El taller, al que asistieron 33 participantes de 14 países, se realizó en la sede del CIMMYT y destacó temas como el análisis de datos genotípicos derivados de la plataforma DArTseq y el análisis de vacíos de colecciones de germoplasma.
“Fue muy gratificante poder formar esta red Latinoamericana de bancos de germoplasma junto a nuestros colegas de la Alianza de Bioversity International y el CIAT,” afirmó Carolina Sansaloni, curadora del Banco de Germoplasma de Trigo y especialista en genotipado. “La capacitación e intercambio de conocimiento entre bancos de germoplasmas es fundamental para una mejor conservación, exploración y utilización de los recursos genéticos de cada país.”
Algunos de los participantes compartieron los siguientes comentarios y retroalimentación:
“Excelente iniciativa, es un apoyo fundamental para el fortalecimiento de los sistemas de conservación de recursos fitogenéticos y la creación de redes internacionales de colaboración. Mil gracias al CIMMYT y la Alianza de Bioversity International y el CIAT por la invitación”. Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), México.
“Excelente taller, un espacio muy importante de intercambio de conocimiento y experiencias además permite formar redes de trabajo colaborativo entre instituciones y profesionales de diferentes países con investigaciones afines”. Escuela de Ciencias Agrarias, Universidad Nacional Costa Rica
“Este taller me ha permitido entrar en contacto con compañeros de América Latina y abrir la posibilidad de trabajar juntos para avanzar en la caracterización y contribuir a la conservación de las colecciones que gestionamos”. Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Argentina
“Esta ha sido una semana de mucho provecho para mi como curador del banco de germoplasma de Brasil. Tuve contacto con muchos conceptos y herramientas nuevas que van a generar avances en mi trabajo”. Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária (EMBRAPA), Brasil.
El maíz, junto con el trigo y el arroz, proporciona alrededor del 30% de las calorías alimentarias a más de 4.500 millones de personas en 94 países en desarrollo. Estas estadísticas declaran que el maíz es un cultivo importante para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades pobres de África, Asia y América Latina.
La escasa diversificación de los alimentos en la dieta y el mayor consumo per cápita de maíz indican que una gran proporción de la población de los países en desarrollo carece de nutrientes esenciales como micronutrientes y aminoácidos.
Los rigurosos esfuerzos realizados por el mejorador de maíz del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), Surinder K. Vasal, y la química de cereales Evangelina Villegas a principios de la década de 1980 condujeron al desarrollo de un grano de maíz mejorado con mayor rendimiento y apariencia vítrea mediante la combinación de los sistemas de opacidad-2 y modificador genético utilizando el retrocruzamiento y selección recurrente. Estos esfuerzos condujeron al desarrollo de un maíz mejorado conocido como maíz con calidad proteica (QPM, en inglés).
El QPM garantiza la seguridad nutricional de las comunidades dependientes del maíz. Se describe como un maíz nutricionalmente superior con un alto contenido en lisina, triptófano y leucina, junto con un alto valor biológico y un elevado aporte de proteínas. El QPM también tiene un mayor contenido de proteínas no zeínicas (fracciones de albúmina, globulina y glutelina), que son ricas en lisina y triptófano.
El desarrollo del QPM fue fruto de una serie de esfuerzos realizados a lo largo de muchas décadas para desarrollar variedades prometedoras. El CIMMYT describió el término QPM para los genotipos de maíz con contenidos mejorados de lisina y triptófano y textura dura del endospermo. En la actualidad, el término QPM se refiere a los genotipos de maíz con alelos homocigóticos o2, con mayor contenido de lisina y triptófano, y sin albergar los efectos pleiotrópicos negativos del endospermo blando.
En los últimos años, el CIMMYT ha desarrollado varias variedades de QPM en muchos países con diferentes antecedentes genéticos. Sin embargo, para acelerar el despliegue de los maíces con calidad proteica a gran escala, se necesita un sistema de semillas vibrante y un modelo de negocio viable que garantice un compromiso activo de los productores de semillas, los agricultores y los consumidores.
Este artículo analiza la importancia y la cronología de diversos acontecimientos en el desarrollo y la difusión del QPM, la base y los sistemas genéticos, las estrategias de mejoramiento, los retos y las posibles oportunidades para su adopción. «Podemos considerar el artículo como un compendio de QPM en el que se abordan los antecedentes históricos y los avances científicos que serán útiles para los investigadores, estudiantes y otras personas que buscan una información completa sobre QPM», dijo AbduRahman Beshir, científico principal del CIMMYT y especialista en sistemas de semillas de maíz para Asia, que es coautor de la publicación.
Foto de portada: Los científicos han descubierto que el maíz con calidad proteica (QPM) puede mitigar la deficiencia de proteínas que se encuentra en el maíz normal. (Crédito: CIMMYT)
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) opera las actividades de 11 hubs —nodos de innovación— en México respaldados por una cartera de proyectos incluyendo MasAgro. Estos hubs están perfectamente definidos por las condiciones agroecológicas del territorio en el que se encuentran y su objetivo principal es la gestión de la innovación enfocada en sistemas agroalimentarios sostenibles y resilientes.
El Hub Bajío —que comprende los estados de Guanajuato, Michoacán y Querétaro— es dirigido por Erick Ortiz Hernández, quien, a través de la gestión integrada, busca mejorar la calidad de vida de los agricultores trabajando mano a mano con una gran red de actores promoviendo y validando tecnologías sustentables y escalables.
En 2010, Ortiz Hernández se unió al CIMMYT como colaborador en el estado de Michoacán, donde trabajaba como instructor de capacitaciones y certificaciones para técnicos, y en la gestión de módulos y plataformas del proyecto MasAgro. Esa experiencia le permitió convertirse en el gerente del Hub de la Península de Yucatán en 2015, y después de trabajar durante tres años en estado de Guanajuato, recientemente tomó el puesto de gerente del Hub Bajío.
Originario de una comunidad rural de menos de mil habitantes en el estado de Puebla, Ortiz Hernández estuvo en constante contacto con la agricultura desde temprana edad. Sin embargo, considera que la decisión de dedicar su carrera al sector agrícola no fue algo planeado, ya que al ingresar a la ingeniería en agronomía de la Universidad Autónoma Chapingo —la máxima casa de estudios agrícolas en México— notó lo identificado e interesado que estaba en la fitotecnia, eligiéndola como su especialidad.
«Como estudiante de Chapingo, sabes que el CIMMYT es una de las instituciones de investigación más importantes no solo en México, sino a nivel internacional,” comenta Ortiz Hernández. “La realidad es que, cuando yo recién egresé de la universidad, nunca me hubiera imaginado que podría ser parte de este gran equipo.”
Sostenibilidad a la medida
Actualmente, Ortiz Hernández coordina y gestiona la operación de distintos proyectos en el Hub Bajío, tanto en el sector público, como privado. Todos estos proyectos operan bajo los mismos objetivos: monitorear y atender las actividades en la cadena de valor para mejorar los sistemas de producción, producir más con menos mediante prácticas de agricultura de conservación y de precisión, y lograr una vinculación exitosa con el mercado.
Uno de estos proyectos es Cultivando un México Mejor de HEINEKEN México, en el cual, a través de la investigación generada por el CIMMYT y la implementación de mejores prácticas de manejo, se exploran los requerimientos para el cuidado del agua empleada en los procesos diarios de cultivo.
Estas acciones son de suma importancia, ya que cada año se desgastan los mantos freáticos de la región debido al uso desmedido del agua donde aproximadamente el 80% del consumo de este recurso natural es destinado a las actividades agrícolas.
Ortiz Hernández explica que la producción de un kilo de trigo en la región requiere en promedio 1,500 litros de agua. No obstante, él y su equipo han demostrado que pueden reducir el consumo de agua de un 30 a 50% implementando prácticas que permiten el ahorro del agua sin disminuir los rendimientos e idealmente, con costos de producción bajos.
Ortiz Hernández en un cultivo de cebada en el que se implementan practicas sostenibles y climáticamente inteligentes en Guanajuato, México. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)
Vinculación para el éxito
El Hub Bajío también gestiona MasAgro Guanajuato, el programa de colaboración entre el gobierno de Guanajuato y el CIMMYT, cuyo objetivo es apoyar el mejoramiento tecnológico de la producción agroalimentaria tradicional para implementar acciones de diagnóstico, diseño, validación, demostración e inducción al uso de innovaciones tecnológicas sostenibles.
Una de las situaciones actuales que enfrenta este programa es que los productores de la zona realizan la fertilización en los cultivos al voleo o dejan el fertilizante sobre la superficie, lo que resulta en un aprovechamiento ineficiente del suelo. El equipo técnico de MasAgro Guanajuato identificó este problema y la posibilidad de mitigarlo, creando vínculos de colaboración con empresas líderes en la fabricación de maquinaria agrícola en el estado, para diseñar y producir una herramienta que cumple con este propósito.
“Trabajando desde lo local, logramos que los actores aporten lo que se necesita para que los agricultores tengan acceso a la tecnología adecuada,” explica Ortiz Hernández. “Lo que esperamos con este tipo de proyectos no es beneficiar a los 500 o 1000 productores con los que trabajamos directamente, sino que, a través de la asociación, podamos escalar y multiplicar esos números generando un impacto en la región.”
Ortiz Hernández ve su rol gerencial como un rol estratégico en el que tiene la libertad de innovar trabajando en equipo para generar modelos, procesos y herramientas, y que además tiene la oportunidad de proponer y gestionar con los actores de la región para sumar esfuerzos y alinear objetivos en común.
“Tal vez no hay momento más satisfactorio que cuando estas con un productor en la cosecha y ves su cara felicidad debido a los buenos resultados. Cuando sabes que contribuiste, aunque sea con poco, te sientes bien y llegas a casa contento,” dice Ortiz Hernández.
Una de sus metas personales, y algo que intenta incorporar en cualquier proyecto, es concientizar a la sociedad respecto a la importancia de los agricultores en la seguridad alimentaria global. “Tenemos que ver a los agricultores como lo que son: las personas que aseguran que la comida llegue a nuestras mesas y quienes garantizan la cantidad y la calidad de los alimentos. Es importante reconocer sus esfuerzos diarios.”
Carlos Barragan García trabaja en la fertilidad del suelo y el desarrollo de modelos de negocio incluyentes de pequeños productores que atiendan cadenas cortas agroalimentarias. Estudió la ingeniería en agroecología en la Universidad Autónoma Chapingo y es colaborador del proyecto MasAgro en el estado de Oaxaca, México, donde trabaja adaptando sistemas de producción a pequeña escala al cambio climático. Carlos recibió recientemente el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la categoría de Agente de Cambio por su participación en este trabajo.
Los premios, una iniciativa del Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), buscan reconocer las contribuciones de mujeres y hombres jóvenes que están implementando innovaciones en los sistemas agroalimentarios basados en maíz de América Latina. Esta es la tercera entrega de los premios, después de la entrega en Asia en octubre de 2018 y la entrega en África en mayo de 2019. La ceremonia de entrega de los premios tuvo lugar en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia, el 9 de octubre de 2019.
Carlos Barragan García (al centro), recibe el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina de parte de los científicos del CIMMYT Luis Narro (a la izquierda) y Félix San Vicente (a la derecha). (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Cual fue tu inspiración para dedicarte a la agricultura?
R: Mi bisabuelo era campesino, el sembraba en un pueblo que se llama Zapotitlán Salinas, en el estado de Puebla, México, que es un pueblo semiárido. Recuerdo que en los últimos años de su vida su producción se veía afectada de alguna manera y no lograba cosechar nada a diferencia de cuando yo era niño e íbamos al campo a desgranar maíz y comer elotes, en esos tiempos había mayor producción.
Yo siempre he creído que se puede mejorar y pensé que no era justo que mi abuelo —que toda su vida se había dedicado a la agricultura— al final no tuviera la felicidad de cosechar como lo hacía antes.
Varios de mis compañeros de secundaria y yo entramos a la Universidad Autónoma Chapingo, y yo elegí estudiar agroecología con la esperanza de poder ayudarle a mi abuelo a mejorar sus sistemas de producción.
Cuando ya tenía conocimientos en agronomía, visitaba a mi abuelo y le hacía recomendaciones para mejorar su producción. En ocasiones, no las aceptaba porque no le parecían viables, le parecían costosas. Fue por eso que decidí cambiar mi enfoque por uno que ayudara a los agricultores a trabajar con alternativas menos costosas y con las que pudieran obtener algún otro beneficio en el proceso.
Carlos Barragan García en el campo. (Foto: Aportación)
P: Háblanos de tu innovación.
R: Mi innovación se debe al trabajo que he desarrollado desde hace un par de años con el Hub Pacifico Sur en México. La innovación consiste en adaptar sistemas de producción de pequeña escala al cambio climático fortaleciendo la fertilidad de los suelos con la diversificación y rotación de cultivos para lograr un incremento sostenible en la producción de maíz a mediano plazo.
En 2016 empezamos a trabajar con maíces nativos en los Valles Centrales de Oaxaca, en donde la mayoría de la agricultura es tradicional, hay bajo uso de insumos y se ha ido perdiendo la fertilidad del suelo, así que a partir del 2017 comenzamos a promover rotaciones con leguminosas a través del establecimiento de vitrinas de cultivos, en las cuales se sembraron franjas de leguminosas y gramíneas y se llevó a cabo un evento demostrativo con productores en la etapa de llenado de grano para que evaluaran el desempeño de cada cultivo. En 2018 buscamos otras alternativas de cultivos que nos ayudaran a aportar fosforo del suelo y probamos soya, girasol y canola.
Hay productores con los que hemos colaborado desde 2016 y han logrado pasar de los 600 kg de maíz criollo blanco raza bolita hasta 4 ton/ha. y 2.5 ton/ha. de maíz amarillo o negro raza bolita. Además de obtener un segundo cultivo como garbanzo, girasol, canola, frijol, calabaza, amaranto, veza, tritricale, trigo y alverja, cada productor hace un manejo diferente.
En Oaxaca, una de las principales producciones es la del maíz blanco, pero los maíces pigmentados tienen antioxidantes como la antocianina. Comenzamos a trabajar con maíces pigmentados para mejorar la alimentación de las familias con las que colaboramos. Sin embargo, no había posibilidad de colocar los excedentes de producción de maíces de colores en el mercado y al buscar compradores nos ofrecían condiciones de compra que no eran atractivas al productor. Posteriormente, nos vinculamos con la Unión de Productores de Traspatio Oaxaqueño SPR de RL que tenía la intención de hacer un modelo de negocio incluyente de pequeños productores de maíces nativos. En 2019, establecieron la primera tortillería de maíces nativos Xúb Maíz en la ciudad de Oaxaca de Juárez. Cinco productores con lo que trabajamos tienen excedentes de producción y comenzaron a venderle a la tortillería su maíces blancos y pigmentados. Eso ha motivado a que más productores se animen a innovar para mejorar de manera sostenible sus rendimientos.
P: ¿Cómo te sientes al haber sido nombrado uno de los ganadores de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina?
R: Me siento muy agradecido con la vida. He reflexionando el hecho de estar aquí en Colombia, en la Reunión Latinoamericana del Maíz y el IV Congreso de Semillas y ser considerado uno de los ganadores de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz – América Latina y sé que soy muy afortunado. Muchas personas con las que estudie la primaria no terminaron una carrera universitaria y los que sí lo hicieron, algunos no tienen la dicha de trabajar haciendo lo que les gusta; yo tengo la posibilidad de trabajar haciendo lo que me gusta con el apoyo de mi familia, amigos y colegas que me han hecho crecer profesionalmente para poder ofrecerle mejores alternativas a los agricultores. Me siento contento de estar aquí y escuchar a científicos con bastantes años de experiencia en la producción de maíz hablar sobre su trabajo en América Latina. Me llevo muchos aprendizajes y ganas de probar lo que se ha presentado a lo largo de estos días.
Carlos Barragan García presenta su innovación en la ceremonia de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia. (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Qué consejo le darías a otros jóvenes interesados en la agricultura?
R: Existe una gran demanda de alimentos y es necesario que los jóvenes se involucren para que sean ellos los científicos, los ingenieros y los productores que a mediano plazo alimenten al mundo.
Por otro lado, me parece importante mencionar que, si se tratan de jóvenes mujeres, deben saber que en México ha habido demasiada migración de hombres, y cada vez son más las mujeres que trabajan el campo. Es necesario que las mujeres participen cada vez más en los sistemas de producción. Las mujeres necesitan empoderarse más para que juntos trabajemos por mejores sistemas e innovaciones que nos ayuden a alcanzar la meta de alimentar al mundo en 2050.
Lucio Reinoso es ingeniero agrónomo con maestría en ciencias agrarias de la Universidad Nacional del Sur, Argentina. Él y su equipo en la Universidad Nacional de Río Negro y en la Estación experimental Valle Inferior del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) desarrollaron una sembradora que permite a los productores sembrar sobre el surco del año anterior y dejando el rastrojo en la superficie, ayudándolos a implementar prácticas de agricultura de conservación y proteger al medio ambiente. Lucio Reinoso recibió recientemente el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la categoría de Investigador por su participación en este trabajo.
Los premios, una iniciativa del Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), buscan reconocer las contribuciones de mujeres y hombres jóvenes que están implementando innovaciones en los sistemas agroalimentarios basados en maíz de América Latina. Esta es la tercera entrega de los premios, después de la entrega en Asia en octubre de 2018 y la entrega en África en mayo de 2019. La ceremonia de entrega de los premios tuvo lugar en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia, el 9 de octubre de 2019.
Lucio Reinoso (a la derecha), recibe el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina de parte de los científicos del CIMMYT Luis Narro (a la izquierda) y Félix San Vicente (centro). (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Cual fue tu inspiración para dedicarte a la agricultura?
R: Mi familia es agricultora, siembra trigo y se dedica a la actividad ganadera, eso fue lo que me llevo a perseguir una carrera en agronomía.
Después de graduarme me mudé a Rio Negro en la Patagonia y noté que los sistemas de producción son totalmente distintos a lo que yo conocía, hay que regar durante todo el ciclo, y al poder regar se pueden cultivar varias cosas que en la zona en la que yo estaba no se podía, así que empecé a trabajar el maíz que es el cultivo que se adapta muy bien —en Argentina— a diferentes condiciones.
P: Háblanos sobre tu innovación.
R: En equipo desarrollamos una sembradora que permite sembrar sobre el surco del año anterior. Primero se prepara el suelo, se hace el surco, se riega y una vez que se saca el maíz; se vuelve a sembrar con el rastrojo que quedó, es decir, trabajamos con el sistema de labranza cero.
Esta innovación tiene muchas ventajas: mejora la distribución del agua de riego en la parcela, los tiempos de avance, y la infiltración hacia zonas donde existen raíces y no a profundidades no deseadas donde las plantas no la pueden sacar, por lo que la eficiencia de los parámetros de riego es mayor. Hay ahorro de combustible porque no roturamos el suelo y reducimos las emisiones de carbono del tractor, lo que nos permite tener el suelo cubierto con el rastrojo, el cual disminuye la evaporación directa del suelo, protege de la erosión y mejora la cantidad de macro y mesofauna edáfica (por ejemplo, lombrices). Estas técnicas ayudan a mitigar una parte del cambio climático porque capturamos carbono a través del manejo de rastrojo. A su vez, el rendimiento es similar al alcanzado con labranza convencional y practicamos técnicas que protegen al medio ambiente.
P: ¿Cómo te sientes al haber sido nombrado uno de los ganadores de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina?
R: Ser considerado uno de los jóvenes innovadores ganadores de América Latina que buscan tener impacto —sobre todo en los pequeños productores— es un reconocimiento muy importante y una satisfacción muy grande. Realmente lo aprecio y creo que esto me va a servir para poder trabajar en red con el CIMMYT o con otras instituciones para colaborar en equipo.
Los premios son una ventana para llegar a muchos lados, ya que la sembradora pudo quedarse solamente en la Patagonia y ahora, a través del CIMMYT, puede llevarse a más personas y se puede seguir adaptando a distintos sistemas productivos.
Lucio Reinoso presenta su innovación en la ceremonia de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia. (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Cuáles son tus esperanzas y expectativas a futuro?
R: La producción de maíz en Argentina es principalmente para exportación, en especial de maíz amarillo. Hay una zona productora, la Pampa Húmeda, que concentra este tipo de producción a mayor escala. En las economías regionales, las cuales cuentan con la mayor diversidad de maíces para consumo humano y animal, la producción va a cargo de los pequeños productores.
En la región en la que estoy se están incorporando maíces bajo riego y rotación, y los productores lo están adoptando con semillas hibridas, siembra mecanizada y la sembradora que mi equipo y yo hicimos. Mi expectativa a futuro es seguir capacitándome. Quiero culminar un doctorado relacionado con los sistemas de producción en maíz de alta producción y con modelos de simulación productiva. Creo que hay una limitación varietal y de fertilidad que nos está frenando en la región, específicamente en los valles irrigados del norte de la Patagonia, es por eso que me gustaría poder desarrollar materiales adaptados con alto potencial de rendimiento bajo riego donde las condiciones climáticas, de radiación y temperatura son aptas para obtener un mayor rendimiento.
P: ¿Qué consejo le darías a otros jóvenes interesados en la agricultura?
R: En los próximos años, la agricultura va a ser una “agricultura 4.0” en la que las cuestiones en electrónica y tecnología serán aún más avanzadas. Actualmente, tenemos imágenes satelitales, analizamos el espectro de emisión del cultivo, tenemos modelos de simulación agronómica, entre otras cosas. La agricultura se está tecnificando e incorporar estas tecnologías requiere de profesionales capacitados y si te interesa, puedes prepararte.
Por otro lado, dedicarse a la investigación es también algo muy bueno porque los buenos resultados impactan a los productores.
La comida es la base de toda sociedad y siempre hay trabajo en esta área porque es extensa, en Argentina comemos al menos 4 veces al día y detrás de esos alimentos diarios hay un agrónomo que dirige las tareas que el productor hace, por lo tanto, es importante tener gente formada en el área para poder abastecer la demanda de alimentos que el mundo precisa.
Omar Garcilazo Rahme ayuda a los pequeños productores en México a mejorar su nutrición y condiciones de vida cultivando huitlacoche, un hongo comestible que se desarrolla en el maíz y es apreciado en el mercado por los consumidores y chefs. Omar desarrolló una técnica sencilla que permite a los productores cultivar el hongo Ustilago maydis o huitlacoche sin tener que recurrir a inversiones en infraestructura como invernaderos o la modificación de un sistema tradicional de producción de maíz logrando excelentes resultados. Omar recibió el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la categoría de Investigador por su contribución en este trabajo.
Los premios, una iniciativa del Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), buscan reconocer las contribuciones de mujeres y hombres jóvenes que están implementando innovaciones en los sistemas agroalimentarios basados en maíz de América Latina. Ésta es la tercera entrega de los premios, después de la entrega en Asia en octubre de 2018 y la entrega en África en mayo de 2019. La ceremonia de entrega de los premios tuvo lugar en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia, el 9 de octubre de 2019.
Omar Garcilazo Rahme (al centro), recibe el Premio de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina de parte de los científicos del CIMMYT Luis Narro (a la izquierda) y Félix San Vicente (a la derecha). (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Cuál fue tu inspiración para dedicarte a la agricultura?
R: Desde pequeño siempre he tenido un particular interés en la calidad de los alimentos, vengo de una familia de químicos, así que siempre estuve sumergido en la ciencia y sus procesos, por eso decidí estudiar la ingeniería en alimentos y posteriormente un posgrado en agroecología.
He trabajado en la industria alimentaria durante mucho tiempo y lo que me llevo a enfocarme en la agricultura fue la problemática que estamos enfrentando de manera global en materia de salud debido al consumo desmedido de alimentos industrializados, el escaso desarrollo para incluir opciones naturales que le permitan a la gente tener una buena nutrición y el potencial de México para desarrollar productos de calidad.
Estoy interesado en ayudar a que la gente tenga una mejor alimentación y quiero ser parte de un sistema que convierte los esfuerzos en una realidad. Afortunadamente, creo que eso se podría lograr con mi innovación, la cual es solo un esfuerzo de muchos que podemos alcanzar en este país.
P: Háblanos sobre tu innovación.
R: La innovación que presenté fue parte de mi investigación de posgrado y desde su inicio, el principal objetivo ha sido ayudar a la gente a consumir alimentos más nutritivos, y que, al adoptar la innovación, mejoren sus condiciones de vida. Esta innovación consiste en incorporar el hongo comestible de Ustilago maydis o huitlacoche —como lo conocemos en México— al sistema de producción de maíz en cultivos a cielo abierto. El huitlacoche es generalmente producido en condiciones controladas en invernadero. La innovación dependía de encontrar una técnica sencilla que permita a los pequeños productores cultivar este hongo sin hacer modificaciones en su sistema de producción de maíz.
En el proceso se evalúa la susceptibilidad del inoculo del Ustilago maydis en sembradíos de maíz a cielo abierto a través de una técnica accesible y de bajo costo para los pequeños y medianos productores, que son quienes enfrentan las condiciones más complejas para incorporarse al mercado.
La técnica de producción del hongo comestible consiste en inocular la planta de maíz al inicio de la etapa fenológica R1 (inicios de jilote) y para lograr el resultado deseado es importante considerar tres factores principales: la calidad del inóculo adecuada, la variedad hospedera del maíz y las condiciones climatológicas adecuadas para la incubación.
El huitlacoche es un hongo comestible alto en proteína y contiene casi dos veces más proteína que el maíz. Por otro lado, en términos económicos, mientras que un kilo maíz se vende por menos que un dólar, un kilo de huitlacoche se vende entre uno y cuatro dólares, lo que es un incremento sustancial. Este hongo es una fuente de proteína que podemos obtener después de 20 o 30 días de incubación.
Omar Garcilazo Rahme presenta su trabajo en la ceremonia de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina en la XXIII Reunión Latinoamericana de Maíz en Montería, Colombia. (Foto: Carlos Alfonso Cortes Arredondo/CIMMYT)
P: ¿Cómo te sientes al haber sido nombrado uno de los ganadores de los Premios de Innovación Juvenil en Maíz 2019 – América Latina?
R: Siento mucha emoción y alegría. El día que recibí el correo en el que me anunciaban que había sido ganador fue impactante y estoy muy agradecido de que mi trabajo se valore de esta manera.
Espero que esto nos sirva a los ganadores en las diferentes categorías y a mí para difundir y ayudar a muchas más personas dedicadas al maíz, y mejorar los sistemas que actualmente tenemos.
P: ¿Cuáles son tus esperanzas y expectativas a futuro?
R: Espero seguir colaborando en el desarrollo de alimentos que nos ayuden a todos, que tengamos mejores herramientas y productos de calidad para tener una alimentación mejor. Los jóvenes estamos dispuestos a proponer y ahora, nos sentimos responsables de aportar más en términos de innovación y tecnología.
México es un país que alberga una gran diversidad de maíz, que no es solamente un cultivo más para nosotros, es la base de nuestra alimentación, es incluso una referencia cultural y ancestral. Prácticamente estamos hechos de maíz, comemos maíz todo el día a todas horas.
Omar Garcilazo Rahme posa con los frutos de su innovación: Huitlacoche que creció en los campos de los agricultores a los que ayuda usando un método innovador a cielo abierto. (Foto: Aportación)
No obstante, creo que faltan muchas cosas por hacer, me da gusto que haya organismos como el CIMMYT para seguir desarrollando este tipo de propuestas para el maíz, un cultivo de suma importancia a nivel mundial. Los usos y aplicaciones del maíz son muy variados y creo que podemos encontrar aún muchos más, ya que es una planta que ha convivido con la humanidad desde hace bastante tiempo y todavía hay mucho que aprender de ella.
P: ¿Qué consejo le darías a otros jóvenes interesados en la agricultura?
R: Si la agricultura o la alimentación están dentro de sus intereses o tienen curiosidad por entenderlas —porque al final se terminan entrelazando— yo les diría a los jóvenes que se necesita mucha paciencia y ganas de explorar. La agronomía hoy en día, al igual que todas las ciencias, se interrelaciona con las herramientas tecnológicas ya que no solo se trata de las semillas, la tierra y el hombre, ahora se trata de las semillas, la tierra, la tecnología y el hombre, y aún falta mucho por desarrollar y entender.
La ciencia ha resuelto problemas relacionados con el hambre y otras complejidades en el mundo a lo largo de la historia y lo seguirá haciendo, pero hace falta darle un giro a la agricultura, la agronomía y la alimentación de una manera más sostenible.