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Pronostican fuerte corriente de El Niño de noviembre 2023 a enero 2024

El Niño se considera la mayor oscilación climática de la Tierra. Se produce cuando los vientos y las temperaturas del agua cambian periódicamente en el océano Pacífico. La última vez que se produjo fue en 2016, que según la OMM sigue siendo el año más caluroso jamás registrado.

Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del CIMMYT comparte el esfuerzo sistematizado para aprender y difundir experiencias, prácticas y tecnologías que, como la agricultura de conservación ofrecen soluciones probadas para que los agricultores hagan frente a los desafíos impuestos por El Niño en particular y el cambio climático en general.

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Ahorrar cultivando sustentablemente

Trigo sobre rastrojo de maíz en parcela participante en Agriba Sustentable en Guanajuato, México. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Trigo sobre rastrojo de maíz en parcela participante en Agriba Sustentable en Guanajuato, México. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria, cerca del 74 % de las unidades de producción en México tienen como principal problemática los altos costos de insumos y servicios, seguida de la dificultad para la comercialización, la falta de capacitación y asistencia técnica, así como la pérdida de la fertilidad del suelo.

Existen iniciativas que, a partir de este contexto, están impulsando nuevos esquemas de abastecimiento basados en una producción sostenible de granos básicos. Agriba Sustentable, por ejemplo, es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) que está impactando positivamente y de manera directa a los productores de trigo del Bajío mexicano.

De acuerdo con los resultados del primer año de Agriba Sustentable, los productores de las parcelas involucradas en el proyecto tuvieron ahorros de alrededor del 22 % en los costos de producción por hectárea.

“El proyecto favorece la vinculación con otros productores y organizaciones de la zona para replicar los manejos agronómicos más pertinentes para cada parcela. Con el productor Óscar González, por ejemplo, se implementó la siembra en camas permanentes —las cuales permiten optimizar el manejo del agua y controlar el tráfico de la maquinaria—, el uso de maquinaria especializada en agricultura de conservación y la inoculación de la semilla con agentes biológicos que previenen enfermedades y plagas”, menciona Humberto Olvera, del equipo técnico de Agriba Sustentable.

“Con Óscar utilizamos el cincel roturador, un nuevo implemento —desarrollado por especialistas en mecanización inteligente del CIMMYT en vinculación con Sembradoras Dobladenses, dedicada a la fabricación de maquinaria agrícola— con el que logramos reducir las prácticas de preparación del terreno y con ello el consumo de combustible”, precisa Humberto.

Para Óscar los ahorros en los costos de producción fueron notables: ahorro en el consumo de agua, menos pasos de maquinaria y menos combustible, incluso optimizó el tiempo dedicado a las labores en su parcela. Como él, otros productores que participan en Agriba Sustentable también han optado por prácticas innovadoras para mantener su rentabilidad, pero con el beneficio adicional de saber que el impacto va más allá de sus bolsillos y también beneficia al medioambiente y a la sociedad en general al promover una cadena de valor basada en una producción sustentable.

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La importancia de identificar las mejores rotaciones

Girasol como cultivo alternativo. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Girasol como cultivo alternativo. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Para quienes se dedican al campo la agricultura de conservación es un término que probablemente hayan escuchado alguna vez. Este hace referencia a un sistema de producción sustentable que permite cuidar suelos y agua, reducir costos de producción y, con una implementación adecuada, mejorar la producción en varios sentidos.

La agricultura de conservación tiene tres componentes básicos: la mínima labranza, la cobertura del suelo y la diversificación de cultivos. Este tercer componente, la diversificación de cultivos, tiene amplios beneficios.

Cuando un agricultor siembra lo mismo cada año, es común que se presenten problemas de enfermedades, malezas y plagas que son muy específicas para cada cultivo. Por eso es que, mediante rotaciones, asociaciones, relevos y otras formas de diversificar cultivos, es posible romper ciclos de enfermedades y malezas y así generar plantas más sanas con menos uso de herbicidas.

Cuando las malezas están bajo control, incluso es posible incrementar los rendimientos. Además, la diversificación de cultivos posibilita una diversificación productiva y comercial. No obstante, aún es necesario entender mejor cómo funciona y cuales son las mejores rotaciones para cada región y sistema de producción.

Así, en la plataforma de investigación Mixquiahuala —carretera Mixquiahuala- Tezontepec, Km 3.5, en Hidalgo, México— investigadores del Centro de Innovación y Desarrollo Tecnológico Valle del Mezquital (CIDT) y del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) colaboran para identificar las rotaciones más adecuadas y convenientes para los productores de la región.

La plataforma está ubicada a una altitud 2012 metros sobre el nivel del mar (msnm), el régimen hídrico es de riego con aguas residuales provenientes de la Ciudad de México y actualmente se encuentra en su décimo primer año de operación. Allí, recientemente se realizó un estudio “en el área de validación de componentes, evaluando rotación de trigo, maíz y girasol en dos sistemas de producción: agricultura de conservación y labranza convencional”, señalan los responsables de la plataforma.

“En los parámetros evaluados en cada uno de los cultivos en rotación, así como los dos sistemas de producción, se puede mostrar la eficiencia del sistema de agricultura de conservación en el cultivo de maíz”, manifiestan los investigadores, puntualizando que el tratamiento con labranza convencional registró 12 toneladas de maíz por hectárea (t/ha), mientras que el tratamiento con agricultura de conservación registró 12.5 (t/ha), además que permitió reducir los costos de producción por el menor movimiento del suelo.

Adicionalmente, el tratamiento de girasol con agricultura de conservación reportó un rendimiento cercano a las cuatro toneladas por hectárea (3.9 t/ha), lo que lo convierte en un cultivo de interés para nuevos estudios y para su probable adopción como un cultivo alternativo en la zona debido a su versatilidad, ya que, dependiendo de la variedad, este cultivo puede usarse para consumo humano (la semilla como botana), forraje, flor de corte, especie melífera (polen) o como cultivo de cobertura.

La plataforma de investigación Mixquiahuala forma parte de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores, la cual es una de las redes de investigación agrícola más grandes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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Más de tres décadas de agricultura de conservación

Ensayo D5 muestra las diferencias entre agricultura de conservación (izquierda) y labranza convencional (derecha), luego de más de 30 años. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Ensayo D5 muestra las diferencias entre agricultura de conservación (izquierda) y labranza convencional (derecha), luego de más de 30 años. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

De acuerdo con el Estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura (FAO, 2021), la degradación del suelo inducida por el ser humano afecta al 34 % de las tierras agrícolas en el mundo. Por esta razón, diversos acuerdos internacionales ―como el tratado de París sobre el cambio climático y el calentamiento global― han establecido que es necesario incrementar la materia orgánica de los suelos a fin de asegurar la producción de alimentos para la población mundial actual y en el futuro.

Por décadas, los suelos de los Valles Altos de México se han preparado para la siembra con barbecho y pasos de rastra. Este movimiento continuo destruye la estructura del suelo, diluye la materia orgánica y acelera su oxidación, incrementa el escurrimiento y favorece la compactación.

Además, prevalece la práctica de retirar los rastrojos para usarlos como forraje. En muchos casos, persiste el libre pastoreo después de la cosecha, lo cual reduce la cantidad de residuos de los cultivos que se reincorpora al suelo. Esta forma de producción agrícola, al practicarse de forma sistemática por años, desgasta el potencial productivo de los suelos y reduce su fertilidad y —en consecuencia— el volumen de las cosechas.

La agricultura de conservación es un sistema que permite acumular materia orgánica en el suelo, así como reducir la erosión eólica e hídrica —al proteger la superficie del terreno—. Estos y otros efectos de la agricultura de conservación son documentados en parcelas experimentales como las que el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) monitorea en su sede global en Texcoco, Estado de México.

“Este es el ensayo a largo plazo D5. Tiene más de 30 años de operación aquí en el CIMMYT y nos permite ver la diferencia entre la labranza convencional —en la que se siembra maíz cada año y se remueve todo el rastrojo para usarlo como forraje— y la agricultura de conservación —donde se rota maíz con trigo, no se hace labranza y se deja todo el rastrojo en la superficie—”, comenta Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del CIMMYT.

Las parcelas que muestra Verhulst son evidentemente diferentes. Mientras en una —donde se ha hecho la práctica convencional de la región— las plantas de maíz apenas se han desarrollado, en la otra —donde se ha trabajado agricultura de conservación por más de tres décadas— las plantas han crecido notablemente mejor.

La doctora Nele Verhulst muestra el ensayo D5, donde son visibles las diferencias luego de 30 años de agricultura de conservación (izquierda) y labranza convencional (derecha). (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
La doctora Nele Verhulst muestra el ensayo D5, donde son visibles las diferencias luego de 30 años de agricultura de conservación (izquierda) y labranza convencional (derecha). (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

“Claramente vemos la diferencia. Mientras con la práctica convencional el cultivo está sufriendo mucho con la sequía, con la agricultura de conservación tenemos un desarrollo vegetativo del cultivo casi normal”.

La agricultura de conservación ha mostrado ser un sistema particularmente útil en tiempos de sequía. En momentos como el actual en que el cambio climático agudiza sus efectos, esto es de suma importancia pues permite que los agricultores logren rendimientos razonables y estables gracias a que este sistema de producción sustentable ayuda a mejorar el suelo, a infiltrar agua y hacer el sistema más resiliente.

“En este experimento estamos investigando los principios de la agricultura de conservación. En total tenemos 32 tratamientos divididos en dos grupos y dos repeticiones para asegurar que el efecto que vemos en una parcela no es solo por la parcela, si no por el tratamiento que se le está dando. Así, los tratamientos que estamos investigando tienen diferentes prácticas de labranza. Aquí específicamente estamos comparando cero labranza —agricultura de conservación— contra labranza convencional y también con una variante de la cero labranza que son las camas permanentes, donde solo se reforma el fondo entre los surcos”.

Además de este factor, en las parcelas que Verhulst muestra también se estudia el efecto del manejo de rastrojo porque en muchos sistemas de producción estos residuos de cosecha se usan como forraje, así que además de dejar todo el rastrojo como cobertura del suelo —agricultura de conservación— o incorporarlo —práctica convencional—, “tenemos algunos tratamientos intermedios donde dejamos una parte del rastrojo para ver si tenemos los mismos efectos si se deja todo o solo una parte”.

“El tercer factor que estamos investigando es la rotación de cultivos. En el caso de la práctica convencional tenemos monocultivo, luego tenemos la rotación de cultivos —que puede ser un año de maíz y luego un año con trigo— y tenemos algunas opciones más diversas que incluyen una rotación con frijol, por ejemplo, o con un cultivo forrajero como la cebada forrajera o el grasspea”.

Las parcelas experimentales que muestra la doctora Verhulst son un ejemplo de un ensayo a largo plazo útil para identificar el efecto de diversas prácticas agrícolas, pero también forman parte de una plataforma de investigación que, a su vez, está integrada a la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores la cual se extiende por todo el territorio nacional y, más recientemente, a otros países de América Latina.

“Las plataformas de investigación forman parte de los Hubs, que son sistemas de innovación que estamos operando en diferentes regiones geográficas tanto en México como en Guatemala y Honduras. Ahora estamos enfocados en cómo podemos acercarnos a los productores y hacer que estas tecnologías o las prácticas que estamos desarrollando no se queden solamente en la investigación o en las estaciones experimentales y que realmente respondan a las necesidades de los productores”, concluye la doctora Verhulst.

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Agricultura de conservación se vuelve esencial ante el avance del cambio climático

Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

El cambio climático representa una amenaza real para la continuidad de la agricultura, señaló Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), durante su participación en el ciclo Agroconferencias 2023 de la Asociación de Agricultores del Río Fuerte Sinaloa (AARFS).

Con el aumento de las temperaturas y la escasez de lluvias a nivel nacional, enfatizó Fonteyne, los productores deben considerar sistemas de producción sustentables porque los efectos del cambio climático no solo persistirán, sino que se intensificarán en los próximos años debido a la continua emisión de agentes contaminantes a la atmósfera.

«Este fenómeno tendrá un impacto en varios aspectos. En el caso de Sinaloa, la disponibilidad de agua es crítica. Cada año, los productores enfrentan incertidumbre sobre si las presas se llenarán o no. Las lluvias se han vuelto impredecibles y la disponibilidad de agua será cada vez más problemática«, afirmó Fonteyne.

Durante la conferencia, Fonteyne recalcó que sí existen alternativas viables y pertinentes para que los agricultores hagan frente a los retos del cambio climático. Resaltó, en este sentido, la importancia de sistemas como la agricultura de conservación.

En las diversas plataformas de investigación en el territorio nacional las parcelas trabajadas con labranza convencional, expuso, es común observar suelos degradados y, por el efecto de las sequías, las plantas generalmente son muy pequeñas. “Por esa falta de agua, las plantas se estresan y, básicamente, su respuesta es crecer lo más rápido posible y hacer algunos granos, pero como tampoco desarrollan muchas hojas, entonces no hay una fotosíntesis adecuada que pueda nutrir a los granos, entonces estos van a estar muy pequeños y van a ser muy pocos. Bajo este tipo de condiciones casi no hay cosecha”, mencionó el especialista.

En contraste, las parcelas donde se practica la agricultura de conservación, dejándose los residuos de cosecha como cobertura del suelo, presentan un “suelo de mejor calidad, tiene más materia orgánica y mejor infiltración. Eso genera más plantas y estas tienen más posibilidad de sobrevivir a las sequías, además de que son un poco más grandes. Eso significa que, en esas parcelas con agricultura de conservación, por el solo hecho de dejar los residuos, sí es posible tener cosechas”.

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¿Por qué optar por prácticas innovadoras en agricultura?

Cultivo de maíz en cero labranza rotación trigo, lado izquierdo removiendo rastrojo, lado derecho con retención. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de maíz en cero labranza rotación trigo, lado izquierdo removiendo rastrojo, lado derecho con retención. (Foto: CIMMYT)

Hace más de tres décadas (desde 1991) que en esta plataforma de investigación se evalúa el efecto del tipo de labranza, manejo de rastrojo y rotación de cultivos en condiciones de temporal. Específicamente “el sistema convencional de barbecho, monocultivo de maíz y remoción de rastrojo se compara con prácticas innovadoras como cero labranza, camas permanentes, retención de rastrojo y rotación con trigo, frijol o cebada con chícharo forrajero”, mencionan los responsables de la plataforma de investigación Texcoco I, en el estado de México.

Hacer este tipo de evaluaciones es importante en un contexto donde la adopción de prácticas agrícolas sustentables sigue siendo baja y los desafíos que el cambio climático y diversos fenómenos socioeconómicos imponen a la producción global de alimentos van en aumento.

“Con una sequía inicial en mayo, junio y la primera quincena de julio que redujo el desarrollo de los cultivos, más una granizada que dañó al maíz a mediados de julio”, señalan los investigadores, es importante identificar los sistemas de producción más resilientes, es decir, aquellos que le permitan a los agricultores locales minimizar los daños por los distintos eventos climatológicos adversos.

La agricultura convencional de la zona, basada en un movimiento continuo y excesivo del suelo, así como en la remoción de los rastrojos, ya no es una opción: en el ciclo primavera-verano los rendimientos promedio del maíz con este tipo de labranza fueron de tan solo 3.8 toneladas por hectárea (t/ha). En contraste, aquellas parcelas donde se han aplicado una o varias prácticas de agricultura de conservación, o sus combinaciones, reportaron desde las 6.2 t/ha —rotación con trigo—, hasta las 7.6 t/ha —cero labranza o camas permanentes con rotación y suficiente rastrojo en la superficie—.

Con respecto al cultivo de trigo, con labranza convencional sus rendimientos fueron menores, contrario a los rendimientos obtenidos con cero labranza, donde el rendimiento fue más alto con alguna rotación y dejando todo o de manera parcial el rastrojo. Así, “con rotación de cultivo en cero labranza, el rendimiento es menor donde se remueve el rastrojo (1.6 t/ha) que cuando se deja todo sobre la parcela (5.2 t/ha) o de manera parcial (promedio de 4.6 t/ha)”, puntualizan los investigadores.

La plataforma de investigación Texcoco I forma parte de la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores, la cual es una de las redes de investigación agrícola más grandes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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Alternativas para una agricultura sustentable en el Valle del Mezquital

Agricultores de Hidalgo siendo asesorados por técnicos del Hub Valles Altos del CIMMYT. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)
Agricultores de Hidalgo siendo asesorados por técnicos del Hub Valles Altos del CIMMYT. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)

El Valle del Mezquital es considerado el granero de Hidalgo. A pesar de ser una zona árida tiene una importante producción agrícola debido a la presencia de canales de riego de aguas residuales provenientes de la Zona Metropolitana del Valle de México.

En esta región alrededor de 60% de la población —con notable presencia de la comunidad otomí— se dedica a la agricultura. Los productores, sin embargo, enfrentan numerosos problemas, como la poca rentabilidad, la pérdida de la calidad de los suelos y la consecuente disminución del tonelaje de producción.

“La agricultura en el Valle del Mezquital se basa en la labranza convencional donde se utiliza una cantidad excesiva de maquinaria debido a la escasez de mano de obra en la región. Esto ha provocado la compactación de los suelos y el incremento en los costos de producción por hectárea cultivada”, comentan los responsables de la plataforma de investigación Francisco I. Madero, en el estado mexicano de Hidalgo, donde colaboran la Universidad Politécnica de Francisco I. Madero y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Además de la compactación del suelo, el riego en la zona es por inundación —una de las formas de riego donde más agua se desaprovecha— y se utilizan aguas residuales provenientes del Valle de México —lo cual implica riesgos sanitarios potenciales—, así que se unen varios efectos adversos que hacen necesario impulsar una agricultura sustentable para mantener o incrementar el rendimiento, generar el bienestar en la región y conservar los recursos naturales”, enfatizan los responsables de la plataforma.

Para brindar alternativas a los productores a fin de que adopten las prácticas sustentables más adecuadas para sus sistemas productivos, en la plataforma se validan distintas tecnologías. Recientemente, por ejemplo, se evaluó el efecto de la rotación de los cultivos, la práctica de labranza y el manejo del rastrojo.

En el año 2021 el tratamiento que reportó el mayor rendimiento de maíz —16.6 toneladas por hectárea (t/ha)— fue el de la rotación de maíz en primavera-verano y avena en otoño-invierno, con cero labranza y dejando la totalidad de rastrojos sobre la superficie como cobertura; el tratamiento con el menor rendimiento (14 t/ha) fue el de maíz en primavera-verano y un cultivo de cobertura en otoño-invierno, con labranza convencional y removiendo todos los rastrojos.

En el año 2022 los resultados fueron similares, observándose que el tratamiento con la rotación de maíz-avena con cero labranza y cobertura del suelo con rastrojos tuvo un rendimiento de alrededor de dos toneladas por hectárea superior al del tratamiento de maíz con cultivo de cobertura, labranza convencional y sin rastrojos —21.1 y 18.8 t/ha, respectivamente—.

Con estos resultados, los responsables de la plataforma señalan que “la implementación de la agricultura de conservación permite incrementar y mantener el rendimiento del maíz. Dejar los cultivos de cobertura sobre el suelo permite que año con año el rendimiento se mantenga”.

La red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores —de la que forma parte la plataforma Francisco I. Madero— es una de las redes de investigación agrícola más relevantes a nivel mundial. Es impulsada por proyectos como AgriLAC Resiliente, Agriba Sustentable, Excellence in Agronomy, y otros igualmente importantes.

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El Niño, la sequía y el rastrojo

Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

El pasado 4 de julio la Organización Meteorológica Mundial anunciaba que “las condiciones de El Niño se han desarrollado en el Pacífico tropical por primera vez en siete años, preparando el escenario para un probable aumento de las temperaturas globales y patrones climáticos perturbadores”, declarando así el inicio de este evento que requiere de una acción temprana para salvar vidas y medios de subsistencia.

La anterior aparición de El Niño, ocurrida en 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas en cerca de 23 países, por lo que la FAO ha reiterado que es urgente que los países, particularmente de América Latina y el Caribe, adapten sus sistemas de producción agrícola a un escenario donde se exacerbarán las sequías y el riesgo de inseguridad alimentaria.

La Oscilación del Sur de El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés), o simplemente El Niño, es un fenómeno natural de ciclo irregular (sucede cada tres o siete años) producido por la interacción entre el océano (en este caso el Pacífico de la zona ecuatorial) y la atmósfera del planeta.

El fenómeno transita de un periodo cálido (El Niño, llamado así porque inicialmente se le asoció a un fenómeno de menores dimensiones que ocurre en diciembre en Perú, donde fue relacionado con el nacimiento del Niño Jesús de la tradición católica) a uno frío (llamado La Niña, para referir el efecto opuesto), teniendo fases intermedias en este tránsito de calentamiento a enfriamiento.

El fenómeno se manifiesta de formas diferentes en el planeta debido a las condiciones climáticas propias de cada región y según la época del año en que aparezca. En México, por ejemplo, si aparece en primavera suele provocar más lluvias en la parte oeste y norte del país; en verano propicia sequía en la Península de Yucatán; en otoño genera condiciones húmedas para el noroeste y Yucatán, y condiciones secas en la parte del Golfo; sin embargo, si ocurre hacia diciembre aumenta la probabilidad de sequía para el norte del país, el Bajío, y algunas zonas del Golfo.

Actualmente, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional de México, “se espera que El Niño continúe en el hemisferio norte durante el invierno, la probabilidad es mayor al 95% de que se mantenga de diciembre de 2023 a febrero de 2024, con pronósticos de que de noviembre a enero se desarrollará un evento de El Niño fuerte”.

“La sequía que estamos viviendo ahora en gran parte de Centroamérica y en el centro y sur de México es debido al fenómeno de El Niño; en contraste, más hacia el norte, hay predicciones de que vamos a tener lluvias muy fuertes. En Estados Unidos ya ha habido inundaciones, esto muestra la diferencia del efecto del fenómeno que hacia el sur se manifiesta con sequía y en el norte puede haber exceso agua. La predicción, además, es que estos extremos pueden ser cada vez más comunes en los años que vienen debido al cambio climático”, menciona Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Frente a un conjunto de parcelas experimentales en el Batán, en Texcoco, Estado de México, la doctora Verhulst señala dos de ellas que contrastan notablemente. Mientras en una el cultivo de maíz se ha desarrollado favorablemente, en la otra las plantas lucen raquíticas: “Aquí tenemos una comparación muy clara entre la labranza convencional que incluye rastra y remoción del rastrojo ya por más de 30 años en un monocultivo de maíz, y la agricultura de conservación, donde vemos cero labranza y estamos dejando todo el rastrojo de dos cultivos, porque corresponde a una rotación de maíz y trigo”, puntualiza Verhulst.

“Con la sequía que hemos vivido en los últimos dos meses tenemos muy claras estas diferencias que podemos apreciar entre estos dos tratamientos. En junio solo cayó una tercera parte de la precipitación normal, entonces esto lo vemos muy claramente reflejado, que la práctica convencional de esta zona ha propiciado un suelo degradado que no tiene buena estructura y no permite una buena infiltración de agua, aún cuando llueve y, claro, con la poca precipitación que tuvimos notamos que el desarrollo del cultivo está muy afectado, quedándose en estado vegetativo con plantas muy pequeñas las cuales es muy poco probable que alcancen a producir alguna mazorca”.

Por otro lado, con la “agricultura de conservación estamos infiltrando mucho más el agua de lluvia y esto es porque tenemos esta capa de rastrojo que está protegiendo el suelo. Además de mejorar la estructura del suelo, se favorece la formación de agregados que son importantes para que el agua pueda infiltrarse. Es por eso que vemos un desarrollo vegetativo casi normal y ahorita ya están saliendo las espigas del maíz y va a entrar a floración para empezar a producir mazorcas”, menciona Verhulst.

“Esto significa que los productores que están haciendo labranza convencional en esta zona, este año van a tener un resultado similar a lo que estamos viendo aquí en el ensayo, entonces habrá muy poca producción debido a las prácticas convencionales que están utilizando y a la sequía propiciada por El Niño, mientras que los productores que están haciendo agricultura de conservación sí van a tener una producción, quizá un poco menor que en otros años cuando llueve bien, pero sí van a poder lograr producir”.

Ante un panorama donde “existe un grave riesgo de que estas condiciones climáticas extremas empujen a millones de personas a la pobreza y a la inseguridad alimentaria aguda en las partes más vulnerables del mundo”, el CIMMYT y sus colaboradores están haciendo un esfuerzo sistematizado para aprender y difundir experiencias, prácticas y tecnologías que, como la agricultura de conservación, ofrecen soluciones probadas para que los agricultores hagan frente a los desafíos impuestos por El Niño en particular, y el cambio climático en general.

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Éxito en la agricultura sostenible: La colaboración entre Ahome y CIMMYT impulsa la productividad agrícola

La colaboración fructífera entre la plataforma de investigación Ahome y el CIMMYT ha cumplido una década de innovación y compromiso.

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Cielos azules y sistemas agroalimentarios

Colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT muestra una parcela donde se practica agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT muestra una parcela donde se practica agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

El Día Internacional del Aire Limpio es un llamado de las Naciones Unidas a poner fin a la contaminación atmosférica que cada año es responsable de alrededor de 6,5 millones de muertes en todo el mundo. Además de la salud humana, la contaminación atmosférica tiene un severo impacto en la economía, afectando incluso a sectores como el turismo, donde el goce de los cielos azules es importante.

Disfrutar de un cielo azul no es simplemente una idea romántica asociada a las vacaciones, forma parte del derecho de todos los seres humanos a un medioambiente limpio, saludable y sostenible que, a su vez, está relacionado con una amplia variedad de iniciativas, desde aquellas que buscan eliminar la contaminación lumínica hasta aquellas asociadas a la sustentabilidad de los sistemas agroalimentarios.

¿Cómo nuestros patrones de producción y consumo alimentarios están relacionados con la contaminación atmosférica? Un dato clave para comprender esta asociación es que el sector agropecuario, se estima, es el responsable de hasta el 39 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociados con el calentamiento global y el cambio climático.

Específicamente en agricultura, el uso de fertilizantes químicos, plaguicidas, las quemas agrícolas, así como el uso de combustibles fósiles para la puesta en marcha de la maquinaria son algunas de las actividades que mayor contaminación generan y donde es necesario transitar hacia esquemas sostenibles.

Si bien los reflectores de la opinión pública se han centrado en los efectos del dióxido de carbono (CO2), este no es el único de los GEI que es urgente disminuir, ya que el óxido nitroso, por ejemplo, tiene un potencial de calentamiento global 300 veces superior al del dióxido de carbono y está asociado al uso de fertilizantes nitrogenados en agricultura.

Usar concienzudamente los fertilizantes e identificar fuentes y prácticas que permitan lograr una fertilización adecuada con el menor impacto ambiental es entonces una actividad de primer orden de importancia en la investigación agrícola, donde también es necesario alcanzar un conocimiento minucioso de las fuentes de producción de gases de efecto invernadero a través de los distintos procesos que ocurren en el suelo.

En México, la adopción de sistemas sustentables, como la agricultura de conservación, representa una alternativa viable para lograr una fertilización menos dependiente de fuentes químicas, ya que una “fuente de nutrientes son los rastrojos del cultivo, por ejemplo, cinco toneladas de rastrojo tienen cerca de 25 kg de nitrógeno. Esto es prácticamente un saco de urea”, señalan investigadores del CIMMYT.

Los residuos de cultivo son solo una de las opciones de fertilizantes de origen orgánico que existen. Otras alternativas son los cultivos de cobertura, particularmente las leguminosas. En los casos donde es necesario recurrir a fertilizantes procesados, entonces existen alternativas para optimizarlos, como es el uso de los sensores ópticos que ayudan a determinar las cantidades adecuadas de fertilizante nitrogenado para minimizar así sus pérdidas y posibles afectaciones al medioambiente.

A través de iniciativas como Excellence in Agronomy se están identificando las mejores prácticas agronómicas orientadas a solucionar problemáticas diversas. El propósito es evaluar y adaptar soluciones para las más diversas agroecologías a fin de brindar recomendaciones puntuales basadas en evidencia científica que permitan, entre otros aspectos, reducir el impacto de la agricultura en la calidad del aire.