels (CC BY-NC-ND 2.0)
Mujeres cocinando chapatis en Sani, valle de Zanskar, India. Foto: SandeepaChetan’s Travels (CC BY-NC-ND 2.0)

El trigo, el maíz y el arroz han sido las principales fuentes de energía alimentaria en forma de hidratos de carbono en prácticamente todas las sociedades y durante miles de años: investigaciones recientes en Oriente Medio sugieren que la dieta «paleo» original no era sólo el resultado de la caza y la recolección, sino que incluía cereales en el pan y la cerveza.

Hay tres razones por las que los cereales son esenciales para la alimentación del mundo:

  • En primer lugar, los nutricionistas y los médicos nos dicen que los cereales no sólo aportan macronutrientes —carbohidratos, proteínas y grasas- y micronutrientes, vitaminas y minerales. Ahora sabemos que los cereales son fuentes importantes de componentes alimentarios bioactivos que no suelen clasificarse como nutrientes, pero que son esenciales para la salud de todos modos. Se trata de compuestos como los carotenoides, los flavonoides, los fitoesteroles, los glucosinolatos y los polifenoles, que se encuentran de forma natural en diversos alimentos vegetales y tienen propiedades beneficiosas antioxidantes, anticancerígenas, antiinflamatorias y antimicrobianas, que probablemente sean importantes para mitigar y/o combatir las enfermedades.
  • En segundo lugar, los alimentos integrales, especialmente el trigo, son también una fuente importante de fibra dietética, que es esencial para una digestión y un metabolismo eficaces. La fibra de los cereales también nutre la flora intestinal humana, cuyos productos, como los ácidos grasos de cadena corta, tienen muchos beneficios para la salud, incluida la lucha contra algunos tipos de cáncer. Comer este tipo de carbohidratos también nos ayuda a reconocer que hemos comido lo suficiente, para saber cuándo «es suficiente».
  • En tercer lugar, los alimentos a base de cereales son relativamente baratos de producir y comprar, y también fáciles de transportar y conservar. Por lo tanto, los suministros son relativamente estables y es probable que una buena nutrición a base de cereales siga siendo accesible para las personas de bajos recursos.

Pero no todo es bueno para los cereales hoy en día. Los cereales están asediados por el calor y la sequía relacionados con el cambio climático, así como por nuevas y más virulentas formas de enfermedades vegetales, que amenazan nuestra agricultura y nuestros recursos naturales. Queda mucho por investigar en esta época de rápidos cambios en las condiciones climáticas y de tensiones económicas y políticas.

He aquí algunas estrategias para la investigación agroalimentaria y sus partidarios:

  • Podemos aumentar aún más el contenido nutricional de los alimentos a base de cereales mediante la biofortificación durante el fitomejoramiento.
  • Podemos producir variedades de cereales resistentes a las enfermedades y al calor, que sean eficientes en el uso del agua y los fertilizantes, y cuya producción no requiera mucha mano de obra.
  • Trabajando con las comunidades, podemos adaptar las nuevas tecnologías de producción a las condiciones locales, especialmente cuando las mujeres son las agricultoras.
  • Podemos mejorar la calidad de los alimentos a base de cereales mediante el enriquecimiento de los nutrientes durante la molienda, y mediante mejores métodos de procesamiento y formulación de los alimentos.
  • Los expertos de todas las disciplinas agroalimentarias pueden colaborar para informar y «empujar» a los consumidores a tomar decisiones de compra de alimentos saludables.

Los cereales son importantes, pero en una época de desinformación, debemos ser prudentes ya que algunas personas son sensibles a ciertos componentes de los cereales, como el gluten. Las personas a las que se les ha diagnosticado médicamente una intolerancia a los cereales deben adaptar su dieta en consecuencia y obtener los hidratos de carbono y los componentes bioactivos de los alimentos de otras fuentes.

Por tanto, no podemos vivir sólo de pan, debemos procurar llevar una dieta rica en alimentos diversos.

Estas dietas incluyen frutas y verduras que deben ser accesibles a las personas de diferentes regiones, en particular a las más vulnerables, y que aportan diferentes macronutrientes, micronutrientes y componentes bioactivos esenciales. Para la mayoría de nosotros, el contenido saludable de los cereales significa que deben seguir siendo una parte importante de la dieta mundial.

Nigel Poole es profesor emérito de Desarrollo Internacional en la Universidad SOAS de Londres y consultor del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Rajiv Sharma es científico principal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Alison Bentley es la Directora del Programa Global de Trigo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

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Comunicados de prensa

Mitad integrales, mitad refinadas: el secreto de una buena dieta

Freshly baked rye bread is displayed next to wheat spikes and grains. (Photo: Marco Verch/Flickr)
Pan de centeno, espigas de trigo y granos. (Foto: Marco Verch/Flickr)

Cuando escribimos en un buscador de Internet “harinas refinadas”, la mayoría de los resultados que aparecen son artículos explicando por qué son malas para la salud y consejos para evitarlas en las dietas. Incluso hay titulares en las que se le denomina “veneno blanco” y best sellers que las demonizan culpándolas de todas las enfermedades. Pero, ¿son en realidad los alimentos hechos a base de harinas refinadas tan perjudiciales para la salud o es un mito impulsado por el éxito de falsos gurús de la nutrición?

Un grupo internacional de investigación ha querido buscar una base científica a esta problemática y, tras una extensa revisión de más de doscientas investigaciones realizadas en todo el mundo, ha llegado a una conclusión. “No hay evidencias científicas claras que demuestren que los alimentos hechos a base de harinas refinadas tengan efectos negativos en la salud”, afirma Carlos Guzmán, investigador de la Universidad de Córdoba que ha participado en este estudio coordinado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

“Esto no quiere decir que recomendemos una dieta exclusiva de harinas refinadas”, se apresura a aclarar el investigador, “de hecho, aconsejamos que la mitad de los cereales que se consuman sean integrales”. Reconocen que los estudios han demostrado ampliamente que la ingesta de alimentos integrales reduce el riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y de muerte prematura pero suelen obviar los beneficios de los alimentos basados en harinas refinadas. Estos también poseen ciertos niveles de fibra y proteínas y son más atractivos para el consumidor por su sabor y textura.

Además, en muchos países, especialmente de Latinoamérica, África y Asia, se obliga por ley a fortificar las harinas refinadas durante la molienda con vitaminas y minerales. “Este proceso ha ayudado a reducir problemas de espina bífida, anencefalia y otras enfermedades congénitas”, explica la autora principal de la investigación, Julie Miller Jones, profesora emérita de la St. Catherine University de Minnesota. Por ello, recomendar un abandono total de las harinas refinadas podría suponer un retroceso en la lucha contra estas enfermedades.

Las cuestiones nutricionales son complejas y entran en juego multitud de factores. Por ejemplo, se ha observado que la mayor parte de los alimentos llamados indulgentes, como las galletas, tartas y otros tipos de alimentos no básicos, son fabricados con harina refinada, por lo que esta se suele asociar a dietas con alto consumo de azúcares y grasa y, por lo tanto, a efectos perjudiciales en la salud.

“Sugerimos que los estudios futuros planteen cuatro categorías de alimentos que, además de diferenciar entre refinados e integrales, distinga entre básicos e indulgentes”, explica Carlos Guzmán. Por el contrario, las personas que consumen más cereales integrales son los que, paralelamente, hacen más deporte y llevan dietas más saludables. Es por esto que se tiende a relacionar la ingesta de harinas integrales con una mejor salud sin que necesariamente se deba a ellas.

Otro de los problemas que han encontrado es que la definición de “integral” no es clara ni consistente en todos los estudios. La mayoría de los alimentos calificados como “integrales” son, en realidad, elaborados con una mezcla de harinas integrales y refinadas.

Este estudio se propone también combatir las tendencias actuales que están incitando a los consumidores a eliminar, no sólo las harinas refinadas, sino todos los cereales y los hidratos de carbono de su dieta. “Los cereales son económicos, duraderos, versátiles y populares y seguirán desempeñando un papel clave a medida que el mundo adopte dietas basadas en vegetales para satisfacer las necesidades alimentarias futuras”, afirma Hans-Joachim Braun, director del Programa Global de Trigo en el CIMMYT y coautor del estudio.

Los cereales son nutritivos, tienen un alto rendimiento por hectárea y se pueden cultivar en casi todos los lugares del mundo, al contrario que otros vegetales, que requieren de mucho más terreno de cultivo y de recursos para obtener la misma cantidad de calorías y proteínas que las que proporciona, por ejemplo, el trigo. Por este motivo, comer cereales, tanto integrales como refinados, no es sólo bueno para la salud, sino también para el medio ambiente.


PUBLICACIONES DE INVESTIGACIÓN RELACIONADAS:

Perspective: Whole and Refined Grains and Health — Evidence Supporting “Make Half Your Grains Whole”

OPORTUNIDADES PARA ENTREVISTA:

Hans Braun – Director del Programa Global de Trigo, CIMMYT

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONTACTE AL EQUIPO DE PRENSA:

Marcia MacNeil, Responsable de Comunicación del Programa de Investigación de Trigo del CGIAR (WHEAT), CIMMYT.
m.macneil@cgiar.org, +52 (55) 5804 2004 ext. 2070.

Rodrigo Ordóñez, Gerente de Comunicación, CIMMYT.
r.ordonez@cgiar.org, +52 (55) 5804 2004 ext. 1167.

ACERCA DEL CIMMYT:

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo es el líder mundial en investigación de maíz, trigo y sistemas agrícolas asociados financiada con fondos públicos. Con sede cerca de la Ciudad de México, el CIMMYT trabaja con cientos de socios en todo el mundo en desarrollo para aumentar de manera sostenible la productividad de los sistemas de cultivo de maíz y trigo, mejorando así la seguridad alimentaria global y reduciendo la pobreza. El CIMMYT es miembro del Sistema CGIAR y dirige los Programas de Investigación de Maíz y Trigo del CGIAR y la Plataforma de Excelencia en Mejoramiento. El Centro cuenta con el apoyo de gobiernos nacionales, fundaciones, bancos de desarrollo y otros organismos públicos y privados. Para mas información, visite staging.cimmyt.org/es.

Esta investigación fue apoyada por los Donantes del CGIAR.