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Agricultura y ganadería, binomio sustentable en la Mixteca de Oaxaca

Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)
Productores de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, desarrollando actividades agrícolas y ganaderas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)

Cada que el equipo técnico del proyecto CLCA invita a algún productor a sumarse a dicho proyecto —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, trata de demostrarle cómo la agricultura y la ganadería pueden convivir sin impactar negativamente en la fertilidad del suelo.

Adaptar los sistemas de producción a las condiciones actuales de cambio climático es uno de los principales objetivos del acompañamiento técnico que brinda el proyecto.

“En Oaxaca, a través del trabajo con el CIMMYT y CLCA estamos tratando de hacer que la agricultura y la ganadería, y la fertilidad del suelo, no estén peleadas, sino integradas y podamos generar alimentos sanos y suficientes para las familias”, asegura Carlos Barragán, quien forma parte del equipo técnico que promueve CLCA.

Antes de dejarse guiar por los técnicos del proyecto CLCA, Félix Betanzos Benítez ya intentaba intercalar haba y alverjón con la siembra del maíz, pero ahora suma el trigo, la avena y el ebo, cultivos de los que procura obtener su propia semilla para reducir gastos.

“Es un beneficio para nosotros porque así se alimentan nuestros animales” y “estamos guardando un poquito de ebo, un poquito de semilla de avena para la próxima temporada que viene para seguir teniendo pastura para que crezca el ganado”.

Así como Félix, Anselmo Ramírez, un productor de San Marcos Monte de León, también se convenció de los beneficios de mantener cubierto el suelo de su parcela la mayor parte del año y de que se puede producir maíz y forrajes al mismo tiempo.

El suelo de Alselmo ha sido degradado por la erosión, por eso tomó el consejo de cubrirlo con rastrojos de la cosecha anterior y moverlo lo menos posible. De cada cosecha que logra Anselmo con agua de temporal “sale para los animales y para uno, para comer” porque “donde dejo el rastrojo no meto a los animales para que no lo acaben y así poco a poco el rastrojo se va pudriendo y nutriendo al suelo”.

Además de reducir gastos, Anselmo ha descubierto que es más práctico sembrar en la misma parcela maíz y otros cultivos como avena, ebo, canola y triticale, semilla que le otorgó Fondo para la Paz, una organización que se sumó a la implementación del proyecto de CLCA en la Mixteca de Oaxaca. 

Óscar Mejía, supervisor de esa organización puede contabilizar en números las mejoras en rendimientos que la parcela de Anselmo ha alcanzado al implementar la agricultura de conservación y la introducción de forrajes en al menos el 80 % de los módulos y áreas de extensión donde se implementa el proyecto de CLCA.

“Con agricultura convencional —con movimientos excesivos del suelo y sin cubrirlo con rastrojos— en promedio se consiguen entre 600 y 800 kilos de maíz, pero con la agricultura de conservación hemos registrado que esa cantidad se eleva a 1,2 o hasta 2,2 toneladas, así que dejar el rastrojo, no mover el suelo y rotar cultivos nos ha permitido que incrementemos hasta en un 40 % los rendimientos, tanto de maíz como en nuevos cultivos alternativos para la parte pecuaria”, resalta Óscar.

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Científicas latinoamericanas colaboran en TechMaiz, un proyecto apoyado por el CIMMYT

Un equipo de investigadoras que forman parte de la Red Latinoamericana de Maíz participó en la capacitación impartida por el CIMMYT en el marco del proyecto TechMaiz. (Foto: Francisco Alarcón and Fernando Garcilazo/CIMMYT)

Científicas de cuatro países latinoamericanos se reunieron para trabajar en TechMaiz, un proyecto apoyado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), y continuar con el compromiso de la organización con la inclusividad y la inclusión.

Las investigadoras pasaron cuatro días de noviembre en la sede del CIMMYT en México para contribuir al plan de capacitación, que se centró en el mejoramiento genético, la conservación de suelos, el almacenamiento de semillas, el análisis de la calidad nutricional del grano y la gestión de la innovación en el modelo hub de cultivo de maíz.

Esta capacitación permitió a las investigadoras de Ecuador, Colombia, Guatemala y Perú discutir sobre el uso de nuevas herramientas tecnológicas para la intensificación sostenible de los sistemas de producción de pequeños y medianos agricultores, así como los retos en el camino para pasar de la eficiencia a la resiliencia.

Los científicos que participaron en esta formación en el marco del proyecto TechMaiz fueron:

  • Liliana Atencio S. – Colombiana que trabaja en la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (AGROSAVIA). Es ingeniera agrónoma con un máster en ciencias agronómicas. Esto incluye un énfasis en fisiología vegetal y tiene experiencia adicional en programas de mejoramiento de cultivos transitorios y forrajeros.
  • Ana Pincay – Ecuatoriana que trabaja en la Estación Experimental Santa Catalina del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP) como investigadora agrícola. También es ingeniera en biotecnología.
  • Alicia Medina – Peruana que trabaja en el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) como investigadora. Es ingeniera agrónoma y tiene un máster en planificación del desarrollo.
  • María Gabriela Albán – Tiene varias responsabilidades, entre ellas coinvestigadora, coordina la parte académico-financiera y es profesora de la carrera de ingeniería agronómica en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) en Ecuador. Es ingeniera agrónoma con maestría en ciencias agropecuarias con énfasis en desarrollo empresarial agropecuario. Albán también tiene un diploma en diseño, gestión y evaluación de proyectos de desarrollo.
  • Karen Agreda – Ingeniera agrónoma en sistemas agroproductivos. Tiene un postgrado en producción alternativa de frutas y hortalizas y trabaja como investigadora especializada en el programa de validación y tecnología de transferencia en el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícola (ICTA) de Guatemala.
Visita a una parcela de investigación bajo la dirección de Nele Verhulst, Agrónoma de Sistemas de Cultivo del programa de Sistemas Agroalimentarios del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón and Fernando Garcilazo/CIMMYT)

Lazos de confianza para generar cambios

Tras un periodo de interacción continua, las investigadoras identificaron no sólo una serie de retos compartidos en sus respectivos países, sino también cuántas oportunidades complementarias y concretas de trabajo en equipo se crean cuando se fortalecen los lazos de confianza y el trabajo en equipo.

«Además de fortalecer el conocimiento, está la relación entre investigadoras e instituciones, entender el rol de cada miembro del equipo es importante y nos permite avanzar más», dijo Atencio. «Por ejemplo, Alicia trabaja en el mejoramiento, Ana en el uso de bioinsumos y Karen en transferencias y vinculación. Todas vemos que hay oportunidades en la agricultura para innovar utilizando herramientas como la e-agrología». El resultado es que el relevo generacional es cada vez más urgente».

Proponer proyectos más ambiciosos, pero también más claros y precisos, es parte del aprendizaje que las investigadoras piensan llevarse. Las investigadoras están decididas a compartir esta información con sus equipos y colegas, junto con enfoques integradores que buscan fortalecer el talento humano de cada institución.

«En Ecuador practicamos la agricultura de conservación, pero no conocíamos el concepto de no remover el suelo», dijo Picay. «Siempre es una buena decisión invertir en capacitación, pues refresca el pensamiento, abre la mente y desencadena acciones».

El proyecto TechMaíz continuará en 2023 con su tercer año de ejecución, promoviendo reuniones nacionales para promover y difundir el uso de tecnologías sostenibles para la producción de maíz. También se espera que continúe la capacitación del CIMMYT para los miembros de la Red Latinoamericana de Maíz.

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Forraje y grano en la misma superficie

Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Milpa en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

A Mario Guzmán Manuel le llevó tiempo entender que a mayor movimiento de la tierra en una parcela la fertilidad y la humedad se pierden, pero una vez que conoció la agricultura de conservación él mismo se niega a realizar prácticas que afecten la estructura del suelo que cultiva, como el barbecho con tractor, aunque esto le implique disminuir sus ingresos por la renta de la maquinaria que posee en San Francisco Chindúa, en la Mixteca de Oaxaca, México.

De sus 50 años, Mario casi ha pasado todos en el campo y, a principios de junio, con las lluvias que trajo el huracán Agatha a la Mixteca, él se animó a sembrar casi una hectárea con maíz que espera crezca con el temporal.

“Anteriormente la milpa, a esas fechas, ya estaba para encajonar —pasar la yunta con el arado por dónde ya se pasó cuando se labró— porque empezaba a llover desde mayo o a mediados de abril, pero si no fuera por Agatha que nos benefició con tres días de lluvia, todo estaría seco”, analiza.

Si barbecha una parcela —voltear una capa de suelo de 30 centímetros—, Mario cobra por la renta de su tractor y su mano de obra de 800 a mil pesos, aunque todavía faltaría una rastra —para mover una capa de suelo de 10 centímetros— antes de hacer los surcos.

“Antes hacía ambas cosas e incluso dos rastras para que quedara molida la tierra”, pero Mario ha comprobado que si deja el rastrojo o los residuos de la cosecha anterior “se mantiene más la humedad, pero la gente se aferra, cuando está húmedo, la tierra se pega mucho en los discos del tractor, por eso siguen prefiriendo echar lumbre”, sin comprender que esa práctica solo demerita la capacidad de la tierra de producir alimento.

Desde hace siete años Mario ha visto que el temporal en la Mixteca “se ha retrasado, porque llueve muy poco”, un cambio muy radical de clima en todo el mundo por las acciones humanas, incluyendo las agrícolas porque prevalece la siembra de manera convencional, es decir, con movimientos excesivos del suelo que afectan su estructura y sus funciones. 

Poco a poco, con la asesoría técnica de colaboradores del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo (CIMMYT) que en esa región implementa el proyecto CLCA, productores como Mario han dejado de barbechar y tratan de mantener un poco de rastrojo en su parcela.

El proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores— promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

“Estamos utilizando diferentes tecnologías que nos permiten aumentar la fertilidad del suelo, conservarlo y mantener o mejorar la productividad de cada unidad de producción pecuaria y de cada familia. Para ello estamos produciendo forraje y grano en la misma superficie, con la misma cantidad de agua y en el mismo ciclo agrícola”, explica Ángel Rodríguez Santiago, colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT.

Combinar diferentes tipos de cultivos, dejar el rastrojo sobre la parcela y usar abonos orgánicos que ellos mismos realizan son parte de las actividades que Alfredo Rodríguez Girón, productor de San Francisco Chindúa, también ha aprendido para optimizar su cosecha y tener alimento suficiente para su ganado.

Con este tipo de prácticas, el potencial productivo de los suelos agrícolas se puede incrementar considerablemente.Tan solo en el distrito de Nochixtlán, al que pertenece San Francisco Chindúa, suman 15 mil 790 hectáreas cultivables con maíz en las que se puede diversificar la siembra para hacer más rentable esta actividad y reducir el impacto al medio ambiente.

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Desde la agricultura suman esfuerzos para evitar sobreexplotación del acuífero de Apan, en Hidalgo

Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)
Productor de Apan, en Hidalgo, México, muestra su parcela donde cultiva cebada con agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez Martínez)

En el año 2016 un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación de México daba a conocer el resultado de los estudios técnicos de las aguas del acuífero de Apan, en el estado de Hidalgo. De acuerdo con el estudio, la extracción total del acuífero era de 14,8 millones de metros cúbicos anuales, mientras que la recarga que recibía estaba cuantificada en 30,3 millones de metros cúbicos anuales. Hoy, solo seis años después, la extracción ya está cuantificada en el orden de los 30 millones de metros cúbicos anuales, haciendo que la disponibilidad de agua sea cercana a cero y el acuífero se aproxime peligrosamente a niveles que lo harían ser considerado sobreexplotado.

“Nuestro objetivo primordial es contribuir a conservar los mantos acuíferos de la zona y mejorar la calidad de agua que se infiltra. Como en esta zona la agricultura es de temporal, lo que buscamos es ayudar a mejorar la infiltración en cada una de las regiones en las que trabajamos”, comenta María del Pilar Vázquez Martínez, consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Aguas Firmes es un proyecto del Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“Somos diferentes colaboradores, algunos están trabajando en temas como reforestación, presas de gavión, de piedra encimada; el caso es ayudar a retener el agua y aprovechar las lluvias. En el caso específico del CIMMYT lo que buscamos es ayudar principalmente a mejorar la estructura del suelo, su calidad y capacidad para infiltrar agua. Al ayudar a que un mayor porcentaje de agua se infiltre contribuimos a la recarga de los mantos acuíferos. Eso es lo que buscamos, ayudar a una mayor captación e infiltración”. 

Apan, en el sur del estado de Hidalgo, posee amplias llanuras y pastizales con un clima templado subhúmedo. Estas características han permitido que la ganadería y la agricultura sean las actividades económicas predominantes. Sin embargo, años de prácticas inadecuadas han contribuido a que los suelos de Apan actualmente sean “muy pobres de materia orgánica, estamos hablando que están todos están por debajo del 1 % de materia orgánica —cuando idealmente debería ser entre 3 y 5 %—, así que se trata de suelos sumamente degradados, con una estructura muy raquítica”, puntualiza Pilar. 

Ante el reto de mejorar suelos que por años han sido objeto de prácticas inadecuadas, el CIMMYT está promoviendo prácticas sustentables con agricultores de los municipios de Apan, Almoloya, Emiliano Zapata, Tepeapulco y Tlanalapa. “Estos son los municipios que directamente inciden en el acuífero. Todos estos productores cultivan cebada y son proveedores directos de Grupo Modelo. Lo primero que les hemos pedido es que nos ayuden integrando el rastrojo, la paja del ciclo anterior, integrarlo a su terreno”. 

Cubrir el suelo con rastrojos es uno de los componentes básicos de la agricultura de conservación, un sistema de producción sustentable que, entre otros beneficios, permite mejorar la calidad del suelo y la retención de humedad. Por esta razón, es el sistema que se promueve entre los productores de Hidalgo que participan en Aguas Firmes.

“Actualmente estamos trabajando con cerca de 40 productores. Con ellos hemos instalado seis módulos de innovación en la zona —parcelas de productores donde se comparan, lado a lado, las prácticas convencionales y las innovaciones sustentables— y diversas áreas de extensión —parcelas donde los productores adoptan las prácticas y tecnologías sustentables validadas—. También realizamos capacitaciones, con ellas estamos beneficiando a más productores que están dentro del área de interés”. 

En este contexto donde la limitada disponibilidad de agua del acuífero de Apan pone en riesgo el desarrollo de actividades productivas, el equilibrio ecológico, la sustentabilidad ambiental y el abastecimiento para los habitantes de la región, proyectos como Aguas Firmes adquieren relevancia. 

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es una cooperación de desarrollo que forma parte del programa develoPPP entre la cervecera líder AB InBev a través de Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH, quien lo implementa por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Estrategias de mitigación climática del sector AFOLU en México

Las tareas vitales para que cada país reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y sus limitadas salidas de carbono son desalentadoras, especialmente con los plazos de 2030 impuestos por el Acuerdo de París a sólo ocho años de distancia. Las partes interesadas nacionales se beneficiarían enormemente de hojas de ruta que identifiquen hitos realistas y alcanzables para señalar el camino a seguir.

Los investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han proporcionado precisamente esa ruta. Utilizando datos fácilmente disponibles, desarrollaron métodos de evaluación rápida y costos de adopción para la mitigación relacionada con los cultivos, la ganadería y la silvicultura, con el fin de identificar lugares y acciones prioritarias. Su artículo se publicó en Carbon Management.

Aplicando estos métodos para México, los investigadores hallaron un potencial nacional de mitigación de 87.88 millones de toneladas métricas (Mt) equivalentes de dióxido de carbono al año.

«Ante un problema tan abrumador como el cambio climático, puede resultar difícil para una persona, una organización y, sobre todo, para toda una nación saber por dónde empezar. Hemos desarrollado un marco de evaluación rápida, probado en India, Bangladesh y México, pero creemos que otras naciones también pueden utilizar nuestros métodos», afirma Tek Sapkota, director del proyecto y primer autor del trabajo.

La investigación se centró específicamente en la mitigación del cambio climático en la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU). La agricultura y el cambio de uso de la tierra relacionado contribuyeron con alrededor del 23% de las emisiones antropogénicas de GEI del mundo en 2016, y se espera que esa cifra aumente a medida que sea necesario producir más alimentos para la creciente población mundial.

Garbanzos plantados sobre residuos de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)

El punto de partida de los investigadores fue cuantificar las emisiones de referencia y analizar las principales fuentes de emisión. El sector AFOLU de México es responsable del 14.5% del total nacional de emisiones de GEI. En el sector agropecuario de México, las emisiones de metano y óxido nitroso proceden de las actividades ganaderas (fermentación entérica y fertilizantes), así como de las actividades agrícolas (gestión del suelo y quema de residuos de cultivos en el campo). En cuanto al uso de la tierra, las emisiones y absorciones de dióxido de carbono se derivan de los cambios en las tierras forestales, los pastos, las tierras agrícolas, los humedales y los asentamientos.

Entre las actividades identificadas para la mitigación de GEI en la producción de cultivos se incluye evitar las subvenciones a los fertilizantes, ya que éstas tienden a recompensar el uso ineficiente del nitrógeno. Sin embargo, las subvenciones podrían ser útiles para animar a los agricultores a adoptar una gestión más eficiente del nitrógeno. La nivelación de precisión de los campos de cultivo puede ayudar a reducir las emisiones de GEI al reducir el tiempo de cultivo y mejorar la eficiencia de los fertilizantes y el agua de riego, así como la adopción de prácticas de agricultura de conservación, como la labranza cero.

«La adopción de estas prácticas no sólo reducirá las emisiones de GEI, sino que también ayudará a aumentar la productividad», afirmó Iván Ortiz-Monasterio, coautor y coordinador en México del estudio.

En el sector ganadero, las posibilidades de mitigación identificadas son la creación de programas oficiales, el apoyo financiero y la capacitación en compostaje y biodigestores. En el sector AFOLU, los investigadores identificaron opciones como la deforestación cero y la compensación de C en el mercado.

Además de trazar los beneficios de mitigación de actividades específicas, los investigadores también consideraron los costes asociados a la ejecución de dichas actividades. «El examen de estas actividades junto con el costo de su ejecución proporciona una imagen completa a los organismos de ejecución para identificar y priorizar sus esfuerzos de mitigación en consonancia con sus objetivos de desarrollo», afirmó Sapkota. Por ejemplo, algunos esfuerzos, como el aumento de la eficiencia en el uso del nitrógeno, no proporcionan los mayores beneficios climáticos pero son relativamente baratos de realizar, mientras que el establecimiento y mantenimiento de mercados de captura de carbono proporciona grandes reducciones de GEI, pero pueden ser caros de implementar.

Los investigadores examinaron los datos espaciales de AFLOU disponibles públicamente para cada estado mexicano. A nivel estatal, los potenciales de mitigación de AFOLU fueron mayores en Chiapas (13 Mt CO2eq), seguido de Campeche (8Mt CO2eq), lo que indica que estos estados pueden considerarse los más prioritarios para los esfuerzos de mitigación. Identificaron otros 11 estados (Oaxaca, Quintana Roo, Yucatán, Jalisco, Sonora, Veracruz, Durango, Chihuahua, Puebla, Michoacán y Guerrero) como medianamente prioritarios, con potenciales de mitigación de 2.5 a 6.5 Mt CO2eq.

«Nuestros resultados, basados en datos y evidencias, pueden ayudar al gobierno de México a afinar su inventario nacional de GEI y su objetivo de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, así como a monitorear los avances», dijo Eva Wollenberg, coordinadora general del estudio y profesora investigadora de la Universidad de Vermont, Estados Unidos. «Este análisis proporciona además un ejemplo de metodología y resultados para ayudar a informar futuros esfuerzos en otros países además de México».

Lea el estudio aquí.

Foto de portada: Maíz bajo en nitrógeno (al frente) y alto en nitrógeno (atrás) sembrado para abordar la eficiencia en el uso del nitrógeno. (Foto: Iván Ortiz-Monasterio/CIMMYT)

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Agricultura de conservación, forrajes y variabilidad climática

Aspecto general de parcela en la Mixteca de Oaxaca, México, donde se integra agricultura y ganadería. (Foto: CIMMYT)A Mario Guzmán Manuel le llevó tiempo entender que, a mayor movimiento de la tierra en su parcela, la fertilidad y la humedad se pierden. No obstante, una vez que conoció la agricultura de conservación él mismo se niega a realizar prácticas que implican un movimiento excesivo del terreno y, en consecuencia, una pérdida de la estructura del suelo, como el barbecho con tractor. 

De sus 50 años, Mario casi ha pasado todos en el campo en San Francisco Chindúa, en la Mixteca oaxaqueña. A principios de junio, con las lluvias que trajo el huracán Agatha a la Mixteca, él se animó a sembrar casi una hectárea con maíz de temporal.

“Anteriormente la milpa, a esas fechas, ya estaba para encajonar porque empezaba a llover desde mayo o a mediados de abril, pero si no fuera por Agatha que nos benefició con tres días de lluvia, todo estaría seco”, analiza.

Los efectos del cambio climático son diferentes para las distintas regiones, pero los agricultores de todo el mundo, como Mario, están sujetos cada vez a una mayor incertidumbre. Mario, por ejemplo, desde hace siete años ha visto que el temporal en su comunidad “se ha retrasado, porque llueve muy poco”.

Estos cambios radicales de clima en todo el mundo, sin embargo, son propiciados por las acciones humanas, incluyendo las agrícolas porque prevalece la siembra de manera convencional, en la que los suelos se dejan sin cobertura, favoreciendo su erosión. 

“Antes hacía hasta dos rastras para que quedara molida la tierra, pero dejando el rastrojo de la cosecha anterior se mantiene más la humedad. La gente se aferra a esas prácticas, siguen prefiriendo echar lumbre, pero debemos comprender que esa práctica solo le quita al suelo su capacidad para producir”, comenta Mario.

Poco a poco, con la asesoría técnica de colaboradores del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), que en esa región implementa el proyecto CLCA, productores como Mario dejan de barbechar y tratan de mantener un poco de rastrojo en su parcela.

CLCA es un proyecto impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores con el objetivo de impulsar el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

Ángel Rodríguez Santiago, colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT, comenta que, en el marco del proyecto se están empleando “diferentes tecnologías que nos permiten aumentar la fertilidad del suelo, conservar el suelo y así mismo la productividad de cada unidad de producción pecuaria y de cada familia. Estamos produciendo forraje y grano en la misma superficie, con la misma cantidad de agua y en el mismo ciclo agrícola”.

Combinar diferentes tipos de cultivos, dejar el rastrojo sobre la parcela y sustituir el uso de fertilizantes sintéticos por los abonos orgánicos que ellos mismos elaboran, es parte de las actividades que Alfredo Rodríguez Girón, productor de San Francisco Chindúa, también ha aprendido para optimizar su cosecha y tener alimento suficiente para su ganado.

“Hacemos nuestros propios abonos orgánicos, nuestras compostas que sirven para nutrir la raíz; también elaboramos algunos productos que se aplican directo a la hoja para aplicar nutrientes específicos que le falten a la planta”, expresa satisfecho de producir desde la conciencia ambiental que recién ha adquirido.

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Productoras agropecuarias de la Mixteca adoptan la agricultura de conservación

Maribel Landero, productora de la Mixteca de Oaxaca, México, dando de comer una mezcla forrajera a su ganado. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Maribel Landero, productora de la Mixteca de Oaxaca, México, dando de comer una mezcla forrajera a su ganado. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Maribel Landero Taltempan es una productora del estado mexicano de Oaxaca, tiene 37 años y está casada con Raúl quien, por su trabajo, está fuera de su comunidad de lunes a viernes. Sin presunción, cuenta Maribel, la adopción de la agricultura de conservación, sobre todo de la “matraca”, le ha permitido no depender de la presencia de un hombre para hacer producir su parcela y así obtener alimento para el autoconsumo y sus seis chivos. 

La matraca es una sembradora manual que para mí es algo innovador. Solo los primeros días se me dificultó la sincronización porque la pinza que tiene en la parte inferior se cierra cuando se hunde en la tierra y se abre al sacarla. Es práctica, solo hay que escuchar que el grano caiga a una distancia de 15 centímetros”, explica la agricultora que vive en San Marcos Monte de León, agencia del municipio mixteco de Villa Chilapa de Díaz.

Desde que Maribel aprendió a manejar la sembradora manual, cuenta, solo necesita dos mozos para encargarse de las labores en su parcela. Además, al no disponer de tiempo para llevar a pastar a sus animales, les construyó un corral con características que le facilitan limpiarlo, así como dar de beber y comer a sus chivos una mezcla de zacate, triticale, alfalfa y canola, “vitaminas o las fibras que necesitan”, relata. 

Junto con otras 321 productoras, Maribel participa en el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, el cual promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

En Oaxaca, el proyecto ha propiciado la implementación de 62 módulos de innovación, áreas de extensión y de impacto con presencia de mujeres. Este énfasis en el tema de género es porque a la carga de labores que tienen por sus roles tradicionales de responsables de las labores de la casa y la familia, muchas productoras de la Mixteca deben agregar a sus tareas el cultivo de maíz o el pastoreo de animales en un contexto de sequía que complejiza la rentabilidad de las actividad agrícola y pecuaria.

La avena que producen con agricultura de conservación María Martínez Cruz y su esposo Isidro Reyes Cruz en el municipio de Vicente Nuñú les permite “en tiempo de sequedad” tener alimento para sus animales que no se mantendrían con la pastura que encuentran en esos montes.

“Si no suben los animales, si no logran subir, se mantienen por lo menos, porque ahorita en los campos, pos (sic) como no ha querido llover, todo está seco, pero ya con lo verde de la avena, ya nos ayuda a mantener a los animales”, expresa María,satisfecha de incorporar una alternativa de alimento para su ganado.

Sara Cruz Ramos, productora de San Andrés Sinaxtla, resiente también la sequía en la Mixteca y por eso ha implementado algunas innovaciones como hacer con cinceles un subsoleo —una técnica que permite aflojar el suelo, pero sin removerlo— en su parcela y dejar de hacer el barbecho tradicional.

“Con las pocas lluvias que se han presentado en estos años se hizo un subsoleo para poder captar agua”, además de dejar el residuo de la cosecha anterior “para que haya más materia orgánica y podamos tener un suelo con más nutrientes”.

Reducir gastos es el logro en que Felicitas Velasco Soriano, originaria San Bartolo Soyaltepec, ve al implementar las prácticas que el CIMMYT y sus colaboradores promueven a través del proyecto de CLCA, con el que inició a sembrar otros cultivos como ebo, trébol y girasol que intercalado con maíz le garantiza la alimentación en su familia, pero también de sus animales.

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Las ventajas de sembrar en camas permanentes

Cultivo de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Cultivo de trigo en agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Se entiende por agricultura de conservación al sistema de producción basado en tres componentes básicos: mínima labranza, cobertura permanente del suelo y diversificación de cultivos. En el Valle del Yaqui, en Sonora, México, este sistema es evaluado para brindar a los agricultores de la zona las mejores recomendaciones para su implementación y adopción, dados los amplios beneficios que ofrece. 

En la plataforma Cajeme II, por ejemplo, investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) comparan la práctica convencional de la región con el tratamiento que incluye los tres componentes de agricultura de conservación. 

Reducir la intensidad de la labranza puede reducir los costos de producción por la disminución en operaciones y puede ayudar a conservar el suelo. Para conocer el efecto de la reducción de la labranza, en la plataforma se compara la siembra de trigo en monocultivo bajo labranza convencional y en camas permanentes. La labranza convencional en la región consiste en dos pasos de rastra y la formación de camas, mientras que las camas permanentes se forman en el año inicial del ensayo y después cada año solo se hace una reformación de los fondos, sembrándose directamente en las camas del año anterior”, comenta Nele Verhulst, investigadora del CIMMYT. 

De acuerdo con los investigadores, en la plataforma el trigo en camas permanentes tuvo mayor rendimiento que en camas con labranza convencional. En promedio, con cuatro riegos de auxilio, se obtuvo un rendimiento de 7,3 toneladas por hectárea con labranza convencional, mientras que el promedio en camas permanentes fue de 8,1 toneladas por hectárea, una diferencia promedio de 0,8 toneladas por hectárea a favor de la siembra en camas permanentes. 

De acuerdo con Manuel Ruiz, otro de los investigadores que trabaja en la plataforma, “cuando se siembra en camas permanentes es mejor dejar el rastrojo sobre la superficie que removerlo, ya que el rastrojo impide la evaporación del agua, protege al suelo contra el sol y la lluvia, reduce el crecimiento de malezas y aporta materia orgánica”, por esto, continúa, “para sacar el mejor provecho de las camas permanentes se recomienda dejar el rastrojo sobre la superficie; pero incluso sin cobertura las camas permanentes rindieron en los primeros seis años del ensayo igual o más que con labranza convencional”.

El trigo es un cultivo que gracias al amacollamiento puede dar rendimientos similares sin ser afectados por la diversidad de arreglos topológicos —distribución de las plantas en la superficie sembrada— y densidades de siembra —cantidad de semillas que se depositan por hectárea—. En este sentido, en camas permanentes con rastrojo no se observó diferencia en el rendimiento entre el tratamiento con dos hileras y el tratamiento con tres hileras.

En promedio, se obtuvo un rendimiento de 7,3 toneladas por hectárea con el sistema convencional, mientras que el sistema de agricultura de conservación rindió en promedio 8.6 toneladas por hectárea. La agricultura de conservación entonces rindió en promedio 1,3 toneladas por hectárea más que el sistema convencional.

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Agricultura de conservación, idónea para la Mixteca oaxaqueña

Productores de pequeña escala de Oaxaca, México, con ganado caprino. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Productores de pequeña escala de Oaxaca, México, con ganado caprino. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Por su altitud, temperatura, baja precipitación y los graves problemas de erosión, la región Mixteca en el estado mexicano de Oaxaca fue seleccionada, junto con el atiplano sur de Bolivia y algunas regiones de África, para un proyecto de aceleración de la agricultura de conservación y la producción agropecuaria sustentable: CLCA. 

Tanto en África como en América Latina se proyecta una reducción del 10 % de la producción de maíz para el año 2055, lo que equivale a una pérdida de dos billones de dólares anuales, ya que está probado que la agricultura convencional, como se realiza mayoritariamente en el mundo, duplica la pérdida natural de suelo superficial alcanzado 26 toneladas al año y afectando particularmente a las zonas áridas donde la degradación del suelo es notable. 

Ante este panorama que pone en riesgo la autosuficiencia alimentaria de quienes producen a pequeña escala en estas regiones, el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores— promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

Partiendo de un objetivo común (mejorar las condiciones de los agricultores locales), CLCA impulsa acciones específicas y adaptadas para cada contexto particular de las tres zonas del mundo en donde opera. 

En Oaxaca, el proyecto contempla la identificación y promoción de “alternativas de producción forrajera que permitan generar una asociación y una intensificación con los sistemas de maíz. Esto implica desarrollar y validar una variedad de soluciones viables en plataformas de investigación, módulos de innovación y áreas de extensión, que son los tres espacios que conforman el modelo del Hub del CIMMYT”, señala Jaime Leal, gerente del Hub Pacífico Sur del centro de investigación en mención. 

“Todas las prácticas, tecnologías o cultivos que se validan en la plataforma de investigación se llevan a los módulos de innovación donde se comparan con las prácticas del productor. Así es posible identificar qué manejo es el más conveniente y nos da la pauta para establecer áreas de extensión, que son parcelas de productores que deciden innovar”, menciona Leal, enfatizando que los procesos de capacitación y aprendizaje permiten identificar qué prácticas son las que se pueden extender, dando la guía para un posterior escalamiento. 

Uno de los colaboradores del Hub Pacífico Sur del CIMMYT, Carlos Barragán García, destaca la relevancia del proyecto para quienes poseen parcelas pequeñas en zonas con fuertes problemas de erosión hídrica: “estos  terrenos con pendiente tienen suelos que han ido perdiendo su fertilidad, se han ido empobreciendo”, además, menciona que en Oaxaca más del 70 % de la población se encuentra en situación de pobreza, lo cual ha propiciado que las familias opten por tener animales, “ya sea como una inversión o una fuente de ahorro por si surge algún imprevisto, en cuyo caso venden los animales y pueden salir de ese aprieto momentáneo”.

José Rausel Ovando, coordinador técnico del Hub Pacífico Sur del CIMMYT, señala que además de la prevalencia de prácticas agrícolas indadecuadas, uno de los factores que ha agudizado la degradación del suelo en la Mixteca es el cambio climático, cuyos efectos se resienten más cuando se practica el monocultivo. En este sentido, resalta que además de conservar el rastrojo en la parcela para retener humedad, se impulsa la siembra de avena, trigo, triticale o ebo como fuente de forraje para el ganado.

“Con esto lo que buscamos es que en un mismo espacio el productor obtenga más de un producto durante el ciclo y además rotar cultivos para que se haga un manejo más sustentable del suelo y el agua”, explica Ovando, enfatizando que el proyecto CLCA promueve la agricultura de conservación por ser un sistema que ayuda a mitigar los efectos del cambio climático y por aportar diversos beneficios al productor, entre ellos menores costos de producción.

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Escalar capacidades

Equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT durante un taller de escalamiento en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Equipo del Hub Pacífico Sur del CIMMYT durante un taller de escalamiento en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos beneficios varían dependiendo del cultivo, el suelo, las condiciones de lluvia, así como de las prácticas agrícolas con que se acompaña a sus componentes básicos —mínimo movimiento del suelo, aprovechamiento del rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos—. Cuando es bien implementado es un sistema del que hay suficientes pruebas de mejoras en las condiciones del suelo, reducción en las emisiones de CO2 y reducciones significativas en los costos de producción. 

¿Por qué a pesar de los resultados positivos que brinda la agricultura de conservación sus tasas de adopción siguen siendo bajas, particularmente entre los agricultores de pequeña escala? A partir de esta pregunta un grupo de investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ha publicado recientemente un estudio sobre el desarrollo de capacidades para escalar la agricultura de conservación en sistemas agrícolas de pequeña escala en América Latina, el sur de Asia y el sur de África.

Normalmente, la idea de escalamiento que prevalece en muchas organizaciones es la de llegar a más usuarios finales capacitando a más personas cada vez. Sin embargo, esta idea representa un enfoque simplista de un proceso que es mucho más rico y complejo que la simple capacitación individual. En este sentido, el estudio pone particular énfasis en exponer aquellas dimensiones del escalamiento que habitualmente quedan ocultas, pero que son fundamentales.

Los niveles de organización, cooperación y entorno propicio son ejemplos de los otros niveles de desarrollo de capacidades. Sobre estos,  generalmente hay poca conciencia y orientación para diseñar e implementar estrategias que permitan abordar de una forma más integral los proyectos que buscan escalarse.

En este sentido, y ante la ausencia de un marco conceptual que permita planificar y evaluar el desarrollo de capacidades para escalar las diferentes innovaciones, el estudio propone un marco conceptual para escalar innovaciones complejas en sistemas agrícolas de pequeña escala que “puede servir como modelo para que otras iniciativas busquen y promuevan ejemplos concretos de lo que implican los diversos niveles de desarrollo de capacidades para su público objetivo”, señala el artículo. 

“Estamos abogando por una mayor atención al desarrollo de capacidades más allá del nivel individual y por una mayor intencionalidad en el diseño e implementación de actividades que aborden el desarrollo de capacidades a nivel organizacional, de cooperación y del sistema, ya que estos son críticos para la transición a sistemas alimentarios sostenibles, justos y resilientes”, comentan los autores del estudio que puede leerse completo aquí.