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La milpa, herencia cultural e investigación agronómica

Ceremonia de la siembra de la milpa en las instalaciones del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Ronay Flores / CIMMYT)
Ceremonia de la siembra de la milpa en las instalaciones del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Ronay Flores / CIMMYT)

En ella crece el maíz y el frijol —y muchas otras especies de plantas—, su fertilidad es motivo de fiestas y rituales, su conocimiento es una herencia cultural invaluable, su espacio implica una organización particular y propicia diversos encuentros sociales —y eventualmente, es testigo de algunos encuentros amorosos—. La milpa, ese ecosistema creado por las sociedades mesoamericanas que ha persistido, muy probablemente, por cerca de 5 mil años es, ante todo, un fenómeno cultural y tecnológico dinámico y flexible que hoy busca ser resiliente ante los efectos del cambio climático y las nuevas dinámicas sociales. 

Este 18 de mayo, en la sede global del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en Texcoco, Estado de México, se realizó la ceremonia de la siembra de la milpa, en la que la comunidad de este centro de investigación tuvo oportunidad de escuchar, en voz de sus investigadores, cuáles son las líneas de trabajo que actualmente el CIMMYT está desarrollando para preservar y fortalecer la herencia de cultivo de este sistema milenario. Además, se contó con la participación de danzantes tradicionales que representaron algunos de los rituales de fertilidad asociados a la milpa. 

En contraste con la enorme diversidad biocultural, los estudios formales sobre los aspectos agronómicos del sistema milpa son limitados. “La limitada investigación agronómica formal sobre los sistemas de milpa ha dejado a los agricultores de pequeña escala desatendidos, por lo que han adoptado tecnologías desarrolladas para otros sistemas de producción que no necesariamente funcionan en los sistemas tradicionales”, menciona uno de los recientes estudios del CIMMYT sobre la milpa. 

Milpa en náhuatl hace referencia a “lo que se siembra encima de la parcela” —kool en lengua maya—. Su cultivo principal es el maíz, pero un maizal no es una milpa pues, a diferencia de este —que es un monocultivo—, la milpa es un sistema de cultivos asociados, un policultivo que se caracteriza por propiciar la interacción de una gran cantidad de especies. Por ello se le considera un ecosistema. Uno artificial, culturizado —es decir, integrado en una cultura— (Revista EnlACe, pp. 52-54), pero que al igual que los ecosistemas naturales, debe ser estudiado y protegido, especialmente porque de él depende la alimentación de un gran sector de la población mexicana.

Así, en un contexto donde el cambio climático afectará fuertemente a Mesoamérica —lo que requerirá cambios en las variedades y los cultivos en muchas regiones—, se necesita la evaluación continua de las prácticas bajo las diversas condiciones de las milpas, junto con la investigación de mejora de los cultivos, para generar soluciones de mitigación y adaptación para los agricultores de milpa en las zonas que pudieran resultar afectadas, mencionan los investigadores del CIMMYT.

¿Por qué hablar de las milpas y no solo de la milpa? Porque el tipo de suelo, las condiciones climáticas, los ecosistemas naturales circundantes, las tradiciones y otras dinámicas sociales, los saberes locales y las necesidades o las exigencias agroalimentarias, hacen que la milpa adquiera características particulares en cada región. Así, aunque comparten rasgos comunes —entre ellos que el sistema está dedicado primordialmente al autoconsumo de las familias—, no existe uno, sino varios tipos de milpas. La milpa otomí, por ejemplo, produce chilacayote, agaves, chilaca, flor de calabaza… La milpa totonaca incluye chayotes, tomatillos, quintoniles, yuca, chiltepín… 

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Agricultura familiar, retos y avances

Cerca del 80 % de los alimentos del mundo son producidos por familias agricultoras. La agricultura familiar, en este sentido, brinda grandes oportunidades para la seguridad alimentaria global al ser un potencial motor para preservar alimentos tradicionales, salvaguardar la diversidad agrícola y el uso sostenible de los recursos naturales, crear oportunidades económicas para las comunidades y fomentar sistemas alimentarios diversificados; sin embargo, las familias agricultoras enfrentan muchas dificultades, entre ellas el acceso a los mercados y el cambio climático. 

Dada la relevancia del tema, y en el marco de tres años del Decenio de las Naciones Unidas de la Agricultura Familiar (2019-2028), la revista EnlACe del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) dedica su edición número 61 a la agricultura familiar y a los distintos proyectos que impulsa este centro de investigación científica y diversos colaboradores para apoyar a los agricultores familiares.

En el marco de la temática abordada, esta edición de EnlACe incluye contenidos sobre el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores en la Mixteca Alta de Oaxaca, México y en el Altiplano Sur de Bolivia— para integrar la agricultura y ganadería zonas áridas y semiáridas; también se aborda el tema de la asociatividad con productores de pequeña escala, fomentada en el marco de un proyecto impulsado por Walmart Foundation y el CIMMYT. 

La revista presenta también algunos resultados de las plataformas de Teopoxco y Tamazulápam en Oaxaca, donde investigadores del CIMMYT y la Agencia Mexicana para el Desarrollo Sustentable en Laderas han estudiado la integración de agricultura de conservación y Milpa Intercalada con Árboles Frutales, sistemas que brindan amplios beneficios para las familias agricultoras de zonas de laderas. 

Portada de EnlACe: La revista de la Agricultura de Conservación No. 60.
Portada de EnlACe: La revista de la Agricultura de Conservación No. 61.

Entre otros contenidos, se destaca la actualización de los procedimientos del CIMMYT para la distribución de semillas, información sobre proyectos para el mejoramiento de variedades y distribución de semillas en África, implementación de hubs o nodos de innovación en Guatemala, entre otros contenidos están ya disponibles de forma gratuita en EnlACe: La revista de la Agricultura de Conservación No. 61.

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Cempasúchil y cambio climático

Flor de cempasúchil en ofrendas de la Mixteca. (Foto: Gabriel Estrada)
Flor de cempasúchil en ofrendas de la Mixteca. (Foto: Gabriel Estrada)

Las cadenas de suministro de los productos del campo y los medios de vida de los agricultores se ven alterados cada vez más por los efectos del cambio climático. Las sequías prolongadas, las lluvias fuera de ciclo o torrenciales y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos constituyen la nueva normalidad climática que pone a prueba la capacidad de adaptación de los hogares rurales, particularmente de las familias dedicadas a la agricultura en pequeña escala. 

“Desde el 2016 hemos detectado la necesidad de modificar fechas de siembra para menguar los impactos de la canícula en los cultivos y aprovechar mejor las lluvias. Así fue como llegamos al cempasúchil (Tagetes erecta) y la borla (Celosia cristata)”, comenta Carlos Barragán, técnico de Agricultura Familiar y Agronegocios, una de las organizaciones que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para promover prácticas agrícolas más sustentables. 

Desde el punto de vista agronómico, el cempasúchil tiene propiedades para el control de plagas y es un abono verde notable. Además, su cultivo constituye una opción viable para contextos donde hay poca disponibilidad de agua debido a que su requerimiento hídrico es menor que otros cultivos. Aún así, encontrar las fechas óptimas de siembra en un contexto de cambio climático es todo un reto para los productores. 

Venta de cempasúchil, proveniente de Oaxaca, en el mercado de Jamaica de la Ciudad de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Venta de cempasúchil, proveniente de Oaxaca, en el mercado de Jamaica de la Ciudad de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

El cambio climático pone en riesgo la producción de cempasúchil: “Al ser la flor con mayor demanda para la celebración del Día de Muertos, tiene un periodo de venta muy específico, así que los productores a partir de su experiencia han definido fechas de siembra que les permita tener flor de calidad a finales del mes de octubre. No obstante, en los últimos años se ha detectado un incremento en la temperatura que repercute en el desarrollo y floración del cempasúchil, por lo cual una de las estrategias que se han implementado es modificar la fecha de siembra y el manejo del cultivo”, señala Barragán.

“Cuando no se realizan actividades de adaptación de los cultivos al cambio climático se obtienen resultados negativos para el productor. Para el caso específico del cempasúchil se obtiene flor de menor calidad que es castigada por el mercado con un menor precio o haciendo más difícil la venta”, menciona el técnico, enfatizando en que además existen factores culturales, como diversas festividades religiosas, que es necesario tomar en cuenta para brindar a los productores opciones viables. 

De acuerdo con el Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación más reciente publicado por la FAO, diversificar los cultivos ayuda también a diversificar los riesgos y reducir la vulnerabilidad a las perturbaciones y tensiones generadas por la variabilidad climática. En este sentido, es necesario seguir promoviendo la diversificación de cultivos a la vez que realizar actividades de adaptación de estos al cambio climático. 

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Botellas PET, una alternativa para guardar granos

Productores de San Andrés Tuxtla, en Veracruz, México, muestran su grano almacenado en botellas y garrafones PET. (Foto: Gente Sustentable)
Productores de San Andrés Tuxtla, en Veracruz, México, muestran su grano almacenado en botellas y garrafones PET. (Foto: Gente Sustentable)

El PET (siglas en inglés de tereftalato polietileno) es un tipo de plástico fuerte, flexible y totalmente reciclable. Por su resistencia, por ser una excelente barrera para la humedad y por ser adecuado para su uso en productos que deban estar en contacto con alimentos es usado comúnmente para fabricar botellas de agua y refrescos. 

Las botellas de PET pueden además ser aprovechadas en la agricultura familiar para el almacenamiento de granos con buenos resultados. Con frecuencia, muchas familias productoras no tienen la posibilidad de adquirir un silo metálico hermético —una de las mejores alternativas para el almacenamiento de granos—, o bien, siembran cantidades muy pequeñas, así que los envases de PET pueden ser una alternativa. 

Por ejemplo, en la región de los Tuxtlas, en el estado mexicano de Veracruz, el uso de botellas y garrafones PET ha sido el método de conservación de granos que más aceptación ha tenido como alternativa al almacenamiento en costales de polipropileno y uso de pastillas de fosfuro de aluminio —potencialmente riesgoso para la salud humana—, que es el modo convencional de almacenar las cosechas en la región. 

En la zona, la tendencia de elegir este método de almacenamiento por sobre otras tecnologías que han mostrado buenos resultados —como los silos metálicos herméticos, las bolsas plásticas herméticas y las bolsas plásticas estándar para ensilaje— se debe a que la mayoría de los productores siembran cantidades pequeñas de maíz para el autoconsumo. 

Para ellos es de mayor utilidad ir abriendo envases pequeños que suministren cantidades adecuadas para el consumo en el hogar, permitiendo que el resto del maíz se conserve por más tiempo y sin productos químicos gracias al principio de hermeticidad”, comenta el equipo técnico de Gente Sustentable, organización que colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para promover prácticas agrícolas sustentables en ese estado. 

En el marco del proyecto MasAgro-Cultivos para México —que impulsan la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT— se promueven estas y otras prácticas poscosecha para reducir la incidencia de plagas y hongos durante el almacenamiento. No obstante, son las propias comunidades las que al final optan por una u otra tecnología en función de su propio contexto y necesidades. 

“Otro factor que ha hecho que los productores elijan los envases PET es la presencia de aves de traspatio que merodean las zonas de almacenamiento, normalmente las salas o las cocinas de los hogares. Las aves picotean las bolsas y costales y los granos que caen atraen a los roedores. Con las botellas y garrafones PET no sucede esto”, mencionan los técnicos. 

Las tecnologías de almacenamiento tienen efectos sobre la viabilidad de las semillas y los atributos de calidad visibles, pero también sobre aquellas cualidades que no se ven y que influyen directamente en su calidad y propiedades nutricionales. De ahí la importancia de seguir promoviendo tecnologías de almacenamiento adecuadas para cada tipo de productor: “quienes sí tienen excedentes para venta están optando por las bolsas plásticas herméticas debido a su precio accesible y a que brindan buenos resultados para conservar maíz”, concluyen los técnicos. 

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Innovaciones en forrajes mejoran la agricultura familiar

En México la parcela y el huerto familiar, donde se desarrollan actividades tanto agrícolas como pecuarias, forman parte esencial de la agricultura familiar. Estos dos sistemas generalmente se complementan, no compiten entre sí, ya que los diferentes procesos de producción (parcela y solar) establecen flujos de productos de uno hacia otro. La producción de ambos espacios se complementa y la familia decide sobre su destino final, ya sea para autoconsumo o para venta. 

En regiones como la Mixe, en Oaxaca, es común complementar la alimentación de los animales de traspatio con rastrojo de maíz o pastos cultivados (Pennisetum purpureum). Ya que el rastrojo aporta mayores beneficios como cobertura del suelo que como forraje, es importante buscar alternativas de manejo y producción de especies forrajeras cultivadas en clima templado frío, para evaluar su adaptabilidad y aceptación por los pequeños productores para la alimentación de sus animales. 

Por lo anterior, en la plataforma de investigación Tamazulápam del Espíritu Santo, en la región Mixe, se continúa con las evaluaciones de una mezcla de forrajes cultivados en temporal —compuesta por el 60% de avena (Avena sativa) y 40% de ebo (Veza sativa)— como alternativa para la alimentación de animales de traspatio. La finalidad de estas evaluaciones es que los productores aprovechen el rastrojo de maíz como cobertura del suelo, amplíen el menú de forrajes para sus animales y mantengan protegido el suelo al mismo tiempo. 

El ebo es una leguminosa anual de ciclo intermedio, es tolerante a enfermedades, propicia la fijación de nitrógeno en el suelo, es una excelente opción para climas templado frío y, por sus propiedades, puede ser usado en mezclas para obtener forraje con alto contenido de proteína y de almidones similar a la de la alfalfa. Además, es una especie que brinda gran cobertura al suelo, por lo que se puede utilizar para su conservación y mejoramiento —la floración del ebo comienza a los 60 días después de la siembra; sin embargo, se sugiere cortar a los 80-100 días después de la siembra para obtener buen rendimiento y forraje con calidad nutritiva para el ganado—. 

Por su parte, el grano de avena es un excelente pienso ―alimento seco para ganado― para bovinos, ovinos, caballos y mulas, aunque la planta también es utilizada en pastoreo. Es un excelente alimento para animales dedicados a la reproducción y animales de trabajo ya que tiene altos niveles de proteína y vitamina E ―para maximizar la cantidad de forraje se recomienda el corte en los estados lechoso y masoso del grano; sin embargo, si el propósito es la calidad, la mejor etapa de corte es el embuche (80 días después de la siembra), ya que se llega a obtener hasta 24% de proteína de la mezcla―. 

Al mezclar ebo con avena ―es decir, una leguminosa con una gramínea― se obtiene una fuente rica en proteína y energía con niveles apropiados de fibra, rica en calcio y de alta palatabilidad —la aceptación o placer que provoca el alimento en el animal—. En esta innovación, la avena funciona como un tutor del ebo y proporciona el complemento de fibra; al mismo tiempo, el ebo ofrece alta proteína y digestibilidad al forraje. Además, en comparación con el rastrojo de maíz, esta mezcla tiene mayor potencial de producción en materia seca. 

De acuerdo con lo observado en la plataforma de investigación, el cultivo de la mezcla forrajera ha requerido de mínimos cuidados ya que no presenta enfermedades ni plagas de relevancia ―más que conejos silvestres que se comen las plantas cuando están en desarrollo―. La planta de avena ha logrado desarrollarse hasta un metro de altura y el ebo, al ser rastrero, se extiende e inhibe el desarrollo de las malezas. 

Con la evaluación de dos periodos de cultivo bajo temporal ―primavera-verano 2020 y primavera-verano 2021― la producción de materia seca en la mezcla de forraje se ha estimado en 8.10 y 8.23 toneladas por hectárea, respectivamente. Si una familia tiene en promedio 12 cabezas de ganado menor y estas consumen 14.4 kg de materia seca por día, entonces en una hectárea de milpa se puede destinar el 10% de la superficie para el forraje, así se podrá producir alrededor de 823 kg de materia seca que alcanzará para alimentar aproximadamente 57 días a la docena de animales de traspatio ―considerando ovinos y caprinos, por ejemplo―. 

Cabe mencionar que esta mezcla forrajera se puede aprovechar verde o conservar en forma de heno y ensilaje para ser suministrada en época seca ―periodo en el cual la producción de alimentos escasea―. Además, es posible cultivar el forraje dos veces al año. Así, para las unidades familiares que tienen animales de traspatio se puede recomendar ampliamente esta mezcla de forraje que, entre otros beneficios, permite aprovechar el rastrojo de maíz como cobertura del suelo.

Fuente:

Flores Nájera, M. D. J., Sánchez Gutiérrez, R. A., Echavarría Cháirez, F. G., Gutiérrez Luna, R., Rosales Nieto, C. A., & Salinas González, H. (2016). Producción y calidad de forraje en mezclas de veza común con cebada, avena y triticale en cuatro etapas fenológicas. Revista mexicana de ciencias pecuarias7(3), 275-291.

 

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Acceso a mejores prácticas agrícolas es un acto de justicia social

La línea entre la transmisión de conocimientos y el trabajo infantil es muy delgada. Con Agricultura Sustentable es posible contribuir a la generación de tiempo para promover una convivencia familiar de mayor calidad, sin que medien las actividades productivas.

“Hace falta mano de obra”. Esta, es una expresión común en diversas regiones del país. En la Sierra Norte de Puebla se escucha constantemente porque, en su búsqueda por lograr mejores condiciones de vida, los jóvenes y los adultos jóvenes optan cada vez más por migrar a las ciudades o al extranjero para trabajar en diversas actividades (la construcción, servicio doméstico u otras).

Hay muchos factores que propician la migración y el abandono del campo, entre los relacionados específicamente con los sistemas de producción se encuentran la baja productividad asociada a la degradación de las tierras (producto de años de prácticas agrícolas inadecuadas) y la falta de acceso a información y capacitación sobre mejores prácticas agrícolas, particularmente sobre opciones para disminuir los costos de producción.

“Casi todo se va en preparar el suelo, se pagan muchos jornales”, también es una expresión común en Cuautempan y Tetela de Ocampo, municipios donde predomina la labranza convencional y cuyas actividades manuales demandan una gran cantidad de jornales.

Para brindar a los productores locales alternativas que les permitan equilibrar la dinámica económica de sus sistemas de producción, en la plataforma de investigación Cuautempam, Puebla, se hizo un análisis comparativo de jornales necesarios para una producción manual  (labranza convencional con movimiento excesivo del suelo) y una producción basada en la Agricultura de Conservación (con mínima labranza).

De acuerdo con los registros históricos de la plataforma, los costos de producción del sistema de labranza convencional (con actividades completamente manuales) van de los $20,000 a los $25,000 en promedio. De estos, entre el 81% y el 86% se destina a pago de jornales. En contraste, los costos de la Agricultura de Conservación van de los $13,000 a los $17,000 en promedio, destinándose entre un 58% y 70% al pago de jornales. 

Si se considera que para un ciclo productivo son necesarios alrededor de 152 jornales para los tratamientos de labranza convencional, mientras que para los tratamientos con Agricultura de Conservación bastan 74 jornales en promedio; significa que con el sistema sustentable a penas se requiere un poco menos de la mitad de jornales con respecto a los necesarios para un sistema de labranza convencional. 

Al reducir la necesidad de jornales, la Agricultura de Conservación es un modelo de producción que permite ahorrar costos y tiempos (y que incluso ha permitido obtener un mayor volumen de producción de grano en la zona), favoreciendo las condiciones para que la agricultura sea más rentable para los pequeños productores y así encuentren en ella un estímulo para permanecer en sus comunidades. 

Por supuesto, existen muchos factores relacionados con la migración y el abandono del campo, pero el acceso a información y capacitación sobre mejores prácticas agrícolas es un acto de justicia social indispensable para la consecución y el mantenimiento de la paz y el tejido social. En el marco del Día Mundial de la Justicia Social (20 de febrero), resultados como los de la plataforma de investigación Cuautempan contribuyen a una #AgriculturaParaLaPaz.

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Alternativas para mejorar la producción de maíces nativos

Michoacán.- Las actividades agrícolas en la región Oriente de Michoacán (municipios de Áporo, Ocampo y Angangueo) están dirigidas predominantemente al cultivo de maíces nativos de las variedades ‘Chalqueño’, ‘Arrocillo’, ‘Elote Cónico’ y ‘Cónico Blanco’. El maíz es de suma importancia para el consumo familiar y también como alimento para la ganadería bovina-ovina (entre otras especies pecuarias) o para la obtención de ingresos económicos.

No obstante, la producción de maíz en parcelas familiares pasa por una situación crítica debido al alto grado de deterioro del suelo, la escasez de agua, la pérdida de grano por mal manejo en la cosecha y el almacenamiento, los altos costos de producción, el daño por plagas, la pérdida de semillas de maíces nativos, la tendencia al monocultivo y la erosión que cada año disminuye la superficie de siembra (además de la introducción del cultivo de aguacate de forma no sustentable).

Para buscar las mejores prácticas agrícolas que les permitan a los productores de la comunidad hacer frente a esta compleja situación, se han desarrollado talleres de Diagnóstico Rural Participativo, a través de los cuales se han identificado diversas situaciones limitantes y variables restrictivas para la producción de maíces nativos. En estos talleres también se han analizado las condiciones agroecológicas de la región Oriente con la finalidad de buscar las prácticas agronómicas más adecuadas para mejorar sus condiciones de vida. Las condiciones y el sistema de producción se resumen en la siguiente tabla:

Entre las acciones puntuales que los productores de la región pueden hacer para afrontar la situación adversa por la que pasan (algunos ya las realizan) están:

  • Selección masal estratificada, a partir del rescate, la conservación y el mejoramiento de maíces nativos.
  • Fertilización óptima (considerando fuentes inorgánicas y orgánicas).
  • Acondicionamiento del suelo para una mejor producción de maíz (mejorar los suelos ácidos mediante el encalado).
  • Trazo de curvas a nivel y enmiendas a la parcela.
  • Manejo Agroecológico de Plagas: monitoreo de plagas; uso de trampas con feromonas; y utilización de productos biológicos para combatir plagas como la gallina ciega, el gusano cogollero y el chapulín.
  • Manejo poscosecha, mediante el uso de equipo y maquinaria para el desgrane y almacenamiento de granos de mejor calidad para el consumo humano y uso pecuario.
  • Manejo Integrado de Malezas.

Cabe señalar que este menú tecnológico es parte de las acciones del programa MasAgro, que impulsan la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Michoacán.

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Totomoxtle con calidad de exportación

Veracruz.- Para las poblaciones o las familias que viven de lo que producen, lograr la sustentabilidad para el autoconsumo no es una meta más, pues implica la necesidad de desarrollar capacidades y oportunidades productivas. Para los productores totonacos y huastecos del norte de Veracruz, la hoja de maíz —o totomoxtle— es un subproducto del maíz que les proporciona ingresos económicos debido a la importancia que tiene en el mercado nacional y al interés que ha adquirido en el internacional (productores de esta región han logrado exportar a ciudades como Houston, San Diego o Chicago).

En algunos casos, es la hoja —y no el grano— la fuente principal de ingreso para los productores: en la zona, la retribución económica del grano oscila entre $3,000 y $3,500 por hectárea, mientras que el recurso obtenido por la hoja de maíz (si se consigue una producción de calidad) puede alcanzar los $9,500.

Para apoyar a estas comunidades (de los municipios de Tihuatlán, Álamo, Tuxpan y Papantla) a fin de que produzcan maíz de calidad —tanto para el autoconsumo como para la obtención de derivados con potencial económico— y conserven sus recursos naturales, la cooperativa Citricultores Tihuatecos Asociados y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) colaboran en la zona mediante una plataforma de investigación.

En esta se estudian, validan y promueven prácticas agronómicas que favorecen una mayor producción y calidad de maíz, como la diversificación de cultivos, el movimiento mínimo de suelo, la incorporación del rastrojo del ciclo anterior al suelo (para conservar humedad), el Manejo Agroecológico de Plagas y la fertilización fraccionada.

Cabe destacar que a través de la plataforma se brinda capacitación a los productores en la implementación de las prácticas antes mencionadas. Estas, además, les han permitido mitigar los efectos del cambio climático que año con año se presentan en la región en forma de lluvias erráticas, periodos de sequía más prolongados, etcétera (motivos adicionales por los que es muy importante para ellos lograr una producción de calidad, pues de ello depende la obtención de ingresos adicionales para sus familias).

Para los productores totonacos y huastecos de la región, implementar prácticas de Agricultura Sustentable ha sido una experiencia satisfactoria y ha contribuido a generar conciencia en la comunidad sobre la importancia de este tipo de prácticas para hacer de la agricultura de autoconsumo una alternativa económica.

Así, con la colaboración de la cooperativa Citricultores Tihuatecos Asociados y el CIMMYT, la agricultura de autoconsumo en la zona norte del estado de Veracruz está encontrando alternativas y también oportunidades productivas que fortalecen el desarrollo social y económico de una región donde el cultivo del maíz no es solo eso, sino que también reúne historia e identidad que, además, se comparten con el mundo.

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La SADER, el INIFAP y el CIMMYT comienzan una nueva etapa para apoyar al sector agroalimentario

Para articular capacidades dentro de Cultivos para México que permitan al sector superar la situación actual y la futura, el secretario Víctor Villalobos convocó a fortalecer la coordinación entre el INIFAP y el CIMMYT, instituciones que colaboran estrechamente para desarrollar investigación agrícola.

Durante la reunión (a distancia) del Consejo Directivo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el doctor Víctor Villalobos Arámbula, titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) —quien presidió de forma honoraria la reunión—, señaló que la crisis global por COVID-19 ha puesto en el centro de atención a la salud, la economía y —particularmente— la producción y disponibilidad de alimentos. Resaltó que, a pesar de la situación, la dependencia a su cargo está buscando los medios y las alianzas para garantizar la operación del programa MasAgro —de la SADER y el CIMMYT—, al que consideró fundamental para atender a las comunidades más vulnerables del país.

“El aumento de los rendimientos en los estados donde está actuando la colaboración de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, el CIMMYT y sus colaboradores es muy importante, particularmente para la agricultura familiar y de autoconsumo. Un incremento de los rendimientos, producto de la investigación y la transferencia de conocimientos, permite ver cómo la estrategia está impactando en aspectos fundamentales como la conservación de los recursos naturales y la calidad de vida de las comunidades rurales”, mencionó el secretario.

También enfatizó que la secretaría que representa; el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP); y el CIMMYT comienzan “una nueva etapa para juntos desarrollar esquemas productivos que tengan un importante impacto en México y el resto del mundo”. La sinergia entre estas instituciones permitirá articular conocimientos y capacidades “para aterrizarlos en un país diverso y heterogéneo que requiere una particular atención a sus sistemas y modelos de producción para poder incrementar sus rendimientos e ingresos y también mantener sus costumbres”, enfatizó Villalobos.

Al respecto, el doctor Bram Govaerts —director global del Programa de Desarrollo Estratégico y representante regional para las Américas del CIMMYT— mencionó que Milpa Sustentable en la Península de Yucatán es una inspiración y un ejemplo de cómo, junto con las productoras y los productores, se puede conjugar el conocimiento tradicional y el científico en favor de las comunidades. Y presentó a los asistentes (virtuales) los resultados más recientes de los trabajos del CIMMYT en México, enfatizando que estos se han logrado trabajando de forma conjunta con el INIFAP y diversos centros de investigación y universidades del país que han sumado sus conocimientos en favor de la sociedad mexicana.

A través de MasAgro, se caracterizaron 42,000 muestras de maíz —incluyendo 24,000 de maíces nativos—, generando más de 50 billones de datos que, además de alimentar el Atlas Molecular de Maíz, son útiles para encontrar variedades resistentes a calor, sequía y enfermedades; realizar mejoramiento participativo con productoras y productores (a la fecha se han realizado 168 ensayos y viveros de maíz nativo); y desarrollar nuevos híbridos mexicanos que impulsen una industria semillera nacional (se han desarrollado 112 híbridos de maíz y se ha apoyado a 70 semilleras nacionales, 50% de las cuales surgieron a partir de asociaciones de productores).

El doctor Govaerts mencionó además que el CIMMYT mantiene su compromiso con la sociedad mexicana ante la situación actual y a futuro: a través de MasAgro se han identificado las zonas de alta y muy alta marginación que pueden ser vulnerables —desde el punto de vista agroalimentario— ante el COVID-19; se sigue trabajando para conectar a los pequeños productores con nuevos modelos de mercado bajo el esquema de Maíz para México; y se mantiene el compromiso de elaborar durante este sexenio el Atlas Molecular de Trigo, un bien público internacional de México para el mundo.

Durante su intervención, el doctor Luis Ángel Rodríguez del Bosque —titular del INIFAP— enfatizó que la larga trayectoria de colaboración con el CIMMYT se reforzará en esta nueva etapa (a través de la investigación colaborativa, estas instituciones identificaron el año pasado 24 líneas de alto potencial para el mercado nacional de trigo). Y, finalmente, el doctor José Cacho —del Consejo Nacional Agropecuario (CNA)— pidió a todos los asistentes impulsar el plan Maíz Para México, liderado por la SADER: “va a transformar el destino de los productores de maíz en México. Es un proyecto único en la historia. Con la participación del CIMMYT y el INIFAP, se podrá integrar a los productores a la cadena de valor de manera real y a largo plazo”.

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El maíz criollo vuelve a casa 50 años después

 

El maíz es más que un cultivo en México. En muchos casos, conecta a las familias con su pasado. Las variedades criollas, las cuales han sido cultivadas y sometidas a selección de los agricultores durante generaciones, conservan una identidad distinta y carecen de un mejoramiento formal. Estas proporcionan la base de la diversidad del maíz de México.

En los años 1966 y 1967, el investigador Ángel Kato del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) recolectó y almacenó 93 muestras de variedades de maíz criollo de 66 familias del estado de Morelos. Estas semillas fueron salvaguardadas en el Banco de Germoplasma del CIMMYT, el cual cuenta con una colección de 28 000 muestras de maíz y sus parientes silvestres provenientes de 88 países.

50 años después, la estudiante de doctorado, Denisse McLean-Rodríguez, de la Escuela de Estudios Avanzados de Sant’Ann en Italia, e investigadores del CIMMYT comenzaron un nuevo estudio que rastrea la conservación y abandono de variedades criollas a lo largo de los años.

El estudio muestra que el abandono de variedades de maíz criollo es común cuando las prácticas de agricultura pasan de generación en generación. Los agricultores mayores se apegan a sus variedades y continúan cultivándolas, incluso ante razones apremiantes para cambiarlas o reemplazarlas. Cuando las generaciones más jóvenes se hacen cargo de la gestión de las tierras, estas a menudo son abandonadas. No obstante, los agricultores jóvenes aún valoran su importancia cultural.

Las variedades de maíz criollo se pueden conservar “in situ” en los campos de los agricultores y “ex situ” en espacios protegidos, como un banco de germoplasma o un banco de comunitario semillas. La pérdida de las variedades criollas en los campos de los agricultores durante 50 años enfatiza la importancia de la conservación ex situ. Los rasgos que se encuentran en las variedades criollas pueden incorporarse a nuevas variedades para enfrentar algunos de los desafíos más apremiantes de la agricultura como el cambio climático, las plagas y enfermedades, y la desnutrición.

Esta investigación fue apoyada por el CIMMYT, el Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), la Escuela de Estudios Avanzados Sant’Anna, la Universidad de Wageningen y el Global Crop Diversity Trust.