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Preservar las lenguas indígenas, un camino a la innovación agrícola

El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
El productor Sebastián Díaz Hernández, de Larráinzar, Chiapas (México) junto a Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

“Acá estamos en medio de los cultivos, hay girasol, cempasúchil, bótil —un frijol que en otras regiones es conocido como ayocote—, chayote, esta especie de repollo —el cual todo el año da hojas comestibles que se cotizan muy bien en el mercado porque pocos productores siembran la planta—; allá hay ajo, hay nabo, cebolla, rábano; de ese lado zarzamora, plátano, café, aguacate, maíz y flores”, comenta el señor Sebastián Díaz Hernández en su lengua materna, el tsotsil.

El señor Sebastián es un agricultor del municipio de Larráinzar, en Chiapas, México. El ha implementado algunas innovaciones agronómicas que ha conocido a través de los colaboradores del Hub Chiapas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) quienes, manifiestan, también han aprendido del señor Sebastián porque el agricultor posee muchos conocimientos ancestrales y también es un referente para varios agricultores de la zona debido a la gran diversidad de cultivos con los que cuenta en su parcela. 

En Larráinzar, cerca del 88,5 % de la población habla tsotsil y una buena proporción de ellos no habla español. Es el caso del señor Sebastián, con quien fue posible comunicarse gracias al apoyo de Mateo Pérez Santis, colaborador del CIMMYT en la región y con quien el señor Sebastián trabaja muy de cerca: “él es un productor innovador que ha estado aplicando en su parcela los principios de la agricultura de conservación, hablamos del mínimo movimiento del suelo, dejar el rastrojo como cobertura y diversificación de cultivos”, señala Mateo. 

“En total aquí el productor tiene más de 25 especies comestibles. Es un espacio muy pequeño, pero aquí no se va a ver el suelo sin cultivo y por lo tanto el productor cosecha todo el año, todo el tiempo tiene cosecha, no hay día ni momento que no tenga algo. No son superficies grandes, pero esta diversificación garantiza la alimentación del productor y su familia que es lo que se está buscando con el sistema diversificado”, comenta el técnico. 

La parcela del señor Sebastián, establecida en una superficie con gran pendiente —como la mayoría de los terrenos en Larráinzar—, parece un auténtico jardín, con flores, frutos y granos a cada paso: “Muchos productores me preguntan por los cultivos que siembro, algunos productores lo siembran y me preguntan que qué le aplico”, cuenta el productor quien, gustoso, comparte sus conocimientos con los otros agricultores, incluyendo lo que recientemente ha aprendido sobre control de enfermedades y otras innovaciones sustentables. 

De acuerdo con las Naciones Unidas, cada dos semanas —en promedio— una lengua desaparece. La pérdida de la diversidad lingüística es grave, porque implica la desaparición de todo el patrimonio cultural e intelectual vinculado a las lenguas que se extinguen, incluyendo, por supuesto, valiosos conocimientos derivados de la particular forma de vincularse con la tierra y cultivarla, como en este caso lo hace el señor Sebastián. 

México cuenta con 69 lenguas nacionales: 68 lenguas indígenas y el español. No obstante, muchas lenguas indígenas están en gran riesgo de desaparecer por diversos motivos. Si desaparecen, se perderían modalidades únicas de pensamiento y expresión; todos estos, recursos importantes y necesarios para construir mejores sociedades, incluyendo la transmisión de la herencia de cultivo y las posibilidades de fortalecer la tradición con innovación. 

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Impulsar las vocaciones y la investigación en agronomía

Estudiantes y egresados del área de agronomía de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, en la plataforma de Investigación Villa Corzo (de la red de innovación que impulsa el CIMMYT), donde desarrollan prácticas e investigaciones. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)
Estudiantes y egresados del área de agronomía de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, en la plataforma de Investigación Villa Corzo (de la red de innovación que impulsa el CIMMYT), donde desarrollan prácticas e investigaciones. (Foto: Fernando Morales/CIMMYT)

Cada 22 de febrero en México se celebra el Día del Agrónomo debido a que en esa fecha, pero de 1854, la Escuela Nacional de Agricultura (hoy Universidad Autónoma de Chapingo) abrió sus aulas a los primeros estudiantes de Agronomía. Ese hecho no solo significa que dicha carrera fue incorporada a la enseñanza superior en el país, sino que representa la inclusión de la agricultura como parte de un proyecto nacional para guiar la vida independiente de México.

Si bien con el paso de los años a la Universidad de Chapingo se han ido sumando más universidades en la formación de nuevos agrónomos —como la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, el Instituto Tecnológico de Roque, el Colegio Superior Agropecuario del Estado de Guerrero, la Universidad Autónoma de Sinaloa, entre otras—, esta universidad ha tenido una notable participación en la investigación agrícola en México y, junto con instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), ha hecho numerosas contribuciones al campo mexicano. 

“Los esfuerzos iniciales para establecer programas formales de estudios en agricultura en México se remontan a 1853 cuando fue creada la Escuela Nacional de Agricultura, actualmente Universidad Autónoma Chapingo (UACh). En 1906, se creó una segunda escuela de agricultura, la Escuela de Agricultura Particular, en el estado de Chihuahua. En 1923, se creó una tercera escuela, la escuela de Agricultura Regional Antonio Narro (en la actualidad Universidad Autónoma de Agricultura Antonio Narro, UAAAN)”, puntualizan Odette Gutiérrez e Isabel Peña en el capítulo “Vinculación entre la UACh y el CIMMYT como motor del perfeccionamiento de prácticas agrícolas sustentables”, que forma parte de una obra de la UACh de próxima aparición editorial. 

“La Universidad Autónoma Chapingo tiene sus orígenes en la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), la cual fue fundada en forma oficial el 22 de febrero de 1854, en el Convento de San Jacinto en la Ciudad de México. Posteriormente, la ENA se trasladó a la exhacienda de Chapingo, donde inicia sus actividades el día 20 de noviembre de 1923. El 22 de febrero de 1959, se crea el Colegio de Posgraduados de la Escuela Nacional de Agricultura (más tarde, éste se establece como organismo independiente), lo que constituyó un impulso fundamental para el desarrollo de la educación agrícola superior del país. (Universidad Autónoma Chapingo, 2018)”. 

“El CIMMYT a partir de su establecimiento en 1966 en su sede en Texcoco en el Estado de México, a 10 kilómetros de la UACh ha tenido una extensa y fructífera colaboración en el intercambio y la colaboración académica y científica para el desarrollo de programas de estudio e investigación; intercambio de información científica y publicaciones; intercambio de germoplasma; así como una activa participación de investigadores expertos de ambas instituciones en talleres, seminarios, congresos, simposia; y la colaboración en programas de investigación conjunta para la realización de un importante número de estancias de investigación de tesis de ingeniería y estudios de posgrado de estudiantes de la UACh en el CIMMYT”. 

Como ejemplo, señalan las autoras, está “el caso de Tania Eulalia Martínez Cruz, egresada de la Universidad Autónoma Chapingo, quien realizó su investigación de doctorado en CIMMYT y recibió el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Logro Académico el 12 de agosto 2016, el cual fue instituido en 1975 con el fin de reconocer a jóvenes mexicanos cuya conducta o dedicación al trabajo o al estudio inspire a sus contemporáneos y sea ejemplo de superación personal o progreso comunitario”. 

“En el 2001, Martínez salió de su pueblo natal, Tamazulápam Mixes, población indígena en la sierra norte de Oaxaca, para estudiar en la Universidad Autónoma Chapingo. (…) En el marco de una importante iniciativa coordinada por el gobierno de México y el CIMMYT, Martínez participó en un proyecto para ayudar a los agricultores de pequeña escala a mejorar sus preciadas variedades criollas de maíz, y también a buscar formas de ayudar a los agricultores a acceder a la información utilizando tecnologías de información y comunicación”. 

Con más de cuatro millones y medio de unidades de producción en el país, y siendo el agropecuario el tercer sector con mayor número de personas ocupadas, se puede advertir fácilmente la gran valía y necesidad que el país tiene de agrónomos y otros profesionistas enfocados al sector, por lo que, ante los desafíos actuales y futuros del campo mexicano es importante cultivar las vocaciones en el área de agronomía y seguir capacitando a los egresados para formar el capital humano que pueda abordar los retos emergentes del campo e impulsar la transformación que necesita para tener una agricultura más sostenible.

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Agricultura y acuíferos, retos y alternativas

Trabajos en parcelas de Apan, en Hidalgo, México, para el establecimiento de cultivos bajo el sistema de agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez)
Trabajos en parcelas de Apan, en Hidalgo, México, para el establecimiento de cultivos bajo el sistema de agricultura de conservación. (Foto: Pilar Vázquez)

La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable que ofrece amplios beneficios a los agricultores: mejora la estructura y fertilidad del suelo, conserva mayor humedad y reduce los costos de producción, entre otros. 

Aprovechar los rastrojos para proteger al suelo de la erosión, en lugar de quemarlos, es uno de los componentes básicos de la agricultura de conservación y, aunque con frecuencia esta práctica encuentra limitantes para ser adoptada plenamente, el sistema también ofrece muchas alternativas para irse adaptando a los más diversos entornos. Por supuesto, transmitir este mensaje a los agricultores representa un esfuerzo grande por parte de los promotores de la agricultura sustentable. 

En Apan, en el estado mexicano de Hidalgo, por ejemplo, “algo que seguimos viendo como una limitante para adoptar la agricultura de conservación es que cada ciclo es común que los dueños de las parcelas cambien a quién rentan sus tierras. Si alguno ayuda a mejorar la calidad del suelo entonces su lógica es: «a mi terreno le están ayudando a nutrirse o recuperarse, pues tiene mejor valor y entonces lo puedo rentar a un precio mayor», así que prefieren hacer cambio de arrendatario con tal de tener un mayor ingreso” —pero sin dar continuidad a las prácticas sustentables—, señala la agrónoma Pilar Vázquez Martínez.

Consecuentemente, los productores que rentan —que son una proporción muy significativa y muchos de ellos trabajan extensiones muy grandes— consideran que ante el riesgo de que les dejen de alquilar las tierras y ellos no obtengan beneficios por sus esfuerzos, “prefieren retirar todo. Y retiran hasta el último rastrojo que hay en la parcela y casi parece que acaban de barrer. Empacan todo y hacen pacas que posteriormente se comercializan para obtener obtienen un ingreso que les ayuda a aumentar la rentabilidad de la tierra”, menciona Pilar, quien es consultora del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) para el proyecto Aguas Firmes en la zona de Apan. 

Aguas Firmes es un proyecto de Grupo Modelo – AB InBev y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ), implementado por el CIMMYT y diversas organizaciones. Su objetivo fundamental es mejorar la sustentabilidad hídrica de los acuíferos de Calera en Zacatecas y Apan en Hidalgo y por ello promueve la agricultura sustentable como uno de sus pilares.

“La propuesta que tenemos para estos agricultores, y que de hecho ya empezamos a hacer este ciclo otoño-invierno 2021-2022, es establecer cultivos de servicio. Este primer año manejamos ebo, girasol, rábano forrajero y canola. Con estos cultivos se busca mejorar la biodiversidad en la parcela, que haya un mayor número de organismos y que, con las diferentes profundidades que alcancen las raíces, mejorar el alcance que van a tener en un momento dado las raíces del cultivo principal que es la cebada”, señala Pilar. 

Con el ebo, que es una leguminosa y un abono verde, también se busca ayudar a fijar nitrógeno en el suelo y ayudar en la fertilización. La finalidad es no dejar el suelo desnudo durante el periodo que normalmente se deja sin cultivo y totalmente expuesto a las condiciones climáticas, altas y muy bajas temperaturas, vientos y algunas precipitaciones que provocan escurrimiento. Estos cultivos, que se sembraron a finales de octubre y principios de noviembre del año pasado, se incorporaron como abono verde en el mes de mayo de este 2022”. 

“Lo que hemos podido observar es que al asistir a las capacitaciones los productores que están participando en el proyecto reflexionan y comprenden la importancia de realizar las prácticas que les sugerimos. Sin embargo, aún hay mucho por hacer y llevar esta reflexión a más personas porque, por ejemplo, a quienes ya están dejando el rastrojo les ha costado mucho cuidar esos lugares, porque es donde se congrega toda la gente que se dedica al pastoreo, llevan ahí a los animales porque ven el rastrojo como un residuo que no sirve de nada y asumen que está disponible para el consumo de su ganado”.

¿Quieres saber más de Aguas Firmes? Aguas Firmes es un proyecto colaborativo entre la cervecera líder Grupo Modelo – AB InBev y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH a través de su programa develoPPP. Visita el sitio web para más información: https://www.aguasfirmesgrupomodelo.com/es

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Liderazgos comunitarios facilitan el acceso a financiamiento

Productores de Larráinzar, Chiapas (México) y técnicos del Hub Chiapas del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales)
Productores de Larráinzar, Chiapas (México) y técnicos del Hub Chiapas del CIMMYT. (Foto: Fernando Morales)

Para muchos agricultores acceder a un financiamiento puede ser muy complejo y, en muchas ocasiones, poco conveniente si no se toman las consideraciones necesarias. Para facilitar a los productores del sur y sureste de México el acceso a financiamiento sin que represente una complicación para ellos, un proyecto impulsado por Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) está promoviendo el desarrollo de capacidades en temas de asociatividad y educación financiera. 

“El financiamiento que promovemos en el marco de este proyecto es a través de FIRA o de Financiera Nacional, con porcentajes de alrededor del 17 % de interés anual, cuando con un intermediario financiero o un particular están cobrando el 15 % mensual”, comenta Jorge García, gerente del Hub Chiapas del CIMMYT.

Recientemente en el estado mexicano de Chiapas se realizaron jornadas con líderes comunitarios donde se compartieron experiencias exitosas de productores que han integrado prácticas de agricultura sustentable —particularmente la diversificación de cultivos— y han apostado por la asociatividad para realizar acciones en conjunto, como las compras consolidadas.

Tenemos el caso de un grupo de productores que el año pasado ahorraron cien mil pesos en la compra de fertilizante porque lo hicieron de manera conjunta, eso ya es un recurso considerable. También hemos hecho algunos ejercicios de comercialización de manera conjunta con algunas instituciones locales y compradores locales, y esas experiencias exitosas las estamos difundiendo a través de los líderes comunitarios”, puntualiza el gerente del Hub Chiapas del CIMMYT.

“En esta tercera fase del proyecto estamos trabajando en este componente financiero, en el tema de desarrollo de modelos de mercado y manejo de riesgos. Lo que se busca es dinamizar la economía de las comunidades, dinamizar los mercados, crear condiciones propicias para generar empleo rural y, sobre todo, ampliar la capacidad productiva a través de la inversión y el desarrollo de capacidades”, menciona Ramiro Ortega, especialista en finanzas rurales del CIMMYT.

Para promover mejores prácticas agrícolas que amplíen la capacidad productiva y desarrollar capacidades en las comunidades es fundamental impulsar los liderazgos comunitarios porque “a través de ellos llega información a las comunidades, y esto es muy importante en términos tecnológicos y de capacitación porque no solo se involucra a los grupos de productores a quienes el proyecto brinda acompañamiento técnico directo, sino que es toda la comunidad la que puede acceder a la información, al conocimiento y la tecnología”, puntualiza Jorge García.  

Además del acompañamiento técnico en temas agronómicos, el acceso al financiamiento y las compras consolidadas, se propicia también que los productores líderes establezcan vínculos con puntos de maquinaria especializada para desarrollar agricultura de conservación, que es otra de las estrategias que se están promoviendo en el marco del proyecto ‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’, de Walmart Foundation y el CIMMYT. 

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Mezclas y formas de siembra para diversificar cultivos

La simplificación de la agrobiodiversidad tiene consecuencias económicas y ambientales. Y es que los agrosistemas con poca diversificación presentan problemas de fertilidad y poseen pocos o ningún mecanismo de defensa ante plagas y enfermedades. Se vuelven sistemas frágiles y constantemente requieren de insumos externos que elevan los costos de producción.

Los monocultivos, por ejemplo, pueden enfrentar problemas de comercialización y baja rentabilidad debido a la sobreproducción de un solo producto. La intensificación sustentable y la diversificación de cultivos es entonces un asunto prioritario, particularmente para la agricultura de pequeña escala, ya que diversificar lo que se siembra es la vía más efectiva, sencilla y económica para lograr parcelas más rentables a la vez que sustentables. 

A través del proyecto CLCA, científicos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) buscan optimizar los sistemas agropecuarios para incrementar los rendimientos, la calidad, la salud del suelo y el uso eficiente de los recursos.

CLCA (Uso de la Agricultura de Conservación en sistemas agropecuarios en zonas áridas para mejorar la eficiencia en el uso de agua, la fertilidad del suelo y la productividad en países del norte de África y Latinoamérica) es un proyecto impulsado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el CIMMYT y diversos colaboradores en zonas áridas de México y Bolivia. 

Entre las prácticas que impulsa el proyecto se encuentra la diversificación, la cual puede brindar muchas alternativas para lograr la resiliencia del campo al promover la interacción entre cultivos y mejorar y preservar la productividad de los recursos naturales destinados a la actividad agrícola.

Se trata de una diversificación productiva expresada a través de la variedad de cultivos que se engarzan a través de asociaciones, rotaciones, relevos, etc. Esta diversificación  aporta alternativas para los productores para mejorar sus sistemas de cultivo e incluso para favorecer su vinculación a mercados. A través de esta infografía, los promotores del proyecto CLCA comparten algunos de los principales beneficios de a diversificación, las principales mezclas y formas de siembra adecuadas para zonas áridas como la Mixteca de Oaxaca. 

Foto de portada: Parcelas con cultivos diversificados en San Felipe Jalapa de Díaz, en Oaxaca, México. (Foto: Sociedad de Productores Agrícolas y Pecuarios de la Mazateca Baja)

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Carta de amor al maíz

Maíces nativos de colores. (Foto: CIMMYT)
Maíces nativos de colores. (Foto: CIMMYT)

Un dicho popular mexicano dice que “a falta de amor, unos tacos al pastor”, pero aun sin importar el estado sentimental, la sociedad mexicana y el maíz tienen una historia común de la que se podría decir existe todo una “antropología de los sentidos”, en la que el maíz se disfruta además con los ojos, con el olfato, con el tacto, incluso se siente como una caricia al oído cuando unas hábiles manos palmean una “bolita” de masa y esta, en el comal, se infla indicando que la tortilla recién hecha está lista para satisfacer al paladar. 

La industria de la masa y la tortilla en México, por cierto, es una de las más importantes en la cadena de valor del maíz: de las cerca de 27 millones de toneladas de maíz que se cosechan en México alrededor del 50 % se destinan al consumo humano —principalmente en tortillas—, lo que confirma que el maíz es la base de la alimentación de los mexicanos y principal fuente nutricional, con un consumo por persona de aproximadamente 297 kilogramos al año. 

Aunque actualmente las tortillas son la forma más común de consumir maíz en casi todo el territorio nacional, esto no siempre fue así. Estudios arqueológicos sugieren que entre los antiguos pueblos mesoamericanos el tamal fue el alimento esencial en todos los estratos sociales —actualmente se conocen alrededor de 370 tipos de tamales en México—, mientras que la tortilla no se convirtió en un alimento común sino hasta que proliferaron los comales en la época Clásica en el altiplano central, es decir, la adopción de la tortilla fue tardía. 

“No hay que confundir los sopes con las garnachas”, dice otro dicho popular mexicano. Y es que las diferentes elaboraciones del maíz incluyen, además de las tortillas como elemento indispensable de los tradicionales tacos, elotes, tortillas, enchiladas, chilaquiles, tostadas, chalupas, gorditas, molotes, peneques, sopes, quesadillas, tlacoyos, pozoles, atoles, bebidas —como el orique, tesgüino, tejuino, piznate, menjengue, tejate, pozol, chorote, saka’ y tascalate—, panes, zalbutes, memelas, pellizcadas, ahogaperros, canutillos, bocoles, totopos, panuchos, entre otros cientos de elaboraciones. 

El consumo de maíz en sus diferentes preparaciones llega a aportar hasta 50% de las calorías en la dieta de los mexicanos. Además, los usos culinarios de las diferentes razas de maíz son diferenciados: mientras que muchas de ellas se emplean en la elaboración de la mayoría de los usos comunes (tortillas principalmente), otras se aprovechan en productos especiales. 

En el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en Texcoco, Estado de México, existe un banco de germoplasma que conserva la colección de maíz más grande e importante del mundo, la cual incluye estas razas y variedades de maíces de especialidad. También existe un laboratorio, el Laboratorio de Calidad de Maíz Evangelina Villegas donde se estudian las propiedades de estos maíces para aprovecharlas en beneficio de la nutrición de la población tanto de México como de otros países donde se consume maíz. 

La siguiente infografía elaborada por el CIMMYT ilustra algunos de los aspectos esenciales para comprender la riqueza gastronómica y la importancia nutricional del maíz en la dieta de los mexicanos:

 

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Construir confianza, desde las parcelas y hasta las comunidades

Productor de Chiapas trabajando milpa intercalada con árboles frutales. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Productor de Chiapas trabajando milpa intercalada con árboles frutales. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Para las comunidades rurales la agricultura y el desarrollo van de la mano. Si las personas no encuentran en la agricultura un medio de vida adecuado el mismo tejido social corre el riesgo de fracturarse. 

“Una de las actividades del proyecto con Walmart Foundation es fortalecer comunidades rurales y es a través de los líderes comunitarios que estamos trazando las actividades de capacitación, procesos de seguimiento técnico y establecimiento de parcelas demostrativas; y con ellos también se hace todo el proceso de gestión de asociatividad”, comenta Jorge García, gerente del Hub Chiapas del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

‘Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche’ es el proyecto al que se refiere Jorge, opera desde 2017 promoviendo la diversificación de cultivos y la asociatividad como punto de partida del desarrollo rural y, a cinco años de haber iniciado, el proyecto ahora centra sus esfuerzos para consolidar liderazgos comunitarios que permitan potenciar los beneficios de la iniciativa.

“En muchas comunidades ya hay avances notables en el tema agronómico, por lo que ahora estamos poniendo el foco de atención en temas como asociatividad, acceso a financiamiento, compras consolidadas de insumos y procesos de comercialización”, puntualiza el gerente del Hub Chiapas del CIMMYT. 

“Quienes ya han hecho ejercicios de compras consolidadas pueden tener ahorros muy importantes. Tenemos el caso de un grupo de productores que el año pasado ahorró cien mil pesos en la compra de fertilizante de manera conjunta, eso ya es un recurso considerable. Lo que hacemos entonces es vincular a los productores que van iniciando con estos que ya van más avanzados, llevarlos a que los visiten y platiquen y poco a poco llevarlos en el proceso. Así es como construimos confianza”. 

Buscando fortalecer a estas personas en sus habilidades tanto técnicas, como asociativas y para la toma de decisiones, el Hub Chiapas del CIMMYT realizó, durante dos semanas, encuentros con estos productores líderes —las jornadas se desarrollaron Villaflores, Chiapa de Corzo, Comitán, Larráinzar, Zintalapa y otros lugares estratégicos de Chiapas— a fin de promover el intercambio de experiencias y “construir de manera conjunta un codiseño de los planes de trabajo que se van a hacer en cada comunidad”, enfatiza el gerente del Hub. 

“Con ellos tuvimos una reunión, hicimos un taller, platicamos con ellos sobre el objetivo del proyecto en esta etapa, lo que se quiere lograr y la importancia de su participación porque a través de ellos se hacen todas las actividades y lo que se buscó en las jornadas es que de manera conjunta decidieran qué es lo más prioritario para sus comunidades en términos de las actividades a desarrollar”, señala Jorge. 

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Frijol, una legumbre que da identidad a los pueblos de México

Productor de Larráinzar, en el estado mexicano de Chiapas, muestra una de las variedades de frijol que cultiva en su milpa. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)
Productor de Larráinzar, en el estado mexicano de Chiapas, muestra una de las variedades de frijol que cultiva en su milpa. (Foto: Fernando Morales / CIMMYT)

Las legumbres son los frutos —semillas contenidas en una vaina— que producen las leguminosas —frijoles, habas, lentejas, cacahuates, etcétera—.  Son una gran fuente de proteínas vegetales y, en el plano agronómico, mejoran con sus propiedades la tierra en la que se cultivan pues poseen la singular capacidad de aportar nitrógeno a la tierra de cultivo. 

La fijación biológica del nitrógeno proporciona muchos beneficios funcionales para los agroecosistemas y ayuda en los esfuerzos para reducir los efectos ambientales negativos por el uso de fertilizante nitrogenado. 

En los sistemas de cultivo de cereales, las leguminosas, en simbiosis con rizobios —bacterias fijadoras de nitrógeno—, aportan la mayor entrada de nitrógeno fijado mediante esta vía. 

En México el frijol es la leguminosa por excelencia. Aunque el país cubre la mayor parte de su demanda de frijol, entre 2003 y 2019 importó alrededor de 123 mil toneladas anuales para complementar la demanda interna. En 2021 se registraron importaciones históricas, y en 2022 los menores niveles desde 2015 debido a significativos excedentes en la cosecha nacional.

El frijol se cultiva en prácticamente todo México, sin embargo, son ocho las entidades que producen tres cuartas partes de la producción nacional: Zacatecas, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Chiapas, Nayarit, Guanajuato y San Luis Potosí.

Componente esencial de la milpa, el frijol ha formado parte importante de la dieta de los mexicanos y de su economía desde tiempos prehispánicos, por lo que forma parte de la cultura gastronómica del país.

“El pueblo mixe (ayuukjä’äy) —en el estado mexicano de Oaxaca— posee una cultura rica y distintiva. Su organización social, sincretismo cultural, música y gastronomía son característicos, así como su lengua (ayuuk) y su milpa, cuyos productos, particularmente el frijol, forman parte de su identidad y sus manifestaciones culturales”, comenta Zenaida Pérez Martínez, de la Agencia Mexicana para el Desarrollo Sustentable en Laderas (AMDSL).

“Preparado en tamales, el frijol es el acompañante indispensable del caldo mixe, un aromático y tradicional platillo que se consume en fiestas patronales y ocasiones especiales. También en la alimentación cotidiana es fundamental: con el grano seco se elaboran el “frijol en amarillo”, la pasta de frijol para la infaltable tortilla embarrada y el frijol caldoso, que es uno de los platillos comunes en la zona”, puntualiza Zenaida. 

La ingesta de frijol es una forma de completar la calidad proteica de una dieta basada en maíz, ya que su proteína es deficiente en lisina y triptófano y el frijol contiene una cantidad de lisina suficiente para compensar esto.

En la región mixe se cultivan diversos frijoles en el sistema milpa. Destaca el ‘Frijol Gordo’ (Phaseolus dumosus) —que también se aprovecha en ejotes— y  el frijol ‘Ayocote’ (Phaseolus coccineus). 

Además de estos frijoles, hay otra leguminosa que comúnmente se establece en la región mixe: el chícharo. Este “se siembra en septiembre como cultivo de invierno porque es resistente a las heladas y se desarrolla bien con la humedad residual; se consume hervido o en guisos, tamales y las típicas empanadas de chícharo de la región”.

A pesar de la diversidad, los rendimientos no siempre son adecuados. En ocasiones, las familias productoras apenas alcanzan a cubrir sus necesidades de consumo debido a diversos factores: las pendientes pronunciadas que predominan en la región, la labranza convencional que prevalece, las lluvias irregulares de ciclos recientes y fechas de siembra que no aprovechan todo el potencial de los cultivos.

Para que las leguminosas sigan siendo parte de la cultura del pueblo mixe, la AMDSL y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueven innovaciones sustentables en la región: se han establecido barreras vivas —plantas que se colocan perpendiculares a la pendiente— para evitar la pérdida de suelo, se han ajustado las fechas de siembra y se ha promovido la agricultura de conservación.

Así, también se busca fortalecer la seguridad alimentaria y potenciar los beneficios de las leguminosas para mejorar los suelos —ya que además son un abono verde con grandes aportes de biomasa— y para que sigan siendo parte de la identidad, alimentación y cultura de los pueblos de México.

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El papel de la mujer y la niña en la ciencia aplicada al campo

Laboratorista del CIMMYT desarrollando pruebas de germinación y viabilidad de semillas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)
Laboratorista del CIMMYT desarrollando pruebas de germinación y viabilidad de semillas. (Foto: Divulgación-CIMMYT)

En la historia de la humanidad las mujeres han sido fundamentales para el avance de la ciencia y en la conformación de la sociedades. Lamentablemente, por diversas circunstancias históricas no siempre han recibido el debido reconocimiento, de manera que el nombre de muchas mujeres destacadas ha estado en la sombra por años e incluso ahora muchas siguen estando prácticamente en el anonimato.

El Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia (11 de febrero) es un esfuerzo de los Estados Miembros de las Naciones Unidas precisamente para brindar reconocimiento a esas mujeres destacadas en los campos de la educación, la capacitación, la ciencia, la tecnología y la innovación. Con esto, se busca fomentar las vocaciones científicas entre las niñas y jóvenes para lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer y la niña.

Para fomentar las vocaciones científicas hacen falta referentes para que las niñas y jóvenes fortalezcan los diversos campos de estudio, particularmente en aquellos que son clave para el futuro de la humanidad, como es la ciencia aplicada al campo —en un contexto de crisis climática y reducción de los recursos naturales es fundamental producir alimentos suficientes y nutritivos para una población cada vez mayor—.

“Las mujeres tenemos un rol muy importante para el campo: tenemos participación en todos los ámbitos de la agricultura, desde el trabajo en campo, el trabajo de la tierra, hasta la preparación y la transformación de esos productos de la tierra en alimentos. También en la investigación tenemos un papel clave. En el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), por ejemplo, hay genetistas, mejoradoras, científicas de datos, patólogas, biólogas moleculares. Hay una representación significativa de mujeres y eso ha ido aumentando en nuestra institución”, comenta la doctora Natalia Palacios, científica del CIMMYT. 

La doctora Palacios y su equipo tienen un papel relevante en los esfuerzos del CIMMYT para transferir tecnología a África relacionada con el adecuado procesamiento del maíz. Esto está beneficiando a muchas comunidades con severos problemas nutricionales en aquel continente y una parte significativa de ese trabajo se ha hecho desde el Laboratorio de Calidad de Maíz Evangelina Villegas Moreno, que está en la sede internacional del CIMMYT en Texcoco, Estado de México. 

Evangelina Villegas (1924-2017) fue una científica mexicana destacada. Siendo investigadora del CIMMYT, y en colaboración con otros especialistas de este centro, trabajó afanosamente en la creación del maíz con calidad proteica (QPM, por sus siglas en inglés), logro que le hizo acreedora al Premio Mundial de Alimentación en el año 2000, convirtiéndose así en la primera mujer en recibir dicho galardón.

También en el Laboratorio de Calidad de Trigo hay una científica destacada, se trata de María Itria Ibba, quien comenta que “con el trabajo de este laboratorio se busca disminuir la pobreza y el hambre, aumentar la producción de cereales y de cultivos que sean amigables con el medioambiente. Por eso, mi responsabilidad es seguir haciendo buena ciencia, seguir haciendo un buen trabajo que tenga un efecto en los productores y en la sociedad”, concluye la investigadora.

Por supuesto, y siendo la misión del CIMMYT llevar el conocimiento científico a las productoras y productores para mejorar sus medios de vida, en este centro de investigación científica las mujeres son fundamentales para brindar acompañamiento técnico e impulsar la transformación sustentable del campo. Como señala Carolina Cortez, coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del CIMMYT, eso solo es posible dando un buen ejemplo: “en años recientes hemos visto que la incursión de mujeres en temas agrícolas es más frecuente. Me ha tocado visitar universidades y ver que hay muchachas que ya están involucradas en estos temas (…) y que te vean a ti como ejemplo da mucha satisfacción”.

“Desde pequeña se me hizo interesante todo lo que tenía que ver con el campo, mi mayor motivo para estudiar Agronomía fue el amor con que miraba a mis abuelos y mi papá trabajar en el campo. Para mí apoyar el trabajo en la parcela es la mejor forma de valorar todo lo que hay detrás de un alimento. Por eso es importante retomar y fomentar el amor por el campo, hay mucho qué hacer, innovar y cambiar, pero sobre todo hay mucho que aprender”, comenta Estephany Itzel Flores, técnica del Hub Bajío del CIMMYT.

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El campo mexicano ante los retos de la seguridad alimentaria global

Productores durante campaña para promover una agricultura sustentable y de alta productividad en Sinaloa, México, en el marco de las alianzas estratégicas que promueve la metodología de Cultivos para México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)
Productores durante campaña para promover una agricultura sustentable y de alta productividad en Sinaloa, México, en el marco de las alianzas estratégicas que promueve la metodología de Cultivos para México. (Foto: Hub Pacífico Norte-CIMMYT)

El año 2023 es decisivo para la humanidad. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el final de 2022 reportó casi un millón de personas en riesgo de inanición —casi el doble que en 2021— y 222 millones de personas que están experimentando niveles elevados de inseguridad alimentaria aguda.

Los efectos de la pandemia, los conflictos, el cambio climático y la recesión económica mundial han abonado a este grave retroceso en materia de seguridad alimentaria. Por supuesto, México no está exento de los efectos de esta situación mundial y, de hecho, en el país es posible observar cómo estos factores han interactuado para generar un panorama complejo donde la migración, la pobreza, y la falta de autosuficiencia alimentaria en cultivos clave señalan amplias oportunidades para el sector agrícola nacional.  

En México, debido a la pandemia la inseguridad alimentaria afectó a cerca del 60% de los hogares. Adicionalmente, con años cada vez más cálidos y con menos lluvias —la década de 2011-2020 registró 4,1 % menos lluvias y 0,9° C más que la década anterior— los impactos del cambio climático se manifiestan con sequías más prolongadas, pérdida de cultivos, más incendios forestales, más eventos meteorológicos extremos y más migración. 

Además, el costo de los fertilizantes sigue siendo elevado, complicando el camino hacia la autosuficiencia alimentaria. Ante este contexto se vuelve prioritario promover prácticas simples, pero significativas y eficaces, para mitigar los efectos del cambio climático y avanzar en materia de seguridad alimentaria. En este sentido, es fundamental articular esfuerzos entre sectores —público, privado, social y académico—, desarrollar capacidades en los agricultores y consolidar redes de innovación para construir sistemas agroalimentarios estables, resilientes y sustentables. 

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) promueve junto con sus colaboradores diversos proyectos que están orientados a incrementar la productividad en las parcelas de los pequeños productores, a la vez que abordan el tema de los recursos naturales para incrementar la productividad sin incrementar la superficie agrícola. 

Con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, por ejemplo, se ha impulsado Cultivos para México, iniciativa que ha impactado positivamente en más de 500 mil productores y más de un millón de hectáreas; también ha desarrollado el Atlas Molecular del Maíz y ha contribuido a la preservación de las variedades nativas y el desarrollo de variedades mejoradas. De hecho, la iniciativa fue reconocida por impulsar la industria semillera nacional mediante sitios de evaluación que han permitido identificar variedades que duplican los promedios actuales de rendimiento de maíz, lo cual contribuye a su vez a una menor dependencia de las importaciones.

Las semillas adecuadas son, sin embargo, solo la mitad del trabajo, “la otra mitad la hacen los agricultores que resguardan el conocimiento tradicional y, al mismo tiempo, asumen el reto de innovar para mejorar sus sistemas productivos y sus condiciones de vida en forma sostenible”, comenta el doctor Bram Govaerts, director general del CIMMYT con relación al conjunto de prácticas y tecnologías agrícolas sustentables que se promueven desde el CIMMYT para facilitar además la transición agroecológica para la producción de alimentos de calidad e inocuos que sirvan como base para la salud pública. 

El enfoque de la iniciativa ha permitido obtener mayores rendimientos en comparación con prácticas convencionales, reducir la cantidad de aplicación de fertilizantes por tonelada producida, y hacer en general un mejor aprovechamiento de los recursos. Por sus resultados, la metodología de Cultivos para México ha sido replicada en otros países de América Latina y Asia y, recientemente, está siendo llevada a África, contribuyendo a posicionar a México como líder en innovación agrícola que hace de la agricultura sustentable y generadora de paz una embajadora de los mexicanos ante los pueblos del mundo. 

Como señala el director general del CIMMYT sobre las innovaciones generadas en el país, “este es un proyecto de los productores de grano y de semilla, de la sociedad civil organizada, de las instituciones públicas de investigación y educación superior, de la industria, del Gobierno mexicano, pero, sobre todo, del pueblo de México”.