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El cacahuate: una joya agronómica y alimentaria

Productor de cacahuate en Chiapas, México. (Foto: CIMMYT)
Productor de cacahuate en Chiapas, México. (Foto: CIMMYT)

El cacahuate, una de las botanas más icónica del mundo, tiene profundas raíces tanto en la historia como en los campos de cultivo de México. Originario de América del Sur, ha sido cultivado en México desde la época prehispánica, donde se ha convertido en un cultivo importante en regiones de temporal de estados como Morelos, Guerrero, Puebla, Oaxaca y Chiapas, estados responsables de más del 50% de la producción nacional.

Su nombre científico es Arachis hypogaea y pertenece a la familia Fabaceae. Crece en suelos de escasa fertilidad y es capaz de ser resistente ante lluvias erráticas, esto lo convierte en un aliado invaluable para los agricultores que enfrentan condiciones adversas debido al cambio climático. Además, lo que hace al cacahuate aún más asombroso es su capacidad de fijación de nitrógeno en el suelo, una característica excepcional que beneficia tanto a la planta como al entorno agrícola.

El secreto detrás de esta capacidad radica en la simbiosis entre el cacahuate y bacterias del género Rhizobium que habitan en sus raíces. Estas bacterias son capaces de transformar el nitrógeno atmosférico en una forma que las plantas pueden utilizar. A cambio, el cacahuate suministra a estas bacterias un ambiente rico en carbohidratos y otros nutrientes. Este proceso beneficioso aumenta la disponibilidad de nitrógeno en el suelo, reduciendo la necesidad de fertilizantes químicos y disminuyendo tanto el impacto ambiental como los costos de producción agrícola.

A pesar de que a menudo se le considera un fruto seco, en realidad es una legumbre que crece bajo tierra. Su valor nutricional como fuente de proteínas, grasas saludables, vitaminas y minerales lo hace un alimento importante en las dietas de muchas personas en todo el mundo ya que además su versatilidad culinaria es asombrosa: se consume crudo, tostado, salado, horneado; de él se extrae aceite para su uso en la cocina y la fabricación de productos cosméticos y jabones. También se convierte en la popular mantequilla de cacahuate y es un ingrediente característico en muchos platillos asiáticos y africanos y, por supuesto, un elemento esencial de muchos moles mexicanos.

En el terreno agronómico, la introducción de leguminosas como el cacahuate mejora la calidad del suelo y, en combinación con la agricultura de conservación, promueve un entorno favorable para el desarrollo de este cultivo. Diversificar cultivos, además, no solo disminuye la incidencia de plagas y malezas, sino que también atrae insectos benéficos que contribuyen al control de plagas, reduciendo así la necesidad de plaguicidas y mejorando la salud del suelo.

En resumen, el cacahuate, con sus cualidades agronómicas, alimentarias y culturales, es un cultivo multifacético con un impacto global. Desde su origen prehispánico en América hasta su presencia en la agricultura contemporánea, el cacahuate continúa demostrando su importancia en el mundo agrícola y culinario. Su capacidad de fijar nitrógeno y su papel en la diversificación de cultivos lo convierten en un aliado invaluable para los agricultores, mejorando la sostenibilidad de la agricultura y promoviendo una alimentación saludable y deliciosa.

La siguiente, es una ficha agronómica del cacahuate. La información fue generada a partir de ensayos y vitrinas 2018-2020 a través de la red de colaboradores.

Cacahuate. Ficha agronómica.
Cacahuate. Ficha agronómica.
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El cempasúchil más allá de las ofrendas

Parcela con cultivos diversificados en la que destaca el cultivo de cempasúchil, en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Parcela con cultivos diversificados en la que destaca el cultivo de cempasúchil, en Oaxaca, México. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Aunque en México está estrechamente relacionada con su uso ritual el Día de Muertos, la flor de cempasúchil (Tagetes erecta y Tagetes patula) tiene usos muy variados y es una planta de gran interés a nivel internacional. De hecho, en India, China y Perú se concentra la producción mundial de cempasúchil, básicamente para la extracción de sus pigmentos —sus flores son ricas en carotenoides que proveen el característico color anaranjado vibrante—, siendo utilizada para dotar de color a la yema de huevo, pastas y otros productos.

Esta llamativa y comestible flor mexicana, destaca también por su uso para elaborar saborizantes y aromatizantes, tiene diversas aplicaciones médicas —además de su uso en medicina tradicional— e industriales y es apreciada como flor de ornato en Estados Unidos, Europa e India, donde se le cultiva extensamente para decorar festivales religiosos y eventos festivos, especialmente en la festividad hindú de Diwali.

Otro importante uso del cempasúchil es en la agricultura, donde su cultivo constituye una opción viable para contextos donde hay poca disponibilidad de agua debido a que su requerimiento hídrico es menor que otros cultivos. También es un abono verde notable. Es decir, que su cultivo ayuda a mejorar las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo; brinda refugio a insectos benéficos; ayuda a controlar malezas y protege al suelo de la erosión, ya que funciona como cubierta vegetal.

El cempasúchil es una planta anual que crece mejor en climas cálidos y soleados, requiriendo suelos bien drenados y tolerando condiciones de sequía moderada, de manera que su introducción, y la de otras especies de plantas cultivables con menor requerimiento hídrico, tiene la intención de que los productores se adapten y sean resilientes ante los efectos del cambio climático.

El cempasúchil brinda beneficios más allá de lo agronómico: la venta de flores para la temporada de Día de Muertos puede representar un ingreso adicional para las familias productoras, así como una forma de hacer más rentables sus parcelas gracias a la diversificación de cultivos; también se fortalecen las tradiciones e incluso se promueve el turismo porque las parcelas de cempasúchil se convierten en auténticos jardines de color naranja que florecen en un contexto de clima cambiante.

Adicionalmente, por sus propiedades insecticidas, larvicidas y nematicidas —los nematodos son un tipo de gusanos redondos o cilíndricos que en su mayoría se alimentan de la materia orgánica en descomposición, pero algunos basan su modo de vida en el parasitismo—, la planta es  considerada una alternativa potencial en el manejo de plagas y enfermedades, ya sea a través de la asociación de cultivos —se ha documentado que en rotación con maíz en tierras templadas con antecedentes de gallina ciega, reduce notablemente las poblaciones de ese insecto— o mediante el uso de bioplaguicidas y repelentes hechos a partir de esta emblemática planta.

Con respecto a sus propiedades para el control de plagas, la parte con más propiedades es la raíz. La planta se puede utilizar de diferentes maneras: abonos orgánicos para control de nematodos, extractos acuosos y polvos de diferentes partes de la planta —raíces, tallos, hojas, inflorescencias o toda la planta— para repeler o matar insectos tanto en cultivos en pie como en granos almacenados (si quieres conocer más sobre este enfoque, te recomendamos descargar la edición especial de Manejo Agroecológico de Plagas de la Revista EnlACe, en él encontrarás dos métodos simplificados para elaborar extracto de cempasúchil).

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Canavalia, un cultivo resiliente

La canavalia es una planta versátil, capaz de prosperar en una variedad de entornos. Desde tierras bajas hasta altitudes de hasta 1,500 metros sobre el nivel del mar, esta leguminosa demuestra su resiliencia. Con un ciclo de vida que puede llegar hasta los tres o cuatro años, la canavalia se adapta a la adversidad con sorprendente facilidad. Sus raíces profundas y tallos de color púrpura se suman a su apariencia distintiva, mientras que sus flores rosadas la hacen atractiva a la vista.

La flor de la canavalia es distintiva. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
La flor de la canavalia es distintiva. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Otro atractivo de la canavalia se revela en su relación con el suelo y el medioambiente. Esta planta es conocida por su capacidad para fijar nitrógeno atmosférico gracias a la simbiosis con bacterias rizobios, lo que impulsa la fertilidad del suelo. De hecho, se estima que puede aportar hasta 231 kg de nitrógeno por hectárea, mejorando la disponibilidad de nutrientes, especialmente hierro y zinc.

Su uso como cultivo de cobertura es esencial en la lucha contra la erosión, ya que sus hojas y tallos forman una barrera protectora que protege el suelo de las fuerzas de la naturaleza, como las lluvias torrenciales. Esta característica la convierte en un cultivo adecuado para laderas, donde la conservación del suelo es vital.

Además, la inclusión de la canavalia en sistemas agrícolas ayuda a diversificar los cultivos, un principio fundamental de la agricultura de conservación, sistema de producción sustentable promovido por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores para lograr sistemas agroalimentarios más sostenibles y rentables.

La diversificación de cultivos es clave para romper los ciclos de plagas, malezas y enfermedades que afectan a los monocultivos. Al incorporar más de un cultivo en un mismo terreno a lo largo de los años, se reduce la incidencia de problemas agrícolas y se disminuye la dependencia de agroquímicos.

Los beneficios de la canavalia son evidentes en la productividad y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. Experimentos han demostrado que la rotación con canavalia y otros cultivos puede aumentar significativamente los rendimientos, reduciendo la necesidad de fertilización nitrogenada.

En un mundo donde la diversificación de cultivos se ha convertido en una necesidad, la canavalia se presenta como una opción prometedora. No solo protege y enriquece el suelo, sino que también contribuye a la conservación de recursos. Como un pilar en la lucha contra la degradación del suelo y la dependencia de agroquímicos, la canavalia está destinada a desempeñar un papel cada vez más importante en la agricultura sostenible del futuro.

La canavalia, con su capacidad para fijar nitrógeno, proteger el suelo, y contribuir a la diversificación de cultivos, se ha ganado su lugar importante en el abanico de cultivos alternativos de la agricultura sostenible. La importancia agronómica de esta leguminosa no puede ser subestimada, y su papel en la promoción de sistemas agrícolas más saludables y sostenibles es innegable.

La siguiente, es una ficha agronómica desarrollada en el marco del proyecto ‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’, impulsado por Walmart Foundation y el CIMMYT. La información fue generada a partir de ensayos y vitrinas 2018-2020 a través de la red de colaboradores.

Canavalia. Ficha agronómica.
Canavalia. Ficha agronómica.
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Con tecnologías sustentables combaten problemas fitosanitarios en el cultivo del chile

Secado natural de chile guajillo en La Joya, Zacatecas el 02 de octubre de 2022. (Foto: Julio César González)
Secado natural de chile guajillo en La Joya, Zacatecas el 02 de octubre de 2022. (Foto: Julio César González)

En México se dice que una comida sin chile es como un día sin Sol. Este cultivo milenario, tan distintivo de la gastronomía nacional, llega a las mesas de los mexicanos gracias a productores de municipios como Calera, en Zacatecas, México, donde son cultivados junto con otras hortalizas. En este municipio zacatecano, sin embargo, existen diversas situaciones que, de un modo u otro, impactan la producción de chile.

“Además de la migración y el crecimiento de la industria manufacturera que demanda mano de obra, algo que se acentuó bastante es que en la época de cosecha de ajo (mayo-junio) coincide que va creciendo el cultivo de chile y requiere mucho deshierbe manual, pero como el ajo se paga por ‘tanto’, es decir, dependiendo de cuánto se cosecha es lo que se paga, entonces los trabajadores prefieren irse a la cosecha de ajo y se quedan las parcelas de chile llenas de hierba, algunas ya muy mal e incluso con problemas sanitarios”, comenta Julio César González, colaborador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes.

El equipo técnico que impulsa la agricultura sustentable en el marco de Aguas Firmes trabaja en diversos frentes para ofrecer soluciones a los productores del perímetro de Calera. Por un lado, están los productores de granos que hasta hace unos años no pensaban que cultivos como el maíz fueran negocio: “El maíz no lo veían como una opción por lo poco que sacaban, que era un promedio de siete toneladas, pero se han hecho innovaciones, se ha dado acompañamiento técnico y ahora lo que se cosecha son unas 10 toneladas, e incluso algunos productores 14 o 15 toneladas por hectárea”, comenta Julio César.

Por otro lado, pero en el mismo territorio y en un mismo y complejo ecosistema agrícola, están los productores de hortalizas a quienes para atender los problemas sanitarios que recientemente se han presentado se les han ofrecido soluciones innovadoras y amigables con el medioambiente, como el uso de la microbiología, la cual se ha “impulsado bastante y con excelentes resultados, sobre todo mejorando la producción de chile que trae bastantes problemas fitosanitarios”.

“Antes llegaba la temporada de lluvias y las plantas se empezaban a morir; así, nada más de pronto. Y eso lo tomaban los agricultores como normal, decían «no pues es la época en la que la planta se muere»; y no, eso no es normal, se muere porque el suelo tiene patógenos —que pueden seguir activos a pesar de que las parcelas se dejen descansar incluso por largos periodos—, las plantas están enfermas, y entonces se sorprenden cuando les decimos que eso se puede controlar”.

“Nosotros hemos hecho uso de hongos benéficos como Trichoderma y Metarhizium, también se han usado pseudomonas y varios otros organismos que están ayudando. Hoy tenemos varios ejemplos de productores que se han atendido en el marco de este proyecto y han tenido excelentes resultados, muchos sorprendidos porque pasaron de 800 kilos de chile seco —en Zacatecas, aunque hay productores que logran hasta siete toneladas, el promedio es de alrededor de 750 kilos por hectárea— a tres toneladas”, comenta Julio César.

Por supuesto, esta tecnología no es un remedio mágico o único, sino que sus efectos son el resultado de una estrategia más amplia en cuya base está la agricultura de conservación que promueve Aguas Firmes: “durante uno de los talleres de capacitación brindados a los productores el especialista en microbiología se sorprendió del número de propágulos —estructuras con la que se propagan los hongos micorrízicos, los cuales tienen la capacidad de establecer asociaciones benéficas con las plantas— que había en el suelo de una parcela trabajada con agricultura de conservación. Se contaron cerca del doble que los suelos promedio”.

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que promueve la mínima labranza, la cobertura del suelo con rastrojos o residuos de la cosecha anterior, y la diversificación de cultivos. A partir de esta tecnología el equipo de Aguas Firmes integra otras innovaciones pertinentes para cada parcela y, junto con cada productor, se toman decisiones para mejorar el sistema de producción.

Aguas Firmes es un proyecto impulsado por AB InBev Grupo Modelo en alianza con la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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El grano de la humanidad y su conservación

Maíz nativo de la Península de Yucatán cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Maíz nativo de la Península de Yucatán cultivado con agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Habiéndolo estudiado gran parte de su vida, el botánico y genetista Walton C. Galinat (1923-2010) lo llamó “el grano de la humanidad”. Para los mexicanos, este que es su cultivo insignia forma parte de su cultura y es la base de su dieta, registrándose cerca de 700 maneras de prepararlo.

Aunque en México su uso para consumo humano es común, esta planta es una importante fuente de productos industriales, por lo que en muchos países se le destina a la fabricación de una gran variedad de ellos, desde cosméticos y farmacéuticos hasta biocombustibles. Por esta razón, hoy es la planta más cultivada en el mundo.

Ya sea en la dieta, en la salud o en la industria, esta planta que se cultiva en cerca del 85 % de los países es sin duda un pilar de las sociedades contemporáneas. Su nombre científico es Zea mays, pero el mundo lo conoce simplemente como maíz —de forma predominante esta es la voz que más se ha extendido, aunque por supuesto existen variantes y algunos casos excepcionales en que se le nombra de forma completamente distinta—.

En México el maíz se fue adaptando a distintos climas, altitudes, características ambientales y gustos de los pobladores. Así, a través del tiempo se generaron nuevas y numerosas razas, subrazas y variedades; por ejemplo, las razas Nal-tel y Chapalote adaptadas a regiones tropicales; o las razas Palomero Toluqueño y Arrocillo Amarillo adaptadas a regiones templadas o frías.

En México, actualmente se considera que existen 64 razas, 59 nativas y cinco más procedentes del Caribe que se introdujeron vía Centroamérica. En todo el continente americano se han contabilizado alrededor de 300 razas de maíz.

Aunque los registros actuales se han integrado a partir de una gran variedad de fuentes de información, la diversidad del maíz podría ser mayor de lo estimado ya que, siendo una planta que ha evolucionado y evoluciona constantemente de la mano del hombre, no solo es altamente probable que en el futuro se puedan generar nuevas razas, sino también es seguro que muchas otras se han quedado en el camino.

En el Banco de Germoplasma del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), donde está la colección de maíz más grande e importante del mundo con más de 28 mil muestras únicas de maíz, por ejemplo, se han identificado cerca de 400 razas, pero, como precisa Cristian Zavala —coordinador del Banco de Germoplasma del CIMMYT—, “esto no quiere decir que continúen sembrándose en el campo, pues más del 50 % ya se perdió. En un reporte actualizado de razas nativas sembradas en campo se encuentran únicamente cerca de 200”.

Incluso la cantidad de maíces mexicanos podría ser mayor a lo considerado actualmente, pero hace falta una gran labor de documentación para precisar este dato, de ahí la importancia de espacios como el Banco de Germplasma del CIMMYT, el cual resguarda un valioso recurso genético patrimonio de los mexicanos y la humanidad.

“Actualmente, a 80 años de que se inició la colección de maíz, la misión del banco de germoplasma del CIMMYT es básicamente ofrecer accesiones de maíz y trigo con información confiable, con semilla de calidad, sana y viable en términos de germinación”, precisa Zavala.

Este patrimonio de México y el mundo es clave para el logro de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas, entre ellas las relacionadas con mantener la diversidad genética de semillas, plantas cultivadas y animales de granja y domesticados y sus especies silvestres relacionadas.

“Aquí se resguarda material de todas las razas nativas en México. Es germoplasma que no ha sido modificado, que tiene una pureza muy alta. Tenemos bastantes razas con una pureza de nueve, que es lo más alto que se puede encontrar en maíz. Además, se resguarda una colección de Teocintle y Tripsacum, parientes silvestres del maíz”, señala el coordinador del Banco de Germoplasma del CIMMYT.

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El Niño, la sequía y el rastrojo

Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Productor del Bajío muestra cómo el rastrojo ha mejorado la estructura del suelo en sus parcelas. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

El pasado 4 de julio la Organización Meteorológica Mundial anunciaba que “las condiciones de El Niño se han desarrollado en el Pacífico tropical por primera vez en siete años, preparando el escenario para un probable aumento de las temperaturas globales y patrones climáticos perturbadores”, declarando así el inicio de este evento que requiere de una acción temprana para salvar vidas y medios de subsistencia.

La anterior aparición de El Niño, ocurrida en 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas en cerca de 23 países, por lo que la FAO ha reiterado que es urgente que los países, particularmente de América Latina y el Caribe, adapten sus sistemas de producción agrícola a un escenario donde se exacerbarán las sequías y el riesgo de inseguridad alimentaria.

La Oscilación del Sur de El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés), o simplemente El Niño, es un fenómeno natural de ciclo irregular (sucede cada tres o siete años) producido por la interacción entre el océano (en este caso el Pacífico de la zona ecuatorial) y la atmósfera del planeta.

El fenómeno transita de un periodo cálido (El Niño, llamado así porque inicialmente se le asoció a un fenómeno de menores dimensiones que ocurre en diciembre en Perú, donde fue relacionado con el nacimiento del Niño Jesús de la tradición católica) a uno frío (llamado La Niña, para referir el efecto opuesto), teniendo fases intermedias en este tránsito de calentamiento a enfriamiento.

El fenómeno se manifiesta de formas diferentes en el planeta debido a las condiciones climáticas propias de cada región y según la época del año en que aparezca. En México, por ejemplo, si aparece en primavera suele provocar más lluvias en la parte oeste y norte del país; en verano propicia sequía en la Península de Yucatán; en otoño genera condiciones húmedas para el noroeste y Yucatán, y condiciones secas en la parte del Golfo; sin embargo, si ocurre hacia diciembre aumenta la probabilidad de sequía para el norte del país, el Bajío, y algunas zonas del Golfo.

Actualmente, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional de México, “se espera que El Niño continúe en el hemisferio norte durante el invierno, la probabilidad es mayor al 95% de que se mantenga de diciembre de 2023 a febrero de 2024, con pronósticos de que de noviembre a enero se desarrollará un evento de El Niño fuerte”.

“La sequía que estamos viviendo ahora en gran parte de Centroamérica y en el centro y sur de México es debido al fenómeno de El Niño; en contraste, más hacia el norte, hay predicciones de que vamos a tener lluvias muy fuertes. En Estados Unidos ya ha habido inundaciones, esto muestra la diferencia del efecto del fenómeno que hacia el sur se manifiesta con sequía y en el norte puede haber exceso agua. La predicción, además, es que estos extremos pueden ser cada vez más comunes en los años que vienen debido al cambio climático”, menciona Nele Verhulst, líder de investigación en sistemas de cultivos para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Frente a un conjunto de parcelas experimentales en el Batán, en Texcoco, Estado de México, la doctora Verhulst señala dos de ellas que contrastan notablemente. Mientras en una el cultivo de maíz se ha desarrollado favorablemente, en la otra las plantas lucen raquíticas: “Aquí tenemos una comparación muy clara entre la labranza convencional que incluye rastra y remoción del rastrojo ya por más de 30 años en un monocultivo de maíz, y la agricultura de conservación, donde vemos cero labranza y estamos dejando todo el rastrojo de dos cultivos, porque corresponde a una rotación de maíz y trigo”, puntualiza Verhulst.

“Con la sequía que hemos vivido en los últimos dos meses tenemos muy claras estas diferencias que podemos apreciar entre estos dos tratamientos. En junio solo cayó una tercera parte de la precipitación normal, entonces esto lo vemos muy claramente reflejado, que la práctica convencional de esta zona ha propiciado un suelo degradado que no tiene buena estructura y no permite una buena infiltración de agua, aún cuando llueve y, claro, con la poca precipitación que tuvimos notamos que el desarrollo del cultivo está muy afectado, quedándose en estado vegetativo con plantas muy pequeñas las cuales es muy poco probable que alcancen a producir alguna mazorca”.

Por otro lado, con la “agricultura de conservación estamos infiltrando mucho más el agua de lluvia y esto es porque tenemos esta capa de rastrojo que está protegiendo el suelo. Además de mejorar la estructura del suelo, se favorece la formación de agregados que son importantes para que el agua pueda infiltrarse. Es por eso que vemos un desarrollo vegetativo casi normal y ahorita ya están saliendo las espigas del maíz y va a entrar a floración para empezar a producir mazorcas”, menciona Verhulst.

“Esto significa que los productores que están haciendo labranza convencional en esta zona, este año van a tener un resultado similar a lo que estamos viendo aquí en el ensayo, entonces habrá muy poca producción debido a las prácticas convencionales que están utilizando y a la sequía propiciada por El Niño, mientras que los productores que están haciendo agricultura de conservación sí van a tener una producción, quizá un poco menor que en otros años cuando llueve bien, pero sí van a poder lograr producir”.

Ante un panorama donde “existe un grave riesgo de que estas condiciones climáticas extremas empujen a millones de personas a la pobreza y a la inseguridad alimentaria aguda en las partes más vulnerables del mundo”, el CIMMYT y sus colaboradores están haciendo un esfuerzo sistematizado para aprender y difundir experiencias, prácticas y tecnologías que, como la agricultura de conservación, ofrecen soluciones probadas para que los agricultores hagan frente a los desafíos impuestos por El Niño en particular, y el cambio climático en general.

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Cielos azules y sistemas agroalimentarios

Colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT muestra una parcela donde se practica agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Colaborador del Hub Pacífico Sur del CIMMYT muestra una parcela donde se practica agricultura de conservación. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

El Día Internacional del Aire Limpio es un llamado de las Naciones Unidas a poner fin a la contaminación atmosférica que cada año es responsable de alrededor de 6,5 millones de muertes en todo el mundo. Además de la salud humana, la contaminación atmosférica tiene un severo impacto en la economía, afectando incluso a sectores como el turismo, donde el goce de los cielos azules es importante.

Disfrutar de un cielo azul no es simplemente una idea romántica asociada a las vacaciones, forma parte del derecho de todos los seres humanos a un medioambiente limpio, saludable y sostenible que, a su vez, está relacionado con una amplia variedad de iniciativas, desde aquellas que buscan eliminar la contaminación lumínica hasta aquellas asociadas a la sustentabilidad de los sistemas agroalimentarios.

¿Cómo nuestros patrones de producción y consumo alimentarios están relacionados con la contaminación atmosférica? Un dato clave para comprender esta asociación es que el sector agropecuario, se estima, es el responsable de hasta el 39 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociados con el calentamiento global y el cambio climático.

Específicamente en agricultura, el uso de fertilizantes químicos, plaguicidas, las quemas agrícolas, así como el uso de combustibles fósiles para la puesta en marcha de la maquinaria son algunas de las actividades que mayor contaminación generan y donde es necesario transitar hacia esquemas sostenibles.

Si bien los reflectores de la opinión pública se han centrado en los efectos del dióxido de carbono (CO2), este no es el único de los GEI que es urgente disminuir, ya que el óxido nitroso, por ejemplo, tiene un potencial de calentamiento global 300 veces superior al del dióxido de carbono y está asociado al uso de fertilizantes nitrogenados en agricultura.

Usar concienzudamente los fertilizantes e identificar fuentes y prácticas que permitan lograr una fertilización adecuada con el menor impacto ambiental es entonces una actividad de primer orden de importancia en la investigación agrícola, donde también es necesario alcanzar un conocimiento minucioso de las fuentes de producción de gases de efecto invernadero a través de los distintos procesos que ocurren en el suelo.

En México, la adopción de sistemas sustentables, como la agricultura de conservación, representa una alternativa viable para lograr una fertilización menos dependiente de fuentes químicas, ya que una “fuente de nutrientes son los rastrojos del cultivo, por ejemplo, cinco toneladas de rastrojo tienen cerca de 25 kg de nitrógeno. Esto es prácticamente un saco de urea”, señalan investigadores del CIMMYT.

Los residuos de cultivo son solo una de las opciones de fertilizantes de origen orgánico que existen. Otras alternativas son los cultivos de cobertura, particularmente las leguminosas. En los casos donde es necesario recurrir a fertilizantes procesados, entonces existen alternativas para optimizarlos, como es el uso de los sensores ópticos que ayudan a determinar las cantidades adecuadas de fertilizante nitrogenado para minimizar así sus pérdidas y posibles afectaciones al medioambiente.

A través de iniciativas como Excellence in Agronomy se están identificando las mejores prácticas agronómicas orientadas a solucionar problemáticas diversas. El propósito es evaluar y adaptar soluciones para las más diversas agroecologías a fin de brindar recomendaciones puntuales basadas en evidencia científica que permitan, entre otros aspectos, reducir el impacto de la agricultura en la calidad del aire.

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La importancia del zinc en el cultivo del maíz

Planta de maíz con síntomas relacionados con deficiencia de zinc en parcela de Iguala, Guerrero. (Foto: Ana Karen Munguía)
Planta de maíz con síntomas relacionados con deficiencia de zinc en parcela de Iguala, Guerrero. (Foto: Ana Karen Munguía)

El zinc es un elemento esencial para el desarrollo normal de las plantas. Aunque se le requiere en muy pequeñas cantidades (por lo que es considerado un microelemento), su presencia es fundamental porque este nutriente está relacionado con importantes funciones de la planta (como el crecimiento y la fotosíntesis) y porque ningún otro elemento puede desempeñar las mismas funciones.

La disponibilidad del zinc en los suelos agrícolas varía según diversos factores, entre estos la textura del suelo y su contenido de materia orgánica. Regularmente, los suelos arenosos, con bajas cantidades de materia orgánica, o aquellos cuyas capas superiores han sido removidas por erosión eólica o hídrica son los más propensos a presentar deficiencias de este mineral.

La disponibilidad del zinc también varía por el pH del suelo. Los suelos alcalinos (pH superior a 7) suelen presentar problemas con este nutriente. También es común que los suelos inundados o con anegamientos presenten limitaciones de zinc. Igualmente ocurre cuando no hay una adecuada fertilización nitrogenada o de fósforo.

No todas las plantas son afectadas de la misma manera por la deficiencia de zinc. Algunos cultivos, como el maíz, el algodón y el frijol son más sensibles que otros. En el caso específico del maíz, el zinc es muy relevante porque este presenta requerimientos totales del mineral considerablemente superiores al de otros cultivos (como el trigo, la avena o el chícharo) y su deficiencia puede incidir en la producción de grano al interrumpir el desarrollo de anteras y granos de polen.

Cuando hay deficiencia de zinc en el cultivo de maíz regularmente hay síntomas visibles. Entre los principales está la aparición de manchas amarillas en las hojas debido a la disminución del contenido de clorofila. Frecuentemente, estas manchas aparecen en la segunda o tercera semana del cultivo.

Para corregir la deficiencia de zinc y garantizar tanto el crecimiento como la productividad de los cultivos se pueden aplicar fertilizantes con sales inorgánicas de zinc. Existen tratamientos que se pueden aplicar directamente al suelo y también otros que se aplican a las hojas (aplicación foliar), siendo estos una alternativa práctica para los productores.

En Iguala de la Idependencia, en Guerrero, México, se han identificado zonas con deficiencia de zinc. Para corregir esta deficiencia, y derivado del convenio de colaboración entre el Gobierno de Iguala y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), se han estado realizando aplicaciones de este nutriente con apoyo de drones.

El uso de drones para este propósito representa una ventaja ante la acotada ventana de tiempo de la que se dispone para corregir la deficiencia del mineral. Además, representa un ahorro significativo en los costos de producción de los agricultores porque, de otro modo, tendrían que destinar recursos para el pago de jornales.

Los técnicos que colaboran en el marco de la alianza entre el Gobierno de Iguala y el CIMMYT son los encargados de llevar la programación del uso de drones, además, también brindan acompñamiento técnico durante la aplicación para garantizar que las dosis y los productos a aplicar sean los adecuados para lograr sistemas de producción más sustentables.

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Huracanes, semillas y agricultura sustentable

Procesos para envío de semillas en el Banco de Germoplasma del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)
Procesos para envío de semillas en el Banco de Germoplasma del CIMMYT. (Foto: Francisco Alarcón / CIMMYT)

En 1998 el huracán Mitch originó una crisis social, económica y ambiental tan grave que constituyó el punto de inflexión que situó a Honduras como un país como un preponderantemente expulsor de migrantes; en 2002, el paso del huracán Isidoro por la Península de Yucatán fue devastador y la pérdida de las cosechas para disponer de alimentos en lo inmediato y la pérdida de las semillas para sembrar en el futuro pusieron en riesgo la seguridad alimentaria de la población; también en 2005 el huracán Stan provocó en Guatemala la muerte de 1  500 personas y una crisis alimentaria debido a la pérdida e insuficiencia de semilla para sembrar, incluyendo muchas variedades nativas.  

Como estos, existen numerosos ejemplos de la vulnerabilidad de los sistemas ante el clima. Uno más reciente es el de agosto de 2021, cuando el huracán Grace tocó tierras mexicanas dos veces: primero atravesó la Península de Yucatán como huracán de categoría 1 y después tocó tierra en la costa del Golfo de México como huracán de categoría 3, convirtiéndose en uno de los ciclones tropicales más fuertes registrados, afectando seriamente a la agricultura de regiones, como el Totonacapan, en el norte de Veracruz, donde el fenómeno meteorológico llegó en plena temporada de floración del maíz, el cual se acamó —cuando las plantas se “recuestan” o se “tienden” hacia el suelo— en un 90%, sin esperanza de lograr una cosecha decente del grano.  

La ciencia actual permite pronosticar el número de tormentas que podrían convertirse en huracanes —los cuales tienen una función reguladora para el clima global, pero su magnitud se ha exacerbado debido a los efectos del cambio climático favorecido a su vez por la acción humana—, incluso pronosticar la velocidad aproximada de los vientos y su intensidad; sin embargo, estos eventos se consideran solamente probables ya que aún no es posible decir si determinada tormenta impactará algún lugar específico en una fecha determinada. En este sentido, los huracanes siguen siendo un recordatorio de la urgencia de transitar hacia sistemas de producción y consumo más sostenibles y resilientes 

El huracán Isidoro, por ejemplo, se convirtió en el catalizador para que comunidades mayas se organizaran e implementaran medidas para asegurar la resiliencia de sus cultivos y la disponibilidad de alimentos ante este tipo de fenómenos naturales. Se aceleró así un movimiento comunitario para proteger la diversidad genética del maíz nativo a través del cual se organizaron las primeras ferias de intercambio de semillas y bancos de semillas comunitarios.  

Por su parte, “el huracán Grace no solo impactó la economía de los agricultores, también su estado de ánimo ya que, al ver perdida su inversión, sintieron desesperanza y decepción. Muchos de ellos manifestaban que no esperaban algo tan fuerte y, sin embargo, el impacto fue de tal magnitud que afectó la mayoría de los cultivos de temporal y anuales, como los cítricos que son una importante fuente de ingreso en la zona”, relatan técnicos de Citricultores Tihuatecos Asociados, uno de los colaboradores del CIMMYT en Veracruz.  

“La investigación agronómica en esa región también se vio afectada, ya que los módulos agronómicos y la plataforma de investigación también fueron siniestrados por el huracán. Dadas esas circunstancias se realizó un ajuste al protocolo de investigación, buscando alternativas de cultivos para cubrir los meses restantes y llegar a la siembra del ciclo siguiente”, puntualizan los técnicos, enfatizando en que la implementación de cultivos alternativos como soya forrajera, algunas variedades de frijol y girasol constituyeron soluciones viables para adaptarse a las nuevas circunstancias.  

Si bien la conservación de semillas en bancos de germoplasma es importante ante desastres climáticos —gracias al Banco de Germoplasma que custodia el CIMMYT en Texcoco, Estado de México, fue posible repatriar variedades de maíz perdidas en Guatemala a causa del huracán Stan—, también lo es la consolidación de sistemas agroalimentarios resilientes mediante prácticas sustentables que permiten, como la diversificación de cultivos, reducir los riesgos de inseguridad alimentaria ante la variabilidad e incertidumbre climática.  

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Maíz teotihuacano: sabor y sustentabilidad

Productores de La Gruta, Teotihuacan, Estado de México. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)
Productores de La Gruta, restaurante ubicado en Teotihuacan, Estado de México. (Foto: Hub Valles Altos-CIMMYT)

“Si queremos responder a las crisis —donde también hay oportunidades— con soluciones duraderas y a medida, es importante empezar por incluir a todos en la conversación porque los sistemas agroalimentarios atraviesan todo, incluyendo la identidad de las naciones que está en las tradiciones y la mesa”, señala Sieg Snapp, directora del programa de Sistemas Agroalimentarios Sustentables del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) al referirse a la experiencia que en materia de biodiversidad y variedades de maíces nativos ofrece el restaurante La Gruta.

Con más de 90 años de operaciones ininterrumpidas, el restaurante La Gruta es parte de los atractivos turísticos de Teotihuacan, en el Estado de México —está ubicado atrás de la Pirámide del Sol, en una gruta de origen volcánico—, y hoy es un referente de cómo la sustentabilidad en el sector restaurantero puede generar cambios sociales positivos.

La idea generalizada de sustentabilidad en el ámbito restaurantero es hacer uso de productos locales y de temporada; sin embargo, La Gruta ha ido más allá: el chef Carlos Cedillo, director operativo del restaurante, impulsó la construcción de una huerta in situ para el entendimiento y fomento de buenas prácticas agrícolas (con la colaboración de la Universidad Autónoma Chapingo), y el desarrollo de un programa para fomentar la producción y el consumo de maíz nativo en el Valle de Teotihuacan, iniciativa en la que ha contado con la colaboración del CIMMYT.

Actualmente, La Gruta cuenta con un padrón activo de cerca de una treintena de productores con más de 40 hectáreas de producción de maíz nativo. El restaurante apoya a los agricultores locales con asesoría gratuita —desde la siembra hasta la poscosecha—, aprovechando y rescatando en el proceso los conocimientos tradicionales de los productores, los cuales se han fortalecido con el conocimiento científico que los especialistas del CIMMYT han compartido con ellos en esta iniciativa para asegurar que el maíz que se usa en La Gruta sea cultivado con las mejores prácticas agronómicas.

“Allí una vez más, vemos cómo la agricultura y la cultura se nutren una a la otra, y ponen en la misma mesa lo actual y lo tradicional ayudando a mantener el tejido social que hay detrás de cada surco, de cada alimento”, enfatiza Sieg Snapp.

Uno de los aspectos más importantes de este esfuerzo conjunto es la calidad de la producción. Para esto ha sido fundamental adoptar las tecnologías adecuadas para minimizar el daño por plagas de almacén y hongos. Las tecnologías poscosecha, como los silos metálicos herméticos y el uso de cal micronizada, han sido clave para que los agricultores que participan aseguren que el maíz teotihuacano que se consume en La Gruta sea de la más alta calidad. De hecho, esto contribuyó a que el restaurante haya sido distinguido a nivel internacional por sus prácticas sustentables.

Cabe mencionar que esta iniciativa ha propiciado que el tejido social de la comunidad se fortalezca: ante fenómenos como la migración y el abandono del campo que son palpables en Teotihuacan, los jóvenes de la localidad comienzan a ver que el campo es una opción económica viable y rentable para ellos y sus familias, pero también que el cultivo sustentable del maíz se puede reflejar en la mesa de los comensales, contribuyendo a la valorización de la cultura local y de la agricultura sustentable.

En el marco del Día Mundial de la Gastronomía Sostenible (18 de junio), te invitamos a conocer más de este ejemplo de “sustentabilidad a la mesa” en el siguiente conversatorio, donde el chef Carlos Cedillo y el especialista en poscosecha del CIMMYT, Sylvanus Odjo, dialogan sobre esta experiencia: