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Innovaciones para el presente y el futuro

Detalle de una planta de cebada. (Foto: CIMMYT)
Detalle de una planta de cebada. (Foto: CIMMYT)

En una parcela de San Cristóbal Valle de Santiago, en el estado de Guanajuato, encontramos a Joel, un agricultor dedicado y visionario cuya historia es un ejemplo de cómo la agricultura sostenible y la innovación tecnológica pueden transformar el campo y la sociedad.

Con 56 años de edad y más de tres décadas de experiencia cultivando la tierra que heredó de su padre, Joel ha sido testigo de los desafíos y oportunidades que enfrenta el sector agrícola, como el cambio climático, el aumento del precio de los insumos, entre otros.

La historia de Joel es también la historia de una comunidad que se une en torno a la búsqueda de prácticas agrícolas más eficientes y amigables con el medioambiente. Su parcela es el laboratorio donde experimenta con técnicas como la agricultura de conservación —sistema de producción sustentable que permite cuidar suelos y agua— y el riego por goteo, buscando reducir costos, aumentar la producción y proteger los recursos naturales.

«Desde que adoptamos la agricultura de conservación en el año 2020 hemos visto cambios espectaculares en nuestros rendimientos», comparte Joel. «Obtuvimos 7.5 toneladas por hectárea de cebada y 18.5 toneladas por hectárea de maíz, todo mientras reducimos nuestros costos en un 20%. Es un cambio que se traduce en mayor rentabilidad y en un impacto positivo para el medioambiente», comenta.

Uno de los principales impulsores de esta transformación ha sido el proyecto Cultivando un México Mejor, una iniciativa conjunta entre CIMMYT y HEINEKEN México que ofrece asesoría personalizada y capacitación en prácticas agroecológicas a productores como Joel. «Los técnicos de Cultivando un México Mejor nos han brindado herramientas y conocimientos que han sido clave en nuestra transición hacia la agricultura de conservación», destaca el agricultor.

La innovación no se detiene en la adopción de la agricultura de conservación. Joel también ha incursionado en el uso de métodos alternativos de control de plagas, como el empleo de bacterias y hongos benéficos. Además, en su parcela se están implementando tecnologías para optimizar la fertilización y otras innovaciones a fin de reducir la dependencia de pesticidas químicos y preservar los recursos naturales, comenta Joel.

La familia de Joel también ha sido parte fundamental de este proceso de cambio. «Mi esposa y mis hijos están contentos ya que la utilidad ha sido mayor en comparación con otros ciclos que se cultivaba de forma convencional”, menciona entusiasmado porque con esta nueva forma de cultivar también se han incrementado las posibilidades de asegurar los estudios universitarios de sus hijos, de quienes espera también aprendan a cuidar el medioambiente.

“Además, nuestros vecinos están interesados en unirse al proyecto”, afirma Joel con orgullo, añadiendo que ahora en su parcela se realizan recorridos de campo para mostrar a otros agricultores las innovaciones que ahí se han implementado. Durante estos recorridos, Joel comparte su experiencia y conocimientos con entusiasmo.

El mensaje que Joel desea transmitir a sus colegas agricultores es claro: no teman a las innovaciones. «Las tecnologías que nos ofrecen los técnicos de CIMMYT están validadas y han tenido éxito», enfatiza. «Al adoptar prácticas sostenibles, no solo aseguramos la rentabilidad de nuestras unidades de producción, sino que también contribuimos a conservar los recursos naturales para las generaciones futuras».

El camino hacia una agricultura resiliente y sostenible está marcado por la colaboración, la educación y la voluntad de adaptarse a los desafíos del presente y del futuro. Joel y otros productores como él son ejemplos vivos de cómo la innovación agrícola sostenible tiene el potencial de transformar no solo el campo, sino también las comunidades y el planeta.

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¿Es posible evitar que las variaciones en los riegos limiten el rendimiento de cebada?

Acompañamiento técnico en el marco de Cultivando un México Mejor. (Foto: CIMMYT)
Acompañamiento técnico en el marco de Cultivando un México Mejor. (Foto: CIMMYT)

Existen productores en el Bajío que aun con un buen manejo agronómico se preguntan por qué no tienen buenos rendimientos. “Es importante recordar que ahora con la distribución de agua de las presas o el sistema de turnos en los pozos, los tiempos de riego cambian cada ciclo agrícola. Incluso comparando entre parcelas cercanas que usan el mismo pozo, la entrega de agua de riego varía”, señala el equipo técnico de Cultivando un México Mejor, en Guanajuato.

Las variaciones en la distribución del agua “limitan el establecimiento del 100% de los cultivos en fechas óptimas y eso contribuye a que el rendimiento sea diverso cada ciclo agrícola”, puntualizan los técnicos del proyecto en mención que es impulsado por HEINEKEN México y CIMMYT, el cual fue diseñado para garantizar la gestión sostenible del agua en el cultivo de cebada.

