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Diversificar cultivos es diversificar beneficios

Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

Aunque actualmente hay más información disponible sobre la agricultura de conservación, siguen existiendo muchas dudas por parte de los agricultores quienes, al desconocer información específica sobre cómo implementar este sistema, muchas veces optan por no hacerlo ante el temor de perder su inversión. 

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

Este sistema de producción tiene tres componentes básicos: 1) la cobertura del suelo con rastrojo, 2) la mínima labranza, y la diversificación de cultivos. Estos componentes aportan sus mejores beneficios cuando se implementan en conjunto. 

“Un beneficio de tener la cobertura del suelo y la rotación de cultivos, por ejemplo, es que estos dos componentes de la agricultura de conservación hacen que no tengamos malezas. Como pueden ver aquí básicamente no hay ninguna mientras que donde tenemos agricultura convencional está lleno de malezas”, menciona el investigador Simon Fonteyne mientras señala dos parcelas experimentales del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Texcoco, Estado de México, que contrastan notablemente. 

“Aquí tenemos labranza convencional sin residuos; como no tenemos cobertura, el suelo está cubierto con oxalis (Oxalis corniculata) o acederilla, uno de sus nombres comunes; algunos pastos, coquillo (Cyperus esculentus). Lo que ocurre es que la labranza controla las malezas al momento de las siembras, pero después también genera condiciones para que las malezas prosperen. En cambio, donde tenemos la agricultura de conservación vemos que no tenemos casi nada de malezas”, continúa Fonteyne, quien es el coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Además de ayudar a controlar malezas, la diversificación de cultivos permite que los suelos estén en un mejor estado general porque ayuda a reponer las capacidades del suelo en medida que cada cultivo tiene necesidades y aportaciones de nutrientes diferentes (por ejemplo, las leguminosas ayudan a reponer los niveles de nitrógeno del suelo); o bien, algunos cultivos tienen propiedades agronómicas particulares que resultan útiles en ciertos contextos (el girasol, por ejemplo, ayuda a descompactar el suelo gracias a sus raíces pivotantes).

Diversificar cultivos (a través de rotaciones, asociaciones o relevos) permite también romper con los ciclos de diversas plagas y enfermedades. Ya que cada plaga tiene hábitos o un comportamiento específico asociado a un cultivo particular, al variar los cultivos estos ciclos pueden romperse. 

En el plano de la comercialización y la seguridad alimentaria la diversificación de cultivos también tiene beneficios, ya que incrementa la variedad de las dietas de las familias productoras, o bien, contribuye a tener una producción adicional en distintos momentos. 

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Mejores suelos para las próximas generaciones

Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)
Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)

De acuerdo con las Naciones Unidas, a causa de la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía cada año se pierden más de 12 millones de hectáreas de tierra —superficie similar a la de Corea del Norte— afectando a más de 3 mil millones de personas, particularmente en comunidades pobres y rurales. Con estos números, se estima que en los próximos 25 años la degradación de las tierras podría reducir la productividad agrícola hasta en un 12 %, haciendo que los precios de los alimentos aumenten hasta en 30 %. 

En este contexto, donde más de la mitad de los terrenos agrícolas del mundo presenta algún tipo de daño, y donde la conversión de terrenos en tierras de cultivo y la prevalencia de prácticas agrícolas inadecuadas favorece la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, es urgente impulsar acciones que permitan tener suelos sanos y alimentos de mejor calidad de manera sostenible. 

Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). A través de esta iniciativa se promueve entre los productores del Bajío mexicano prácticas sustentables —como la agricultura de conservación— que permiten cuidar el suelo y facilitan que el productor tenga mayores ganancias en comparación con las prácticas convencionales.

“Yo creo que es nuestra responsabilidad como agricultores dejarles a las próximas generaciones un mejor suelo. Con agricultura de conservación yo he estado viendo que el cultivo sufre menos, es más natural la fertilización, la nutrición del cultivo como que se hace más natural”, comenta Manuel Valerio, uno de los productores del Bajío que participa en el proyecto. 

La agricultura de conservación es un sistema sustentable que tiene como componentes básicos la mínima labranza, la cobertura del suelo con residuos agrícolas (rastrojos) y la diversificación de cultivos. Al implementar este sistema se pueden observar diversos beneficios: menos gasto de diésel, uso más eficiente del agua, menos malezas, suelos más sanos —con mejor estructura, mejor infiltración de agua y más materia orgánica— y ahorros en costos de producción en general. 

En el primer ciclo de Agriba Sustentable han participado más de doscientos productores, implementando en un poco más de dos mil hectáreas prácticas sustentables enfocadas a la conservación del suelo, el uso eficiente del agua y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero —al reducirse la labranza se favorece que los suelos cumplan con funciones ambientales importantes como la captura de carbono, y también se disminuye el número de pasos de maquinaria, lo que permite reducir el uso de combustibles fósiles—. 

En las parcelas que participaron en Agriba Sustentable durante este primer ciclo se redujo casi en 18 % la emisión de gases de efecto invernadero y se contribuyó a la optimización del consumo de agua. Además, los productores participantes tuvieron ahorros del 22 % en los costos de producción por hectárea. 

En un escenario donde el cambio climático se acelera, la degradación de los suelos aumenta y el suministro de agua es incierto, y donde además los medios de subsistencia y la capacidad de hacer frente a los desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos también son afectados, proyectos como Agriba Sustentable contribuyen a hacer un uso más eficiente de los recursos (particularmente suelo y agua) en la producción de alimentos, permitiendo además que los productores participantes tengan ahorros en sus costos de producción. 

“Me gustó lo que hice con agricultura de conservación y voy a seguir implementando esa parte e invitando a otros productores a que prueben este sistema y verán que se ahorran y económicamente les va a ir mejor”, concluye Carlos Verdín, otro de los productores que participan en Agriba Sustentable.

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¿Por qué el mínimo movimiento del suelo favorece la salud del planeta?

Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Un suelo que es removido constantemente, y que además se queda sin cobertura, pierde su estructura, que es uno de los principales indicadores de que está sano y es productivo. 

La estructura del suelo hace referencia al tamaño, forma y arreglo de sus partículas, a la continuidad de los poros que le confieren su capacidad para retener y transmitir agua, aire y nutrientes y, por lo tanto, la capacidad de propiciar el crecimiento y desarrollo de raíces fuertes.  La estructura del suelo se expresa, comúnmente, como el grado de estabilidad de agregados, es decir, de partículas de suelo unidas en partículas mayores, cohesionadas como si fueran bloques o terrones de diversos tamaños. 

En suelos donde la labranza es mínima y se retienen los residuos de la cosecha anterior mejora la distribución de agregados en comparación con la labranza convencional. El sistema que integra estas dos prácticas fundamentales para mejorar la estructura del suelo es —más un tercer componente que es la rotación de cultivos— es conocido como agricultura de conservación. 

La agricultura de conservación es un concepto amplio. Se trata de un sistema donde el énfasis no solo cae sobre el componente de la labranza sino sobre la combinación de los tres componentes —mínima labranza, cobertura del suelo y diversificación de cultivos—que son aplicables a una amplia variedad de sistemas de producción de cultivos, desde condiciones con baja productividad en temporal hasta condiciones con alta productividad en riego. 

La aplicación de los componentes de la agricultura de conservación puede llegar a ser muy diferente de un sistema de producción a otro. Esta es una de las ventajas del sistema, su adaptabilidad. Así, por ejemplo, la mínima labranza en condiciones con riego por gravedad puede desarrollarse bajo un sistema de camas permanentes con riego por surcos.

“La reducción de labranza es un componente realmente importante porque la calidad del suelo se va haciendo cada vez más baja en los sistemas de labranza convencional. Al seguir realizando labranza de esta manera el suelo pierde su estructura, se pierde la materia orgánica y se reduce la filtración de agua significativamente”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Entre las amplias ventajas de reducir la labranza se encuentra el hecho de que al hacerlo se favorece que los suelos sigan recuperen o sigan cumpliendo con importantes funciones ecosistémicas pues una importante aportación de los suelos al equilibrio ecológico del planeta es que pueden contener más carbono que el que se encuentra en la vegetación y dos veces más que el de la atmósfera; es decir, al tener la capacidad de absorber este elemento, los suelos sanos reducen uno de los principales gases de efecto invernadero (CO2). 

La ampliación de la frontera agrícola y las prácticas de cultivo inadecuadas —particularmente la remoción continua y excesiva del suelo— han ocasionado pérdidas históricas de carbón del suelo globalmente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existe un importante potencial para incrementar el contenido de carbono del suelo a través de la rehabilitación de los suelos degradados y la adopción amplia de prácticas agrícolas sustentables orientadas a conservar el suelo.

