Capacitación para comunidades agrícolas en Puebla y Tlaxcala. (Foto: CIMMYT)
Capacitación para comunidades agrícolas en Puebla y Tlaxcala. (Foto: CIMMYT)
La colaboración conjunta entre Driscoll’s y el CIMMYT ha consolidado un modelo efectivo de capacitación y transferencia de conocimiento agrícola en comunidades de Puebla y Tlaxcala. A través de esta alianza, se ha facilitado el acceso a técnicas agrícolas sustentables, lo que ha brindado herramientas científicas y prácticas que permiten a los agricultores, trabajadores de Driscoll’s y a las comunidades vecinas mejorar sus procesos productivos y enfrentar los desafíos del cambio climático.
Desde su inicio en 2021, el proyecto ha atravesado dos fases clave, enfocadas inicialmente en los empleados de Driscoll’s y luego en la extensión del impacto hacia miembros de la comunidad, incluyendo instituciones educativas de nivel básico. En la primera fase, se realizó un diagnóstico para comprender las condiciones sociales y productivas de los empleados, seguido de eventos de capacitación tanto presenciales como a distancia. Esta etapa inicial permitió que 258 trabajadores comenzaran a adoptar prácticas agrícolas más sustentables.
Durante la segunda fase, el enfoque se amplió para incluir a miembros clave de la comunidad, lo que reconoció que la resiliencia agrícola se construye de manera colaborativa. Más de 213 personas participaron en diversos eventos de capacitación, donde adquirieron conocimientos esenciales sobre temas como la agricultura de conservación y el manejo agroecológico de plagas. Además, se establecieron módulos de asesoría técnica y se implementaron herramientas, como bitácoras, para el seguimiento de las tecnologías aplicadas.
Miembros de la comunidad participan en una sesión de formación impartida por CIMMYT. (Foto: CIMMYT)
Uno de los aspectos más destacados de este proyecto es la manera en que se ha socializado el conocimiento científico, lo que lo ha hecho de forma accesible para todos los actores clave de estas comunidades. Las capacitaciones no solo se han enfocado en aumentar la productividad, sino en fortalecer la seguridad alimentaria y el bienestar comunitario. Los resultados de este esfuerzo colectivo permitirán a los productores locales incrementar sus rendimientos, diversificar sus cultivos y gestionar mejor sus recursos naturales, lo cual se traduce en un impacto positivo a largo plazo.
“Debido a los resultados y aprendizajes de estas fases, se continuó con una nueva etapa para seguir desarrollando actividades de capacitación para actores clave de dos comunidades: San Andrés Payuca, en el municipio de Cuyoaco, en el estado de Puebla, y San José Xicoténcatl, en el municipio de Huamantla, en el estado de Tlaxcala”, señala el equipo técnico del proyecto.
Con una tercera fase en curso, proyectada para 2025 y centrada en la capacitación para mejorar en los procesos productivos, el proyecto reafirma el compromiso de ambas instituciones con el desarrollo rural de las comunidades participantes. En estos meses, se han continuado las actividades de capacitación orientadas a mejorar las capacidades locales en temas como el manejo postcosecha, la fertilidad integral de los suelos, el manejo de plagas, la implementación de tecnologías herméticas para el almacenamiento de granos y el mejoramiento participativo de maíces nativos.
Este proyecto es un claro ejemplo de cómo el conocimiento científico, cuando se comparte de manera efectiva y se adapta a las necesidades locales, puede transformar comunidades rurales, lo que contribuye no solo a mejorar sus condiciones productivas, sino a asegurar un futuro más resiliente y sustentable para sus habitantes.
Firma del Acuerdo para el Centro de Excelencia en Innovación Agrícola. (Foto: SDAyR)
Firma del Acuerdo para el Centro de Excelencia en Innovación Agrícola. (Foto: SDAyR)
El 18 de septiembre de 2024, en un paso decisivo hacia el fortalecimiento de la agricultura sustentable en la región, el Gobierno del Estado de Guanajuato y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) firmaron un acuerdo de colaboración para establecer el Centro de Excelencia para Ciencia e Innovación Agrícola. Este centro será un pilar en la investigación, producción de semillas y validación de tecnologías agrícolas adaptadas al cambio climático, lo que impulsará la productividad y sostenibilidad del sector agroalimentario del estado.
El evento, que se llevó a cabo en la explanada del recinto de la Alhóndiga de Granaditas, contó con la presencia del gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo y del director general de CIMMYT, Bram Govaerts. Estuvieron acompañados por el titular de la Secretaría de Desarrollo Agroalimentario y Rural de Guanajuato (SDAYR), Paulo Bañuelos Rosales; el director asociado para Sistemas Agroalimentarios Sustentables del CIMMYT, Jelle Van Loon; y como testigo, el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), Víctor Villalobos.
Durante su intervención, el Dr. Bram Govaerts destacó la relevancia de este acuerdo, subrayando que marca el inicio de una nueva etapa en la alianza estratégica entre CIMMYT y Guanajuato. Govaerts señaló: «Este acuerdo marca el inicio de una nueva etapa en nuestra alianza estratégica con Guanajuato, una alianza que ha sido impulsada por una visión común: fortalecer la agricultura sustentable y asegurar un futuro más próspero y resiliente para los productores del estado.»
En línea con esta visión, Govaerts enfatizó la importancia del Centro de Excelencia para Ciencia e Innovación Agrícola, que concentrará los esfuerzos, conocimientos y voluntades necesarias para transformar los sistemas agrícolas, colocando a Guanajuato a la vanguardia de la investigación agrícola tanto a nivel nacional como internacional: «Nuestro objetivo es garantizar que los agricultores de Guanajuato tengan acceso a las mejores tecnologías, semillas y prácticas agrícolas adaptadas a sus contextos, enfocadas en maximizar la sostenibilidad y la productividad.»
Complementando estas palabras, el Secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, reafirmó el compromiso del gobierno federal con el proyecto, resaltando la importancia estratégica de Guanajuato en el desarrollo agrícola del país. Villalobos manifestó: «Este significativo acto refrenda y cristaliza un sueño que albergamos muchos de nosotros. Es un hecho ver finalmente cristalizada la llegada de este Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo a esta importante región agrícola del Bajío guanajuatense.»
Villalobos subrayó la disposición del gobierno de Guanajuato para ceder 100 hectáreas de terreno con vocación productiva al CIMMYT, destacando cómo este acuerdo representa un esfuerzo conjunto para transferir conocimientos científicos y tecnológicos directamente a los agricultores, no solo de México, sino de todo el mundo: «No es casual que hayamos llegado a este acuerdo aquí en Guanajuato, una región que consideramos la más emblemática de la agricultura actual y futura de nuestro país. Aquí convergen factores y condiciones que hacen posible que esta región sea el modelo de nuestra agricultura productiva, sustentable e incluyente.»
El Centro de Excelencia para Ciencia e Innovación Agrícola, que estará ubicado en el Parque Agro Tecnológico Xonotli, tiene como objetivo potenciar esfuerzos en la investigación, validación e innovación de soluciones prácticas y tecnologías sustentables para la región. Uno de sus principales componentes será la producción, multiplicación y distribución de semillas adaptadas a las agroecologías de Guanajuato, tanto para sistemas de temporal como de riego, así como la capacitación, desarrollo e investigación de tecnologías para proporcionar a los agricultores asesoría técnica de primer nivel y herramientas prácticas para su actividad productiva.
El proyecto tiene tres fases clave. La primera es adecuar, con el soporte científico de CIMMYT, un espacio de 100 hectáreas para la instalación del centro de investigación; la segunda es empezar a vincular con actores clave del estado para capacitar, desarrollar espacios para la validación de tecnologías y desarrollo de modelos de prestación de servicio y negocios complementarios —ya que también se busca generar ingresos—; y en la tercera fase están contempladas las alianzas público-privadas, donde activamente se invitará al sector privado para hacer proyectos de innovacion y desarrollo en conjunto. Además, se trabajará para garantizar una mayor vinculación con instituciones educativas de la entidad a fin de impulsar el agro estatal con un enfoque de responsabilidad social.
El acuerdo surge y crece a partir de la sólida y constante colaboración entre Guanajuato y el CIMMYT, cuya intervencion más destacada es MasAgro Guanajuato, programa que comenzó en 2014 y que impactó positivamente en más de 180 mil hectáreas, incrementando la producción y rentabilidad de maíz, trigo y cebada a través de la adopción de tecnologías sustentables. Este esfuerzo participativo entre el gobierno estatal y el CIMMYT permitió el desarrollo de estrategias innovadoras, como el mapeo de la fertilidad integral del suelo, la disminución de quemas agrícolas y una fuerte vinculación con la agroindustria que hoy es un ejemplo a nivel nacional con proyectos con empresas como Nestlé, Kellogg y Heineken.
Así, el Centro de Excelencia para Ciencia e Innovación Agrícola es un paso más en esta fructífera colaboración, y será clave en la validación de nuevas tecnologías, el desarrollo de variedades mejor adaptadas a climas del futuro, y la profesionalización del campo mediante la capacitación continua de técnicos y agricultores, quienes se beneficiarán del acompañamiento técnico, maquinaria y semilla adecuada para asegurar una agricultura más competitiva y resiliente en la región del Bajío.
Al respecto, el gobernador Diego Sinhue mencionó: “Este Centro de innovación llegará a ser un referente en el país y en la región de Latinoamérica, con el apoyo de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo”.
“Este proyectó tendrá tres fases; adecuar un espacio de 100 hectáreas dado en comodato al Cimmyt para la instalación del centro de investigación, y empezar a vincular con actores clave del estado para capacitar, desarrollar espacios para la validación de tecnologías y desarrollo de modelos de prestación de servicio y negocios complementarios”, se destacó.
El proyecto se estructura en torno a cinco ejes estratégicos: investigación, tecnología, educación, comercialización y alianzas. En el ámbito de la investigación, se desarrollarán y validarán variedades de granos básicos, así como prácticas agrícolas que optimicen el uso del agua y mejoren la salud del suelo. En cuanto a la tecnología, se implementarán soluciones de agricultura digital, maquinaria de precisión y sistemas de riego eficientes adaptados a las necesidades locales.
En el eje de educación, el Centro servirá como un punto de encuentro para la capacitación técnica para productores, asesores y futuros profesionales agrícolas, fomentando la adopción de prácticas sustentables. Además, el proyecto contempla estrategias de comercialización, con un enfoque en la creación de valor agregado para los productos de la región.
Finalmente, las alianzas serán clave para el éxito del parque, integrando a instituciones de investigación, sector privado y organismos gubernamentales en un esquema colaborativo que facilitará la transferencia tecnológica y fomentará la innovación en el sector agrícola de Guanajuato y la región del Bajío.
El acuerdo no solo establece una visión de corto plazo para la mejora inmediata de las capacidades agrícolas en la región, sino que también traza un horizonte a largo plazo que será clave para el futuro del estado. Así, el Centro de Excelencia para Ciencia e Innovación Agrícola no solo representa una oportunidad para los agricultores, sino que también refuerza el compromiso del Gobierno de Guanajuato y del CIMMYT con un desarrollo económico y ambientalmente sostenible.
Raúl Rodrigo M. en su parcela de maíz en San Vicente Cumpich, Campeche (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)
Raúl Rodrigo M. en su parcela de maíz en San Vicente Cumpich, Campeche (Foto: Jenifer Morales/CIMMYT)
En la comunidad de San Vicente Cumpich, Campeche, un productor ha adoptado la agricultura de conservación como una forma de mejorar la rentabilidad y la sostenibilidad de sus cultivos. Raúl Rodrigo M., un joven agricultor de tan solo 25 años, lleva a cabo prácticas novedosas que han cambiado su forma de trabajar la tierra con resultados favorables.
En los últimos cinco años, ha implementado el uso de prácticas sustentables, ya que ha dejado de quemar la tierra después de la cosecha como lo hacía su abuelo, y en su lugar, ha incorporado el rastrojo (restos de tallos y hojas que quedan en el campo después de la cosecha) al suelo para aprovechar sus nutrientes. Este pequeño cambio ha disminuido notablemente la necesidad de utilizar fertilizantes químicos: “Al no quemar el rastrojo, se ha conservado la materia orgánica en el suelo, lo que ha reducido mis costos en fertilizantes y he mejorado los rendimientos, incluso en tiempos de sequía”, señaló el productor.
Durante una temporada de una sequía severa, el joven productor obtuvo un rendimiento de 4 toneladas por hectárea, un resultado relevante en comparación con las cosechas de cultivos llevadas a cabo con prácticas tradicionales, además de considerar las difíciles condiciones derivadas del cambio climático.
Asimismo, ha trabajado con instituciones gubernamentales y centros de investigación, como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), que le han brindado conocimientos sobre fertilizantes orgánicos y semillas resistentes a las nuevas condiciones climáticas. Estas colaboraciones han permitido la creación de parcelas de demostración (conocidas como vitrinas) donde se prueba con diferentes variedades de maíz. “Estamos probando unas nuevas semillas y estamos muy contentos con los primeros resultados”, afirmó.
Al momento de tratar de realizar estas prácticas, uno de los mayores retos que enfrentó fue la resistencia de su padre, quien durante años trabajó los cultivos de manera convencional . Sin embargo, al ver los resultados positivos en los rendimientos de este tipo de prácticas, su padre ha aceptado la incorporación de las innovaciones en sus parcelas. “Al principio fue difícil convencerlo, pero cuando vio los resultados, cambió de opinión. Ahora trabajamos juntos y aplicamos estas técnicas en todas nuestras parcelas”, relató orgulloso.
Además, Raúl se dedica a compartir su conocimiento con otros agricultores de su comunidad al instruirlos cuando le preguntan cómo hacer para la producción de mazorcas tan grandes. Por medio de la venta de insumos agrícolas promueve la adopción de este tipo de agricultura, ya que recomienda no quemar el rastrojo y reducir el uso de fertilizantes químicos. “La base de todo es la conservación del suelo. Si no cuidamos nuestra tierra, llegará un momento en que no podremos producir más”, advierte.
Para quienes todavía dudan en implementar estas prácticas sustentables, su mensaje es claro: “Empiecen poco a poco, prueben en un pequeño espacio y vean los resultados. El cambio es posible, y los beneficios son muchos”. Sin importar su edad, Raúl está decidido a seguir aprendiendo y a mejorar en la implementación de este tipo de prácticas. Su entusiasmo por el campo lo motiva a seguir innovando.
La agricultura de conservación le ha permitido fortalecer los vínculos familiares y con su tierra, además de mejorar su productividad. “Si algo te gusta, lo vas a hacer con pasión, esa es la clave”, concluye.
Maize ears from CIMMYT's collection, showing a wide variety of colors and shapes. CIMMYT’s germplasm bank contains about 28,000 unique samples of cultivated maize and its wild relatives, teosinte and Tripsacum. These include about 26,000 samples of farmer landraces—traditional, locally-adapted varieties that are rich in diversity. The bank both conserves this diversity and makes it available as a resource for breeding.
Maíces nativos mexicanos. (Foto: Xochiquetzal Fonseca / CIMMYT)
En el México antiguo la tortilla se convirtió en un alimento común hasta el Periodo Clásico Mesoamericano —entre el año 200 y 900—, cuando proliferaron los comales . Antes de esta tardía aparición de las tortillas el alimento más común en Mesoamérica eran los tamales, pero debido a que las tortillas ofrecen la posibilidad práctica de servir en ellas casi cualquier tipo de alimento, rápidamente se popularizaron por toda la región, trascendiendo espacio y tiempo hasta nuestros días.
Actualmente en México se estima que cerca de la mitad de las 27 millones de toneladas de maíz que se cosechan anualmente se destina a la elaboración de tortillas. El consumo de este producto por persona es de aproximadamente 75 kilogramos al año —entre 7 y 10 tortillas diarias, en promedio—, hecho que hace de los tacos el platillo más consumido de forma cotidiana en México, pero también el de mayor variedad: hay tacos especiales para las diversas ocasiones, tacos representativos de cada región, de cada estado, cientos de variaciones según los gustos personales e incluso los hay propios para cada hora del día, como los de barbacoa, que suelen consumirse por la mañana; o los tacos al pastor, característicos de las correrías nocturnas y uno de los platillos mexicanos más reconocidos a nivel internacional.
De suadero, de carnitas, de guisado, de canasta, de carne asada, de birria, de cabeza, de lengua, placeros o simplemente de sal, los tacos hoy forman parte de la cultura nacional en un sentido amplio. No obstante, esto no siempre fue así; de hecho, la popularización de los tacos —y la detonación de su diversidad y comercialización— no ocurrió sino hasta el inicio del siglo XX, cuando la industrialización y el consecuente flujo migratorio hizo que en la Ciudad de México se popularizaran rápidamente las taquerías, las cuales se nutrieron con los platillos de las patrias chicas de los recién llegados.
Por supuesto, esto no significa que antes de la época porfiriana no existieran los tacos, sino que su consumo solía restringirse al ámbito doméstico. Además, fue en esta época donde los tacos demostraron su plasticidad gastronómica y cultural al incorporar y adaptar ingredientes y productos de otras latitudes, como los gyros del Medio Oriente —traidos por migrantes libaneses hacia 1920—, que dieron lugar a los tacos al pastor.
Además del guisado y la salsa, la tortilla es fundamental para que un taco sea memorable. ¿Qué determina que una tortilla tenga la calidad o las características adecuadas para hacer un buen taco? A veces, aunque la masa se haya trabajado correctamente, las tortillas no tienen la consistencia o la textura que los comensales prefieren y esto se debe a que además del procesamiento de la tortilla influyen características propias del maíz. Es decir, hay variedades de maíz más adecuadas que otras para hacer tortillas.
De acuerdo con un estudio de un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Querétaro, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Coahuila, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), las características de los granos del maíz y la calidad tortillera constituyen un parámetro útil para ayudar en la caracterización del maíz y definir la calidad industrial del grano con respecto al producto que se desee elaborar.
El estudio muestra que existen maíces adecuados para la elaboración de tortillas en los cinco grupos raciales estudiados —Indígenas Antiguas, Exóticas Precolombinas, Mestizas Prehistóricas, Modernas Incipientes y Razas Nuevas—. Esto, luego de encontrar relaciones significativas entre características del grano y las asociadas a la calidad tortillera.
La calidad tortillera está asociada a la capacidad de absorción de agua, el rendimiento de masa y tortilla y la resistencia al corte de tortillas. Así, los maíces con alta capacidad de absorción de agua muestran un alto rendimiento de masa; sin embargo, para obtener un alto rendimiento de tortilla se requiere que el agua absorbida sea retenida durante la cocción y que haya una baja pérdida de peso, por eso es conveniente que los maíces que se emplean para la fabricación de tortillas muestren estas características.
El material de las 45 razas estudiadas fue proporcionado por el CIMMYT —el cual custodia el Banco de Germoplasma con la colección de maíz más importante del mundo, esto es, más de 28 mil variedades de maíz—. Gracias a este acervo y a la ciencia colaborativa entre instituciones fue posible identificar que existen variedades de maíz particularmente adecuadas para elaborar tortillas provenientes de diversas razas —Harinoso de ocho, Cónico, Jala, Olotillo, Tepecintle, Tuxpeño norteño, Vandeño, Zapalote Chico, Azul, Cristalino de Chihuahua y Fasciado—.
En el marco de la conmemoración del Grito de Independencia, celebramos la diversidad y la cultura del maíz que los mexicanos vivimos y construimos diariamente a través de la gastronomía, la historia, la ciencia y nuestro esfuerzo para construir un mejor futuro. Desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), les deseamos felices fiestas patrias.
Cultivo de maíz con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de maíz con agricultura de conservación. (Foto: CIMMYT)
En la búsqueda de prácticas agrícolas más sostenibles y respetuosas con el medioambiente, un equipo de científicos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Aarhus (Dinamarca) desarrollaron un estudio sobre los efectos no intencionados de pesticidas y tratamientos con microorganismos benéficos en la microbiota del suelo, es decir, el conjunto de microorganismos que lo habitan.
El estudio se centró en cultivos de maíz y cebada bajo prácticas de agricultura de conservación, un sistema de producción que destaca por su enfoque en la sostenibilidad y la preservación de la salud del suelo.
El experimento de campo se llevó a cabo en una de las estaciones experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México, y evaluó cómo los tratamientos aplicados a las semillas de maíz y cebada afectaron a las comunidades microbianas del suelo y las raíces durante el ciclo de crecimiento. Los tratamientos incluyeron una mezcla de pesticidas y productos comerciales que contienen microorganismos benéficos, conocidos como PBM (productos basados en microorganismos), los cuales han sido utilizados para controlar plagas y promover el crecimiento de las plantas.
“Este estudio se originó a partir de un ensayo que establecimos para determinar los mejores tratamientos de semillas aquí en el Batán. Investigadores de la UNAM utilizaron este ensayo para evaluar los efectos de los tratamientos de semillas en maíz y cebada sobre la salud del suelo. La principal conclusión es que tanto los tratamientos biológicos como los químicos de las semillas tuvieron un efecto mínimo sobre la vida del suelo, por lo que podrían usarse para proteger las plántulas sin mucho impacto ambiental”, comenta Simon Fonteyne, Líder de Agronomía para América Latina de CIMMYT.
De acuerdo con el estudio, solo se observó una reducción en la infección por Polymyxa (una especie de bacteria) en las raíces de la cebada, mientras que la microbiota general y la salud de las raíces se mantuvieron estables en ambos cultivos.
Esto destaca la complejidad de la interacción entre los insumos agrícolas y los sistemas biológicos del suelo, particularmente en entornos de agricultura de conservación, donde la labranza mínima y la retención de residuos favorecen la biodiversidad del suelo y el equilibrio ecológico. Los investigadores subrayan la importancia de seguir estudiando estos efectos para comprender plenamente cómo las prácticas agrícolas influyen en la biota del suelo.
Así, esta investigación proporciona información valiosa para futuros estudios y para los agricultores que buscan adoptar prácticas más sostenibles. La agricultura de conservación sigue siendo una alternativa prometedora para mejorar la resiliencia agrícola ante los desafíos climáticos y la degradación del suelo, pero comprender cómo interactúan los insumos con la microbiota del suelo es esencial para maximizar sus beneficios.
Para leer el estudio completo y conocer más detalles sobre los hallazgos, consulta el artículo original publicado por los científicos del CIMMYT y colaboradores aquí: https://doi.org/10.1016/j.ejsobi.2024.103653
Cultivo de frijol en laderas de Danlí, Honduras. (Foto: CECRUCSO)
En las verdes laderas de Danlí, Honduras, se despliegan paisajes que no solo resaltan por su belleza, sino también por el impacto positivo que la innovación agrícola está generando en las comunidades locales. Estas áreas productivas, con sus parcelas de maíz y frijol, son testigos del avance de las tecnologías agrícolas sustentables promovidas por centros de investigación, como CIMMYT y CIAT, y diversas organizaciones que trabajan en conjunto en el InnovaHub Oriente de Honduras, a partir de la iniciativa regional AgriLAC Resiliente.
Los InnovaHubs son una metodología que, al articular los esfuerzos de diversos actores del sector agroalimentario, permite fortalecer la resiliencia de los sistemas agrícolas locales y mejorar la vida de cientos de productores. También son espacios de colaboración y experimentación donde agricultores, técnicos y organizaciones trabajan en equipo para probar y difundir innovaciones agrícolas.
Así, a través de módulos de innovación —parcelas donde se implementan innovaciones sustentables y se comparan con las prácticas convencionales locales—, los productores pueden observar los beneficios de nuevas prácticas en comparación con las convencionales, adoptando aquellas que les permiten mejorar la productividad y enfrentar los retos del cambio climático. Estas experiencias no solo transforman parcelas, sino también comunidades enteras al convertirlas en áreas de impacto donde las innovaciones se replican.
Cultivo de frijol en laderas de Danlí, Honduras. (Foto: CECRUCSO)
En el Oriente de Honduras, específicamente en Danlí y Teupacenti, CECRUCSO, una central de cajas rurales que forma parte del InnovaHub Oriente, ha sido un claro ejemplo del poder de estas metodologías. «Actualmente hemos llegado a 21 comunidades, fomentando actividades para una agricultura resiliente», señala el equipo técnico de CECRUCSO. «Hemos logrado capacitar a 162 productores, identificando limitantes y oportunidades para alcanzar mejores rendimientos y dar respuesta a los riesgos actuales de producción«.
La participación de CECRUCSO ha sido crucial para que más productores de granos básicos como el frijol adopten tecnologías sustentables en la región. Entre los logros más destacados se encuentran la implementación de cinco módulos de innovación que, a través de buenas prácticas agrícolas, han permitido aumentar la productividad. «Hemos aprendido que los desafíos de la producción agrícola se pueden enfrentar planificando, observando, y usando eficientemente nuestros recursos. Aceptamos e innovamos en nuestras parcelas y compartimos el conocimiento en nuestras comunidades», enfatiza el equipo técnico.
Parcelas de frijol de productores asociados a CECRUCSO. (Foto: CECRUCSO)
Uno de los casos más inspiradores es el de Cindy Marbeli Torres, una productora en la comunidad de San Francisco de Cuapa. Ella implementó un módulo de innovación y un área de extensión, adoptando prácticas como la preparación del terreno en camas y la fertilización óptima. Diana Carolina Salinas, representante de CECRUCSO, comenta: «Podemos ver entre el módulo y el área testigo la diferencia a la vista. Vamos a entrar a cosecha y podremos ver los resultados en términos de rendimiento».
Las innovaciones implementadas en las comunidades de Ocotillo Villa Santa, donde se estableció un módulo con el productor César Isidro Peña, son otro ejemplo. En esta comunidad varios miembros de CECRUCSO han adoptado prácticas sustentables que han resultado en un aumento de la productividad. «Se ha visto la respuesta positiva por parte de los productores en adoptar las innovaciones y el acompañamiento técnico también ha sido muy importante«, destaca Salinas.
Productoras de CECRUCSO en parcelas de frijol, Danlí, Honduras. (Foto: CECRUCSO)
Las fotografías que CECRUCSO ha compartido en el reciente Hub Meeting del InnovaHub Oriente no solo documentan el éxito de las innovaciones, sino que también resaltan la belleza de las parcelas, que parecen postales de lo bien cuidadas y productivas que lucen. Estas imágenes son un recordatorio del impacto positivo que las tecnologías agrícolas sustentables están teniendo en la vida de los productores.
A medida que los agricultores continúan recibiendo capacitaciones y apoyo técnico, se espera que los resultados sean aún más significativos. CECRUCSO, con su compromiso con la agricultura resiliente, sigue siendo un referente en la región, demostrando que la innovación, el trabajo en equipo y el conocimiento compartido son claves para enfrentar los desafíos de la producción agrícola en Honduras.
Ensayos de rotaciones en plataformas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: CIMMYT)
Ensayos de rotaciones en plataformas de investigación de CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: CIMMYT)
«La complejidad rotacional aumenta la producción del sistema de cultivo en condiciones de crecimiento más pobres» es el nombre de un nuevo artículo científico que da cuenta del innovador estudio que analiza datos de 20 experimentos de rotación de cultivos a largo plazo en América del Norte y que ofrece una nueva perspectiva sobre cómo la diversificación en la rotación de cultivos puede mejorar la productividad y la resiliencia en un entorno agrícola cada vez más incierto debido al cambio climático.
Este estudio “fue llevado a cabo por el Servicio de Investigación Agrícola (ARS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) como parte del proyecto Diverse Rotations Improve Valuable Ecosystem Services (DRIVES), pero gracias a nuestros experimentos a largo plazo pudimos aportar datos”, comenta Simon Fonteyne, Líder de Agronomía para América Latina de CIMMYT, quien resalta la importancia de esta investigación y el papel clave de los experimentos a largo plazo desarrollados en México.
“Los datos a largo plazo son críticos, ya que el impacto de las rotaciones de cultivos requiere múltiples ciclos para surtir efecto y las respuestas a menudo están condicionadas por otras prácticas de gestión (por ejemplo, regímenes de fertilidad o labranza), suelos y clima”, señala el estudio, el cual destaca cómo la diversificación de las rotaciones, al aumentar el número de especies y la duración de las mismas, contribuye a mejorar la producción de cultivos como maíz y soja.
El estudio también señala que, en algunos casos, la inclusión de cultivos de menor rendimiento, como los cereales pequeños, puede resultar en una reducción en la producción a nivel de rotación, lo que refleja las posibles compensaciones que los agricultores deben considerar.
El doctor Fonteyne comenta al respecto: “Entre los resultados destaca que la producción de maíz y soja aumentó a medida que aumentó el número de especies y la duración de la rotación, mientras que los resultados de las rotaciones completas variaron según el sitio, dependiendo de los cultivos presentes. Las rotaciones diversas redujeron la producción a nivel de rotación en ocho sitios debido a la adición de cultivos de menor producción, como los cereales pequeños, cuya menor rentabilidad no fue compensada por la mayor producción en maíz. En contraste, en los sitios con condiciones menos favorables para el maíz, el efecto a nivel rotación fue positivo».
La investigación subraya la importancia de adoptar rotaciones de cultivos más diversas como una estrategia para mitigar los riesgos asociados con un clima cada vez más impredecible: “Las rotaciones se pueden diversificar agregando cultivos anuales, cultivos de cobertura, cultivos perennes o alguna combinación de lo primero a una rotación simplificada. Se ha demostrado que las rotaciones con alta diversidad admiten múltiples servicios ecosistémicos, incluido el secuestro de carbono, supresión de plagas, y protección de la calidad del agua”, señalan los especialistas.
“Este tipo de investigación no solo nos permite entender mejor las dinámicas de los sistemas de cultivo, sino que también nos proporciona las herramientas necesarias para mejorar la productividad de manera sostenible”, señala Fonteyne, añadiendo que es fundamental destacar que el apoyo a los ensayos en México fue proporcionado por el proyecto MasAgro-Cultivos para México, financiado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, y la iniciativa Excelencia en Agronomía del CGIAR.
Carlos Beltrán, Presidente de la Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Évora invitando a sumarse a la campaña Sinaloa no quema. (Foto: Hub Pacífico Norte)
Carlos Beltrán, Presidente de la Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Évora invitando a sumarse a la campaña Sinaloa no quema. (Foto: Hub Pacífico Norte)
El 7 de septiembre se conmemora el Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, una fecha establecida por la ONU para crear conciencia sobre la importancia de mantener un aire limpio y reducir la contaminación atmosférica a nivel global. En este contexto, uno de los desafíos más apremiantes que enfrentan muchas regiones agrícolas es la quema de residuos agrícolas, una práctica común pero altamente perjudicial para el medioambiente y la salud pública.
En muchos países, especialmente aquellos con economías agrícolas prominentes, quemar residuos como tallos, hojas y cáscaras es visto como una solución rápida y económica para despejar los campos después de la cosecha. Este método, sin embargo, tiene consecuencias graves. La quema libera una mezcla tóxica de contaminantes al aire, incluyendo gases de efecto invernadero y contaminantes climáticos de vida corta, como el carbono negro, un componente que juega un papel crucial en el cambio climático.
El carbono negro no solo acelera el calentamiento global al absorber la luz solar y calentar la atmósfera, sino que también representa una amenaza directa para la salud humana. Este contaminante puede penetrar profundamente en los pulmones y el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de enfermedades respiratorias, cáncer y otras afecciones graves. Además, las quemas agrícolas generan dioxinas, compuestos altamente tóxicos y cancerígenos que resultan de la combustión incompleta de materiales que pueden contener plaguicidas.
Además de los impactos directos en la salud y el clima, las quemas agrícolas tienen consecuencias locales significativas. Las emisiones contaminantes afectan la calidad del aire en comunidades rurales, donde la exposición a niveles elevados de humo puede causar problemas respiratorios crónicos, especialmente en niños y personas mayores. Además, las quemas reducen la visibilidad en las carreteras, aumentando el riesgo de accidentes de tránsito.
En México, la quema de rastrojos es una práctica arraigada en muchas regiones agrícolas. No obstante, el CIMMYT, en colaboración con socios locales, ha lanzado la campaña «Sinaloa no quema«, con el objetivo de reducir esta práctica en el estado de Sinaloa, una de las principales zonas agrícolas del país.
La campaña promueve los beneficios de mantener el rastrojo en el suelo. El rastrojo, lejos de ser un desecho, actúa como un manto protector que ayuda a conservar la humedad del suelo, mejorar su estructura, y aumentar la fertilidad al descomponerse. Esta práctica, que forma parte de un sistema sustentable conocido como agricultura de conservación, es una de las estrategias clave que el CIMMYT impulsa para lograr una agricultura más sostenible y resiliente al clima.
Las investigaciones científicas apoyan firmemente la eliminación de las quemas agrícolas. Estudios demuestran que los suelos que conservan el rastrojo tienen una mayor capacidad para retener agua y nutrientes, lo que se traduce en rendimientos agrícolas más altos y sostenibles. Además, al evitar las quemas, se previene la liberación de contaminantes atmosféricos peligrosos, contribuyendo a un aire más limpio y a la salud pública.
En este Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, es crucial reflexionar sobre nuestras prácticas agrícolas y considerar alternativas que no solo protejan el medioambiente, sino que también aseguren la salud de las comunidades rurales. El CIMMYT, a través de iniciativas como «Sinaloa no quema», está comprometido a impulsar este cambio, promoviendo prácticas agrícolas sostenibles que beneficien tanto a los agricultores como al planeta.
Doña Otilia comparte los resultados obtenidos en su parcela durante el Hub Meeting del InnovaHub Occidente de Honduras. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Doña Otilia comparte los resultados obtenidos en su parcela durante el Hub Meeting del InnovaHub Occidente de Honduras. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
En San Juan Intibucá, Honduras, una comunidad llamada Buenos Aires es testigo de cómo la agricultura puede cambiar vidas y transformar comunidades. Doña Otilia Gómez, una agricultora que ha dedicado su vida al cultivo de la tierra, ha experimentado en carne propia cómo el acompañamiento técnico y las innovaciones agrícolas pueden marcar una diferencia profunda en la vida de las personas. Gracias al apoyo de la iniciativa AgriLAC Resiliente y todos los actores vinculados a sus InnovaHubs, doña Otilia ha logrado mejorar significativamente las condiciones de vida para ella y su familia.
AgriLAC Resiliente, una iniciativa del CGIAR, tiene como objetivo aumentar la resiliencia, sostenibilidad y competitividad de los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe. En Honduras, el InnovaHub Occidente se ha convertido en un motor clave para el establecimiento de plataformas de investigación y áreas de extensión —como la establecida en la parcela de doña Otilia—. Es en este contexto que Doña Otilia ha recibido acompañamiento técnico, específicamente de Norma Raquel Ferrera, del equipo técnico de AgriLAC en la región.
«San Juan Intibucá, Buenos Aires, Azacualpa es donde cultivamos todo: tomate, chile, bichuela, cilantro, y también maíz y frijol», dice doña Otilia, con una voz llena de orgullo y satisfacción por el progreso que ha logrado. «Desde antes, desde que tenemos la razón de acordarnos, mis padres sembraban maíz y frijol, y nosotros aprendimos a trabajar en las tierras con ellos», recuerda. Sin embargo, la forma en que ella y su familia cultivan la tierra ha cambiado radicalmente en los últimos años.
El testimonio de doña Otilia refleja el impacto positivo que ha tenido el acompañamiento técnico y las capacitaciones recibidas por especialistas de centros de investigación como el CIMMYT y la Alianza Bioversity-CIAT —ambos del CGIAR— junto con colaboradores locales. “Ya teníamos un poquito de conocimiento, pero no así como ellos lo enseñaron”, comenta, refiriéndose al proceso de capacitación recibido. “Empezamos a sacar mejores cultivos… primero probé las tecnologías en una tarea de tierra esto que me enseñaron, y cuando vi los resultados, me di cuenta de que había estado desperdiciando mucho tiempo y suelo”.
El proceso de transformación en la parcela de doña Otilia comenzó con un diagnóstico exhaustivo de su terreno, evaluando las características físicas, químicas y biológicas del suelo. Con base en este diagnóstico, se implementaron varias innovaciones: fertilización fraccionada, camas permanentes, manejo de rastrojo, densidad de siembra y el uso de productos agroecológicos como el caldo sulfocálcico. «Hicimos diferentes abonos… y cuando vi que una tarea de tierra me dio lo que antes necesitaba en muchas tareas, supe que tenía que seguir adelante», explica.
Doña Otilia durante la siembra de maíz, y fertilización al momento de siembra. (Foto: Raquel Ferrera)
Estas prácticas no solo han mejorado la productividad de su parcela, sino que también han involucrado a su familia en el proceso. «Tengo cuatro hijos… ellos están de acuerdo porque les digo: ‘Miren, este abono lo estamos haciendo para cuando ya venga la cosecha de frijol’», comparte doña Otilia, destacando cómo sus hijos, incluso el más joven, de 10 años, se ha involucrado notablemente en labores del campo.
Por su parte, su hijo mayor, de 17 años, está entusiasmado porque mira que “la agricultura sí es rentable, `por eso usted siempre tiene su dinerito, mamá’, me dice”, lo que a la señora Otilia le brinda la esperanza de un mejor futuro en su propio país, “porque mi esposo se ha ido para Estados Unidos, entonces las fincas estaban abandonadas y cuando él vino vio un cambio total en aquellas fincas que yo he trabajado recibiendo estas capacitaciones. ¿Y qué me dice? N´ombre (sic), me dice que qué cambios, que qué finca tan bonita porque miró la finca con una producción que nunca habíamos tenido”.
Doña Otilia ve en la agricultura sustentable una solución para reducir la migración, un fenómeno que afecta a muchas familias en Honduras y Centroamérica. Según datos de la ONU, alrededor de 281 millones de personas en el mundo eran migrantes internacionales en 2020, con América Latina y el Caribe siendo una de las regiones más afectadas. En Honduras, la falta de oportunidades en el campo es una de las principales causas de la migración.
«Mucha juventud se ha perdido, se han ido porque aquí dicen que no hay oportunidades para trabajar», comenta, decidida a demostrar lo contrario con los resultados visibles en su parcela. «Si hubiera más gente como ustedes que dedican ese tiempo de venir y enseñar… cómo cambiaríamos el mundo», dice, refiriéndose al equipo técnico que la ha acompañado en este proceso.
Gracias a las innovaciones y al apoyo recibido, doña Otilia ha logrado no solo mantener su parcela, sino hacerla más productiva y sostenible. «Ahora vendo más, ahora en lugar de comprar los frijoles yo vendo«, afirma con orgullo, mostrando que es posible construir un futuro mejor a través de la agricultura.
La historia de doña Otilia es un ejemplo claro de cómo la iniciativa AgriLAC Resiliente está logrando su objetivo de aumentar la resiliencia y sostenibilidad en los sistemas agroalimentarios de la región. A través de la colaboración entre todos los integrantes de los InnovaHubs los agricultores están adoptando prácticas que no solo mejoran la productividad, sino que también fortalecen la cohesión familiar y comunitaria, creando un entorno en el que las personas pueden prosperar sin necesidad de emigrar.
En palabras de doña Otilia: «Si uno da esos ejemplos, nuestros hijos ya no van a pensar como antes, ya no van a decidir irse, porque tienen suelos sanos que cultivar, que es lo más valioso».
La Fundación del Premio Mundial de la Alimentación ha nombrado a la exsubdirectora general de Investigación del CIMMYT, Marianne Bänziger, y al actual especialista en postcosecha del programa de Sistemas Agroalimentarios Sostenibles (SAS), Sylvanus Odjo, como dos de los pioneros agroalimentarios destacados en su lista inaugural de Top Agri-food Pioneers (TAP) de 2024.
La lista TAP, presentada por la Fundación con motivo de su 38.º aniversario, destaca a 38 innovadores de 20 países y seis continentes que están realizando contribuciones revolucionarias en la alimentación y la agricultura. Trabajando en una amplia gama de campos, incluyendo la agricultura, la agrotecnología, la nutrición, la educación y la defensa, estos pioneros encarnan el espíritu de innovación necesario para abordar los desafíos a los que se enfrentan los sistemas alimentarios globales hoy en día.
Liderando el camino: conoce a los pioneros agroalimentarios de 2024
Sylvanus Odjo, uno de los galardonados, es un especialista en postcosecha enfocado en el desarrollo e implementación de prácticas postcosecha para mejorar la seguridad alimentaria en las comunidades rurales. Lidera una red de plataformas de investigación en México, Centroamérica y África, en la que trabaja con colaboradores para llenar brechas de investigación y proporcionar recomendaciones clave a agricultores, el sector privado, gobiernos y ONG. Odjo tiene una maestría en Ciencia y Nutrición de Alimentos y un doctorado en Ingeniería Agrícola y Biológica, y centró su investigación doctoral en los efectos de los procesos de secado en la calidad del grano de maíz.
Marianne Bänziger, también reconocida en la lista TAP, obtuvo su doctorado en fisiología vegetal en el Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH) en Zúrich, Suiza, en 1992. Ocupó el cargo de subdirectora general de Investigación en CIMMYT, donde coordinó los esfuerzos para desarrollar variedades de maíz tolerantes a la sequía para los agricultores, y promovió enfoques innovadores como los métodos de mejora de la resistencia al estrés y los ensayos participativos. A lo largo de su carrera, ha ocupado puestos en ciencia y dirección. Bänziger tiene un impresionante historial de publicaciones, con más de 50 artículos y capítulos de libros en revistas internacionales.
Como la primera cohorte de la lista TAP, este grupo de pioneros crecerá anualmente para formar una red global dedicada a fomentar la colaboración y el aprendizaje compartido en los sistemas alimentarios. Estos pioneros también participarán en el Diálogo Borlaug 2024 en Des Moines, Iowa, del 29 al 31 de octubre.