“Esta circunstancia es inevitable debido a la disponibilidad de agua para el riego de nacencia de los cultivos establecidos en el Bajío. Además, los riegos también varían de acuerdo con su demanda y con las características físicas del suelo en cada parcela, así como con las condiciones de clima presentes cada día durante la etapa de desarrollo y reproducción de la cebada”.

A lo anterior, “se agrega que las horas frío que recibe una cebada emergida en las primeras semanas de diciembre, en promedio, rinden más que las que se establecen en las últimas semanas”, señala el equipo técnico.

“En un cultivo establecido en suelos que pierden rápidamente la humedad disponible para la planta, los riegos deben ser más frecuentes”, mencionan los técnicos, puntualizando que, aunque el escenario es complicado, existen opciones para lograr buenos rendimientos: “una planta que entra en estrés hídrico pierde la posibilidad de rendimiento mientras espera el siguiente riego, pero es aquí donde el uso de los rastrojos como cobertura marca la diferencia en beneficio de los buenos rendimientos”.

En este sentido, “es conveniente que el agricultor considere la evapotranspiración —cuando parte del agua pasa a la atmósfera por evaporación directa del agua del suelo y por transpiración de las plantas— cada día para definir el siguiente riego. De no ser así, también debe buscar alternativas para minimizar el efecto en la planta, tales como el uso de aminoácidos o enmiendas de materia orgánica; sin embargo, dejando la suficiente cantidad de rastrojo como cobertura en el 100% de la superficie cultivable impedirá significativamente la pérdida de agua del suelo”.

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Cultivando un México Mejor con un manejo eficiente del agua

Productor de cebada participante en el proyecto Cultivando un México Mejor. (Foto: CIMMYT)
Productor de cebada participante en el proyecto Cultivando un México Mejor. (Foto: CIMMYT)

“La agricultura de conservación y el manejo eficiente del agua pueden ayudar a los productores agrícolas a reducir su consumo de agua. Estas prácticas se están implementando en parcelas de productores del Bajío con el apoyo del proyecto Cultivando un México Mejor, que impulsan HEINEKEN México y CIMMYT”, comenta el equipo técnico de este proyecto en Guanajuato.

La agricultura de conservación es un conjunto de prácticas que ayudan a conservar el suelo y el agua. “Estas prácticas incluyen el uso de coberturas vegetales, la rotación de cultivos y la labranza mínima. Las coberturas vegetales ayudan a proteger el suelo de la erosión y a retener la humedad. La rotación de cultivos ayuda a mantener la fertilidad del suelo. La labranza mínima ayuda a conservar la estructura del suelo y a reducir la pérdida de agua”, detallan.

Por su parte, “el manejo eficiente del agua es un conjunto de prácticas que ayudan a utilizar este recurso de mejor manera; incluyen la medición del consumo de agua, la optimización de los sistemas de riego y la selección de cultivos adecuados para las condiciones climáticas”.

Cultivando un México Mejor es una iniciativa diseñada para garantizar la gestión sostenible del agua en el cultivo de cebada, donde “la medición del consumo de agua ayuda a identificar las áreas donde se puede mejorar la eficiencia y la optimización de los sistemas de riego ayuda a asegurar que el agua se aplique de manera uniforme y eficiente”.

El proyecto conjunto de HEINEKEN México y CIMMYT contempla un importante trabajo de capacitación dirigido a los productores. Al respecto, la coordinación de uso eficiente del agua del Hub Bajío de CIMMYT comenta: “los productores están aprendiendo sobre la importancia de cuidar el agua y cómo optimizar sus sistemas de riego. El acompañamiento de los técnicos está siendo muy valioso para ellos, ya que les está brindando las herramientas y conocimientos necesarios para implementar estas prácticas de manera exitosa en sus parcelas”.

“Estas prácticas son importantes para la sostenibilidad de la agricultura en el Bajío. El agua es un recurso limitado, y es importante que los productores agrícolas encuentren formas de usarla de manera más eficiente. La agricultura de conservación y el manejo eficiente del agua son dos prácticas que pueden ayudar a los productores agrícolas a reducir su consumo de agua y proteger este recurso vital”, concluye el Hub Bajío de CIMMYT.

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Heladas, cebada y agricultura de conservación

Plantas dañadas por heladas en la plataforma Irapuato I, Guanajuato, 6 de enero de 2020. (Foto: CIMMYT)
Plantas dañadas por heladas en la plataforma Irapuato I, Guanajuato, 6 de enero de 2020. (Foto: CIMMYT)

El Bajío es una de las principales regiones productoras de granos de México, la mayoría de los agricultores con acceso a riego siembran maíz durante el ciclo primavera-verano (mayo-diciembre), y cereales de granos pequeños (trigo o cebada) en el ciclo otoño-invierno (diciembre-mayo). En la región, las bajas temperaturas ocurren regularmente durante la temporada de crecimiento invernal y pueden ocurrir heladas, aunque son poco frecuentes y no ocurren todos los años.

Si bien las bajas temperaturas son necesarias para que el trigo y la cebada induzcan el macollamiento y por lo tanto obtengan altos rendimientos, junto con las heladas también pueden causar daños a las plantas, lo que puede tener un impacto en el rendimiento.

En ciclos pasados, agricultores de esta región informaron que durante la temporada otoño-invierno hubo un aumento de los daños por heladas en la cebada sembrada con agricultura de conservación —sistema que permite reducir costos de producción, el uso del agua y las emisiones de gases de efecto invernadero, así como mejorar los rendimientos y la salud del suelo—.

Para determinar si este efecto es real y si redujo el rendimiento de los cultivos con agricultura de conservación, un grupo de especialistas del CIMMYT desarrolló dos experimentos de campo y recopilaron datos de observación de otros experimentos y parcelas de agricultores. “A fin de evaluar si niveles más altos de residuos conducen a mayores daños por heladas en cereales de grano pequeño en el Bajío, realizamos tres experimentos: el primero en San Juan del Río, Querétaro; el segundo en Metepec, Estado de México; y se analizaron datos de otros experimentos realizados en parcelas de agricultores del Bajío y del noroeste del Pacífico”, comentan los especialistas.

El primer experimento se realizó en la plataforma de investigación San Juan del Río III, que está en una región donde suelen ocurrir heladas durante la temporada invernal. El objetivo de este experimento fue responder dos preguntas de investigación: ¿El rendimiento de la cebada es menor con la labranza reducida?, y, ¿el rendimiento es menor cuando se dejan residuos en el campo al utilizar labranza reducida?

“Para estudiar el efecto de los residuos sobre el daño por heladas instalamos una prueba de campo en la Estación Experimental Sanjaya Rajaram en Metepec, Estado de México. La estación está situada a 2 600 metros sobre el nivel del mar y es muy probable que se produzcan heladas en cada temporada de invierno. Con la evaluación en esta estación buscamos responder si el daño por heladas es mayor con una labranza reducida, si el daño por heladas es mayor cuando se dejan residuos en el campo cultivando con labranza reducida, y si pueden reducir los daños por heladas induciendo tolerancia al estrés mediante la aplicación de ácido salicílico (aspirina)”, puntualizan los investigadores.

Adicionalmente a estos dos experimentos en campo, se hizo un análisis de datos surgidos en módulos y plataformas de investigación distribuidos por todo el país —las cuales forman parte de la red de innovación que impulsa el CIMMYT— y, para obtener una mejor idea de las realidades de los daños por heladas con relación al manejo de residuos, también se encuestó a los colaboradores de estos espacios.

Al revisarse los datos de 235 módulos de innovación que compararon la labranza convencional y la agricultura de conservación con el trigo o la cebada cultivados durante la temporada de invierno, se observó que los rendimientos promedio fueron mayores con agricultura de conservación, sin que hubiera indicios de un menor rendimiento con este sistema de producción sustentable. En general, “se observa que los beneficios de la agricultura de conservación en términos de mayor salud del suelo, mayor retención de agua y reducción de los costos de producción superan el riesgo de mayores daños por heladas, por lo que el riesgo de daños por heladas no debería ser un impedimento para la implementación de la agricultura de conservación”, enfatizan los investigadores.

En las plataformas de investigación los resultados también demuestran la pertinencia de la agricultura de conservación pues, aunque las bajas temperaturas generaron mayores daños visibles en los tratamientos con este sistema, las plantas se recuperaron rápidamente. Al final, el rendimiento no se vio afectado ya que los tratamientos con agricultura de conservación obtuvieron rendimientos ligeramente más altos.

Desarrollo del cultivo al 21 de marzo de 2018 (77 DDS), camas permanentes con 100% rastrojo (izquierda) y tratamiento de labranza convencional (derecha). (Foto: CIMMYT)
Desarrollo del cultivo al 21 de marzo de 2018 (77 DDS), camas permanentes con 100% rastrojo (izquierda) y tratamiento de labranza convencional (derecha). (Foto: CIMMYT)

En general, “el trigo y la cebada con agricultura de conservación pueden presentar más síntomas de daño por heladas cuando las heladas ocurren durante la etapa de macollamiento, sin embargo, esto no tiene ningún efecto sobre el rendimiento. Por el contrario, el rendimiento tiende a ser mayor con agricultura de conservación. Es probable que las plantas en la etapa de macollamiento puedan reemplazar rápidamente las hojas y los macollos dañados, y el estrés por frío puede incluso inducir un macollamiento adicional, lo que puede conducir a más grano más adelante”, explican.

En conclusión, la agricultura de conservación tiene muchos beneficios comprobados para la producción de granos en el Bajío, como una mejor salud del suelo, una mayor eficiencia del riego, menores costos de producción, menores emisiones de gases de efecto invernadero y estos beneficios compensan los efectos negativos de las heladas que pueden ocurrir en la región. Si bien pueden ocurrir mayores daños cuando ocurren heladas durante la etapa de macollamiento, esto no afecta el rendimiento y no debe considerarse una razón para no implementar la agricultura de conservación.

Puedes consultar el artículo completo en: https://doi.org/10.31220/agriRxiv.2023.00211 

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HEINEKEN México y el CIMMYT firman convenio con el Gobierno de Nuevo León para certificar técnicos en agricultura sustentable

Ceremonia de firma de convenio. (Foto: Georgina Mena / CIMMYT)
Ceremonia de firma de convenio. (Foto: Georgina Mena / CIMMYT)

La Secretaría de Igualdad e Inclusión del Estado de Nuevo León, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y HEINEKEN México firmaron un convenio de colaboración para la certificación de más de 20 técnicos en prácticas de agricultura de conservación para la producción de cebada y granos básicos en los municipios de Pesquería, Aramberri, Galeana y Santa Catarina.

Las organizaciones reconocieron la importancia de establecer alianzas sólidas que promuevan la mejora en la productividad de los sistemas agrícolas, a través de una cadena sustentable, contribuyendo al fortalecimiento de la seguridad alimentaria de Nuevo León.

Los técnicos participantes, previamente seleccionados por la Secretaría de Igualdad e Inclusión por su experiencia y conocimiento en agricultura, producción de cultivos y proyectos con extensión de tierra, recibirán una formación integral en tecnologías y prácticas agronómicas sustentables, diagnósticos de sistemas de producción y parcela, así como evaluación de planes de intervención y manejo de suelos.

“En HEINEKEN México somos conscientes del rol tan importante que tiene la cerveza en la agroindustria mexicana y en la economía de nuestro país al involucrar al sector primario, secundario y terciario por medio del esfuerzo de miles de productores en el campo, colaboradores en nuestras plantas y distribuidores. Por ello, a través de diversas iniciativas y programas, impulsamos el desarrollo de cada sector desde el campo hasta el bar”, afirmó Claudia de la Vega, vicepresidenta de Asuntos Corporativos de la compañía cervecera.

Por su parte, Martha Patricia Herrera, titular de la Secretaría de Igualdad e Inclusión del Estado de Nuevo León declaró: “Hemos dado un paso adelante con el acuerdo que hoy suscribimos para promover la capacitación de personas que aplicarán nuevos modelos para incrementar la fertilidad y la producción del campo mediante la innovación sustentable”.

Durante su intervención, Jelle Van Loon, director Asociado para Sistemas Agroalimentarios Sustentables del CIMMYT mencionó que “Además de los beneficios a los productores del campo, la agricultura de conservación es un sistema que promueve múltiples beneficios para el medioambiente, como la alteración mínima del suelo, la diversificación de especies de plantas, el aumento de la infiltración del agua, mayores rendimientos bajo sequía y la reducción de la erosión del suelo”.

Desde 2018, HEINEKEN México y el CIMMYT impulsan Cultivando un México Mejor, proyecto que impulsa la implementación de la agricultura de conservación para eficientar el uso de agua en los cultivos de cebada ubicados en la zona del Bajío. A través de esta iniciativa se ha obtenido un ahorro aproximado de 860 millones de litros de agua, además de la certificación de 21 productores que han trabajado un total de 9,422 hectáreas con 31,718 toneladas cosechadas bajo una producción sustentable.

La colaboración entre HEINEKEN México, el CIMMYT y la Secretaría de Igualdad e Inclusión para certificar a técnicos en agricultura sustentable permitirá promover y consolidar en el estado  un menú tecnológico amplio, con tecnologías adaptadas a las condiciones específicas, orientadas a incrementar la productividad con un enfoque sustentable que cuida el medioambiente, conservar el agua y suelo y asegurar la calidad de los cultivos.

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Ante la baja disponibilidad de agua optan por cultivar con agricultura de conservación

Día de campo en parcela donde se ha implementado agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Día de campo en parcela donde se ha implementado agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

El cambio climático se manifiesta a través del agua: su presencia con lluvias torrenciales o su ausencia con sequías prolongadas pueden ser igualmente catastróficas. De hecho, se estima que nueve de cada 10 desastres naturales se relacionan con el agua y los riesgos generados se propagan en sistemas energéticos, urbanos, ambientales y agroalimentarios.

En las zonas agrícolas de la región el agua es un recurso cada día más limitado por varios factores, entre ellos la reducción de los niveles de los mantos freáticos, la variabilidad del clima y diversas problemáticas en las unidades de riego. Por lo tanto, su uso y manejo eficiente tiene una gran importancia para la sostenibilidad a los sistemas de producción agrícola”, señala el equipo técnico de Cultivando un México Mejor.

Cultivando un México Mejor es un proyecto de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), a través de él productores de cebada reciben capacitación y acompañamiento técnico para establecer agricultura de conservación, un sistema de producción sustentable que permite cuidar suelos y agua, al tiempo que permite reducir el impacto ambiental de la agricultura y aumentar su rentabilidad por una disminución en los costos de producción.

“En el caso de la agricultura es importante adoptar innovaciones que nos ayuden a reducir la cantidad de agua para producir granos. La agricultura de conservación, por ejemplo, permite ahorrar hasta 30 % de agua.  Este sistema está basado en la mínima labranza, en la rotación de cultivos, y en la cobertura del suelo con rastrojo. Estamos hablando que se deben dejar al menos 30 % de los residuos de cosecha, pero idealmente arriba de 70 %” puntualizan los técnicos.

Al dejar el rastrojo sobre la superficie del suelo se logra conservar mayor humedad para que la planta la tenga disponible, también se promueve una mayor infiltración de agua de riego, una disminución de la evaporación, una reducción de la escorrentía —este proceso de escurrimiento del agua contribuye a la pérdida de la capa más fértil del suelo—, una distribución más homogénea de la lámina de riego y un incremento de la eficiencia de los fertilizantes.

La importancia de la mínima labranza sobre la humedad del suelo, precisa el equipo técnico, también del equipo técnico de Cultivando un México Mejor, radica en que “esta humedad existe dentro del espacio poroso del suelo. Normalmente este espacio está ocupado por aire y/o agua”, pero la labranza convencional, basada en el movimiento continuo y excesivo del suelo, destruye esta estructura porosa y por eso en esos sistemas es común observar problemas de infiltración. La agricultura de conservación, entonces, es una alternativa viable para evitar estas problemáticas.

Productor participante en el proyecto Cultivado un México Mejor. (Foto: CIMMYT)
Productor participante en el proyecto Cultivado un México Mejor. (Foto: CIMMYT)

La gestión del agua en una parcela tiene muchas implicaciones. El monitoreo de los indicadores relacionados con este recurso, por ejemplo, permite optimizar otros aspectos del sistema de producción. Así, conocer la humedad del suelo ayuda a “determinar las fechas de siembra, al pronóstico y vigilancia de los periodos de sequía, a tomar decisiones sobre cuándo no se debería utilizar maquinaria pesada en la parcela —ya que podría atascarse si el terreno está excesivamente húmedo—, entre otros”, señalan los especialistas.

De manera práctica, enfatizan, se puede lograr mucho en la optimización del recurso hídrico a través de un buen riego. Para lograrlo, se recomienda “nivelar la parcela, realizar una buena reformación de camas profundas de 20 a 30 cm, evitar que el agua se vaya por encima de la cama de siembra, tener largo de surco menor a 200 metros y cortar el riego cuando el agua se encuentra a una distancia de 10 a 15 metros del final del surco”.

Así, en un contexto donde el agua es y será un recurso cada vez más limitado, sistemas como la agricultura de conservación constituyen una alternativa viable para que los agricultores sigan produciendo con los recursos disponibles, cuidando de ellos para asegurar su disponibilidad para las próximas generaciones.

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Agricultura sustentable y sanidad vegetal en Zacatecas

Cultivo de chile en la parcela del productor Rafael Llamas, en Calera, Zacatecas. (Foto: Julio César González)
Cultivo de chile en la parcela del productor Rafael Llamas, en Calera, Zacatecas. (Foto: Julio César González)

Zacatecas es un estado con una producción agrícola importante ―destaca en el cultivo de frijol, chile y tomate rojo― y, de hecho, está posicionado en el noveno puesto en el ranking nacional en cuanto al valor de la producción. No obstante, también es un estado que enfrenta numerosos retos asociados a la agricultura.

De acuerdo con el Seminario Agricultura Sostenible en Zacatecas ―desarrollado en 2021 por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y diversas instituciones académicas―, en la entidad es necesario transitar hacia sistemas de producción más sostenibles que permitan alcanzar una diversificación productiva y un manejo integrado de cuencas para la recarga de acuíferos como una vía para la restauración forestal, el rescate de la biodiversidad, y la recuperación de la aptitud productiva de los ecosistemas.

En este contexto de grandes retos para la producción agrícola zacatecana destaca Aguas Firmes, un proyecto impulsado por Grupo Modelo junto con la Cooperación Técnica Alemana GIZ, por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) de Alemania, implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“Algo que ha impactado positivamente, que ha dado buen resultado y que ha derivado del acompañamiento técnico que se proporciona a los agricultores a través de Aguas Firmes es el uso del control biológico en hortalizas, sobre todo chile y ajo,  y eso se ha visto reflejado en mejores producciones de estos cultivos”, comenta Julio  César González, quien forma parte del equipo técnico del proyecto en Zacatecas.

En Calera una parte considerable de la superficie agrícola se siembra con hortalizas. El manejo que prevalece, en general, es uno donde “subsolean, barbechan o voltean y luego rastrean, pasan destorrenadores varias veces y prácticamente mullen el suelo, lo pulverizan completamente”, comenta Julio César, puntualizando que estas prácticas, al deteriorar los suelos, han contribuido a que crezcan los problemas de sanidad vegetal en hortalizas.

“Muchos productores invierten en fungicidas para el control de enfermedades, sobre todo en chiles. Ellos estaban acostumbrados a la aplicación de este tipo de productos y a partir de Aguas Firmes se les hizo la propuesta de hacer unos cambios porque en la zona se observan muchos problemas de sanidad que llevan a que la mayoría trate de “curar” la semilla con un fungicida, pero de todas maneras surgen problemas”, menciona Julio César.

Entre las enfermedades más comunes en la zona de Calera está el damping-off, un consorcio de enfermedades (Pythium, Rhizoctonia, Fusarium spp.) “que el productor conoce como ‘secadera’ o ‘ligamiento’ porque se ligan las plantas, se ahorcan en el tallo, se destruyen los haces vasculares ―tejidos especializados que conducen las sustancias nutritivas en las plantas― y se secan”, señala el técnico.

Cada momento del ciclo productivo tiene además riesgos sanitarios específicos. Cuando llega la canícula, por ejemplo, prolifera la cenicilla polvorienta, un patógeno en las hojas de chile que hace que se empiecen a morir las plantas: “La gente veía este problema como algo común, con resignación decían «ya llego su tiempo y ya se mueren las plantas», y lo decían como algo muy normal, pero no, lo que pasa es que esas plantas están enfermas y se pueden recuperar si se tratan adecuadamente y con anticipación”, enfatiza Julio  César.

Para hacer frente a estas problemáticas “empezamos a recomendar diversas alternativas; en el caso de la secadera productos a base de micorrizas ―asociaciones de hongos y las raíces de la planta―, tratamientos con Trichoderma―un hongo benéfico―, Azospirillum ―un género de bacterias promotoras del crecimiento vegetal― y otros organismos benéficos que han dado muy buena respuesta, se han visto mejoras: mejor calidad de la plántula y una mejor sanidad en general. De hecho, el año pasado ya fue más común ver un mayor uso de esta tecnología entre los productores del proyecto”.

En el caso de la cenicilla se han usado “caldos sulfocálcicos ―una mezcla mineral que actúa como fungicida― y algunos otros productos orgánicos que han permitido controlar el problema. Ahora vemos plantas con mayor vida, mayor llenado de frutos y al final se refleja todo en mejores rendimientos en el cultivo de chile, pero también han servido en el control de la ‘pudrición blanca’ ―una enfermedad que ataca cebollas y ajos―.  Esto ha funcionado y les ha servido, por lo tanto, han tenido mayor rentabilidad”.

Con respecto a los costos, varios de los productos alternativos descritos cuestan alrededor de 800 pesos (800 MXN). Y si bien un fungicida, de los más económicos, cuesta 700 pesos (700 MXN), se requieren “al menos tres o cuatro aplicaciones; además, matas todo, lo malo y lo bueno y, como lo primero en restablecerse son los patógenos, entonces hay que continuar aplicando y por eso la producción se encarece al aplicar fungicidas”.

Experiencias como esta muestran que las prácticas sustentables para la conservación de recursos como suelo y agua, también impactan positivamente en otros aspectos importantes de la producción agrícola, como es la sanidad vegetal, esencial para garantizar la disponibilidad de alimentos, sanos, inocuos y nutritivos para la sociedad. En este sentido, proyectos como Aguas Firmes son relevantes por promover soluciones integrales con impacto positivo más allá de las parcelas.

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Pionero de la cebada sustentable

Parcela participante en el proyecto de Heineken México y el CIMMYT, en Guanajuato, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Parcela participante en el proyecto de Heineken México y el CIMMYT, en Guanajuato, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Desde que heredó el rancho de su familia, Carlos Humberto se dedica de lleno a la agricultura. Los desafíos a los que se ha tenido que enfrentar, sin embargo, son numerosos: se requiere aumentar la producción y llegar al mercado cuando el precio del producto es favorable; adicionalmente, comenta, la falta de agua para regar todo el terreno, el precio de los insumos que va en aumento y las dificultades para establecer contratos justos son limitantes para su actividad como agricultor.

Carlos Humberto nunca antes había practicado la agricultura sustentable, pero siempre le había llamado la atención ver cómo se desarrollan los cultivos entre las pajas y, sobre todo, tenía interés en hacer un mejor manejo de plagas y enfermedades. Así, cuando el equipo de Cultivando un México Mejor —iniciativa de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— le propuso integrarse al proyecto para aprender a cultivar cebada de forma sustentable, Carlos Humberto no lo dudo, porque, como comenta, actualmente producir de forma convencional es costoso y hay que buscar alternativas.

En esa zona de Guanajuato no se solía sembrar cebada, ni tampoco es común trabajar con agricultura de conservación —sistema sustentable que aprovecha los rastrojos o pajas como cobertura del suelo, minimiza la labranza y diversifica cultivos, lo cual permite conservar suelos y agua, entre otros beneficios—, así que en este sentido Carlos Humberto es un pionero que, a través de innovaciones sustentables, busca aumentar la rentabilidad de sus parcelas para permanecer en el giro agrícola por más tiempo, mejorar sus ingresos y que la industria maltera obtenga producto de calidad para los consumidores más exigentes, menciona.

Ahora, como productor de cebada maltera que participa en Cultivando un México Mejor, Carlos Humberto sabe que hay empresas que aprecian la inocuidad del producto, así que con el acompañamiento de los técnicos del proyecto está aprendiendo agricultura de conservación e implementando métodos alternativos de control de plagas, como el uso de control biológico con bacterias y hongos benéficos.

Carlos Humberto ha tenido siempre un interés particular en no depender completamente de los insumos agrícolas convencionales que además dañan la salud del ser humano y otros seres vivos. De hecho, derivado de una investigación del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) —en la que el productor tuvo participación, y en vinculación con el proyecto de HEINEKEN México y el CIMMYT— se estableció una parcela demostrativa en los terrenos del productor y, con el técnico de Cultivando un México Mejor, establecieron cebada a dos hilos, cultivada con agricultura de conservación.

“Su condicionante es el agua de riego y para ello hará el manejo con un sistema de aspersión para que con el agua que saca del pozo, cuyos niveles son bajos, se puedan regar cuatro hectáreas de cebada. La parcela está acondiciona para este sistema de riego y los datos generados serán de gran utilidad para otros agricultores, principalmente quienes cuenten con agua de pozo”, comenta Felipe Juárez, el técnico que le asesora en el marco de Cultivando un México Mejor.

“La parcela no está nivelada y es difícil ver charcos en la parcela en temporada de lluvias, así que se sugirió al agricultor que iniciando el ciclo primavera-verano se empareje el suelo y haga rayas profundas para que el agua no se quede dentro de la parcela y así implementar mejor la agricultura de conservación usando la paja en la superficie”, detalla Felipe.

Como la cebada ahora es un cultivo nuevo y rentable en la zona, Carlos Humberto está consultando con los agricultores vecinos para que también la cultiven y, en un futuro, puedan lograr un contrato bien establecido desde el inicio de la siembra. De hecho, planean organizarse y adquirir una sembradora para agricultura de conservación y así trabajar más fácilmente y de acuerdo con los requerimientos de la agroindustria.

Finalmente, ya que durante el ciclo primavera-verano regularmente no se establece ningún cultivo en esa zona, Carlos Humberto y el equipo técnico del proyecto están considerando desarrollar un plan de manejo para establecer dos cultivos al año y así tener mayores ingresos, pero, sobre todo, lograr cosechas saludables, sin afectar el suelo, aire o agua.

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Biodiversidad funcional, plagas y cebada

Ejemplar de Harmonia axyridis (izquierda) y crisopa (derecha). (Foto: Antonio Gallardo)
Ejemplar de Harmonia axyridis (izquierda) y crisopa (derecha). (Foto: Antonio Gallardo)

El pulgón es una de las principales plagas para el cultivo de trigo y cebada en el Bajío mexicano, ya que pueden provocar un desarrollo deficiente del cultivo y una reducción del rendimiento de entre el 30 y el 50 % si no son manejados adecuadamente.

Los pulgones son insectos que se alimentan de la savia del trigo y la cebada. Varían en color y existen diferentes especies, como el pulgón verde del follaje (Schizaphis graminum), el pulgón de la espiga (Sitobion avenae), el pulgón ruso (Diuraphis noxia), el pulgón amarillo del follaje (Metopolophium dirhodum) y el pulgón negro del follaje (Rhopalosiphum padi).

Cuando hay grandes poblaciones de ninfas y adultos de pulgones durante las etapas vegetativa y reproductiva de los cereales la plaga puede causar severos daños, como la inyección de toxinas y transmisión de virus —como el del enanismo amarillo de la cebada (BYDV, por sus siglas en inglés) que transmite el pulgón verde del follaje y el pulgón ruso—, estrés en las plantas y la falta de nutrimentos suficientes, inhibición del llenado del grano y reducción del rendimiento.

Cuando la población de pulgones es mayor a 60 por tallo durante la etapa de floración pueden ocurrir pérdidas significativas, ya que mientras se alimentan secretan una “mielecilla” sobre el follaje y las espigas, lo cual favorece un ambiente adecuado para el desarrollo del hongo conocido como fumagina que afecta la fotosíntesis y, en consecuencia, el crecimiento de las plantas. Además, al combinarse con el polvo y la paja aumenta el contenido de impurezas en el grano durante la cosecha.

Ya que los pulgones aumentan su población cuando hay altas temperaturas es necesario realizar el muestreo del cultivo a partir de la etapa de encañe y determinar qué tanta población existe tanto de pulgones como de insectos benéficos.

Los insectos benéficos son importantes para el manejo de los pulgones pues entre ellos existen enemigos naturales de la plaga —existen depredadores como ácaros, escarabajos, chinches, crisopas, moscas y avispas—. Por esta razón es conveniente evitar el uso de insecticidas de alto impacto ambiental y propiciar la implementación de sistemas sustentables, como la agricultura de conservación y el manejo agroecológico de plagas, que ayudan a tener una biodiversidad funcional, es decir, una dinámica en donde los elementos presentes en las parcelas son manejados para obtener un beneficio o para un fin específico.

En muestreos realizados en parcelas de productores del Bajío que participan en Cultivando un México Mejor —proyecto de sustentabilidad agrícola de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— y que son trabajadas con agricultura de conservación, por ejemplo, se encontraron ejemplares que indican que este sistema de producción sustentable genera condiciones favorables para la proliferación de fauna y microbiota benéfica.

En los muestreos se encontraron pulgones con signos de haber sido parasitados por avispas y crisopas; y también se encontró una presencia considerable de las popularmente conocidas catarinas o mariquitas —específicamente ejemplares de Hippodamia convergens, Cycloneda sp. y Harmonia axyridis—, que son conocidas por ser voraces depredadoras de varias especies de pulgones, especialmente en estado larvario.

Otros depredadores o insectos benéficos que han sido observados son escarabajos (Collops sp.), catarina rayada (Paranaemia vittigera), así como el león de los afidos o crisopa (Chrysoperla sp.), el cual también es muy voraz en estado larvario, alcanzando a devorar poblaciones de más de 200 presas y contribuyendo así a reducir la población de pulgones.

La diversidad funcional que propicia la agricultura de conservación contribuye a mantener al límite las poblaciones de insectos plaga para evitar aplicaciones de insecticidas. Además, este control biológico de plagas es posible sin la necesidad de hacer liberaciones, reduciendo así los costos de producción y mejorando el agroecosistema.

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Agua, cebada y resiliencia climática

Cultivo de cebada en Guanajuato, México. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de cebada en Guanajuato, México. (Foto: CIMMYT)

De acuerdo con el más reciente Informe del Estado del Clima Mundial de las Naciones Unidas, los años 2015 a 2022 fueron los ocho años más cálidos en el registro climatológico de 173 años; las concentraciones de los tres principales gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron niveles récord en 2021 y, en todo el mundo, las precipitaciones marcaron el desarrollo de sequías e inundaciones con altos costos humanos y económicos. 

En el marco del 50 aniversario del Día Mundial del Medio Ambiente, establecido por primera vez por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972, resulta esencial identificar y difundir estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático. 

“El señor Antonio está sembrando en los primeros días de diciembre, cuando ve que está pasando por el canal el primer gasto de agua, dice él.  Esta labor le ha permitido ganar tiempo para que la planta de cebada se desarrolle ampliamente, a diferencia de otros agricultores en la zona que no siembran sino hasta dos o tres semanas después, por miedo a que una helada termine con su cultivo, como ha ocurrido en algunos años atrás”, comenta Felipe Juárez. 

Felipe es parte del equipo técnico de Cultivando un México Mejor, una iniciativa de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para garantizar la gestión sostenible del agua en el cultivo de cebada. 

Como menciona Felipe, para lograr que los sistemas de producción sean resilientes ante la variabilidad climática y para que la producción sustentable de cebada sea rentable a la vez, es fundamental desarrollar capacidades en los agricultores y, como en este caso, brindarles acompañamiento técnico continuo para identificar los mejores momentos para la siembra. 

“El señor Antonio es uno de los productores de Abasolo, Guanajuato, que participa en el proyecto. Su experiencia, en los tres años que lleva, ha dado como resultado buenos rendimientos de cebada”, incluso cuando han existido años en los que el agua de la Presa 3 Villas (Cuerámaro), que lo abastece, “no alcanza para los tres o cuatro riegos que se acostumbran a dar a la cebada en las parcelas de estos ejidos”, precisa Felipe. 

Ajustar la fecha de siembra y de riego parecería un acto sin mucha importancia, no obstante, en agricultura puede marcar la diferencia entre lograr la cosecha o perderla: “Aunque las bajas de temperatura en la región se hacen presentes cada año en ciclo otoño-invierno, ya no son constantes en tiempo ni intensidad”, y por eso hay que identificar las etapas del crecimiento de la planta y los momentos de mayor rigor del frío, porque hay etapas en las que el frío “beneficia a la planta para que dé más amacollos, ayudando a cubrir más rápido el suelo para evitar el surgimiento de maleza o pérdida de humedad por la entrada de luz solar”, señala el técnico. 

Con estos ajustes y prácticas de agricultura sustentable, productores como el señor Antonio han observado que las parcelas que han establecido primero han producido hasta una tonelada por hectárea más que las establecidas tardíamente. Como señala Felipe, la variabilidad climática está haciendo que planear qué cultivo sembrar y en qué fecha, sea problemático porque aumenta el riesgo para la producción, así que “los productores ahora tienen que adaptar sus sistemas, ser más flexibles”.

Así, los productores que participan en el proyecto están desarrollando capacidades para afrontar el cambio climático desde sus parcelas, contribuyendo a la par al avance en metas globales para hacer sostenible la vida futura en el planeta: entre 2019 y 2022, por ejemplo, en el marco del proyecto se lograron ahorrar cerca de tres millones de metros cúbicos de agua (esto es una reducción de 20 % en el consumo de agua en el cultivo de cebada).

Este Día Mundial del Medio Ambiente, proyectos como Cultivando un México Mejor muestran cómo la acción conjunta puede sumar esfuerzos para definir e impulsar estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático para consolidar medios de producción y consumo sustentables que garanticen la producción de alimentos e insumos en un contexto donde el agua y el suelo son recursos cada vez más escasos.