Estudios del CIMMYT y diversos colaboradores ratifican que las prácticas de labranza convencional, basada en barbechos y rastras, perjudican la estructura del suelo y dificultan el aprovechamiento de la materia orgánica. Por otro lado, la agricultura de conservación favorece el aprovechamiento de la materia orgánica y optimiza la fertilización, lo que incrementa la entrada de carbono al suelo. 

Dicho de otra manera, el manejo agrícola convencional de los suelos basado en un movimiento excesivo promueve la liberación de carbono hacia la atmósfera y contribuye al calentamiento global, mientras que el uso de prácticas de conservación, como la mínima labranza y la cobertura del suelo con rastrojo, favorece la acumulación de carbono en formas orgánicas dentro del suelo, lo cual constituye una significativa aportación para mitigar el cambio climático desde la agricultura.

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El rastrojo hace la diferencia

Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

¿Cómo se ha llegado a saber todo esto sobre la agricultura de conservación? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollan experimentos a largo plazo a partir de los cuales se ha ido sumando evidencia sólida sobre los beneficios de este sistema de producción que  actualmente constituye una alternativa para que la agricultura siga siendo rentable a la vez que permita cuidar y conservar los recursos naturales. 

Estos experimentos se diseñan para una duración de al menos diez años, así permiten documentar el efecto a largo plazo de diferentes prácticas de manejo agronómico sobre varios aspectos del sistema, desde parámetros básicos como el rendimiento de grano hasta aspectos complejos como la microbiología del suelo”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Los datos de largo plazo hacen posible estudiar mejor una práctica agronómica y permiten dar recomendaciones confiables a los agricultores. Los que se establecieron al inicio de los años noventa, en ambientes contrastantes en México, han sido clave para la investigación del CIMMYT sobre agricultura de conservación. 

Actualmente el CIMMYT opera experimentos a largo plazo en México en diversos sitios experimentales con condiciones agroecológicas contrastantes, como Ciudad Obregón, en Sonora, o Metepec, Estado de México, por ejemplo. 

“Este es el ensayo D5, en el lote del mismo nombre en la estación experimental del CIMMYT en el Batán, en Texcoco, Estado de México. Está ubicado a una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar (msnm) y está dedicado a la investigación de la agricultura de conservación”, menciona Fonteyne mientras muestra un poco del suelo, casi como polvo, proveniente de  una de las parcelas del ensayo, aunque evidentemente erosionada. 

“Nos encontramos en la parcela donde se trabaja con labranza convencional —donde ciclo con ciclo se hace un movimiento continuo del suelo— y no se dejan los residuos de la cosecha anterior. Como se puede ver, es una de las parcelas donde el suelo está más degradado, podemos ver el efecto de las sequías. En esta parcela casi no habrá cosecha este año”, señala el investigador del CIMMYT.  

Al lado de esa primera parcela que muestra Fonteyne está otra, también trabajada con agricultura convencional, solo que en esta sí se han dejado los residuos del cultivo anterior, o rastrojos, como son llamados cotidianamente: “En esta otra hemos dejado por más de 30 años los residuos de cosecha, entonces el suelo es de mejor calidad, tiene más materia orgánica, mejor infiltración. Como se puede ver, esto ha generado más plantas, son un poco más grandes, pero aún será poca cosecha en comparación con las parcelas donde sí se han implementado todos los compontes de la agricultura de conservación”.

Incluso a simple vista, las diferencias entre ambas parcelas son notables, y son más evidentes cuando se les compara con las parcelas trabajadas con agricultura de conservación que están al lado. 

Cobertura del suelo con rastrojos, mínima labranza y diversificación de cultivos son esos componentes básicos de la agricultura de conservación a los que hace referencia el investigador del CIMMYT, y son también las prácticas fundamentales que se promueven entre los productores para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático. 

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Mejorar la producción, cuidando los suelos con agricultura de conservación

Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Rastrojo dejado como cobertura del suelo en el sistema de agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)

“No es lo mismo cosechar mucho y gastar mucho, que cosechar mucho y gastar lo necesario”, comenta Felipe Juárez, quien brinda acompañamiento técnico a productores de Cebada en Guanajuato, México, en el marco del proyecto Cultivando un México Mejor, de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). 

“Dadas las circunstancias que hoy se viven se requiere buscar otra forma de producción para que la agricultura siga siendo rentable y que los productores puedan ofrecer a sus familias condiciones para una vida próspera”, continúa Felipe, quien señala que el tipo de agricultura que predomina actualmente en el Bajío demanda el uso de muchos insumos que elevan los costos de producción y, en algunos casos —particularmente cuando se usan desmesuradamente—, contribuyen a la degradación de los suelos agrícolas. 

“El problema con varios productos es que, en la mayoría de casos, solucionan un problema por temporadas, pero su efecto disminuye con el paso del tiempo. Otro problema es el uso desmedido de los mismos, como los fertilizantes. Al usar fertilizantes inadecuados o dosis inadecuadas se propicia la pérdida de la calidad del suelo. Con suelos degradados la producción agrícola es costosa y poco amigable con el medioambiente y, además, es muy probable que el grano cosechado no tenga las condiciones adecuadas para la industria alimenticia o los consumidores”. 

Para el técnico de Cultivando un México Mejor es fundamental que los productores conozcan las propiedades de sus suelos porque “el pH en las zonas cebaderas tiene una tendencia a ser alcalino y algunos micro elementos, como el hierro (Fe), cobre (Cu) y manganeso (Mn), no están lo suficientemente disponibles, esto trae como consecuencia que el agricultor los compre y aplique vía foliar, generando un gasto más en su manejo agronómico. Esto no está mal, pero si no se aplica en el momento y la forma adecuada, entonces ese recurso se habrá desperdiciado”. 

Ante la pregunta sobre las alternativas que tienen los agricultores para cuidar sus suelos y mejorar su producción, Felipe menciona que “para el caso de la cebada maltera hemos documentado que en aquellas parcelas donde se practica la agricultura de conservación, particularmente por varios años, la demanda de insumos no es amplia, disminuye, y se pueden obtener buenos rendimientos sin requerir de una alta economía”. 

“Con la agricultura de conservación que se ha estado desarrollando en el Bajío guanajuatense hay trabajos, comprobados mediante análisis de suelo, donde después de tres años continuos de dejar los rastrojos o paja como cobertura los suelos degradados se logran recuperar notablemente en lo que respecta a su pH, fauna, materia orgánica y salinidad. Esto es relevante porque la salinidad y la poca materia orgánica en el suelo son factores que limitan el desarrollo y producción de varios de los cultivos acostumbrados en el Bajío”. 

“Los productores que participan en Cultivando un México Mejor reciben capacitaciones sobre el uso de fertilizantes químicos y los efectos negativos que puede tener su uso excesivo. También revisamos con ellos cómo afecta el pH en el suelo agrícola, cuáles son los fertilizantes adecuados, los momentos correctos para aplicar enmiendas, entre otros temas”, puntualiza Felipe. 

Finalmente, el técnico de Cultivando un México Mejor recomienda a los productores que “si no son ganaderos, dejen la paja o rastrojo en la superficie de la parcela; remarquen surcos y eviten mover demasiado el suelo; cuiden que la parcela no se encharque; hagan análisis de suelo y apliquen la nutrición necesaria para el cultivo que se estableció”. De esta manera, señala, estarán encaminándose a una agricultura más sustentable que les permitirá cuidar y mejorar sus suelos, a la vez que su producción. 

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Digestibilidad de forrajes

Productor de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, quien produce maíz y forrajes en la misma parcela. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)
Productor de San Marcos Monte de León, en Oaxaca, México, quien produce maíz y forrajes en la misma parcela. (Foto: Hub Pacífico Sur-CIMMYT)

Uno de los aspectos que suele limitar la productividad en los sistemas agropecuarios en zonas como la Mixteca de Oaxaca es la falta de información sobre aspectos básicos referentes a la nutrición del ganado. Por ejemplo, si se desconoce la proporción de nutrientes que incorpora o asimila efectivamente el ganado cuando consume forrajes —es decir, la digestibilidad de los forrajes—, es posible que los productores carezcan de elementos para seleccionar los forrajes más adecuados o los mejores momentos para proporcionárselos.

La digestibilidad, en términos generales, representa el porcentaje de alimentos que el animal consume, pero que no elimina; en otras palabras, es una forma de medir el aprovechamiento de un alimento y de estimar la energía disponible que tiene. Entre los factores que afectan la digestibilidad de los forrajes están el estado de madurez de las plantas, el nivel de procesamiento y la composición química, aspecto que además está relacionado con el valor nutricional del forraje.

Otro aspecto importante a considerar es la propia naturaleza del ganado. Los rumiantes (bovinos, ovinos y caprinos), en particular, se caracterizan por tener un estómago con cuatro divisiones que, a diferencia de otros mamíferos, les permiten aprovechar más las plantas que comen, por lo que su alimentación está basada forrajes. 

A través del proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores— se han desarrollado diversas actividades de investigación y capacitación para hacer sostenibles a los sistemas agropecuarios. Varios de estos esfuerzos han estado relacionados con los forrajes. 

CLCA es un proyecto que promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad. En este sentido, la productividad referente al ganado también es de particular atención para la iniciativa y por ello se han desarrollado diversos materiales, como la infografía Digestibilidad de Forrajes que se presenta a continuación y que esperamos les sea de utilidad. 

 

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Agricultura sustentable proporciona una mejor nutrición al ganado

Ensayos de agricultura y ganadería en el marco del proyecto CLCA, implementado en Oaxaca (México) por el CIMMYT, en el campo de experimentación del INIFAP en Santo Domingo Yanhuitlán. (Foto: Hub pacífico Sur-CIMMYT)
Ensayos de agricultura y ganadería en el marco del proyecto CLCA, implementado en Oaxaca (México) por el CIMMYT, en el campo de experimentación del INIFAP en Santo Domingo Yanhuitlán. (Foto: Hub pacífico Sur-CIMMYT)

La actividad agrícola, ganadera y la gestión del sistema alimenticio actual generan cerca del 23% de los gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global y contribuyen al cambio climático, por lo que la transformación de este sector hacia sistemas más sostenibles debe ser una prioridad. 

Además del impacto ambiental, la relación entre agricultura y ganadería en términos de productividad y rentabilidad no siempre es la más adecuada: el sobrepastoreo propicia la compactación del suelo, la alimentación del ganado no permite conservar el rastrojo como cobertura del suelo —dificultando la implementación de prácticas sustentables para incrementar la cantidad de materia orgánica y mejorar las propiedades del suelo—, etcétera. 

Aunque da la impresión de que combinar agricultura y ganadería no es lo más conveniente, esto no es necesariamente así. De hecho, es posible crear sinergias muy positivas entre ganadería y agricultura, específicamente si se toma como base la agricultura de conservación, tal y como lo hace el proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—.

CLCA es un proyecto que promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad. 

En Oaxaca (México), uno de los lugares donde se desarrolla el proyecto, recientemente el Hub Pacífico Sur del CIMMYT ha realizado diversos ensayos, por ejemplo, combinando la siembra de diferentes  cultivos para fijar nitrógeno atmosférico en el suelo y proporcionar al ganado un mejor forraje, es decir, una alimentación más balanceada y completa comparada con los sistemas convencionales en donde el ganado pastorea lo que encuentra.

Resultado de este proceso de identificar cuáles son los forrajes que nutren de mejor manera a los animales se han elaborado distintos materiales, entre ellos un Manual de bloques multinutricionales  —un bloque multinutricional es un compuestos alimenticio sólido y balanceado que fue diseñado para que el ganado lo consuma de forma gradual en el corral— que los promotores del proyecto CLCA comparten en espera de que sea de utilidad para técnicos y productores agropecuarios en condiciones similares a las existentes en la Mixteca de Oaxaca. 

https://repository.cimmyt.org/handle/10883/22497

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Un recorrido por parcela dice más que mil palabras

Recorrido por parcelas de productores participantes en el proyecto Agriba Sustentable en el Bajío (México) (Foto: Agriba Sustentable)
Recorrido por parcelas de productores participantes en el proyecto Agriba Sustentable en el Bajío (México) (Foto: Agriba Sustentable)

“Agricultores, representantes de la agroindustria, técnicos e investigadores nos dimos cita para recorrer parcelas de trigo donde se ha implementado agricultura de conservación como base para una agricultura sustentable”, comenta Arturo Ortiz, quien brinda acompañamiento técnico a productores del Bajío en el marco del proyecto Agriba Sustentable. 

Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Su propósito es impactar positivamente y de manera directa a los productores de trigo del Bajío mexicano que abastecen con su grano a Grupo Trimex, acercándoles tecnologías pertinentes y sostenibles para minimizar el impacto ambiental y reducir sus costos de producción.

“En la parcela del señor Jesús Porras, por ejemplo, lo interesante es que se trata del primer ciclo bajo el sistema de agricultura de conservación, pero en comparación con el resto de sus parcelas con manejo convencional —donde se extraen los residuos de la cosecha del ciclo anterior para venta de forraje y hay un mayor trabajo de suelo — en esa parcela se nota un desarrollo óptimo y podría igualar o mejorar la rentabilidad y el rendimiento con respecto a las otras”.

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos componentes básicos son la mínima labranza —que mejora la estructura del suelo—, la cobertura del suelo con rastrojo —para protegerlo de la erosión y conservar humedad— y la diversificación de cultivos. Sus beneficios son notables sobre todo después de varios años de practicarse, pero, como en el caso del señor Jesús, esos beneficios pudieron ser  visibles desde el primer ciclo de haberse implementado. 

“La parcela del señor Marcelino Vázquez tiene más de 10 ciclos ininterrumpidos en el sistema de agricultura de conservación. En los tres recientes, además, se ha incluido la siembra de veza (Vicia sativa) como cultivo de servicio, dando como resultado una tonelada más de grano en la zona del cultivo de servicio”, precisa Arturo Ortiz.

“El señor Juan Solís ya tiene varios ciclos trabajando con agricultura de conservación, él incluso ha adaptado su maquinaria y ha tenido rendimientos en trigo superiores al promedio regional. Y señor Ignacio Guillen, él ha mejorado sus suelos significativamente con agricultura de conservación ya que en su zona hay problemas de sodicidad, suelos delgados y degradados. Incluso había zonas de sus parcelas donde no se desarrollaban los cultivos y ahora ni se notan”. 

Arturo Ortiz explica que este tipo de recorridos permite a otros agricultores observar de forma directa los beneficios de la agricultura de conservación y escucharlos en voz de los productores que participan en Agriba Sustentable. Además, durante los recorridos los datos sobre rendimientos, costos de producción y rentabilidad adquieren otro sentido, al igual que las tecnologías que se promueven en el proyecto y entonces la agricultura de conservación, las curvas a nivel, la fertilidad integral, el manejo agroecológico de plagas, entre otras, dejan de ser conceptos abstractos para reflejarse en resultados concretos. 

Con los agricultores como protagonistas, estos recorridos en el marco de Agriba Sustentable se replican por todo el Bajío mexicano y dan testimonio de la asesoría de calidad que brinda el proyecto. Así, con resultados visibles, otros agricultores pueden darse cuenta de la importancia de realizar una agricultura sustentable que, además de ser amigable con el medioambiente, es más rentable para ellos y mejora significativamente la fertilidad y calidad de sus suelos para la producción agrícola, finaliza Arturo Ortiz.

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Agricultura y acuíferos, retos y alternativas

Trabajos en parcelas de Apan, en Hidalgo, México, para el establecimiento de cultivos bajo el sistema de agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez)
Trabajos en parcelas de Apan, en Hidalgo, México, para el establecimiento de cultivos bajo el sistema de agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que ofrece amplios beneficios a los agricultores: mejora la estructura y fertilidad del suelo, conserva mayor humedad y reduce los costos de producción, entre otros. 

Aprovechar los rastrojos para proteger al suelo de la erosión, en lugar de quemarlos, es uno de los componentes básicos de la agricultura de conservación y, aunque con frecuencia esta práctica encuentra limitantes para ser adoptada plenamente, el sistema también ofrece muchas alternativas para irse adaptando a los más diversos entornos. Por supuesto, transmitir este mensaje a los agricultores representa un esfuerzo grande por parte de los promotores de la agricultura sustentable. 

En Apan, en el estado mexicano de Hidalgo, por ejemplo, “algo que seguimos viendo como una limitante para adoptar la agricultura de conservación es que cada ciclo es común que los dueños de las parcelas cambien a quién rentan sus tierras. Si alguno ayuda a mejorar la calidad del suelo entonces su lógica es: «a mi terreno le están ayudando a nutrirse o recuperarse, pues tiene mejor valor y entonces lo puedo rentar a un precio mayor», así que prefieren hacer cambio de arrendatario con tal de tener un mayor ingreso” —pero sin dar continuidad a las prácticas sustentables—, señala la agrónoma Pilar Vázquez Martínez.

Consecuentemente, los productores que rentan —que son una proporción muy significativa y muchos de ellos trabajan extensiones muy grandes— consideran que ante el riesgo de que les dejen de alquilar las tierras y ellos no obtengan beneficios por sus esfuerzos, “prefieren retirar todo. Y retiran hasta el último rastrojo que hay en la parcela y casi parece que acaban de barrer. Empacan todo y hacen pacas que posteriormente se comercializan para obtener obtienen un ingreso que les ayuda a aumentar la rentabilidad de la tierra”, menciona Pilar, quien es consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Aguas Firmes es un proyecto de Grupo Modelo – AB InBev y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“La propuesta que tenemos para estos agricultores, y que de hecho ya empezamos a hacer este ciclo otoño-invierno 2021-2022, es establecer cultivos de servicio. Este primer año manejamos ebo, girasol, rábano forrajero y canola. Con estos cultivos se busca mejorar la biodiversidad en la parcela, que haya un mayor número de organismos y que, con las diferentes profundidades que alcancen las raíces, mejorar el alcance que van a tener en un momento dado las raíces del cultivo principal que es la cebada”, señala Pilar. 

Con el ebo, que es una leguminosa y un abono verde, también se busca ayudar a fijar nitrógeno en el suelo y ayudar en la fertilización. La finalidad es no dejar el suelo desnudo durante el periodo que normalmente se deja sin cultivo y totalmente expuesto a las condiciones climáticas, altas y muy bajas temperaturas, vientos y algunas precipitaciones que provocan escurrimiento. Estos cultivos, que se sembraron a finales de octubre y principios de noviembre del año pasado, se incorporaron como abono verde en el mes de mayo de este 2022”. 

“Lo que hemos podido observar es que al asistir a las capacitaciones los productores que están participando en el proyecto reflexionan y comprenden la importancia de realizar las prácticas que les sugerimos. Sin embargo, aún hay mucho por hacer y llevar esta reflexión a más personas porque, por ejemplo, a quienes ya están dejando el rastrojo les ha costado mucho cuidar esos lugares, porque es donde se congrega toda la gente que se dedica al pastoreo, llevan ahí a los animales porque ven el rastrojo como un residuo que no sirve de nada y asumen que está disponible para el consumo de su ganado”.

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es un proyecto colaborativo entre la cervecera líder Grupo Modelo – AB InBev y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH a través de su programa develoPPP. Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Mezclas y formas de siembra para diversificar cultivos

La simplificación de la agrobiodiversidad tiene consecuencias económicas y ambientales. Y es que los agrosistemas con poca diversificación presentan problemas de fertilidad y poseen pocos o ningún mecanismo de defensa ante plagas y enfermedades. Se vuelven sistemas frágiles y constantemente requieren de insumos externos que elevan los costos de producción.

Los monocultivos, por ejemplo, pueden enfrentar problemas de comercialización y baja rentabilidad debido a la sobreproducción de un solo producto. La intensificación sustentable y la diversificación de cultivos es entonces un asunto prioritario, particularmente para la agricultura de pequeña escala, ya que diversificar lo que se siembra es la vía más efectiva, sencilla y económica para lograr parcelas más rentables a la vez que sustentables. 

A través del proyecto CLCA, científicos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) buscan optimizar los sistemas agropecuarios para incrementar los rendimientos, la calidad, la salud del suelo y el uso eficiente de los recursos.

CLCA (Uso de la Agricultura de Conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad en países del norte de África y Latinoamérica) es un proyecto impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores en zonas áridas de México y Bolivia. 

Entre las prácticas que impulsa el proyecto se encuentra la diversificación, la cual puede brindar muchas alternativas para lograr la resiliencia del campo al promover la interacción entre cultivos y mejorar y preservar la productividad de los recursos naturales destinados a la actividad agrícola.

Se trata de una diversificación productiva expresada a través de la variedad de cultivos que se engarzan a través de asociaciones, rotaciones, relevos, etc. Esta diversificación  aporta alternativas para los productores para mejorar sus sistemas de cultivo e incluso para favorecer su vinculación a mercados. A través de esta infografía, los promotores del proyecto CLCA comparten algunos de los principales beneficios de a diversificación, las principales mezclas y formas de siembra adecuadas para zonas áridas como la Mixteca de Oaxaca. 

Foto de portada: Parcelas con cultivos diversificados en San Felipe Jalapa de Díaz, en Oaxaca, México. (Foto: Sociedad de Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja)