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Una vez, en una parcela muy, muy lejana…

Verti, uno de los protagonistas de la historieta Las aventuras de Verti y Andi. (Ilustración: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Verti, uno de los protagonistas de la historieta Las aventuras de Verti y Andi. (Ilustración: Francisco Alarcón / CIMMYT)

Verti y Andi son dos trocitos de suelo que viven en parcelas vecinas, pero muy diferentes: Don Crecencio, dueño de la parcela donde vive Andi, siembra con agricultura de conservación y por eso Andi y toda su familia y amigos están sanos.

Don Renecio, dueño de la parcela donde vive Verti, remueve mucho el suelo y quema la parcela, por eso es que, lamentablemente, la vida de Verti, su familia y amigos, corre peligro debido a la forma en que don Renecio cultiva su parcela. 

¿Podrán estos dos amigos convencer a don Renecio de que siembre con agricultura de conservación igual que don Crecencio? Síguelos en sus aventuras y apóyalos en su importante misión.

Esta historieta está dedicada a las nuevas y futuras generaciones de héroes de la alimentación que, desde la agricultura, podrán cambiar el mundo.

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El nitrógeno y sus fuentes

Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

Desde que el conflicto entre Rusia y Ucrania estalló y el costo de los fertilizantes nitrogenados para la agricultura se elevó notablemente, sin que a la fecha haya disminuciones notables, el interés por conocer alternativas y maneras adecuadas de fertilizar se ha incrementado entre los agricultores.

“Una de las razones importantes  para incrementar la eficiencia de la fertilización mediante enfoques como el de las 4R no solo es que la fertilización sea un procedimiento menos costoso para el agricultor, sino también para reducir o minimizar las pérdidas ambientales que tiene sobre todo el nitrógeno y el fósforo, los cuales tienen considerables repercusiones para el medioambiente”, señala Iván Ortiz-Monasterio, científico principal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Las 4R de la nutrición de las plantas son un concepto que se refiere a la fuente correcta, la dosis adecuada, el momento adecuado, y el lugar correcto (rigth source, rigth rate, rigth moment and right place, en inglés, por lo que derivo en 4R). Estos cuatro factores son los que van a definir con cuánta eficiencia el cultivo puede absorber los diferentes nutrientes, particularmente el nitrógeno, el fósforo y el potasio.

Con respecto a la fuente, estas pueden ser de dos tipos: los primeros son los fertilizantes procesados, que son los que generalmente manejan los agricultores; y los segundos son los fertilizantes de origen orgánico, como los cultivos de cobertura, las leguminosas, los abonos animales, las compostas, los residuos de cultivos, e incluso, bajo ciertas circunstancias, el agua de riego, explica Ortiz-Monasterio.

En México y América Latina en general, las pérdidas durante la fertilización suelen ser altas porque nutrientes como el nitrógeno se volatiliza (se estima que en México las pérdidas promedio de nitrógeno por volatilización son de 18%), lixivia (proceso por el cual los nutrientes y minerales son arrastrados por el agua) o percola (pérdida de agua hacia las capas de la tierra).

Por lo anterior, es importante saber en qué estado o momento se pueden aprovechar mejor los nutrientes. Así, “Siempre que podamos utilizar una fuente amoniacal, ya sea urea, sulfato de amonio, es la preferible porque  se podrá tener durante un periodo de una forma más segura y menos propensa a pérdidas”, menciona el investigador del CIMMYT. 

“Otra fuente de nutrientes son los rastrojos del cultivo, por ejemplo, cinco toneladas de rastrojo tienen cerca de 25 kg de nitrógeno. Esto es prácticamente un saco de urea”, menciona el investigador a la vez que describe cómo en el Hub Bajío del CIMMYT desarrollaron un ejercicio de equivalencia de cantidad de rastrojo a dinero, lo que permite afirmar que algunos agricultores, al quemar el rastrojo, queman ese dinero y “otros lo malbaratan porque lo venden muy barato para que se lo coman los animales”. 

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Diversificar cultivos es diversificar beneficios

Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)
Cultivo de maíz con mínima labranza y rastrojos sobre la superficie. (Foto: Hub Bajío-CIMMYT)

Aunque actualmente hay más información disponible sobre la agricultura de conservación, siguen existiendo muchas dudas por parte de los agricultores quienes, al desconocer información específica sobre cómo implementar este sistema, muchas veces optan por no hacerlo ante el temor de perder su inversión. 

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

Este sistema de producción tiene tres componentes básicos: 1) la cobertura del suelo con rastrojo, 2) la mínima labranza, y la diversificación de cultivos. Estos componentes aportan sus mejores beneficios cuando se implementan en conjunto. 

“Un beneficio de tener la cobertura del suelo y la rotación de cultivos, por ejemplo, es que estos dos componentes de la agricultura de conservación hacen que no tengamos malezas. Como pueden ver aquí básicamente no hay ninguna mientras que donde tenemos agricultura convencional está lleno de malezas”, menciona el investigador Simon Fonteyne mientras señala dos parcelas experimentales del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Texcoco, Estado de México, que contrastan notablemente. 

“Aquí tenemos labranza convencional sin residuos; como no tenemos cobertura, el suelo está cubierto con oxalis (Oxalis corniculata) o acederilla, uno de sus nombres comunes; algunos pastos, coquillo (Cyperus esculentus). Lo que ocurre es que la labranza controla las malezas al momento de las siembras, pero después también genera condiciones para que las malezas prosperen. En cambio, donde tenemos la agricultura de conservación vemos que no tenemos casi nada de malezas”, continúa Fonteyne, quien es el coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Además de ayudar a controlar malezas, la diversificación de cultivos permite que los suelos estén en un mejor estado general porque ayuda a reponer las capacidades del suelo en medida que cada cultivo tiene necesidades y aportaciones de nutrientes diferentes (por ejemplo, las leguminosas ayudan a reponer los niveles de nitrógeno del suelo); o bien, algunos cultivos tienen propiedades agronómicas particulares que resultan útiles en ciertos contextos (el girasol, por ejemplo, ayuda a descompactar el suelo gracias a sus raíces pivotantes).

Diversificar cultivos (a través de rotaciones, asociaciones o relevos) permite también romper con los ciclos de diversas plagas y enfermedades. Ya que cada plaga tiene hábitos o un comportamiento específico asociado a un cultivo particular, al variar los cultivos estos ciclos pueden romperse. 

En el plano de la comercialización y la seguridad alimentaria la diversificación de cultivos también tiene beneficios, ya que incrementa la variedad de las dietas de las familias productoras, o bien, contribuye a tener una producción adicional en distintos momentos. 

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Mejores suelos para las próximas generaciones

Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)
Parcela con cobertura de rastrojo en el Bajío. (Foto: Hub Bajío / CIMMYT)

De acuerdo con las Naciones Unidas, a causa de la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía cada año se pierden más de 12 millones de hectáreas de tierra —superficie similar a la de Corea del Norte— afectando a más de 3 mil millones de personas, particularmente en comunidades pobres y rurales. Con estos números, se estima que en los próximos 25 años la degradación de las tierras podría reducir la productividad agrícola hasta en un 12 %, haciendo que los precios de los alimentos aumenten hasta en 30 %. 

En este contexto, donde más de la mitad de los terrenos agrícolas del mundo presenta algún tipo de daño, y donde la conversión de terrenos en tierras de cultivo y la prevalencia de prácticas agrícolas inadecuadas favorece la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, es urgente impulsar acciones que permitan tener suelos sanos y alimentos de mejor calidad de manera sostenible. 

Agriba Sustentable es una alianza estratégica entre PepsiCo México, Grupo Trimex y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). A través de esta iniciativa se promueve entre los productores del Bajío mexicano prácticas sustentables —como la agricultura de conservación— que permiten cuidar el suelo y facilitan que el productor tenga mayores ganancias en comparación con las prácticas convencionales.

“Yo creo que es nuestra responsabilidad como agricultores dejarles a las próximas generaciones un mejor suelo. Con agricultura de conservación yo he estado viendo que el cultivo sufre menos, es más natural la fertilización, la nutrición del cultivo como que se hace más natural”, comenta Manuel Valerio, uno de los productores del Bajío que participa en el proyecto. 

La agricultura de conservación es un sistema sustentable que tiene como componentes básicos la mínima labranza, la cobertura del suelo con residuos agrícolas (rastrojos) y la diversificación de cultivos. Al implementar este sistema se pueden observar diversos beneficios: menos gasto de diésel, uso más eficiente del agua, menos malezas, suelos más sanos —con mejor estructura, mejor infiltración de agua y más materia orgánica— y ahorros en costos de producción en general. 

En el primer ciclo de Agriba Sustentable han participado más de doscientos productores, implementando en un poco más de dos mil hectáreas prácticas sustentables enfocadas a la conservación del suelo, el uso eficiente del agua y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero —al reducirse la labranza se favorece que los suelos cumplan con funciones ambientales importantes como la captura de carbono, y también se disminuye el número de pasos de maquinaria, lo que permite reducir el uso de combustibles fósiles—. 

En las parcelas que participaron en Agriba Sustentable durante este primer ciclo se redujo casi en 18 % la emisión de gases de efecto invernadero y se contribuyó a la optimización del consumo de agua. Además, los productores participantes tuvieron ahorros del 22 % en los costos de producción por hectárea. 

En un escenario donde el cambio climático se acelera, la degradación de los suelos aumenta y el suministro de agua es incierto, y donde además los medios de subsistencia y la capacidad de hacer frente a los desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos también son afectados, proyectos como Agriba Sustentable contribuyen a hacer un uso más eficiente de los recursos (particularmente suelo y agua) en la producción de alimentos, permitiendo además que los productores participantes tengan ahorros en sus costos de producción. 

“Me gustó lo que hice con agricultura de conservación y voy a seguir implementando esa parte e invitando a otros productores a que prueben este sistema y verán que se ahorran y económicamente les va a ir mejor”, concluye Carlos Verdín, otro de los productores que participan en Agriba Sustentable.

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¿Por qué el mínimo movimiento del suelo favorece la salud del planeta?

Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Parcela en agricultura de conservación en Texcoco, Estado de México. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Un suelo que es removido constantemente, y que además se queda sin cobertura, pierde su estructura, que es uno de los principales indicadores de que está sano y es productivo. 

La estructura del suelo hace referencia al tamaño, forma y arreglo de sus partículas, a la continuidad de los poros que le confieren su capacidad para retener y transmitir agua, aire y nutrientes y, por lo tanto, la capacidad de propiciar el crecimiento y desarrollo de raíces fuertes.  La estructura del suelo se expresa, comúnmente, como el grado de estabilidad de agregados, es decir, de partículas de suelo unidas en partículas mayores, cohesionadas como si fueran bloques o terrones de diversos tamaños. 

En suelos donde la labranza es mínima y se retienen los residuos de la cosecha anterior mejora la distribución de agregados en comparación con la labranza convencional. El sistema que integra estas dos prácticas fundamentales para mejorar la estructura del suelo es —más un tercer componente que es la rotación de cultivos— es conocido como agricultura de conservación. 

La agricultura de conservación es un concepto amplio. Se trata de un sistema donde el énfasis no solo cae sobre el componente de la labranza sino sobre la combinación de los tres componentes —mínima labranza, cobertura del suelo y diversificación de cultivos—que son aplicables a una amplia variedad de sistemas de producción de cultivos, desde condiciones con baja productividad en temporal hasta condiciones con alta productividad en riego. 

La aplicación de los componentes de la agricultura de conservación puede llegar a ser muy diferente de un sistema de producción a otro. Esta es una de las ventajas del sistema, su adaptabilidad. Así, por ejemplo, la mínima labranza en condiciones con riego por gravedad puede desarrollarse bajo un sistema de camas permanentes con riego por surcos.

“La reducción de labranza es un componente realmente importante porque la calidad del suelo se va haciendo cada vez más baja en los sistemas de labranza convencional. Al seguir realizando labranza de esta manera el suelo pierde su estructura, se pierde la materia orgánica y se reduce la filtración de agua significativamente”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Entre las amplias ventajas de reducir la labranza se encuentra el hecho de que al hacerlo se favorece que los suelos sigan recuperen o sigan cumpliendo con importantes funciones ecosistémicas pues una importante aportación de los suelos al equilibrio ecológico del planeta es que pueden contener más carbono que el que se encuentra en la vegetación y dos veces más que el de la atmósfera; es decir, al tener la capacidad de absorber este elemento, los suelos sanos reducen uno de los principales gases de efecto invernadero (CO2). 

La ampliación de la frontera agrícola y las prácticas de cultivo inadecuadas —particularmente la remoción continua y excesiva del suelo— han ocasionado pérdidas históricas de carbón del suelo globalmente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existe un importante potencial para incrementar el contenido de carbono del suelo a través de la rehabilitación de los suelos degradados y la adopción amplia de prácticas agrícolas sustentables orientadas a conservar el suelo.

Estudios del CIMMYT y diversos colaboradores ratifican que las prácticas de labranza convencional, basada en barbechos y rastras, perjudican la estructura del suelo y dificultan el aprovechamiento de la materia orgánica. Por otro lado, la agricultura de conservación favorece el aprovechamiento de la materia orgánica y optimiza la fertilización, lo que incrementa la entrada de carbono al suelo. 

Dicho de otra manera, el manejo agrícola convencional de los suelos basado en un movimiento excesivo promueve la liberación de carbono hacia la atmósfera y contribuye al calentamiento global, mientras que el uso de prácticas de conservación, como la mínima labranza y la cobertura del suelo con rastrojo, favorece la acumulación de carbono en formas orgánicas dentro del suelo, lo cual constituye una significativa aportación para mitigar el cambio climático desde la agricultura.

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Ante el cambio climático, cultivos como el mijo se vuelven esenciales

Cultivo de mijo perla en México. (Foto: CIMMYT)
Cultivo de mijo perla en México. (Foto: CIMMYT)

Se domesticó hace 4 500 años en los valles de lo que hoy es República de Malí, en África; puede crecer en zonas áridas donde no prosperan otros cultivos; por su potencial de rendimiento en condiciones de sequía y calor, su cultivo se ha extendido a varias zonas del mundo. Se trata del mijo perla (Pennisetum glaucum), una gramínea que en México aún es poco conocida, pero que tiene un gran potencial. 

Las experiencias que en el país se tienen con el cultivo del mijo son, como en otras partes del mundo, sobre todo en la producción de forrajes —particularmente en zonas con limitada retención de agua, pues se adapta bien a condiciones extremas de temperatura y a suelos ácidos y poco fértiles con escasa retención de agua—; sin embargo, el grano tiene un valor nutritivo similar al maíz y con él se pueden elaborar tortillas o tamales, o bien, alimentos concentrados para animales de corral. 

Por sus cualidades y amplios beneficios, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ha incorporado al mijo entre sus cultivos prioritarios para la investigación científica de cara al año 2030, fecha en que se prevé un mundo donde los efectos del cambio climático se habrán agudizado, haciendo de cultivos como el mijo opciones fundamentales para la producción agrícola y la seguridad alimentaria en ese contexto adverso. 

La investigación para la producción sostenible de mijo es clave para exponer su potencial como cultivo que ofrece nuevas oportunidades de mercado sostenibles para productores y consumidores. Así, en estados como Zacatecas el CIMMYT y sus colaboradores han establecido vitrinas de este cultivo y, en la plataforma de investigación de Ocampo, Guanajuato —donde colaboran el CIMMYT y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP)—, se ha documentado que el potencial de rendimiento del mijo perla lo perfila como una buena alternativa, superando el rendimiento de algunas variedades de avena en la región de la Mesa Central.

Al usar eficientemente el agua, ser tolerante a la sequía y la salinidad y tener un ciclo más corto que el maíz, el mijo es una opción viable para la producción en amplias regiones de México, por lo que puede desempeñar un importante papel para hacer resiliente la agricultura de pequeña escala, contribuir a la erradicación del hambre, la adaptación al cambio climático, la conservación e incremento de la biodiversidad y la transformación de los sistemas agroalimentarios. 

 Como expresó recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el marco del Año Internacional del Mijo (2023), “esta es la oportunidad de tomar conciencia sobre los beneficios que el mijo ofrece para la salud y la nutrición y su idoneidad para cultivarse en condiciones climáticas adversas y cambiantes, así como de dirigir la atención de las políticas hacia estos beneficios”. 

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El valor de los datos en la construcción de un futuro sostenible

Captura de datos agrónomicos en la plataforma e-agrology. (Foto: CIMMYT)
Captura de datos agrónomicos en la plataforma e-agrology. (Foto: CIMMYT)

Recientemente la noticia sobre cómo la inteligencia artificial (IA) permitiría detectar el cáncer hasta cinco años antes de su aparición sorprendió a la opinión pública. No obstante, noticias como esta, que parecen surgidas de la ciencia ficción, están siendo cada vez más comunes, poniendo de relieve que los datos marcan el nuevo ritmo de los procesos sociales, desde el aprendizaje sobre el funcionamiento de las redes neuronales, hasta la optimización de los recursos en las cadenas agroalimentarias.

“La revolución de los datos ha logrado profundas transformaciones. Sin embargo, esta revolución todavía está lejos de la población y es poco inmersiva”, señala un grupo de investigadores de las Naciones Unidas, la University College London, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y otras instituciones. 

No obstante su estado actual, “podemos argumentar que la IA es lo suficientemente madura como para abordar el desafío del desarrollo sostenible”, sostienen los investigadores: “Se ha demostrado que los datos y la IA actúan como catalizadores y facilitadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), no solo para medir sus objetivos e indicadores, sino que también son las mejores herramientas para hacer frente a las emergencias”. 

Aunque todavía hay datos escasos para abordar todos los ODS y sus objetivos e indicadores, los investigadores consideran que es necesario impulsar una gobernanza a múltiples escalas, lo que “implica pensar en organizaciones y lugares como parte de sistemas complejos donde interactúan entre sí dando lugar a acciones colectivas”. 

“La colaboración y la coordinación deben ser el terreno de la gobernanza, siempre impulsadas por los sistemas de IA y datos. Estas plataformas necesitan introducir elementos más disruptivos basados en la innovación organizativa y tecnológica”, señala el estudio Gobernanza multiescala y datos para el desarrollo sostenible, en donde los investigadores abordan el futuro de la gobernanza digital y su importante papel en el logro de los ODS. Te invitamos a leerlo completo:

Pastor-Escuredo, D., Gardeazabal, A., Koo, J., Imai, A., & Treleaven, P. (2022). Multi-scale governance and data for sustainable development. Frontiers in big Data5.

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¿Cuál es la condición corporal ideal del ganado?

Ganado ovino en sistema agropecuario en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)
Ganado ovino en sistema agropecuario en la Mixteca de Oaxaca, México. (Foto: CIMMYT)

México cuenta con una importante actividad ganadera en distintas escalas. La producción ganadera en pequeña escala, realizada principalmente en el ámbito familiar, es muy importante porque contribuye al abasto alimentario de pequeñas y medianas poblaciones.  

Dada la importancia de este tipo de ganadería, en la que destaca la presencia de borregos y cabras, es importante que los productores conozcan la condición corporal de sus animales, es decir, que sepan cómo determinar de forma práctica el estado físico del ganado —midiendo las reservas corporales en forma de grasa y músculo— y así evaluar el nivel nutricional para determinar, por ejemplo, si es necesario darle otros alimentos. 

La condición corporal es un reflejo de la alimentación que están recibiendo los animales. Por ejemplo, al tener una dieta basada en esquilmos o rastrojos y largas caminatas se genera una pérdida de peso. Esto trae como consecuencia animales bajos de peso y periodos entre cría y cría más largos. 

Al conocer la condición corporal del ganado es posible saber si es necesario suministrar otros alimentos que aporten diferentes nutrientes. Si bien la idea es simple, la pregunta es: ¿cómo se determina la condición corporal?

Para esta estimación primero se debe observar desde atrás del animal la pelvis o anca y las costillas. Estos huesos regularmente son visibles siempre, pero si estuvieran muy marcados indicaría que el animal está bajo de peso y por tanto su condición corporal es baja.

Posteriormente se debe palpar en zonas específicas del animal: el lomo, la zona de la inserción de la cola, la región del flanco y cadera; una vez que se realiza esta evaluación se asigna un valor en una escala del cero al cinco donde el cero corresponde a un animal extremadamente delgado y cinco a un animal obeso. Un número intermedio sería la condición ideal del animal. 

Para facilitar que los productores que trabajan en sistemas agropecuarios estimen la condición corporal del ganado, se pone a su disposición la siguiente infografía sobre Condición corporal en ovinos, caprinos y vacunos. 

Esta infografía es parte de los contenidos generados en el marco del proyecto CLCA —impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y diversos colaboradores—, el cual promueve el uso de la agricultura de conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad.

 

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Nuevos cultivos se suman al quehacer científico del CIMMYT

El productor Jerónimo Díaz de la Ciénega de Zimatlán (Oaxaca, México), en parcela destinada a la producción de forrajes. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
El productor Jerónimo Díaz de la Ciénega de Zimatlán (Oaxaca, México), en parcela destinada a la producción de forrajes. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

En la edición 2023 de Expoceres, realizada del 14 al 16 de marzo en Los Mochis, Sinaloa, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) anunció que en su estrategia hacia el año 2030 se han integrado importantes cambios para potenciar el impacto de su quehacer científico a través del desarrollo de actividades de investigación y extensión centradas en el productor y, por ende, con la activa participación de las y los productores. 

Expoceres, que cuenta con una trayectoria de cerca de tres décadas, es una de las exposiciones agrícolas más grandes del país. Durante su participación en esta que también es una plataforma de vinculación para el sector, Bram Govaerts, director general del CIMMYT, comento que dicho centro de investigación tiene “un compromiso irrenunciable con el desarrollo sostenible e inclusivo de los productores a quienes consideramos nuestra razón de ser. Por ello, queremos trabajar aún más estrechamente con ellos para comprender mejor los retos que enfrentan los sistemas alimentarios en el entorno actual de crisis climática, económica y alimentaria”. 

Durante el desarrollo de la conferencia “Acelerando la transformación de los sistemas alimentarios, por un mundo con mayor seguridad alimentaria y global”, Govaerts sostuvo que “en el CIMMYT queremos enfrentar los retos de la seguridad alimentaria, de la producción sostenible y rentable con los productores para contribuir a superarlos mediante la transformación de los sistemas alimentarios con lo mejor de nuestra ciencia y capacidades de extensión y desarrollo”. 

Para lograr este objetivo, señaló Govaerts, “el CIMMYT también está transformándose y renovándose. Hemos extendido nuestra misiva más allá del maíz y del trigo para incluir nuevos cultivos y leguminosas de climas áridos que son muy nutritivos tanto para los suelos como para la salud humana. Ahora también trabajamos con sorgo, frijoles, chícharo gandul, garbanzo, mijo y otros cultivos”. 

La inclusión de un cultivo como el mijo es un acto muy significativo porque 2023 es precisamente el Año Internacional del Mijo por acuerdo de la 75 Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en marzo de 2021. “El exhorto de las Naciones Unidas es que usemos más este cereal para fortalecer la seguridad alimentaria de los que menos tienen, pero también para hacer más sostenibles los sistemas productivos, mediante la rotación de cultivos, la siembra intercalada y la nutrición integral de los suelos”, señaló Govaerts. 

Finalmente, el director general del CIMMYT mencionó que es importante “aprovechar estos momentos de crisis para innovar, para ampliar los horizontes y las colaboraciones para generar las tecnologías y mejores prácticas agronómicas que transformen los sistemas alimentarios de México y del mundo”.

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El rastrojo hace la diferencia

Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Comparación entre suelo en labranza convencional con y sin cobertura, en parcelas experimentales del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que permite mejorar los suelos agrícolas de muchas maneras, optimizar el uso del agua, reducir los costos de operación e incluso se ha documentado su potencial para incrementar los rendimientos bajo ciertas condiciones en el campo. 

¿Cómo se ha llegado a saber todo esto sobre la agricultura de conservación? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrollan experimentos a largo plazo a partir de los cuales se ha ido sumando evidencia sólida sobre los beneficios de este sistema de producción que  actualmente constituye una alternativa para que la agricultura siga siendo rentable a la vez que permita cuidar y conservar los recursos naturales. 

Estos experimentos se diseñan para una duración de al menos diez años, así permiten documentar el efecto a largo plazo de diferentes prácticas de manejo agronómico sobre varios aspectos del sistema, desde parámetros básicos como el rendimiento de grano hasta aspectos complejos como la microbiología del suelo”, comenta Simon Fonteyne, coordinador de investigación agronómica para América Latina del CIMMYT.

Los datos de largo plazo hacen posible estudiar mejor una práctica agronómica y permiten dar recomendaciones confiables a los agricultores. Los que se establecieron al inicio de los años noventa, en ambientes contrastantes en México, han sido clave para la investigación del CIMMYT sobre agricultura de conservación. 

Actualmente el CIMMYT opera experimentos a largo plazo en México en diversos sitios experimentales con condiciones agroecológicas contrastantes, como Ciudad Obregón, en Sonora, o Metepec, Estado de México, por ejemplo. 

“Este es el ensayo D5, en el lote del mismo nombre en la estación experimental del CIMMYT en el Batán, en Texcoco, Estado de México. Está ubicado a una altitud de 2 240 metros sobre el nivel del mar (msnm) y está dedicado a la investigación de la agricultura de conservación”, menciona Fonteyne mientras muestra un poco del suelo, casi como polvo, proveniente de  una de las parcelas del ensayo, aunque evidentemente erosionada. 

“Nos encontramos en la parcela donde se trabaja con labranza convencional —donde ciclo con ciclo se hace un movimiento continuo del suelo— y no se dejan los residuos de la cosecha anterior. Como se puede ver, es una de las parcelas donde el suelo está más degradado, podemos ver el efecto de las sequías. En esta parcela casi no habrá cosecha este año”, señala el investigador del CIMMYT.  

Al lado de esa primera parcela que muestra Fonteyne está otra, también trabajada con agricultura convencional, solo que en esta sí se han dejado los residuos del cultivo anterior, o rastrojos, como son llamados cotidianamente: “En esta otra hemos dejado por más de 30 años los residuos de cosecha, entonces el suelo es de mejor calidad, tiene más materia orgánica, mejor infiltración. Como se puede ver, esto ha generado más plantas, son un poco más grandes, pero aún será poca cosecha en comparación con las parcelas donde sí se han implementado todos los compontes de la agricultura de conservación”.

Incluso a simple vista, las diferencias entre ambas parcelas son notables, y son más evidentes cuando se les compara con las parcelas trabajadas con agricultura de conservación que están al lado. 

Cobertura del suelo con rastrojos, mínima labranza y diversificación de cultivos son esos componentes básicos de la agricultura de conservación a los que hace referencia el investigador del CIMMYT, y son también las prácticas fundamentales que se promueven entre los productores para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático.